Mi accidente: Mi comprensiva madre (parte IV)
Cuarta parte de la historia de un hijo que tiene un accidente, y su madre decide hacer lo posible para que ayudarlo en lo que necesite. La relación de ambos sufre cada vez más cambios.
MI ACCIDENTE: MI COMPRENSIVA MADRE
PARTE IV
Resumen: Luego de reflexionar acerca de la naturaleza de la relación con mi madre y de determinar qué es lo que quería tuve una conversación directa con mi madre. Necesitaba tener claro que es lo que ella pensaba, que es lo que quería.
Llegamos a la conclusión, evidente, de que ambos sentíamos placer mutuo en nuestras acciones pervertidas, pero de igual forma, necesitaba escucharlo de su propia boca.
Acordamos seguir con todo, sin excusas, sabíamos lo que era, un hombre y una mujer liberándose sexualmente, pero teniendo claro que fuera de los actos masturbatorio y orales, éramos madre e hijo y el respeto que yo le debía tener como tal era el “límite” que no debía ser cruzado.
Los celos o quizás la calentura, o tal vez un poco de ambos me llevo a ir contra nuestro pacto tácito y mientras papá se encontraba viendo el noticiero nocturno, su esposa, mi madre, me hacía una mamada en donde por un momento olvidamos nuestro parentesco y nos dejamos llevar por la excitación, era la primera vez.
CAPITULO IX: LA REALIDAD
Mi madre retiro su cabeza liberando mi pene del interior de su boca. Mis manos en su cabeza ya no ejercían fuerza alguna sobre ella, como si hubiese absorbido junto con mi corrida toda la energía de mi cuerpo.
Al separar sus labios de la punta de mi brilloso, chorreante y pegajoso miembro, apretó rápidamente sus labios.
Sus ojos me miraban, como una chiquilla que pretende ser inocente, rodeados lágrimas y las manchas negras de su maquillaje.
Inspiró largamente, hizo su cabeza hacia atrás, cerro sus ojos, tragó con dificultad, pero sin temor, aún sujetada de mi pantalón. Su cabello alborotado, su mentón húmedo, el piso mojado por su propia saliva. Con maestría evito manchar con una sola gota sus ropas, sabía que debía volver a los brazos de su querido esposo.
Abrió sus ojos, enderezo su cabeza, abrió su boca, sacó leventemente su lengua y con un pequeño “aahh”, como si hubiera bebido el agua más sabrosa del mundo, golpea levemente mis muslos con ambas manos, sonriendo, indicándome que ya era hora de ordenarme y retirarme.
Mi vista estaba nublada, estaba cansado, agotado, ver a mi madre arrodillada frente a mí, después de haberle dicho todo eso, después de haber utilizado su boca para depositar y darle de beber mi semen, superaba todo lo que hubiese podido llegar a mi imaginar.
Subí mis pantalones, liberados por fin de las manos de mamá, me los abroché, subí mi cierre, di un suspiro sonoro y le dije:
- Gracias mamá
Ella no dijo nada, solo sonrió, con malicia y sensualidad.
Se paró rápidamente y se dirigió al baño donde limpio su cara su cara con abundante agua, removió su maquillaje corrido con algunos papeles y un líquido de una pequeña botella. Hizo buches con el enjuague bucal, escupiéndolo en el lavado.
La miraba embobado, no podía dejar de mirarla, estaba absorto en ella.
Salió del baño, con un poco de papel higiénico en la mano, paso junto a mí y me dijo:
- Ya, anda a tu cuerpo, mañana hablamos, tengo que bajar – me dijo susurrándome, señalando la puerta de mi habitación.
Apresuradamente, trotando a pasos diminutos, se agacho dándome la espalda. Que culo dios mío. Cada día me parecía mejor.
Limpió rápidamente el piso, se giró lanzándome el papel con el que había realizado la tarea.
- Bótalo – dijo, lanzándome también un beso insonoro.
