Mi amiga Eva

Mi amiga Eva me sacó de un letargo producido por mi separacion... Nunca imaginé tener lo mejor de ella.

MI AMIGA EVA

Hace un par de años, tras el rompimiento de una larga relación, atravesaba por una extensa época de abstinencia sexual causada por una extraña mezcla de tristeza, mala suerte y aislamiento voluntario. Llevaba unos cuatro meses sin probar mujer, y los placeres solitarios se habían vuelto insuficientes para contener los deseos de sexo que se hacían cada día mayores. Y como si el destino se compadeciera de mi estado, una tarde recibí la llamada de mi amiga Eva, muy deseada pero que nunca había tenido intenciones de ampliar la relación o de experimentar algo más intenso. Supe, en pocas palabras, que estaba de visita en Buenos Aires, que estaba desconsolada porque no encontraba trabajo, que se sentía triste y perdida, y que (¡oh maravilla!) ansiaba verme.

Sin dudarlo, programé un encuentro para el día siguiente, muy a su gusto. Comenzando con una obra de teatro experimental, continuando con unos tragos, y finalizando con lo que la noche quisiera depararme.

Al día siguiente la ví: hermosa como siempre. Con su cabello castaño claro despeinado, unos pantalones de tela café ceñidos, una chaqueta de cuero viejo y su maleta tejida, Eva parecía la belleza simple y joven que siempre me había gustado.

La abracé con todo el cariño que pude mientras ella me sonreía con placer. Pero la emoción cayó al suelo al ver a su lado a un acompañante imprevisto. "Este es Javier", me dijo con desparpajo. "Me estoy quedando en su casa". La obra de teatro no sólo fue mala. También ser convirtió en una incesante tortura por la presencia de aquel idiota que parecía ser otro queridísimo amigo de mi adorada mona.

Salimos de allí callados. De todas maneras decidí continuar la noche, esperando por lo menos compartir algunos de los recuerdos de nuestra amistad. Así que caminamos a un acogedor café cercano y pedimos unas cervezas. Allí empecé a comprender un poco la situación. Javier era casi un niño, con sus 17 años, pero aparentaba más edad por su altura. Aquel colegial apenas si podía ser un amigo casual de Eva, quien con sus 23 años bien vividos disfrutaba más de la compañía de hombres experimentados.

Al conocer la edad dejé de considerar un competidor a Javier y me relajé. No había problema en sacar a relucir los casi veinte años de ventaja que le llevaba. Además, cuando la conversación pasó a temas fuertes, el muchacho dio todas las trazas de ser virgen e inexperto.

Me relajé y la velada pasó rápida y agradablemente. Pero al cerrar el bar decidimos tomar caminos diferentes. Eva y su amigo iban para el centro y yo para el norte, así que buscamos un par de taxis que nos llevaran. Javier se sentó en el vehículo mientras ella se abrazaba a mí y me daba un enorme y sensual beso, despidiéndose como jamás lo había hecho. Y mi sorpresa aumentó cuando ella llevó mi mano hasta su pecho izquierdo, apretándola para que lo masajeara. Y luego se fue, dejándome excitado y descompuesto en medio de la noche y lejos de mi casa.

Apenas si pude dormir. Habíamos decidido vernos de nuevo el día siguiente, viernes, para salir de joda. Durante todo el día tuve el recuerdo de su beso y la sensación deliciosa de su teta en mi mano. Apenas oscureció salí de mi oficina para ir a buscarla. La encontré fumando en la puerta del departamento donde se estaba quedando. Me preguntó si quería conocerlo. "No hay nadie, mis amigos se fueron de farra", me dijo. Yo accedí encantado.

El departamento era una típica vivienda de estudiantes universitarios: desordenado, lleno de muebles viejos y desvencijados, las camas eran sólo colchones y había una decoración precaria. Pero tenía una vista maravillosa hacia la ciudad y era bastante grande y espacioso. Y lo más importante: había cerveza y cigarrillos. "¿Para qué salir?", le pregunté. "Quedémonos aquí y reponemos mañana las cervezas que nos tomemos". Ella estuvo de acuerdo conmigo, prendió un cigarrillo y se quedó mirándome un rato largo.

Yo quedé embelesado. Ella nunca me había mirado así. Me quedé viéndola también, admirando su cara de niña rebelde, sus ojos claros, sus tetas grandes y bien formadas, sus labios juguetones y su aspecto desarreglado que tanto me excitaba.

