Mi accidente: Mi comprensiva madre (parte final)
Sexta y última parte de la historia de un hijo que tiene un accidente, y su madre decide hacer lo posible para que ayudarlo en lo que necesite.
MI ACCIDENTE: MI COMPRENSIVA MADRE
PARTE FINAL
Resumen: Luego de haberme dado cuenta del control que tenía mi madre sobre mí, me decidí a quitarle el poder y poder llegar a ser el dueño de la situación. Para ello intenté algo arriesgado, evitando e ignorando los deseos sexuales de mamá.
Mi padre pide 2 semanas de vacaciones en un momento preciso, en donde ayudaría a mis fines sin saberlo. Con él en casa sería mucho más fácil ignorar a mi madre, quien tomó una acción desesperada, intentado darme celos (o algo así), se comportaba cada vez más cariñosa con papá. La “estrategia” de mi madre llego a tal punto que en las noches gritaba mientras tenía sexo con mi padre, esperando seguramente que yo la escuchara, para hacerme saber lo que me perdía. Sin embargo, no caí en la tentación y seguí con mi juego.
Mi arriesgada táctica tuvo sus recompensas cuando en un encuentro furtivo, ingresé al dormitorio de mis padres mientras estos cogían salvajemente. Mi madre se exhibió ante mí, mientras era follada, ofreciéndose como mi mujer, como mi amante.
CAPITULO XIII: EL ALMUERZO
Luego de aquella noche en donde mi madre se mostró ante mí y expresó su deseo de ser poseída por su hijo, me fue difícil conciliar el sueño. Es difícil dormir luego de experimentar semejante escena, mi madre cabalgando a mi padre como una perra en celo mientras yo me masturbo frente a ella; digno de una película porno.
A pesar de haber eyaculado grandes cantidades de semen frente a mamá, mi polla volvía a reaccionar recordando lo vivido hace pocos minutos, era imposible dormirme, estaba demasiado excitado.
No pude evitar pajearme nuevamente recordando e imaginando lo que haría con mi nueva amante, las cosas que me permitiría, todas las posiciones en que la penetraría. Acabé nuevamente, con menos cantidad de semen, pero en un orgasmo lleno de satisfacción.
Me dormí a los pocos minutos; no hay insomnio que sobreviva con dos pajas.
Al día siguiente me desperté con una sonrisa de oreja a oreja, orgulloso de mi mismo y de mi logro desbloqueado. Bajé a desayunar, momento en que me encontré con mis padres.
Mi padre tenía un brillo especial en sus ojos y una sonrisa parecida a la mía. Era obvio el porqué, era esa sonrisa de satisfacción sexual típica.
Mi madre por otro lado, se veía más bella que nunca, su pelo brillaba, su piel parecía más suave que nunca, sus labios más rojos y sexys.
- ¡Buenos días! – dije de buen ánimo, al momento de sentarme en la mesa frente mi plato y vasos vacíos.
- Buenos días hijo, ¿qué tal has dormido? – preguntó mi padre mientras bebía un sorbo de café.
- Muy bien, hace tiempo no dormía tan profundamente – dije mirando fija y coquetamente a mi madre, quien me devolvió la mirada.
Pude notar en ese momento que la expresión de mi madre se volvió incomoda, temerosa, quizás, o seguramente, por lo experimentado en la noche. No niego que aquella expresión me causó satisfacción, era una muestra de que mi madre había adquirido cierto grado de respeto, una clase de temor reverencial alimentado por el miedo a que yo hiciera algo imprudente que revelara nuestros encuentros y deseos prohibidos.
- Que bien hijo, tienes que aprovechar las vacaciones para descansarbien – respondió mi padre.
- Sii…¿y ustedes que tal han dormido? ¿mamá estas bien?
- ¿Eh?... si hijo, dormí muy bien, gracias – dijo mi madre, como despertando de un trance.
- Que bien, me alegro mucho – dije sirviéndome un vaso de jugo y tomando un pan, el cual sin duda estaría más crujiente que la mañana anterior por mi trabajada “victoria”.
El resto del desayuno transcurrió normalmente, mis padres hablando trivialidades, los tres bromeando recordando viejas anécdotas familiares, haciendo planes para la semana. Por un momento olvidé la extraña relación entre mamá y yo. Por un momento volvimos a ser una familia normal, pero solo fue un momento.
A pesar de lo que mi madre me había dicho (gritado) la noche anterior, decidí ir despacio, no quería volver a cometer algún error.
El resto del día ignoré a mi madre como todos los días anteriores, salí temprano con mis amigos y pasé el tiempo con ellos, hasta las 8 de la tarde, momento en el cual volví a casa.
Mis padres se encontraban preparándose para salir a alguna comida. Era alguna cena de la empresa donde trabajaba mi padre, de aquellos eventos típicos que sirven para mantener contento a aquellos que viajan una y otra vez para satisfacer las necesidades de la compañía.
Recuerdo que ambos se encontraban bastante elegantes. Mi padre con un traje negro a la medida, camisa blanca perfectamente planchada y corbata roja. Una combinación simple pero perfecta.
Por otro lado, mi madre, oh mi madre. Se veía hermosa, con un maquillaje suave y delicado, casi natural.
Labios rojos que contrastaban con su piel blanca. Su pelo castaño se encontraba recogido, en un peinado sumamente bello que dejaba al descubierto sus hombros y su cuello, adornado por un fino collar cuya perla central descansaba a pocos centímetros de sus senos.
Vestía un elegante vestido de una pieza color verde, que llegaba hasta sus tobillos, con un ligero corte a la altura del muslo, lo que permitía ver su perfectamente depilada pierna. El vestido tenía un generoso escote, pero no era exagerado y su espalda quedaba al descubierto, hasta el final de su columna y el comienzo de su trasero.
La prenda era ajustada, aunque no completamente. A pesar de que el cuerpo de mi madre había experimentado un notable cambio, había bajado de peso (aunque tampoco era que fuese gorda) y estaba mucho más tonificado por los ejercicios que había comenzado a realizar algunos meses atrás, lo cierto es que un vestido pegado al cuerpo no era su estilo, aunque personalmente creo que se le hubiese visto mejor de lo que ella creía.
A pesar de esto, debo decir que el vestido seguía perfectamente la línea de su cuerpo y le quedaba perfecto. Cualquiera hubiese quedado estupefacto viendo semejante mujer.
No pude evitar fijarme como su culo se dibujaba perfectamente debajo de aquella vestimenta, se notaba firme, hecho a mano. Lo más probable es que no llevase nada abajo o quizás alguna prenda diminuta. Millones de cosas pasaban por mi cabeza, lo que inevitablemente hizo reaccionar a mi segunda “cabeza”.
- Oh hijo, has llegado justo a tiempo, se me ha olvidado decirte que hoy saldremos a cenar con tu madre. Me han invitado a una cena en la empresa – dijo mi padre sin mirarme mientras acomodaba su corbata frente al espejo del pasillo de la sala.
- …ah…pues, que bien – dije sin dejar de ver a mi madre, quien agarro una chaqueta negra de tela y se le colocó, cubriendo su desnuda espalda.
- Te he dejado un poco de comida que ha sobrado Manu. Está en el horno, solo tienes que calentarla – dijo mi madre.
- Gracias mamá, “la calentaré más tarde, para comérmela toda” – dije en doble sentido, con un tono que mi madre notó enseguida.
- No la calientes tanto si no te la comerás toda – dijo mamá con una sonrisa en sus labios y unos ojos seductores
- No te preocupes mamá, que te comeré toda…la comida
Mi madre se sonrojo, pero su sonrisa demostraba que le encantaba como le hablaba, aún más estando su marido presente y escuchándolo todo sin enterarse de nada.
- Después lava tu plato eh, que llegaremos tarde y no quiero que tu madre ande lavando tu desorden – interrumpió mi padre en un tono firme, mientras se dirigía al baño.
Una vez que mi padre desapareció me acerqué a mi madre, me paré frente a ella, mirándola fijamente.
Acerqué mi boca a la suya, lentamente, mientras ella no hacía ningún movimiento, sus ojos me miraban fijo, su sonrisa era nerviosa, su lengua remojaba sus labios esperando los míos.
Desvié mi trayectoria y llevé mis labios a su oído derecho y susurré:
- ¿Estás usando bragas?
Mi pregunta la sorprendió, pero no se alejó ni mucho menos, al contrario:
- ..si…si llevo – respondió como si una alumna respondiera a su maestro. Con total obediencia, respeto y timidez.
- Sácatelas – le ordené
La sonrisa de mi madre desapareció, pero no estaba enfadada, no había necesidad de coquetear ni de sonreír para conseguir nada. En cambio, mordía su labio inferior con firmeza, su excitación estaba al máximo.
Sus ojos miraban mis labios, deseaba comérselos, pero mi instrucción era clara.
Introdujo sus manos por el corte de la falta, a la altura de sus muslos, y las llevó a sus bragas, levantando ligeramente el vestido. Acto seguido comenzó a bajar su prenda íntima, lentamente, recorriendo sus piernas centímetro a centímetro, hasta llegar al suelo. Levantó su pie izquierdo y luego su derecho, para sacar y levantar mi pedido.
Era una tanga negra, diminuta, como lo sospeché.
Extendió su mano y me las ofreció.
Las tomé. Estaban empapadas, el olor a coño era evidente, exquisito.
- Te daré un regalito mamá, para que no te olvides de mí – dije mientras desabrochaba mi pantalón y liberaba mí ya erecta polla.
Llevé las bragas a mi pene y las enrollé a su alrededor mientras comenzaba a masturbarme, justo ahí, frente a la mierda atónica de mi madre, quien no perdía detalle alguno. Su lengua recorría sus labios, sus mejillas estaban completamente rojas, sus pezones se notaban por sobre el vestido
- ¿te gusta mamá? ¿quieres esta polla? – pregunté mientras no dejaba de menear mi poronga sobre la tanga.
- Si – respondió
- Sí ¿que?...
- Sí, me gusta
- ¿qué te gusta mamá?
- …tu polla
- ¿quieres mi polla?
- Sí, quiero tu polla hijo – respondió mi madre inmóvil frente a mí. Su respiración cada vez era más fuerte.
- ¿extrañas mi leche mamá?
- Sí hijo
- ¿cuánto? Dime cuanto la extrañas mamá
- La extraño mucho, quiero tu leche hijo – dijo al momento en que sujeto mi cara y me dio un sorpresivo beso.
Su lengua se encontró inevitablemente con la mía, sus labios suaves chocaban con los míos. El sabor dulce de mi madre era un afrodisiaco natural. No podía dejar de besarla, nuestras salivas se fusionaban entre nuestras bocas.
Aceleré el movimiento de mi paja y cuando iba a terminar cubrí la punta de mi pene con la tanga de mi madre. El orgasmo fue tremendo, no paraba de correrme mientras la lengua de mi madre jugaba con la mía, cuando siento que sus manos comienzan a temblar en mi cara, su respiración es entrecortada. Deja de besarme y pasa a morder mi labio mientras sus manos ahora se sujetan de mi cuello mientras intenta no caer de rodillas.
Se había corrido, al mismo tiempo que yo, sin siquiera tocarse. Su frente se apoyaba en la mía, mientras trataba de recuperar el aliento, cuidándose de no acercar su cuerpo ni su pelvis a mi polla, para evitar manchar su precioso vestido con mi semen.
Me separé de ella lentamente, mientras retiraba su braga de mi verga. Ya no era una tanga negra, ahora era blanca. Completamente impregnada de mi lefa.
- Póntelas, ya que extrañas tanto mi leche – dije mientras le ensañaba sus goteantes prendas íntimas.
Con su agitada respiración y una sonrisa de satisfacción las tomó y sin dudar se las colocó, con un cuidado espectacular, sin dejar una sola mancha en su vestimenta.
En ese momento se escuchó el sonido del agua corriendo en el baño, advertencia de que mi padre no tardaría en salir. Guardé rápidamente mi miembro dentro de mis pantalones y me retiré a la cocina:
- Buenas noches mamá, que disfrutes – dije dándole un beso en la mejilla – y píntate los labios, que se te ha corrido el labial
Mi madre soltó una pequeña risa mientras rápidamente buscó su cartera y pintó sus labios mirando un pequeño espejo.
Mi padre llegó a la sala donde notó a mi madre evidentemente acalorada, con la cara roja:
- Mujer, si tienes tanto calor no lleves la chaqueta. Y deja de pintarte los labios, ya están bien, por dios – dijo mi padre.
No pude evitar reírme para mí mismo, la situación en verdad era un poco cómica.
- No te preocupes cariño, no pasa nada. ¿vamos?
- Vamos, antes de que continúes maquillándote
- Adiós hijo, buenas noches – me dijo mi madre desde el salón, mientras yo bebía un vaso de agua en la cocina.
Me guiño un ojo y me envió un beso a la distancia, dio media vuelta y se fue con su chaqueta al hombro, satisfecha, con me esencia entre sus piernas, lo que hacía que caminara lentamente y con las piernas un poco más juntas de lo normal, pero lo disimulaba bastante bien.
- Adiós Manuel, cuida la casa, llegaremos tipo 3 am.
- ¡Ok papá, disfruten!
Ambos se fueron, pero sabía que estaría toda la noche en la mente y en el coño de mi madre. Era una sensación espectacular. Me sentía el rey del mundo, pero el rey igual debía calentar su propia comida, así que me dispuse a prender el horno y esperar para poder comer. Sin embargo, fue el plato de comida más delicioso que había comido en mucho tiempo.
La noche transcurrió, con el paso de los minutos me fui sintiendo aburrido, nunca me ha gustado estar mucho rato solo, sencillamente porque me gusta la compañía. Los programas y películas eran bastante aburridos.
En más de una ocasión estuve tentado a llamar a mi madre al móvil o enviarle alguna foto de mi poronga o incluso pedirle alguna foto a ella, pero conociendo a mis padres seguramente estaría muy juntos casi todo el tiempo y el riesgo de que mi padre viera el contenido del mensaje me asustaba un poco, no lo negaré.
Decidí no hacer nada y limitarme a ver series en Netflix e irme a dormir a eso de las 2 am.
Estaba durmiendo cuando el ruido del auto y las puertas de la casa me despertaron. Mis padres habían llegado. Deben haber sido las 4 de la madrugada más o menos.
Puede notar que no hablaban, al menos no escuchaba ninguna conversación entre ellos. Sentí unos pasos subiendo por la escalera, que no tenían en característico sonido de los zapatos de tacón, por lo que supuse que sería mi padre el que caminaba.
Sentí un portazo en la puerta, que debió ser la del baño, pues actos seguido se escuchó el agua correr. Era evidente que mi padre estaba molesto por algo. Quizás había descubierto mi especial “regalo” en las prendas de mamá, quizá se enteró de todo lo que estuvimos haciendo, quizás estaba mojando su cabeza para evitar romper la mía.
No pude evitar ponerme un tanto nervioso cuando el agua se detuvo y se escuchó como la puerta del baño se abría.
En ese momento los tacones de mi madre comenzaron a ascender por la escalera. No sabía que mierda pasaba, pero por alguna razón sentía una sensación incomoda.
- Lo siento cariño, pero me siento mal, creo que ha sido la comida y el trago – escuché que mi madre decía.
- Mira Marcela, si no quieres hacer el amor podrías inventarte una mejor excusa que esa frasecita tan trillada, mira que he visto cómo has estado moviendo el culo a todos en la fiesta, paseándote como una puta y ahora ¿mágicamente no quieres nada?, perdona, pero no nací ayer, no me tomes por idiota y recuerda quien soy.
Nunca había escuchado a mi padre hablarle así a mi madre, rara vez incluso los había escuchado discutir y las pocas veces que lo hicieron, siempre fueron bastante “respetuosos” entre sí.
Luego de aquellas palabras se hizo un silencio tan incómodo que hubiese preferido que estuvieran gritándose. A pesar de mis recientes aventuras con mi madre, la verdad los quería mucho a los dos, seguían siendo mi familia y no me agradaba que estuvieran peleándose, y mucho menos si fue parte del motivo que originó todo.
- Escucha, a mí no me hables así idiota. En primer lugar, si me siento mal es porque es así, nunca te he negado nada en cuanto quieres sexo, al contrario, eres tú quien no ha estado ahí cuando yo lo necesito. En segundo lugar, yo no le muevo nada a nadie, que en tu empresa todos sean unos mirones no es mi culpa, y que tú seas un putazo que no sabe defender a su mujer y se quede callado para luego reclamarme a mí tampoco es mi culpa. Tercero, vuelve a decirme “puta” y no entras más a esta casa que, aunque digas que eres el único que trabaja acá, yo soy la que hace todo. Asique respétame, y que eso nunca se te olvide, maricón. Y puedes dormir en el sillón.
