Mi alumna Elia (1)

"Relato verdadero". Mi alumna de 20 me demuestra por qué es la morena de fuego. Ocurrido en un salón de universidad.

Antes que nada quiero presentarme, oculto mi nombre ya que vivo en una ciudad muy pequeña y estoy seguro que más de una docena leerán relatos en este sitio. Soy profesor de una universidad en Cd. Obregón, Sonora, México, llegando a los 30 años, alto, fornido, las chicas dicen que bien parecido, adicto al sexo.

Las memorias que encontrarán en esta serie de relatos son reales y fueron encuentros que mantuve (mantengo) con alumnas de la universidad en la que imparto clases; trataré de apegarme a los hechos tal y como sucedieron narrativa y cronológicamente hablando.

A la hora sexta de la tarde de mi primer día para impartir clases en la universidad, el termómetro marcaba fácilmente los 34 ó 36 C°. Todo el día había sido tan caluroso como otros del mes de agosto, se percibía una humedad que le exigía al cuerpo despedir sudor a chorros. Es en esos días en que las chicas dejan a un lado las prendas formales y se visten con muy poca ropa, bendito calor que las obliga casi a desvertise, pantalones cortos, blusas escotadas y casi transparentes, alguna que otra sin sostén con unos muy bien marcados pechos. Recorrí la explanada ocultando la mirada (con lentes obscuros) y el deseo que las muy poco vestidas alumnas hacían explotar, llegué a la máquina expendedora de bebidas y me percaté que estaba una linda chica casi mujer tratando de sacar un refresco de cola, mi reacción fue de inmediato, e hice un poco de actitud de galantería y “buenas” intenciones:

-          ¿Te ayudo? -le dije

-          Gracias, esta cosa está atorada nuevamente -contestó al instante.

-          Déjame intentarlo -y después de tres intentos pude sacar el refresco y entregárselo, al tiempo que sacaba otro para mí.

-          Gracias –me sonrió y se dio la vuelta.

En ese instante fue cuando pude observarla a detalle y esto fue lo que vi: Estatura media como de 1:60, pelo negro liso que le llegaba a media espalda, esbelta, estaba seguro que no llegaba a los 50 kg., piel morena (las morenas son realmente excitantes cuando el sudor recorre sus cuerpos) que hacia contraste con su ropa, blusa blanca un poco transparente y unos jeans ajustados que ayudaban a resaltar su lindo trasero, y al mismo tiempo desafiar la ley de la gravedad. En pocas palabras una chica realmente atractiva. Caí en cuenta que ya era hora de dirigirme al salón de clases y así lo hice, llegué al edificio 800´s y me encaminé al salón 812, reparé en alguien que caminaba a mi lado y SI, era ella la misma morenaza, disminuí mi marcha para dejar que me alcanzara y así lo hizo, la salude con una sonrisa y recibí la misma respuesta, buena forma de empezar una plática:

-          Vas a clase? – me preguntó

-          Si y tú? – respondí, pensando e imaginando cuántas especies tan atractivas de este tipo me tocarían en mi grupo.

-          También, ¿al 812? – se mostraba interesada

-          Así es – pensé que me conocía o que le habían dicho que yo era el profesor.

-          Ash, me han dicho que el profe es muy estricto – me comentó como para sacar alguna opinión al respecto y me percate que no sabía que yo sería su profesor de materia y “algo más”.

-          Ah si?, no sabía, espero que cuando le conozcas cambies de opinión – respondí y seguí observándola, ojos café muy claros que hacía reflejar la luz de la tarde, al bajar un poco la mirada y ayudándome de los lentes me di cuenta que no llevaba sostén y la blusa que traía dejaba ver unos pezoncitos morenos con una muy leve erección en sus pechos pequeños pero bien firmes. Era un bombón de mujer, rica rica rica. Estaba tan extasiado comiéndomela de reojo con la mirada que olvidé preguntarle su nombre.

