Mi Ama y Su Amiga - 9

- Además de todo, vas a ser un cornudo- me dijo Laura

Mi Ama me despertó al día siguiente, en el momento que los ojos se me cerraron de agotamiento. No había dormido nada durante la jornada anterior. El estiramiento de las piernas, el cuerpo inmovilizado, el collar tensándome el cuello, casi ahogándose y la bola y el tanga en la boca, sin dejar que tragase mi propia saliva, fueron suficiente para que el sueño no llegase.

Alba me desató, me dejó totalmemte libre, ordenándome bañarme, apestaba. Me quise levantar pero me fallaron las fuerzas. Caí sentado en la cama. Mi Ama me ordenó ir a cuatro patas. Casi tampoco podía, me temblaban los brazos y las piernas. No me dí cuenta y empece a orinar a medida que avanzaba hacia el aseo. Me percibí de lo que estaba haciendo cuando noté el líquido caliente resbalar por los muslos. Detuve el avance avergonzado y más cuando Alba dijo que era un cerdo, que cómo se me ocurría y me ordenó limpiarlo con la lengua. Cuanto más lamía más grande era el charco. No paraba de mear. No sé el tiempo que estuve lamiendo. El caso es que lo dejé peor.

  • Para y báñate de una vez. Mi madre lo limpiará por tí... Con esto le debes una, perra - y apareció su esclava, con un cubo lleno de agua y una fregona.

Me sentí el ser más feliz del mundo cuando el agua caliente empezó a recorrer mi cuerpo. Me sentí renacer. No quise pensar en nada, solo disfrutar del momento.

Salí del baño desnudo, después de lo que consideré un tiempo aceptable, aunque no suficiente. Me dirigí al salón al encuentro de Mi Ama que me miró sentada en el sofá.

  • Vé a la habitación a cuatro patas, no quiero verte caminando como una persona, solo si te lo ordenamos o vas a hacer algo que lo requiera. Y vístete con lo que he dejado en la cama.

Me encantó lo que ví. Me iba a sentir ridículo, pero no voy a negar que era precioso. Medias blancas con bandas de silicona que se ajusta a los muslos y un uniforme de sirvienta muy sexi. Blanco de cintura hasta el pecho, con cornones negros delanteros que se cruzaban y subían también desde la cintura hasta copas para las tetas que no tenía pero que daban la forma perfectamente y en la cintura incorporaba un corsé. La falda muy corta, hasta en inicio de las nalgas, negra, con un fino volante blanco en el filo inferior. Y un tanga blanco muy ajustado. Me puse delante del espejo y me vestí con las prendas que había preparado Mi Ama. Estiré de los cordones traseros del corsé, reduciendo la cintura, estilizando el cuerpo. Me observé en el reflejo y me excité. Me detuve mirando la cabeza rapada. No me reconocí. Estaba atractivo envuelto en esa maravilla de uniforme y calvo. También me ví ridículo, como siempre que vestía provocativamente en los momentos que me quedaba solo. Intuí que ya no tendría que hacerlo más en privado. Busqué en la habitación y, algo decepcionado, no vi ningún calzado. Sobre una silla había ropa de calle masculina. Me la puse encima del uniforme.

Y fuí al salón, donde me esperaban Mi Ama y su madre. Alba vestía con un ceñido vestido blanco, con un escote sugerente y la falda hasta medio muslo. Zapatos de tacón también blancos. Se adivinaba que no llevaba sujetador, aunque no lo necesitaba, sus tetas eran firmes. Su madre, más discreta, tejanos, camiseta roja, zapatos planos, también sin sujetador, las tetas sugerían los pezones marcados bajo la tela. Para mi tenía preparados unos zapatos negros, planos y...femeninos. Era el toque que definía cómo debía sentirme. Debajo de mi camiseta, abultaban las copas de las tetas que no tenía.

  • Nos vamos a casa -. Mi Ama rompió el silencio -. Tienes que conocer mejor cómo es tu perrera - se dirigió a mi -. Volveremos más tarde, para el postre con los invitados de Ale.

