Mi amada y puta madre 1

Como diría Arjona: su REPUTAción eran las 6 primeras letras de esa palabra, llevarla a la cama era más fácil que respirar... lo malo es que esa mujer era mi mamá. Voy a contarles cuál fue mi primer contacto con el sexo... (Voyerismo, sexo con maduro e infidelidad).

Mi Amada y Puta Madre

Capítulo I

Buenas tardes, mi nombre es Beatriz y soy una madura guatemalteca que se halla en su plenitud y sobre el medio siglo de vida y les doy la bienvenida. Muchos de ustedes ya me conocen, si es que leyeron mi primer relato, titulado "Despertar" , en donde les cuento cómo fue que fui desflorada por mi primer novio, el primer hombre que me robo el corazón. En esa historia dejé flotando en el aire elementos sobre mi vida, como mi caliente y puta madre y la relación tan especial que tenía con mi mejor amiga. Pues de eso quiero hablarles hoy, pretendo escribir en narraciones no muy largas las aventuras sexuales que he vivido a lo largo de mi vida. Claro, eso si a ustedes les gustan, porque seamos sinceros, ¿qué es un escritor sin público?

Iniciaré diciendo que tengo muchas cosas que contar porque soy una grandísima puta, una perra bisexual en celo permanente, casi una ninfómana. Desde que entré a la pubertad soy una hembra ardiente con la sexualidad a flor de piel, y desde muy joven incursioné en el sexo. De hecho, fui incluso una niña precoz en cuanto a mi desarrollo sexual, la regla me bajó a los 11 años. Admito que precisamente por mi temperamento tan caliente me busqué una gran cantidad de problemas a lo largo de mi vida, pero bueno, si algo me enseñó la vida es a gozarla, que momentos para llorar siempre abundan. Por lo menos nunca negué lo que era, aunque traté de cambiarlo, al final fui sincera, las ganas nunca se me iban a pasar, así que no las podría reprimir por completo nunca. Y cono diría Ricardo Arjona, "dama no es la que se abstiene, sino la que se detiene"… aunque, pues, yo nunca me detuve, tan solo voy despacio y con cuidado.

Di un montón de vueltas antes de decidir cuál sería la primer historia que escribiría pero al final me decanté por lo más lógico, ir paso por paso, así que esta primera entrega mía será sobre mi primer contacto con el mundo del sexo, que fue ni más ni menos que de la mano de mi propia madre

Mi madre me tuvo a sus 15 años, luego que algún hijo de puta jugara con ella, en una sociedad en que eso era un pecado mortal. Pasé mi niñez viéndola hacer malabares para sacarnos adelante y darnos lo necesario. La amaba y admiraba mucho por ello, además era muy buena mamá, siempre atenta y cariñosa, me escuchaba, más que madre e hija parecíamos amigas. Pero siempre hay un pero, debido a esa sociedad retrógradamente conservadora, nací marcada como la hija de nadie, como la hija de una mujer de mala reputación. Nunca comprendí porqué decían todo eso de ella, a mi me parecían puras calumnias, y en más de una ocasión tuve problemas por ello.

Lo malo es que ella hacía justicia a su rePUTAción, era una mujer ardiente, con el deseo y la lujuria a flor de piel, cogérsela era más fácil que respirar (cómo diría mi paisano Ricardo Arjona). Creo que eso era lo único en lo que puedo sentirme avergonzada de ella, saber que cuando me insultaban llamándome hija de puta, solamente estaban diciéndome la verdad. Pero claro, ella siempre trató de ocultarlo… pero era solo cosa de tiempo para que me enterara

No me voy a adelantar a los acontecimientos, vamos por partes, además, mi madre no es el centro de esta historia. En este momento viene a mi mente el día en que me di cuenta de eso, la primera vez que entré en contacto con el sexo, aunque solo de vista y de lejos. Tenía 11 años y apenas hacía 3 meses que había tenido mi menarquia (mi primera regla para quienes no sepan lo qué es eso), así que aun me sentía rara, todavía era una niña, pero me estaba convirtiendo en mujer rápidamente, perfilándome como digna heredera de la belleza arrebatadora de mi mamá.

