Mi ama y yo.

Primer relato de la serie entre Sandra y su ama Arancha.

Mi ama y yo.

Mi nombre es Sandra, tengo 32 años y después de un largo noviazgo con Arancha y llevar viviendo juntas 5 años, hace dos meses decidimos de mutuo acuerdo que a partir de ese momento ella sería mi ama y yo su sumisa.

Arancha tiene 30 años y desde que nos conocimos siempre llevó la voz cantante, cualquier decisión que teníamos que tomar siempre la decidía ella y con el paso de los años se fue creando esta relación de ama y sumisa que hace dos meses decidimos que ya no tendría vuelta atrás.

Desde que soy su sumisa han cambiado muchas cosas, la primera de ellas el trato, ya que no puedo decirle Arancha como hasta ahora sino ama o señora y las veces que instintivamente me ha salido el nombre de Arancha lo he sufrido después en mis carnes, he perdido el derecho a estar vestida en casa y debo estar desnuda incluso cuando tenemos visitas y desde que soy su sumisa tampoco puedo dormir en la cama con mi ama sino que lo hago a los pies de la cama como haría cualquier animal de compañia. A cambio de mi sumisión acordé con mi ama que seguiría llamándome Sandra y no utilizaría otros apelativos como sumisa o esclava.

Hoy es Sábado, me levanto y rápidamente lleno la bañera de agua, echo las sales y preparo la espuma.

  • Señora, ya tiene preparado el baño.

  • Gracias Sandra.

  • Retiro las sábanas y ayudo a mi ama a levantarse de la cama. Le quito el camisón y las bragas y la al cuarto de baño. Le ayudo a entrar en la bañera dándole mis dos manos.

  • Esta el agua a su gusto mi señora?

Mi ama hace un gesto afirmativo con la cabeza.

Le comienzo a masajear todo el cuerpo con mis manos ya que a mí señora no le gusta que le frote con esponjas y después la dejo que se relaje durante 10 minutos más. Cojo la cuchilla y le pido a mi ama que se ponga en pie. Le rasuro el pubis revisando no dejarme ningún pelo y posteriormente hago lo mismo con las axilas y las piernas. Cuando acabo mi señora se toca y comprueba que no he dejado ni un solo pelo, se que en caso de no ser así tendré un castigo por hacer mal mi trabajo.

  • Sandra.

  • Dígame señora.

  • Ahora bajaremos a comprar, hoy vendrá a comer a casa Carmen.

  • De acuerdo mi señora.

Carmen es una amiga de mi señora que viene algunos fines de semana a comer a casa con ella.

Le preparo la ropa a mi señora y cuando la tengo lista, le quito el Albornoz y le pongo en primer lugar las bragas, después el sujetador y una blusa de flores junto con una falda que le tapa la rodilla en color verde.

  • Quiere que le ponga panties o con el tiempo que hace no es necesario, mi ama.

  • No, ya va haciendo buen tiempo, traeme los zapatos y unos pinkies para que no me hagan daño.

Le pongo los pinkies y le calzo los zapatos.

  • Ahora vistete Sandra.

  • Afortunadamente para salir a la calle si tengo derecho a ir vestida aunque tengo prohibido usar ropa interior. Me pongo una falda ajustada y una camiseta de tirantes.

  • Ya estoy lista mi señora.

  • Acercate Sandra que te coloco el collar.

Siempre que salgo de casa, voy con mi collar y correa como si fuera un perro.

Bajamos al supermercado y realizamos la compra. Algunas personas me miran extrañadas cuando ven que llevó una correa atada a un collar en mi cuello pero a mi las miradas de los curiosos ya no me sacan los colores.

Mi ama paga la compra y yo cojo todas las bolsas y volvemos a casa.

Nada más llegar y sin que mi ama me diga nada me desnudo y la acompaño a la habitación donde le quito la blusa y la falda que ha llevado y le pongo una bata de franela. Comienzo a sacar la compra de las bolsas y empiezo a preparar la comida para mi señora y Carmen.

Suena el timbre, abro la puerta y es Carmen.

  • Hola señora, bienvenida. Tampoco puedo llamar a Carmen por su nombre debo dirigirme a ella como señora.

