Mi amiga Ana

El cambio que vino de niña a mujer.

Hola. Me llamo Ana y obvio que no es mi nombre real. Es mi primer relato y estoy superando la vergüenza que me da contar esto.

Laura me prestó su nombre para publicar y si les gusta voy a seguir haciéndolo, no sé si ya como autora o aquí, si me sigue bancando, jaja.

Les cuento un poco de mí, que ya tengo 46 años y dos hijas, y si bien soy mayor que Laura, nos hicimos bastante confidentes.

En este voy a contar algo de mi vida sexual, o los comienzos, y ahí vamos.

Me puse de novia con un chico tres años mayor que yo. Al principio me gustaba la idea de noviar pero no quería pasar de besos, nada de toqueteos y menos coger. Venía de una familia tradicional y siempre me habian inculcado que había que llegar virgen al matrimonio. Con mi mamá hablábamos de casi todo pero el sexo era un tabú. A los dos años nos pegábamos unas franeleadas que me dejaban más que caliente y si bien mi novio (Jorge) me quería meter mano por todos lados, lo seguía teniendo cortito. En esa época tenía muy buen cuerpo, medidas ideales y nada de grasa, era súper deportista y mis abdominales estaban marcados, pelo rubio y ojos verdes. Siempre me decían cosas en la calle, pero yo nada. Cuando terminé la secundaria me inscribí en un Instituto de Educación Fisica, al cual llegaba después de un largo viaje en colectivo que tomaba a las 06:15 de la mañana y ya pasaba casi lleno de gente que iba a trabajar.

En los primeros días de cursada conocí a tres chicas que vivían cerca de mi ciudad y empezamos a viajar juntas.

Siempre viajabamos “apretadas” y los roces y apoyadas eran moneda corriente. Yo ponía cara de enojada pero la verdad que no sabía de dónde venían las manos. Como me la pasaba puteando, una de las chicas me dice “Ani, no te calentes, no vas a ganar nada o peor, capaz te hacen algo peor”.

La verdad es que en ese tiempo de empezar esta etapa me di cuenta de varias cosas, una que despertaba muchas miradas y me decían muchas cosas, sobre todo de mi cuerpo. Y otra que todas mis compañeras vivían el sexo de una manera más, podemos decir, normal.

La cuestión es que a las semanas de empezar, en uno de mis chapes nocturnos con mi novio, le agarré la mano y la puse en mi teta. Tuve una sensación tan linda, estaba muy caliente y le dejé abrirme la camisa y me desabrochó el corpiño para disfrutar de mi primer chupada de lolas. La disfruté como si me hubiera cogido, y esa noche me dormí pensando en qué vendría después.

La cuestión es que al día siguiente (nos veíamos todos los días) me desabrochó el pantalón y me mandó la mano en mi cola y mi concha, yo estaba que volaba, no estaba húmeda ni lubricada, me salía agua a raudales de tan caliente que estaba. No podíamos hacernos los locos porque mis papás estaban cerca y no se acostaban hasta que Jorge no se iba, sobretodo mi mamá. A esa altura yo ya le metía la mano por la bragueta y lo pajeaba hasta casi acabar. No voy a entrar en detalles de mi primera vez porque no viene a cuento, si que me encantó y la tengo como una de las más lindas. Pero el echo de ya no ser virgen me sacó un peso de encima, ya no me sentía diferente.

Pero lo que empecé a sentir fue que ya nada me era indiferente ni pecaminoso. Respondía con sonrisas los comentarios de mis compañeros y algun profe, y en ocasiones seguía la conversación de manera divertida.

Hasta ahí todo era una estructura, mi novio, mi familia, mis amigas, mis compañeras, y así podría seguir.

Ya en los viajes en cole, que alternábamos con viajes en auto de un compañero que nos pasaba a buscar, me divertía con las apoyadas y toques de culo. En una ocasión tenía cerca a un muchacho que me gustó y creo que no tenía intenciones de apoyarme, pero entre los recambios de gente, me quedé alejada de mis compañeras, y sola empecé a apoyarle el culo en la pija, sentir como empezó a crecer eso me gustó, y pese a que no había mucha luz, cada tanto lo miraba a los ojos. En un momento bajó del colectivo y me quedé pensando qué hubiera hecho si me pedía que vaya con él. Nos quedamos mirando mientras el colectivo se alejaba.