Llegamos al salón, abrí la puerta y dejé que los alumnos entrarán en estampida. En estas fechas se prende el aire acondicionado y es mucho más agradable estar dentro del salón que afuera, aunque las clases sean tediosas y aburridas. Vi como ella se quedaba pensativa, e imaginé que recordaba la plática que segundos antes habíamos tenido. Dejé que todo mundo tomara asiento y comencé el pase de lista, en este instante supe como se llamaba, Elia, tan ligera como el helio. La clase transcurrió sin sorpresas, la monotonía del primer día de clases. Sin embargo, gracias al frío del salón de clases presencié uno de los espectáculos que más me gustas, ver cómo poco a poco los pezones de mis alumnas toman forma se ponen erectos y gritan a los cuatro vientos, “quiero calor”. Fue un espectáculo excitante, tanto que en más de un par de ocasiones sentí como mi pene empujaba el pantalón, haciéndome sentar en mi escritorio y continuar la clase sentado. Me sentía a mil y los esfuerzos de concentración para no mostrarme como el “profe erectus” fueron mayúsculos. Después de 50 minutos de agonía terminó la clase, y uno por uno de mis alumnos fueron saliendo, al final sólo quedó Elia en el salón. Se acercó a mi con una cara de pena que no podía con ella, y vuelvo a repetir con unos pezones tan hermosos que me olvidé de su cara y me concentré en ellos, para mi mala suerte me pilló observándole las tetas y se cubrió con un brazo (así como lo hacen todas las mujeres cuando se dan cuenta que sus pezones están erguidos), para mi sorpresa la dulce cara que venía a pedirme disculpas por la plática se convirtió en una sonrisa provocativa y audaz, esa sonrisa que llama, que invita, que muestra satisfacción al ver que tienes lo deseado en tus manos, y que tu observador se convierte en tu esclavo. Al llegar a mi dijo:

-          Profe, disculpe por lo de hace rato.

-          No te preocupes es normal -respondí.

-          Entonces hasta el miércoles -contestó y se dio la vuelta

-          Elia, disculpa por lo de hace 5 segundos –le dije con malicia

-          Al contrario, gracias –me dijo con la misma sonrisa pícara que tanto excita.

Transcurrieron los días y poco a poco me iba acostumbrando al ambiente estudiantil, y el viernes de la segunda semana tuve mi primer experiencia sexual con una alumna, la misma Elia del primer día. Se acababa la clase y como todos los viernes los alumnos salen en estampida y se olvidan del respeto y el orden (al igual que pasa en las empresas , jejejeje). Toda la clase reparé en Elía, ese día se vestía de forma muy provocativa. Una blusa en cuello V escotada que dejaba ver las partes laterales de sus hermosas y bien torneadas tetas, antes de comprobarlo con mis manos presentía que no llevaba sostén, porque en más de una ocasión pude ver sus pezones erguidos que empujaban la blusa y se marcaban a través de ella, la falda ni que decirlo, iba a la par con su coquetería, de tela con holanes, suelta a media pierna que cuando las cruzaba se podía ver el camino al éxtasis, del calzado ni reparé para ser sincero. Ese viernes Elia me miraba con cara picara y de vez en cuando se mojaba los labios cuando hacíamos contacto visual, sabía que esa tarde sería especial. Al salir el último alumno Elia se paró y camino decidida hacia mi, posó sus codos en el escritorio se agachó y me dejó ver sus senos a la vez que caía su blusa por la gravedad, fue reacción fue deseo fue calentura pero después de un par de segundos la vi a la cara. Con ojos graves y una voz de mujer segura de lo que tiene, me dijo:

-          Lo deseo, desde que lo vi entrar al salón y pararse junto a mí, sueño con usted, se que le gusta mi cuerpo por la forma de verme, hoy vengo vestida para la ocasión, no llevo encima nada más que la blusa y la falda, ¿qué le parece?.

-          Este no es lugar – dije decidido a llevármela. Sólo con saber que no traía calzones empecé a sentir el bombeo de la sangre en mi pene.

-          ¿Entonces dónde? – respondió, con la misma mirada inquisidora.

-          Vamos a mi carro y ahí decidimos que hacemos – propuse y nos dispusimos a salir.