  • Hola Sandra, me alegro de verte.

  • Pase al salón que allí está mi ama, señora. La acompaño hasta el salón y después me retiro a la cocina a continuar preparando la comida.

  • Señoras cuando ustedes deseen puedo servirles la comida.

  • Gracias Sandra, si por favor, puedes, servirnos ya.

Les sirvo la comida y mientras comen me siento en un taburete con un consolador de silicona en el cual debo estar sentada mientras mi ama come. Las primeras ocasiones al introducirlo me costó un poco pero después de dos meses utilizandolo diariamente en la comida y cena de mi señora basta humedecerlo un poco para introducirlo hasta el fondo.

  • Sandra.

  • Si mi señora, dígame que necesita.

  • Mañana salgo de viaje de negocios y estaré fuera 10 días, como no puedo dejarte sola en casa, tengo que agradecer a Carmen el haberse ofrecido para tenerte en su casa durante todos estos días.

  • Gracias señora por hacerse cargo de mi durante estos días, le digo a Carmen.

  • Por favor Sandra, prepara mi maleta y ya está tarde te irás con Carmen. Por supuesto, tendras que tenerle el mismo respeto que a mí, ya que durante este tiempo ella es tu ama y tiene potestad absoluta para hacer lo que crea conveniente contigo.

Me voy al cuarto de mi ama y le preparo la maleta.

  • Mi ama, ya tiene preparada la maleta para el viaje.

  • De acuerdo Sandra, pues vistete y te irás ahora con Carmen.

  • Si mi ama, lo que usted diga.

Me pongo la misma ropa que he utilizado por la mañana para bajar al super y vuelvo al salón.

  • Ya estoy preparada mis amas.

  • Acercate que te pongo el collar y la Correa, dice Carmen, ejerciendo ya de dueña mía.

Mi ama me coloca el collar en el cuello y une la correa.

  • Gracias Carmen por cuidar de Sandra estos días le dice mi señora a mi nueva ama. Se que puedo estar tranquila durante el viaje porque Sandra esta en buenas manos.

  • De nada Arancha, estos días voy a hacer a Sandra una sumisa más aplicada, tendrá algunos castigos que le vendrán bien para cuando te la devuelva.

  • Castigala todo lo que consideres Carmen, tengo plena confianza en ti y si a la vuelta vuelve mucho más sumisa no sabes lo agradecida que te estaré.

Mi señora cierra la puerta y salgo detrás de mi ama que tira de mi Correa.

  • Aquí has estado muy bien Sandra, estos diez días vas a convertirte en una sumisa de verdad.

Bajamos a la calle y caminamos hasta llegar al coche de mi ama. Al llegar, abre el maletero y me dice:

Sube ahí Sandra.

Me subo al maletero y cierra el portón. El coche empieza a andar y tras media hora para, creo que hemos llegado a casa de mi ama.

Mi ama abre el portón del maletero y me dice:

  • Bienvenida Sandra a tu nuevo hogar, vamos a ver si te convertimos en una verdadera sumisa.

  • Gracias mi ama, le digo mientras salgo del maletero. Una vez fuera puedo ver que mi ama vive en un chalet y no en un pequeño piso como mi señora.

Mi ama tira de la correa y se acerca a la puerta, abre y pasamos al jardín. Me suelta la correa del collar.

  • Quitate todo Sandra.

  • Si mi ama, le digo mientras me desnudo.

Una vez desnuda vuelve a sujetarme la correa al collar y me señala una caseta de perro que hay en una esquina del jardín.

  • Mientras estés aquí, como buena perrita dormiras en tu caseta. Ahora, Ponte a cuatro patas como buena perrita y te acerco a ese árbol por si quieres orinar.

  • Mi ama tira de la correa pero yo no soy tan rápida a cuatro patas, cuando llego al árbol, levanto una pierna y orino.

  • Muy bien perrita, dice mi ama mientras me acaricia la espalda y comienza a tirar de la correa hacia la caseta, una vez en la caseta sujeta la correa a la misma limitandome mis movimientos.

  • Descansa perrita que mañana será un día duro.

  • Gracias mi ama por darme cobijo, le respondo.