Empezamos a conversar y a acercarnos cada vez más. Hasta que no pude contenerme y la besé de nuevo, largo y tendido, mordisqueando sus labios y jugando con la lengua a recorrerla. Ella me respondió con un beso salvaje y desenfrenado, quitándome rápidamente la camisa y lamiendo mi cara por todos lados.

Tendidos en el sofá quedamos desnudos de la cintura para arriba. Pude contemplar sus tetas grandes y pálidas, rematadas por unos pezones pequeños y delicados. Dejé de besarla para bajar hasta su pecho y acariciar los senos con mi lengua, primero entre ellos y después recorriéndolos en espiral hasta llegar al sutil pezón, que resultó ser tan sensible como deseo siempre que beso allí a una mujer.

Eva comenzó a gemir calladamente, mientras sentía crecer poco a poco entre mis piernas la pija que tan poca atención femenina había recibido durante esos días. Inmediatamente se acomodó para que mi pija rozara su pubis, que ya se sentía caliente aún sobre sus pantalones de cuero ceñido. Seguimos durante más de media hora tocándonos y besándonos por todos lados hasta que ella de repente se puso en pié y se fue. Yo me quedé estupefacto y sin saber qué hacer. "Voy a poner música, ¿te gusta Bach?" me dijo desde la otra habitación. Fui tras ella mientras comenzaban las variaciones Goldberg, melodiosas y emocionantes.

Eva me tomó de la mano y me llevó a una habitación con una cama doble destendida y amplia. "Mis amigos no vienen hoy", me susurró. Y luego se apagó la luz y se tendió entre las sábanas. Yo no pude esperar más. Me desvestí en dos segundos y me dirigí a su cuerpo para acabar de desnudarlo. No me tomó mucho tiempo: ella me ayudaba con las mismas ansias que yo tenía por cogérmela. La envergadura de mi pija es bastante (apenas 20 centímetros) y puede alcanzar los cinco o seis centímetros en su parte más ancha, lo cual me produce problemas en las mujeres que no tienen una entrada amplia en su concha.

Luego de un rato de manosearnos y besarnos, Eva se agachó y empezó a meterse mi pija caliente y muy parada en su boca y empezó a mamarla con pasión. Su boca succionaba mi pija como una deliciosa aspiradora y acompañaba sus movimientos con suaves lamidas en la cabeza de mi pija, lo que me ponía a mil. Al poco tiempo sentí que un orgasmo me nacía desde la punta de los dedos de los pies y me iba a partir al medio, y suavemente toque su hombro anunciándole que acabaría y a diferencia de mis amantes anteriores, no solo no se retiró, sino que chupó aun con mas fuerza hasta que obtuvo mi última gota de semen.

Era mi turno de retribuirle tanto placer (y de recuperarme para poder seguir lo que prometía ser una noche única), así que cambiamos de posición, se tendió boca arriba, la bese profundamente y fui bajando por sus pechos, los cuales me detuve a besar y lamer largos minutos, eran enormes y consistentes, no alcanzaban mis manos para tomarlos, los bese y chupe con dedicación, para luego bajar despacito con mi lengua, juguetear con su ombligo y llegar, haciéndola desear, al centro de su placer, su preciosa concha, que era un verdadero charco de excitación. Su sabor me cautivó y exploré cada milímetro de su intimidad con salvaje ternura, en un momento tomó uno de mis dedos que en esos momentos entraba y salía de su concha, lo chupó con fruición, y lo dirigió a su concha, pero más abajo, indicándome lo que estaba necesitando, así que continúe dedicado a su clítoris y el largo de su conchita con mi lengua y a su culo con un par de mis dedos lubricados con sus propios jugos y su saliva.

Luego de haber acabado un par de veces en mi boca, Eva se sentó encima de mí y comenzó a agitarse de una forma deliciosa. Me senté para chupar y lamer sus pezones mientras apretaba con saña su culo para acomodarlo a mi ritmo. Luego la acosté boca abajo y empecé a cogerla desde atrás. Ella ahogaba sus gritos de placer con la almohada, y más de una vez apretó con fuerza las nalgas y los músculos de su concha, como llegando a sucesivos orgasmos.