Me puse al volante del coche y fuimos a la casa de Alba. Nada más entrar me ordenó quitarme la ropa masculina y a su madre desnudarse. Tampoco llevaba bragas. A cuatro patas fuimos detrás de ella. Abrió una de las puertas.

  • El uniforme lo utilizarás solo para las tareas domésticas, para salir a la calle o cuando te lo ordene. El resto del día estarás desnudo, solo con este collar, te acostumbrarás a llevarlo siempre - y me lo colocó rápidamente. Era de color rojo, de piel, ancho, sin ningún detalle, salvo una argolla -. Para los momentos de descanso, lo haras ahí - señaló un taburete alto, con el siento inclinado hacia delante y del que salía un considerable dildo. A unos 30 centímetros del suelo, unos travesaños de madera unían las patas en los que tendría que apoyar los pies. En ellos había unos brazaletes de piel negra para sujetar los tobillos a cada lado del taburete , o como castigo o " simplemente porque me apetezca " -. En el otro rincón de la habitación había uno igual al que acaba de ver -. Esta es tu perrera, la compartirás con mi madre.

En la habitación no había más muebles. La decoración se terminaba con dos ásperas alfombras en el suelo. Una de ellas estaba usada, entendí que por la madre de Alba. Pensé que se habían terminado mis noches de dormir en una cómoda cama. Aunque aún no sabía que eso sería unas noches más tarde. Ordenó a su madre que preparase mi asiento y me acomodase en él. Su esclava tomó un bote de lubricante del suelo, embadurnó el dildo con él y a una indicación suya avancé hasta el taburete. Puse los pies en los travesaños y me fui sentando sobre la polla de goma, presionando para que entrase la punta, tensándome y dejando escapar una queja. Alba sonrió. Su madre continuó sujetando los tobillos a los brazaletes, cogió mis manos y las ató juntas por la espalda, tensó la cuerda y la unió al travesaño trasero. Tenía pocas posibilidades de moverme, pero Mi Ama las limitó más con unas cintas anchas y largas atando los muslos a la parte superior del taburete, siguió envolviendo hasta las ingles.

  • Ahora sí. Pronto me llegará un brazo articulado para que te folle el culo ahí, sentadito -. Pensó algo un segundo -. Pero que poco considerada soy -. Salió de la habitación para volver enseguida con unas pinzas metálicas en las manos, seguida del perro que quedaba en casa. Colocó una pinza en cada pezón, de las que colgaba un peso de plomo, dejándolos caer. Pensé que no dolía tanto. Iluso. Cuando pasaron unos minutos los pezones notaban como agujas estirando de ellos.

El perro se acercó a su madre, subiéndose a una de sus piernas. Lamiéndole las ingles.

  • Vaya, parece que te echaba de menos, mamá - río. Su madre se puso a cuatro patas, acercando su cara a la del perro. Se olieron -. ¿ Cuánto hace que no te pones las feromonas, mamá ?.

  • Hace días Ama.

  • Entonces es que sabe que estás en celo. ¿ Lo estás ? -. La miró seria.

  • Sí Mi Ama, Su perra está en celo.

Le ordenó complacer al perro. Su madre sabía que tenía que acercar el culo al hocico y dejar que la olfatease para, más tarde, lamérselo o permitir que la lengua le recorriera el coño.

  • Mamá, ¿ Cuánto hace que no te folla una persona ? -. Interrumpió el cortejo con el perro.

  • No recuerdo, hija.

  • ¿ Te gustaría ?.

  • Claro.

  • A lo mejor podrás hacerlo más tarde con ésta otra raza - me señaló con un gesto de cabeza -. Aunque la tiene mucho más pequeña. No sé si notarás algo, mamá - volvió a reir.

  • ¿ Eso importa, hija ?.

Para entonces, empezaba a notarse el dolor en los pezones. El culo, lleno, empezó a admitir el dildo que lo llenaba. Deseaba que se moviera dentro o poder moverme yo.

  • ¿ Tú querrías follar el coño de mi perra, lleno de leche de un verdadero perro ? -. Lo preguntó con recato, con una irónica modestia que, solo pensarlo, bajó toda mi lívido. Pensé en responderle con sinceridad, pero ¿ era lo que esperaba de mi ? -. Contesta, mierda.