PA!!
Se escuchó una hostia de puta madre. Un cachetazo terrible, que, si yo creía haber sido golpeado fuerte por mi madre, no era nada comparado con aquel tremendo sonido. Al menos ahora sabía que conmigo mi madre siempre controló un poco sus golpes, con mi padre, la cosa era radicalmente distinta.
Uff..mi madre le había cortado las bolas psicológicamente a mi padre y lo había hecho sin ninguna compasión. No pude evitar sentirme un poco mal por la situación y tener un sentimiento de culpa, pero la verdad, seamos sinceros, nadie había mandado a papá a faltarle el respeto a mi madre, en eso él era el único culpable. Se quedaron quietos algunos segundos, pude escuchar el llanto de mi madre, sollozando evitando hacer mucho ruido.
Las pisadas de mi madre se alejaron hasta perderse detrás de la puerta de su habitación, que se cerró de golpe, mientras supongo que mi padre continuaba parado en el pasillo, recogiendo los restos de orgullo destrozados y los pedazos de su cara.
Las luces del pasillo se apagaron y mi padre bajó a la sala, donde supongo que se dispuso a dormir en el sillón, tal como dictaba su destierro.
Me costó un poco dormirme, no dejaba de pensar en que quizás estaba destruyendo mi propia familia, en que todo lo que estaba haciendo estaba mal, pero la calentura y lo que provocaba mi madre en mi era demasiado fuerte.
Me dormí.
Al día siguiente desperté, recordando lo que había sucedido en la noche. Me daba miedo bajar a desayunar, no sabía cómo reaccionarían mis padres, pero no podía quedarme en mi habitación por siempre.
Me vestí y bajé a comer algo, inseguro y temeroso. Sabía que sería un momento incómodo.
De pronto escuché unas risas, murmullos y más risas. Estaban ahí los dos en el sofá, viendo las noticias de la mañana, de lo más normal. ¿PERO QUE MIERDA? ¿habré imaginado…quizás soñé lo de anoche? Era imposible, estaba seguro de que los había escuchado discutir fuertemente. Como era posible que estuvieran en el sofá, riéndose juntos y abrazados como dos novios de preparatoria.
- Eee…hola….bue…buenos días – dije un tanto confundido
- Buenos días hijo ¿qué tal has dormido? – respondió mi padre, animado, muy animado para alguien sin bolas (psicológicamente hablando).
- Buenos días Manu – dijo mamá regalándome una sonrisa picarona. ¿Que mierda?
- Emm, bien bien….tuve un sueño algo raro – respondí
- ¿si? ¿Que has soñado? ¿con alguna chica de la universidad? Espero que no hayas manchado las sabanas – dijo mi padre, en tono distendido.
- Oyeee – gritó mi madre golpeando su hombre y riendo – no digas esas cosas ajajaaja
Que putas pasaba acá. No entendía ni una mierda de lo que pasaba, pero decidí no darle mayor importancia. Seguramente lo habría arreglado después que me quedé dormido, seguro se habían dado cuenta que se les había pasado la mano discutiendo y lo solucionaron.
- Ja ja ..no, creo que olvidé lo que soñé….me voy a preparar un pan, los dejo – dije retirándome a la cocina.
Los dos quedaron ahí riendo muy enamorados, mientras yo desayunaba en la cocina solo. En verdad todo eso me puso de muy mal humor. Toda la noche tuve un sentimiento de culpa por algo que para ellos no había significado la gran cosa y ahora además actuaban más pegotes que nunca e incluso me dejaban comiendo solo. Vaya parcito.
Mi ira se centró en mi madre, con la que últimamente tenía más confianza y quien ya había demostrado estar a mi disposición cuando quisiera. Ese día la haría “sufrir”, para compensar mi mala noche (sí, es un pensamiento idiota, pero era una buena excusa para probar a mi “amante”).
El día transcurrió, como de costumbre con mis padres pegados el uno al otro, por lo que no tenía muchas ocasiones para estar solo con mi madre.
Llegó la hora del almuerzo, uno de los momentos en los cuales mamá ingresaba a su lugar de trabajo diario (la cocina) y preparaba el almuerzo, mientras papá se quedaba en el salón viendo cuanta mierda dieran en la televisión.
Ahí estaba mamá, con un delantal unos pantalones de jeans y una polera delgada rosa.
Aproveché el momento que se me había presentado. Para mi suerte, desde el salón, específicamente desde el lugar del sillón, en donde se encontraba mi padre, era imposible ver hacia la cocina, por lo cual estaba “seguro” de no ser descubierto.
Entre a la cocina mientras mi madre lavaba preparaba una ensalada, concentrada en su tarea culinaria, mientras yo me concentraba en su apetitoso culo.
Como un león asechando a su presa, me acerqué sigilosamente por detrás y de un solo movimiento agarré fuertemente su trasero, con fuerza, como queriendo que mis dedos se enterraran en su piel.
Mamá dio un salto y un pequeño gritito y rápidamente giró su cabeza, con una expresión de sorpresa.
Mi padre estaba embobado en sus cosas por lo que no escuchó o no quiso escuchar la reacción de su señora esposa.
Me pegué a mamá, presionando mí ya erecto pene contra su culo cubierto por sus pantalones y llevando mis manos a sus caderas para atraerla más hacia mí y no dejarla escapar.
La última vez que había intentado esto me había llevado una buena paliza y una reprimenda, era un buen ensayo para ver si mi madre me había aceptado como su amante.
- Manu, ¿qué haces? Acá no… tu padre esta... cerca…
- Entonces no hagas ruido – le respondí con mis labios pegados a su oído derecho – ¿Te gustó caminar anoche con mi leche entre tus piernas? ¿pensabas en mi polla? – le pregunté mientras mis manos comenzaban a subir por su cuerpo hacia sus pechos.
Su respiración comenzó a aumentar, no hacía ningún intento por liberarse de mí. Al contrario, movía su trasero sobre mi polla, aumentando la presión entre nuestros cuerpos.
- Responde mamá…. ¿te ha gustado sentir mi semen toda la noche? – insistí mientras mis manos ya estaban debajo de sus ropas, sujetando sus senos, apretando sus pezones que parecían de roca, dándole leves besos en el cuello mientras ella cerraba los ojos y echaba su cabeza hacia atrás, facilitando mi tarea.
- Mm..si Manu… me ha encantado… - respondió sensualmente.
- Que puta eres mamita… ¿eres mi putita?
- Si hijo...
- ¿qué eres?
- Tu putita
En el salón se sentían los canales del televisor cambiar y cambiar… hasta que se detuvo el ruido en un partido de football. Aquello me daba confianza pues mientras hubiera un partido mi padre no prestaría atención a nada más, al menos hasta el medio tiempo o el final del partido, por lo cual tenía tiempo de poder satisfacerme con mi madre sin interrupciones.
Llevé mis manos al botón de sus pantalones, desabrochándolo, luego bajé lentamente la cremallera pasando mi lengua por su cuello, hombro y oreja. Mi madre cada vez se agitaba más, sus ojos permanecían cerrados, su boca entreabierta, de vez en cuando mordiéndose los labios para evitar gemir.
- Te voy a partir el culo mamá... ¿quieres que te la meta por el culo?
Los ojos de mi madre se abrieron como dos platos.
- ¿Ahora? No Manu…no…yo lo he hecho solo 2 veces por ahí…y hace tiempo, desde antes de casarme con tu padre…
- pues te pondré al día mamá – le dije al oído mientras bajaba sus pantalones y sus bragas hasta sus muslos.
Noté que su cuerpo estaba un poco inquieto, como queriendo apartarme de ella, pero la tenía bien sujeta de la cintura, por lo que, a pesar de sus esfuerzos, que tampoco era mucho, no lo consiguió.
Me arrodille y mi cara quedo frente a su trasero. Que bello paisaje tenía frente a mis ojos. Se notaba la humedad en su coño, pidiendo a gritos ser follada, pero este sería el turno de estrenar su ano, de ponerlo al día.
Hundí mi cara entre sus nalgas y comencé a comerme ese coño delicioso. Era increíble, casi había olvidado ese sabor tan especial. Los esfuerzos y las dudas de mi madre cesaron a los pocos segundos. Mis manos abrían sus “cachetes” para facilitar el trabajo de mi lengua, que recorría su vagina sin dejar de saborear ni un centímetro. Cada vez estaba más mojada.
Comencé a subir poco a poco hasta llegar a mi objetivo principal, ese ojete precioso que tenía.
Lo miré un momento, quería disfrutar eso lo más posible. Lancé un escupe que dio de lleno en su ano (vaya puntería tenía). Mi madre dio un leve salto.
Llevé mis dedos de la mano derecha y comencé a sobar su agujero y poco a poco fui introduciendo el dedo corazón. En principio costó un poco, pero la saliva fue un buen lubricante.
Poco a poco mi dedo se iba metiendo más y más hasta que cuando tuve poco más de la mitad adentro de su culo, comencé suavemente a sacarlo y meterlo mientras que con mi pulgar acariciaba su zorrita.
Mamá estaba mojada al máximo, leves gemidos se escuchaban salir de sus labios y cada vez movía su trasero más hacia mí, acompañando los movimientos de mi dedo penetrador.
Saqué mi dedo y con ambas manos separé lo más que pude las nalgas de su trasero. Su ano estaba perfectamente dilatado a la figura de mi dedo. Que vista tan espectacular.
Aquello me calentó tanto que no pude evitar hundir mi lengua en su ojete, saboreando aquel manjar.
Mi lengua intentaba penetrar lo que más podía aquel agujero mientras mis dedos se introducían en su coño. Mi madre llevo una de sus manos a mi cabeza y comenzó a presionarme contra su culo. Le encantaba sentirme.
Me separé y llevé ahora dos dedos a su culito, llevando a cabo la misma técnica de escupir, nuevamente dando en el blanco (técnicamente en el negro).
En esta ocasión no pude introducir los dos dedos. Al parecer era cierto que mi madre no estaba acostumbrada a ser penetrada analmente pues noté como intentaba alejarse nuevamente, lo que revelaba su incomodidad.
Temí que aquello significara el fin de todo, pero ante la desesperación divisé junto a mi madre una botella de aceite de oliva. Bingo.
Di un par de suaves nalgadas a mi madre, para que bajara su mirada.
- Mamá… dame esa botella de aceite – le dije con una sonrisa maquiavélica. Me miró extrañada pero cumplió con mi orden.
Comencé a verter aceite sobre su trasero, esparciéndolo por cada rincón de aquel manjar. Dejé la botella en el piso y volví a intentar introducir los dos dedos en su ano, lo cual esta vez pude conseguir, con cierta dificultad, pero la verdad, el aceite fue el salvador.
Al momento en que mis dos dedos se introdujeron, mi madre sintió un poco de dolor que evidenció con un leve gritito
- Para para para …. – me rogó.
Fingí no escucharla. Aún estaba en mí la idea de hacerla “sufrir”. Quería que excitarla a tal punto que me pidiera ser follada por todos lados en todo momento, sin importar quien estuviera cerca.
Mis dedos siguieron avanzando lentamente hacia su interior hasta que llegaron a la mitad. Luego los comencé a sacar y meter subiendo el ritmo poco a poco.
- Noo..ayy.. – se quejaba mamá
Cada vez se me hacía más fácil penetrar su ano, el cual ya estaba dilatado para recibir mis dedos. El dolor y las quejas de mi madre pronto se transformaron en gemidos de placer que intentaba controlar para no llamar la atención de mi padre.
- ¿Te gusta mamita?
- Ahh…. Ahhh… sii hijo, me encanta uff
No daba más, necesitaba introducir mi poronga y romperle el orto. Me fui poniendo de pie sin sacar mis dedos de su culo el cual ya estaba completamente acostumbrado a ellos. Una vez parado, con mi mano libre comencé a liberar mi polla, sacándola de mis pantalones (por suerte estaba usando un buzo, por lo tanto, no fue difícil).
- Pídeme que te la meta mamá.
- ….aaa…no seas malo
- Pídemelo, quiero escucharte – le decía al oído, dándole besos y mordiscos en el cuello.
- Métemela
- ¿en donde la quieres?
- Por ahí Manu…no seas malo
- Dime, ¿por donde quieres que te la meta?
- …por el culo – dijo en un tono casi imperceptible
- no te escuché mamá, ¿por donde quieres que te meta la verga?
- ….por el culo hijo – dijo aumentando un poco el volumen, con voz agitada y respiración entre cortada.
Saqué suavemente mis dedos de su interior y dirigí la cabeza de mi pene a la entrada de su ano. Al sentir el contacto de mi glande con su esfínter mi madre comenzó a hacer presión con su trasero, buscando ser penetrada.
- ¿qué quieres?
- ….que me metas la verga por el culo hijo….rómpeme…rómpeme – decía agitadísima
- ¿cómo se dice?
- …ROMPEME PORFAVOR HIJO – dijo llevando por sobre de su cabeza su mano derecha y agarrándome del cuello.
Comencé a meter mi poronga, poco a poco. Estaba costando un poco, pero bastó dar un pequeño empujón y que mi madre hiciera su culo hacia atrás para que, mediante una coordinación casi perfecta, hiciera ingreso mi glande.
Ya estaba adentro y como se dice: “cuando entra la puntita, el resto es más fácil”
Mi madre apretaba sus dientes, aguantaba el dolor como toda una guerrera. Cada vez iba entrando más y más, mientras mi polla iba desapareciendo en el interior de sus entrañas, hasta que por fin mis huevos chocaron con su trasero. Estaba completamente adentro de ella, porfin ese culito era mío.
- GOOOOOL – se escuchó en el pasillo. Nos quedamos inmóviles, el grito de mi padre y del comentarista de football había coincidido con mi esperada penetración anal a mi madre. Son esos momentos en que piensas que dios existe y las coincidencias en la vida son a veces maravillosas.
Esperamos un rato, ambos viendo a la entrada de la cocina, esperando escuchar algún indicador de que mi padre se levantaría de su lugar, lo cual luego de unos segundos no sucedió.
Volví a centrarme en mi tarea. Fui sacando suavemente mi miembro del culo de mamá para luego volver a meterlo de un solo golpe. Cada vez más rápido, aumentando el ritmo de las embestidas que mi madre soportaba con alegría y excitación.
Su ano se acostumbró relativamente rápido a mi pene por lo que cada vez era más fácil introducir mi verga hasta el fondo de su ser.
Llevé mi mano derecha por delante hasta alcanzar su zorrita, comenzando a frotar su clítoris mientras mi verga rompía cada vez más su ojete. Cada vez nos preocupábamos menos de hacer ruido. El choque de mis huevos con sus nalgas emitía aquel clásico sonido de estar follando, pero para nuestra suerte, papá veía los partidos a un volumen alto, por lo cual era muy difícil que nos escuchara.
El coño de mamá estaba goteando, cada vez más mojado. Su esfínter atrapaba mi pene y ejercía un tipo de presión que me mataba. Sentir como aquel agujero atrapaba mi verga e intentaba succionarla era la sensación más espectacular.
- Aii hijo, dale…mas fuerte cariño
Mi madre cada vez se desinhibía más. El sudor comenzaba a cubrir nuestros cuerpos. Mis penetraciones comenzaron a ser pocas, pero violentas.
Sacaba mi poronga hasta dejar solo mi glande dentro de su ano para luego de un golpe meterla toda hasta el fondo. Repetí este movimiento sin dejar de jugar con el clítoris de mamá, quien comenzó a sincronizarse con mis movimientos, de manera que cuando yo embestía hacia delante ella recogía su trasero hacia atrás, generando una penetración más brutal y profunda.
- DALE MANU, PORFAVOR, LLENAME EL CULO – decía entre dientes.
Era increíble, pronto estaba cerca de acabar, pero quería durar lo más posible, aunque estaba consciente de que no podíamos estar todo el día ahí.
Saque mi pene de su interior y con mis dos manos abrí sus “cachetes”, evitando que su dilatado ano se cerrase.
La vista me calentó. Ahí estaba mamá, con sus pantalones a las rodillas, con su culo a mi disposición, totalmente abierto y listo para seguir recibiendo mi verga.
Lancé un nuevo escupitajo que dio de lleno en su ojete (3 de 3) y de un solo movimiento la penetré. Volví a sacar mi pene en su totalidad para volver a meterlo hasta los huevos de un solo golpe.
Repetí esto 10 veces más o menos, mientras mi madre comenzó a tocar su coñito, buscando su orgasmo.
- Aiiii hijo….siii…siii….estoy…..aahhh
Sus piernas comenzaron a temblar. Mordía sus labios mientras su cuerpo convulsionaba intentando ahogar sus gritos de placer.
La penetré y comencé a moverme frenéticamente mientras ella seguía corriéndose, sujetando sus caderas para controlar sus movimientos y evitar que se alejara de mí.
