Mi Ama y Su Amiga - 7

Ale se subió a la cama con las piernas abiertas, mirando a Alba, dejando la cabeza de su madre en medio de sus rodillas.

Esa noche Laura no vino al salón. Se quedó dormida sin quitarse la venda de los ojos. Imagino que no tuvo energía para hacerlo.

Ale se fué a su habitación después de esperar un rato sin importarle mi presencia a su lado. Como no sabía qué hacer opté por dormir en el sofá, desnudo y marcado por los tacones de Alba.

La misma Ale me despertó estirándome de los pezones para que le preparase un café con leche y unas tostadas y ordenándome que fuese a ver cómo dormía Su madre. La encontré prácticamente igual que la dejé por la noche, salvo que las piernas colgaban del borde de la cama, sin llegar a tocar el suelo. Los ojos seguían cubiertos. Aún respiraba profundamente. Ver cómo se movían sus pechos y el coño a la vista me excitó inmediatamente.

Cuando volví al salón, Ale estaba terminando su desayuno y hablando por teléfono con Alba.

  • Sí, ven a casa lo antes posible. No vas creer lo que verás cuando llegues -. Terminó la conversación y me señaló el suelo junto a ella.

  • Parece que a mi madre le ha gustado lo que le pasó anoche. Vas a ir a la habitación, la atas igual que anoche y le colocas esa mordaza que tan bien guardada tienes -. La miré sorprendido, aunque bajé la mirada enseguida. Estaba seguro de que iba a negarse, que querría tener un día de descanso y, si era el caso, hablar sobre si le había gustado lo que había vivido la noche anterior. Por otro lado era obvio que lo había disfrutado -. Cuando hayas terminado, te arrodillas en la puerta de entrada a casa y besas los zapatos de tu Ama en el momento que le abras la puerta -. Se levantó y fue a vestirse para recibir a Alba.

Miré a Laura detenidamente. Estaba relajada. Sus tetas subían y bajaban con su pausada respiración. Una tenue sonrisa se dibujaba en sus labios. Era feliz. Moví una de sus piernas, aún envuelta en la media, con cuidado de no despertarla.

  • ¿ Qué haces, cariño ? - susurró -. ¿ No fué sufuciente ? -. Me quedé parado. ¿ Y si se negaba ?.

  • Claro que sí Laura. Solo que esto continúa -. Le miré a los ojos vendados. Deseé que le hubiera encatado.

  • ¿ Sabes ?, pensaba ¿ por qué no lo hemos hecho antes ? -. Era el aliento que necesitaba.

  • Laura - susurré -, esto es solo el principio. ¿ Quieres seguir descubriendo ?.

  • Claro. Ha sido maravilloso. Nunca te he sentido tan intenso.

Ahí pensé que mi mujer había estado necesitando el fuego del sexo sin tabúes, el sexo de descubrimientos, sin represiones ni convencionalismos.

Até las dos piernas como la noche anterior. Aseguré la venda y le puse la mordaza de goma que tenía escondida en un rincón para mis juegos. La admiré una vez más, casi acariándole los pezones, tomé aire, amé como no recordaba a Laura y me dirigí a situarme detrás de la puerta de entrada a casa.

Alba tardó una hora en llegar desde la llamada de Ale. Besé los zapatos de Mi Ama sin decir una palabra. Cuando iba a cerrar la puerta entró su madre y se dirigió a la cocina. Alba me puso un collar ancho de cuero ordenándome seguirla al salón a cuatro patas donde la esperaba Ale. Después de oir lo que había pasado por la noche y que Laura no había salido de la habitación, sin quitarse la venda de los ojos, durante todas esas hora, Mi Ama acarició las mejilla de Ale.

  • Ale, eso es bueno - dijo.

  • Tan bueno que vamos a seguir desde ya. Ahora está exactamente igual que anoche y, además, con una mordaza que no se esperaba. Por lo que parece, no se ha resistido - explicaba Ale. Se las notaba entusiasmadas por las perspectivas de los acontecimientos -. Has hecho bien en venir con tu madre, hará la comida mientras seguimos avanzando.

