Mi amgio Aarón (2)

Después de nuestra primera experiencia, no se acabó nada.

Pasó una semana desde nuestro primer encuentro sexual en aquella maravillosa piscina hasta que volvimos a vernos. Aarón y yo quedamos en un lugar cercano a su casa.

Yo ya estaba llegando cuando vi que me estaba esperando, y entonces me puse loco de nervios. Me fui acercando hasta que llegué, y me recibió con una gran sonrisa, de esas que tanto me gustan de él:

  • ¿Qué tal guapo? Me dijo.

Me quedé bastante sorprendido con sus primeras palabras.

  • Últimamente genial, ¿y tú? Respondí.

  • No me puedo quejar. Contestó.

Yo esperaba que lo ocurrido hacía ya una semana, fuese algo pasajero, producto del alcohol, algo que él querría que quedase entre nosotros y que no se volvería a repetir, pero para mi suerte no fue así:

  • Buen, tendremos que hablar de lo que pasó, ¿no? Me preguntó.

  • Supongo que sí, ¿Quieres que lo olvidemos? Le dije.

  • ¿Qué? ¿Cómo puedes pensar eso? Fue lo mejor de mi vida, quiero repetirlo. Que sea algo entre nosotros, pero repetirlo, no sabes lo excitante que fue. Me contestó algo enfadado.

  • Joder, acabas de alegrarme la vida, pensaba que estabas arrepentido de haberlo hecho.

  • ¿Bromeas? ¡Vamos a mi casa! Estoy solo… Concluyó.

Ese momento era realmente excitante, con esas escasas palabras ya me había puesto burro, estaba deseando llegar a su casa lo antes posible. Por el camino hablamos poco. Sólo hicimos algunas apelaciones a lo más interesante de la noche en la piscina. Su mamada, el primer beso, el abrazo dentro del agua… Mientras caminábamos iba fijándome todo el rato en su paquete y su culo, además de en sus ojos. A medida que nos acercábamos a su casa, su paquete era más y más abultado, eso prometía mucho. Por fin llegamos a su portal, abrió la puerta y subimos las escaleras hasta su casa. Cuando entramos comenzó a hablar otra vez:

  • ¿Quieres una cerveza? Me ofreció.

  • Sí, si puede ser con limón

Algo refrescante me vendría bien en este momento, mientras él fue a la cocina, yo le espere en el sofá del salón, imaginándome las infinitas posibilidades que tenía aquel lugar: el sofá, grande y cómodo, una enorme mesa de madera y una alfombra en el suelo

  • Aquí tienes. Me dijo. Y me dio la cerveza con limón mientras se sentó a mi lado.

  • Gracias. Dije justo antes de tomar un primer trago.

Era realmente refrescante. Al tiempo Aarón puso la tele.

  • ¿Quieres ver algo en especial? Preguntó.

  • No, lo que tu quieras… Respondí.

  • En ese caso pondré el dvd. Dijo riéndose entre dientes.

Se levantó, se acercó al dvd situado debajo de la televisión y lo encendió. Mientras tanto yo no pude dejar de mirar ese culo perfecto que tenía, redondo y duro como la piedra. Tenía muchísimas ganas de petárselo por segunda vez.

  • Es una porno gay. Es genial. Ya verás como te pone. Me dijo.

  • La verdad es que ya estoy bastante cachondo. Respondí sin tapujos.

Comenzó la película y el se quedó absorto en la pantalla, la verdad es que la peli tenía muy buen pinta, empezaba con un par de tíos juntos en el cine, que comenzaban a pajearse hasta correrse. Tuve que colocarme la polla de manera que no se notara tanto la hinchazón, y lo mismo hizo Aarón. No sabía si lanzarme o no todavía.

Al cabo de un rato de película, me harté y empecé a masajearle le paquete por encima del pantalón, el me miró enseguida y me sonrió:

  • Ya era hora tío… Me dijo en voz baja.

  • Ya que tu no te lanzas… jaja

Mientras le masajeaba el paquete el seguía viendo la peli y mirándome a mí, hasta que le plante un buen morreo. Nuestras lenguas empezaron a jugar como la primera vez, lo que me excitó aun más todavía. Le quite la mano del paquete y comencé a tocarle el pecho, le pellizque los pezones mientras él amarraba mi culo con fuerza. Luego bajé también a su trasero, para mi placer tan duro como el primer día. Comenzamos a arrejuntarnos más y más, hasta que paró y se levantó. Me cogió de la mano y me dijo:

  • Vamos a mi cuarto.