Volvió a girarse, acomodó rápidamente su pelo, hizo un movimiento de hombros y cabeza, como relajándose, y bajó la escalera como si nada hubiese pasado.
Entre a mi cuarto y me lancé a la cama. Mierda, mierda, mierda, mierda.
Había roto los “límites”, sobrepase todas las barreras. Habíamos hablado de follar, hice que se tragara mi corrida, todo mientras mi padre estaba en el piso de abajo.
No podía dejar de pensar. Pero creo que si mi madre lo había aceptado, estaba todo bien. No hizo ningún gesto de enfado, al contrario. Incluso aceptó todo, al ceder ante mi mensaje de texto y subir a complacerme.
¿Sería acaso posible llevar todo esto a un nuevo nivel y fallármela? ¿Sería capaz? ¿sería capaz de volver al interior de la mujer que me había dado a luz 20 años atrás?
Al menos, tenía las ganas.
Pensaba una infinidad de cosas, dándole vueltas a cada diminuta posibilidad, analizando la mejor estrategia a seguir. Mi conclusión, es que ya no había frenos para mi conducta, tenía libertad de acción. Esa noche mi madre se había transformado en mi amante.
Me dormí con una sonrisa en mi cara, era la felicidad más pura que había sentido. Dormí como nunca.
A la mañana siguiente mi padre se iba de viaje nuevamente, desayunamos todos juntos en total normalidad. Mi madre y padre estaban radiantes, como si les hubieran quitado 10 años de encima, sonreían y se miraban coquetamente. Me imaginaba lo que sospechaba y un nudo se hacía en mi garganta y una presión se sentía en mi pecho. Seguramente habían follado como locos. Que imbécil soy, se la dejé lista – pensé.
Pero al recordar que quizás todo fue causado por mí y por lo que generé en mi madre, me calme lo suficiente para mantener la compostura. Me debes una, papá, me debes una… hijo de puta suertudo – decía para mí mismo, en una situación que me parecía bastante irónica.
No importa, hoy me tocaba follármela yo.
Yo miraba a mi madre con deseos, aunque ella mantenía las apariencias y su actitud era de la una perfecta ama de casa, atendiendo a su marido y a su querido hijo. Debía tener paciencia.
A eso de las 9 de la mañana con mi padre fuimos a comprar unas herramientas que necesitaba para un arregló que haría en la casa cuando volviera de su viaje; unos cuantos destornilladores, un taladro y algunas otras cosas que, la verdad, no me interesaban mucho, pero mi padre aprovechaba de pasar un tiempo con su hijo, a la vez que me hacía cargar todo, resultaba doblemente provechoso para él.
Luego de esto llegamos a la casa, donde preparó sus cosas para el viaje.
A las 11:30 de la mañana me pidió que lo llevara al aeropuerto.
Se despidió de mi madre en el umbral de la puerta, besándola de modo cariñoso, lo que, extrañamente, resulto bastante incomodo de mirar para mí. A mamá no parecía importarle mi presencia.
Partimos.
Rara vez yo iba a dejar a mi padre, casi nunca me dejaba ocupar su auto. Mi madre lo debe haber dejado de muy buen humor.
Al llegar a nuestro destino mi padre se bajó del auto, sacó su maleta, me dio un fuerte apretón de manos y un abrazo y se despidió – Hasta la próxima semana hijo, cuídate – y se fue llevando su maleta arrastrando.
Mi trayecto a la casa fue más rápido de lo normal. Estaba ansioso de llegar a hacer todo lo que me había imaginado con mi madre, mi nueva amante. Ya quería ver su actitud desinhibida y erótica. Quería escucharla gemir, que me dijera lo mucho que deseaba tenerme dentro de ella. Jamás llegue a creer que iba a tener esta clase de pensamientos.
Al llegar a la casa, eran las 1 de la tarde. Estacioné el auto e ingresé en mi hogar, buscando enseguida donde estaba mamá. Recorrí el pasillo mirando a todos lados – llegué mamá – grité.
