Mi amante... mi hermana

Los dos teníamos problemas con el sexo contrario y perdimos la virginidad juntos.

Me llamo Francisco, tengo en la actualidad treinta y seis años. Os intentaré contar la vida incestuosa que llevo desde hace unos años. Siempre he tenido problemas para relacionarme con las mujeres. Para satisfacer mis necesidades sexuales me ha valido hacerme una paja al día, a veces en los días de mucha excitación hasta dos, según las necesidades.

Somos cuatro hermanos y en la actualidad vivimos mi madre, mi hermana y yo en una pequeña casa. Los tres convivimos bien y nos ayudamos en lo que podemos. Ellas se llaman las dos Isabel, mi madre tiene cincuenta y ocho años y físicamente es de aspecto normal. Mi hermana tiene treinta y cuatro años y lo que más destaca de ella son sus voluminosas Tetas y su redondo y respingón culo.

Un día hace ya cuatro años, estábamos en casa mi hermana y yo. Era de noche y veíamos la televisión un poco después de cenar. Mamá estaba trabajando. Mi hermana Isa había alquilado una película cuyo título le sonaba pero no sabía si era buena, la había cogido con prisas y sin más la pusimos para ver como era.

Era invierno y los dos estábamos sentados en el sofá y nos tapábamos con la ropa camilla de la mesa. Le dimos al play del DVD y empezó la película. Al principio era algo rara y empecé a bromear con mi hermana sobre la mala calidad de la película, pero unos minutos después la protagonista, una chica muy mona, sin venir a cuento se arrodilla delante de un policía y empieza a chupársela para que no la detenga.

Sin darse cuenta había alquilado una película porno. Isa se puso colorada. La dejamos seguir y ninguno nos mirábamos. La escena seguía y el policía le hacía un registro en condiciones a la chica. Miré para mi hermana y noté que bajo la ropa con la que se tapaba estaba moviendo la mano. Pensé que se estaría masturbando y me excité.

Isa, al igual que yo, tenía problemas para relacionarse con el sexo contrario. Como yo no tenía, ni había tenido nunca pareja y supuse que también se desahogaba con masturbaciones. Su movimiento no desplazaba la tela que nos cubría apenas, pero yo empecé a masturbarme y la tela se movía descaradamente.

Ella miró hacia donde mi mano golpeaba la tela y, yo que miraba su cara, vi que empezaba a excitarse no sólo con la película, si no además con el hecho de que su hermano se masturbara justo al lado y a la vez que ella. Me destapé y con mi polla en la mano y fuera del pijama, se la mostraba sin dejar de masturbarme. Ella se pasó la lengua por los labios.

Ya no mirábamos la película, los ojos de Isa estaban fijos en mi pene, mi glande asomaba cada vez que bajaba la mano por él. Le quité la ropa que la cubría y pude verla abierta de piernas, con su mano dentro de las bragas y frotándose su raja.

Me puse de pie y me quité los pantalones, me senté de lado y mirando a ella con el pene totalmente erecto. No tuve que decirle nada, ella se levantó y se quitó las bragas, se sentó en el otro lado del sillón y enfrentada a mí, mostrándome el peludo sexo que tenía entre sus dos hermosas piernas.

Comencé a masturbarme al ver como se separaba los labios de su coño y me mostraba el rosado interior de su vagina, metió un dedo y se masturbaba a la vez que yo. En la tele sonaban los gemidos de los actores.

Un buen rato estuvimos masturbándonos uno frente al otro hasta que Isa empezó a gimotear y cerrando los ojos y echando la cabeza hacía atrás se corría en un espectacular orgasmo. Nunca había visto la eyaculación de una mujer y fue muy excitante ver como del coño de ella brotaba una gran cantidad de flujos que empapaba el sillón mientras ella gemía y gritaba entre espasmos de placer.

Ver a mi hermana de tal manera me excitó al máximo. Aceleré las sacudidas a mi pene e Isa clavaba sus ojos en mí cuando me escuchó gemir al salir el primer chorro de leche que cayó sobre mi barriga. Cerré los ojos sin dejar de tocarme y el resto de semen no sé donde caería, sólo sé que nunca había sentido tanto placer al hacerme una paja como esa vez en que los dos nos pajeamos delante del otro. Desde aquel día decidimos que siempre que fuera posible lo haríamos juntos.

