Mi alumna preferida
Relatado en primera persona por un personaje ficticio.
Me llamo Natalia, tengo 36 años, soy profesora de educación física en un colegio privado de educación media. Sólo trabajo allí, cobro un buen sueldo y vivo sola en mi departamento. El del colegio es un ambiente muy conservador, es católico, y por ende, llevo seis años trabajando allí sin que nadie sospeche que soy lesbiana. Lo soy desde el jardín de niños, tenía 4 o 5 años cuando me enamoré de una compañerita, y aunque muchos trataron de convencerme de lo contrario, y más cuando fui adolescente ya que dicen que es una etapa de "descubrimientos y dudas", yo tengo bien claro que me gustan las mujeres.
Actualmente no estoy de novia. En el colegio no hay ninguna mujer que me atraiga, las profesoras son todas mayores que yo, cincuentonas, y los fines de semana salgo a divertirme a algún boliche de ambiente, conozco a alguna mujer o chica linda, pasamos un buen rato y listo. No me aferro sentimentalmente a nadie, me han roto el corazón tantas veces que estuve a punto de pasarme al otro bando, pero sé que entonces dejaría de ser yo.
Siempre salí con mujeres de mi edad o más jóvenes, pero cuando conocí a Emma no me la pude sacar de la cabeza. Ella es alumna mía de 5° año, tiene 16, es una niña, y a veces me sentía sucia o perversa por la forma en que la miraba y las cosas que pensaba y fantaseaba. Era inevitable, Emma es una chica muy bonita. Es pelirroja natural, el cabello lo tiene largo hasta la cintura pero siempre lo lleva atado en una cola de caballo, los ojos de un verde indescriptible, la piel blanquísima y las mejillas llenas de pecas que le dan un aire infantil. Tiene pecas por todos lados, los brazos, las piernas, la espalda, y me imagino donde más. Es una buena alumna, es de las pocas que llegan puntuales a mi clase y trotan las cinco vueltas a la cancha de hockey sin quejarse. Obviamente, es mi alumna preferida. Nunca le insinué nada, pero con la llegada de la primavera y los primeros días de calor intenso, sentía que ya no podría contenerme. Las chicas se venían con las faldas y los shorts más cortos, se desabotonaban las camisas y a varias las amonestaban por llevarlas anudadas mostrando el ombligo. El director dio la aprobación de que los alumnos asistieran a clases con sandalias. Ya nadie quería ir a las clases de educación física, incluso Emma llegó a faltar toda una semana.De todas formas no se metería en problemas, casi no faltaba a clases y tenía buenas calificaciones.
Todas asistieron a la última clase del año escolar, sin excepciones. Ese día evaluaría su rendimiento físico, les tomaría resistencia, velocidad y abdominales. Todas vestían sus uniformes y calzado deportivo. Emma estaba allí, por supuesto. Aunque el día estaba nublado, las chicas terminaron exhaustas y sudaban a chorros, fueron a ducharse y cambiarse al vestuario de damas. El único inconveniente fueron las duchas, había 20 para 40 chicas, las tuve que vigilar de cerca para que no se pelearan porque una se intentara colar. En menos de 10 minutos, todas estuvieron vestidas y perfumadas, y salieron del vestuario derechito a sus hogares. Ingresé para asegurarme de que no quedara nadie.
-¿No queda nadie más?
-Sí, profesora, enseguida salgo.
Reconocería su voz en cualquier parte. Era Emma, y estaba en la ducha del fondo. Me acerqué a ella y la vi abriendo y cerrando las canillas. El agua no salía.
-¿Qué sucede?
-No sale el agua. Se ducharon tantas a la vez que vaciaron el tanque.
-¿Y qué piensas hacer, irás a tu casa?
-No puedo, mis padres no están y dejaron la alarma encendida.
-¿Y no puedes ir a casa de una amiga a bañarte?
-Me pelié con Karen. No quiere hablarme.
-¿Y por qué pelearon?
-No quiero hablar de eso.
