Mi ahijada Andrea. 5
Acerqué mi boca a la suya y la besé dulcemente y ella, sin dejar de mirarme, me devolvió la caricia entreabriendo los labios y permitiendo que mi lengua se adentrara en su boca, encontrándola cálida y acogedora.
Encendí un cigarrillo esperando a que Andrea se duchara para hacer yo lo mismo. Apenas lo había terminado cuando se abrió la puerta del baño y ella apareció completamente desnuda. Estaba preciosa. Sus pechos perfectos desafiando a la gravedad, su monte de venus cubierto de rizada y suave pelusilla y su bonita sonrisa, invitaban a lanzarse sobre ella y devorarla a besos y caricias.
Me acerqué y la abracé pegándome a ella, sintiendo en mi glande, ya en reposo, el suave roce de sus pelillos. Puse mis manos en sus glúteos y la atraje hacia mí con fuerza apretando mi verga, aún flácida, contra su entrepierna, mientras ella se dejaba hacer como una buena niñita sumisa y obediente.
Acerqué mi boca a la suya y la besé dulcemente y ella, sin dejar de mirarme, me devolvió la caricia entreabriendo los labios y permitiendo que mi lengua se adentrara en su boca, encontrándola cálida y acogedora. Nuestras lenguas se enredaron en un apasionado beso que ninguno de los dos queríamos acabar.
Me aparté de ella, pues de haber seguido abrazados nos hubiéramos excitado de nuevo.
Le dije que se vistiera mientras yo me duchaba, que iríamos a ver a su madre al banco.
Le gustó la idea y así lo hicimos. Cuando salimos a la calle Andrea estaba imponente. Se la veía contenta y feliz y con unas ganas locas de vivir.
Llegamos al banco y vimos a su madre atendiendo a los clientes y nos dijo que estaba deseando que llegaran las tres y descansar, pues era viernes y el fin de semana no trabajaba, aunque eso suponía que en los próximos dos días Andrea y yo tampoco podríamos hacer nada.
Nos despedimos de su madre diciéndole que tendría la comida preparada cuando llegara a casa y nos fuimos a tomar unos gofres con un refresco. A Andrea le encantaban y aún estábamos sin desayunar.
El sábado lo dedicamos a la playa y los tres pasamos casi todo el día descansando junto al mar, pues nos llevamos comida y bebida para no tener que volver a mediodía.
El domingo por la mañana, antes de irnos a la playa fui al baño y al levantar la tapa del inodoro vi que había un “regalito” de dimensiones más que considerables, sobre todo en el grosor. No es que me guste la escatología, pero este episodio determinó lo que el lunes siguiente pasaría entre Andrea y yo.
Supuse que había sido mi pareja e hice un chiste al respecto, pero me contestó que ella no había sido, que habría sido Andrea, que ya sabía que padecía de estreñimiento.
Ahora comprendía la facilidad con la que la había follado por el culo con el tubo pues, aunque sabía del problema de Andrea y que a veces tenía que usar micro enemas, no imaginé que algo tan grueso hubiera podido salir por su culito.
Pasé el domingo deseando que llegara el lunes y las veces que hice sexo con mi pareja durante el fin de semana fue pensando que lo hacía con Andrea.
Y llegó el lunes. Mi pareja se fue a trabajar y yo, que pasé la noche en un duermevela esperando ansioso, cansado, me quedé dormido al amanecer.
Y mi despertar fue el más dulce que pudiera imaginarse, pues Andrea estaba en mi cama y me abrazaba por detrás mientras jugueteaba con mi polla y testículos.
Me di la vuelta y puse mi mano sobre su sexo acariciándolo por encima de sus braguitas. Andrea me dijo:
- Espera, y acto seguido se las quitó dejándolas caer al suelo.
Ya estábamos los dos desnudos y con toda la mañana para nosotros. Me di la vuelta, me incliné sobre ella y la besé dulcemente mientras una de mis manos hurgaba en su rajita, que acogedora se abría al paso de mis dedos. Andrea separó las piernas y las flexionó sobre la cama, con lo que su coñito no ofrecía ningún obstáculo para acceder a su cálido interior dejando a mis dedos juguetear entre sus pliegues.
Me eché hacia atrás para mirar su carita de niña buena que tanto me excitaba y vi como sus pequeños y bonitos pezones se habían puesto duros, mostrándose apetecibles y tentadores.