- Noo ahhhh para para…la puta madre…ahhh…para… - decía temblando, intentando no gritar. Sus manos se sujetaron a mis muñecas enterrando sus uñas en mi piel, pero la adrenalina y la calentura era tanta que no me importó.
- Te voy a romper el culo mamá – le susurraba jadeante al oído mientras mis penetraciones eran cada vez más rápidas.
Las piernas de mamá eran de lana, temblaban y se movían de un lado a otro mientras su culo recibía sin misericordia mi sable de carne. Su culo estrangulaba mi verga cada vez más, la presión era tremenda, como si las paredes de su esfínter quisieran succionar mi pene más y más.
Pronto sentí que mi orgasmo estaba próximo a llegar, aceleré mis movimientos que a esas alturas ya eran frenéticos. Ya era un milagro que mi padre no nos oyera, al menos el golpeteo de mi pelvis con la piel de mi madre ya no era para nada disimulado, pero supongo que estaba bastante concentrado en su partido. El volumen del televisor también ayudaba. No le tomé importancia.
Mi poronga comenzó a hincharse, signo inequívoco de que mi corrida se aproximaba.
- Ahhhh te voy a llenar de leche mamita…
- Mmmmm…ahhh porfa…. porfavor sii…. – dijo mamá, casi sin poder mantenerse en pie.
De mi pene comenzaron a salir disparos, que parecían interminables, de leche. Uno tras otro, chocaban con el interior de mi madre, llenando sus entrañas hasta lo más profundo. La potencia con la que sentía como salían no la había sentido nunca, era una corrida descomunal.
Por momentos mi vista se nubló, mis esfuerzos por no gritar hacían que aguantara la respiración para evitar soltar un grito de placer que avisara a mi padre sobre nuestras incestuosas acciones culinarias.
Poco a poco, los chorros de semen fueron disminuyendo. Mi orgasmo debe haber durado unos 50 segundos más o menos, o quizás 1 minuto, pero se me hizo eterno. El cuerpo de mi madre cayó sobre la mesa de cocina, exhausta, formando una L invertida con su cuerpo, llena de sudor que hacía que su polera se pegara a su espalda, con el pelo alborotado, las mejillas rojas y una sonrisa de satisfacción impagable.
Yo continuaba pegado a ella, mientras esperaba que las contracciones de miembro cesaran, así como mi erección. La verdad, no quería salir del interior de mi madre, sentía como su ano seguía atrapando mi verga, como si tampoco quisiera que saliera. Sin embargo, soy humano y por lo tanto mi pene comenzó a perder su tamaño y rigidez, por lo que, sin poder evitarlo, salió por si solo de aquel agujero de placer que había descubierto.
El semen comenzó a brotar del ojete de mamá, recorriendo sus muslos mientras ella seguía sin poder moverse, riéndose levemente mientras intentaba normalizar su respiración.
Tomé un par de servilletas, limpié lo mejor que pude su culo y sus piernas mojadas con una mezcla de semen y líquidos vaginales y subí sus pantalones junto con sus bragas, vistiéndola antes de seguir probando nuestra suerte y ser descubiertos.
Me incliné sobre ella y besé su oreja:
- Gracias mamá, me ha encantado tu culo
Ella no dijo nada, solo se rió y se incorporó, tratando de acomodar sus ropas y su cabello, secándose el sudor de su cuello y pechos con un trapo de cocina.
Me miró sensualmente y me dio un beso lleno de cariño en la boca, que duró apenas unos segundos.
- Gracias a ti hijo. Me ha encantado a mí también. Ahora vete a tu cuarto o por ahí y déjame preparar algo rápido – dijo suavemente, con una sonrisa cómplice, como si se tratase de una pequeña niña que acaba de cometer una travesura.
Acomodé mi pene, guardándolo en mis pantalones y satisfecho me fui a mi cuarto. Pasando por el salón vi a mi padre totalmente enfocado en la televisión.
- ¿Cómo va el partido papá?
- Va ganando la U (equipo chileno, Universidad de Chile) 1-0. Ahora sufren, pero metieron un golazo.
- Aaa que bien, que bien – yo también metí un golazo pensé, riendo en mi mente.
Me retiré a mi cuarto y esperé el almuerzo, que por causas obvias se había retrasado, pero pasar hambre valió totalmente la pena. Que almuerzo más sabroso.
CAPÍTULO XIV: BOLETERÍA
Luego de aquella increíble sesión de sexo anal con mi querida madre, por fin sentía que se había liberado completamente al deseo sexual. Ya no le molestaba que la tocase cuando fuese o que intentara meter mis manos entre sus ropas o besar sus carnosos labios. Se notaba mucho más relajada y cómoda con nuestra especial situación.
A pesar de esto, mucho no pudimos hacer después de ese día, pues mi padre rara vez nos permitía un espacio a solas.
Gracias a dios, los días de vacaciones de mi padre terminaron y tuvo que volver al trabajo y a la rutina de viajar dejándonos “abandonados” a mi madre y a mí, su pobre hijo.
Una vez que Papá se fue, con mi madre no perdimos el tiempo. Aprovechamos cada momento del día que estábamos cachondos para saciar nuestros deseos, no importando si era de día o de noche, fallábamos como animales.
Cualquier sitio de la casa era un sitio ideal para nosotros, aunque debo admitir que donde mejor la pasábamos era en la cama matrimonial.
Todas las noches fallábamos por horas, en donde yo eyaculaba 2 o hasta 3 veces, bañando a mi madre en mi leche, lo cual pronto fue casi un tratamiento para su piel.
Sin embargo, yo quería más, quería sentir nuevas sensaciones y experimentar más cosas con mi madre, y creo que ella también lo quería.
Queríamos llevar la excitación al máximo.
Una noche ofrecí a mi madre ir al cine a ver una película, con la excusa de que saliéramos de la rutina de estar encerrados y pudiésemos tomar un poco de aire y distraernos. Mi madre aceptó de inmediato, seguramente pensando que sería una velada tranquila, romántica y tierna, pero yo tenía otros planes.
Eran las 10 de la noche, piloteaba mi nave, como dice la canción de Arjona. Por suerte, no estando mi padre, y con mi nueva relación con mi madre, tenía acceso al auto familiar. No lo niego, me sentía un puto amo.
Mi madre estaba vestida en forma bastante elegante, supongo que hace tiempo no tenía una “cita” romántica. Usaba un vestido, casi de fiesta, color negro, con un generoso escote y una chaqueta de tela también negra. El vestido era pegado a su cuerpo hasta la cintura y más suelto desde su trasero hasta sus rodillas.
Lo combinaba con unos zapatos de tacón color azul obscuro y un maquillaje digno de una princesa. Nada extravagante, lo justo y necesario. Labios pintados color rojo como era su costumbre y pelo suelto y algo ondulado. Que mujer, dios mío.
Llegamos a nuestro destino, estacioné justo de donde se exhibiría la película. Ante mi madre aparecieron dos cines, el Nilo y el Mayo, cines con programas “solo para adultos” aparecía indicado. Mi madre me miró sorprendida y algo avergonzada, por lo que dejaba intuir sus mequillas ruborizadas.
- Pero Manuel, ¿qué es esto?
- Pues cines Mamá, dijimos que veríamos una película
- Ya, pero Manu, estos cines, son…son de pornografía – me dice cuidando que nadie la escuchará.
- Lo sé mamá, quiero que entremos.
Me miraba incrédula, como esperando que todo fuese una broma de mal gusto, pero mis intenciones eran claras y estaba decidido a entrar con ella a ese lugar.
- No no no…Manuel, yo no puedo…esque…no – me decía completamente avergonzada, susurrando, cubiendose la cara con las dos manos.
- Mamá, que no pasa nada, entremos y veamos que tal, si no nos gusta pues nos vamos y no hay drama. Yo nunca he venido y quiero experimentar esto contigo.
Las manos de mi madre fueron bajando poco a poco, dejando ver ahora sus ojos y cubriendo solo su boca. Se notaba un poco más calmada.
- No lo sé hijo…no lo sé.
- Por favor mamá, prometo que si no te gusta nos vamos – la agarré de la cintura y la atraje hacia mí, pegando su cuerpo al mío, para que notase mi polla dura, la cual estaba así desde que habíamos salido de casa.
Sujetó mi cara con sus dos manos, sonrió coquetamente y con la cara roja me dijo:
- Está bien hijo…veamos que tal, pero si no me gusta nos vamos
- Gracias mamá, lo prometo – dije besándola como agradecimiento, beso que ella aceptó gustosa.
En verdad parecíamos una verdadera pareja de enamorados, ahí abrazados besándonos en plena calle.
Ingresamos y en boletería se encontraba una señora, de más o menos la misma edad de mi madre, bastante guapa también, al menos mantenía una apariencia bastante llamativa, seguramente para atraer más clientes. De cabello negro, tez blanca, labios rojos, ojos color miel y un cuerpo que a través de la ventanilla parecía increíble, con unas tetas que dejaría bizco a cualquier macho que se respete.
Cuando aparecimos ante ella, nos miró de pies a cabeza, con una sonrisa mezcla de maldad y cachondeo. Me acerco a la ventanilla tomando a mi madre de la mano:
- Hola buenas… quisiera dos entradas por favor.
Mascando un chicle, la señora responde:
- Bueno bueno... Buena noches chico, ¿y a ella donde la has encontrado?, no la he visto trabajando por acá, aunque eso se nota a kilómetros ¿es scort?
Mi madre me miró sorprendida, ante lo cual no puede evitar reírme, explotando a carcajadas. Había confundido a mi querida madre con una prostituta y, aunque su actitud en el sexo era el de una, por suerte no tenía necesidad de pagarle.
- Ajajajaja, no, no lo es… es… es mi “amante”… se la he quitado a un viejo sin brillo – dije riendo, ante la mirada sorprendida de mamá, que parecía recriminarme por lo que había dicho.
- Oh…perdón perdón…es la costumbre, es que, bueno…casi siempre que viene un hombre con una chica guapa es porque es una prosti…pero ya me parecía demasiado bella y elegante…perdón jaja
Mi madre a pesar de verse sorprendida, se notó contenta por los comentarios aduladores de la encargada, volviendo su sonrisa y buen humor a su rostro.
- Jaja no se preocupe …mm... sabe, es primera vez que venimos, ¿solo se compran las entradas y podemos entrar a cualquier película?... – dije en un tono relajado.
- A que bien, buscando nuevas cosas…Si lindo, cada entrada vale $2.000 y puedes elegir entrar al Nilo o al Mayo, las entradas a ambos cines estaban bajando las escaleras y están una al lado de la otra.
- Aaaa muy bien… ¿y cual es mejor?
- Mira guapo, son casi lo mismo, pero yo te recomiendo el Nilo, el otro es un poco más hardcore, creo que a ustedes les vendrían mejor las películas más calmaditas – respondió coquetamente mirándome fijamente, comiéndome con la mirada.
Mi madre se pegó enseguida a mí y arrebatándome el billete de las manos, le pagó $5.000 a la señora:
- Dos entradas para el Nilo entonces, gracias por la recomendación – dijo en tono seco.
- Jaja está bien cariño, para lo que se te ofrezca preciosa – respondió la señora enviándole un beso a mi madre.
Vaya vaya con mamá, se había puesto celosa, aquello no lo había visto nunca, al menos no tan notoriamente, pero me gustaba. Se había pegado a mi brazo, abrazándose a él y pegándose a mí, dejando ver que yo era de ella y de nadie más.
La señora nos dio los $1.000 de cambio junto con las dos entradas señalándonos un último consejo:
- Ahí tienen bellos. Otra cosa, les recomiendo que no vayan a los baños, a menos que quieran hacer cosas con otras personas, y les advierto que, en el baño, hacen de todo ¿te quedó claro chico? – dijo mirándome y levantando sus cejas en tono serio, dejándome claro que, si iba al baño, no me volvería a sentar en una semana – por lo demás, en las salas generalmente la genta está masturbándose y cada uno en su sitio sin molestar, si alguien les habla solo digan que los dejen solos y listo. Y tu cariño, prepárate porque no te dejaran de ver – dijo mirándome a mi madre con una risa picarona – fuera de todo esto, se lo van a pasar increíble, se los aseguro. Cualquier cosa, mi nombre es Isabela, pueden venir a pedirme o preguntarme lo que sea – Terminó de decir, guiñándonos el ojo derecho.
No imaginé nunca que en un cine porno tuviera tantas reglas, parecía un mundo distinto ahí adentro, pero tenía curiosidad y un morbo increíble de averiguar qué sucedería, hasta donde nos llevaría la calentura.
- Muchas gracias Isabela – le dije a la señora y procedimos a entrar.
Llegamos hasta unas escaleras y comenzamos a bajar hasta encontrarnos con dos puertas. Nilo y Mayo.
Un sujeto negro de 2 mts. Aproximadamente, gordo, de brazos enormes, sentado en un asiento se encontraba en medio de ambas puertas.
- Boletos por favor – dijo en tono colombiano, con mirada perdida e indiferente a nuestra presencia. Bastante normal la verdad.
Puede notar que mi madre se sintió un poco aliviada al no sentirse objeto de miradas lascivas y libidinosas.
Le entregamos los boletos e ingresamos sin problemas al cine Nilo. Quedaban 15 minutos para la próxima función “Las voces del placer”.
Entramos, todo estaba oscuro, casi no se veía nada, salvo la luz de la sala donde se encontraba el proyector. Había una mezcla de olores fuertes, entre tabaco, sudor, fluidos, cloro.
Se podía apreciar unas 15 personas repartidas entre toda la sala, algunos fumando, distinguiéndose el punto rojo del cigarrillo que revelaba su ubicación.
Una vez que aparecimos ante todos se escuchó un leve silbido a los lejos y un “guapa, ¿cuánto?”.
La señora tenía razón. Mi madre llamaba fuertemente la atención, no solo por ser mujer, sino porque estaba hermosa, se veía sexy, elegante, deseable, y además estaba en un cine porno, lo que revelaba a todos que era una guarra de tomo y lomo.
Sujeté fuerte a mi madre de la cintura y la atraje hacia mí, estábamos tensos, comenzamos a subir por las escaleras de las butacas hasta llegar a la última fila de arriba, alejados de todos nos acomodamos.
Estuvimos un rato sentados sin decir nada, esperando que la tensión y el nerviosismo bajara, hasta que nos calmamos.
- ¿Todo bien mamá? – le pregunté
- Si hijo, algo nerviosa pero ya bien, la puta tenía razón – dijo refiriéndose a la señora de boletería.
Ambos nos reímos en silencio de la situación.
De pronto pude ver un punto rojo que se movía hacia arriba y luego hacia nosotros. Un sujeto venía justo a donde estábamos. No quise decirle nada a mi madre para evitar que ella se pusiera nuevamente nerviosa, pero no apartaba mi vista del sujeto, que poco a poco fue haciéndose más y más visible a medida que se acercaba a nuestra posición.
El hombre, de unos 50 años se sentó frente a nosotros, sin mirarnos. Mi madre me miró seria y me hizo una seña para que nos moviéramos de lugar, a lo cual accedí.
Cuando comenzamos a movernos el sujeto giró su cabeza:
- Disculpa, solo quería preguntarte cuanto pagaste por ella y si me podías dar el número de su agencia – el muy puto también había confundido a mi madre con una prostituta, sin embargo, esta vez no me causó tanta gracia, quizás por la tensión del momento.
A pesar de mi enfado, recordé los consejos que me había dado Isabela en boletería.
- ¿Nos puedes dejar solos? por favor – respondí en tono serio.
El caballero me miro extrañado y luego a mi madre.
- Dale, no seas así, aprende a compartir. Sé un buen niño y dime cuánto cuesta la puta, que estoy seguro que puedo pagarle más que tú y darle el doble de placer.
Solo lo miré fijo, quise controlarme lo más que puede para evitar que mi madre se viera envuelta en alguna pelea.
Mi silencio pareció molestar al hombre:
- A perdón, tú eres el puto. Bueno, también me las puedo arreglar contigo, ¿cuánto pago por el chaval señora? Dígame para romperle el culo antes que la cara, quizás así aprende modales el maricón – preguntó a mi madre.
Que hijo de puta, nuestra primera experiencia en un cine porno y nos había tocado un pesado, con esto todo el morbo se estaba yendo a la mierda. Mis planes, mis expectativas y las ganas de ver a mi madre excitada no me las iba a quietar un putazo cualquiera.
- ¿puedes dejarnos solos, por favor? – dije en un tono más elevado, que fácilmente pudo escucharse en toda la sala. Puede escuchar como todos voltearon a vernos.