Durante unos meses nos masturbábamos juntos, utilizando al otro como excitante. En todas esas pajas la pauta era la misma. Cada uno se tocaba a si mismo y primero mi hermana se corría con sus abundante eyaculaciones y en poco más de un minuto yo descargaba toda mi carga. En ese tiempo descubrí qué lo que conseguía que yo me excitara hasta el punto de correrme era el olor de los flujos de Isa cuando tenía el orgasmo.

Un día le comenté a mi hermana lo que me hacía tener el orgasmo con ella y me propuso que la siguiente vez que lo hiciéramos, antes de nada le oliera su raja para ver que pasaba. Así, en la primera ocasión en que estuvimos solos, ella se sentó en el sillón, se subió la falda que llevaba y abrió sus piernas. Yo me arrodillé delante de ella y le quité las bragas. Busqué con mis manos entre los pelos que cubrían su raja, separé los labios y apareció ante mí una hermosa y excitante vagina que brillaba, rosada y húmeda.

Acerqué mi nariz a su raja para olerla y en ese momento caí en la cuenta que era la primera vez que tocaba su coño, en realidad era el primer coño que tocaba uno y me excité sobremanera. Sentí como el olor de sus flujos se apoderaba de mí. Ella también cayó en la cuenta de que era la primera vez que unas manos que no eran las suyas la tocaban para darle placer y empezó a humedecerse.

Ella preguntaba si sentía algo al olerla y asentí con la cabeza. En el movimiento rocé con mi nariz su clítoris y ella gimoteó con un pequeño chillido.

-¿Te he hecho daño? – le pregunté.

-No, todo lo contrario. – me contestó medio gimiendo.

Entonces volví a pasar mi nariz por su raja, gimió y me paró para indicarme donde estaba su clítoris. Lo acaricié con un dedo y ella empezaba a agitar sus caderas por el placer. Estaba masturbando a mi hermana y me gustaba. Veía como se humedecía cada vez más. Pensé en lamerle el coño, nunca lo había hecho así que no sabía como lo haría y si nos gustaría a ambos.

Saqué mi lengua y la pasé por toda su raja desde abajo hasta llegar a su clítoris. Isa dio un gran gemido que fue más un grito por el placer y me pidió que siguiera haciéndole eso que le había dado calambres en su sexo. Mi lengua se llenó con sus flujos y saboreé a mi hermana, tenía un sabor raro pero me gustaba. Hundí mi cabeza entre sus piernas y mi lengua exploró todo su sexo.

Mientras le daba placer a Isa con mi lengua, mi pene creció más que nunca dentro de mi pantalón. Lo desabroché y me la saqué para que no tuviera tanta presión. Mi hermana se retorcía y convulsionaba con cada pasada de mi lengua por su raja. Paré sobre su clítoris y jugué con él rodeándolo con mi lengua. No se por qué pero se me ocurrió tomarlo entre mis labios y succionar para ver que pasaba. El grito que dio Isa me asustó, pero la insistencia en que siguiera haciéndolo me confirmó que estaba a punto de tener un orgasmo.

Me costaba trabajo mantener mi boca sobre su clítoris por las convulsiones que tenía al sentir que estaba a punto de explotar en un tremendo orgasmo. No tardó mucho y entre chillidos y gritos se corrió en mi boca. Mi barbilla se empapó de los viscosos flujos de su eyaculación. Seguí chupando su clítoris, pero ella me paró pues empezaba a hacerle daño.

Entonces se me ocurrió. Como tenía mi polla fuera del pantalón y totalmente erecta, le daría placer si la pasaba por su raja. Entonces de rodillas me metí entre las piernas de mi hermana. Ella se asustó y me pidió que no lo hiciera. Le expliqué lo que quería hacer y accedió no muy convencida. Agarré mi polla con una mano y pasé mi glande por su raja, de arriba abajo, como antes hice con mi lengua. Ella me miraba y volvía a retorcerse pues aquello le gustaba. Mi glande se llenó con los líquidos que ella me regalaba.