Vamos, responde, revela tu ubicación.
Me sentía un cazador, acechando al pobre animal al que iba a disparar.
- Qué bueno Manu ¿todo bien? ¿mucho tráfico? – dijo mi mamá desde la cocina.
¡Bingo! Te tengo – no mamá, todo normal, papá se fue sano y salvo – dije mientras me acercaba sigilosamente.
Ahí estaba ella, preparando el almuerzo, pelando alguna verdura o algo, no recuerdo muy bien, creo que era un tomate (aunque sea una fruta para los listillos).
Vestía, como era su costumbre para andar por la casa, un pantaloncillo corto, que aprisionaba perfectamente su precioso culo. Debajo se notaba y dibujaba la forma de su ropa interior, una tanga que hacía que fuera aún más apetecible aquella parte del cuerpo de mi madre.
Usaba además una polera sin mangas, bastante delgada, color naranja, con la particularidad de que su espalda estaba casi en totalidad desnuda, lo que me indicaba que no llevaba brasiers.
Me acerqué a ella hasta quedar totalmente pegado . Ella dio un pequeño salto y detuvo lo que estaba haciendo, girando levemente la cabeza. No pude ver bien su expresión.
Me encorvé levemente, quedando a su altura. Mi pene, que desde el aeropuerto venía totalmente duro, encajaba perfectamente entre los cachetes de su trasero, como si estuvieren hechos a la medida.
Ejercí una presión leve sobre ella. Que tremenda sensación.
La sujeté de la cintura y puse mis labios entre su cuello y su espalda, dándole un pequeño beso, luego decirle suavemente al oído:
- Pídeme que te folle putita – fueron las palabras que salieron de mi boca.
Esas fueron las palabras que salieron de mi boca.
¡ESAS FUERON LAS PUTAS PALBRAS QUE SALIERON DE MI BOCA!
Si han seguido mi historia hasta éste punto, deben imaginar más o menos lo que sucedió.
Mi madre dio un pequeño y leve empujón con su culo, no fue fuerte ni un movimiento brusco, fue lo suficiente para hacer espacio entre nosotros. Uff eso, que bien te mueves mamá – pensaba sumergido en mi lujuria.
Se giró lentamente, con su cintura aun sujeta por mis manos – te haré de todo, mamá, te haré de todo – seguía diciéndome a mí mismo.
Sus manos se posaron en mi pecho con una actitud gentil. Mis ojos miraban hacia abajo, su cuerpo, sus pechos que, si bien no eran pronunciados, eran apetecibles. Flexioné levemente mis rodillas para seguir a su altura. Atraje su cintura hacia mí, su pelvis quedó pegada a la mía, mi pene hacia presión ahora con su vagina. Casi podía sentir su calidez.
Mi vista lentamente comenzó a ver más y más el cuerpo de mi madre. Sus pechos ya no estaban tan cerca, su cintura ya no estaba tan pegada a mí. Mi verga ya no sentía la calidez de mamá – ¿pero que mierda..? – pensé
Cada vez me alejaba más de ella. Sus brazos se extendieron completamente sobre mi pecho, alejándome hasta quedar totalmente separados.
Mi expresión debe haber sido para una foto.
No entendía nada, estaba perdido. Levanté mi vista hasta encontrar la cara de mi madre, serena, sin gesto de enfado alguno, sin sonrisa, neutra, alguna vez había visto esa expresión, pero no recordaba cuando. Una corriente recorrió mi columna vertebral.
Mi vista se nubló. ¿por qué me duele el oído? Mi madre ya no está frente a mi ¿dónde está? Me arde la cara. Siento un sonido, un pitido que no se detiene.
No escucho nada, todo se siente en cámara lenta. Tardo un poco en enfocar mi vista.
Recordé cuando tenía 15 años, me había expulsado del colegio por haberme pillado fumando un cigarrillo en una sala de clases. Recordé esa expresión cuando mi madre fue a buscarme a la oficina del director y que se mantuvo hasta que llegamos a casa, en donde apenas cruzar la puerta me tomo de los hombros, de miro fijo y me dio un fuerte cachetazo.