- Joder vamos, que solo quiero jugar con la perra y tengo dinero – seguía insistiendo
Mi madre permanecía inmóvil a mi lado, muda. Mierda, el trolo ese me iba a arruinar la noche.
- Mira puto, déjanos solos y vete a pajear a otro lado, que un viejo como tú es lo único que puede hacer. Y si vuelves a insultar a mi noviate voy a hacer tragar tus propios huevos, come rabos – dije ya harto del sujeto, quien me miró con ojos desencajados y rojo de ira.
Se paró rápidamente de su asiento y se quedó frente a mí, ante lo cual yo también me paré rápidamente.
Nos quedamos unos segundos mirándonos fijamente y cuando ya estábamos a punto de iniciar una pelea, un brazo negro rodea el cuello del sujeto y lo sujeta fuertemente, era el guardia colombiano. Detrás de él estaba Isabela, quien sujetando el hombro del guardia le dice: - sácalo .
El guardia jala fuertemente del hombre y comienza a arrastrarlo hacia la salida.
- ¿Están bien guapos? – nos pregunta con una sonrisa compasiva
- ee, si si, gracias, pero, ¿qué? ¿cómo?
- Ajaj es que en este horario llega un chico a atender boletería mientras yo proyecto las películas, y los ví desde ahí arriba – dijo señalando el cuarto de proyección que se encontraba arriba de nosotros – cuando ví que el sujeto no paraba de hablarles baje corriendo a avisarle a Benito para que me ayudara a sacarlo.
- Ohh, muchas gracias, yo, no sé qué decir – dije mientras se apagaron las pocas luces que quedaba y comenzó a sonar una música, la película ya estaba iniciando. Miré extrañado.
- Jaja le he dicho a otra chica que me cubra – me explicó antes de yo preguntarle nada.
En ese momento Isabela pasa delante mío ignorándome y se sienta junto a mi madre.
- ¿estas bien corazón? – le pregunta acariciando su espalda
Mi madre estaba muda, que mierda había resultado todo, quise probar algo nuevo y terminé exponiendo a mi propia madre a una situación peligrosa e innecesaria.
- No te pongas así hermosa, estas cosas pasan de vez en cuando, no podemos controlarlas todas, pero en cuanto te he visto ya suponía que llamarías la atención de algún idiota. No te dejes arruinar la noche, tienes un novio guapo y joven, que se nota que te cuida, yo me aseguraré de que ningún pajero siga molestando – dijo tranquilizando a mi madre, a quien se le humedecieron los ojos, pero evitó llorar, sonriendo.
- Muchas gracias, yo… me asusté un poco, pero gracias a ti no pasó nada. Y gracias cariño por cuidarme – dijo mamá mirándome con un cariño enternecedor.
- ¡Que linda!... bueno, cambia esa cara y disfruta de la película, que te digo que es muy buena. Casi tanto como tú, mira que no puedes culpar a estos pajeros de quedarse prendados de semejante mujer más sexy – dijo Isabela adulando a mi madre y tratando de que se sintiera más cómoda.
Mamá se rio y parecía mucho más relajada, incluso más segura con una persona que conocía el ambiente y sabía cómo actuar.
- Bueno tortolos, ¿les molesta si me siento adelante?, prometo no molestarlos ajjaa
Quise decir que preferíamos estar más solos, para tener privacidad, pero enseguida me vi interrumpido por mi madre:
- No hay problema Isabela, muchas gracias por cuidarnos – dijo rápidamente mamá
La miré extrañado, pero no puede decirle nada, se veía que estaba mucho más relajada con Isabela cerca y se notaba de mucho mejor ánimo, prefería eso a irnos y quedarnos con las ganas al menos de ver una película que podía excitarnos y dar ideas para luego replicar en casa.
Isabela se sentó frente a nosotros, donde se había sentado el individuo de hace un momento y se acomodó para disfrutar de la película, mientras que mi madre se acomodó en mi hombro y sujetando mi mano. Era como si estuviéramos en un cine normal, salvo que pronto comenzó un dialogo y actuaciones tan idiotas que pronto recordé que era cine porno.
En breve comenzó una escena en donde una secretaria tenía una conversación nada racional con su jefe. Por lo visto ambos estaban discutiendo el monto del salario de la mujer y ante el desacuerdo, su jefe decidió darle una buena dosis de polla para dejarla contenta.
La verdad, la trama era una real mierda, pero no podíamos esperar más de este tipo de películas.
Pronto comenzó la real acción, los gemidos y sonidos de sexo llenaron la sala, mientras poco a poco se escuchaban cremalleras y tipos moviéndose. Mi madre miraba atenta la pantalla, como si se tratase de una verdadera obra de arte digna de un Oscar.
Ante nosotros el actor se notaba muy bien dotado, con un pene grueso y largo que hacía que mamá humedeciera sus labios con su lengua. Por otro lado, la actriz era espectacular, una chica rubia, delgada, con un cuerpo de modelo, tetas a medida (presumiblemente operadas), completamente depilada y una actitud de puta tremenda, tragando y tragando el miembro de su compañero dejando solo sus huevos fuera de la boca. Cada vez más la escena se hacía más excitante y mi cuerpo lo notaba, mi polla crecía cada vez más dentro de mis pantalones y tener a mi madre junto a mí, pegada, era aún mejor.
Atrás había quedado el momento tenso de hace un momento y debía agradecer por aquello a Isabela; en verdad había salvado mi noche.
Se sentía a nuestro alrededor movimientos de ropa y asientos junto con cuchicheos, muchos sujetos se cambiaban de asientos y se movían durante la película o salían acompañados unos de otros de la sala, la verdad, era muy diferente a un cine normal. Se sentían los ruidos de pajas y mamadas.
Lejos de incomodarse, la expresión de mi madre era de excitación, se notaba acalorada, no dejaba de morder sus labios y mirar atentamente, casi sin pestañar. El olor de su cabello era una droga para mí.
En un momento la mano de mi madre comenzó a acariciar mi muslo, enterrando levemente sus uñas en mi pierna y luego moviéndola cada vez más cerca de mi ingle. No me miraba, no apartaba su mirada de la película, que a estas alturas ya mostraba al sujeto penetrando a su empleada sin contemplaciones, mientras esta gritaba de placer.
La mano de mamá pronto llegó a mi paquete, el cual se mantenía erecto al máximo, comenzando a acariciarme por sobre la ropa.
Entendí el mensaje y desabroché mis pantalones para liberar a mi miembro y permitir el acceso libre a aquella mano materna, la cual no dudó en tomar mi pene y comenzar a menearlo lentamente, arriba y abajo, en un ritmo suave y erótico. No decíamos nada, no eran necesarias las palabras.
Frente a nosotros se veía la nuca de Isabela, inmóvil, sin realizar ningún movimiento salvo el de mover la mano para fumar.
Los movimientos de mi madre comenzaron a ponerme más caliente que nunca. Había olvidado lo habilidosa que era con las “manualidades”. El cambio de ritmo que utilizaba me hacía sentir sensaciones únicas.
Comencé a acariciar su pierna, subiendo su falda cada vez más, buscando ingresar a su entrepierna para poder acariciar su coño. Mi madre facilitó mi tarea abriendo sus piernas.
Sus bragas estaban empapadas, era obvio que mamá estaba disfrutando de toda la situación.
Estuvimos tocándonos uno al otro durante un par de minutos, mientras en la pantalla del cine el sujeto se encontraba perforando el ano de la actriz de manera salvaje, en todas las posiciones posibles para luego acabar tirando toda su leche por toda su cara, manchando su cabello, boca, ojos, tetas. Había sido una corrida digna de un actor porno, pero lo mejor, era la cara de aquella mujer, viciosa y llena de erotismo, lo cual al parecer también llamó la atención de mi madre, que sin previo aviso bajó su cabeza hasta que su boca trago mi poronga de un solo movimiento, hasta que mis huevos chocaron con su mentón.
Me tomó desprevenido, casi me corro en ese mismo instante, pero traté de controlarme.
Mamá comenzó a subir lentamente mientras sus labios presionaban fuertemente mi tronco, hasta llegar a la punta, para luego volver a descender hasta la misma base. Era una verdadera garganta profunda.
Sin sacarse mi pene de su boca comenzó a sacarse la chaqueta, en una posición incómoda, pero logró llevar a cabo su cometido. Mis manos se fueron directo a su culo, levantando su falda hasta dejarlo descubierto, cubierto por solo unas bragas tipo tanga color negro. Que preciosidad.
Intentaba llegar a su coño, pero la posición no me lo permitía, por lo que me conformé con amasar sus nalgas y jugar con su culo, mientras ella aceleraba más y más sus movimientos, jugando con su lengua sobre mi glande, succionando y tragando la mezcla de saliva y liquido pre seminal.
En la película estábamos en una escena en que no había sexo (aún), de tal forma que los sonidos de chupeteo de mi madre se escuchaban por la sala. Pude apreciar como algunos sujetos miraban extrañados buscando de dónde provenía la acción, pero no lograban identificarnos. Lejos de ponerme nervioso, me excité.
Tomé fuertemente el pelo de mi mamá y comencé a empujarla contra mi polla, fallándomela por la boca, produciendo sonidos más notorios. Ella no se quejaba, por el contrario, parecía también gustarle la situación pues mamaba con más ganas.
De pronto miré al frente y ahí estaba Isabela, mirándonos por sobre su asiento, atenta, sin perderse detalles de lo que estábamos haciendo.
- Mira que si eras bien putita cariño – dijo Isabela suavemente – mira como chupas cabrona.
Mi madre lejos de detenerse tragaba cada vez más. Su boca pegada a la base de mi pene intentaba seguir bajando, su lengua jugaba con mis huevos, la baba ya tenía todo mi miembro lubricado y mis pantalones manchados, pero poco me importaba eso.
- ¿Que tal chico? ¿te gusta cómo te lo está chupando tu puta? – me preguntó Isabela
- … me encanta… - respondí a duras penas, tratando de no hacer mucho ruido.
- Uff, así veo… y que bella polla tienes, con razón no deja de cometértela
Nunca imaginé que mi madre iba estar ahí dándome el mejor sexo oral de todos, con alguien mirándonos a pocos centímetros de nosotros y hablándonos. La situación era bastante morbosa, la verdad, a esas alturas a ninguno de los dos nos importaba que nos vieran.
- ¿por qué no le comes el coño?, creo que se lo ha ganado después de todo lo de hace rato jeje – dijo Isabela mientras pude notar como su brazo derecho se movía sospechosamente.
- Mmm si mi amor…cómeme el coño por favor – dijo mamá de repente, sacándose brevemente mi polla de su boca para poder gesticular.
Ante la orden de dos mujeres no podía hacer nada, tampoco era para llorar, muy por el contrario, estaba ansioso de poder comer nuevamente el coño a mi querida madre.
La agarré y tiré fuertemente de sus cabellos retirándola de mi verga (a veces hay que tratar fuerte a las perras para despegarlas de su hueso).
La cara de mamá era un poema. Su boca y barbilla estaban llenas de saliva, goteando y recorriendo su cuello hasta sus senos. Su cabello estaba alborotado y enredado. Sus ojos entreabiertos, llorosos, con lágrimas negras recorriendo sus mejillas. Una sonrisa de satisfacción y excitación terrible. Que puta era mi madre.
Sin esperar más la hice sentarse correctamente en su asiento mientras yo bajaba del mío hasta estar en el piso, moviéndome hasta quedar entre sus piernas. Gracias a dios las butacas de los asientos y los pasillos eran bastante amplios, más que en un cine normal, quizás para facilitar este tipo de prácticas.
Agarré sus bragas y las rompí de un solo movimiento, jalando de ellas. Despojada de ellas acerqué mi lengua a aquella vagina, húmeda, goteante. Comencé a jugar con su clítoris suavemente, instante en el que mamá llevó inmediatamente sus manos a mi cabeza y lanzó un pequeño gemido. Aquello me incentivó para continuar jugando.
Di un pequeño beso y chupón y luego comencé a comerme ese coño como si se tratase de un verdadero manjar de dioses, y así era. Mi lengua intentaba penetrarla y llegar hasta lo más profundo, succionaba su clítoris suavemente, lo cual volvía loca a mi madre que no dejaba de moverse en el asiento y jalar de mi cabello.
Mi lengua iba de arriba hacia abajo, saboreando cada centímetro. Mis dedos también quisieron jugar y decidieron entrar y penetrar el chocho de mamá mientras mi boca se concentraba en su clítoris. Estaba empapada, los jugos vaginales recorrían sus muslos.
- Mmm… que envidia cariño… que bien te están comiendo el coñito – escuché que decía Isabela - ¿te gusta?
- Aaaa… me encantaaa – decía mamá a duras penas, evitando gritar y hablando lo más bajo posible.
De pronto noté una sombra sobre mí. Elevé mi mirada sin dejar mi faena y pude ver como la mano de Isabela se había alargado hacia mi madre, tocándole las tetas sobre la ropa.
¿qué? Estaban tocando a mamá frente a mí, sin embargo, aquello me generó un morbo especial. Mi madre no parecía incomoda ni molesta, incluso parecía gustarle demasiado pues pude ver que miraba fijamente a Isabela, quien cada vez tocaba con mayor confianza, hasta llegar a introducir sus manos por entre medio del vestido y tocar los senos de mamá directamente.
Yo continuaba chupando aquel maternal coño, penetrándola, cogiéndomela con uno, luego dos, tres y luego cuatro dedos que se introducían lo más posible en su interior.
- Mmm que ricas tetas tienes, puta – dijo Isabela – ¿quieres que te las coma? – se ofreció.
Sin embargo, yo sabía que aquello era una pérdida de tiempo. A pesar de todo, mamá era bastante recatada y aunque se haya dejado tocar, algo muy distinto era permitir a un extraño probar su cuerpo directamente.
- … sii… cómemelas – respondió mamá.
Que hija de puta. ¿Cómo permitía que una extraña le comiese las tetas?
Su reacción me sorprendió, pero no me enfadé. Muy bien, me enfadé un poco, lo acepto, pero la razón es que fue algo demasiado imprevisto, que distorsionó la imagen semi conservadora que tenía de mi madre. A pesar de esto, el “enojo” desapareció rápido en mi cuando pensé en el abanico de posibilidades que los gustos lésbicos de mi madre podrían traerme.
Isabela se levantó de su asiento y se pasó a nuestra fila, dándose la vuelta de tal forma que quedó sentada en donde era mi asiento, junto a mi madre. Ahí estábamos los tres. Ellas dos sentadas, mientras yo estaba en el piso lamiendo y jugando. Triste no estaba.
Isabela pronto cumplió su palabra y suavemente dejó al descubierto las tetas de mi madre y en un gesto casi cómplice comenzó a jugar con ellas suavemente con su boca. Pasando su lengua por sus pezones, apretándolos con los dientes mientras con sus manos las apretaba firmemente.
- Que ricas tetas tienes… que suerte tienes guapo – dijo mirándome a mi, mientras no se despegaba de aquellas tetas
Mi madre gemía más y más. Evitaba emitir sonidos muy fuertes pero la excitación era demasiado y cada vez eran más notorias nuestras acciones. Se escuchaban los gemidos de la película y el sonido de los huevos golpeando mientras alguna chica era penetrada. Se escuchaban los asientos moviéndose inquietos por todo el cine. Se escuchaban los chupones que Isabela y yo estábamos proporcionando a mi madre, mezclados con los leves gemidos de placer que ya no eran tan leves y que poco a poco revelaban nuestra ubicación.
Cada vez iba introduciendo y sacando mis dedos más rápido, mientras no dejaba de succionar, lo cual provocaba que temblara de placer. Por otro lado, Isabela comía sin contemplaciones las tetas de mi madre, como si estuviera ordeñándola con la boca. Pronto una de las manos bajó y comenzó a jugar con el coño de mamá, realizando movimientos circulares sobre su clítoris. Aquello la volvió loca y sujetando del cabello a Isabela la atrajo hacia ella y comenzó a besarla apasionadamente.
Sus bocas no dejaban de juntarse, entrelazando sus lenguas. Yo por mi parte retiré mis dedos del interior de mi madre y los sustituí por mi lengua, que jugaba con su coño lo más posible.
Mamá cada vez habría más sus piernas facilitando mi trabajo.
De pronto pude visualizar como Isabela abría sus ojos y miraba hacia al frente, deteniendo su erótico beso.
- Quietos ahí, que esta tiene dueño. No me hagan llamar a Benito – dijo de repente
No entendí aquello y detuve mi labor, levantándome para quedar de rodillas. Volteé mi cabeza y pude ver a seis tipos en la fila frente a nosotros masturbándose, con sus miembros erectos apuntando a nosotros. Era un par de gordos, un viejo de al menos 80 años, un par de cuarentones desarreglados y un tipo tapado con abrigo y un gorro que seguramente se había escapado de su casa un rato y no quería ser reconocido.