Recuerdo una mañana en que volví temprano a la casa, era viernes y la regla me había bajado de nuevo, me sentí muy mal, tanto que pedí permiso a mi maestra para volver a mi casa. Con mamá vivíamos en una pequeña casita anexa a una gran mansión, propiedad de una adinerada familia para la que trabajábamos como empleadas domésticas y cocineras. Con nosotros vivían otros 3 niños, hijos de Lidia, una hermosa y bondadosa señora que nos había ayudado hacía años y que luego murió junto con su esposa, mamá se hizo cargo de sus hijos. Tenía 26 años entonces.

Regresé a media mañana, mucho antes de lo usual, entré a la mansión y me dirigí a la casita, que quedaba al fondo del patio trasero, un gran lote plantado con flores y árboles frutales, por lo que podía ser rodeada fácilmente. Por atrás había una puerta que casi siempre permanecía abierta y que daba al lavadero y a nuestra pequeña sala-comedor-cocina (ajá, 3 en uno), por allí entré. Pero me detuve frente al umbral de la puerta, oí música alta, lo cual era raro porque mami oía radio muy de vez en cuando. No había razón para sospechar nada malo, pero se me metió una espinita.

Entré despacio y sin hacer ruido, allí estaba ella, bailando abrazada con Don Plácido, el esposo de Doña Engracia, nuestra patrona, besándose los 2 muy apasionadamente. La apretaba contra su cuerpo, haciéndola sentir su bulto y sintiendo sus grandes senos sobre su pecho, mamá estaba muy bien dotada. De igual forma le pasaba las manos por encima del culo, amasándolo y acariciándoselo, al mismo tiempo que le levantaba el vestido.

Estaba estupefacta y aturdida, jamás me imaginé eso de ella, ¡era mi madre, Dios mío, mi madre! Les juro que hasta me dieron ganas de llorar, especialmente cuando ese viejo sátiro la comenzó a besar, lamiéndole al mismo tiempo los labios, una imagen muy desagradable. Además, cuando por fin le levantó la falda hasta las caderas, pude ver que ella no llevaba nada debajo, solo sus grandes glúteos y unas sensuales medias de encaje del mismo color, aseguradas con unos portaligas del mismo estilo. No teníamos dinero ni para lujos insignificantes, ¿de dónde sacó esas cosas? No era posible, no era justo, todas esas cosas feas que susurraban en la calle de ella eran verdad, mamá era una mujerzuela caliente y viciosa, les juro que el mundo se me cayó a pedazos.

Mamá era una mujer bellísima, de piel blanca y largo cabello negro rizado, su rostro era armonioso, de rasgos finos pero agresivos a la vez, con labios delgados y finos, boca pequeña y nariz delgada aunque un poco pronunciada, y unos preciosos ojos verdes, claros y brillantes, que era su máximo atractivo. De cuerpo estaba mejor aun, con unos senos grandes de verdad y muy firmes, una cintura estrecha, caderas rotundas y muslos gruesos, excedía todos los cánones de belleza de aquel tiempo. Don Plácido, por otro lado, era un viejo de 60 años y mediana estatura, con una gran panza cervecera y calvo en la coronilla, se echaba el pelo encima para dizque tapársela. No podía decirse que el hombre estuviera ni remotamente bien cuidado.

Él la seguía besando y manoseando, le agarraba y estrujaba las nalgas con fuerza, se las azotaba y pellizcaba. También la agarraba de las tetas y le pasaba las manos entre sus piernas, palpándole el sexo y sintiendo su creciente humedad. Vi que le empezó a meter el índice adentro, arrancándole suspiros y jadeos llenos de placer.

¡¡¡AAAAAAHHHHHH, PAPI, OOOOOHHHHHH!!!

Te gusta que te meta los dedos, ¿verdad perra?

¡¡SSIIIIIIIHHHHH PAPITO RICOHHHHH… TU SABÉS QUE ESO ME ENCANTA, AAAHH!!

¡¡¡AAAAAAAGGGGGHHHHH!!! – gimió mi madre cuando el viejo le metió otro dedo y empezó a cogérsela con ellos – ¡¡¡DALE ASÍ PAPITO, OOOOOUUUUHHHH, MAAAASSSSGGHHH!!! – empezó a contonearse con movimientos serpenteantes, prendida de sus labios y con los dedos bien metidos adentro. Sus ojos se pusieron en blanco, tensó su rostro y abrió la boca, en una mueca que me pareció de dolor pero era de placer (¿notaron que las caras de dolor y de placer a veces se parecen mucho?… no creo que sea coincidencia) – ¡¡¡PAPI, PAPI, AAAAHHHHH, PAAAAAIIIIIIIIGGGGHHHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAGGGGHHHHHHH!!!!

