Mi ama me exhibe y hace que folle en un parque

Segunda parte de Violada por una taxista. Incluye dominación, zoofilia, anal y lésbico.

Si no has leído el primer relato te recomiendo que leas violada por la taxista.

Pamela aparcó en una zona de Barcelona que no conocía. Estuve una vez en esta ciudad de pequeña, pero nos limitamos a visitar la zona centro, la playa y la Sagrada Familia.

—¿Dónde estamos?

—¿A caso importa? —Sacó la mano de mi coño encharcado y me lamió los dedos. Emití un leve gimoteo y ella pellizcó mis pezones erectos—. Sal.

—¿Desnuda?

—¿Te he pedido que te vistas? Por supuesto que desnuda. Donde vamos no te hace falta la ropa.

Salió ella primero y abrió mi puerta, la gente caminaba por la calle como si tal cosa, ¿cómo iba a salir yo en ese estado?

Pamela desabrochó mi cinturón de seguridad y al ver que no me movía agarró los pezones con fuerza y me sacó del coche gritando. Los transeúntes se me quedaron mirando y yo traté de cubrirme las tetas y el coño sin demasiado éxito.

—No te cubras, eres mi puta y mis putas van desnudas, sintiéndose orgullosas de ser mostradas y de que yo quiera exhibirlas.

—Pero es que me da vergüenza.

—Y te excita, seguro que estás encharcada ahora mismo. Acéptate, no hay nada malo en vivir la sexualidad como una puta, es lo que eres y hasta que no lo asumas no serás feliz. —Bajé poco a poco las manos y Pamela me miró con orgullo—. Eso es, muy bien Noemí, ahora camina a mi lado y siéntete hermosa, orgullosa de que quiera que todos te vean a mi lado.

Me dio la mano y me hizo caminar junto a ella, no fue un paseo corto. En él tuve que soportar las miradas lascivas, proposiciones indecentes y más de un insulto.

Llegamos a un parque y Pamela hizo que me sentara en un banco con las piernas abiertas, la orden era que no podía cerrarlas.

Un labrador vino corriendo hacia mí y puso el hocico entre ellas. Pamela me miraba divertida y yo trataba de ahuyentar al animal empeñado en pasarme la lengua.

—Mira, tu sabor le gusta.

El dueño vino corriendo, correa en mano y todo apurado, era un chico atractivo, de mi edad, vestido como si hubiera salido a correr.

—Perdona —dijo sin quitar los ojos de mis tetas—. Se me ha escapado.

—No pasa nada —alegó Pamela—. A mi perra no le importa que tu chucho juegue con ella…—¿A qué no? —Me instó a que contestara.

—Ehhh, no, ha sido divertido.

El chico no sabía dónde mirar, yo seguía con las piernas abiertas y el perro había empezado a excitarse.

—¿En serio? —Preguntó el chico incrédulo.

—Oh, sí, es una viciosa de cuidado y le encanta mamársela a los perros, ¿quieres verlo? —El chico me miró como si acabaran de salirme tres cabezas.

—Yo, eh, no sé… —Estaba nervioso, pero su pantalón se había empezado a hinchar.

—Anda déjala que se lo haga, mira cómo tienes al can, necesita que lo relajen… Noemi, baja al suelo y chúpasela.

Me daba mucho asco y morbo hacer eso, y más en un lugar público. Sin embargo pudo más mis ganas de experimentar que mi vergüenza. Busqué la polla del perro, que era puntiaguda y resbaladiza y me puse a mamar.

Él trataba de agarrarme con las patas y follarme la boca con violencia, como el animal que era, en cuanto le salió la bola pensé que me iba a atragantar.

—Eso es perra —me alentaba Noemi acariciándome el culo y dándome unos azotes—. Si quieres te la puedes follar mientras se la come a tu animal.

—¿Aquí?

—Vamos, nunca se te ofrecerá una oportunidad así, fíjate si casi se te sale del pantalón, vamos fóllatela, puedes ir alternando sus agujeros, le encanta.

—Está bien.

El chico se bajó los pantalones y su miembro de gran tamaño se puso a bombear en el interior de mi coño sediento.

No podía estar más excitada. Me daba tanto morbo que engullía cada vez más hondo la polla chorreante del animal y el jadeaba moviendo sus caderas en un ritmo frenético, casi tan rápido como el de su dueño.

Me dieron algunas arcadas, en algún momento creí que iba a vomitar por las embestidas del perro.

La polla salió de mi coño, posicionó el glande contra mi culo y me partió en dos sin pensar.

Grité, momento que el perro aprovechó para ahondar más, rozando mi campanilla y haciendo que el vómito llenara su polla sin remedio.

—No pares de mamar —La orden de Pamela llegó como un disparo. El sabor a perro y vómito se mezclaban en mi paladar.

El chico me estaba destrozando el culo y su animal la garganta. Entonces empezó el baile entre agujeros, del culo a mi coño, y del coño a mi culo.

El perro siguió taladrando y mi sexo cada vez exigía más, no quería ni podía parar.

Mamé como si me fuera la vida en ello, recibiendo la corrida del perro en el esófago.

—Traga —dijo Pamela a mi oído. Lo hice, Oh Dios mío, lo hice y eso impulso mi orgasmo.

Grité saboreando en rabo del perro, contrayendo el coño alrededor de la polla del chico, tratando de ordeñarlo dentro, él comenzó a convulsionar y se vino en mi interior, llenándome de semen hasta el útero. Descargando toda la corrida dentro para que la albergara con mi calor.

Cuando terminó salió de mí y se subió los pantalones. Pamela me ordeno que regresara a la posición en el banco. El perro volvió a posicionarse entre mis piernas y lamió la corrida de su amo provocándome un segundo orgasmo.

—Suficiente —dijo pamela apartando el morro del labrador. El chico lo sujetó con la correa.

—Ha sido un placer —murmuró mirándome socarrón.

—Para ella también —respondió por mí Pamela.

El chico y el perro se alejaron.

—Te ha gustado la experiencia, ¿eh?

—Mucho, —reconocí sin creer lo que acababa de hacer.

—Ya te dije que conmigo ibas a descubrir quién eras. Romper con los estigmas autoimpuestos por una sociedad que mata en lugar de hacer el amor. No debes avergonzarte de lo que eres, sino disfrutar de ello. —Buscó mi boca y la besó con dulzura y ahora arrodíllate, quítame las bragas y cómeme el coño como merezco.

Lo hice convencida de que estaba haciendo lo correcto, disfrutando de cada lamida, de cada pliegue, de cada suspiro acompañado de flujo, la follé con la boca, con los dedos, con el alma, con la gratitud que merecía por mostrarme quién era en realidad.

Y no me detuve hasta lograr arrancarle dos orgasmos que me llenaron la cara de su dulzura, aquella que saboreé paladeando sin descanso.

Cundo alcé el rostro era amor lo que brillaba en mis pupilas, no del romántico, sino del que te permite reencontrarte contigo misma después de haber estado buscándote toda la vida.

—Levanta, Noemi —murmuró Pamela—. Nos vamos.

—Donde tú quieras, reconocí sin miedo a nada.

Deshicimos el camino andado y para mi consternación ya no sentía vergüenza, solo aceptación. Quería ser libre, quería vivir plenamente mi sexualidad de la mano de Pamela y sabía que ella me iba a dejar hacerlo.

Continuará…

Espero vuestros comentarios.