Era tremenda la sensualidad que emanaba de Andrea. Eran su inocencia e ingenuidad las que despertaban en mí pasiones animales, pues poseer a una jovencita que accedía a todos mis caprichos sexuales como si fuera lo más natural del mundo me producía vértigo y no quería imaginar donde podríamos llegar.
Andrea había descubierto el sexo en pareja y quería gozar al máximo de él. Se entregaba sin condiciones dejándose llevar por sus instintos, sin más deseo que el de saciar su apetito sexual, que a su edad parecía no tener fin.
Me incliné sobre sus pechos y me apliqué en besarlos y morderlos hasta hacer que sus pezones pincharan de los duros que se pusieron.
Después la besé metiendo mi lengua en su boca y dejando que ella metiera la suya en la mía. Yo sacaba mi lengua y ella se apresuraba a chupármela y aspirarla en un interminable juego erótico. Andrea se entregaba sin condiciones y ponía su alma en ello. Mientras tanto yo no había dejado de juguetear con mis dedos en su coñito que ya estaba empapado con sus sabrosos juguitos.
Le dije que se colocara en el borde de la cama y la ayudé a dejarse caer hacia atrás. Yo me arrodillé en la alfombra y subí sus piernas flexionándolas, dejando su coño y su culo totalmente expuestos y a mi merced.
Ella ya sabía lo que le haría y sonrió pícaramente dándome a entender que le gustaba lo que vendría a continuación. Acerqué mi boca a su rajita y empecé a comerle el coñito saboreando la cremita que lo empapaba.
Mis lamiditas y mordisquitos en sus labios y clítoris hicieron que gimiera y suspirara como una gatita en celo mientras se iba calentando cada vez más.
Cuando su coñito estuvo totalmente abierto y palpitante de deseo cambié mi objetivo y posé mi lengua en el agujerito de su culo que se rindió a mi presión y se abrió como un fruto en sazón, dejándome penetrarla sin resistencia alguna.
Mis dedos jugueteaban en su rajita mientras mi lengua entraba y salía de su ano provocando en Andrea pequeños gemidos y grititos y debía sentir mucho placer con lo que le hacía, pues con ambas manos se agarró las nalgas y las separó todo lo que pudo para facilitar que mi lengua entrara en su agujero con más facilidad y más profundamente.
Comprobar que Andrea quería más sexo exacerbó mi propio deseo y quise entrar más profundamente en ella. Mi propósito era llegar con mi lengua hasta sus entrañas y juguetear con la punta en su interior acariciando las paredes de su precioso agujerito para arrancarle todo el placer que esa linda cueva era capaz de darle.
Estuve un buen rato follándole el culo con la lengua para llevarla hasta el límite de la excitación, pero procurando que no se corriera y cuando noté que se moría por tener su merecido orgasmo le dije:
- ¿Tengo ganas de hacerte una cosita?
- Hacemos lo que tú quieras, me respondió totalmente entregada.
- Quiero meterte la polla en el culito, añadí.
- Lo que tú quieras, pero no me va a caber. No me hagas daño, respondió sin dejar de emitir pequeños jadeos de placer.
- Nenita, me muero por hacerlo, probamos y si no te gusta lo dejamos, ¿vale cariño?
- Vale, respondió con un hilillo de voz.
Se tumbó de costado en el centro de la cama como le indiqué y flexionó las piernas dejando sus agujeritos accesibles desde atrás. Sólo el hecho de intentar follarla por el culo me excitó de tal manera que mi polla no dejaba de echar babas. Me tumbé detrás de ella y puse la punta de mi verga, dura como el cemento, en contacto con su dilatado ojete. Separé sus nalgas y presioné despacio pero firmemente, aunque lo único que conseguía era desplazar a Andrea hacia delante, pues mi polla no llegaba a introducirse en su agujero. Me dijo:
- Déjame probar a mí, tú no te muevas.
Me quedé quieto sin dejar de mantener la presión de mi polla en su culo y fue ella la que se agarró la nalga para abrirse el ojete, como había hecho momentos antes, mientras empujaba hacia atrás conteniendo la respiración a la par que aumentaba la presión sobre mi verga. No debía ser muy placentero a juzgar por su expresión, aún así no dejaba de presionar cada vez más.
Pensé que, por su problema de estreñimiento, sabía como dilatar su agujerito y la dejé hacer manteniendo mi pene pegado a su ano.
Ella siguió presionando hacia atrás y de pronto su culito cedió y mi glande desapareció dentro de su ano a la par que Andrea emitía un leve quejido.
