Mi Ama y Su Amiga - 10

¿Qué quieres hacerle, mamá ?. - ¿Ahora mismo...? Cortarle los huevos

Aquella noche no dormí en casa. Mejor dicho, en casa de Ale. Me desató Alba cuando anochecía. Arrojó la ropa de calle sobre la cama y me ordenó que me vistera. Volvíamos a Su casa.

Al pasar por el salón, dirigiéndonos a la puerta de la calle, observé a Laura tumbada debajo de la mesa en forma de cruz, atada de pies y manos a cada pata, todavía con el liguero, las medias y los zapatos de alto tacón puesto. Tenía una pinza metálica en cada pezón, los dos tensados hacia arriba por un cordón atado a unos de los travesaños que soportaban el tablero de la mesa. Las tetas rodeadas por pinzas de madera. En su boca un aro metálico y lo que me pareció un dildo hundido en ella. Una cuerda atada a las patas inferiores de la mesa y otra, tensada, que subía a su coño unida a una pinza metálica que le pellizcaba el clítoris. Estaba empañada de sudor. El maquillaje estaba corrido por las lágrimas. No ví a su hija. Tampoco a los hombres.

Al llegar a casa de Alba, me desnudé y puse de rodillas, dispuesto a a seguirla a donde me llevase. Antes, estuve lamiendo sus zapatos unos minutos.

  • Vas a descansar durante la noche - dijo abriendo la puerta de la perrera, donde estaba Su madre sobre el taburete. Miré la alfombra pensando que era allí donde descansaría, pero me señaló el otro taburete -. Arriba cerdo -. Me incorporé y en pocos minutos estaba igual que por la mañana, sentado y ensartado por la polla de goma, pies y piernas atadas al taburete y manos en la espalda también atadas al taburete. Me colocó las pinzas con pesos en los pezones, una mordaza de bola y, en esa ocasión, un cordón fuertemente atado a los huevos y estirados hacia el bajo peldaño delantero. Desató a Su madre, ordenándole seguirla a cuatro patas y diciéndole que dormirían juntas en la cama. Cerró la puerta al salir.

Apenas había anochecido y ya me esperaban unas cuantas horas interminables sentado en aquel pedestal. No cabe decir que no dormí. ¿ Por qué tenía que acabar siempre atado de unas maneras que no hacían más que atormentarme ?. Y la habilidad de Mi Ama era tal que sabía cómo conseguir que estuviera ardiendo tanto tiempo, empezando por las mandíbulas, siguiendo por los pezones, el culo, los huevos y todas las extremidades. Esos tiempos tan bien calculados, no hacían más que doblegarme y tenerme pensando exclusivamemte en ese intenso adiestramiento al que me tenía sometido, anulando cualquier otro pensamiento o idea, anulándome a mi mismo.

Al despuntar el alba, la madre de Mi Ama empezó a desatarme, empezando por los huevos que ardieron más al quitar la cuerda que los presionaba. Igual pasó con las pinzas y todo el cuerpo. Bajé como pude del asiento, agarrándome de la mano que la madre me había tendido. Me dijo que limpiase los restos de la polla de goma con la boca. Casi sin poder inclinarme lo hice, saboreando la porquería que se había quedado enganchada de mi interior. Me dijo sonriente y feliz que tenía dos horas para descansar sobre mi alfombra. Salió de la perrera deseándome un buen descanso.

Lo que me había parecido un minuto habían sido dos horas. La madre de Alba me estaba tocando varias veces con un pié en el costado, hasta que reaccioné. Se agachó dejando en el suelo un cuenco con una pastosa comida. No olía mal, pero su aspecto se me vió reflejado en mi expresión de rechazo. Era comida para perros.