A esa altura, unos tres meses de empezar el ciclo, ya era dueña de mi cuerpo y si bien estaba enamorada de mi novio, por mi cabeza pasaban mil cosas.

Me decían de todo, me invitaban a salir, halagos de mi cuerpo y cara, propuestas, etc.

Y fue asi hasta que una de mis amigas me dice que nos invitan a comer en la casa de uno de los chicos, que íbamos casi todos, yo le pregunté si podía ir con mi novio y ella me miró seria, me dice “¿vos sos boluda?, nos invitan porque quieren divertirse”.

Estuve pensando bastante y hasta estuve decidida a decir que no iba, pero por otro lado tenía como curiosidad o algo así, que quería ir. Finalmente acepté y me hice la promesa de que no iba a hacer nada de más con nadie.

A mi novio le dije que me iba a quedar a dormir en lo de mi amiga y nada más, menos mal que no existían los celulares.

Ese día salí con un bolso donde llevaba la ropa que me iba a poner.

Toda esa semana vinieron varios a preguntarme si iba a ir, y todos como si mi respuesta afirmativa abriera la puerta a algo más.

Ya todos me decían cosas de mi cuerpo y era algo normal para mí. Y realmente tenía cuerpo de atleta, y sé que a muchos hombres no les gusta, pero a muchos otros sí. Era musculosa y marcada pero hasta ahí.

Esa tarde me duché en lo de mi amiga y a eso de las 19 emprendimos el camino con otro compañero que nos pasó a buscar.

(Disculpen que no abunde con nombres, lugares ni otros detalles, pero me da cosa pensar que alguien conocido puede llegar a leer esto y atar cabos.)

Estaba vestida con un pantalón azul ajustado (todos los pantalones me quedaban ajustados), y una camisa blanca.

Cuando llegamos y entré pareció que todos los hombres me miraron, y todos me saludaron con besos y abrazos, y claro, hacía como tres horas que no nos veíamos.

La otra parte de la realidad es que no todas las mujeres tenían buena onda conmigo.

La fiesta, o reunión, parecía una competencia de físicos, tanto los hombres como las mujeres habíamos tenido que superar un examen que implicaba tener un cuerpo más que aceptable, y muchos de ellos eran perfectos.

Los chicos estaban haciendo hamburguesas y chorizos, algunas chicas llevaron tartas, ensaladas y rodajas de tomate y lechuga para los sandwich. Bastante cerveza y se había improvisado una mesa como barra. Yo casi no comí, como muchas de las chicas, que dentro de todo nos cuidábamos, un par de mordiscos a un sándwich de hamburguesa que lo terminé comiendo sin el pan y un pedacito de tarta, todo acompañado con gaseosa diet. En un momento me empecé a sentir como tironeada, todos me hacían preguntas, de todo tipo, y muchas con doble sentido. En un momento me empezaron a preguntar cosas sobre mi novio, ya que él era vendedor y viajaba muy seguido. Un par de ellos empezaron a decir que seguro tenía otra novia también, y la verdad fue que me empecé a enojar, no con ellos sino con mi novio.

Cuando después de comer se armó una especie de fogón, aparecieron las guitarras y empezamos a cantar. En un momento me levanté de mi asiento y fui para el fondo del parque, me di cuenta que estaba llorando de bronca, me cuestionaba mi conducta y fidelidad y él seguro se estaba revolcando con otra u otras. En eso aparece Beto, un profe bastante joven, me llevaría 6 o 7 años. Me dice “eeehhh, que pasa reina?”.

“Nada”, le digo, y rompí a llorar.

La verdad es que nos veníamos mirando con ganas hacía rato, y cuando digo rato es desde que empecé a cursar ahi.

