Mi amante maduro 3

La historia de mi relación con mi amante maduro desde hace 3 años

Él regresó del baño y apenas sentí cuando se sentó en la cama. Me había quedado dormida pero disimulé o al menos eso intenté. Preguntó si dormía y le dije que no, que lo estaba esperando. Me preguntó cómo me sentía. Lo notaba muy serio, no entendía qué pasaba. Le dije que me sentía maravillosamente y que me había dado una de las mejores cogidas de mi vida. Quise saber qué le pasaba y le pregunté, pues lo notaba muy extraño. Sentado al borde de la cama me agradeció la paciencia y comprensión que había mostrado de mi parte hacia su particular situación. Me dijo que se sentía apenado por andar seduciendo a una mujer tan hermosa y fogosa sin tener como complacerla como hombre. Sentí pena del vejete. En realidad me había hecho disfrutar muchísimo y así se lo hice saber y para acabar con el clima gris que flotaba en la habitación, me acerqué a él y le metí la lengua en su boca y jugueteé con la suya un rato. No sabía qué más hacer. Tampoco creía que pudiera volver a excitarse y menos tener otro orgasmo, pues ya había acabado 2 veces en una noche y siendo un anciano no creía que pudiera hacerlo una vez más. O sea, ya lo que restaba era conversar y dormir.

A mi me interesaba particularmente saber por qué su esposa se negaba a ayudarlo con su rehabilitación pero no sabía cómo entrarle al tema sin pasar por impertinente. Dejé de besarlo y lo invité a recostarse a mi lado en la cama. El me abrazó y yo le pregunté por ella, pues le dije que me parecía extraño que él pudiera quedarse libremente fuera de su casa, siendo casado. Me dijo que ella estaba de viaje y por esa casualidad, él aprovechó para pasar la noche conmigo. Que yo le atraía mucho y que, desde la fiesta en su casa, se hacía al menos una paja diaria en mi honor. No sé por qué pero ésas palabras me hicieron sonrojar y él lo notó y se echó a reír estruendosamente. Aprovechando que mostraba mejor ánimo le pregunté por qué su esposa no lo ayudaba con la rehabilitación de su miembro y él soltó otra carcajada y me dijo que por celos. "Mi mujer nunca se ha mostrado posesiva pero sé que le molesta que yo salga con mujeres jóvenes". Como yo le di la razón a ella, él prosiguió: "Desde la operación y luego con la radioterapia, me sentía muy cansado constantemente y prácticamente dejé de salir de casa, eso a ella le agradó y hasta endulzó su carácter pero cuando le pedía que me ayudara para que se me pudiera volver a parar, se agriaba otra vez y me dejaba hablando sólo. Fue cuando comprendí que en el fondo siente celos y está más tranquila sabiendo que no me puedo coger a ninguna otra mujer. Por el sexo ella no se preocupa pues hace años que no le gusta que la toque y por ello precisamente es que, desde esos años, me da "permiso" para acostarme con otras mujeres, para ella librarse de ése tormento. Pero no pierdo las esperanzas de recuperarme pues, como te digo, siento unas erecciones grandiosas ¡solo que no las veo!" y se echó a reír nuevamente.

Mientras él hablaba yo había deslizado mi mano a su rabo y lo acariciaba lentamente. Le sacaba el glande del prepucio y lo volvía a guardar. Alternaba con caricias en sus testículos y volvía a masajearle el pene. Él dejó de hablar y me miró fijamente, como tratando de adivinar mis pensamientos y me dijo: "No creo que logres nada, ya he acabado dos veces hoy y a mi edad ésos son muchos disparos" Yo me sonreí y puse un dedo húmedo en su boca y le dije: "Prueba ésto". Él chupó mi dedo y luego de paladear dice: "Mira que tú haces milagros en éste anciano: ¡ahora destila líquido preseminal a cada rato!" y señala con la boca el trozo de carne que sigo acariciando. "¿Tú quieres ser mi terapeuta?, quiero decir, si quisieras ayudarme con mi rehabilitación, yo te pagaría". Me quedé mirándolo. ¿Me hablaba en serio? ¿Qué tanto implicaría ése trabajo de rehabilitación? El viejo debió notar mi desconcierto pues cambió de tema y dándome una sonora nalgada me dijo: "Bueno, ya el mío se lubricó, ahora ponme tu coño en la boca que voy a darte una buena mamada para seguir con la juerga" Dicho ésto me puse de espaldas a él, sobre sus piernas extendidas y levanté las caderas para ofrecerle mi culo. Él, sentado, apoyado en la cabecera de la cama, me puso sus enormes manos en las nalgas y las separó, metiéndose de cabeza y lamiendo como si se le fuera la vida en ello.

Tomé entonces el "muertito" entre mis manos, dispuesta a revivirlo. Supongo que, tácitamente, había aceptado el trabajo ofrecido por el viejo. Empecé entonces a menear ése rabo flácido mientras lo chupaba. Tenía bastante líquido en la punta, lo cual me decía que el viejo estaba bastante excitado de nuevo y por la espectacular mamada que me estaba propinando, así lo parecía. Tuve que parar la mamada cuando un orgasmo inesperado me arremetió. Me retorcí y gemi y el viejo se separó de mi coño para pedirme que no parara, que estaba a punto de correrse en mi boca. Entonces engullí por completo aquel pedazo de carne blanda y le di una succión tan fuerte que me lastimé la parte interna de las mejillas pero logré que el viejo acabara con unas sacudidas tan vigorosas de su miembro que casi me atraganto con todo que estaba blandito. El viejo bramaba y resoplaba mientras yo seguía succionando con fuerza su pene. No paré de succionar fuertemente hasta que el viejo dejó de bramar y soltó mi trasero, del cual se había agarrado fuertemente cuando empezó con su orgasmo. Lo saqué de mi boca y le di unas cuantas lamidas que hicieron que el viejo brincara y me pidiera que lo dejara que estaba muy sensible. Me bajé de él, fui al baño y me di una ducha y al salir el viejo estaba profundamente dormido en la misma posición en la que lo dejé. Lo arropé, apagué las luces y me acosté a su lado y me dormí inmediatamente.

Continuará