Lo subí hasta llegar a su clítoris e imité los movimientos que antes había hecho con mi lengua y froté mi glande con él. Isa volvió a sentir otro orgasmo y entre los movimientos de sus caderas y lo lubricado que estaba su raja, mi glande se colocó a la entrada de su vagina. Sólo tenía que empujar para que mi polla penetrara a mi hermana, sería la primera vez para los dos. La miré a los ojos y en su cara se reflejaba el deseo de gozar y el miedo de que su hermano la follase.

Entonces todo acabó de golpe. Sonó la puerta de la calle que era abierta por mi madre que volvía del trabajo. De un bote nos colocamos sentados en el sofá e intentábamos disimular lo que habíamos hecho. Mi madre noto algo raro pero no dijo nada.

Dos semanas más tarde, mi madre se marchaba el fin de semana de viaje con no sé que asociación. Le pidió a mi hermana si quería acompañarla, pero le contestó que no, que tenía que comprar algunas cosas. Yo le dije que iría de pesca con algunos amigos. Cuando llegó el viernes mi madre se marchó con unas amigas de viaje.

Por la noche, tras cenar y ver la tele un rato en el sofá, decidimos acostarnos en la misma cama. Me desnudé y sólo me dejé los calzoncillos puestos, me metí en la cama para esperar que mi hermana volviera del baño. Teníamos una pequeña lámpara en la mesita de noche que iluminaba tenuemente la habitación. Isa entró en la habitación con una bata puesta.

La miraba acercarse a la cama y cuando estuvo al lado a punto para acostarse, se quitó la bata. Quedó en ropa interior y se metió en la cama. Me acerqué tímidamente a ella y sentí su suave piel cuando la rodeé con mis brazos y pegué mi cuerpo al suyo.

Nos mirábamos a los ojos, no pude resistirlo, acerqué mi boca a la suya y comenzamos a besarnos y a acariciarnos. Por momentos aumentaba la intensidad de nuestros besos y me subí sobre ella colocándome entre sus piernas. Sentía el calor de su piel bajo mi cuerpo. Mi pene estaba totalmente erecto y lo pasaba por su entrepierna. Ella daba pequeños gemidos sin dejar de besarme.

Me puse de rodillas entre sus piernas y le quité las bragas. Pude ver su sexo cubierto por los pelos. Me quité los calzoncillos y volví a colocarme sobre ella y a besarla. Nuestros sexos ahora se tocaban directamente, sin nada que se interpusiera entre ellos. Mi pene estaba más duro y grande que nunca fruto de la excitación que me producía amar a mi hermana.

Me pidió que me colocara boca arriba en la cama. Se subió sobre mí y buscó que nuestros sexos volvieran a tocarse. Sentada sobre mi pene se quitó el sujetador y liberó sus dos hermosas tetas. Hasta ese momento no las había visto. Eran redondas y voluminosas, tendría una talla cien de sujetador, eran bastantes firmes. Tenía unos pezones grandes y erectos por la excitación con unas aureolas oscuras y pequeñas. Fue instintivo, verlas y rápidamente mi boca comenzó a mamar sus pezones. Ella me lo agradeció con gemidos de placer a la vez que se movía sobre mi pene para rozarse su clítoris.

Cambiaba de pecho y acariciaba su culo con mis manos mientras ella no paraba de pasar su raja sobre mi pene. No la estaba penetrando, ella se limitaba a mover su hermoso y redondo culo y mi pene se deslizaba entre los labios de su coño, rozando y estimulando su clítoris. Sentía como mi pene estaba cada vez más mojado por los flujos de su vagina.

Mientras una de mis manos acariciaba su culo, la otra agarraba uno de sus pechos para que no se moviera al ritmo de ella y poder chupar su pezón. Durante un buen rato la acariciaba y la besaba por todas partes. Gemía encima de mí y yo estaba muy excitado. En un momento aumentó el ritmo de sus movimientos y sus gemidos se hicieron más fuertes. Tenía movimientos convulsivos cuando alcanzó el orgasmo sobre mí. Sentí como mis genitales se empapaban con su corrida.