Hablaban entre ellas como si no hubiera nadie más en casa. Yo estaba entre las dos, aún a cuatro patas. Alba metió la punta de su zapato en mi boca. Lo alojé dentro casi llegándome a la garganta, preguntándome qué tenían pensado.

Fueron a la habitación llevándome con ellas. Alba, al ver a Laura, dijo que le parecía increible lo que estaba viendo, mirándome con esa intensidad de quien sabe que todo está a sus pies. Me puso el dispositivo de castidad y me dejó lamiendo el coño de Laura. Noté cómo Mi Ama tocaba mis huevos y los envolvía en un lazo con un cordón. Llevó mis brazos a la espalda, haciendo que cogiera la muñecas con las manos, tensó el cordón de los huevos y lo sujetó a las manos, pasándolo entre las nalgas. Mi Ama se desnudó, igual que lo hizo Ale y se besaron intensamente entre los gemidos de Laura, amortiguados por la mordaza de bola, llegando a un orgasmo moviendo sus caderas hacia mis labios. Alba aprovechó esa intensidad retirando mi cabeza del delicioso coño y le metió la enorme polla hasta el fondo dejándola dentro, sin moverse, cogiéndome de los pelos, arrodillado, y dirigiendo mi lengua a su culo, moviéndola a un lado y otro de las nalgas, hasta que la lengua encontró su entrada anal. Separó las nalgas con Sus manos y me dejó ahí, degustándola y ofreciéndome la humillación de saber que se estaba follando a Laura a la vez que me tenía saboreando uno de Sus bienes más preciados.

Su polla entraba y salía despacio, disfrutando el interior mojado en una pausada follada que transmitía a mi boca, a la lengua que entraba y salía del culo de Mi Ama. Laura no paraba de gemir, de respirar profundamente, de tomar conciencia de que las limitaciones de las ataduras, la venda y la mordaza la estaban extasiando, gozando de la polla que la llenaba.

Ale se subió a la cama con las piernas abiertas, mirando a Alba, dejando la cabeza de su madre en medio de sus rodillas. Colocó una pinza en cada pezón, bajó despacio las caderas, retirando a la vez la mordaza.

  • Pero qué... - intentó decir Laura entre suspiros, alterada, hasta acallarla con su coño depilado, moviéndolo entre los labios de su madre que por instinto empezó a lamer, invadida por un placer desconocido para ella y tan devorador como no había vivido.

Alba se agarró a los muslos de Laura y empezó a acelerar el ritmo de la follada, acercando y alejado su culo de mi boca. Los gemidos llenaban la habitación. El placer la invadía y la madre de Ale volvió a correrse levantando y empujando la cabeza hacia el coño de su hija, metiéndole ya la lengua dentro, saboreando el sabor de una diosa. Ale movía el pubis en un frenético folleteo de la cara de su madre, llegando a un intenso orgasmo. Mi Ama terminaba de correrse en el coño, empujando salvajemente su pubis sin retirarse de ella y follada por el culo con mi lengua.

Alba sacó la polla, acercó mi lengua al coño de Laura y lo lamí limpiando la leche que salía de él.

Ale bajó de la cama, retiró las pinzas de los pezones y los lamió y mordisqueó. Alba avanzó hasta la cabecera de la cama, se subió en ella y, sin mediar palabra, le metió la polla en la boca hasta que la dejó limpia y salió de la habitación. Ale soltó los pezones, le puso de nuevo la mordaza y, retirándome del coño de Laura, colocó la mordaza en la boca de Su madre y también salió, llevándome con ella inclinado hacia delante por la tensión del cordón.

Escuchaba a Laura gemir, moverse lo que podía en la cama, gozando del placer que había sentido, intentando calmarse por lo que no sabía que había pasado.

  • Ahora la desatas, le retiras la venda y la mordaza y le das un baño reparador, recorriendo todo su cuerpo. Le pones crema por todo el cuerpo, sin entretenerte en esas zonas que tanto te gustan y la vistes con la ropa que he dejado en el baño. Recuerda que es mi madre y como tal tienes que tratarla. ¿ Está claro gusano ?.

  • Sí Ale - respondí mientras volvían a besarse sin reparos delante mío.

  • Sí Ama - me corrigió dándome una de sus bofetadas.