Éste no fue un cachetazo como aquel, fue el doble o quizás el triple de fuerte. Sentía como si mi cara de estuviese cayendo a pedazos. Mierda, como dolía.
Giré mi cara y mi madre seguía con la misma expresión, fría, calculadora. Retrocedí un paso para evitar otro eventual golpe.
- A mí no me hablas así Manuel. A mí no me tocas ni me cargas así. A mí no me dices “putita” como si fuera una de las golfas con las que has salido y de las que te montan los cuernos. A mí no. No te confundas por lo de anoche, eso ha sido porque yo lo he permitido, porque yo consentí que me hablaras y trataras así. Nada más – me dijo en tono suave, firme… amenazante.
Quedé helado, sujetando mi cara, mi oído en llamas. Pero que mierda le pasa a esta mujer. La noche anterior estaba sobre mi polla comiéndome todo el rabo ¿y ahora se hacía la madre conservadora? No entendía nada. Pensé que esos límites ya habían caído, pensé que era mi amante, pensé, pensé, ¿pensé mal?
Olvidé lo más importante y ella tenía razón. No era una mujer cualquiera, no era otra chica tonta con la que salía. Era mi madre. Algo que siempre debía tener era respeto por ella.
Yo y mi puta boca.
Algo que no había comprendido hasta ese entonces era que ella es la que tenía el control de todo. En todo momento ella decidió todo, fue la que dio todos los pasos, fue la que guio todo el asunto.
Era verdad, todo lo habíamos hecho hasta entonces fue porque ella lo permitió.
Algo que nunca debo olvidar, es que mi madre es la dueña del hogar y debo respetarla. No debí olvidar ese principio.
- Ve a hacer tus cosas. Estoy ocupada y ordena rápido tu cuarto, está hecho un desastre. Almorzaremos en un rato – dijo en el mismo tono, sin elevar su voz en ningún momento, dándome la espalda y continuando con su tarea culinaria.
Me fui sin decir nada, mi cara aún dolía como el demonio, pero más me dolía el orgullo. Estaba furioso por mi idiotez.
Como dejé de lado mi cautela, como olvidé las estrategias, como olvidé mi paciencia.
Si hubiese seguido “jugando” como hasta ahora quizás hubiera terminado consiguiendo lo que quería, fallármela, pero comprendí todo mal, quise creerme que tenía todo dominado, cuando nunca hubo contienda más desigual.
No puedo negarlo, también estaba un poco furioso con mamá. Rechazarme de esa manera, golpearme, pero lo entendía.
Fui y ordené mi cuarto decepcionado de mi actuar y de los resultados conseguidos.
El día transcurrió sin novedades, mi madre evidentemente molesta solo me hablaba para lo justo y necesario. Yo no podía mirarla a la cara.
Llego la noche, dormí, no medité. Mi cara dolía aún.
Que mano mamá, por las re-mil putas, que mano.
CAPITULO X: LA CONFIANZA
Luego del golpe de realidad recibido, de que me pusieran los pies sobre la tierra, muchas ganas de acercarme a mi madre con fines sexuales, no tenía.
Mi madre tampoco parecía muy interesada en satisfacer mis pervertidas intenciones, por lo que nuestra relación en los próximos días se volvió un poco fría y distanciada.
Esto no me agradaba para nada, había hecho demasiados progresos para tirarlo todo a la borda por mi deslenguado vocabulario y mi actitud prepotente y descuidada.
Necesitaba volver a retomar la relación que teníamos, necesitaba hacer que volviera a confiar en mi como su hijo, que no volvería a faltarle el respeto y que comprendía que ella mandaba, al menos de momento. Pero no sabía cómo.
La estrategia de alejarme parecía no funcionar mucho viendo el desinterés por parte de mamá.