Se me acerca y me abraza. Trata de consolarme y me acaricia la espalda y el cuello, me seca las lágrimas y le rodeo con mis brazos el cuello. Nos miramos unos instantes a los ojos, me ecerqué más y lo besé. Un beso interminable. Me apoyó una mano en la teta y la empezó a apretar, las manos iban de mi culo a mis tetas, yo le apoyaba la concha en el bulto sin pudor. Cuando me quiso meter la mano adentro de la camisa lo frené, le pregunté si estaba en auto y salimos disimuladamente, pero sé que todos estaban al tanto. Entramos al auto y nos sentamos en el asiento trasero, seguimos besándonos y ahí lo dejé hacer lo que quisiera, abrió mi camisa, mi pantalón y ya tenía su mano entre la bombacha y mi cuerpo, lubricó sus dedos con mi flujo y se los chupó, dos o tres veces, después hizo lo mismo y mostrándome lo mojados que estaban me los acercó a la boca, que abrí y se los chupé sintiendo mi propio sabor. “Sos una putita hermosa, sabes?”.

No le contesté, estaba tratando de abrirle el pantalón pero no podía, se dió cuenta y me facilitó la maniobra, se bajó un poco los pantalones y del slip sobresalía la cabeza de la pija, era enorme, o muy grande, la verdad que tenía nada de experiencia, pero me hablaba mucho y con ternura y me entregué totalmente.

“Vas a tener que aprender algunas cosas, y las vas a ir diciendo conmigo para que te vayas animando, sabes?”

“Si”, le dije.

“Primero tenes que aceptar que sos una puta, como todas las mujeres”, “así que decilo”, me dice.

Lo miré a los ojos y al ratito le dije “si, soy una puta”.

Agarré su pija bajándole el slip y no podía creer el tamaño que tenía, era grande de larga y muy gruesa. Lo empecé a pajear despacio y me pregunta si la quiero chupar. “Si, quiero chuparte”. Se acomodó mas en el asiento bajándose el pantalón y el slip hasta las rodillas, ofreciéndome todo, yo no sé como me acomodé, ni que pensé ya que era una primera vez que me iba a comer una pija que no era la de Jorge, pero solita me fui acercando, oliendo todo, le empecé a pasar la lengua por toda la pija, le chupé los huevos, y traté de meterme todo en la boca. Creo que lo hacía muy bien porque me detuvo varias veces diciéndome que lo iba a hacer acabar.

Él a su vez me mandaba varios dedos en la concha y cada tanto me agarraba la cara para besarme y después me hacía seguir chupando.

En un momento le pregunte: “no me vas a coger?”

“Si” me dice, “pero vamos a un hotel, te parece?”

“Si”, le digo.

Me arreglé la ropa, entré y le avisé a mi amiga que iba a dar una vuelta con Beto. Le dije que me espere.

“Anda tranquila “, me dice.

De ahí al hotel no me saqué la pija de la boca, el no paró de decirme guarangadas, lo que me ponía más caliente.

Cuando llegamos al hotel estacionó el auto y subimos a la habitación, me quise abrochar la camisa y me dice que suba en tetas, le obedecí y subi la escalera mientras me iba tocando el culo.

Ya adentro de la habitación me arrodillé y me acercó la pija a la boca, era grande de verdad y no me entraba toda, estaba enloquecida con esa verga y la situación, el me seguia diciendo cosas sobre mi cuerpo o lo puta que era e iba a ser. Cuando sacaba la cabeza de mi boca, hilos de saliva quedaban colgando, los agarraba con la lengua y la seguía lamiendo. También le dediqué su tiempo a los huevos. Me los metía en la boca y los masajeaba con mi lengua. Yo mucho no hablaba, ya sea porque tenia la boca llena y estaba recaliente, pero en un momento le pedí que me coja.

“De tu novio ni jodete”, me dice. “Mirate en el espejo como te estás comiendo esta verga, mira qué pedazo de puta sos!!”. Y la verdad era que ya me había estado observando y me calenté cuando me vi.

“Cojeme ya!”, le pedí.

“Si nena”, me dice y me empieza a bajar los pantalones, tenía la concha que volaba, ansiaba ese pedazo de carne adentro mío. Me acostó en la cama y me mandó dos dedos primero y tres después, me pajeó unos segundos y me lubriqué más, sentí algo en esa zona, unas contracciones, sacó sus dedos se subió arriba mío y apoyó la punta en la entrada de mi concha, apoyé mis manos en los costados del torso y lo miré a los ojos, me la empezó a meter toda de una, despacio. No nos apartamos la vista en ese momento, ni parpadeé. Cuando estuvo toda adentro me sentí llena, un placer que no había tenido nunca. Mis musculos internos se contraían y aflojaban a un ritmo lento y placentero. Dentro de mi cabeza pasaban mil cosas, estaba cogiendo con Beto, mi profe, que estaba muy lindo y con un físico increíble, también le estaba poniendo los cuernos a mi novio, y me mentía con justificaciones inútiles, y lo que sobresalía de todo era descubrir que me gustaba coger, y todo lo demás no importaba.

