Mi ahijada Andrea. 4
Estábamos desnudos en el sofá, echada sobre mí, su mejilla sobre mi pecho y una de sus piernas entre las mías
Estábamos desnudos en el sofá, echada sobre mí, su mejilla sobre mi pecho y una de sus piernas entre las mías. Yo la abrazaba y acariciaba su espalda. No dejaba de pensar en lo que acababa de pasar. Andrea se había comportado extrañamente atrevida, no era propio de ella, aunque entendía que cada vez se mostrara más extrovertida y activa, pero había sido un cambio demasiado brusco. Yo no quería que perdiera la candidez que tanto morbo añadía a nuestra relación.
El hecho de haberme ofrecido su coñito o haber mamado mi miembro no restaba un ápice a su inocencia, pues ella tan sólo se dejaba guiar y hacía ciegamente lo que le pedía por la confianza ciega que tenía en mí y pensando, supongo yo, que las cosas que yo le pidiera eran las que hacían todas las parejas. Yo quería que siguiera siendo la niña inocente y candorosa que con la mayor naturalidad del mundo se paseaba por casa en braguitas, muchas veces dejando clarearse a través de la fina tela, la negrura de los pelillos de su pubis; y con los pechos al aire sin ningún pudor, sin tener conciencia del deseo y la lujuria que despertaba en mí.
De pronto dijo:
- Juan, me lo he tragado, me da asco así tan blando. ¿Pasa algo por eso?
Estaba dándole vueltas al hecho de haberse tragado mi corrida sin querer y era algo que no le había gustado, sobre todo por la textura del semen.
- No te preocupes cariño, no pienses en eso ahora, lo hacen todas las mujeres y no pasa nada por tragarse el semen. ¿No ves como yo me bebo tus juguitos? Los hombres nos tragamos lo que echáis las mujeres y vosotras hacéis lo mismo con la leche. Todo el mundo lo hace.
Yo intentaba convencerla de que tragarse el semen era la cosa más natural del mundo, sobre todo habiendo visto antes que su madre también lo hacía y disfrutaba con ello y que con el tiempo no le daría importancia, pues seguro que llegaría a gustarle como a muchas mujeres.
Mi voz tranquilizadora y sosegada y las caricias que le estaba haciendo con mis dedos en su espalda y su culito obraron el milagro y Andrea dejó de preocuparse del semen que minutos antes se había tragado sin proponérselo, para concentrarse en disfrutar con mi masaje.
Otra cosa que me tenía intrigado era el hecho de que me pidiera que se lo hiciera más deprisa con el tubo y se lo pregunté.
- Antes me pediste que te metiera el tubo más deprisa. Yo te lo hacía despacio para no hacerte daño. ¿Te daba más gusto deprisa?
- Es que sentía como un picor muy fuerte dentro y no lo podía aguantar, por eso te dije que me lo hicieras más deprisa, para que se me pasara.
- ¿Entonces te hice daño? ¿Qué sentías?
Tenía curiosidad por saber que había sentido Andrea al follarla con el tubo por el culo y si le había gustado o sólo había consentido a mi deseo.
- Cuando se me quitó el picor era una sensación rara pero no me dolía, me gustaba que me lo hicieras, sentía como un hormigueo muy agradable, me respondió.
Su contestación fue como un latigazo para mi imaginación, pues empecé a imaginar otras muchas cosas que podíamos hacer con su agujerito del culo.
Me ha pasado lo mismo con dos mujeres en mi vida, bueno tres si contamos a Andrea. Una de ellas era mi ex-mujer, no quería hacer sexo anal pero cuando accedía se corría enseguida y no sabía explicar por qué, la otra es la madre de Andrea, a ella si le gusta el sexo anal y también se corre enseguida cuando lo hacemos así.
- Y siento también que te tragaras mi leche sin querer, me corrí antes de lo que yo pensaba y no me dio tiempo a avisarte. Pero, ¿por qué me dijiste que me la chupabas si no te gusta que me corra en tu boca?
- Lo que no me gusta es tragármelo así tan blando. Cuando tú me chupaste el chichi en la cama no te hice nada. Tú querías que yo te chupara también a tí y te quedaste con ganas, por eso deseaba que te corrieras y disfrutaras.
- Eres un cielo cariño. No sabes cuanto te quiero. Dame un beso.