  • No, Mi Ama. No querría hacerlo.

  • Vaya... un perro al que le da asco la leche de otro perro -. Hizo ver que pensaba -. Mamá, ábrete las nalgas y abre la puerta del culo.

  • Alba, sabes que me lo destroza -. Miró suplicante a su hija, quien se acercó a ella, la tomó del pelo y le dió una bofetada que le hizo saltar las lágrimas.

  • Lo tendrías que haber pensado mejor, antes de que te pillase con aquella pendona por skype. ¡ HAZLO !.

Su madre me miró resignada, estiró los brazos y llegó con las manos a las nalgas. Las abrió.

  • Apoya la cabeza en el suelo, estúpida -. Alba me miró a los ojos -. Tienes que saber que esto es por tu culpa. Si hubieras dicho que sí lamerías su coño lleno de leche de otro perro, su culo estaría tranquilo -. Mientras terminaba de decirlo, el perro ya estaba llenando el culo de Su madre, quien lloraba, creo que no tanto por el dolor, si no por la humillación de sentir profanado el culo por un perro.

Estaba decepcionado conmigo mismo. Yo había provocado la vejación de aquella mujer.

  • Pero no sabes que cuando la folles la leche del perro mojará tu pollita mientras sale del culo. Y con ello, también la meterás en el coño de mi madre, estúpido cerdo -. Callé -. Las decisiones que tomes pueden afectar a otras personas -. No acaba de aprender lecciones durante esos días. Las cosas no eran solo como yo las veía.

  • Alba, si es por mi culpa, ¿ por qué no me castigas a mi ? -. Me armé de valor y lo solté, así. La torpeza podía conmigo y era injusto que Su madre sufriera por mis errores.

Mi Ama se acercó a mi taburete, desafiante. Cogió mis huevos con Sus manos de diosa y los apretó sin compasión.

  • Ibas a tener tu parte, cerda. Te lo he explicado...pero no tienes ni idea de lo que es esto. Lo que acabas de hacer dice mucho de tí, más de lo que imaginas - retorció los huevos, se le daba muy bien. Pensé que los iba a reventar -. Levante, vistete con tu ropa de hombre y sal de mi casa -. Soltó los huevos, todas las sujeciones que me inmovilizaban, se dió media vuelta y le dijo a Su madre que cuando terminase el perro fuese en su busca.

  • Mi Ama.. - susurré cuando pude tomar aliento.

  • ¡ Fuera !. Ve a casa de Ale. Voy a hablar con ella para decirle que no me sirves.

No entendía nada esa reacción desproporcinada. A la mierda pensé. Me vestí y fuí a casa de Ale, a mi casa.

Miles de cosas pasaron por mi cabeza. No conseguía ponerles orden. Bueno solo a una cosa. Lo había estropeado todo.

Entré en casa sin hacer ruido. Ví a Ale y Laura animadas, comiendo con dos hombres que se adivinaban fibrados, por no decir musculados, bajo las ajustadas camisetas. Abrí la puerta de la habitación y me senté en la cama.

  • ¿ Qué coño haces aquí ? - preguntó Ale entrando en la habitación. Intenté explicarle lo que había pasado con Alba.

  • Verás hija...

  • ¿ Hija ?. ¿ No te quedó claro ?. No eres mi padre. Me da igual lo que ha pasado con Alba. Conmigo no ha cambiado nada, cerdo.

  • Pero Ale...

  • No lo has entendido nunca. Al final vas a resultar un pajillero - me ofendió -. Vaya, si tienes orgullo. A ver hasta dónde llega -. Se acercó -. Desnúdate.

  • Ale...

  • ¡ Que te desnudes, coño ! -. Uno de los hombres abrió la puerta, preguntando si pasaba algo.

  • No pasa nada - respondió. Ale le miró y le dijo que se retirase, que ya lo solucionaba ella.