Pero eso no me impidió continuar. Saqué mi pija de su concha muy húmeda y acomodé su cuerpo boca arriba. Eva siempre me había parecido una mujer de mucho carácter y de sexo desenfrenado, pero en la cama realmente era dócil como una muñeca. Levanté sus piernas hasta donde más pude y le introduje mi pija de manera brusca y con rápidos movimientos. Los gritos ahora fueron muy fuertes, tanto que empecé a temer por las quejas de los vecinos. Así que la besé mientras agitaba mi pija dentro de su cálida concha, rozándola suavemente antes de volver a meterla hasta el fondo. Luego la levanté y me puse de pie para aprovechar la gravedad. La penetración de esta forma suele ser bestial. En esta ocasión no fue diferente. Pocos instantes después, pegada a mí como un animal en celo, Eva se desplomó en la cama, jadeando por el esfuerzo y el placer.

No tardó en dormirse. Pero yo no había quedado satisfecho. A pesar de que habíamos cogido el tiempo suficiente para terminar de escuchar el disco de Bach, yo no había acabado aún. Así que le di un tiempo para descansar mientras me entretenía mirando su ropa interior y echándole un vistazo a ese cuerpo espectacular que me había permitido gozar un rato inolvidable. Le permití una hora de sueño antes de comenzar de nuevo. Conseguí un frasco de aceite Johnsons en el departamento y aprovechando su desnudez y vulnerabilidad, mojé la entrada de su concha y mi pija con el viscoso líquido. Poco a poco se la fui metiendo desde atrás, sin que despertara, y comencé el movimiento de forma suave. Mi táctica fue exitosa. Eva permaneció dormida un buen rato y fue despertando entre gemidos y suspiros de goce.

Cuando abrió los ojos, sorprendida al darse cuenta de que no era un sueño, no tuve clemencia. Empujé mi caliente mi pija hasta el fondo y empecé a empujarla con violencia, masajeando ambas tetas.

Estuvimos en ese trajeteo unos 10 minutos. Los gritos de Eva volvieron a ser muy fuertes y ya los cuerpos se golpeaban con fuerza, sintiendo que ella acabó mas de 5 veces y por fin le derramé un chorro de lecha que terminó por inundar su concha y desbordando la entrepierna.

Nos tomamos las bebidas y unos sándwiches que habíamos pedido y se recostó boca abajo, la sola contemplación de esta escultura femenina de formas perfectas y alma ardiente me puso como un toro otra vez, así que tome otra vez el aceite y hundí mi dedo índice en su culo, hasta el nudillo en el, imaginando la escena que tendría lugar instantes después y me acerque a ella por detrás, lamiendo sus piernas desde sus dedos, subiendo a lo largo de sus muslos hasta llegar a sus nalgas, que bese y lamí hasta que arqueo su culo hacia atrás y tuve su sonrosado culo a mi disposición, el que comencé a untar con movimientos circulares y a penetrarlo suavemente primero con un dedo y luego con dos, mientras ella se acomodaba en 4 para recibirme por detrás.

Nos costo debido a que si bien mi pija es de dimensiones normales en el largo, es bastante grueso y ancho y si bien gozaba y se masturbaba el clítoris cuando se la metía en un momento me dijo que no la aguantaba mas en su culo, se dio vuelta y nuevamente culmino su trabajo con su boca, donde descargue aun mas de mi leche. Nos abrazamos temblando y nos pusimos a mirar una de las señales porno del televisor de la habitación, donde un par de voluptuosas mujeres (increíblemente, la que tenia en mi cama lo era aun mas) eran analmente penetradas por 2 penes monstruosos, uno era el de un famoso actor, mientras de fondo se escuchaban los alaridos de una mujer en la habitación contigua.

Esto volvió a ponerla a mil y le dio valor para volver a intentarlo, y esta vez si, en la misma posición, en 4 patas, pero esta vez mirando ambos hacia el TV, se la volví a meter por detrás, cada vez con mas fuerza, mientras ella gozaba, gritaba y acababa viendo como otras mujeres disfrutaban también de enormes pijas en sus culos. Esta vez acabé con todo dentro de su culo. Vuelvo a repetir que lo que tenía delante de mí era una diosa increíble y el hecho de tenerla así, en 4, con sus nalgas abiertas y empujando contra mi verga, su espalda arqueada de placer, eran suficientes para volver loco a cualquier hombre.

Y vuelvo a decir que no soy ningún superdotado ni maratonista sexual, que en una buena noche llegaba a acabar 3 veces como máximo (recuerden que soy larga duración), en la noche que les hablo, que comenzó a las 23:30 y termino a las 7:30 de la mañana siguiente, me hizo acabar 8 veces, y en el caso de ella es imposible de contarlos.