Inmediatamente su esfínter se cerró alrededor de mi polla con tal fuerza que parecía que iba a estrangularme, pues nada más entrar mi miembro en su agujero, se cerró alrededor de mi verga y me la estrujó sin piedad, aunque para mí no era doloroso, sino todo lo contrario. Le dije:
- Ya ha entrado la cabeza.
- ¿Sólo la cabeza?, me respondió dando a entender que era poco para tan grande esfuerzo.
- Ya ha pasado lo peor nenita, ahora será más fácil, en cuanto te relajes no sentirás molestias, pero si te duele te la saco.
Estaba claro que hasta el momento para ella había poco placer y sí bastante incomodidad, pero mi niñita se estaba sacrificando para agradarme a mí.
- No, espera. Quédate quieto y déjame a mí.
Yo no movía ni un pelo, pero no podía evitar que mi polla palpitara de vez en cuando por la excitación que tenía.
Le dije que se masturbara y se relajara y ella empezó a hacerlo y un ratito después su esfínter se relajó y de nuevo volvió a empujar hacia atrás, consiguiendo que mi polla fuera entrando poco a poco, ya con más facilidad, hasta que toda estuvo dentro de su ojete.
- ¿Falta mucho?, me preguntó.
- La tienes toda dentro, cariño.
- Menos mal, pero no te muevas hasta que yo te lo diga.
- No te preocupes nenita, no me moveré, pero no dejes de masturbarte.
Nos quedamos en esa posición, yo pegado a ella por detrás con mi polla dentro de su culo sin moverme ni un milímetro para no lastimarla, mientras acariciaba sus pezones y Andrea masturbándose con los dedos.
A medida que pasaba el tiempo notaba como la presión de su esfínter sobre mi miembro iba disminuyendo y Andrea se iba calentando más y más, hasta que ya no sentí más que una ligera presión al inicio de su ano. Me dijo:
- Prueba a ver, pero despacio.
Como la tenía toda dentro empecé a sacársela muy lentamente hasta la mitad y volví a empujar igual de despacio hasta que de nuevo la tuvo toda dentro.
Andrea no se quejó y seguí con el mete-saca mientras ella seguía masturbándose. Con cada envite aumentaba el recorrido dentro de su culo hasta que llegó el momento en que se la sacaba casi toda, sólo dejaba dentro la mitad del glande y volvía a empujar para enterrársela profundamente de nuevo.
Volví a ponerme gel en toda la verga y continué follándola cada vez más deprisa. Me detuve con toda mi polla dentro y le dije:
- Vamos a ponernos a cuatro patas que disfrutaremos más, pero despacio para que no se te salga.
Nos movimos despacio y conseguimos ponernos a lo perrito. Doblé la almohada y le dije que se apoyara la cabeza en ella, que estaría más cómoda. Así colocados la sujeté de las caderas y continué taladrando su culito que cada vez se notaba más relajado.
Yo nunca pensé que llegaría a follarme a Andrea por el culo, por eso mi excitación era casi dolorosa y ella daba pequeños gemidos muy distintos de los del principio, lo que significaba que estaba disfrutando. Le pregunté:
- ¿Te hago daño?
- No, apenas me molesta. Me da mucho gustito.
- Ahora si estamos follando de verdad, eres mi putita. Dime cositas guarras.
- Me gusta mucho que me folles y que me eches toda la leche dentro del culo, me dijo entre jadeos.
Con las dos manos la sujeté por las caderas para controlar la penetración haciendo que mi polla entrara todo lo posible en su culito para después sacársela casi del todo y volver a empujar hasta clavársela toda de nuevo.
Al principio se lo hacía despacio sintiendo el roce del interior de su ojete cuando mi polla entraba o salía de su agujero, pero poco a poco fui acelerando el ritmo, aunque de vez en cuando, para evitar correrme, me quedaba quieto con mi verga metida hasta el fondo.
Me incliné hacia adelante y agarré sus tetas sintiendo sus pezones duros y tiesos y las masajeé a la par que seguía follándola por el culo. Mi polla entraba y salía de su agujero arrancándole gemidos y grititos de placer.
Yo sabía que su ojete debía estar totalmente dilatado, por eso saqué mi verga completamente y sujetándola por las nalgas me retiré hacia atrás para mirarla. Andrea me preguntó:
- ¿Por qué me la sacas, es que te has corrido?
- No cariño, es que quiero ver tu ojete y tu rajita abiertos, me pone muy cachondo.