Llegando a la puerta del salón caminando ella por delante paró su caminar y dejo que chocará contra ella, mi pene fue lo primero que sintió en sus nalgas duras, firmes palpables. Eso hizo que me pusiera más caliente y que no me apartara de ella, hizo un movimiento de arriba abajo y suspiró, soltando un gemido apenas audible que me llevó a rodearla con mi brazos y besarla en la oreja y después en el cuello, así en esa posición solté el maletín de las notas escolares y empecé a recorrer su cuerpo lentamente, su cintura un beso en el cuello, sus nalgas un mordisco en la oreja, caricia en el vientre otro gemido entrecortado despedido de los labios antes de un beso apasionado jugoso las lenguas entrelazadas mis manos ahora en su pierna, ahora de frente, sus manos rodeando mi cuello y mis manos perdidas entre sus bien resaltadas nalgas y su pierna alzada rodeando la mía, escuchaba su respiración cada vez más agitada y un vaivén que empezaba a friccionar mi pene contra su vagina, mi mano empezó a recorrer su entrepierna y se encontró con los primeros síntomas de la excitación desenfrenada de una mujer de 20 años, sus jugos empezaban a salir y recorrer desde sus labios hasta la entrepierna, enjuago mis dedos y los meto en mi boca, eso a ella la desborda y empieza a besarme como loca apretando mis nalgas con sus manos y la mía ya se encontraba explorando sus labios masajeando su vagina y encontrándome con cada vez más jugos, Elia se encontraba empapada y eso a mí me ponía a mil, mi pene cada vez más erecto pedía  gritos salir de ahí embestir y comer. Cuando mi dedo buscaba su rajita para explorar más a fondo, ella se separó un poco y me dijo al oído “soy virgen”, eso hizo que mi pene apretara cada vez más el pantalón, con un movimiento un poco torpe puso su mano sobre mi pene y empezó a manosearlo más no dejaba de besarme y yo no dejaba de sobarle la rajita teniendo cuidado de no lastimarla, la aparte un poco y subí la blusa para manosearla más a gusto, tocar sus tetas, besar mordisquear y chupar los pezones, como me los imaginaba de un tamaño pequeñito y morenos como la noche, rígidos erectos haciendo notar la excitación de mi alumna, Elia ya no dio más y bruscamente trató de sacarme al verga del pantalón, ya habíamos llegado muy lejos para el lugar dónde estábamos, pero este lugar la situación y la adrenalina al temor de ser descubiertos lo hizo más excitante, ella estaba ya de rodillas y yo sabía lo que quería hacer, la ayudé un poco con el pantalón y al bajar el bóxer mi pene saltó a encontrarse con su cara, tengo un pene de tamaño regular (17 cms.) y grueso, pero en ese instante estaba irreconocible casi a punto de explotar, tenía una erección descomunal y eso hizo que la autoestima de hombre subiera y me hiciera sentir viril y potente.

Todo lo contrario a lo que pensaba (Elia era virgen y torpe con las manos) empezó a darme una mamada espectacular, primero metiendo sólo el glande y menearlo de una lado a otro jugueteando con su lengua sus manos posadas en mis nalgas hacían empuje hacia su boca, poco a poco fue metiéndose el pene a su boca y empezó el mete y saca en posición “manos libres”, de vez en cuando se lo sacaba todo y jugueteaba con el en su cara en el cuello me besaba los huevos los mordisqueaba y volvía a tragarse la verga, yo no aguantaba más, lo sacó y empezó a masturbarme apretando y soltando apretando y soltando de arriba abajo y con su mano tocando mis huevos empezó de nuevo el mete y saca con su boca, estuvimos como 5 minutos más y ya no puede aguantarme salió un chorro de semen que le dio en la garganta por la reacción que tuvo y vi como me veía, el semen seguía saliendo y yo pensaba que había tenido experiencias buenas en sexo oral, pero esto era de diez, mi alumna seguía mamando mi verga sin dejar de caer una sola gota al tiempo que tragaba saliva y semen a la vez. Así siguió por un tiempo hasta que quedó completamente limpia, de vez en cuando apretaba y exprimía como queriendo sacar más. Había terminado la faena y confieso que la excitación no acababa, seguía erecto y preparado para lo siguiente. Seguimos besándonos y yo le tocaba sus ya más que humectados labios vaginales.

En eso escuchamos voces y me abroché el pantalón inmediatamente, era el personal de limpieza de la universidad que se dirigían a limpiar las aulas, salimos sin hacer ruido, no nos vieron, y nos miramos a los ojos, Elia fue la primera en hablar:

-          Está usted riquísimo – dijo con voz entrecortada

-          Pero falta que tu goces como yo goce – le respondí, tratando de averiguar si le seguiríamos esa noche.

-          Ya habrá tiempo, ahora tengo que irme a mi casa, me esperan mis  papás a cenar, ¿qué le parece el lunes saliendo de clase? – me dijo guiñándome un ojo de complicidad.

Cada quien se dirigió a su casa ese viernes.

El lunes después de clase... esa es una experiencia con una virgen.

Bueno este es mi primer relato espero que les guste. La narración es verídica y apegada a la verdad como sucedieron las cosas. Espero seguir publicando mis experiencias.

VitoPadrino

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