Se echó sobre mí para descansar y cada vez que yo movía mi pene para que rozara su sexo a ella le daba un poco de placer. En una de las ocasiones que me moví para darle placer mi pene saltó y mi glande se colocó en la entrada de su vagina. Al sentirla ella me miró a los ojos. Permanecimos unos segundos mirándonos sin decir nada y sin movernos. Ambos no habíamos tenido nunca relaciones con nadie. Era la primera vez para ambos. Yo tenía treinta y dos años y ella treinta. Ya habíamos llegado muy lejos en nuestro incesto, pero la penetración suponía que no había marcha atrás, que nos amábamos más que hermanos, como hombre y mujer.

Mientras veía sus oscuros ojos tomé la decisión, amaba aquella mujer que había dejado de ser mi hermana y que quería que fuera mi pareja hasta el final de nuestros días. Para demostrárselo agarré su cintura y empujé mi pene. Mi glande se abrió paso entre los labios de su coño y sentí el húmedo calor de su vagina. Paré de nuevo y esperé que sus ojos mostraran algún signo de que frenara. Todo lo contrario, los cerró y movió su cadera para que mi pene entrara más.

Puse mi mano en su nuca y acerqué mi boca a la suya para besarla a la vez que mi pene la penetraba por primera vez. Se separó de mí un poco y daba pequeños gritos mezcla de placer y un poco de dolor por la primera penetración. La penetraba un poco y esperaba que su virgen vagina se hiciera al volumen de mi pene moviéndolo ligeramente hasta que volvía a empujar para seguir entrando dentro de ella.

Unos minutos después estaba por completo dentro de ella. Me quedé parado con mi pene dentro y la miré a los ojos. Su cara mostraba todo el deseo y la excitación que sentía al sentirse amada y penetrada por primera vez. Comenzó a moverse deseosa de saber como era un orgasmo tras la penetración.

Su vagina producía muchos flujos y mi pene se deslizaba con facilidad en aquella estrecha vagina. Nos movíamos acompasados y chupaba sus tetas. Ella me regalaba gemidos de placer que me volvían loco. Todos mis genitales volvían a estar empapados de ella, cada penetración provocaba que emanara flujos de su interior.

Ella me acariciaba y me besaba. A veces me ofrecía sus pechos para que la besara y ella se retorcía de placer. Y entonces pasó lo que ella esperaba, de momento sintió que su orgasmo llegaba. Se movía más violentamente y me pedía que la penetrara más. Agarré su culo con mis manos y moviendo mi pelvis la penetraba cada vez más rápido. Ella, sentada sobre mí y apoyada sobre sus brazos en la cama, gemía y sus ojos y boca permanecían abiertos con cada penetración gimiendo de placer.

Su cara cambió cuando todo el placer de nuestro acto la inundó. Sus gemidos se volvieron chillidos. Me arañaba por el placer y se retorcía de gusto. Yo no paraba el ritmo de las penetraciones y su coño no dejaba de lanzar flujos mientras se corría haciendo que con el roce de mi pene al entrar en su raja, se formara una espuma blanca. Ella llegó al clímax y yo seguía penetrándola más lentamente, me pidió que parara.

Se tumbó boca arriba a mi lado para descansar. Yo no me había corrido y mi polla seguía dura. La destapé y miré su cuerpo. Empecé a masturbarme excitado por la visión del cuerpo de mi hermana. Ella al verme, abrió sus piernas y se acariciaba su sexo y sus pechos, elevando alguno de sus pezones hasta su boca para pasar la lengua por él.

Con aquella visión de mi hermana desnuda y masturbándose para mí, no pude aguantar mucho. Sentí que mi semen empezaba a subir por mi pene y salió un primer chorro que cayó entre sus tetas. Entre convulsiones seguí masturbándome y otro chorro llegó hasta su barriga. No tenía fuerzas para seguir y ella agarró mi pene y me acabó de masturbar.

Isa me limpió, pues yo no tenía fuerzas para moverme y después se limpió ella. Nos acostamos juntos y abrazados y esa noche nos juramos amor para toda nuestra vida. Desde ese día somos pareja. Lo difícil fue decírselo a nuestra madre, tardamos cerca de un año en confesárselo y cuando lo hicimos tuvimos una sorpresa con ella, pero eso lo dejo para otra vez.