Mi amiga Inés.

Yo iba a contestarle cuando de repente Inés se acercó más a mí. Nuestros rostros quedaron a escasos centímetros de distancia. Conocía a Inés bastantes años y siempre me había parecido muy guapa, ella podría conseguir al chico que quisiera… No obstante ella estaba ahí, muy cerca de mí...

¡Hola! Soy la hermana melliza de Eli. Hace poco mi hermana me contó que había publicado un par de capítulos de una historia aquí, y como yo tenía escrito también un breve relato desde hace un tiempo, me he animado a publicarlo para ver qué os parece. Me encantaría que comentárais y me dijérais si os gusta. ¿Sigo escribiendo historias? ¡Gracias por leerme!

Un saludo, M.

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Era verano. Hacía un calor insoportable en la terraza.

-        ¿Por qué no bajamos a la playa? – Gritó mi amiga Inés desde la calle.

-        ¡Eso me preguntaba yo! -  Contesté sonriendo.

Cogí la toalla y mis Rayban y corrí hacia ella.

-        ¡Uff! ¡Qué calor hace hoy! – Exclamé resoplando.

-        Y que lo digas- Añadió Inés totalmente de acuerdo.

Comenzamos a andar calle abajo en dirección a la cala en la que nos gustaba bañarnos, un lugar tranquilo donde apenas iba gente.

-        Te echaba de menos- dijo ella mirándome fijamente.

-        ¡Cómo me vas a echar de menos si nos hemos visto hace menos de veinticuatro horas! – Exclamé yo fingiendo estar sorprendida.

-        ¡Tonta! - Respondió Inés a la vez que me pegaba un pellizco en el brazo.

-        ¡Auuch! – Me quejé sonriendo- ¡Tú sí que eres una boba!- Le dije aún dolida por el pellizco.

-        A veces pienso que yo me preocupo más por ti que tú de mí… - Me reprochó compungida.

-        ¡No me puedo creer lo que estoy oyendo!- Exclamé teatralmente.

-        En serio… Yo…Me preocupo mucho por ti – Me dijo clavando sus ojos azules en los míos de color casi negro.

-        Tranquila…- le contesté naturalmente- Siempre podré llamar al 112 para que algún bombero buenorro me salve.

Inés se limitó a sonreír. Seguimos andando un poco más hasta llegar a unas escaleras de madera que llevaban a la cala.

Extendí la toalla en la arena  y me quité el short que llevaba puesto encima del bikini.

Inés también extendió la toalla y se quitó el vestido de flores que llevaba para bajar a la playa. Ella era rubia y de piel blanquita, su madre siempre iba detrás de ella con la crema solar para que no se quemara y yo siempre me reía al verlas discutir.

Mi piel estaba más tostada y el pelo lo llevaba más oscuro, por ello no tenía demasiados problemas con el sol.

-        ¡Perdedora! – Gritó Inés mientras se dirigía corriendo a zambullirse en el agua.

-        ¡Eso habrá que verlo!- Le grité a la vez que emprendí la carrera.

Llegamos al agua prácticamente a la vez. Ella se abalanzó sobre mí y me sumergió por completo en el mar. Yo salí a la superficie en cuanto pude y le cogí los brazos.

-        ¿Crees que me tienes? – Me preguntó mi amiga en tono desafiante.

-        Sé que te tengo – Le respondí con seguridad.

-        Y es verdad – Afirmó ella quedándose muy quieta.

Yo iba a contestarle cuando de repente Inés se acercó más a mí. Nuestros rostros quedaron a escasos centímetros de distancia. Conocía a Inés bastantes años y siempre me había parecido muy guapa, ella podría conseguir al chico que quisiera… No obstante ella estaba ahí, muy cerca de mí, tan cerca que casi podía rozar sus labios…

De repente me sumergí en el agua. Me daba miedo lo que pudiera pasar entre nosotras.

Éramos amigas, ¿acaso podíamos llegar a ser algo más?

Lentamente fui ascendiendo a la superficie. Inés estaba un poco retirada.

-        Creo que me has ganado esta vez – Dije tímidamente.

-        ¿En serio? – Contestó ella en un tono irónico.

Sonreí y le pregunté: ¿Te apetece nadar un poco?

-        Vale –  Aunque será mejor que vayas tú delante para marcar el ritmo- añadió ella.

Comencé a nadar aliviada de ir separadas. El corazón me latía tan rápido que creía que se me iba a salir del pecho. - ¿Es posible esto? – pensaba yo un tanto confundida.

-        ¡Eh! ¡Laura! ¿Dónde vas tan lejos? – Gritó de repente Inés.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que nadaba sin rumbo y cada vez iba más rápido.

-        Perdón…- Dije avergonzada- No sé dónde tenía la cabeza.

-        Menuda chica - Se burló Inés.

La miré. Se había soltado el pelo y lo llevaba mojado.  Ella también me miró. En ese momento no supe qué decir. Inés se dio cuenta. Me acerqué un poco a ella y quedamos una enfrente de la otra.

-        Inés… - Comencé a decir.

Inés acortó la distancia que nos separaba y me abrazó. Me apretó fuerte entre sus brazos. Después me cogió de la mano y me llevó hacia a la orilla de la playa.

Nos sentamos en la arena. Las olas que rompían nos mojaban las piernas.

Ella me volvió a mirar fijamente. Yo la miré también sin saber cómo actuar.

Se inclinó despacio y rozó mis labios sin llegar a besarlos. Me gustó esa sensación.

Se separó un poco. Yo quería más, pero no me atrevía a seguir. De repente ella volvió a acercarse y esta vez pegó sus labios a los míos y me besó.

Me aparté nerviosa; la situación me desbordaba y a la vez me enloquecía.

-        Yo…Nunca he besado a nadie – Susurré.

-        No te preocupes, yo te enseñaré- Contestó débilmente.

Se apoderó de mi labio superior. Sus labios estaban salados y se movían con seguridad.

Me besó despacio, suave... Después se aferró a mi labio inferior. La notaba más ansiosa. Me deseaba. Paró un instante.

Sus labios entreabiertos quedaron frente a los míos cerrados.

-        Abre un poquito la boca- Dijo en voz baja.

Abrí torpemente la boca. Noté como pegó sus labios a los míos y se abrió paso con la lengua hacia mi interior; Acarició mi paladar con su lengua y aún con la lengua dentro comenzó a retirarse terminando en un beso. Después se abalanzó sobre mi boca y esta vez introdujo su lengua más profundo de lo que yo hubiera imaginado que se podía.

Recorrió todos mis rincones haciendo que experimentara sensaciones nuevas y fantásticas. Entrelazamos nuestras manos, nuestras miradas y nuestras bocas. Por un momento fuimos una. Aquélla, parecía que iba a ser una tarde cualquiera y sin embargo se convirtió en una tarde mágica. Descubrimos el sabor de lo femenino. Compartimos un poco de nosotras en aquella playa solitaria, que, más tarde se convirtió en nuestro paraíso.

Era verano. El sol nos desafiaba a luchar contra su calor.

Yo jamás he podido olvidarla, aunque nuestros caminos se tuvieron que separar más tarde… Nunca he podido olvidar  aquel verano, sus ojos azules y su boca. Ella me robó mi primer beso; el primer beso de mujer.