  • ¿ Y bien ? - preguntó. Me desnudé, aún no sé por qué. Mi polla estaba dura, palpitando delante de ella -. ¿ No estarás pensando en volver a follarme ?. No vas a tocarme más, cerdo. Acuéstate en la cama, hacia abajo -. No hace falta decir que lo hice, derrotado por mi falta de arrojo. Y porque necesitaba vivir en la sumisión de los últimos días. Ale cogió unas cuerdas que utilizó para atarme los tobillos, otra las manos a la espalda. Dobló mis piernas y las ató a la muñecas, puso un cojín debajo de las ingles, levantando el culo. La cabeza apoyada en la cama y se fué después de decirme que así no molestaría. Parecía que estaba condenado a virvir atado.

Pasó un rato hasta que llegó Alba. Oía cómo se saludaban y hablaban. Resonaban las voces masculinas, aunque desde la habitación no podía entender lo que decían. Las risas llegaban con claridad. Se movían por todo el salón. De pronto aparecieron Ale y Alba. Me observaban desde la puerta, sonrientes, cogidas de la cintura.

  • Así es como lo querías, ¿ no ? - preguntó Ale.

  • Perfecto. Ha salido como esperaba. Incluso mejor. Le tendrías que haber visto intentando defender a mi madre. Y lo pronto que se ha amilanado. Y ahí está el muy cerdo -. Se besaron -. Pronto la segunda parte - concluyó Alba.

En ese momento me di cuenta de que lo tenían preparado. No sabía lo que estaban haciendo ni hasta dónde querían llevarme. Lo cierto es que, además de incómodo y humillado, estaba intrigado. Y yo que pensaba que Ale me había dejado allí para que no molestase con mis tonterías y poder estar tranquilas.

La comida estaba animada. Debían estar ya por la sobremesa. Intenté estirar un poco los músculos, pero no hice más que empeorarlo. Conseguí que las cuerdas apretaran un poco más. Empezaron a moverse por el salón. Los pasos eran constantes.

  • Hola cariño, Ale me ha ordenado que viniera a ver si estás cómodo - me decía Laura, entrando en la habitación -. ¿ Quién te lo hubiera dicho ?. Con invitados en casa y tú aquí, atadito como un cerdo - sonrió. Pasó la mano por mi calva, metió un par dedos en mi boca y me susurró -. Recuérdame, cuando nos dejen hablar, que tengo que contarte algo que no sabes -. ¿ Por qué no ahora ?, pensé. Pero ahí se quedó, en un pensamiento, porque la intromisión de los dos hombres, desnudos, concentró mi atención en ellos. Como suponía estaban musculados, con unas pollas más que decentes, largas y gruesas. Se acercaron a Laura, envolviéndola, uno por delante y el otro por detrás. Empezaron a acariciarla sin pudor encima del sugerente vestido, restregando las pollas por el coño y por el culo. Me dedicaban alguna mirada sin prestarme atención. El vestido dejó al descubierto los hombros y enseguida aparecieron las tetas, sin sujetador. Unas manos desde atrás las tomaron y pellizcaron los pezones. El vestido ya estaba en el suelo, mostrando sus contorneadas piernas envueltas en unas medias sujetas por las tiras elásticas de un liguero. El coño depilado estaba sin cubrir. La mano del que estaba delante lo acaricio metiendo un dedo dentro, empujándolo fuerte hacia su interior. Laura jadeó, sin oponer resistencia. Tomó la cabeza y acercó sus labios a los del hombre besándolo con pasión a la vez que éste la atrajo hacia él por las nalgas.

  • Además de todo, vas a ser un cornudo - me dijo Laura. Ví una expresión de placer que no le conocía. Y se dejó llevar por los dos hombres que la cogieron sin apenas esfuerzo, la colocaron en la cama a cuatro patas. Ella se situó de forma que sus nalgas quedasen ante mis ojos -. Mira bien cómo follan los machos -. Sus palabras me parecieron retadoras. Uno se colocó delante de la cabeza de Laura. La oí quejarse cuando la cogió con dureza del pelo y atragantarse con la polla en la boca, hasta la garganta. Ví las rodillas del otro apoyarse en la cama, separándole las piernas con las suyas. Dirigió la enorme polla al coño y se la hundió hasta fondo de golpe, provocándole otra arcada con la que tenía en la boca. Los gemisos de los hombres llenaban la habitación, mezclados con los jadeos y ruidos guturales de Laura, follada salvajemente por la boca y el coño.