Aquella imagen me impactó y miré extrañado a mi madre, que me miró devuelta y ambos miramos a Isabela buscando alguna explicación, buscando su ayuda.
- Tranquilos… ¿que esperaban?, están en un cine porno comiéndose a la vista de todos. Esto es así, ellos no harán nada que uds. no quieran… al menos no estando yo acá – dijo Isabela, quien volvió a poner su boca en las tetas de mi madre.
Aquello había sido suficiente para mamá, quien no dijo ni una palabra y cerró sus ojos, para seguir disfrutando de las caricias de nuestra nueva amiga.
Isabela me sujetó del pelo y me guio a la zorrita mi progenitora, indicándome que no me preocupará y me dedicará a mi trabajo.
La verdad no sabía si continuar o no. Todo era muy fuerte. ¿me gustaba que estuvieran unos extraños mirando el cuerpo de mi madre, viéndola disfrutar, viéndola gemir, siendo tocada por una mujer que habíamos conocido recién y por su propio hijo?
Mis dudas desaparecieron cuando mi madre dijo:
- Continua, que vean como me pones cariño – dijo con los ojos cerrados, gozando sin ningún disimulo.
Estas palabras hicieron desaparecer mis pensamientos, que fueron sustituidos por el morbo de escuchar a mi madre excitarse por ser observada. No digo que no me incomodara la situación, pero francamente prefería seguir gozando. ¡VALE!... me ganó la calentura.
Continué chupando aquel coño sabroso, mientras los muslos de mamá temblaban y sus piernas bailaban de un lado a otro, indicando la proximidad de uno de sus ricos orgasmos.
Isabela continuó jugando con su clítoris mientras no despegaba sus dientes de sus pezones, dándole pequeños mordiscos, mientras yo continuaba moviendo mi lengua frenéticamente, lamiendo, chupando, tratando de penetrarla hasta lo que la física permitía.
- Vooooooooy!!!!! – gritó de repente mi madre. Un chorro potente se disparó desde su concha mojando mi cara y el respaldo del asiento que estaba tras de mí. Incluso creo que llegó a manchar los pantalones de alguno de los sujetos que estaban ahí masturbándose.
Sus piernas no dejaban de moverse, sus manos alejaban mi cabeza tirando de mi cabello y sujetaba fuertemente la mano de Isabela, casi enterrándole las uñas, para evitar que siguiera con sus caricias. Se veían perfectamente los músculos de sus piernas teniendo espasmos, bañados en sudor y líquidos vaginales.
La cara de mi madre era un cuadro perfecto. Los ojos blancos, mirando perdida al techo, mordiéndose el labio inferior tan fuerte que casi saca sangre; las venas de su cuello marcándose notoriamente; su cara roja brillando por el sudor; la baba corre por su barbilla.
Que hermosa era mi querida madre y que tremenda corrida había tenido.
Las convulsiones no paraban, en un orgasmo que debió durar al menos 1 minuto como mínimo, ante los sonidos de la película y los alientos de nuestro “público”, que decían cosas como:
- Eso guarra!
- Que rica estas!
- Puta!! No tengo más pantalones – ahí supe que en verdad el chorro de líquido vaginal había alcanzado a alguien. Pobre cristiano.
Mi madre estaba satisfecha, su respiración comenzaba a tranquilizarse y los espasmos cesaban poco a poco.
- Uff hermosa, vaya corindón que te has llevado … ahora creo que te toca a ti bombón – dijo Isabela mirándome con una sonrisa maléfica.
Mi madre no pudo decir nada, aun recuperándose, cuando Isabela estiró tomando mi brazo y jalándome hasta quedarme parado frente a ese par de hembras.
Mi posición tapaba la visual de los pervertidos detrás mío. Rápidamente, como si se tratase de un grupo de Flashmob, se dispersaron, algunos a la derecha y algunos a la izquierda, algunos pasándose a nuestra fila para quedar a nuestro lado, aunque guardando una distancia razonable.
Poco tiempo tuve para preocuparme cuando Isabela ya se encontraba bajando mis pantalones y tomando mi pene con su mano.
- Mmm, que linda “herramienta”, no sé porque, pero la imaginaba así.
Mi madre miraba, como si estuviese drogada, casi indiferente, como su nueva “amiga” comenzaba a menear mi polla, arriba y abajo, con un ritmo ni muy rápido ni muy despacio, pero constante.
Sin preámbulos, Isabela llevó mi miembro a su boca sin pedir permiso. Vaya atrevimiento; en una misma noche ya había probado el cuerpo de una madre y su hijo; son aquellos momentos que hacen hermosa la vida.
Sin querer comparar, debo decir que la boca de aquella dama tan respetable encargada de atender la boletería, proyectar películas y llamar a seguridad, era tremenda. Se notaba la experiencia en el campo del porno.
La dedicación con la que saboreaba cada parte de mi verga, como su cabeza subía y bajaba a lo largo del tronco, como sus labios jugaban con la presión que ejercía, como sus manos tocaban y apretaban suavemente mis huevos, como me miraba con deseo sin sacar ese pedazo de carne de sus fauces. Mi glande en más de una ocasión golpeó su campanilla, como si fuese un ring de boxeo indicando el fin de un round .
Con esto no quiero decir que las mamadas de mi madre no eran igual de buenas, incluso a mi gusto, eran mejores que las de Isabela. Pero eran estilos distintos; uno lleno de erotismo y salvajismo; el otro lleno de amor y pasión mezclado con cariño materno.
- Ven hermosa, que tu macho quiere sentirte – dijo Isabela, sacando sonoramente mi poronga de su boca, como si fuese un chupete. Tomó a mi madre del cuello, por debajo de la nuca y sin esperar respuesta la atrajo hacia mi pene, dejándola a 3 centímetro de su cara.
Mi madre aún no reaccionaba, su mirada apuntaba a mi pubis, pero parecía no ver nada, estaba en un trance total.
- Vaya!, eres de las que necesitan reanimación – dijo nuestra acompañante, dándole un par de cachetadas a mamá (algo fuertes debo decir)
Los golpes hicieron que mi madre moviera la cabeza y parpadeara fuertemente. Mi miró, con ojos llenos de dulzura, con amor… con deseo. No había visto esa expresión en ella, no había sentido lo que sentí en ese momento. Sentí cosquillas en mi estómago y un nudo en mi garganta.
- Te amo – dijo mi madre solo moviendo sus labios.
Abrió su boca, sacó su lengua… y sin dejar de mirarme como lo que era, su amante, comenzó a lamer mi glande y dar pequeñas chupadas.
Chupada solo la cabeza de mi verga, como si se tratase de un caramelo y no dejaba de mirarme con una ternura excitante. Su mirada era penetrante, segura.
De pronto, Isabela se puso junto a mi madre, pegando su mejilla a la de ella y pude notar la diferencia de la que les hablado anteriormente, reflejada en la mirada de ambas.
Isabela me miraba sabiendo que esto era sexo, que solo era un momento divertido para ella, excitante, lleno de morbo. Para mi madre, esto era todo, sexo, morbo, amor, conexión, cariño, cuidado, vida.
Isabela comenzó a imitar lo que hacía mamá; ambas lamian mi “caramelo” sin dejar de mirarme, dedicándose obsesivamente con mi glande, juntando sus lenguas y labios sobre él.
Debo decir que estaba paralizado, viendo como aquellas hembras saboreaban mi rabo como si fuesen dos gatas tomando leche del tazón.
- Vaya idiota, solo está ahí… que desperdicio – escuché murmurar
- Ajaj seguro no sabe que hacer…has visto, es sólo un chico – respondió otro
- … pff , debería estar yo ahí – dijeron por otro lado
Aquellos comentarios me hicieron reaccionar. Bueno, en verdad me cabrearon un poco, pero no dejaban de tener razón. Me había embobado por el actuar y la mirada de mamá, pero se me había olvidado que todo aquello ya lo había descubierto; ya sabía que la amaba, como madre, amante, mujer, como todo, pero este momento…este momento era para otra cosa.
Tomé la cabeza de mi madre y le hundí mi polla hasta lo más profundo de su garganta, quedando solo mis testículos afuera. Ante esto, mamá cerro sus ojos y puso sus manos en mis muslos tratando de zaparse para respirar, lo cual no lo consiguió hasta unos segundos después cuando decidí liberarla.
En el momento en que su boca y su cabeza, como resorte, se hizo hacia atrás, su cara se encontró con un manotazo mío, una cachetada castigadora.
- Trágatela toda…no dejes de mirarme – dije al mismo tiempo que volvía a atraer su cabeza entre mis piernas, hundiendo mi miembro en ella.
Esta vez, a duras penas mantuvo sus ojos abiertos, mirándome. Atrás quedó la expresión tierna y amorosa de antes. Su mirada ahora era de excitación y desconcierto por mi cambio de actitud, despertado por los comentarios de aquellos maduros pajeros que nos acompañaban.
Sus manos volvieron a mis muslos haciendo fuerza para poder respirar.
Una nueva cachetada encontró su rostro:
- Saca las manos – dije sin dejar se meter mi polla en su garganta.
Isabela miraba sorprendida. En seguida tomó las manos de mi madre, sujetando sus muñecas y llevándolas hacia abajo. Su proactividad daba indicios de que no era su primer trio y que el sexo salvaje era lo suyo.
- Respira por la nariz bella… disfruta esta verga – dijo mientras llevaba su boca a mis huevos sin soltar las muñecas de mi madre, quien hacia esfuerzos para buscar oxígeno.
Liberé la cabeza de mi progenitora, que inmediatamente retiró su boca con un hilo de baba colgando que cayó en la frente de Isabela, quien lo tomó la más mínima importancia a aquello.
Tomé mi pene por la base y con mi otra mano la cabeza de Isabela y de un solo golpe metí mi polla en su boca hasta lo más profundo, quien no se resistió nada. Ella sabía perfectamente cómo llevar una polla metida en la garganta, no tenía problema alguno para estar así todo el tiempo que quisiese y su lengua buscaba jugar con mis pelotas mientras mi glande conversaba con sus cuerdas vocales.
Retiré mi verga y agarré la cabeza de mi madre para hundírsela de nuevo. Así estuvo un buen rato, alternando entre una boca y otra, acariciando con mi miembro ambas gargantas. Mamá parecía agarrarle la técnica al asunto.
Tomé de los brazos a mi madre y la levanté de su asiento. Ahí estaba frente a mí, con las tetas al aire, mojadas de saliva, su cara húmeda, su vestido todo manchado y desarreglado.
La besé, metiendo mi lengua y juntándola con la suya, probando mi propio sabor. La di media vuelta, la coloqué en 90 grados y la penetré de una sola embestida.
- Aaaaaah!!! Dios mio, amor! Dale… - gritó mamá, mientras sus gemidos se confundían perfectamente con los de la actriz porno proyectada.
No me detuve en pequeñeces y comencé un mete y saca frenético, estaba tan caliente que solo quería fallármela sin contemplaciones.
Mis huevos chocaban con su zorra y mi pelvis con sus nalgas, produciendo un fuerte sonido, como si alguien estuviera aplaudiendo. La sala y el eco que producía hacia que sonara aún más fuerte.
Retiré mi verga e Isabela, sin yo decirle nada se arrodillo en el piso y rápidamente comenzó a lamer el coño de mi madre, quien no alcanzó ni a dar un salto.
- Ahhhh mmm aaaahhh – gemía
Luego de dedicarse a la vagina de mamá, Isabela tomó mi pene y lo acercó a aquel agujero. Reinicié mi cogida mientras nuestra boletera favorita llevó su boca a mis bolas.
No puedo describir aquella sensación. Estar penetrando a mi madre y sentir como me succionaban los huevos era increíble. Bendito sea dios por ponernos a semejante mujer en nuestro camino.
De pronto, un tipo, un gordo calvo, se acercó un poco a nosotros, me miró temeroso:
- ¿puedo? – dijo apuntando el culo de mi madre.
Lo miré, mi madre me miró, miré a mi madre, el tipo miró a mi madre, miré a Isabela, Isabela no veía un carajo con su cara entre mis huevos.
No sabía qué hacer, lo único que sabía es que no quería parar.
Asentí con mi cabeza ante la mirada de mi madre, quien a pesar de aquello no se vio muy sorprendida e incluso dibujó una pequeña sonrisa en su rostro.
El sujeto, casi con miedo, tocó el trasero de mi madre, le dio dos sobadas, un agarrón y un palmazo casi vergonzoso, sin embargo, aquello hizo que mamá diera un pequeño grito de placer.
Aquel gordo comenzó a eyacular, lanzando un disparo de semen que cruzó la espalda de mamá, dejando un camino blanco sobre ella como si fuese una cicatriz. Los demás chorros salieron sin casi nada de fuerza y se perdieron entre sus dedos y el piso.
En ese instante mi madre comenzó a temblar, sus rodillas no respondían y cayó arrodillada mientras todo su cuerpo de tensaba. Se había corrido nuevamente.
Isabela se sorprendió al ver a su amiga caer frente a ella, en especial porque al caer mi madre quedaron ambas apretadas e incomodas, provocando que Isabel tuviese que salir de su lugar, ante la imposibilidad de moverse de mi progenitora.
Al pararse, se sorprendió aún más al ver a aquel hombre pasado en kilos junto a nosotros con su polla en la mano y sus dedos manchados por sus propios fluidos. Miró a mi madre y notó la marca en su espalda que comenzaba a deslizarse hacia abajo.
Lanzó una risa desquiciada.
- Ufff… me pierdo un rato y mira lo que pasa con Uds . – dijo pegándose a mí y dándome un beso en los labios.
Mi madre seguía arrodillada, temblando, con su cabeza pegado al asiento, como si su estómago le doliese, pero a nadie que le duela el estómago estaría gimiendo de placer.
Isabela desabrochó sus pantalones y los bajó a la altura de sus muslos, colocándose en 90 grados, en idéntica posición que mi mamá.
- Métemela bombón, que lo deseo desde que compraste las entradas.
No lo pensé mucho y le metí mi verga de un solo golpe. Comencé a fallármela ahí, junto a mi madre que parecía recuperarse de su corrida, pero que continuaba en el piso.
Isabela tenía un culo espectacular, formado y moldeado como a mano, casi del mismo tamaño que el de mamá; no tenía nada que envidiarle.
El cabello negro de Isabela se movía al ritmo de mis embestidas. Aquello hizo que me dieran ganas de agarrarlo (a quien no le ha pasado).
Sujeté sus cabellos y tirando de ellos continué fallándomela, como si la estuviese cabalgando.
- Ahhh así pendejo…ufff…que rico la metes!! Rómpeme el coño! – gritaba Isabela sin timidez.
Mi madre ya estaba repuesta y estaba de rodillas junto a mí, mirando incrédula como su querido hijo penetraba a otra mujer. Lejos de escandalizarse tomó con sus manos mis testículos y comenzó a darles un masaje suave y cariñoso, mientras sus ojos se clavaban en los míos. Se levantó sin dejar de tomar sujetas mis huevos, acercó su boca a la mía y comenzamos a besarnos apasionadamente mientras mi verga se adentraba en las entrañas de Isabela.
De pronto, el agarre tomó una fuerza diferente. Mi madre hundió sus dedos en mis bolas, lo que hizo que mis movimientos se detuvieran automáticamente. Isabela volteó inmediatamente al sentir que mi polla no se movía.
Mi corazón se detuvo, temí lo peor.
- No te corras… esa leche es solo mía – dijo mamá, mordiendo mi labio inferior y sonriendo, mostrándome sus dientes y con una mirada de maldad. El alma me volvió al cuerpo.
Era cierto, por poco me corro, seguramente al estar tocando mis huevos sintió la aproximación del semen.
Liberó un poco mis testículos y apartando su mirada miró a un par tipos, de unos 40 años y algo, ambos muy desarreglados, uno con una barba larga y más o menos de mi porte; el otro era más bajo y se le notaba un pelo canoso, aunque era difícil saberlo por la falta de luz.
Los apunto con un dedo y con el mismo les hizo el gesto de que se acercaran.
Miró a Isabela y le dijo:
- Si quieres leche, toma la de ellos – le dijo en un tono autoritario que a Isabela pareció fascinarle.
Los tipos se acercaron inmediatamente con unas caras llenas de felicidad, caminando como pingüinos con sus penes entre sus manos.
Uno se puso a mi lado y el otro tuvo que subirse en el asiento que estaba junto a nosotros. Ambos comenzaron a masturbarse frenéticamente apuntando a la espalda de Isabela, quien comenzó a echar su culo hacia atrás, como pidiendo que la siguiese follando.