  • Será mejor que comas - me dijo -. Alba no quiere que desfallezcas -. Se fué dejándome a cuatro patas. Encima tendría que comerlo sin cubiertos. Empecé a comer intentando no tomar aire cada vez que hundía mi hocico en la comida, aunque pronto estaba también por mi nariz. No comí más de tres o cuatro bocados. No podía más. Con una mano limpié la boca y la nariz. Luego la lamí.

  • Más vale eso que nada - dijo la madre de Mi Ama cuando volvió -. El resto será tu cena -. La miré perplejo. ¿ Qué aspecto tendría eso por la noche ? -. Acompáñame, te voy a indicar dónde y cómo hacemos nuestras necesidades -. La seguí hasta una pequeña terraza cubierta parcialmente por un cristal opaco que ocultaba un recipiente lleno de arena húmeda y en el que había una defecación.

  • Aquí es. Tendrás que ponerte en cuclilla con la manos apoyadas en el suelo, estirando los brazos, de forma que el cuerpo quede ligeramente levantado y a la vista fuera de la mampara -. Me quedé atónito, me podía ver cualquier vecina -. Esa es la idea - dijo adivinando mi pensamiento -, que si alguien sale a su terraza pueda ver lo que estamos haciendo. Te aseguro que es muy vergonzoso... Aprovecha ahora, haz lo que tengas que hacer y vuelves a la perrera. Estuve unos minutos interminables para solo orinar. No paraba de controlar si alguien salía a su balcón. Por suerte, eso no paso.

La madre de Alba me esperaba en la perrera. A mi llegada, me hizo poner en posición de perro y me llevó a hacerme una limpieza. Era un cuarto pequeño en el que había un plato de ducha en el suelo y que iba de pared a pared. No más de 1,20 metros de largo por unos 60 cms. de ancho. Un grifo a medio metro del suelo del que salía un flexo de agua de no más de 1 metro de largo, pensado para que la limpieza no pudiera hacerse de pié. Entré en el plato mientras la mujer cogía el flexo y abrió el grifo del que salió un agua no tan fría como esperaba. Mojó todo mi cuerpo y con una áspera pastilla de jabón, que olía a un fuerte detergente, me enjabonó, incluida la calva. Metió dos desdos en mi culo sin contemplaciones, girándolos dentro, metiéndolos y sacándolos. A continuación limpió los huevos y la polla, que se puso dura. Con paciencia, volvió a aplicarme agua por el cuerpo, reteniendo la salida del chorro en la entrada del culo, hasta que me quejé del dolor que provocaba en mi intestino. Me dijo que saliera del plato y que retuviera el agua dentro. Me secó en el poco espacio que quedaba en el cuarto y me puso el collar rojo.

A cuatro patas volví a la perrera, sintiendo punzadas en el estómago, con el agua que llevaba llenándome el culo. Allí me entregó el uniforme de sirvienta, el tanga blanco, las medias blanca y unos zapatos negros de tacón alto.

  • Cuando te vistas, esperas a cuatro patas.

Me costó lo indecible vestirme. Cuando me agachaba para ponerme las medias las punzadas aumentaban, igual que cuando me puse el tanga. Y no digamos al ajustar el corsé del uniforme. Presionaba tanto la barriga que estuve a punto de vaciarme.

Esperaba a no sabía qué a cuatro patas. Moviéndome constamente por las fuertes punzadas que ya me recorrían el cuerpo, cortándome la respiración por momentos.

  • Espero que mi madre te haya cuidado bien, perra -. Asomó Mi Ama vestida solo con un precioso corsé granate que debaja ver la mitad superior de Sus tetas. Y unos altísimos zapatos negros. Sus nalgas redondas, aterciopeladas, justo debajo del corsé, resaltaba Su culo tan tentador que hubiese sido un sacrilegio lamerlo. En una mano llevaba un plug considerable y en la otra un amenazador látigo de varias tiras. Dejó las dos cosas en el suelo ordenándome poner de rodillas. Se abrió las nalgas inclinándose y me ordenó lamerle el esfinter.