¡Si perra, orgasmeate como la perra sucia que sos, puerca!

¡¡¡¡OOOOOUUUUUUUGGGGGHHHHH!!!! – el placer que mi madre sintió fue tan intenso que hasta se orinó… ¡se orinó, vi una gran cantidad de líquidos bajar por sus piernas hasta el suelo mientras yo me preguntaba cómo podía ser eso posible!

Empecé a llorar, era demasiado fuerte para mi, ya dije que el mundo se me cayó cuando al darme cuenta que todo lo que decían de mi amada progenitora era cierto, esa mujer que tanto admiraba y amaba no era más que una mujerzuela. Pero también había otra cosa, mientras veía al asqueroso viejo ese manosearla como a una perra, comencé a sentir algo, hasta entonces desconocido para mi, en medio de mis piernas. "Es la regla" pensé, pero no, la menstruación no es algo muy bonito y esa sensación si lo era. No lo supe bien en ese momento, ni lo quise saber por un buen tiempo, pero ver a mi madre ser tratada como una puta me estaba poniendo caliente. Mientras tanto, una vez que su clímax concluyó, mamá casi cayó desmayada en los brazos de Don Plácido, que la veía con una enorme sonrisa de satisfacción, asombro y placer

¡Sos increíble Virginia, la perra más caliente que he conocido en mi vida!

Lo soy para tu papi… – le respondió ella muy melosamente – ¿querés más?

¡Lo quiero todo mujer… TODO!

Don Plácido le sacó el vestido y la dejó en medias, los ojos casi se le salían cuando tuvo frente a él ese inmenso par de esferas de carne, con los gruesos pezones erectos y apuntándole en medio de sus amplias aureolas oscuras. No perdió el tiempo y las comenzó a amasar, concentrándose en esos pezones puestos en punta por la terrible excitación que ella tenía. Se los llevó a la boca para succionarlos con fuerza, mordisquearlos y estirarlos, parecía un loco con sus tetas.

¡¡Ooooohhhh, papi… que rico papito lindo… MMMMMM!! – decía mamá. De pronto el viejo se detuvo y se enderezó, se desabrochó la hebilla de su pantalón y se lo bajó, mostrando un pene que me pareció enorme en total estado de erección. La tomó de los hombros y la empujó hacia abajo, hizo que se arrodillara. Y ella, con mansedumbre y mirada mimosa, le obedecía.

Bueno Virginia, ya sabés que quiero, ¿verdad? – mamá asintió con la cabeza por respuesta, siembre con la misma mirada mimosa y cargada de lujuria y deseo. Se la metió toda a la boca y comenzó una mamada magistral.

La verga de Don Plácido era muy grande, no menos de 18 cm de carne en barra, surcada de venas y muy enrojecida. Estaba circuncidada con un glande era estrecho y alargado que mamá tragaba entero, chupándolo como si fuese un chupete, al mismo tiempo le prodigaba un vigoroso masaje en los huevos y en el culo, haciendo gemir a ese viejo asqueroso.

¡¡¡AAAAAAAGGGGGHHHHHH, SSIIIIIIIIHHHHHH… PEEEEERRRRAAAAAHHHH, SOS UNA PEEEERRRRAAAAAHHHHH VIRGINIA!!!

Si papi… (chump, chump)… una perra… (chump, chump)… ¡tu perra!… (chump, chump)… – era buena, era realmente buena, no quise ni imaginarme la de vergas que habrá probado para poder tener ese talento. Pronto empezó a tragársela entera, los labios rozaban su ingle y con la lengua lamía sus testículos, yo no podía creerlo, ¡debía tener el glande en la garganta, no creo que pudiera respirar! Pero así y todo, mamá seguía mamando.

¡Pará… pará perra, detenete! – le ordenó el viejo, pero mi madre continuó chupando – ¡¡DIJE QUE PARARAS!! – le espetó, soltándole una fuerte bofetada. Pero para mi mayor desconcierto y horror, eso a mamá no le molestó en lo más mínimo.