Se mete dentro de la casa y yo intento acomodarme dentro de la caseta. Se que voy a pasar frío durante la noche pero debo estar agradecida a mi ama por cuidar de mi.

A la mañana siguiente sin casi dormir y con el frío aún en el cuerpo vienen a desatarme.

  • Buenos días mi ama.

  • Buenos días Sandra, ¿que tal has dormido?

  • Muy bien mi ama, gracias por darme un sitio tan cómodo donde pasar la noche.

  • Me alegro que haya sido así porque ahora vas a tener tu primer castigo por ser una mala perrita.

Suelta la correa de la caseta y de mi collar. Coge la manguera y me pega un manguerazo, el agua está helada y me golpea con fuerza por la presión.

  • Date la vuelta perrita.

Así lo hago, mi nueva ama esta incumpliendo el acuerdo de llamarme por mi nombre y me llama casi siempre perrita pero si me quejo será peor el castigo por lo que prefiero no decir nada. Me muevo correteando por el jardín para secarme y entrar en calor.

  • Ven perrita, vamos dentro.

Mi ama me lleva dentro de casa pasamos por el salón y recorremos el pasillo hasta que me hace entrar en un cuarto. En ese momento empecé a ponerme nerviosa al ver que en él lo único que había era un banco de azotes.

  • Bueno perrita, vamos a ver que aguante tienes, aunque tranquila, veras como en los diez días que vas a estar aquí los avances van a ser muy grandes. Acercate y coloque boca abajo dejando las piernas al lado de las patas del Banco para poder atarte.

Primero me ato las piernas, luego echo un cinturón por encima de mi espalda que me sujetaba al Banco y por último ato mis manos a dos salientes al final del Banco en los que me podía agarrar y quedando mis brazos estirados.

En ese momento oi cortar el viento con un látigo que suponía habria cogido mi ama ya que estaba a mi espalda y no podía verla.

  • ¿que es lo que quieres perrita?

  • Quiero que me azote mi ama, será un verdadero placer disfrutar de sus latigazos.

  • De acuerdo perrita, si así lo quieres te haré disfrutar, por favor, cuenta cada latigazo y da gracias a tu ama por ello.

En ese momento un latigazo golpeó sobre mi cachete izquierdo y pegue un grito que creo que se oyó en todo el barrio.

  • No te he oído perrita.

  • Uno, gracias ama por darme todo este cariño.

En ese momento recibí otro latigazo más fuerte que el anterior en el cachete derecho.

  • Dos, muchas gracias mi ama.

Al tercer latigazo creía que perdería el conocimiento y llorando le supliqué que por favor parara.

  • Perrita, hoy será un castigo leve solo llegaremos a los 20 latigazos pero si no los cuentas tendremos que empezar de nuevo.

Enseguida contesté: Tres, gracias ama por mostrarme su cariño.

Cuando llegue al latigazo 20, sentía mi culo al rojo vivo. Mi ama me desató y me llevo del brazo hasta un espejo que había en la habitación para que viera el Estado en el que había quedado mi culo. Cuando lo vi con la sangre a punto de brotar y las marcas de todos los latigazos marcadas a fuego no sabía ni era mayor el dolor físico o la humillación.

  • Aunque ahora te veas el culo en carne viva perrita, veras como mañana lo tienes mucho mejor, mañana recibirás 30 latigazos.

  • No mi ama, por favor, no puedo ni moverme del dolor.

  • Calla, una perra sumisa debe aprender a convivir con el dolor, no vuelvas a pedirme que no te azote o recibirás doble ración.

En ese momento saco de un cajón dos tapones uno para mi culo y otro para mi vagina.

  • Abre las piernas perrita, empecemos por la vagina, dijo mientras le untaba un poco de lubricante. Aguante cuando me lo introdujo sin gemir y enseguida me pidió que abriera bien mi culo a pesar de que lo había lubricado cuando me lo introdujo grité de dolor, no tenía el culo lo suficientemente dilatado.

  • Calla perrita, hoy llevarás estos tapones todo el día, si necesitas hacer algo tendras que pedirmelo así aprenderás a no hacer tus necesidades en cualquier sitio.