Hice caso a sus movimientos e inicié nuevamente las penetraciones, ahora un poco más pausadas para evitar correrme, pero con la misma profundidad de antes, entrando hasta chocar mis testículos contra su coño.
Isabela volteó su rostro para ver a los hombres que abastecerían sus ganas de semen y sorpresivamente estiró su mano derecha y agarró la verga del que estaba sobre el asiento, comenzando a pajearlo.
- Ahh me voy – dijo casi enseguida el tipo. Reconocí su voz.
Lanzó un disparo de semen que dio justo en la frente de Isabela, otro que dio en su mejilla, debajo de su ojo y el resto fue a parar en su ante brazo y en sus dedos.
El otro sujeto también se corrió sin previo aviso, lanzando un chorro de leche que atravesó por completo el cuerpo de Isabela, de un lado a otro, llegando a impactarse justo en las caderas de mi madre, entre su ombligo y su pubis. Otro chorro cayó en el culo de Isabela, luego apunto a su espalda, como si la estuviese regando disparando dos veces más, hasta que se vació por completo.
- Ajaja y así querían estar en mi lugar, pajeros – dije, motivado por la venganza al recordar los comentarios de hace rato al reconocer la voz de aquel sujeto.
Los hombres me miraron extrañados y avergonzados, subieron sus pantalones y retrocedieron mirando al piso.
Llevé mis manos a las caderas de Isabela y le metí mi verga con fuerza, una, dos, tres, veinte veces, aumentando nuevamente mi ritmo, mientras ella gritaba mirando al techo.
Estuvimos así un par de minutos.
Luego saqué mi pene de su interior, la pare, la di vuelta e hice que besara mi madre. Ambas juntaban sus lenguas, comiéndose la una a la otra mientras mamá jugaba con mi polla, masturbándome suavemente.
Me giré hacia mi madre, la senté en el espaldar del asiento de la fila delantera y le abrí las piernas. Me puse entre ellas y dirigí mi miembro a su coño. Con suavidad fui ingresando poco a poco hasta estar completamente adentro, momento en el que la besé.
Con nuestros labios pegados la penetré, suavemente, con un ritmo mucho más suave, Isabela se despojó de sus pantalones y sus bragas, se sentó junto a mi madre en la misma posición y comenzó masturbarse junto a nosotros, introduciendo sus dedos en su zorra, penetrándose rápidamente y luego deteniéndose de golpe para jugar con su clítoris, para luego volver a reiniciar su dactilar penetración.
- mmm Manu, que rico….ahhhh – gemía mi madre.
Saqué mi polla del interior de mamá y me moví al sitio de Isabela, cogiéndomela, penetrándola, mientras ahora era mi madre quien se tocaba. Mis penetraciones eran duras y precisas. Isabela comenzó a restregar su clítoris con sus dedos mientras yo continuaba metiendo y metiendo mi verga en su interior, que estaba completamente lubricado.
Fui acelerando mis movimientos al mismo tiempo que Isabela hacía lo mismo con su mano, cuando luego de unos minutos lanzó un fuerte grito, cerró sus piernas chocando sus rodillas con mi cadera y haciéndose un poco hacia atrás, lo que provocó que mi pene saliera de su interior. Se quedó en posición fetal sentada sobre el respaldo del asiento algunos segundos, tratando de recuperar el aliento.
Al cabo de un momento, comenzó a reír suavemente, tomó mi verga y volvió a metérsela, mirándome y agarrando sus bragas que estaban junto a ella para limpiarse su hasta ahí, aún manchada cara.
En ese instante, uno de los hombres, evidentemente viejo, se acercó a mi madre aprovechando que había cedido mi sitio. Intentó colocarse entre sus piernas y antes de que yo pudiese hacer algo, mamá puso su pie en su pecho, enfundados aún con sus tacos, presionando contra el hombre y empujándolo contra la pared, donde lo mantuvo inmóvil.
- No no… quieto ahí, que acá no entras… - dijo mi madre sin dejar de tocarse en ningún momento y mirándolo con una sonrisa dominante.
Me quedé sorprendido ante la actitud de mamá, a quien al parecer le gustaba que los extraños se tocaran mirándola, algo que al parecer también le gustó al vejete, que continuó pajeandose a pesar de tener un taco enterrado en el pecho.
- ¿Quieres mancharme? ¿quieres tirarme tu semen? – preguntó mamá
- …si…si quiero – decía el viejo casi sin poder respirar, pero sin detener sus movimientos manuales.
- Pues pide permiso a mi dueño – respondió mi madre, mirándome sin dejar de sonreír.
No sé porque, pero me excitó tanto esa actitud, o quizás fue el hecho de mencionar que yo era su dueño, o un poco de todo, después de todo, tenía mi verga dentro del coño de una extraña mientras mi madre estaba junto a mi masturbándose.
- Por favor … ¿puedo? – preguntó a duras penas el pobre viejo, a quien ya parecía dolerle evidentemente el tacón en su piel.
- De rodillas – le ordené a mi madre, quien sin dejar de mirarme bajó su pie, liberando el pecho arrugado del hombre.
Mamá se arrodillo junto a mí, sin dejar de mirarme en ningún momento, sonriendo, gozando.
- córrete en sus tetas… si le manchas la cara, yo te rompo la tuya – dije seriamente
Mi madre sacó pecho, como si fuese una paloma, mientras el sujeto se acomodaba frente a ella, moviendo su mano frenéticamente, arriba y abajo, hasta que el semen salió débilmente desde su glande, cayendo e impregnado las tetas de mi progenitora, quien al sentir el contacto húmedo de la leche mordió sus labios, mirándome con deseo.
Puede sentir en ese momento como alguien más terminaba. Un sujeto gordo, de barba y estómago peludo que se encontraba un par de asientos junto a mí. Puede ver como de su mano caían las gotas de eyaculación mientras miraba extasiado a mi madre.
Tomé del cuello a Isabela, que continuaba con su cara manchada y la hice arrodillarse, llevando su cabeza a las tetas de mamá.
- Límpiala – ordené
Isabela no dijo nada y se limitó a obedecerme y con su lengua lamía el semen del viejo, quien ya se estaba retirando del lugar, satisfecho y adolorido, sobándose el pectoral.
Llevé mi verga y la puse al alcance de mi madre, quien abrió su boca y comenzó a mamármela suavemente mientras que con su mano me masturbaba al mismo tiempo.
La boca de mi madre fue aumentando la velocidad, poco a poco. Podía sentir su lengua por todo mi pene, la saliva, la succión.
En un par de minutos no pude aguantar más. Retiré mi verga y comencé a meneármela, apuntando a la cara de mamá.
- Abre y saca la lengua – volví a ordenar.
Mi madre, abrió grande su boca, sacando su bella lengua, momento exacto en que comencé a disparar, uno, otro, otro y otro chorro de esperma que dieron perfectamente el blanco, valga la redundancia, comenzando a gotear, instante en que Isabela miró hacia arriba y abrió su boca, recibiendo las gotas que caían.
Pero mi madre era egoísta, solo permitió que cayeran unas cuantas gotas cuando cerró su boca y de un golpe y sin pensarlo, tragó la leche de su querido hijo, con una mirada de satisfacción y una sonrisa de placer indescriptibles.
Quedamos exhaustos, mirándonos unos a otros, mientras la película porno aún continuaba reproduciéndose. Nuestras sonrisas indicaban lo bien que lo habíamos pasado. Estábamos sudados, ellas bañadas en leche y yo feliz de que la noche hubiese salido mejor de lo que pudiese nunca haber imaginado.
De pronto miré atrás de mí y había un hombre, con un abrigo largo y gorro, mirándonos, con la polla afuera, pero sin acercarse.
Era raro, no hacía gesto alguno. Cuando iba a hablarle para preguntarle lo que sucedía, tomó rápidamente su pene y lo guardó en sus pantalones, dio media vuelta y se fue del lugar, dejándonos extrañados a los tres.
No le tomamos mayor importancia y supusimos que era solo un pervertido que le gustaba mirar a personas teniendo sexo y como nosotros habíamos terminado, su diversión también.
Nos arreglamos como pudimos, mi madre no tenía bragas, tenía el vestido manchado, además de ser negro era de una tela bastante frágil, por lo que seguramente un lavado no bastaría y tendría que deshacerse de el.
- Uff, vaya cogida lindos… gracias por venir al Nilo… - dijo Isabela mientras se colocaba sus pantalones con una cara llena de sonrisa.
Con mi madre nos reímos, encantados por la experiencia.
- Gracias a ti Isabela, nos la hemos pasado genial – dijo mi madre mirándola amorosamente.
Estuvimos unos minutos vistiéndonos, arreglándonos, esperando que el sudor se secara en nuestros cuerpos y conversando de temas más cotidianos. Hasta que decidimos dar por terminada la velada.
No pretendíamos quedarnos a ver el final de la película, que muy a nuestro pesar, no suponía nada espectacular o artístico.
Salimos los tres de la sala. Ahí estaba Benito en la entrada, mirando como si nada le importase.
- Hasta luego – nos despedimos de él al unísono mi madre y yo. Quien nos hizo un gesto con la mano, algo como un saludo militar.
Continuamos caminando hasta llegar a la entrada principal, junto a la boletaría.
- Bueno hermosos, yo me quedo acá, tengo que ir a supervisar las películas que quedan por exhibir – nos dijo Isabela
- Muy bien… gracias por todo, en verdad, ha sido increíble todo – dije tomando se la mano a mi madre.
- No se preocupen, yo también me lo he pasado de maravilla. Tienen que venir más seguido, prometo darles un descuento – dijo riéndose y guiñándonos el ojo.
- Jajaja pues entonces seguro venimos – respondió riéndose mi madre
- Jaja hasta luego hermoso, cuídense – dijo Isabela dándonos un beso en los labios a cada uno.
Salimos del cine riéndonos como idiotas, conscientes de las travesuras realizadas pero felices por cómo había resultado todo.
De pronto siento algo vibrando en mi pantalón. Es mi celular.
Era Seba. Por si no lo recuerda el lector, le recuerdo que se trata de mi mejor amigo, aquel que me avisó que mi ex novia estaba con un sujeto besándose y manoseándose luego de hace poco terminar conmigo.
Seguramente quería invitarme a alguna fiesta o algo parecido.
Era un mensaje:
- “Hee Manu, brother, ¿cómo va todo? ¿qué tal la familia? ¿cómo está tu vieja (madre)? Hace tiempo que no voy a visitarte… pero creo que desde hoy… pasaré más tiempo en tu casaJ”*
Me paralicé. No, no, no, no.
No podía ser, no, como era posible. ¿Sabía lo mío y de mi madre? Pero no era posible.
Recordé…el tipo de hace un momento, yo supuse que era un viejo, pero no lo vi bien, usaba gorro y había poca iluminación, ¿podría haber sido Seba?, tenía la misma contextura, la misma altura.
Mierda, quizás estaba siendo paranoico, debía calmarme, debía analizar con calma la situación. Si Seba conocía nuestro secreto, viendo el mensaje se podría presumir que intentaría sacar ventaja, chantajeándome o algo, pero si fuese así tendría que estar muy seguro, por lo cual seguramente tendría alguna foto, aunque no percibí que nos hayan fotografiado en el cine, pero tampoco podía estar muy seguro de eso ya que mi concentración estaba en otro lugar. En el peor de los casos, Seba tendría una foto con la cual amenazarnos y cogerse a mi madre cuando quisiera.
La otra posibilidad era que yo estuviera imaginando todo y Seba en verdad no supiera nada y solo quisiera visitarme, después de todo, él siempre había pasado mucho tiempo en mi casa, al menos hasta que yo comencé mi especial relación maternal. Por otro lado, Seba siempre había sido bastante atento con mi madre y siempre me preguntaba por ella y por mi padre.
Ahora, basándome en lo que conocí a mi amigo, podría decir que jamás me haría algo así. Era una persona leal, que siempre estaba cuando yo lo necesitaba. Sin embargo, había una frase que para mí era indicadora que se traía algo entre manos “desde hoy… pasaré más tiempo en tu casa” . ¿qué mierda significaba eso?
- Hijo, ¿qué pasa?, estas pálido – dice mi madre interrumpiendo mis pensamientos analíticos.
- Eee.. no ….nada…eeeh ..¿vamos? – dije evitando que mi madre se diera cuenta de lo que pasaba. No necesitaba que ella estuviese nerviosa por algo que quizás no era nada.
Nos subimos al auto y nos fuimos a casa. Yo iba en silencio. La noche terminó, tal cual empezó.
CAPITULO XV: EL ACCIDENTE
Luego de llegar a la nuestra casa, después de aquella sesión de sexo desenfrenado en el cine, me fui directo a mi dormitorio, en total silencio, con la excusa de que estaba demasiado cansado por lo sucedido hace momentos.
No dejaba de pensar e imaginarme situaciones. Mi madre se convertiría en una esclava sexual de un idiota que decidió aprovecharse de nuestra situación.
Me culpaba a mí mismo, como se pudo ocurrir ir a un sitio “publico” a follarme a mamá. Incluso, pensé, si es que no nos hubiera visto follando, quizás nos pudo ver en la calle, besándonos a la entrada del cine. Que imbécil, que descuidado había sido.
Tenía que resolver todo esto, pero no podía llegar y encarar a Seba, debía enfriar mi cabeza y pensar. Si le reclamaba por algo que yo había supuesto, yo mismo podría revelar nuestra incestuosa relación madre-hijo a mi mejor amigo.
Debía averiguar más. Envié un mensaje a Seba, respondiendo al suyo:
- ¿cómo va? ...eeee, ¿porque lo dices? – escribí refiriéndome a los deseos de mi amigo de frecuentar mi hogar.
A los pocos segundos sonó mi Whatsapp:
- ajajaja ¿cómo no voy a ir, si ya echo de menos a la tía* :P – (*Seba acostumbraba a decirle tía a mi madre, sin embargo, no guardaba ninguna relación con nuestra familia)
Su respuesta dejó más interrogantes que preguntas. ¿Me estaba vacilando, estaba bromeando conmigo? Recuerdo que en varias ocasiones molestábamos a las madres de nuestros amigos tirando frases como “que rico lo hizo tu mamá anoche” “que cuerpazo tiene” “igual se lo metería”, pero siempre en tono burlesco, aunque nunca pensé que todo aquello se convertiría en realidad en mi caso.
- en serio… ¿porque lo dices? – respondí, buscando llegar de una vez al punto de todo.
Seba no respondió sino al cabo de un par de minutos que se me hicieron eternos:
- …lo averiguaras pronto… el viernes paso por tu casa y hablaremos ;) – mierda
- no juegues! ¿de que estás hablando maricón? – describí ya enfadado.
- Hey hey hey… no te enojes, relájate, que nos la pasaremos muy bien… se paciente… ahora me voy, tengo un carrete (fiesta) – escribió, desconectándose posteriormente.
Le mandé un par de mensajes más, algo subidos de tono, los cuales ignoró completamente, al igual que mis llamadas.
Esa noche dormí terriblemente mal, no dejaba de pensar y pensar, de cómo había terminando así. Pensaba en las consecuencias si nuestra familia se enteraba de mi relación con mi madre, en lo que sentiría ella. Me la imaginaba siendo publicada en sitios porno en internet, millones de hombres pajeandose con sus imágenes, siendo aborrecida por quienes la reconocieran en persona y tuviesen esa “doble moral” de enjuiciar inmediatamente a quien aparece follando en la web.
Me imaginaba su sufrimiento y el mío, el de mi padre, que se viese engañado por su propio hijo, justo en su propia casa, no una sino varias veces. Me había follado a su mujer en su propia cama matrimonial.
Los sentimientos de culpa comenzaron a llenar mi corazón hasta que me quedé dormido, por no dejar de pensar.
De pronto amaneció, era de día. Sentía que no había dormido nada.
Me levanté y fui a desayunar.
Ahí estaba mamá, sentada, radiante, con una sonrisa de oreja a oreja. Se veía increíblemente hermosa, lo cual aumentaba mi tristeza por el peligro en el que la había colocado. No podía decirle lo que pasaba, no aún.
Me acerqué y la besé en los labios, beso que fue correspondido con un poco de su lengua.
Me senté frente a ella y traté de actuar lo más normal posible. Conversamos, nos reímos, estuvimos sentados al menos una hora, pero en ningún momento dejé de pensar en los problemas que se nos venían.
Faltaban dos días para el viernes, debía encontrar una solución rápido.
Mi madre me informó que papá llegaría mañana, pues le habían suspendido las reuniones, pero que solo estaría hasta el Domingo, por lo cual solo tendríamos que aguantarnos las ganas unos días, decía riendo.
Me reí nerviosamente. Que mala suerte, todo se estaba derrumbando ante mí.