-¿Y si...vienes a mi casa? Te presto al baño, y luego te llevo a tu casa a la hora que vuelvan tus padres del trabajo, ¿te parece?
-Sí, se lo agradecería mucho, profesora.
-Okay, vayamos a mi auto.
Emma cogió su mochila y nos dirigimos al estacionamiento. Subió a mi coche, en el asiento del acompañante, dejó su bolso en el asiento trasero y conduje hasta mi casa. El trayecto normalmente lo hago en 10, 15 minutos, pero teniendo a Emma a mi lado, con esos shorts cortísimos hasta los muslos y la camisa anudada en la cintura, apenas vislumbrando su abdomen, me puse tan nerviosa que me desvié varias veces de mi recorrido, pasandome dos o tres calles. Emma me preguntaba cuánto faltaba y yo le decía que ya falta poco cuando en realidad trataba de orientarme y pasada media hora por fin nos detuvimos fente a mi edificio. Yo vivo en el 15° piso, el edificio tiene 20, tomamos el elevador y en eso Emma me pregunta:
-¿Vive sola?
-Sí.
-¿No tiene novio?
-No por ahora.
-Yo tampoco tengo.
Llegamos a destino e ingresamos en el apartamendo S. Tres ambientes, más no preciso. Living-comedor, cocina, baño y habitación. Emma sacó ropa limpia de su mochila, me preguntó dónde estaba el baño, le señalé la puerta al final del pasillo y allí se metió, al instante se oía el ruido del agua. Me resistí a la tentación de abrir la puerta y espiarla. No podía creer lo que sucedía. Emma, mi alumna preferida, en mi apartamento, bañándose en mi baño. Me contuve de saltar y reírme como una loca.
-¡No hay toallas!
-Ahí te traigo una.
Cogí una salida de baño que tenía secándose en el balcón, tengo la costumbre de pegarme una ducha tibia apenas me levanto, abrí la puerta del baño, y en ese preciso intante, Emma corrió las cortinas, y esa fue la primera vez que la vi desnuda. En definitiva, toda su piel blanquísima estaba atestada de pecas, los senos en pleno desarrollo, pequeños, pálidos y los pezones rosados, la entrepierna invadida por un mar de pecas, el coño cubierto por un triángulo de vello púbico rojizo, las piernas torneadas y los pies eran la única parte de su cuerpo que no tenía una peste de pecas.
-¿Profesora?
-Eh?...Sí?
-¿Me pasa la salida de baño, por favor?
-¡Ah, sí! ¡Discúlpame!
-Está bien. Gracias.
Emma se cubrió con la salida de baño, me miró y yo no había dado cuenta, pero la observaba embobada con una mirada especial.
-¿Profesora?
-¿Sí, Emma?
-¿Le sucede algo?
-No,linda, estoy...muy bien.
-¿Por qué me llamó así?
-¿Cómo?
-Me dijo linda.
-Es que eres linda, Emma.
-Sí...Gracias...
Me acerqué a ella, apoyé mis manos en sus hombros, nuestros cuerpos apenas separados por inos centímetros.
-¿Profesora?
-Dime, Emma.
-¿Usted es lesbiana?
-Sí, y a mucha honra.
-¿Yo le gusto?
-No tienes idea.
Cogí su cabeza con mis manos y le besé los labios. Ella no opuso resistencia. Cuando me aparté, me estaba mirando con una mirada que mezclaba demasiadas emociones como para describirlas todas.
-Lo siento.
-No...Está bien.
-¿Quieres decir que...te ha gustado?
-Sí, creo que sí.
-No quiero confundirte, Emma.
-Usted no me confunde, profesora.
