Mi adorada primita
Al final uno no conoce a nadie. Mi prima no tenía nada que ver con la chica idealizada que creía y mi amigo no era el salido que creía, sino que lo era aún más.
Desde muy niños mi prima Vanesa y yo habíamos tenido una buena amistad. Aunque sus padres viven en Castellón y los míos en Madrid, todos los veranos nos reuníamos allí la familia durante alguna quincena. Eran días muy felices en los que no parábamos de jugar e ir a la playa. Cuando crecimos nos hicimos novios, pero desde luego la cosa no iba más allá porque éramos todavía unos críos, y era más un juego nuevo que otra cosa.
Pero llegó el año, el décimo tercero de mi vida, en que me sorprendió la adolescencia y ese verano me encontré con que no era el único sorprendido. Ahora era menos niña y más mujer, y la miré de otra forma por primera vez. No pasó nada pero, a la vuelta, decidí que el próximo verano sí que ocurriría: yo quería perder mi virginidad con ella. Así se lo dije a Luis, mi mejor amigo.
- Eso es: tienes que tener confianza me decía y luego me hablaba de sexo. Él había perdido la virginidad y me parecía ya por eso una autoridad. Era un verdadero calenturiento, aunque yo no sabía realmente cuanto, y hablábamos del tema entre risas como unos típicos adolescentes salidos... pero luego pensaba que se trataba de mi prima y algunos de sus comentarios me hacían sentir incómodo. La verdad es que me había enamorado y se trataba nada menos que mi primer amor. La había idealizado completamente y no podía imaginarme que eso lo iba a pagar muy caro.
Pasé el curso enamorado y deseando no encontrarme a la vuelta a Castellón a mi prima con algún chico. Por fin llegó el verano y salimos. También venía Luis esta vez y yo estaba encantado porque podría presentarle a mi prima. Realmente era un poco iluso y no sabía lo inmoral que era el sexo.
Las horas de carretera se hicieron interminables. Al llegar, salieron mis tíos a recibirnos pero a quien yo deseaba ver cuanto antes era a mi prima. Cuando la vi me di cuenta de que ahora sí se había consumado el cambio de niña a mujer. Había crecido algún centímetro pero sobre todo había ganado en curvas. Los pechos eran pequeños pero se adivinaban más redondos bajo una camiseta roja. El cabello trigueño lo llevaba ahora anudado en una coleta y estaba mucho más provocativa. Me dejó realmente impresionado y a Luis también. Que había mejorado mucho su cuerpo pude comprobarlo mejor al día siguiente cuando fuimos a la playa y la vi sólo con la ropa de baño. Realmente daban ganas de quitarle el bikini...
Los días que siguieron fueron muy entretenidos; mucha playa y muchas salidas por ahí con mi prima, sus amigos y Luis, pero no disfrutaba realmente porque pensaba en cómo podría declararme. Estaba enamorado y eso me hacía sentir torpe. Por otra parte verla así con tan poca tela cubriendo su cuerpo era una provocación. Una vez en la playa tuve que meterme en el mar para evitar la erección que me provocaba ver su cuerpo.
Una noche en que estábamos en nuestras camas Luis y yo (compartíamos habitación), hablamos sobre mi prima.
Realmente está buena como me decías. Los pechos no son muy grandes pero menuda forma tienen; tiesos y redondeados me dijo Luis y se rió.
Eh, no hables tan alto que a ver si nos oyen.
La verdad es que no me gustaba nada que hablase así de ella.
Intenté abordar a mi prima pero era difícil: casi siempre estábamos acompañados o yo no reunía valor suficiente. Finalmente lo hice una noche después de cenar. Ella me miró un poco triste y me dijo que me quería, que me tenía mucho cariño... que era como un hermano para ella. A mí eso me dejó helado, era lo peor que podía haberme dicho. Yo no quería otra hermana que la hija de mi madre, y tenía claro cuál era la mejor forma de demostrarme su cariño. Me pidió que no insistiera y yo no dormí esa noche, consolándome en las lamentaciones. No me atreví a decir nada a Luis porque era muy humillante.
A la noche siguiente recibí una humillación aún mayor ya que ella y Luis se fueron solos a pasear por la playa. No me esperaba eso de él y cuando volvió discutimos. Él me dijo que era mejor que aceptase que ella me veía como a un hermano. Fue una segunda noche de insomnio para mí y de pasarme horas pensando en la cama sobre todo esto. Luis era mayor que yo y de constitución atlética. Tenía que haberme dado cuenta de que le gustaba.
Pero todavía me esperaba una tercera noche de insomnio porque a mis padres se les ocurrió hacer una excursión por los pueblos del interior. Mi prima y Luis dijeron que tenían planes pero yo sabía muy bien que lo que realmente planeaban era quedarse solos en la casa. Pensé en quedarme con ellos para fastidiarles pero sabía que acabarían haciéndolo sin que importara lo que yo quisiera. Al final accedí a acompañar a mi familia a la excursión. No hace falta que diga que no disfruté nada y que mi mente estaba muy lejos, divagando sobre que estaría ocurriendo en la casa. A la vuelta nos encontramos a mi prima y Luis como siempre pero sabía que algo había pasado. El resto de las vacaciones lo pasé muy deprimido.