Pensándolo bien, quizás nunca funcionó y sólo fue lo que mi madre me hizo pensar.
Necesitaba abordar el asunto de otra manera.
Lo único que se me ocurrió fue tratar de ser un “lame botas” (adulador o sometido).
Estaba desesperado, la necesidad de sentir la boca de mi madre chupando mi verga y el deseo de reventarla y penetrarla en todas las posiciones posibles, se había convertido en mi obsesión.
Pero debía mantener la compostura, reparar la relación e ir con paciencia, paso a paso. Cualquier movimiento en falso sería el fin.
Cualquier cosa que necesitara mi madre, yo se lo facilitaba. Si necesitaba ir a comprar, iba yo. Si necesitaba mover algún mueble, yo lo hacía.
Mi cuarto todos los días estaba impecable, al igual que nuestro patio y el auto.
Me convertí en un hijo ideal, que ayudaba en todo lo que fuera posible ante los ojos, en principio, sorprendidos de mamá.
No es una inocente criatura, eso lo había dejado en claro, sabía mis intenciones y lo disfrutaba, le encantaba sentirse dueña de las situaciones y su esencia despiadada no tenía piedad por mis esfuerzos, aunque poco a poco fue recuperando su sonrisa y su trato normal hacia mí.
Todavía quedaba camino por recorrer.
Llegó el fin año y las vacaciones. Otro año de universidad que se iba. Se había pasado muy rápido.
Navidad y el año nuevo se vivieron en familia. Mi padre logró quedarse en casa ambos días de fiesta, recibiendo además de la visita de mis abuelos paternos, el hermano de mi madre y su hija de 9 años, una pequeña revoltosa que luego de pocos minutos, tenía el don de hartarme por completo.
Fueron días lindos, en que por unos momentos la normalidad llegó de nuevo a mi vida. Dejando de lado por un momento las aventuras incestuosas entre mi madre y yo. Olvidando el deseo sexual que invadía mi cuerpo. Mi madre dejó su coraza y se comportó cariñosa conmigo, pero sin un doble sentido.
Se comportó como cualquier otra madre feliz de compartir las celebraciones con su querido hijo.
Las fiestas terminaron, mi padre se fue a sus viajes de trabajo. La casa volvió a estar habitada solo por mi madre y por mí.
El tiempo que ahora pasaba en la casa me permitirá acercarme más a ella, quien ya parecía mucho más cómoda conmigo.
Cierto día estábamos viendo televisión en la sala. Recuerdo que era tarde, quizás las 1 de la madrugada. Mi madre estaba con un short y un camisón de seda morados, típico para dormir.
Como siempre, tenía el control. Estaba haciendo zapping, buscando algo que ver.
Yo disimulaba mi irritación – coloca algo ya mujer por lamierda – pensaba.
- ¿cómo has estado? – comienza a hablarme sorpresivamente, sin dejar de cambiar los canales como loca de la cabeza.
- Eeh… bien mamá, algo aburrido… Seba se ha ido de viaje como casi todos – dije con normalidad
- Mmm que mal… aunque son vacaciones, normal que todos viajen
- Creo que si…
Nos quedamos en silencio un momento, la conversación era burda, pero no le tome importancia.
- Te has portado muy bien Manu… tu habitación ha estado muy ordenada…hasta lavaste el auto el otro día.
Llevaba semanas haciéndolo ¿y ahora me decía algo? Al parecer me ignoraba más de lo que yo pensaba.
- Si… no quería que hicieras más esfuerzos… además, si me he portado muy mal contigo… - dije tratando de hacerla sentir un poco de lastima.
- Que bien hijo, me alegra que estés madurando al fin – dijo orgullosa.
- Ajaj si…
Nuevamente un silencio. Mi madre aún no encontraba nada que ver. Me desesperaba ver como no podía dejar un puto canal sintonizado.
- Voy a ir a calentar un poco de comida en el horno, ¿quieres? – dijo por fin apartando su vista de la televisión y mirándome. Al fin había dejado de mover los canales.
