Mi amiga Lidia
Nuestra protagonista se hace amiga de una chica a la que invita a casa para que practique con su ordenador. En un momento en que ella se va a duchar la chica comienza a ojear videos porno bajados de Internet. Pos separado cada una debe masturbarse para aliviar su calentura.
La primera vez que hice el amor con otra chica fue de verdad una sorpresa para mí. Nunca me había fijado en las mujeres como fuente de placer. Tengo una energía sexual difícil de satisfacer, pero me bastaba con follar con mis muchos amigos. Y si no, me masturbaba, una de mis grandes aficiones. Es cierto que me ponía como una moto viendo videos de lesbianas bajados de Internet, pero lo asociaba más a la excitación del momento y a mi gusto por la pornografía que a un deseo oculto de relaciones lésbicas. Es como los videos de lluvia dorada, me vuelven loca, pero no sé si lo incluiría en mis prácticas (o al menos eso pensaba).
El caso es que por aquel entonces pasaba las tardes estudiando en una biblioteca muy cerca de mi casa. Acudía sola y no solía entablar conversación con nadie, porque si no el tiempo me pasaba volando y no me cundía.
Una tarde de agosto preparaba dos asignaturas para los exámenes de septiembre. Hacía un calor de justicia, y aunque la biblioteca contaba con aire acondicionado, no era suficiente. Llevaba un pantalón corto de chándal y una camiseta sin mangas, no muy apretada, pero que marcaba bastante mis pechos. Uso una 90, pero soy muy delgada y mis pechos resaltan bastante. Recogía mis rizos negros mediante una goma, formando una coleta para mantener mi cuello libre de mi pesada melena. Aun con este vestuario tan veraniego, estaba sudando la gota gorda.
Al momento de llegar, una chica se sentó a mi lado. No me importó, pues los asientos eran espaciosos y en cada mesa podían estudiar 8 personas con total comodidad. Abrió un libro súper gordo y se puso a hojearlo. La Biblia de Excel, se titulaba.
A media tarde salí a la calle a fumar un cigarro y a estirar las piernas. A los 2 minutos salió mi compañera de mesa y se colocó a mi lado.
-Hola, que tal. Me llamo Lidia -me dijo.
Nos presentamos y charlamos un poco. Me dijo que tenía que aprender todo lo posible acerca de hojas de cálculo, porque en la gestoría donde trabajaba por las mañanas estaban cambiando todo el software antiguo por programas de ofimática más modernos. Llevaba unas semanas un poco agobiada y había decidido aprovechar las tardes libres para avanzar un poco.
La verdad es que Lidia era una persona encantadora. Me cayó bien desde el primer momento y congeniamos bastante. Era muy guapa, morena como yo pero con el pelo corto, un poco más baja que mis 175 cm de estatura, y con dos tetones descomunales. Llamaba la atención de los tíos que van a la biblioteca a ligar y no a estudiar (más que yo, y eso me hacía sentir desplazada, pues normalmente suelo ser el centro de bastantes miradas). Me contó que no salía con nadie, que se aburría mucho con su último novio y que de momento quería estar sola.
Pasamos más de una hora hablando, y como yo ya no tenía ganas de seguir estudiando, fuimos a tomar un café. Cerca de las nueve nos despedimos, ya como amigas, y le ofrecí mi ordenador para practicar con la hoja de cálculo (ella no tenía en casa). Quedamos para la tarde siguiente. En mi casa, ni mis padres ni mis hermanos nos molestarían, unos trabajando y otros de vacaciones.
A las 4 sonó el timbre. Abrí y al ver a Lidia sentí un hormigueo en el estómago, una sensación que me desconcertó, pues me recordó a lo que siento cuando me preparo para una sesión de masturbación. Venía ataviada con un vestido de esos que son como una camiseta muy larga, que hace de falda. Ésta resaltaba sus pechos sobremanera. Yo por mi parte llevaba una camiseta vieja, sin sujetador y un pantaloncito corto.
Nos sentamos al ordenador y comencé a explicarle los fundamentos del programa, siguiendo por casos prácticos, profundizando un poco. A eso de las 6 de la tarde yo estaba agobiada por el calor y le pregunté si no le importaba que me fuera a dar una ducha rápida. No le importó, se quedó acabando un presupuesto ficticio.
-Cuando lo acabes puedes mirar en el directorio C:internet. Lo tengo lleno de animaciones muy divertidas que me mandan por el mail- mientras decía esto recordé que aparte de las animaciones tenía cientos de videos porno y más de 10000 fotos de la misma temática. Pero por no delatarme preferí correr el riesgo. Quizá no se percatase.
En el baño, abrí el grifo y volví a mi habitación para coger ropa limpia. Prefería vestirme en otra sala y no delante de mi nueva amiga.
Al entrar vi que Lidia había descubierto la carpeta xxx y estaba abriendo videos con el reproductor. Minimizó éste y puso cara de circunstancias.