¡Mmmmm… si papi… así me gusta… DURO! – ¡le había gustado ese golpe, no lo podía creer!

No hay duda Virginia, sos la perra más perra del mundo… – Don Plácido la jaló bruscamente del pelo y la puso de pié, inmediatamente la puso en nuestro pequeño y desvencijado sillón, se colocó sus piernas sobre sus hombros y apuntó su tranca hacia su hoyo.

¡Dale papi, cogeme duro!… ¡Dámela ya que ya no aguanto… COGEME DURO! – y Plácido lo hizo, ensartó a mi madre hasta el fondo y con fuerza – ¡¡¡AAAAAAGGGGGGHHHH, PLÁCIDO, MI MACHO… MI MAAAACHOOOOOUUUUGGGGHHHHHH!!!

El viejo empezó a arremeter con furia contra la humanidad de mi progenitora, que se zarandeaba y revolvía toda. Sus enormes senos iban y venían con brusquedad, su rostro se desfiguraba en una mueca que, de nuevo, no sabía decir si era de placer o de dolor… aunque, claro, era puro placer. Jadeaba y gemía roncamente, como un feroz animal gruñendo, a veces como un animal herido, y le pedía más y más a ese viejo sucio.

¡¡¡MÁS, DAME MAS PAPI, MAAAASSSSSGGGG, MAAAAASSSGGGG!!!

¡¡¡PERRA, PERRA SUCIA… PERRA VICIOSA… QUE RICO DIOS MÍO!!!

¡¡¡AAAAHHHHH, OOOOHHHHH!!! ¡¡¡COGEME DURO, PARTIME EN DOOOOUUSSSGGG!!!

¡¡¡VOY A ACABAR, PERRA, VOY A ACABAR!!!

¡¡¡DÁMELO TODO PAPI, DÁMELO TODO!!! – Don Plácido le sacó rápido la verga a mamá y se la comenzó a pajear, a su vez ella se frotaba con fuerza la vulva con la palma de su mano.

¡¡¡AAAAAHHHH, AAAAGGGGHHHH!!! – Plácido comenzó a bramar roncamente hasta acabar a chorros sobre el cuerpo sudoroso de mamá – ¡¡¡¡OOOOOOAAAAGGGGGHHHHHH!!!! – los chorros de semen fueron tan abundantes que le llenaron el pecho a mi madre, y tan potentes que le llegaron hasta la cara – ¡¡¡¡PEEERRRAAAAGGGHHHHHH, AAAAAAAHHHHHH!!!! – al mismo tiempo mi progenitora alcanzaba su propio clímax.

¡¡¡PAPI, PAPI, PAAAAAPIIIIIIIGGGGGHHHH!!! ¡¡¡¡OOOOOOOHHHHHHH, AAAAAHHHHH!!!! – ahora si pude ver con claridad como se orinaba, pequeños, pero potentes chorros salían de su interior e iban a dar al suelo mientras ella continuaba berreando y revolviéndose con locura – ¡¡¡¡PPPPUUUUTAAAAMAAAAADREEEEEEGGGGHHHH, OOOOOOHHHHHH!!!!

El encuentro había acabado, Don Plácido quedó de pié, jadeando y cubierto de sudor, mamá en el sillón, también jadeando y sudorosa, además embadurnada de blanco semen desde la cara hasta el vientre. Y yo temblando, no sé si de ira, tristeza, miedo… o excitación. Después de unos 10 minutos, el viejo vio su reloj y decidió retirarse, comenzó a buscar su ropa.

Entonces… ¿hasta mañana Don Plácido? – le preguntó mamá con su vos suave. El hombre solo le responde con un seco "ajá", pero luego se volvió hacia ella.

Bueno Virginia, mirá… mi mujer se puso a revisar las cuentas y vio que no cuadraba. Le dije que seguro las había hecho mal pero no muy me creyó… sobre todo porque esa pisada es buena con los números. Así que por lo menos el mes que viene no te voy a poder pasar nada por… "tus servicios profesionales", je, je, je

Bueno… entonces nos veremos nuevamente dentro de un mes… – le respondió ella con una velada risita y una mirada un tanto arrogante, Don Plácido montó en cólera.