El día transcurrió, yo buscando soluciones, mi madre buscando mi verga, que frente a su insistencia terminó por pararse. Eran aproximadamente las 9 de la noche, estábamos en el salón viendo una película cuando mi madre bajó su cabeza sin previo aviso, tiró de mi pantalón de buzo, liberó mi herramienta de carne y comenzó a darme una mamada que levantaría a un muerto.
- Te noto estresado… relájate…este es un regalo por lo de anoche – dijo sacando mi capullo por unos instantes de su boca y mirándome hacía arriba.
Se recostó sobre su hombro derecho y con su mano izquierda tomó mi pene guiándolo hacía su agujero bucal mientras yo permanecía sentado.
Le hice caso, eché mi cabeza hacia atrás, apoyando mis brazos en el respaldar del sillón y permitiendo que mi madre jugara con su juguete preferido.
Había aprendido muy bien de Isabela, se notaba que tenía un mayor control de su garganta. Atrás quedaban las arcadas y la tos.
Me chupaba la verga masturbándome suavemente, alternando entre mi tronco y mis huevos. Su lengua estaba más inquieta de lo normal, haciendo movimientos circulares en la punta de mi glande.
La saliva caía a lo largo de mi pene, llegando a mis testículos, momento en el que mamá aprovechaba para esparcirla por ellos, dejándolos húmedos y brillantes. Luego volvía a masturbarme sin dejar de chupar y chupar, gimiendo, quejándose sensualmente.
Estuvimos así unos 10 minutos hasta que no pude aguantar más.
- Mamá, me voy a correr…dios…mamá – avisé.
Sin embargo mi madre pareció no escuchar y aceleró su movimiento manual manteniendo solo la punta de mi verga entre sus labios.
Cuando el primer chorro de semen salió disparado hasta estrellarse en su paladar, súbitamente detuvo su paja y ante mi sorpresa, comenzó a pajearme con su boca, moviendo frenéticamente su cabeza de abajo hacia arriba, a un ritmo endemoniado.
Puta madre, comencé a disparar y disparar leche que inundaba cada parte de su boca mientras ella no paraba de gemir.
- Aaaaahhhhhhhh mamá!!!!!! – grité ante un orgasmo que me pareció más largo de lo normal, enredando mis dedos en sus cabellos, pero sin ejercer ningún tipo de fuerza.
Poco a poco mamá fue deteniendo sus movimientos, bajando el rimo, a medida que mis espasmos también iban cesando. Estábamos perfectamente sincronizados.
Introdujo una última vez mi polla hasta su garganta, como dándole un beso de despedida. Apretó sus labios alrededor de mi verga y comenzó a subir muy despacio, centímetro a centímetro hasta llegar a la punta. ¡chup!
Liberó mi verga, se sentó, me miró con ojos de asesina y labios cerrados. Abrió su boca, mostrando el líquido blanquecino que había recolectado exitosamente, sin dejar escapar gota alguna. Echando su cabeza hacia atrás en un movimiento rápido, como si se tratase de un shot de tequila, tragó mi esperma, sin asco, con voracidad.
- Ahh… que rico Manu… ¿mejor? – dijo mamá, sonriendo y limpiando la comisura de sus labios con dos de sus dedos. Que increíble mujer.
- Ufff….gracias…gracias mamá – dije rendido junto a ella, quien se acomodó, orgullosa en mi pecho, dándole un pequeño beso.
Nos quedamos ahí hasta que nos ganó el sueño y nos fuimos a dormir, cada uno en su cuarto. Mi padre llegaría en la mañana y no queríamos correr riesgo alguno si es que decidía llegar más temprano o si nosotros nos quedábamos dormidos.
El día terminó mejor de lo que comenzó, pero yo aún no sabía qué hacer con Seba. Solo me quedaba un día.
Al día siguiente, desperté al igual que el anterior, la cabeza me dolía como si hubiese estado bebiendo alcohol, me sentía apaleado, con el cuerpo adolorido, enfermo, con fiebre. Que compleja era la mente humana, que un simple pensamiento pueda afectarte tanto físicamente.
Me levanté a duras penas, bajé y ahí estaba mi padre, sentado junto a mi madre, tomando desayuno o más bien, terminando de tomar desayuno. Eran más o menos las 11 de la mañana. Había dormido más de lo normal.
- Vaya hijo, que horas de despertar. Pero mira como estas, ¿de fiesta? – dijo mi padre al mirarme.
- Buenos días Manu – dijo mamá
- Buenas…¿qué tal el viaje? – pregunté a mi padre en tono desganado, enfermizo.
- Bien bien….oye…vete a acostar, te ves fatal.
Les hice caso y subí a mi dormitorio. No me podía el alma. Era un hombre muerto en vida.
Vaya gracia la mía, enfermándome justo en estos momentos.
Fue un día perdido, no tenía ánimos ni fuerzas de nada. Los cuidados de mi madre, llevándome pastillas y una sopa al almuerzo fueron los únicos contactos que tuve con ella.
No hubo novedades, salvo que mi último día había terminado, me dormí gracias a los remedios.
Al día siguiente desperté mucho mejor. El cuerpo me respondía, pero mi estómago dolía de nerviosismo. Me levanté y tomé, como de costumbre, desayuno con mis padres.
Ellos hablaban de cosas normales, de la casa, de la vecina, de la familia. La verdad no me importaba mucho. Yo por mi parte, no dejaba de mirar el celular o dirigiendo mi mirada hacía donde se encontraba la entrada de nuestra casa.
Estaba esperando, a esas alturas ansioso, el contacto de Seba para por fin terminar con esta tortura.
La mañana transcurrió normal. Almorzamos en tranquilidad. Se sentía como si fuese la última cena.
Luego de comer me fui a mi cuarto, a esperar. A eso de las 5 de la tarde mi teléfono sonó. Mi corazón dio un salto, mi garganta se secó inmediatamente. Era una llamada, era Seba. Me demoré un par de segundos en tomar valor para contestar, hasta que lo hice:
- Hey Manu… ¿porque no sales? Vamos a pasear - me dijo
Me asomé por la ventana de mi pieza, que daba hacia fuera. Ahí estaba ese puto, saludándome con su celular pegado a su oreja, sonriendo.
- Voy – respondí
Me puse zapatillas, una polera cualquiera y de manera seria fui a su encuentro. Tuve la intención de agarrarlo ahí mismo, pero hacer un escándalo afuera de mi casa, con mis padres cerca no era buena idea, sobre todo por mi padre, quien podría llegar a enterarse de mis profanaciones. Opté por controlarme.
Salí de mi casa y Seba me saludo, tomando mi mano y abrazándome al mismo tiempo.
- ¿qué tal brother? Tanto tiempo
- see..ha pasado tiempo… ¿a dónde quieres ir?
- Ajaja veo que estas apurado ajaja…ven sube – me dijo señalando su automóvil
Nos subimos y comenzó a manejar sin decirme a donde.
- ¿ Sabes?... has estado muy alejados de todos – dijo de repente sin dejar de mirar el camino, en un tono serio, casi amenazante.
- ….si…he estado ocupado…. – dije en su mismo tono
Era un momento incomodo, tenso.
- ¿está bien que sea así? …somos amigos desde hace muchos años… hemos compartido de todo – respondió
- eso no quiere decir que deba estar pegado a ti – argumenté.
- ¿entonces es mejor estar pegado a tu madre? – lanzó de repente, como una bomba.
Me quedé mudo mirándolo, hirviendo de rabia. El puto lo había descubierto.
- Eso es cosa mía – dije evidentemente enojado.
- Pues ya no huevón… ahora también es cosa mía – dijo girando su cabeza hacia mí y mirándome fijo a los ojos.
Tragué saliva:
- ¿por qué no me dices de una puta vez que quieres? ¿acaso quieres follarte a mi madre? – le grité con la cara seguramente roja de rabia.
- jajaaja, no seas ridículo Manuel… solo quiero que vayamos al cine – dijo riéndose. Se burlaba de mí.
¿Para qué diablos quería ir al cine conmigo? ¿Acaso era yo su objetivo y no mi madre como sospechaba?
- ¡Hijo de puta! – dije tomando el volante del vehículo repentinamente, girándolo hacia mí, ante el forcejeo de mi ex mejor amigo.
- ¿qué haces puto?!! Sueltaa!! – gritaba empujando con su mano mi cara.
El automóvil salió del camino, por suerte sin volcarse, estrellarse ni golpear a nadie, salvo a nosotros, quienes con el movimiento del auto y el freno repentino de éste, produjo que nuestras cabezas se azotaran; la de Seba con el volante y la mía con la guantera.
Luego de un par de minutos recuperándonos respectivamente de nuestros golpes, lancé primero un puñetazo, que dio de lleno la sien de mi “amigo”.
Seba respondió rápido a mi golpe lanzando uno que dio en mi nariz. Así comenzamos a golpearnos hasta que, teniendo la misma idea, nos bajamos del auto, cada uno por su puerta.
- ¿qué te pasa? ¿ESTÁS ENFERMO?! – grito Seba al momento que su cuerpo pude salir del vehículo.
- ¡El enfermo eres tú hijo de puta!, que te aprovechas todo esto para cogerte a mi madre!! … ¿o acaso eres maricón y quieres meterte conmigo? – dije desde el otro extremo del carro, enrabiado y listo para un segundo asalto.
- ¿de que estas hablando pelotudo? ¡! ¿qué se te paso ahora por la cabeza para creer que quiero meterme con tu madre? ¡! – respondió extrañado.
No supe que responder. Lo miré fijo, no parecía mentir.
- ¡¿qué?!... ¿no fue eso por lo que me pediste salir hoy?… ¿no fue por eso que me mandaste esos mensajes?
Seba suspiró, mirando al suelo y moviendo la cabeza como diciendo “no”, sujetando su frente sangrante por el golpe.
Levantó su mirada y en tono calmado y serio me dijo:
- estás peor de lo que me dijo tu padre
Lo miré extrañado.
- ¿ah? ¿Que tiene que ver mi padre? – lo interrogué
Seba volvió a suspirar y se acercó hacia mí:
- Tú padre me llamó hace un par de días, bastante preocupado. Me dijo que tenías una depresión producto de tu accidente de la cual no habías podido salir. Me dijo que no querías relacionarte con nadie, que habías intentado volver a salir con nosotros pero que llegabas a casa llorando. Me dijo que tu madre te estaba sobreprotegiendo, que te la pasabas pegado a ella.
Yo miraba y escuchaba atónito las palabras que me decía:
- Estaba tan preocupado que me dijo que necesitaba de mi ayuda. Me pidió que te mandara un mensaje, me dijo que tratara de salir contigo hoy, que necesitaba sacarte de la casa para el preparar unas cosas en la casa junto a tu madre y pudieran solucionar tu tristeza. Incluso me mandó unas entradas para el cine, me dijo que seguro eso te animaría.
No lo podía creer, no podía ser.
- ¿Cuándo has hablado con él? – pregunté.
- Ya te lo dije…hace un par de días…me llamó cerca de las 11 de la noche – respondió
Mierda. Mis ojos se humedecieron. Me dolía el pecho.
- Yo… solo quería ayudarte, no pensé que estabas tan mal Manu… perdona por no haberme dado cuenta. Tu padre sólo quería ayudarte… - dijo posando su mano en mi hombro tratando de reconfortarme.
- ¿te ha dicho algo más? – pregunté intentado averiguar más de su conversación.
- No..nada más…. Luego solo ha bromeando… me dijo que te cuidará de las cajeras que vendieran las entradas… algo así…no lo entendí mucho – sentenció.
Mis lágrimas por fin salieron de mis ojos, mezcladas con la sangre que caían de mi frente y nariz. Mi cuerpo no sentía dolor, pero mi corazón estaba destrozado.
- Vamos, te llevaré a casa Manu… saldremos otro día – dijo Seba.
Me sentía terrible por haber pensado tan mal de un amigo que siempre había estado de mi lado. No confié en lo mucho que lo conocía.
- Perdona Seba… perdóname en serio… no te preocupes, ya te causé muchos problemas. Me voy caminando, no estoy muy lejos de casa, además… no quiero que veas el show que me harán por llegar en este estado – dije señalando mis heridas, sonriendo… la risa más falsa que haya soltado hasta ese momento.
- ¿estás seguro? No tengo problemas brother… - dijo preocupado
- Seguro… ve a limpiarte…descansa… me daría vergüenza que agarraras un reto de mis padres por todo esto – respondí
- Muy bien… avísame más tarde como te ha ido – me dijo serio, dándome una palmada en el pecho y abrazándome.
Nos despedimos y partí rumbo a mi hogar, a paso calmado, mirando al suelo, derrotado. Pero, si papá había descubierto todo, ¿qué le haría a mi madre? ¿por qué quiso sacarme de casa?
De pronto mi tristeza se transformó en miedo, en terror.
Aceleré mi paso, comencé a correr, desesperado. Estaba a unos 3 kilómetros de casa.
Corría y corría, el camino me parecía eterno, no dejaba de pensar lo peor. El rostro de mi madre aparecía ante mí, su risa, su mirada, su cabello olor a rosas, sus labios sabor a dulce, su piel suave, sus caricias, mi amor…Mamá…mamá…perdóname.
Llegué a casa. Como pude saqué mis llaves y abrí rápidamente, desesperado, la puerta.
- MAMÁ!!!!!! – fue lo primero que dije, gritando desgarradoramente.
Ahí estaba mi padre. Parado en medio del salón.
Lo que vi aquella tarde no lo olvidaré jamás en mi vida.
Estaba vestido con un abrigo largo café, tenía un gorro negro puesto. Me daba la espalda.
Reconocía aquel atuendo.
Mi garganta se cerró. Me paralicé.
Giró su cabeza y me miró, serio, sin hacer ningún gesto, como si me estuviese esperando.
Se movió hacia un lado, dándose vuelta y apareció mi madre. Arrodillada.
Sus ojos estaban vendados, estaba solo en ropa interior, un sostén y unas bragas color negro. Sus manos estaban atrás de ella, al parecer atadas pues hacia intentos de moverse. Su boca estaba tapada con una bola negra amarrada a su cabeza.
Se veían sus lágrimas negras que manchaban sus mejillas y la desesperación al haber escuchado mis gritos.
- Vaya… parece que has tenido un accidente – dijo tranquilamente mi padre
Mi madre lanzó un grito ahogado: - aaaammmmhh!!!!!!! Mm!!!!!!!!! – se escuchaba quejarse tratando se liberarse desesperadamente de sus amarras.
- Quieta!!... está bien… - ordenó papá poniendo su mano sobre la cabeza de mi madre, como si fuese su mascota.
Corrí y me abalancé furioso contra mi progenitor, decidido a hacerlo pagar por tener a mamá así.
Me detuvo con una patada que dio en mi estómago, me empujó hacia atrás y me hizo caer sentado sobre el suelo. Me faltaba la respiración.
- Son iguales… cálmate Manu – dijo en tono sereno lanzándome un rollo de papel higienico – y límpiate la cara.
Posteriormente liberó de la venda a mi madre, apareciendo sus ojos rojos, llorosos, mirándome con desesperación. La miré yo también, sin poder emitir ninguna palabra aún, buscando recuperar el oxígeno.
Miré a mi padre, buscando una explicación con la mirada.
- Manu… no te confundas… yo no he descubierto lo de uds. en el cine… yo lo sé todo desde el primer día, desde la primera paja hasta la última mamada que te ha hecho Marcela hace un par de días en este mismo salón.
¿Pero qué diablos pasaba? ¿Cómo es que sabía todo? Soy un idiota, lo más probable es que tuviese cámaras en la casa.
¡No! imbécil, piensa, en mi cuarto era imposible que hubiera cámaras, y en el baño me hubiese dado cuenta ¿o no? Pero si no eran cámaras no encontraba otra explicación.
Miré a mi alrededor y con un poco de aliento que volvía a mis pulmones pregunté:
- ….¿cómo? – dije levemente
- Manuel, hijo… – dijo acercándose a mí y arrodillándose poniendo su cara a la altura de la mía – no, no hay cámaras, no hay vecino, no hay grandes misterios…tu respuesta está frente a ti… - dijo mirando a mi madre.
La miré incrédulo, mis lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos. Ella me miraba sin parar de llorar y sollozar.
- Si hijo… tu madre es una mujer muy especial, de un carácter fuerte, ya lo debes saber, siempre tiene lo que quiere. Es una mujer que se hace respetar, que quiere las cosas a su tiempo – me explicaba mientras mamá y yo no dejábamos de mirarnos – Una mujer así necesita a alguien con un carácter fuerte, alguien sereno, que le permita sus caprichos. Si le entregas eso a alguien como tu madre, ella hará todo por ti.
Mi padre se paró y volvió a caminar hasta colocarse junto a mi madre, acariciando su cabeza.