Yo le seguí sin decir palabra. Por el camino coloqué de nuevo mi polla. Al llegar a su cuarto, nos sentamos encima de la cama, él no hizo absolutamente nada, pero yo sabía lo que eso significaba. Me levanté y me puse delante de él, y después me agaché. Le desabroché el botón del pantalón, y comencé a chuparle la bragueta. El subió la cabeza hacia el techo y empezó a respirar más fuerte. Seguí chupando y entones comencé a abrirle los botones de la bragueta, uno a uno, lentamente. Su verga dura se levantaba cada vez con más fuerza. Cuando terminé de desabrocharle la bragueta, tiré de los pantalones y se los quité. Tuvo un detalle, se puso los mismos boxer que el día de la piscina. Me puse a chuparle los calzones con fuerza, dejándolos empapados, hasta que me di cuenta de que su capullo asomaba por encima de ellos, así que se los quite y también la camiseta. Al verle de nuevo ese perfecto torso, me dieron ganas de hacerle de todo, así que le aferré la polla y comencé a lamerle la punta, alternando los lametazos con besos y suaves mordiscos. Después empecé a metérmela poco a poco a la boca, primero solo la punta, pero poco a poco fui tragando más y más de su verga hasta metérmela entera. Sus gemidos ya eran muy fuertes. Y me gritó algo:

  • ¡NO PARES TÍO, SIGUE, SIGUE, ME VOY A CORRER YA!

Seguí mamándole su enorme y gruesa polla, me encantaba hacerlo, hasta que noté su leche caliente en la boca, me la tragué toda, pero luego me dio más, mientras pegó un grito enorme, entonces subí hasta su cara y le besé, mezclando su saliva, la mía, y su leche caliente. Le eché hacia atrás para tumbarle en la cama y me puse encima suyo para seguir besándole, pero enseguida se incorporó y me empujo contra la pared, de manera que quedé de rodillas, apoyado en la pared con mi verga dura enfrente de su cara, ya que el estaba a cuatro patas enfrente de mí. Ahora me tocaba a mí:

  • Voy a recompensarte. Me dijo mirándome con lascivia.

  • Claro que vas a recompensarme. Le respondí mientras le cogí la cabeza y le metí la polla en la boca, entera.

Se la sacó rápidamente y comenzó a chuparme la punta mientras me pajeaba el resto con la mano, ese placer era mucho más fuerte que el de la primera vez, no sé por qué, pero me gusto el doble. Siguió lamiéndome, pero a diferencia de mí, solo me comía la punta, y el resto me pajeaba con la mano. No cambió para nada la técnica. Toda mi excitación se concentraba en la punta de mi polla. Era un placer muy intenso, parecía que me iba a explotar, hasta que después de un par de minutos lo hizo. Parte de mi leche se fue por su cara, y otra parte se la tragó, fue un chorreo de placer inigualable, la mayor corrida de mi vida. Se levantó y se acercó a mi cara para besarme, pero antes de que lo hiciera, le lamí toda la lefa que tenía en su cara, y después saqué mi lengua, sucia, el sacó la suya y nos besamos durante otro par de minutos más apasionadamente restregando nuestros cuerpo sudorosos y nuestras pollas todavía duras.

  • Date la vuelta. Le ordené.

  • Vale. Contestó él en voz baja.

Cuando se hubo dado la vuelta hacia la otra pared, le empujé la espalda para ponerle a cuatro patas. Y me agaché para empezar a comerle el culo. Se lo abrí con fuerza y metí mi lengua en su agujero, le chupé y chupé, mientras iba introduciéndole mi dedo índice, hasta que pude comprobar que estaba bien dilatado. El no dejó de gemir en ningún momento, sobre todo cuando le metía el dedo hasta dentro.

  • ¡Vamos! ¡Métemela ya, cabrón! Me dijo bruscamente.

Y yo le hice caso. Me incorporé acercando mi polla, que ahora parecía más grande que nunca, y empecé a rozarla con su ojete. Primero comencé metiendo y sacando mi capullo una y otra vez, para no hacerle daño al dios que tenía delante de mí. Pero él ya se balanceaba, así que supe que estaba preparado. Le metí la mitad de mi verga y volví a sacarla, él pego un grito enorme y yo un suave gemido:

  • ¡Venga tío, métemela entera, quiero tenerte dentro de mí Iván! Me dijo con violencia.

  • A eso voy capullo. Le dije con voz grave.

Entonces le metí de golpe toda mi polla y comencé a bombearle el culo, de manera que no pudo dejar de gritar, y yo tampoco. El fuego me corría por las venas inundándome de placer, mientras no podía dejar de petarle el culo. Mi polla aun se hinchaba más dentro de su perfecto culo, se lo toqué y apreté con fuerza. Luego, sin dejar de darle duro, me agaché para besarle la espalda, el levantó la cabeza y nuestras lenguas se fundieron en una en un prolongado beso, hasta que note como mi polla se liberaba dentro de él.

  • ¡OOOOOHHHH! ¡JODEEER QUÉ BIEN! Grité altísimo.

  • BUAAAAAAAAAAAAA. Me siguió él.

  • Noto tu leche caliente dentro de mí, y me encanta. Me dijo.

Le sonreí y saqué mi polla lentamente. Nos tumbamos los dos encima de la cama y seguimos besándonos y restregándonos durante largo rato, hasta que nos dormimos, con él encima de mí.

A la mañana siguiente, nos despertamos tal y como nos habíamos dormido. Todavía sudorosos:

  • ¿Nos duchamos juntos? Me ofreció.

  • Pues claro, guapísimo. Contesté.

Y así acabo nuestra frenética noche.