Mi amante desconocida
Una vez ví una mano que salía de una tienda de campaña y sin saber nada más el uno del otro tuve una experiencia irrepetible.
Mi amante desconocida
Serían aproximadamente las seis de la mañana y yo paseaba por entre las tiendas de campaña estrenando la resaca que aquella mañana habría de sufrir. Hacía mucho frío y la noche anterior había tenido lugar allí mimo un concierto de Maná.
Entonces por la cremallera de una de las tiendas vi salir una mano. Buscaba algo por el suelo, seguramente algo perdido en la locura de la noche, entonces me acerqué a ella. Me senté junto a la tienda. El suelo estaba húmedo por el sereno de la noche y de vez en cuando una suave brisa movía las ramas de los pinos haciendo caer las gotas de agua condensadas en sus hojas. Entonces miré aquella mano. Indudablemente era femenina, de piel pálida, no era ni muy grande, ni muy pequeña; ni muy gruesa, ni muy flaca. Las uñas eran cortas y estaban muy limpias se movía con la calma de quien sabe que tiene la mañana por delante.
Entonces, allí sentado pensé, "¿Y porqué no?" y cogí con mi mano la de mi misteriosa desconocida.
Por un momento esta quedó paralizada. Luego volvió su palma hacia la mía y con mi pulgar acaricié su costado. Las yemas de sus dedos pasaron por los míos como quien acaricia una guitarra y yo agarré su mano.
Empezamos entonces a acariciarnos con más fuerza, con más pasión... Nos acariciábamos los brazos y su mano bajó por mi pantalón.
Miré hacia ella. Me estaba desabrochando los vaqueros y tan solo conocía de ella parte de un brazo y su tienda de campaña. Se metió en mis calzoncillos y comenzó a acariciarme todo mi sexo.
Metí mi mano por el agujero de la puerta por el que salía la suya y seguí su brazo hasta el hombro sin encontrar más que piel desnuda. Deslicé mis yemas por su cara pero de ella no puedo contar sino que su boca ardiente me comía los dedos uno por uno y con una pasión furiosa que dejaba a un lado toda la paciencia y se sumía en un loco desespero. Bajé por sus pechos de tamaño mediano y descubrí que los pezones estaban muy duros, mitad por el indiscutible frío mitad por la excitación del momento.
Llegué entonces a su ardiente sexo descubriendo que mi amante desconocida estaba totalmente desnuda y comencé a acariciarlo. Cambió entonces ella sus movimientos y comenzó a masturbarme lentamente mientras yo recorría aquellos labios con la facilidad que me proporcionaban sus flujos vaginales. Poco a poco nos fuimos calentando y aumentando el ritmo, el deseo, el placer...
Comencé entonces a meter uno de mis dedos en su jugoso orificio, luego vino el segundo, y la velocidad y la energía no hacían sino aumentar.
Nuestras manos, lo único que conocíamos el uno del otro se movían como fuego que llevaran dentro, estaba muy tenso, una respiración agitada se oía al otro lado del fino muro de nailon y en pocos segundos...
No podría explicar lo que sentí, esa vez fue diferente a todas las demás, fue algo decir que fue bueno sería materializarlo demasiado, algo así no se describe con palabras, hay que vivirlo.
Continué con las pocas energías que me quedaban haciendo entrar y salir mis dedos y no tardó mucho ella en retirar mi mano y relajar su respiración. Entró su mano a la tienda y sacó la mía cerrando la cremallera por completo. Yo me tumbé allí a esperar.
Cuando me desperté me dolía mucho la cabeza y el sol brillaba por entre las copas de los pinos, aunque sin calentar demasiado. A mi lado ya no estaba la tienda de mi amante desconocida, pero aquello no pudo ser un sueño. Me dirigí a la cafetería móvil y algo malhumorado rebusqué en mi bolsillo por los exageradísimos tres euros que cobraban por un café aguado y frío, pero en su lugar encontré una nota:
Ha sido una experiencia maravillosa
Tu amante desconocida