Mi admiradora secreta

Un hombre separado se va a vivir solo. Pero pronto se dará cuenta de que le observa alguien...

Cuando me separé de mi mujer, nunca me imaginé que llegaría a vivir una historia como la que os voy a contar. Éramos una pareja ideal, jóvenes, buena posición económica… sólo falló una cosa. Cuando nos fuimos a vivir juntos, todo lo que de solteros era buen rollo, de casados fue una tortura sin pies ni cabeza.

Afortunadamente no tuvimos hijos y la separación fue más sencilla de lo que pensaba. Adiós y hasta nunca. Y vuelta a empezar.

Me mudé a un piso de alquiler. La idea era que fuera provisional, y por lo tanto, sólo me preocupó que estuviera cerca del trabajo. Alquilé un piso pequeño, de 1 habitación y apenas 50 m2. Pero me sobraba espacio y además, no estaba mucho tiempo en casa. Bueno, eso al menos hasta hace poco. El piso estaba bien. Era luminoso, bien distribuido y estaba situado en una barriada céntrica y muy de moda entre la gente joven. A mis 35 años, me hacía sentir en una segunda adolescencia. La única pega que le encontré al piso, era que las calles eran algo estrechas y el edifico de enfrente estaba apenas a un tiro de piedra. De eso no me di cuenta hasta que un día, vistiéndome en mi cuarto por la mañana, vi que me podían ver desde el piso de enfrente. Eso me produjo una cierta curiosidad.

Y esa curiosidad se convirtió en mi perdición cuando una mañana que me quedé en casa a causa de un ligero malestar estomacal, apareció una mujer muy atractiva en el balcón de enfrente. Iba vestida con una bata azul y me dio la sensación de que era una empleada del hogar o algo parecido. De cuerpo muy bien formado. Alta, de cabellos castaños, media melena, piel blanca… llevaba la bata desabrochada, enseñando sus piernas largas y esbeltas. Se apoyó en el balcón y encendió un cigarrillo. Estaba descansando de su quehacer y se tomaba un respiro. Echó un vistazo por la calle y acabó por detenerse en mis ventanas. Yo estaba sentado en el sillón, desnudo de cintura para arriba y mirando la TV. Se fijó en mi y pareció distraerse un buen rato hasta que despareció. Al día siguiente la misma escena a la misma hora. Yo me encontraba mejor y me movía por casa. Ella se fijaba en mis movimientos y de la misma manera que el día anterior, acabó por desaparecer al cabo de media hora.

Al tercer día y a pesar de que ya me encontraba bien del todo, me quedé por casa para forzar un nuevo encuentro. Decidí que aquella situación se prestaba a jugar con atrevimiento y me lancé a deslumbrar a mi desconocida "admiradora".

Cuando apareció en el balcón a fumar su cigarrillo de rigor, me hice el despistado y empecé a exhibirme de una manera descarada. Tenía abiertas todas las ventanas y el balcón de mi habitación. Ella podía verme muy bien y sabía que lo iba a hacer sin duda. Me fui a la habitación y como el que no quiere la cosa, fui desnudándome hasta que me quedé en pelotas en medio de mi cuarto. Estoy bastante bien dotado, o sea que mi pene, flácido pero omnipresente, se prestaba a ser observado desde su atalaya. Ella me vio. Y Tanto que me vio. Diría que su ojos no sacaban su vista de encima mío. Yo la miraba de reojo y vi como metía su mano en la bata abierta, como si se acariciara discretamente. Me puse a cien y sin ningún pudor, me eché en la cama. Solo de imaginarme que me estaba mirando, mi polla se puso tiesa como nunca  y empecé a masturbarme lentamente. Mi mano subía y bajaba mientras de reojo me fijaba en mi anónima admiradora. Al cabo de poco, me sentí a punto de explotar. Seguí meneando mi aparato hasta que un chorro de leche, salió disparada como nunca había visto. Me excitó tanto que, cuando me di cuenta, ella ya no estaba en el balcón.

Al día siguiente no pude evitar de tener que ir al trabajo. Así que desconozco si ella estaba allí a la misma hora. Supongo que si, y que se llevó una gran decepción. De todas maneras, al día siguiente, me las apañé para salir con la excusa de una visita y estar en casa a la hora apropiada. Volví a repetir el numerito y esta vez ya fue descarado. Ella llevaba unos prismáticos y aunque, disimuladamente, parecía distraída mirando a lo lejos, se que sus ojos volvían rápidamente a mi habitación. Esta vez yo iba preparado y monté un buen numerito. Me puse un buen consolador en el culo, espatarrado de rodillas, con el trasero abierto a sus ojos… me entretuve un buen rato sodomizando mi agujero posterior hasta que me di la vuelta y d espaldas a la cama, empecé a masturbarme otra vez… ella no me quitaba ojo de encima y vi que seguía tocándose dentro de la bata. MI corrida volvió a ser monumental… y creo que desde el balcón pudo oír mis gritos de placer… mi orgasmo fue sonado!

Ya no podía dejar este pequeño vicio. Cada dos o tres días volvía a mi casa para masturbarme delante de mi amiga desconocida. Ella siempre estaba a la misma hora. Hasta que al cabo de un par de semanas. Cuando me puse en solfa para empezar la actuación, vi que entraba dentro y desaparecía del balcón.

Me incorporé decepcionado por la situación y empecé a vestirme, cuando sonó el timbre de la puerta. Me dirigí a ella, acabando de cubrirme con un chándal de estar por casa. Al abrir la puerta, me quedé mudo de asombro. Era ella. Me miraba con unos ojos inmensos y brillantes. Sin decir nada, me apartó de la puerta. Cerró suavemente y me sonrió. Iba vestida con la bata que siempre llevaba en el balcón. A través de ella se veía claramente que iba desnuda. Cuando se desabrochó los botones que quedaban, pude admirar un cuerpo increíblemente hermoso. Era una mujer madura pero bellísima.

Me tomó de la mano mientras me acariciaba el paquete. Me desnudé en un santiamén y me eché encima de la cama. Ella se sentó al borde y acabó de sacarse la bata de encima. Sus manos se agarraron a mi cipote y empezó a menearme la polla con suavidad. Me miraba con deseo, con vicio. Sus ojos no apartaban su mirada de mi. Al cabo de poco, apenas unos segundos antes de que mi pene explotara en la corrida más maravillosa de mi vida, oí como decía con palabras susurrantes, creo que necesita una mujer que atienda esta casa como se merece…. Acto seguido mi leche salía expulsada de mi polla como un cohete de fiesta mayor… su sonrisa acabó de desmontarme… se agachó hacia mi y se metió mi tranca en su boca. Después de lamerme todo el cuerpo y beberse la ración de leche que había expulsado, siguió lamiendo mi polla y la puso de nuevo bien tiesa. Se puso a horcajadas y se sentó encima de ella. Lentamente, mi polla entró en su cuerpo, como si una espada la ensartara hasta el fondo sin compasión… Sus gemidos de placer, llenaron mis oídos. Empezó a menearse encima de mi, mientras yo cerraba los ojos… al cabo de poco, mientras seguía cabalgándome son lujuria, pude darme cuenta que desde aquel mismo balcón, una mujer muy bella nos estaba observando… se parecía rematadamente a la que me estaba follando sin compasión… Ella se dio cuenta y sonriendo me dijo flojito al oído… tengo una hermana gemela!