  • Quiero sentir tu puta lengua presionando, cerda -. Me pareció un exquisito regalo y me entregué a complacerla. Soltó Sus nalgas, manteniendo allí mi capeza, empujándola con una mano apretando y moviendo a la vez Su culo en mi cara. Por momentos no podía respirar. Y las punzadas en el estómago no me permitían disfrutar del culo de Mi Ama, además de que no paraba de moverme, lo que provocaba más placer a Alba. Paró haciéndome poner de nuevo en posición perra. Cogió el plug y me advirtió que si se escaba una sola gota la limpiaría con la lengua. Lo insertó en mi culo de golpe. Y claro que se escapó. Y más de una gota. En contra de lo que me esperaba, se rió.

  • Ahora a calentar ese culo de puta. Luego limpias esa mierda -. Y llegó el primer azote con el látigo -. A ver si eres capaz de aguantarlo dentro -. El dolor interior que sentía dentro era terrible. Si no era suficiente con el agua, el dichoso plug llenaba aún más el intestino, presionando aún más, con unas punzadas tan fuertes que sentía náuseas. Calleron no sé cuántos azotes más en mis nalgas que empezaban a arder. Al contraer el esfinter con cada golpe, empujaba el plug hacia dentro, como en un levísimo folleteo. Los retortijones aumentaban por momentos. Y el fuego de las nalgas también, haciendo ya insufrible el mal estar al que estaba siendo sometido. Pero los azotes no paraban, aumentaban en intensidad, como si finísimas heridas se fuesen abriendo. Se me doblaron los brazos un segundo.

  • ¿ Qué haces, idiota ? -. Aplicó más golpes a mi culo, con más fuerza, hasta que lo que eran quejas, gemidos de dolor se convierteron en gritos. Unos azotes más, con más fuerza y paró -. Limpia con la lengua esa mierda -. Señaló lo que se me había escapado antes. Me azotó más mientras lo limpiaba -. Bien. Ve a vaciarte y pobre de ti si te manchas alguna prenda... Mi madre te ha dejado en el balcón papel para que te limpies. Quiero el culo bien limpio de tu mierda -. Salió de la perrera, contoneando Sus adoradas caderas.

Me faltó tiempo para llegar al recipiente donde hacer mis necesidades. saqué el plug casi sin tiempo y vacié los intestinos retorciéndome de dolor. Usé el papel que dejó la madre de Mi Ama y terminé de limpiar el culo.

Volví a la perrera y a esperar otra vez lo que pudiera pasar.

Me vino Laura a la cabeza. La forma en la que se había quedado en casa de Ale, Su Ama. Bueno, ya no sabía si era la casa de su madre o si era de su hija. O ambas cosas. El caso, es que esa imagen me vino como una rayo a la mente. Pensé en si habría pasado toda la noche de aquella forma, bien pinzada, estirada y atada. Me excité con ello y con su cuerpo lleno de sudor, sin poder hablar por la mordaza que le habían puesto. Supuse que fué Ale. ¿ Lo habría soportado ?, ¿ Cómo estaría ?. Tuve remordimientos. Pero los aparté enseguida. Yo estaba donde y como había soñado tantas veces. En otro momento no hubiera hecho ni la mitad de lo que estaba haciendo. Ni hubiera permitido que se lo hicieran a Laura. Sin embargo, todo había sido tan absorvente, embriagador... Y rápido, muy rápido. No había tenido capacidad de respuesta. Laura tampoco. Al final llegué a la conclusión de que no quise tenerla.

  • Mi hija quiere decirnos algo -. La madre de Alba, Su esclava, interrumpió mis pensamientos -. Se puso a cuatro patas y salimos a la vez de la perrera. Mi Ama estaba en su habitación terminando de vestirse. Nos miró orgullosa. Se sentó en la cama ordenando a Su madre que le hiciese una mamada y a mi lamerle los pies mientras nos decía lo que tenía que decirnos.