Me había emocionado saber que Andrea se sentía culpable, se “sacrificó” por mí y me hizo una mamada para agradarme a pesar de no gustarle demasiado.
Ella, que seguía con su cabeza echada en mi pecho, estiró el cuello y me miró esbozando una preciosa sonrisa, se incorporó y ascendió reptando sobre mi cuerpo hasta que su cara quedó frente a la mía, me besó dulcemente y me dijo que también me quería muchísimo. La abracé y con mi mano en su nuca a atraje hacia mí y le devolví el beso metiendo mi lengua en su boca y chupando la suya. Seguimos besándonos con pasión. Andrea aprendía rápido y sabía lo que me gustaba y a ella también parecía agradarle, pues exploraba el interior de mi boca con su lengua y me mordía los labios presa de la excitación que la consumía como si le fuera la vida en ello.
La situación tenía el añadido erótico de que era Andrea la que estaba encima de mí, con sus pechos sobre mi torso, apoyada en el sofá sobre sus antebrazos y codos llenándome de besos la cara y el cuello y yo me dejaba hacer.
Con mis manos masajeando sus preciosos pechos y pezones mi polla terminó de ponerse en forma y le dije:
- Ponme las tetas en la boca.
No se hizo de rogar y ascendió por el sofá gateando sobre mí hasta que sus pechos quedaron a la altura de mi cara, para dejarse caer hasta que uno de sus pezones llegó a tocar mis labios. Lo chupé y lo mordí y jugueteé con él dentro de mi boca mientras con la mano acariciaba la otra teta y pellizcaba suavemente el pezón, para después cambiar de pecho y chupar el otro.
Ver la cara de Andrea era suficiente para saber que estaba disfrutando como una perrita, pues se mordía los labios, estiraba el cuello hacia atrás y no cesaba de emitir pequeños gemidos.
Cada segundo que pasaba estábamos más calientes. Le pregunté:
- ¿Estás mojada?
- Sí, me contestó con una voz trabada por la excitación.
- Pues métete los dedos, mójalos y dame que los chupe.
Andrea no respondió, tan sólo llevó su mano a su sexo y recogió con sus dedos los fluidos que su coñito rezumaba. Después los metió en mi boca y dejó que yo los chupara y lamiera sintiendo en mis papilas gustativas el deleite del sabor de su joven chochito. Le dije que quería más y repitió otras dos veces la operación, llenándome la boca con sus juguitos.
Y con el sabor de su sexo en mi boca la atraje hacia mí y la besé. Al principio ella no abría los labios pero su deseo fue más fuerte y acabó por corresponder a mis besos, por lo que nuestras salivas se mezclaron y ella saboreó sus propios juguitos.
- ¿Te gusta el sabor de tu chochito?, le dije en tono irónico.
- Pues sabe mejor que tu leche y además no parecen mocos, me respondió volviendo a besarme, ya sin remilgos por tener en mi boca el sabor de sus fluidos.
Entonces fui yo el que metí dos dedos en su coño y los empapé bien y después los llevé a sus labios y para sorpresa mía, ni siquiera hizo un amago de rehusar. Debía estar muy caliente pues sacó la puntita de la lengua y la puso sobre mis dedos empapados y fue lamiendo poquito a poco hasta acabar chupando mis dedos dejando que yo los introdujera en su boca.
Volví a mojar mis dedos en su rajita y cuando los puse frente a sus labios, fue ella la que se adelantó abriendo la boca, engulléndolos golosa para chupetearlos con fruición.
Por fuerza tenía que gustarle lo que hacía. La expresión de su cara lo decía todo. Esta vez no era para complacerme a mí. Ella disfrutaba con eso y lo manifestaba claramente. Y para mí era extremadamente erótico verla así.
- No sabes como me pones viéndote hacer eso, le susurré.
- ¿De verdad te gusta?, me preguntó con una sonrisa maliciosa.
- Me encanta cariño, me excita mucho verte hacer “guarradas”.
- A mí también me gusta, no sabía que se podían hacer tantas cosas ricas, respondió.
- Haremos muchas cositas más, ya lo verás.
Ella seguía sobre mí a cuatro patas en el sofá, con las rodillas a ambos lados de mis caderas y las manos flanqueando mis hombros.