  • Sí Ama - me corregí.

Me desataron los huevos, las muñecas y me ordenaron entrar en la habitación a cuatro patas.

De rodillas delante de Laura dediqué unos segundos a disfrutar de su aroma, a dejarme llevar por ese perfume natural que me invadía con la fuerta de un tornado. Sentí la presión de la polla dentro de la jaula de castidad. Por momentos mi pene tomaba vida con más anergía, aunque era evidente que todo quedaría en una placentera frustración. Acerqué las manos a sus tobillos y le liberé cada uno de ellos, después las rodillas y el cinturón. Suspiró por sentirse libre, dejando caer las piernas por el borde de la cama. Le desaté las muñecas y bajó los brazos despacio, tensando los músculos entumecidos. Me miró brevemente, bajando la mirada a sus tetas que aún lucían unos pezones duros. Y terminé retirando la mordaza a la vez que ella movía la mandíbula a ambos lados y abría y cerraba la boca. Cerró los ojos en expresión de alivio y dejó descansar los brazos a cada lado de su cuerpo. Me incorporé, la tomé en brazos y la llevé al baño, dejándola reposar sobre un taburete que estaba situado al lado de la bañera. Abrí el agua caliente y, mientras llegaba el líquido a tomar buena temperatura, le quité con mucha delicadeza las medias y el liguero. Toqué el agua. Ya estaba a una temperatura perfecta. Tapé el desagüe, tomé de nuevo a Laura y la deposité con mimo dentro de la bañera.

Recorrí cada centímetro de su piel mojándola de agua caliente. La enjaboné, pasando las manos por las tetas, el cuello, ingles, coño, piernas, culo. No dejé de suspirar cada uno de sus poros. Mojé su cabello, moviéndolo entre mis dedos, repartiendo el jabón por la cabeza. Me miró agotada.

  • Me has vuelto loca - dijo -. Nunca me habías hecho nada igual. Hubiera estado corriéndome eternamente.

  • Ha sido increible, Laura - le dije.

Cogió mis manos y me miró fijamente. No pude contener su mirada.

  • ¿ Qué me pasa ?. ¿ Qué estoy haciendo ? -. Soltó mis manos y, antes de dejarse llevar añadió, mirando el dispositivo de castidad que presionaba mi polla -. No has sido tú -. No la entendí -. No me has follado tú - volvió a mirar el dispositivo -, con eso no podrías... y era más grande, más gorda, más dura.

  • Laura... - me interrumpió cuando quería explicarle.

  • Y tampoco tienes coño. Tampoco has sido tú -. Casi no le salía la voz, apenas podía oirla. Dejó que terminase de bañarla, de acariciar con el agua caliente su cuerpo.

La ayudé a incorporarse para cubrirla con una toalla y secarla. Le ofrecí la mano para que saliera de la bañera. La tomó con delicadeza. Me arrodillé para secarle las piernas y los pies.

  • Es precioso, ¿ no crees ? - preguntó mirando la ropa que Ale había dejado preparada -. Me la regaló ayer. Dice que eso ayudará a tener más finales felices - y sonrió agotada.

Hasta ese momento no había visto las prendas. Ni siquiera pensé que pudiera ser algo tan provocador.

  • ¿ Me ayudas a ponérmelo ? - preguntó. Salí del ensimismamiento y cogí las medias negras con elásticos de silicona en los muslos y las deslicé por su piernas, aprovechando para acariciar su suave piel. Tomé el tanga negro y se lo puse delicadamente cubriendo su depilado puvis. " También es idea de Ale. ¿ Te gusta ? ", dijo apoyando su mano un segundo en mi cabeza. No respondí. Claro que me gustaba, claro que me ponía a mil. Maldita sea. Cogí el corsé de piel roja que no cubría sus adorables tetas, envolví su cuerpo con él, lo ajusté ciñéndolo a la cintura con las tiras traseras y admiré su figura desde atrás, explayándome en su redondo culo. Estaba extasiado de tanta belleza.