Emma inclinó su cabeza y me dio un pico en los labios. Se apartó al instante, agachó la cabeza avergonzada, clavando la mirada en los pies. Yo estaba asombrada, no esperaba una cosa como esa, creí que gritaría, que me insultaría o que llaría a la policía, cualquier cosa excepto devolerme el beso. Cogí su mentón y elevé su cabeza hacia mis labios. La besé de nuevo, esta vez metí mi legua en su boca, rozando la suya, ella me respondió presionando mis labios con los suyos, rodeó mi cuello con sus brazos y yo puse mis manos en sus caderas, impulsándola hacia mí. Nos abrazamos, sumiéndonos en un beso dulce e intenso. Ya no me sentía una pervertida, si Emma me correspondía no tenía nada de qué preocuparme, unicamente de hacerla pasar un buen rato, al menos hasta que tuviera que llevarla a su casa.
La salida de baño se abrió por el intenso roce de nuestros cuerpos. Sentí sus pezones endurecidos rozando mi pecho a través de la musculosa deportiva que llevaba puesta. Metí mis manos bajo la salida de baño, acariciando la línea de su figura hasta detenerme en sus nalgas. Las tenía pequeñas pero suaves y redondas. Emma me miró con los ojos llenos de deseo. Se quitó la salida de baño, dajándola caer al suelo. Volví a admirar su cuerpo desnudo, sin quitarle las manos de encima, la acaricié, mis manos subieron hacia sus senos y mis dedos rozaron sus pezones. Un suspiro de excitación escapó de entre sus labios. Comprendí qué debía hacer. Debía hacerle al amor a esa niña que me lo rogaba con la mirada, enmudecida de placer.
La cogí de ambas manos y la guié hacia mi habitación, la acosté en la cama, extendida a lo largo del colchón de dos plazas. Procedí a quitarme la ropa, prenda por prenda, excitándome con el solo saber que ella me observaba sin morbo. Emma me admiró con una sonrisa en el rostro. No tengo un físico de modelo, mi espalda es muy ancha, mis senos medianos, soy caderona y tengo más nalgas que una vaca. A Emma parecía no incomodarle.
-Es usted muy linda, profesora.
-Gracias, Emma. Tú también te vez más linda sin nada puesto.
Acaricié sus pies, dándole unos masajes, relajándola. Miss manos subieron desde sus tobillos hasta las rodillas, allí mis labios besaron la piel pecosa de esa área, y Emma tembló de placer. A partir de allí, mis manos recorrieron sus piernas a la par de mis manos, besé el monte de Venus, lamí la línea de su abdomen, pasando por en medio de sus senos, besé su cuello, recorriéndolo, besé su mentón, sus labios uno por uno, la punta de la nariz, los parpados, su frente, olfatié su cabello que olía a un campo de rosas, el perfume del shampoo y el acondicionador que tengo en el baño. Emma apoyó sus manos en mi espalda, clavando sus uñas n mi piel, volví a besarla suave en los labios, y nuestros cuerpos se frotaban entre sí, dándose calor, ya era de tarde y había refrescado.
-Emma...-, gemí.
-Profesora...
-Llámame Natalia, lindura.
-Okay...Natalia...
Nos besamos una infinidad de veces, nuestras piernas estaban entrelazadas y el roce de nuestros cuerpos se hacía cada vez más intenso. Podía sentir, y oler, la humedad de su coño, que me empapaba el bajo vientre. Sabía que Emma estaba lo suficientemente excitada, y debía seguir. Con mis manos acaricié sus senos, con mis labios chupé sus pezones rosados, oyendo sus gemidos de placer. Me entretuve con ellos un buen rato, aunque pequeños, eran símpaticos, si es que cabe la palabra, y a Emma le agradaba. Descendí por su abdomen besando su piel, la cogí de las piernas, separándolas con delicadeza, y besá la cara interna de los glúteos, rozando su coño con la punta de la lengua. Metí mi cabeza entre sus piernas, de cara a su coño, exhalando mi aliento en él, oyéndola gemir más fuerte.
-Ya, Natalia...