-Perdona, pensaba que eran animaciones- dijo, con la cara roja como un tomate. -Ah, sí. Eso lo descarga mi hermano -mentí-. A ver si se lo grabo todo en cds y limpio mi disco duro -creo que mi voz me delató, pero no se me ocurrió otra excusa mejor-.
Avergonzada y ligeramente aturdida cogí mi ropa y volví al baño. Me desvestí, pero antes de meterme en la ducha, me picó la curiosidad. ¿Seguiría Lidia ojeando mis videos? Cerré la puerta del baño por fuera y me acerqué sigilosamente hasta mi habitación. Asomé la cabeza asegurándome de que fuera imposible que ella me viera, tanto directamente como mediante el reflejo del monitor.
Efectivamente, la pantalla mostraba a una rubia con 2 tipos. Ella de rodillas, comiéndoles la polla alternativamente, y en ocasiones con las 2 trancas dentro de su boca. Pero lo que me dejó de piedra fue el resto. Lidia estaba con los ojos como platos, y con el dedo corazón de ambas manos acariciaba sus pezones (marcadísimos) por encima de la tela del vestido. Cada poco los agarraba y estiraba con fuerza, hinchándolos más todavía. Realizaba lentos movimientos circulares, rodeando los pezones. Mojaba sus labios con la lengua y su respiración era cada vez más audible. No me agradaba en absoluto la idea de espiar a mi amiga, pero la situación me estaba poniendo a mil. Notaba los flujos resbalar por mi pierna abundantemente. Acaricié mi vagina y descubrí que estaba encharcada. No pude contenerme y llevé mi mano a la boca para saborear mis caldos.
En ese momento me sentí confundida, no podía excitarme al ver a otra chica tocarse porque yo no era lesbiana. Me vinieron a la mente todos los momentos en que había disfrutado viendo escenas lésbicas y parecía como si un rompecabezas estuviera completándose en mi cabeza. Volví a mirar y contemplé a Lidia con las piernas muy abiertas, y con la mano derecha masajeando frenéticamente la zona de su coño, mientras que con la izquierda apretaba sus tetas.
Despacio regresé al baño y me metí en la ducha. Realmente no podía volver en la situación que estaba, así que decidí masturbarme furiosamente. Comencé a estirar mis pezones hasta hacerlos enrojecer, mientras orientaba el chorro de la ducha hacia mi clítoris. Agachando el cuello introduje uno de mis pezones en la boca, y la mano liberada bajó hacia mi culo. Cuando estoy cachonda me gusta acariciarme el ano, y pocas veces había estado como entonces. Mojé con el abundante flujo de mi vagina toda la mano e introduje el dedo índice en mi culo. Esa sensación de estar totalmente atendida me pone a mil. Los pezones acariciados por mis labios y lengua y la mano izquierda, el clítoris atendido por un fuerte chorro de agua caliente y el ano penetrado por uno o más dedos de mi mano derecha. Introduje dos dedos más en mi culo, hasta notar el esfínter totalmente tenso. Continué en esta posición durante unos minutos. Luego salí de la bañera, totalmente fuera de mis casillas, alocada por la excitación. Agarré un cepillo para el pelo, e introduje su mango redondeado en mi culo. En mi coño alojé mi cepillo de dientes eléctrico, y puse 2 pinzas para el pelo en mis pezones. Puse en marcha el cepillo y acomodé las pinzas para aumentar la presión en mis tetas, apretando los pezones muy cerca de la pequeña bisagra de las pinzas. Agarré los dos cepillos con ambas manos y me situé en postura agachada, con los 2 pies en el suelo. Comencé a mover los cepillos frenéticamente, doblando las rodillas para que el movimiento del cuerpo provocara un bamboleo de mis tetas y estirara las pinzas de los pezones.
Al cabo de unos minutos me corrí a lo bestia, como nunca. Una descarga tremenda me hizo caer al suelo, mientras mi cuerpo se tensaba y destensaba. Tirada disfruté del maravilloso orgasmo que me acababa de proporcionar. Quité las pinzas de mis pezones doloridos. Saqué el cepillo de dientes de mi empapado coño y dulcemente lo llevé a mi boca, para saborear mi néctar, mientras movía circularmente el cepillo insertado en mi culo (con el esfínter apretadísimo, tanto que no abría podido sacar el objeto sin sentir dolor). Estaba ardiendo. Tanto que después de recoger todos los bártulos, volví a meterme en la ducha para refrescarme.
Me vestí y volví a mi habitación, haciendo bastante ruido para que mi amiga me oyera salir. Habían pasado más de 25 minutos desde que dejé a Lidia para ducharme. Pero ella no parecía muy molesta por mi ausencia. Nuestras miradas se cruzaron como diciendo "Las dos sabemos lo que ha pasado pero ninguna hará comentario alguno. La pantalla de mi ordenador mostraba un presupuesto en la hoja de cálculo, pero en la barra de tareas, el reproductor de archivos multimedia seguía abierto.
El resto de la tarde tampoco tuvo desperdicio, pero eso lo contaré en otra ocasión.
Fin, por ahora.