Era una visión mucho más erótica y morbosa que los vídeos porno. Mi niñita estaba a cuatro patas con las piernas abiertas y su ojete se mostraba completamente dilatado, con el interior de un color rosa fuerte y cubierto por babas y gel lubricante y su rajita del coño se veía abierta y babeante mientras con los dedos se masturbaba con fruición.
Me excité más aún de lo que ya estaba y deseé con todas mis fuerzas seguir follándola hasta que mis huevos se vaciaran en su interior. Eché más gel en mi miembro y lo puse en su culito, que ya se había cerrado y sujetándola por las caderas empecé a empujar despacio pero firmemente. Su ano cedió sin oponer resistencia y mi polla volvió a penetrar en su vientre hasta que mi pubis topó con sus nalgas, empezando de nuevo el mete-saca que tanto placer nos estaba proporcionando.
Andrea gemía y jadeaba al compás de mis embestidas que cada vez se tornaban más fuertes y profundas.
- Me encanta follarte putita mía. Estás disfrutando, ¿verdad que sí? le susurré al oído.
- Estoy disfrutando mucho. Me gusta que me folles. Me da mucho gustito tener tu polla dentro, me contestó entre jadeos.
- Avísame cuando vayas a correrte, quiero que lo hagamos juntos, le dije.
- Voy a correrme pronto, ya no aguanto más, me muero de gusto.
Seguimos follando como posesos hasta que de pronto Andrea dijo con la voz entrecortada:
- Échame la leche que ya me corro, balbuceó.
Me aferré a ella y agarré sus tetas con mis manos inclinándome sobre su espalda y cuando Andrea empezó a estremecerse por el orgasmo empujé con mi polla todo lo que pude y me quedé dentro de ella mientras escupía mi semen dentro de su vientre en largos y copiosos chorros.
- Te estoy llenando el culito de leche, nenita.
Andrea no respondió, tan sólo se limitó a emitir sonoros jadeos y gemidos que eran la manifestación del orgasmo que estaba sintiendo.
Después de corrernos, nos quedamos inmóviles, recuperándonos del tremendo ejercicio del polvo que acabábamos de echar, yo inclinado sobre su espalda con mi polla dentro de su culito, sintiendo en la misma las contracciones de su ano y ella con la cabeza ladeada sobre la almohada doblada.
- ¿Te ha gustado?, le pregunté.
- Me ha gustado muchísimo, pensé que no me iba a caber porque al principio me dolía, pero después me ha dado mucho gustito. Ha sido mejor que con la funda del puro.
- Me alegro muchísimo, cariño. Vamos a follar muchas veces y cada vez te dolerá menos y te dará más gustito.
- ¿No me la sacas?, me preguntó.
- De buena gana te la dejaba dentro todo el día, le dije riendo.
Me eché hacia atrás y agarré sus nalgas con ambas manos separándolas, mientras le sacaba la polla del culo muy lentamente.
Cuando toda estuvo fuera, su ojete quedó abierto con un boquete enorme que enseguida comenzó a cerrarse hasta adquirir de nuevo el aspecto normal de un culito. Nada hacía sospechar que momentos antes había estado atravesado por una verga. De pronto me dijo:
- Tengo que ir al baño.
- Cariño ¿No puedes aguantarte? Si vas ahora se te saldrá toda la leche y yo quiero que se te quede dentro, me excita mucho. Eres mi perrita y me gusta que lleves mi leche dentro de tu barriguita.
Andrea sonrió ante mi comentario y dijo con picardía:
- A mí también me gusta tener tu leche dentro y si puedo aguantarme no iré, pero si me entran más ganas tendré que ir por fuerza para no hacérmelo encima.
Andrea aún estaba a cuatro patas en la cama con el culito en pompa y yo de rodillas detrás de ella.
- ¿Nos vamos a la ducha?, le pregunté.
Nos bajamos de la cama y fuimos al cuarto de baño. Nos duchamos juntos y nos frotamos la espalda mutuamente sin dejar de hacernos caricias y mimos y yo, de vez en cuando, tocaba su sexo y pezones con deseo a lo que Andrea trataba de escabullirse entre risas y juegos.
Cuando acabamos de ducharnos nos vestimos y salimos a pasear. Andrea estaba radiante y se la veía contenta y feliz.
- ¿Te duele el culito? Le susurré al oído.
- No. Sólo cuando me siento me molesta un poco. Lo que sí tengo es la sensación de tener que ir al baño, pero no te preocupes me aguantaré, ja, ja, ja.