Me estuvo cogiendo así un rato, acabé varias veces, me salía una cosa espesa y blanca de la concha que le dejaba en la pija, después de un rato me puso en cuatro y me empezó a dar así de perrito. Me tiraba el pelo y me decía que me mire en el espejo.

-me encanta coger, y me encanta ser puta- pensaba, me puse acostada de frente al espejo y él atrás mío, levanté mi pierna para ver mejor como esa verga desaparecía por completo adentro mío. En un momento que me sacaba toda la pija, entera, y me la volvía a meter hasta el fondo, me escupió el culo y empezó a masajear la entrada. Hasta ahí todo lindo, pero nunca me habian hecho la cola, y no pensaba hacer todo en esa noche, tenía como reservas porque no sabía nada de entregar eso y se decían cosas como que después no quedaba sano. Por eso cuando me quiso meter su pulgar le dije que no. El me insistió y le dije “nononono, seguí cogiendome pero la cola no”.

“Bueno mamita, algun día será”, me dijo.

Cogimos un buen rato, ya no sabía cuantas veces había acabado. Me daban como temblores, sobre todo en los hombros. Me acuesto boca arriba y me vuelve a penetrar, chupaba mis tetas, mi boca, todo, y me dice “estoy por acabar”, me dió terror porque estabamos cogiendo sin forro y yo no tomaba nada, le pedí que acabe afuera, y me pide que abra la boca. Había chupado dos pijas, la de Jorge y ese día la de Beto, y mi novio nunca me había acabado en la boca, una sola vez lo hizo en la panza. Pero muchas opciones no tenía, así que cuando se levantó me arrodillé en el suelo y sacando la lengua abrí bastante la boca. El seguía pajeándose, acercó la verga a mi boca y sentí un chorro fuerte y corto, luego dos más y después sentí, entre sus gritos, como se descargaba por completo llenándome de leche. Unas gotitas se escaparon por la comisura de mis labios, pero con mis dedos las volví a meter. Pensé levantarme para escupir en el baño pero me dice que trague todo. Como la situación no daba para andar opinando cerré la boca y sin pensarlo tragué toda la leche. No era algo rico, pero tampoco me pareció desagradable.

“Ahora limpiame toda la verga”, me dijo. Me metí toda la pija en la boca y empecé a chupar de nuevo, pero sin pensarlo estaba haciendo una limpieza de su chota, mientras se la chupaba me tragaba lo que había de semen y mi saliba, se la dejé reluciente y la miraba con la lengua afuera de mi boca como si fuera su perrita.

Eran como las 2 a.m. y me dice que vayamos yendo y se empezó a vestir.

Me lavé un poco la boca y retoqué apenas mi cara. Agarramos todo y volvimos para la reunión. En el camino me iba diciendo que la había pasado genial, que era una mina bárbara, con un cuerpo escultural, pero que mi actitud en la cama lo volvió loco y que quería más.

Yo apenas abrí la boca, me sentía como el culo porque había traicionado a mi novio, le pedí que pare en un kiosco para comprar pastillas porque el gusto a leche de la boca no se me iba y eso me ponía peor.

Ya en la casa me encontré con mi amiga y le dije que me iba a quedar afuera. “No seas tonta, vení que casi todos están en la misma.”, y cuando entré, de verdad parecía un reservado pero con más luz. Besos para donde mire, manos que iban y venían, algunas adentro de pantalones o bombachas. Y más de dos habían ido a coger también.

Igual quedé mal, cuando me acosté en lo de mi amiga me puse a llorar en silencio, no podía creer en lo que me había convertido, en lo que había hecho. “Soy una puta!!”, pensaba.

Y por otro lado me estaba dando cuenta de a poco que había disfrutado cada segundo y que me gustaba la pija, y mucho. Lo que todavía no me atrevía a pensar era el plural.

Que si les gustó este relato voy a seguir con otro.