Me asombró que Laura no intentara zafarse de tanta rudeza, de aceptar las embestidas a las que estaba sometida. Lo observaba todo desde mi posición, viendo entrar esa polla en su coño. Una y otra vez, con el fin de hacerme sentir una de las mayores humillaciones que podía soportar mientras la madre de Ale estaba gozando con ello, con el folleteo al que la sometían. Lloré una vez más, consciente de que lo habia perdido todo. De que lo de cornudo iba en serio, viendo tan cerca cómo una polla la tiene tan follaba, tan llena. Podía oler el sudor, el flujo de ella, las babas que le resbala de los labios. Sentía su dolor con los azotes que le daba en las nalgas, o el de los pellizcos en los pezones cuando se los retorcía quien le llenaba la boca, ahogándola sin descanso hasta correrse en ella y prohibirle tragar su leche. Pude oler el semen que llenaba su coño y la corrida de Laura, exhausta y oir cómo tomaba aire por la nariz para que no se le escapara la leche de la boca, impresionado por su aguante y no huir de esos dos bestias que me pusieron hacia arriba y me llenaron el culo con una de sus pollas antes de que se pusiera flácida, arrancándome unos gritos que debieron oirse en toda la casa, acallados con la boca de Laura uniéndose a la mía, por la orden de uno de los machos, vaciando la leche que contenía en mi boca, incorporándose y acercando su coño hasta mis labios para que limpiase con la lengua el semen que salía de él, absorviendo cada gota, mirando rendido cómo la tumbaba el otro macho hacia arriba, con sus caderas pegadas a mis mejillas y volvía a follarla azotando sus tetas y estirando de sus pezones, haciendo que se incorporase lo justo para fundirse en un extasiado beso a la vez que las embestidas en mi culo lleno de polla eran mas fuertes e intensas, acelerándonos los cuatro, llenando un coño y mi culo en un orgasmo a tres que pareció hundir la habitación.

Vaciaron mi culo, rebosante de leche y el coño de Laura de semen, me colocaron entre las piernas de ella para que limpiase su coño y se retiraron, sin decir una palabra, igual que entraron. A los pocos minutos, la madre de Ale retiró el coño de mis labios, se bajó de la cama y me dejó solo, sin vestirse y desmadejada.

Notaba cómo salía la leche del culo, resbalando lentamente hacia los huevos, humedeciéndolos. El esfinter palpitaba con suaves contracciones, dolorido por la salvaje follada a la que había sido sometido. Intentaba relajarme cerrando los ojos, buscando esa tranquilidad que no llegaba. Mi cabeza era un torbellino de emociones. ¿ Cómo había podido llegar a eso ?. ¿ Por qué no oponía resistencia a que me hiceran lo que me estaban haciendo, a que me estuvieran anulando y sometiendo a unas humillaciones que jamás hubiera imaginado, aún habiendo deseado vivir sometido como lo estaba siendo esos días ?. Y Laura, participando activamente, sin negarse ni oponerse al uso que le acaban de dar, delante de mis narices, disfrutando de la bestialidad de esos hombres. Quizás incluso había disfrutado más por eso, por hacerlo ante mi, gozando de la vejación de tenerme viéndolo todo, con esas pollas y su coño penetrado tan cerca que podía respirarlo en mi misma piel, con mi culo lleno de polla y semen de un macho al que no conocía y que me había tratado como a un gusano, que por otro lado era en lo que me estaban convirtiendo.

Adoré a Laura, por su entereza y comprender en lo que me estaba transformando, en lo que ella misma se estaba convirtiendo. Aunque también tenía celos, me desesperaba ver, haber visto el uso al que podía ser sometida sin que para nada contase ni se tuviera en cuenta mi opinión, ni siquiera mis sentimientos. Me dí cuenta que era eso lo que buscaban, lo que tenía merecido.