  • Escuchad con atención, perras. Es algo que quiero que sepáis. Ahora voy a ir con Ale y su madre, tu EXmujer - levantó los dedos del pie que estaba lamiendo, para darme por aludido -. Vamos a decidir qué vamos a hacer con ella y contigo, cerda. Tenemos un par de ideas y queremos ponernos de acuerdo. Como puedes comprobar, ya hemos empezado a disponer de vosotras como querramos -. Gimió y tomó aire con la mamada que le estaba dedicando Su madre. Empujó su cabeza hasta meterla entera en su boca. Movió las caderas, follándola. Su esclava intentó apartarse, empujándole por las ingles. No le sirvió de nada -. Así que vais a estar solas unas horas. O hasta mañana, ya veremos -. Volvió a follar la boca de Su madre, apartándola para correrse en la mía, metiendo Su pollón hasta mi garganta, combinando las arcadas con tragarme la leche que corría hacia mi estómago. Cuando me soltó la cabeza caí al suelo tosiendo -. No vales nada perro. No es para tanto -. Se levantó satisfecha ordenándonos seguirla hasta la perrera. Lo hicimos a cuatro patas -. De rodillas, las dos... Juntaros, de frente. Nos ató los tobillos. Con unas correas juntó las rodillas de las dos, los muslos, la cintura y otro a la altura del pecho. Los brazos atados en nuestra espalda, cogiéndonos las muñecas con las manos. Era imposible separanos. Nos colocó un aro en la boca, nos introdujo un dildo con dos capullos, follándonos hasta la garganta mutuamente. Pasó una cinta por nuestras cabezas, juntándolas lo justo para que tuvieramos arcadas en cualquier momento -. Así estáis preciosas y evitaré que estéis ociosas. ¿ No creéis ? -. Esperó una respuesta que no llegó. Como último detalle, introdujo un plug en cada culo. Jadeamos a la vez -. Portaros bien, mis putas -. Antes de que se fuese, yo ya estaba sudando, ayudado por el uniforme con el que estaba vestido. Cerró la puerta de la perrera y nos dejó.

Qué puedo decir. Fue una tortura. Al principio no nos moviamos. Nos mirabamos a los ojos tan cercanos, esperando que pasara algo y que las horas pasaron deprisa. Pero no fue así. Con el paso del tiempo, cualquier movimiento, que ya eran frecuentes, nos provocaba arcadas a la vez o alternadas. Intentábamos no complicarlo mutuamente, pero había llegado el momento que no podiamos evitarlo, incluso con cualquier movimiento corporal buscando un mínimo acomodamiento. El plug llenando el culo no ayudaba mucho, aunque poco a poco me estaba acostumbrado a tener algo invadiéndolo. Intenté dejarme caer sobre un costado, al menos podriamos estirar las piernas, pero la madre de Alba hacía contrafuerza y conseguía mantener el equilibrio, abriendo los ojos como platos por el esfuerzo y las arcadas que nos provocaba el dildo doble. Estar así, tan unidos, en esa postura forzada, con el tormento que estabanos sufriendo, sintiendo la agitada respiración de la mujer, sus muslos contra los mios, provocaba que mi polla estuviera dura, presionada sobre el pubis de ella. Estaba seguro que notaba esa inusuada dureza. Hasta que estallé en una involuntaria corrida. La madre de Mi Ama me miró incrédula, preguntando con la mirada cómo podía haber hecho eso en la situación en la que estábamos. Notó mi leche caliente, primero en el pubis, luego resbalando hacia su coño. No se creía lo que acaba de pasar.

La tarde estaba avanzada. Y el cuerpo de la madre de Mi Ama empapado en sudor y babas que salía de nuestras bocas. Sospechaba que la parte superior de mi uniforme también estaría mojado de babas y de mi sudor. Oimos pasos por la casa. Pasos de tacones que se acercaban a la perrera. Sabiamos que era nuestra Ama. Aún así, temiamos que no lo fuera. Pero los ojos se llenaron de alegría y empezamos a balbucear a la vez. Se abrió la puerta y allí estaba la diosa Alba. Alegre, emanando felicidad.