- Emm está bien, ¿quieres que vaya yo?
- No te preocupes, de la cocina me encargo yo jaja – señaló sonriendo.
Se paró y fue a la cocina dejando el control en mis manos. Al fin podía ver lo que yo quería, tenía el puto control remoto… comencé a hacer zapping, no había nada bueno. Que hipócrita soy.
Estando ahí odiándome a mí mismo, mi madre me grita:
- ¡Manu! ¿Puedes venir a ayudarme?
La puta que la pario… me había ofrecido para ir yo en primer lugar, que terca es.
- Voy mamá – dije levantándome de mi lugar en dirección a donde ella se encontraba.
Cuando ingresé a la cocina casi me da un infarto. Mis ojos se abrieron como plato. Sentía como la sangre comenzaba a fluir por todo mi cuerpo, como si fuera a escaparse a chorros desde mi nariz.
Ahí estaba mi madre, enseñándome el culo, sus piernas estiradas, su cabeza metida en el horno. En perfecta posición “L”; 90 grados de perfección en esa imagen.
Mierda, mi verga reaccionó de inmediato, cubierta solo por un pantalón corto de pijama que estaba utilizando se evidenciaba notablemente.
Sin perder su posición, mi madre giró su cabeza mirándome directamente y con una expresión dulce, sensual, erótica a más no poder me dijo:
- ¿Me ayudas? Pásame los guantes de cocina.
Mierda, estaba impactado, no podía moverme.
- Manu… ¿me pasas los guantes? – decía sin apartar sus ojos de mí. Haciendo un leve e imperceptible puchero.
- Ee..si…no…
La expresión de mamá cambio. Riendo sensualmente:
- Ajaj ups, perdón: … Hijo… ¿Me “ayudas”……… por favor? – me dijo, coquetamente desviando sus ojos a mi verga totalmente erecta, dura, luchando por salir de mis ropas que la aprisionaban.
Trague saliva. No sabía lo que quería o si yo estaba entendiendo mal. Un paso en falso y mis dientes caerían de mi boca. Caminé al mueble, recogí los guantes y me dirigí a mi madre que seguía enseñando su culo. Su habilidad para mantenerse en esa posición, con su espalda perfectamente recta y su trasero en pompa era admirable.
Me acerque poco a poco, pensando en las posibilidades.
Cuando estuve justo atrás de ella, dio un paso hacia atrás, encontrándose con mi verga que no perdía dureza. No le importo y continúo haciendo presión; empujándome, yo aún estaba como idiota, me había tomado por sorpresa.
En eso gira nuevamente su cabeza hacia mí, sólo veo sus ojos, me pide algo con la mirada, vuelve a mirar hacia dentro del horno y hace un pequeño movimiento flexionando levemente sus rodillas. Su culo se desliza en dos movimientos, primero abajo y luego arriba sobre lo largo de mi verga.
Fue la señal que necesitaba. Una de mis manos sujetó su cadera, la otra el borde de su pequeño short.
Lo fui bajando poco a poco, hasta dejarlo a la altura de sus rodillas.
Por fin estaba ante mí, a mi disposición, ese culo que semanas atrás había intentado poseer y que me había arrebatado, literalmente, de golpe.
Era una vista espectacular, me detuve a admíralo. Las lágrimas de felicidad casi caen de mis ojos.
Era un culo blanco, con las marcas del bikini que lo distinguían del color de sus piernas un tanto más oscuras.
Su vagina perfectamente depilada, como profesional. Se notaba un brillo especial, estaba húmeda, esperando el ingreso de mi verga.
Sin soltar su cintura, bajé mis pantalones cortos y me despojé totalmente de ellos, quedando solo con mi polera sin mangas. Apareció y quedó liberada mi poronga, aunque no por mucho, cambiaría la fría y solitaria prisión de mis ropas por una mucho más confortable, cálida y agradable.
Tomé mi pene y apunté.