La estaba torturando. Sabía qué debía hacer. Lamí su coño suavemente, a lo que Emma gimió aliviada, y su cuerpo comenzó a serpentear. Continué lamiendo hasta hallar el clítoris, escondido en su capuchón. Supe, en realidad siempre fue así, que Emma era virgen, que yo era su primera, que la marcaría por el resto de su vida, y debía hacer que fuera especial. Chupé el clítoris, y mi lengua a la vez seguía lamiendole el coño, a lo que Emma comenzó a jadear, a contraerse, a venirse.
-Aaahhh....Ay, Natalia...¡Me corro, me corro!
Sus jugos fluyeron como cascada en mi boca.
-Mmmmmmhhh...-, gemí; sí que estaba rico, y me erotizaba el simple hecho de tener sus jugos en mi boca.
Emma demoró un poco en calmarse, me acurruqué a su lado, ella apoyó su cabeza en mi regazo, me incliné para besarla y ella me empujaba presionando mi nuca. Tenía su cabeza perfectamente ubicada contra mis senos. Sus ojos los admiraron, sus manos me los acariciaron, y sus labios los succionaron como si se tratara de un bebé amamantando. Fue una imagen muy tierna que grabé en mi retina. Yo sosteniendo su cabeza, mis dedos frotando sus pezones, ella succionando los míos. Muy bello.
Emma se me quitó de encima, se recostó a la inversa con las piernas flexionadas, estiró un brazó indicándome que me acercara a ella con un gesto de los dedos. Yo me arrodillé sobre su vientre, mis manos a cada lado de su cuerpo, ella mirándome con los ojos ardientes de placer y deseo. Una cosa se me cruzó por la mente y lo hice. Me di la vuelta apoyando mi trasero en los labios de Emma, volviendo a meter mi cabeza entre sus piernas. Ella no perdió tiempo en comenzar a lamer mi coño por detrás, sus manos acariciando y presionando mis nalgas, clavándome las uñas. Nos practicamos sexo oral mutuamente, fue hermoso, nuestros gemidos invadiendo la habitación, ella lo hizo tan bien para ser su primera vez. Nos corrimos juntas, a la vez, y me excitó oír que Emma tragaba y se relamía los labios gimiendo gustosa.
Me di la vuelta, la besé muy apasionada, nos abrazamos y no nos quitamos las manos de encima por un buen rato. Emma es joven, tiene más energías, por lo que pasamos toda la tarde haciendo el amor, enseñándole posiciones sexuales de todo tipo, sin dejar rincón de su cuerpo sin explorar. Lo mejor fue cuando hicimos tijerita. Es una de mis pocisones favoritas, y creo que también se ha convertido en la preferida de Emma, porque ella, debajo de mí, me rogaba:
-Sigue, Natalia, sigue...No quiero parar...
Cuando nos quisimos acordar, atardecía y ya estábamos exhaustas, por fin. Sonó el celular de Emma. Ella atendió. Sus padres iban camino a casa. Nos apuramos a vestirnos, corrimos al elevador, subimos a mi auto, y esta vez no erré en mi recorrido, Emma me indicó el camino hacia su casa, en un barrio privado. Se bajó del auto y me despidió con un beso en la mejilla, lo cual me pareció una burla al lado de la infinidad de besos que nos habíamos dado esa tarde.
No supe nada de Emma en todo el verano. Me alegré de verla en el colegio cursando 6° año. Sería el último año que pasaríamos juntas, y planeaba aprovechar cada oportunidad que se me presentara para llevarla a mi casa a hacerle el amor y enseñarle cosas nuevas. Emma no se negó ninguna de las veces en que la invité a almorzar en mi casa, pasábamos tardes llenas de sexo, gemidos, jadeos, y nuevas experiencias. Jamás se me hubiese ocurrido proponerle hacer un trío, soy muy celosa y no me gusta compartir.
Fue un año increíble, Emma se graduó con honores, y desde que va a la universidad no he vuelto a verla, pero sé que está bien, y que ninguna de las dos se olvidará de la otra en lo que nos reste de vida.
Tuve que escribir este relato en castellano neutro porque sino no me lo publican. (Soy argentina)
Estoy segura de que a muchos les va a encantar este relato.
:-3
Hasta el próximo!