En esa posición sus pechos apuntaban hacia abajo y entre los dos veía la pelusilla de su pubis como una invitación a traspasar esa barrera y acceder al tesoro que ocultaba.
Le dije que se sentara encima de mí y se acomodó de manera que su rajita quedó abierta sobre mi miembro y el frenillo de mi glande presionando su clítoris.
En esta posición empezó a moverse despacio haciendo que su coñito se frotara contra mi polla y en concreto su clítoris contra mi glande. Sentí en mi verga la tremenda humedad de su rajita y fue esa misma humedad la que hizo que el frotamiento de nuestros sexos fuera sumamente placentero, pues su coñito se deslizaba con mucha suavidad sobre mi verga.
Yo mientras tanto tenía mis manos sobre sus pechos, acariciándolos y pellizcando sus pezones. Ella seguía frotando su sexo contra mi miembro y yo sentía la protuberancia de su clítoris presionar sobre mi polla. Andrea se estaba masturbando con mi verga y a la vez me lo estaba haciendo a mí.
Sentada sobre mí con su rajita encima de mi miembro, no dejaba de moverse adelante y atrás, lo que hacía que tanto ella como yo disfrutáramos de ese vaivén mientras mis manos se afanaban en amasar sus preciosos pechos y en pellizcar los sonrosados y duros pezones.
De vez en cuando se inclinaba hacia adelante y me besaba y mordía la boca sin disimular lo caliente que estaba.
- Tengo muchas ganas, dime cómo quieres que lo hagamos, me dijo.
Ella debió pensar que sólo estábamos en los preliminares y que cambiaríamos de postura y de su expresión se desprendía que deseaba correrse pronto.
- ¿Quieres que nos corramos así?, le pregunté.
- Lo que tú quieras, me respondió mientras no dejaba de moverse frotando su sexo contra el mío.
Y añadió:
- Si te gusta, no me importa que te corras en mi boca, el sabor no está malo, luego lo escupo.
Andrea estaba tan excitada que haría lo que le pidiera, pero no quería “obligarla” a hacer algo sólo porque me gustara a mí. Estaba que se moría de deseo y no lo ocultaba. Y como era ella la que se movía controlaba el ritmo y la intensidad para conseguir el máximo placer.
- Veo que estás disfrutando mucho así, sigue y nos corremos los dos.
- Quiero que me llenes el coño de leche, me dijo con la voz entrecortada a la par que se inclinaba sobre mí para besarme con pasión.
Me sorprendió, era la primera vez que Andrea se refería a su sexo llamándolo coño, siempre decía “mi chichi”, pero la que estaba hablando ahora no era la jovencita ingenua e inocente, sino la mujer presa de deseo y excitación. Mi preciosa niñita estaba con una tremenda “calentura” y deseaba calmarla.
Siguió moviéndose cada vez más deprisa hasta que llegó un momento en que se inclinó hacia adelante encima de mí poniendo su boca sobre mi cuello, jadeando y emitiendo pequeños grititos mientras movía su culito con frenesí, buscando con su inflamado clítoris el placer en el roce con mi polla, dura como el cemento.
Con mis manos la agarré de las nalgas y la ayudé en su movimiento a la par que empinaba mi pelvis buscando a mi vez el roce de mi glande con su botoncito.
Andrea estaba en trance. Debía sentir un placer inmenso a juzgar por su comportamiento, pues no cesaba de balbucear a mi oído que deseaba que la follara.
- Quiero que me folles y que me llenes el coño de leche, me decía sin cesar de moverse sobre mi miembro.
En pleno delirio de placer, Andrea me confesaba su más íntimo deseo, ser desvirgada y penetrada hasta el fondo de sus entrañas para sentir toda mi virilidad dentro de su vientre y experimentar la sublime sensación del sexo cuando mi verga se abriera paso en su rajita, separando sus labios y las paredes de su pequeño chochito, hasta llegar al fondo de su vagina, besando con mi glande su juvenil útero, para saciar su sed inundando con chorros de leche tibia y espesa el fondo de su coñito adolescente.
Siguió así unos instantes más y su cuerpo se tensó apretándose contra el mío mientras decía que se moría de gusto, que se corría.
Al momento un intenso calambre la recorrió por entero y se aferró a mí pidiéndome que empujara y yo, hice lo que me pidió haciendo que mi polla presionara contra su coñito mientras los espasmos del orgasmo la estremecían repetidas veces hasta que finalmente se desplomó sobre mí, mientras yo sentía en mi verga las contracciones de su coñito.