¡Mirá hija de puta, vos aquí sos la sirvienta y MI puta y hacés lo que yo diga! ¡Si no podés irte a la chingada a buscarte otro trabajo, perra de mierda!

Si me quiere despedir solo tiene que decírmelo Don Plácido – le respondió ella con el mismo tono y la misma sonrisita y mirada arrogante – seguro no tendrá problemas en encontrar una sirvienta más "Eficiente" que yo. – "Eficiente" lo dijo arrastrado las letras. Él hombre guardó silencio y se le quedó viendo, admirando su hermoso y delicado cuerpo desnudo y empapado de sudor. Luego rió

¡Ja, ja, ja, ja… sexo débil mi huevo, si estás pisadas hacen con uno lo que se les da la gana!… ¡Y luego uno feliz de idiota, je, je, je!

Se terminó de vestir y entonces se dirigió a la puerta y yo salí corriendo a esconderme detrás de unos matorrales, llorando en un silencio total, teniendo cuidado de no sollozar. Me tapaba la cara con las manos y cerraba los ojos, trataba que las imágenes de lo que acababa de ver salieran de mi mente, pero no era posible, una y otra vez pasaban frente a mis ojos como un desfile. Todavía pude escuchar las últimas palabras de ese hombre.

Bueno Virginia, ya me voy que tengo un montón de cosas que hacer y luego a la "Inquisición" no hay quien la aguante

Que te vaya bien mi Gordito lindo… y hoy te voy a hacer la cena que más te gusta

El viejo se fue sin arrumacos ni muestras de cariño de ningún tipo, mi madre era solo un pedazo de carne que él se podía coger y así se lo hacía saber. Al salir llevaba una actitud de suficiencia que me hizo desear ser un hombre de 2 metros para romperle la cara. Yo me quedé aun escondida, tratando de asimilar lo que acababa de ver… aunque más bien trataba de negarlo, no podía ni quería creerlo. Lo único que si tenía claro era que a partir de ese día nada volvería a ser lo mismo para mi nunca más

En cuanto lo vi desaparecer dentro de su casa salí de mi escondite y me acerqué despacio y con mucha cautela al mismo punto en donde me hallaba minutos antes. Allí estaba mi mamá, estaba aun desnuda y empapada de sudor en la misma posición en que Don Plácido la dejó

Vino… me cogió y se fue… como siempre… – dijo mamá con desparpajo y no sin un claro vejo de amargura en su voz, mientras se ponía de pié. Guardó silencio y se metió un dedo dentro de su sexo cual si fuera un mecánico revisándole el aceite a un motor, la vi pegar un respingo y sonreír de una forma enfermiza, luego se sacó los dedos y se los llevó a la boca y los chupó con deleite, como si fuese un manjar y yo casi vomité – Sabe a puta… – dijo sonriendo con morbo y picardía… ¡y rompió en risotadas, yo no lo podía creer ni lograba entenderlo! – Bueno, un día más y una cogida más… pero todo sea por mis hijos… yo no importo, ellos si… por lo menos tiene buen sabor el viejo este… – volvió a decir mientras se sobaba sus partes (supongo que le ardían) y al mimo tiempo tomaba el semen que le escurría por la piel y se lo llevaba a la boca, saboreándolo y comiéndoselo… ¡cómo era eso posible!

Luego desapareció dentro de nuestra pequeña habitación, yo me quedé aun con una gran cara de idiota y sin poder comprender nada, ¿qué estaba pasando allí, qué clase de mundo bizarro era ese? No me moví de mi escondite, no me atrevía, mi mente era un cúmulo de caos y confusión, pero por lo menos sí pude comprender algo más o menos bien: mi madre era una prostituta y de eso era de lo que vivíamos.

Pero igual seguía perturbada, temblando, paralizada, sin saber qué hacer o qué decir, nada, por completo conmocionada. Quería salir de la casa y caminar sin rumbo, para no volver jamás, no sé si sentía más ira, tristeza, miedo… o excitación. Pero de pronto algo me devolvió a la realidad:

Beatriz… – una voz masculina me asustó y casi me hace gritar, volteé y me topé con Jorge, mi hermano, , que me observaba con ojos tristes – Bea… – me dijo nuevamente, parecía estar buscando palabras para lo que me tenía que decir – Bea… tu… ¿la viste?

Continuará

Garganta de Cuero

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