Pasaron meses antes de que Luis y yo habláramos de aquella tarde. El tema se había enfriado, había perdonado a Luis (otra cosa es que nunca pudiese olvidar lo que había hecho), y quería saber qué había ocurrido. Luis no tuvo problema en decírmelo porque era imposible que le molestase hablar de sexo. Realmente no estaba preparado para lo que me contó. A medida que le escuchaba me parecía más y más increíble. Escribo aquí su relato aunque me es imposible suplir su expresividad a la hora de contar las cosas:
Estábamos en la cocina y no habíamos acabado de ver cómo os ibais en el coche cuando empezamos. Nos besábamos mientras le metía las manos por dentro de su camiseta hasta llegar a los pechos. Ella ni siquiera disimulaba un poco las ganas que tenía. Le dije que la quería y esas cosas mientras le tocaba los pezones con los dedos pero ella pasaba de las palabras bonitas y prefería pasar a los hechos y se quitó la camiseta y el pantalón corto. Los dos quedamos pronto en ropa interior.
Ya te digo que no me costó nada llevarme a tu prima a la cama, la de tus tíos, porque a ella no se le ocurrió otra idea que ir a la cama de sus padres porque le daba morbo. Nos desnudamos y no veas cómo era verle los pechitos y el coño. Los besitos, las caricias cariñosas y las palabras bonitas como que no le iban: prefería los besos con lengua, que le tocase y mamase las tetas, y decir cosas salidas.
La verdad es que me costaba creer que fuera virgen y cuando se colocó encima de mí para cabalgarme pues acabé de tener muy claro que de virgen nada. Cogió mi polla con sus dedos para encajársela bien y empezó a moverse. ¡Vaya gozada! Le agarraba los pechos y el culo con las manos mientras movía las caderitas con alegría arriba y abajo y a derecha e izquierda. Menudas caras que me ponía... y no se cortaba nada para gemir. El ritmo que llevaba era bien duro y cuando terminamos me corrí de gusto dentro de ella. Me quedé dormido del agotamiento, del intenso calor y porque me merecía un descanso después de una faena bien hecha, aunque no sabía que me esperaba todavía mucho. Mucho más.
Cuando desperté no estaba en la habitación. Me puse los calzoncillos, pasaba de vestirme si estábamos solos en casa, y fui a la cocina. Allí estaba pelando una naranja. También le daba igual no llevar camiseta e ir en sujetador. Yo me senté a su lado y cogí el cuchillo para pelar una manzana porque tenía hambre también, pero verla en ropa interior en esa silla y masticando la naranja fue demasiado. Era ver la naranja tan cerca de sus tetas que podían caerles gotas del jugo, y tener muy claro lo que hubiera querido comer... así que dejé la manzanita en la mesa y metí mis dedos dentro del calzoncillo.
Pero, ¿qué estás haciendo? me preguntó, como si de verdad se escandalizase.
Masturbarme. Es que estás tan buena así...
¡Cerdo! dijo y volvió la cara para seguir comiendo sin verme. ¿Es que no ves que estoy comiendo?
Se rió y añadió otro cerdo pero yo estaba completamente salido y no dejé de masturbarme mientras la miraba. Entonces soltó la naranja y ¡empezó a tocarse también! Ahora al que le tocó quedarse pasmado fue a mí mientras se quitaba el sujetador para tocarse los pezones con los dedos. Luego se metió los dedos por las bragas y empezó a gemir de placer (Luis imitaba los gemidos y se reía). No me creía aquello. Me quité los calzoncillos para masturbarme más cómodamente y estaba a punto de correrme, pero no iba a perder la oportunidad. Dejé de masturbarme y le quité las bragas para ayudarla con mis dedos. Nunca había hecho eso; es lo que te digo: tu prima sabía un rato. Ya me gustaría saber cómo ha aprendido todo esto. Fue meter mis dedos en su coño y notarlos húmedos. No había sitio para tanto dedo y se corrió pronto entre gemidos con cuatro manos recorriendo su sexo. Pero yo quería correrme también. La agarré por los tobillos para abrirla de piernas y follármela en la misma silla donde estaba sentada. Yo empujaba y empujaba como un desesperado. Ella se agarró entre risas a la mesa porque casi se cae la silla. Yo ahora tampoco tardé mucho en correrme y fue mucho mejor que antes, no veas.
Todavía repetimos aquella tarde. Andábamos desnudos por la casa haciendo de todo. Habíamos perdido la vergüenza y nos acariciábamos y chupábamos por todo el cuerpo. Vaya con tu primita. ¿Con qué virgen, no? Joder, ésa sabía de todo. Menuda mamada me hizo. Cuando habíamos acabado de follar en el sofá y creía que no podía más, fue metese ella mi polla en su boca y notar su lengua recorriendo el capullo, y enseguida estaba para repetir. El caso es que tuvo tiempo para enseñarme lo que había aprendido. Luego recogimos la casa y nos vestimos a toda prisa antes de que llegaseis.
Oye, no veas cómo me estoy poniendo de recordarlo... si me disculpas me voy al servicio.
- Menudo cerdo estás hecho le respondí, y me di cuenta de que era el mismo adjetivo que le había asignado mi prima. Se rió mientras iba al servicio y me dejaba aturdido con su narración.
Decididamente, me había equivocado por completo respecto a ella. La verdad es que me hirió mucho más saber que mi adorada prima era una golfa que la traición de mi amigo. Ella me había traicionado de una forma mucho peor, traicionando el amor tan ideal que sentía por ella. La había querido como algo puro e ideal y era más salida que Luis.
Por cierto que pude follar con ella al cabo de unos años y comprobar lo tremenda que era. Pero no hubo amor ni sentimiento, sí perversión y placer, y le dije cosas muy diferentes a las que hubiera querido decirle ese fatídico verano. Fue algo muy distinto de lo que me había imaginado cuando era un adolescente.
Tardaría todavía en perder mi virginidad después de aquel verano pero ya había perdido mi inocencia...