Comencé a metérselo lentamente, cada centímetro era más satisfactorio que el anterior.
Que suavidad, que facilidad, como si estuviera hecha para recibir perfectamente solo mi verga.
La penetré hasta que mis huevos impidieron que siguiera entrando. Era espectacular, el momento que había esperado llegó, sin previo aviso.
Mi madre levanto su cabeza, sin mirarme, su brazo se alargó hacia atrás y sujeto la muñeca de la mano que sujetaba su cintura. Su otra mano se sujetó de la cocina.
- Mm.. hijo… por favor… fóllame – me dijo en un tono que nunca le había escuchado, gimiendo, con deseo, la sensualidad de su voz.
Le respondí haciendo mi cadera hacia atrás, sacando mi pene hasta que solo mi glande estuvo dentro de ella, para luego embestirla en un solo y fuerte movimiento, escuchándose el sonido de mi pelvis y de mis huevos encontrándose con su culo y esa zorrita humeda.
- AH! – gritó
Repetí el mismo movimiento, mientras las uñas de mi madre se enterraban en mi muñeca. El dolor no me importaba, cada embestida era más fuerte, cada vez más seguidas, quería romperla.
- Ah ah ah!! – era lo único que mi madre decía, al sentirse llena de mi verga. Como gemía, era increíble escucharla.
Sujete con mi otra mano su cabello, tirando de él.
- Eso ¡eso! … aaahh… ¡más más!.. .más duro!!
Yo no decía nada, solo se escuchaba mi respiración cada vez más agitada, cada vez más cerca del orgasmo, siendo obediente y siguiendo las instrucciones y los deseos de mi madre.
Aceleré mis movimientos. Mi madre comenzó a acompañar mis embestidas coordinándose perfectamente conmigo; mientras yo empujaba hacia delante, ella lo hacía hacia atrás.
Estuvimos varios minutos; la situación inesperada y la morbosidad de estar cogiéndome a la mujer que me había dado a luz eran indescriptibles. Me sentía un total pervertido y lo más excitante, era que mi madre también lo era.
Las embestidas continuaron mientras el sudor comenzada a salir de nuestros poros. La espalda de mamá comenzaba a brillar y la tela de su camisón comenzaba a mojarse.
Era lejos el mejor polvo que había tenido hasta ese día. No pude aguantar más.
- ME…. ME VOY A CORRER MAMÁ
Le avisé cuando comencé a sentir que mi corrida estaba próxima a llenar el interior de mi madre.
- Dámela toda hijo – dijo separándose habilidosamente y sacando mi verga de su interior con un movimiento hacia delante y hacia abajo, girándose y arrodillándose ante mí, como si un mendigo pidiera limosnas a un rey.
Abrió su boca, sacando su lengua, la transpiración corría por su cuello y por sus senos, la tela de seda húmeda se pegaba a su cuerpo.
- Tírala Manu, dame tu leche, hijo – me dijo con desesperación.
Me comencé a masturbar; dos movimientos y el primer chorro de semen impactó en su nariz fuertemente, salpicando. Movió su boca tratando se atrapar el resto de los disparos, la mayoría que se encontraron directamente con ella y su lengua, otros con su frente y mejilla.
Por fin era mía. Por fin.
Quería más, no era suficiente.
Anda con calma, recuerda y aprende del pasado. Has ganado una batalla… aún falta ganar la guerra.
Aún tienes el control mamá, pero ten cuidado, no me lo pases tan confiada.
Recuerda: Soy tú hijo.
(continuara...)
De nuevo quiero agradecer todos esos comentarios positivos. Nunca esperé tan buen recibimiento y sólo me queda agradecerles a cada uno por su frases y apoyo.
Los animo a seguir leyendo y dejar sus opiniones.
Saludos a todos.
Pd:Si éste relato se llega a publicar antes que la Parte III, pido anticipadamente las disculpas del caso (al igual que si he cometido algún error en el titulo de dicho texto).
Si esque no es el caso, ignoren este mensaje.