Mi amante sumiso II
Diario Abierto. Mi amante sumiso decidió mostrarme con que cosas le gustaba jugar
Cubrí mi cuerpo en una de las suaves y acogedoras batas complementarias y me paré a mirar por la ventana. la habitación tenía una hermosa vista al parque que es una de las atracciones de la ciudad, jamás lo había visto desde esa altura.
- ¿Y qué tal?- preguntó acompañándome parándose a mi lado.
- Lindo, aunque ese sillón es horrendo- declaré señalando al mobiliario. Él no parecía haberlo notado y se giró para observarlo mientras se acercaba a éste y yo hacía lo mismo.
Era un sofá abultado de color bordó con un diseño de filigrana en dorado.
Tomó asiento y me llamó para que nos recostáramos juntos.
- Encima es súper incómodo- mencioné tratando de encontrar una posición adecuada- No me gusta el maltrato que nos está causando este sillón- dije mientras me levantaba y él se reía para seguirme.
- A mí me gusta un poquito el maltrato- dijo con un tono divertido y sabía que en aquella frase había algún tipo de segundas connotaciones pero en ese momento no sabía exactamente cuáles. Le sonreí entrecerrando mis ojos con sospecha y él rió para acercarse a besarme.
Unos días después nos juntamos al salir del trabajo en una cafetería, entre el ruido de las conversaciones ajenas y el bullicio que entraba por la puerta de vidrio que se abría y cerraba saludando y despidiendo a los clientes recordé algo que me parecía oportuno traer a colación.
- La otra vez mencionaste algo del maltrato ¿De qué estabas hablando?
Él me examinó por unos segundos e incómodamente revolvió el café con su cuchara tomándose su tiempo para responderme.
- En la cama- se acercó para susurrar un poco- algunas veces me gustan las cosas un poco rudas.
- ¿Te gusta ser rudo o que sean rudos con vos?- pregunté seriamente porque en mi cuerpo no hay una onza de masoquismo, no me excita sentirme en papel de sumisión ni que traten de estar marcándome una dinámica de poder mientras tenemos sexo y antes de continuar algo quería estar segura.
- Que sean rudos conmigo…- aceptó tomando un sorbo de su café mientras su rostro se iba tiñendo de rojo.
- ¿Y ya probaste hacer algo al respecto?
- ¿Por qué?- me miró curioso- ¿Estás dispuesta a intentar algo?
- No me excita la violencia en mí- mencioné porque me parecía necesario aclarárselo- pero no estoy en contra de probarla en otro- él rió nervioso y ligero, asintiendo con la cabeza y cambió de tema por el momento.
Quedamos en vernos a la semana siguiente en su apartamento.
Cuando estuvimos en la cafetería él me había mencionado que tenía algunas cosas interesantes para mostrarme si es que me animaba a probar algo.
- Quiero ver que tienes- pedí curiosa. Una sonrisa nerviosa se soslayó en su rostro, era obvio que aún no estaba completamente seguro de querer mostrar esa faceta ante mí o tenía miedo de que lo juzgara de alguna manera.
Me llevó hasta su habitación y en un lugar muy al fondo dentro de su closet sacó un par de esposas
- Esto es normal- le dije cerrando solo una de estas en mi muñeca con total normalidad.
Me miró sorprendido como asegurándose que no iba a enrarecer por lo que me mostrara.
- Estos son distintos tipos de látigos- dijo sosteniéndolos en su mano y me fue pasando uno por uno, un flogger con el mango bastante grueso y con muchas tiras de cuero colgando, uno que se llamaba lengua del diablo, tenía un mango duro y una sola tira de cuero que terminaba en punta y el último era una fusta, un látigo del estilo que se usan para equitación, que sí, definitivamente me confirmó que era para eso pero bueno…él lo usaba para otras cosas. El último látigo despertó algo en mí como si algún tipo de adrenalina y empoderamiento me recorriera el cuerpo.
Era como un personaje de videojuegos en modo “elija su arma”
- ¿Y cómo se usa cada uno?- pregunté suponiendo que no era tan solo pegar por pegar y que cada uno debía ser usado con cuidado.
- Uno no quiere en realidad lastimar al otro así que siempre se usan en los muslos, donde tengas más musculo.
- Muéstrame- dije poniéndome de espalda para que intentara en mi trasero- con amor…- remarqué haciendo que ría.
- No me siento cómodo usándolo- revoleé mis ojos pero lo cierto es que había pasado la prueba buscaba estar segura que lo que me decía era cierto y que no pretendía en algún momento ponerse más aventurero y luego de la nada él iba a querer convertirse en el Señor Grey. Lo sé, la referencia más básica de todas.
Lo quité del camino queriendo ver más por lo que saqué el contenedor dentro del closet.
Me arrodillé en frente suyo entre sus piernas.
- ¿Y éstas?- pregunté desenredando las cadenas de unas muñequeras de cuero anchas, al final de las cadenas unos ganchos. Tomé su muñeca y la ajusté fuerte mirándolo a los ojos y la aflojé, su respiración se volvió irregular y sin resistirse, me dio la otra muñeca.
- Los ganchos del final son para engancharse en la cama o en otro lado, también se unen entre sí y se vuelven esposas comunes- siguiendo sus instrucciones las enganché entre ellas y tiré con fuerza de golpe y me sonreí al verlo sobresaltarse, volví a tirar esta vez lento atrayéndolo hacia a mí para besarlo con impaciencia, mis dientes mordiendo su labio inferior.
- Boca arriba en la cama- demandé y rápido se acomodó en mitad de ésta observándome.
- Es la primera vez que hago algo así, tienes que comunicarte conmigo si quieres que sea más fuerte, suave o si quieres que me detenga ¿sí?...- él solo asintió. Y con cuidado le dí un golpe firme llamando su atención- Contéstame…-ordené.
- Sí…- me respondió con la respiración entrecortada.
Así que íbamos por buen camino.