Yo no llegué a correrme, quise aguantar tanto que me quedé a medias, pero estaba feliz de haberle proporcionado a mi niñita un orgasmo de antología.
Se quedó echada sobre mí un buen rato y cuando se recuperó y se incorporó se percató de que yo seguía empalmado. Tenía chorreando la entrepierna y el vientre a causa de los juguitos de Andrea y ella se sintió azorada por ello. Le dije que me encantaba estar empapado y me dedicó una sonrisa de complicidad.
- ¿No te has corrido?, me preguntó al no ver muestras de semen por ninguna parte.
- No me ha dado tiempo, has sido muy rápida, le dije bromeando.
- Yo quería que te corrieras, añadió con disgusto.
Sabía que a ella le hubiera gustado que la empapara con mi semen, por eso le dije:
- Si quieres puedes hacerme una paja.
- Sí, sí. Te hago una paja, me gusta ver como sale disparada la leche.
Andrea se bajó del sofá y se arrodilló en la alfombra a mi lado. Cogió mi miembro con su mano y empezó a realizar suaves masajes de arriba a abajo como yo le había enseñado. Me miraba buscando mi aprobación ya que ella se sabía inexperta y quería aprender.
- Me lo estás haciendo muy bien, le dije. Al principio hay que hacerlo despacio, es igual que cuando tú te masturbas.
Ella siguió meneándomela cuando de pronto cesó en su movimiento. Me quedé expectante para ver que pasaba y me encantó lo que vi. Andrea acercó sus labios a mi polla rodeando con ellos la gotita de líquido preseminal que había aparecido en la punta del glande, para seguidamente abrir la boca y meterse la cabeza dentro dándole unos cuantos chupetones.
Se la sacó de la boca y siguió con su masaje, aunque de vez en cuando, hubiera baba en la punta o no, volvía a chupármela para después seguir con la paja. Me estaba haciendo lo mismo que había visto en uno de los vídeos y me gustaba, Andrea quería darme todo el placer posible.
Después de un rato tenía ganas ya de aliviar la tensión y le dije:
- Menéamela más deprisa y no te pares, quiero correrme.
Mi nenita hizo lo que le pedí e instantes después mi polla escupía tibios chorros de leche bajo la atenta mirada de Andrea que no cesaba de mover mi verga.
Cuando mi orgasmo cesó le dije que parara, observando que el semen había caído en mi pecho y en mi vientre y los chorros finales, ya sin presión, escurrían por el dorso de su mano.
Andrea se quitó ese semen frotando su mano en mi polla para después extenderlo por toda ella con un suave masaje. Recogió el que tenía en mi pecho y vientre e hizo lo mismo, lo puso en mi miembro y lo extendió con suaves movimientos de su mano, eso también lo había visto en el vídeo, hasta que, aunque mi miembro estaba totalmente pringado, el semen ya no se distinguía como tal, parecía que era lubricante.
Yo seguía mirando expectante sin atreverme a interrumpirla, quería saber que haría después.
Acercó su nariz a mi polla y después de aspirar dijo:
- Me gusta como huele tu leche.
Me quedé boquiabierto sin saber que decir y mi sorpresa creció cuando de pronto acercó su boca a mi glande y se lo metió en la boca, para seguir bajando hasta tragarse la mitad de mi verga.
Se la sacó y me dirigió una mirada maliciosa mientras decía:
- Así no parecen mocos y no me importa tragarlo.
Y siguió chupándome la polla hasta que el semen que ella misma había puesto desapareció dentro de su boquita.
Acto seguido se acercó a mi cara y me besó y no pude negarme a que metiera su lengua en mi boca y nos las comiéramos el uno al otro después de lo que me había hecho, me estaba devolviendo mis propias acciones.
Me sentía feliz, pero no pude dejar de sentir celos del novio que tarde o temprano tendría Andrea y envidiaba la suerte de ese desconocido, por el tesoro de mujer que iba a tener.
Me dio un besito en el glande y poniéndose de pie me dijo que estaba muy feliz y que iba a ducharse.
Me quedé tumbado en el sofá sintiendo que los acontecimientos me estaban superando y me dio miedo de lo que podría pasar en el futuro.