  • Falta algo, cariño -. Me sorprendió con su dulce voz. Miré hacia donde miraba ella y vi los zapatos negros de fino tacón. Se los puse y, desde abajo, admiré las estilizadas piernas que tantas veces había visto y desaprovechado. ¿ Podría echarme atrás ?. ¿ Decir que había aprendido pero que se había terminado ?. ¿ Sería capaz de ponerme en mi sitio y hacer lo mismo con Ale y Alba ?. No me engañé más. No, no y no. No quería hacerlo, no quería que Laura dejara de ser lo que había empezado a ser. Ni que dejara de pertenecer a su hija. Y de todas formas, tampoco estaba tan seguro de que Laura quisiera terminar lo que había empezado la noche anterior. Nunca había tenido tanto placer, ni la había visto tan feliz, ni con esa sonrisa que la iluminaba, que la hacía más atractiva y sexual de lo que había estado jamás. Estaba agotada, pero eso la hacía más apetitosa, más viva. La convertía en la venus que te pasa por delante y que sabes que nunca estará en tus brazos, ni saborearás sus labios, ni sus caricias serán para tí.

  • ¿ Me vas a decir quién ha sido ? -. Se agachó besándome la frente -. Ya sabes, la polla y el coño, cariño -. Su mirada seria me dejó helado -. Ahora solo me llamas Laura, nada de cariño, cielo y esas cosa. Y no sé por qué. A Ale no le llamas hija, la mencionas por su nombre. ¿ Pensabas que no me he dado cuenta ?. No sé qué pasa ni por qué, pero merezco una explicación, ¿ no crees ? - y volvió a sonreir como unos instantes antes -. Anda, vamos al salón.

Me incorporé a punto de decirle quién nos esperaba allí. Pero como fué ella la que lo propuso, preferí callarme.

La madre de Ale llegó la primera. Se quedó parada en la entrada, mirando a las dos.

  • ¿ Que hacéis aquí ? - preguntó desconcertada -. Pensaba que no había nadie.

  • Estamos descansando, mamá.

Laura me miró, una vez más, buscando una explicación. Miré al suelo. Había intentado imaginar ese momento, aunque nada se parecía a lo que estaba sintiendo.

  • Mamá, ven y siéntate aquí - señaló el sofá, entre ella y Alba -. Estarás más cómoda.

Laura volvió a mirarme y se adentró en el salón. Se sentó entre su hija y Mi Ama, aunque podría haberlo hecho en cualquier otro sitio o haberse dado media vuelta y salir, pasando por mi lado sin hacerme caso.

  • Estás irresistible, mamá. Ya te dije que así descubrirías lo importante que eres -. Dejó caer su mano sobre la rodilla de su madre.

  • Desde luego estás preciosa, madre de Laura - intervino Alba -.

Laura miró a las dos, nerviosa, tensa.

  • ¿ Habéis sido vosotras ? - preguntó dudosa.

  • ¿ A qué te refieres, Laura ? -. Respondió de nuevo Mi Ama, apoyando su mano en la otra rodilla de la madre de Ale.

Entré en el salón, me miraron las tres. Alba me ordenó, sutilmente, que esperase en un rincón que quedaba detrás del sofá.

  • Mamá, habla con libertad. Sabes que queremos lo mejor para tí.

Y Laura se soltó. Estaba con las tetas al aire, mostrando los pezones duros, sintiendo el calor de las manos de Ale y Alba acariciando sus rodillas, por momentos los muslos. El corsé la hacía presentarse erguida, más tentadora con los pezones erectos.

  • A que habéis sido una de vosotras a la que he lamido el coño - miró a Alba.

  • Pues no - dijo enseguida Mi Ama -. Imposible.

  • Mamá, no ha podido ser Alba. Pero antes, di la verdad, ¿ te ha gustado ?.

  • Sí - tardó unos segundos. Pensó qué tenía decir -. Mucho. Pero si no ha sido Alba....

  • Y ¿ por qué no preguntas quién te ha follado ?, mamá. Y no des por supuesto cosas que no sabes.

  • Hija, todo esto me tiene confundida - las manos de las dos le llegaban a las ingles -. ¿ Qué quieres decir ? - la respiración era acelerada.

  • Mamá, has comido el coño de tu hija - esperó la reacción de su madre -. Te lo voy a explicar todo para que lo entiendas. Movían sus manos entre los muslos y las ingles.

