Mi amante sumiso I
Diario Abierto. Presentación de mi amante sumiso
Mi trabajo está dividido en lo que se llaman secciones. Cada piso del edificio en el que trabajo está dedicado a una sección y cada sección tiene su propio jefe.
Mi amante sumiso es el jefe de su sección, para mi suerte yo no trabajo para él porque si no esto haría que todo comience a sonar como un gran cliché.
Él era el joven jefe, mucho más joven que la mayoría de los otros vejestorios. Se veía casi criminalmente bien en sus trajes entallados hasta al punto, era lo suficientemente alto y su cuerpo parecía similar al de un rugbier bajándole un poquito la intensidad.
Era la clase de hombre que por alguna razón llamaba la atención al entrar a algún lugar, no fueron sus looks a lo que me sentí atraída, era el hecho de que se manejaba con tanta confianza y seguridad, no era engreído ni prepotente por lo que fui como una luciérnaga atraída a la luz.
Era bastante cordial en el trato con los demás, siempre manteniendo algún tipo de distancia profesional.
La única razón por la cual nos hicimos cercanos fue por un amigo del trabajo, éste amigo era algo como un subjefe de mi sección, estaba trabajando duro para ascender en su trabajo y nuestra jefa lo sabía así que cuando reuniones de trabajo sucedían ésta lo invitaba a participar porque al hacerte visible con las altas esferas es como se te tiene en cuenta para un ascenso pero mi amigo intimidado por la situación y sabiendo que yo era amiga de mi jefa y que había rondado esa escena de alta sociedad desde que era adolescente me pidió que fuera con él como su acompañante. Y lo cierto es que vivo por ese tipo de situaciones, aceptaría cualquiera de esos eventos para tener una excusa de vestirme más elegante de lo normal, de ir del brazo con mi cita mientras sostengo una copa de champagne en la mano, dame toda esa fantasía y no podré negarme.
Nunca indagué mis sentimientos por mi amante sumiso, simplemente sabía que me atraía y si tenía dudas sobre ello estas se difuminaban cuando lo veía en las conferencias de trabajo que se realizaban cada dos meses para evaluar el desempeño de cada sección, se explicaba con claridad, era asertivo, no era condescendiente cuando buscaba hacerse entender.
Había algo ahí, elegancia y clase en su trato.
Nos relacionamos un poco más cuando la secretaria de mi jefa se tomó una ausencia por su embarazo y yo pasé a cubrir esas tareas, él solía venir hacia mi escritorio y conversábamos un rato hasta que mi jefa podía recibirlo. Sonreía de manera brillante y era agradable sin sentirse forzado. Luego continuamos con las reuniones en las que acompañaba a mi amigo, estas tenían un tono más casual e informal y el único propósito era relacionarse. Algunas fueron en casas de distintos jefes, algunas en restoranes
En una de las reuniones en particular a mi amante sumiso le llamó la atención que siempre mi amigo venía acompañado por mí.
- Creo que tu novio está conversando en la terraza- mencionó y yo lo miré raro.
- No es mi novio…
- Es que siempre vienen juntos- y sin saber por qué en realidad le confesé que solo le hacía un favor a mi amigo.
- Si creen que andamos juntos no sé cómo voy a tener oportunidad para andar con el esposo de alguna de estas señoras- dije sorprendiéndolo y abrió grande los ojos hasta que conectó con mi cara y pudo detectar de inmediato que solo estaba bromeando y aun así me siguió el juego.
Desde esa vez una cierta complicidad se formó entre nosotros y cuando nos veíamos él nunca dudaba de acercarse a mí y comenzar a hablar, sé que le coqueteaba con soltura sin pretender realmente nada y continúe haciéndolo cuando él me correspondió.
No fue hasta una celebración de aniversario de la empresa en uno de esos hoteles costosos que todo comenzó entre nosotros. Puede que la reunión era de trabajo y todos se comportaron en su mejor forma hasta que las luces bajaron, la música comenzó a sonar, el alcohol corrió a cuenta de la empresa y fue entonces que todos se sintieron un poco más libres y festivos.
- Así que por aquí andabas- me dijo mi amante sumiso cuando tomé asiento cerca de Stella, mi jefa, para sacar chisme de lo que había pasado hasta el momento- bailemos- pidió estirando su mano hacia a mí- mientras mi jefa se sonreía de lo más entretenida.
No sé porque me sentí tan consiente de mi misma, incómoda y avergonzada tomando su mano para ir a la pista de baile donde todos los demás empleados estaban de lo más divertidos.
Con un brazo encadenado en mi cintura me pegó a su cuerpo y sin soltar mi mano la llevó hasta su hombro para descansarla ahí mientras bailábamos.
- Estás toda roja- me dijo haciendo alusión a mi vestido y mi cabello haciendo juego
- ¿Es mucho?- pregunté y él negó con la cabeza de manera efusiva.
- Estás hermosa- se acercó a mi oído para dejar aquel cumplido.
- Gracias- grité levemente sobre la música y él asintió sonriendo, soltándome para hacerme girar.
No sé si fue el alcohol en mí, en él o en ambos que nos sentimos aventureros y dejamos que pasara lo que se vislumbraba hace tiempo pero que ninguno de los dos se había permitido dejar suceder más allá del coqueteo y las miradas cómplices.
- ¿Alguna vez te hospedaste en este hotel?
- Nunca…
- ¿Te gustaría?
- Pero quiero una habitación linda- le mencioné y una sonrisa ladina se le dibujó en el rostro, pegó su cuerpo con el mío y me besó rápido en la mejilla- espérame por aquí- me pidió soltándome.
Me quedé cerca de las puertas del salón evitando reagruparme con la gente con que trabajo para que cuando desapareciera no se hiciera obvio porque lo había hecho.
Cuando él volvió a entrar al salón me causó gracia lo mucho que se estaba esforzando por fingir calma, nos desaparecimos caminando tranquilos hacia el ascensor.
Me mostró la llave como si no fuese obvio que había conseguido una habitación.
- Suite deluxe - mencionó haciéndome reír.