  • ¿ Lo habéis pasado bien ? - preguntó irónica. Empezó a desatar las manos de Su madre después de dar una vuelta alredor nuestro. Siguió con la cabeza, momento que aprovecho la mujer para sacarse su parte del dildo de la boca. Desató los tobillos, quitó las correas que nos mantenían juntos y, cuando Mi Ama iba a desatarme las manos, Su madre me dió tal bofetada que, por fin, me tiró de costado.

  • El muy cabrón se ha corrido en mi vientre - gritó llena de ira. Estaba seguro que tantas horas sufriendo tanto tormento eran las responsables de lo que acaba de hacer -. ¡ Menudo cerdo ¡. ¿ Cómo ha podido hacerlo así ?.

Alba miró a su madre, sorpendida. Luego a mi incrédula, y después se rió.

  • ¿ Y qué quieres hacerle, mamá ?.

  • ¿ Ahora mismo...? Cortarle los huevos. Más maricón será -. Pensó lo que había dicho y se rieron juntas. Superada la tensión y el cabreo, pude ver la felicidad de las dos. Seguían estando unidas, aún con los roles que cada una de ellas vivía cada día. Eso las estaba haciendo felices.

Alba salió de la perrera, ordenando a Su madre que terminase de desatarme, aunque volvió enseguida. Me ordenó poner de pie enseñándome un pequeño dispositivo de castidad de acero con un orifio central del que salía una sonda uretral. No sabía si sería capaz de soportarlo. Lo había visto por internet y los había admirado siempre. Colocó la sujeción de los huevos, introdujo la sonda despacio, despertando un fuerte escozor en el interior de la polla.

  • No te muevas, estúpida. Será peor -. Mi polla se escogió más por la extraña sensación de dolor. Unió las dos piezas y las cerró con la llave -. A ver si así no te corres más donde no debes, puta -. Miró a Su madre -. Solucinado, mamá. Quítale el uniforme, está asqueroso. Mañana lo lavarás a mano - me señaló. Ya desnudo, estiró del dispositivo de castidad hacia el suelo, haciéndome poner de rodillas. Se levantó la ajustada falda y metió Su polla a mi boca -. Vas a beberte lo que salga. No quiero ni una gota fuera. Y tú, mamá, lame mi adorado culo, recórrelo bien.

Empezó a mear dentro de mi boca, llenándola de su líquido. Tragaba todo lo deprisa que era capaz. Saboreé aquel líquido salado y amargo, de sabor áspero. Al principio pensé que me llegaba una arcada, aunque enseguida despareció por la obligación de seguir tragando sin poder tomar aire. Evité atragarmarme, lo que hubiera sido nefasto para mí. Terminó y mantuvo la polla dentro hasta que quedó bien limpia. Me miró satisfecha, suspirando de alivio. Retiró a Su madre de su culo y le ordenó levantarse.

  • Tendrás ganas de orinar, ¿ no, mamá ? -. Asintió -. Pues ya sabes donde tienes que hacerlo, guarra.

La madre de Alba acercó el coño a mi boca, la abrí lo que pude y antes de acoplarnos, inició su meada, mojándome la cara hasta que dirigió el chorro a la boca. Me atraganté un par de veces, aunque no le importó, ni siquiera cuando la orina salía impulsada de mis labios, empapándole el pubis y el coño, ni cuando notó que el cálido líquido le resbalaba por las piernas. Se retiró cuando había terminado y yo aún tosía.

  • Basta cerdas. A dormir, cada una en su felpudo -. Alba salió de la habitación. Poco después de la casa. Nos dejó a oscuras, oliendo a orina, descansando derrotadas sobre la alfombra. Dormí.