  • ¿ Y la polla ? - interrumpió Laura, sin esperarse lo que iba a ver enseguida.

Alba retiró la mano de su muslo, tensó el cuerpo, ayudándose de las piernas, se levantó la falda del corto vestido, metió la mano dentro del tanga y sacó el pollón. Cogió la mano de Laura y la llevó a su polla, haciendo que la cogiera y notase cómo se endurecía.

  • ¿ Aclaradas tus dudas ? - miró a Laura fijamente a los ojos, aunque ella solo admiraba el tamaño de la polla que envolvía con su mano.

  • Sigamos, mamá. El culpable de todo esto es ese que está en el rincón - y le explicó todos los detalles -. Así que ya ves. Tu ya sabías que le gusta ser sumiso - continuó -, pero no sabías que ha tenido amas, sin que lo supiéramos ninguna. Hasta que Alba lo descubrió por casualidad. Y ahí está el muy cerdo. ¿ Entiendes ?.

  • Creo que sí -. Laura no se dió cuenta que estaba pajeando la polla de Alba.

Mi Ama me ordenó ponerme de rodillas delante de Ella y hacerle una mamada a la vez que Laura, absorta en lo que Ale le explicaba, le masturbaba.

  • Entonces, tu padre ... -. Ale le interrumpió.

  • A ver, mamá, ¿ mi padre me hubiese lamido las tetas ?.

  • No, claro que no, hija.

  • Mi padre, ¿ me lamería los pezones ?.

  • No.

  • Mi padre, ¿ me morrearía ?.

  • No, Ale, no.

  • ¿ Me lamería el coño y el clítoris ?.

  • No - noté su mirada en la nuca.

  • Acaso ¿ mi padre me follaría ?.

  • No - tardó más tiempo en responder.

  • Tú lo has dicho, no es mi padre -. Sin esperar respuesta continuó -. Siempre vas a ser mi madre y, si quieres, viendo lo que has disfrutado desde ayer y lo que vas a hacerlo desde ahora, descubriendo tanto placer y haciendo cosas que ni te imaginas... eres mi esclava.

La polla de Alba entraba y salía de mi boca, me atragantaba por momentos. La mano de Laura la recorría entera, descapullándola para que lamiese ese capullo que tanto placer sentía.

  • Mamá, solo te lo voy a preguntar una vez, ¿ estás dispuesta a ser mía ?. Imagina todo lo que eso significa y reponde.

  • ¿ Siempre va a ser así ?.

  • Sí, pero también habrá cosas que no te gusten.

  • Pero, ¿ será así ?

  • Sí.

  • Entonces quiero ser tu esclava, hija... Solo una cosa.

  • Dime.

  • Tu padre...¿ volverá a tocarme ?.

  • Probablemente no, aunque eso depende de Alba, recuerda que es suyo.

  • Está bien, Ale. Seré tuya.

El silencio llenó la sala. Seguí mamando polla. Laura la soltó justo en el momento que llenaba mi garganta de su leche, derramándose por mis labios.

  • Muy bien, mamá. Irás aprendiendo a servirme, a obedecerme. Tienes que saber que no tienes nada, que todo lo que tienes y has tenido es mio. Vestirás como y con lo que te ordene hacerlo. Tus cuentas, tus gastos los controlaré yo. Eso solo como anticipo -. Entró en el salón desnuda la madre de Alba, aún con algunas marcas en su cuerpo y a las que Laura no pudo evitar mirar -. Lucirás marcas similares - añadió su Ama al darse cuenta de lo que su madre observaba asombrada -. Es la esclava de Alba. Ahora, cómeme el coño, hazlo tan bien como antes, perra - añadió desnudándose ante su hija, pinzando sus duros pezones con los dedos para hacerla arrodillar. Volvió a sentarse en el sofá, abriendo las piernas, cogió la cabeza de Laura con las manos y llevó los labios a su húmedo coño.

Mi Ama se levantó del sofá, me cogió del pelo y me ordenó lamerle el culo, delante de Laura, quería hacerme sentir lo insignificante que era ante quien había sido mi esposa y, a la vez, demostrar que le pertenecía. Ordenó a su madre arrodillarse ante ella y meterse la polla hasta la garganta.

  • Dejarme limpia la polla y el culo, putas - dijo alzando la voz.

Los gemidos de Ale empezaban a llenar el salón, junto con los suspiros de su madre que notaba la presión de las manos de su Ama sobre la cabeza, dirigiendo la lengua al clítoris o follándole el coño, según le indicaba su hija.

Mi lengua recorría el culo de Alba, incidiendo en la entrada, dedicando la dureza de la punta en entrar y disfrutar del regalo de su caliente trasero en mi boca. Su madre agarraba las nalgas de Mi Ama, separándolas para mi, a la vez que la polla entraba y salía empapada por las babas de su esclava, hasta se retiró, dejándome con la lengua fuera y a su madre babeando a escasos centímetros de mi.

  • Besaros y disfrutar de los sabores de vuestra Ama, putas - nos ordenó Alba. Se acercó a Ale, dándole un profundo beso a la vez que se corría en la boca de su madre, apretando más la cabeza hacia su coño.

  • Poner la mesa y servirnos a las tres - ordenó Alba.

Ale pellizcó de nuevo los pezones de Laura y la sentó a la mesa, en medio de Ella y Mi Ama. La mesa estaba servida y las tres empezaron a disfrutar de la comida que había preparado la madre de Alba. Hablaban y sonreían sin tabúes. Hasta que Ale puso una pinza metálica en un pezón de su madre y Alba hizo lo mismo en el otro. Entre bocado y bocado, cada una estiraba de una pinza, despertando gemidos en Laura.

  • Hija...por favor...

  • ¿ Qué pasa mamá...no te gusta ? - preguntó Ale, tocando su mojado coño retirando el tanga -, porque esto no dice lo mismo - terminó diciendo metiendo dos dedos empapados en la boca de su madre.

Estaba de rodillas en un rincón del salón, la madre de Alba en el otro, a la espera de alguna orden, cuando Mi Ama se levantó, vino hacia mia y me puso enfrente de su madre, juntando nuestros cuerpos arrodillados, sus tetas contra mi pecho. Cogió una larga cuerda y envolvió nuestros cuerpos con ella, desde los muslos hasta los hombros. Cogió dos palas de madera de la cocina, le entregó una a Ale y otra la sujetó ella. Y empezaron a azotarnos las nalgas, Alba a mi y Ale a la madre de Alba, ante la sorprendida mirada de Laura.

  • Esto también lo disfrutarás tú, mamá - le dijo a su madre, explorando la reacción de Laura.

Así estuvimos el resto del día, unidos por las cuerdas, mientras Mi Ama y Ale, hablaban y exploraban la sumisión de Laura, besándose, lamiendo, mordiendo pezones, follando a la nueva esclava, haciendo que ella se dejase llevar para tenerla a sus pies, abierta a aprender y descubrir una vida que no se imaginaba.

Esa noche dormí en la cama de matrimonio. Bueno, si se puede decir dormir. Nos llevaron a Laura y a mi a la habitación. Nos ordenaron poner de rodillas sobre la cama, frente a frente, nos ataron los tobillos, los muslos y los brazos a la espalda, nos tumbaron de costado, aunque en posición inversa, mi boca en su coño y mi polla, libre del dispositivo de castidad, en su boca. Nos ataron juntos para que no pudiéramos separarnos.

  • Es injusto que mi madre tenga la boca llena y tu esclavo no, ¿ no crees, Alba ? -. Mi Ama asintió poniendo solución a esa injusticia, colocando un arnés bucal a Laura con una polla que llenaba mi boca. Ale lo remató llenando el coño de su madre con un vibrador a media potencia, provocándole tanto placer que empezó a gemir y mover las caderas, follándome la boca con ligeros movimientos provocándome arcada. Alba a su vez, me llenó el culo con otro vibrador, a máxima potencia, haciendo que me corriera en la boca de Laura. Una corrida que era el preludio del tormento que me esperaba esa noche.

  • Buenas noches, zorras, os deseamos una larga noche. - dijo Alba, cerrando la puerta de la habitación para no oir nuestros lamentos.