- Tu madre siempre fue una mujer difícil de llevar. Desde que estuvimos juntos muy jóvenes me hizo sufrir mucho. Es una mujer muy sexual, erótica, caliente, aunque sabe disimularlo muy bien en la vida cotidiana. Pero ¿sabes?, ella y yo somos tal para cual – dijo arrodillándose junto a ella sin dejar de acariciar su cabeza, dándole un beso en la mejilla – ella tiene un carácter fuerte, pero es muy sumisa en el sexo, algo lo habrás notado. Yo también lo noté y no digo que fuese fácil, me costó un montón entenderlo. Pero si, lo entendí, lo manejé – dijo jalando repentinamente su cabello fuertemente hacia atrás.
Mi madre soltó un gemido, pero no era de dolor. Sus ojos se cerraron y su cabeza apuntaba al techo. Papá la soltó y sus ojos volvieron a mirarme. Era como si fuese una persona distinta.
Mi padre soltó una pequeña risa:
- Jaja… hijo, tu madre… tu madre es mi puta – dijo mirándola – ella es y siempre será mía. Yo soy su dueño, eso no va a cambiar. Yo entiendo mi posición, la dejo sola pues debo proveer a esta familia, no te confundas, ustedes son todo para mí. Es por esto que le doy ciertos “permisos”. La única condición que pongo es que ella me cuente todo siempre – dijo volviendo a darle un beso en la mejilla y parándose nuevamente.
Estaba impactado escuchando todo eso. No podía dejar de mirar a mi madre, todo aquello en lo que creía no era así, me sentía humillado, engañado.
- Cuando comenzaron su pequeño jueguito, ella me lo contó todo, con lujo de detalles, me contaba lo que le decías, me contaba tus jugadas para atraerla, incluso me contaba donde tirabas tu leche y su sabor. Cuando te metiste a nuestro cuarto, ¿acaso crees que no lo sabía?, cuando estuvieron en la cocina ¿crees que no los escuché?... Hijo…me da pena que me creas tan estúpido – me decía
Por fin mis ojos dejaron de mirar el rostro de mamá y se desviaron al suelo. Estaba avergonzado. Pero había algo que aún no me calzaba:
- La noche… la fiesta de tu empresa… los escuché… escuché como te trató… ¿y me dices que es tu perra? – le dije tratando de recuperar un poco de dignidad, limpiando mis heridas con un trozo de papel higiénico.
- Jajaja… ¿nos escuchaste? ¿en verdad nos escuchaste o escuchaste lo que quisiste?... estoy seguro que escuchaste el cachetazo que le dí… debo admitir que me dio un discurso de puta madre el cual me enfadó y me fui a dormir abajo. No creas que el que sea mi perra me convierte en su dueño, las relaciones no son así hijo, existen diferencias entre nosotros, discutimos como cualquiera, existen celos y problemas, pero al final del día, ella siempre vendrá a mí, pase lo que pase, como esa noche, cuando apareció a primera hora, pidiéndome que la penetrara, pidiéndome que la follara como siempre…que la cogiera como nunca. – me explicó sin dejar de acariciar a mi madre.
En verdad había interpretado todo mal. Estaba derrotado.
- Mira Manu…hijo… yo te he permitido... No…mejor dicho, les he permitido continuar todo esto, pero creo que ya es momento de ponerle punto final a esto. Disculpa si causé tu desesperación, pero no había forma en que me entendieras mejor. Cuando fueron al cine y pude presenciar en persona la forma en que se relacionaban, la conexión que tenían…cuando escuché que ella te decía “te amo”, supe que esto debía detenerse antes que tomara rumbos inesperados. Llámalo terapia de shock o lo que sea, pero prefiero solucionarlo yo antes que acudir a un tercero.
Lo miré extrañado mientras mamá permanecía llorando sin apartar su mirada de mí, algo que francamente ya me estaba incomodando.
- Hijo… sé que todo lo que has experimentado con tu madre te ha cambiado la vida, sé lo mucho que te gusta follarla y sé lo mucho que le gusta a ella, pero estas confundiendo las cosas, ambos.
Lo miré y volví a soltar un par de lágrimas:
- Papá… perdóname, pero esto no es solo sexo…yo…yo la amo y ella me ama – respondí.
- No Manu… lo de ustedes es calentura y nada más. Uds., siempre serán madre e hijo, siempre tendrán un lazo especial, pero hay algo que debes entender… Ella siempre volverá a mí, siempre, pase lo que pase, sienta el placer que sienta…y tú…tú encontraras a la mujer que vuelva siempre a ti, encontrarás a alguien con quien experimentar cosas el doble de fuertes de las que has experimentado hasta ahora…alguien con quien tengas ese trato especial y esa química esencial…pero ese alguien no puede ser mi mujer hijo… - dijo en un tono lleno de comprensión.
Todo me daba vueltas, mi cerebro me dolía.
- No!!...lo de ustedes no es amor, no es sano…ella no es tu perra, solo es tu objeto, tú solo estas obsesionado!!, como has escuchado que me ama has sentido terror de perderla, pero ya es tarde papá!! – dije desesperado parándome del suelo.
- Hijo… a mi no me preocupa lo que ella diga o haga teniendo sexo… me preocupa esto…lo que tu interpretas – me respondió suspirando
- No te creo por la mierda!...no nos vas a separar, puedo ver en sus ojos el temor que te tiene!! – grité apuntando a mi madre.
Papá pegó un último suspiro y se ubicó detrás de mi madre. Lentamente soltó las amarras de su mordaza, liberando la boca de mamá.
A medida que la bola negra iba soltándose y liberando la presión pude notar como los labios de mi madre se torcían hacia arriba, dibujando una sonrisa. Esa cara no la había visto nunca en ella.
Estaba… estaba feliz… ella, sonreía. La miré sin poder creerlo.
- Ma… mamá …¿qué? Yo…dile…dile lo nuestro… - dije tartamudeando
No encontré respuesta. Mi madre me miraba sin decir nada, sonriendo, con la cara manchada con líneas color negro.
- RESPONDE!, DILE QUE ME AMAS! – grité desesperado, sin encontrar respuesta.
- Respóndele – le ordenó mi padre cerrando sus ojos. No necesitó alzar su voz.
- Perdóname Manu…hijo… - dijo mi madre en tono cariñoso, sin borrar la sonrisa de su rostro.
Todo me daba vueltas, me senté en el sillón frente a ellos. Yo..no podía creer nada de esto.
- Hijo… somos unos degenerados… los tres… yo no me espanto porque uds. hayan cogido… para mí el sexo es solo sexo…. Pero que te sientas así…que esto pueda llegar a afectar tu vida… eso me espanta…eso me da terror.
Las palabras golpeaban mis oídos como ladrillos, cada una más dolorosa que la anterior.
- Somos pervertidos y así seremos toda la vida… tenemos gustos extravagantes…yo soy un controlador y dominante obsesivo…tu madre es una ninfómana sumisa pero muy traviesa… tú tienes sexo con tu propia madre… somos así… pero si algo puedo hacer yo como tu padre es evitar que te hagas daño. Créeme cuando te digo que encontraras esa mujer que sea lo que tu madre es para mí…y tú serás el mundo de ella, como yo lo soy para tu madre. Pero lo de ustedes acaba aquí y ahora – dijo serio y en tono seguro – Sé que esto no será fácil y entiendo tu desconcierto, por lo que te ofreceré dos alternativas – dijo de pronto.
Aquello llamó mi atención y levanté mi mirada hacia él con la cara bañada en lágrimas.
- Puedes acompañarme a follar a tu madre, en este mismo momento. Será su última vez juntos, pero será bajo mis condiciones y mis órdenes. Luego de esto, tú te irás a un departamento que arrendaré por un año, vivirás solo, trabajaras, pagaras tu comida y tus cuentas, de la universidad me encargaré yo. En ese año solo hablaras por teléfono con tu madre y conmigo. Te dedicarás a ti, a tu vida… será como una rehabilitación – explicó.
Lo miré sin poder creer lo que escuchaba.
- La otra alternativa, es irte ahora mismo a tu cuarto, mientras yo me cojo a Marcela y comenzar desde hoy mismo tu “rehabilitación”. Pero créeme cuando te digo esto… sea la opción que tomes, si después de hoy, vuelves a tener sexo con ella o si quiera lo intentas, yo mismo me encargaré darte una paliza de campeonato… no dejaré de golpearte hasta que entiendas que el jefe de esta casa soy yo…hasta que respetes lo que es mío – dijo tirando nuevamente el pelo de mi madre, quien pegó un gritito de placer, mostrando una risa de satisfacción.
No daba crédito, los miraba y no los reconocía, a ninguno de los dos. Como era posible que ese par de personas sean mis padres. Como nunca me percaté de sus actitudes, de sus gustos.
- Mientras lo piensas…yo empiezo… ya lo sabes… sólo te doy este día, no hay otro – dijo mi padre colocándose junto a mi madre y bajando su bragueta.
Introdujo su mano en sus pantalones a través del agujero y sacó su verga, liberándola de su prisión. Era enorme, más de lo que recordaba. Las venas se le marcaban y su capullo brillaba imponente ante mi presencia.
- Abre – ordenó sin soltar el cabello de mi madre, cuya cabeza apuntaba hacia el techo y lo miraba sin dejar de sonreír, mientras abría grande su boca.
Mi padre se elevó, colocándose en puntillas, atrajo a mi madre hacia él y comenzó a introducir su miembro en su boca, poco a poco, sujetándolo de la base.
Era un pene más grande que el mío y más grueso, imponente, sin nada que envidiarle a un actor porno profesional.
- Vamos a probar tus nuevas habilidades – dijo mi padre sonriendo y mirándome, mientras hundía y hundía su verga que ya estaba casi hasta la mitad adentro.
De los ojos de mamá comenzaron a salir lágrimas, tosía expulsando saliva por la comisura de sus labios. Su espalda se retorcía y hacia fuerza para liberarse, para poder respirar.
Mi padre sacó rápidamente su pene, babeante, mientras mi madre tomaba una bocanada de aire y su saliva colgaba por su mentón, pero siempre manteniendo su sonrisa.
Papá repitió lo mismo varias veces. Las babas de mi madre ya manchaban por completo sus pechos, sus piernas y el piso, empapados y pegajosos.
Yo los miraba atentos. Era todo muy surrealista, muy confuso, pero excitante. Mi padre tenía razón, éramos todos unos pervertidos, una familia de enfermos sexuales, adictos al morbo. Mi pene comenzó a pararse.
Me paré de mi lugar y me acerqué, dubitativo, hacia ellos.
- Bien… ¿te has decidido? - me preguntó papá.
Asentí con mi cabeza afirmativamente mientras bajaba mis shorts hasta los tobillos, despojándome de ellos y de mis bóxers. Apareció ante mis padres mi verga en todo su esplendor, que, aunque no se comparaba al tamaño de mi padre, sabía cómo utilizarla. Si iba a ser mi última vez con mi madre, la aprovecharía al máximo. Tal vez podría hacerla cambiar de parecer, aún tenía una esperanza.
Mi padre tomó la nuca de mi madre y hundió su boca en mi verga, hasta el fondo, con fuerza, presionando su cabeza contra mí. Mamá no tenía problemas con mi herramienta, su garganta ya estaba acostumbrada a mi tamaño.
La mantuvo un rato ahí, para luego retirarla y atraerla hacia su polla, la cual alcanzó a meter hasta poco más de la mitad, volvieron las arcadas. La liberó y volvió a enterrar su rostro entre mis piernas. Repitió esto varias veces y cada vez hundía más y más su descomunal polla en la boca de mi madre, quien cada vez daba arcadas y tosía gustosa, mirándolo con deseo. Me irritaba esa complicidad.
El momento culmine fue cuando mi padre logró meter su verga hasta que sus huevos chocaron con los labios de mi madre. El muy puto lo había logrado; lo miré en una mezcla de admiración y rabia.
Mantuvo su miembro algunos segundos hasta que libero a mi madre, que soltó gran cantidad de saliva que caía por su cuello hasta bajar a su estómago bajo. Estaba toda mojada de babas, pero feliz.
Mi padre la levantó jalando de sus cabellos. Le dio media vuelta y desató sus manos, que estaban atadas con una cuerda por las muñecas.
- Ahora Manu… tu y yo castigaremos a tu madre, por ser tan puta y no saber detenerse – me dijo mirándome fijo, sin soltar su pelo – ¿que dices Marcela? ¿Te mereces un castigo?
- Siiii…he sido mala… castíguenme – respondió mi madre completamente desesperada.
- Pídeselo a Manu…ruégale perdón….discúlpate por ser una madre tan puta – le ordenó
- Perdona hijo, perdóname por ser tan puta…castígame, me lo merezco – me rogaba.
Nunca la había visto así conmigo, con tanto deseo y excitación.
No lo soportaba. La agarré del cuello y la tiré contra el sillón. Algunos de sus cabellos quedaron enredados entre los dedos de mi padre. La puse en cuatro y la penetré hasta las bolas.
- Puta!!! Puta puta puta!!! – gritaba mientras la follaba con rabia.
Mi padre comenzó a despojarse de sus ropas, quedando completamente desnudo. Se puso frente a mi madre, enseñándole su polla.
No necesitó decir nada. Mi madre la tomó y comenzó a mamarla obsesionada.
Cada chupada era un golpe a mi corazón que se traducía en una estocada más furiosa de mi poronga.
- Ahhhhhh así!!! Hijo…castígame ….castígame!!!!! – gritaba mi madre sacándose por breves momentos el monstro que mi padre traía entre sus piernas.
Estuvimos así unos 5 minutos.
Papá volvió a tomar de los cabellos a mi madre y rodeando el sillón la levantó, sacando mi miembro desde su interior.
Se sentó en el sillón y ordenó a mi madre que lo cabalgase.
Mamá se metió aquella verga sin problemas y comenzó a cabalgar como una experta. La manera de mover esas caderas era espectacular y sus gemidos inundaban la casa.
Me acerqué y traicioneramente sujeté a mi madre de la cintura y dirigí la punta de mi verga a la entrada de su culo.
Mi madre volteó la mirada por sobre su hombro, mirándome sorprendida, ante la risa maquiavélica de mi padre. Miró posteriormente a mi padre, como solicitando su permiso.
- Ajaja es tu castigo Marcela… agradece que no lo hago yo…desde la última vez que lo intentamos y no pudiste sentarte en 3 días me quedó claro que mi polla no cabe ajaja – dijo mi padre
Con razón mi padre mi quiso encular a mi madre aquella noche en que los espié. Que hijo de puta. La rabia me consumía.
Empujé y mi glande entró en su ano.
- Ahhhh despacio, despacioo – gritó mamá, suplicando, inmóvil.
No le hice caso y mi verga continuó avanzando a paso firme, sin detenerse. En un momento mamá tenía dos porongas dentro de ella. No paso mucho tiempo para que comenzáramos a movernos los tres.
- Ahhhhhh ahhhhhhhh la putaaaaa madreeeee – exclamaba mi madre desesperada.
Los sonidos de nuestros miembros y nuestros cuerpos chocando, la humedad, la fricción. Todo era increíble. El ano de mi madre pronto se acostumbró, al igual que su coño. Entrabamos y salíamos sin ningún problema
Mi padre tomó el cuello de mi mamá y comenzó a ahorcarla.
- Disfruta perra, disfruta por última vez de tu hijo… - la empujó saliendo de su lugar, moviéndose a un costado.
Ahí quedo mamá en cuatro, con mi miembro en su culo. Yo no paraba de embestirla mientras mi padre se pajeaba a su lado.
- Follatela, follatela Manu… disfruta de tu madre – dijo papá mientras su mano subía y bajaba por su pene.
Agarré a mi madre y la dí vuelta, con su espalda en el sillón y las piernas abiertas de par en par. Llevé mi poronga a su zorrita y la penetré fácilmente, como un cuchillo hirviendo que se hunde en la mantequilla.
Mi madre me miraba fijamente, jadeante, con el cuerpo transpirado. Rompí sus sostenes y los lancé lejos. Hice lo mismo con sus bragas, tirando de ellas.
- Ahhh esooo hijo….dame tu polla – gritaba mamá mientras mis pollazos eran cada vez más fuertes.
Mi padre nos miraba atentos. Pajeandose lentamente.
Por un momento sentí que mi madre volvía a mí, sentí que volvíamos a tener esa conexión especial. Sentía como su respiración se aceleraba cada vez más. Estaba a punto de correrse.
- Ni se te ocurra Marcela… no te atrevas a correrte – soltó mi padre mirando seriamente a mi madre, quien lo miró un segundo, sonrió y volvió a mirarme.
Le demostraría a mi padre que él no sabía nada. Haría que mi madre se corriese, haría que no siguiera sus órdenes. Llevé mi mano a su clítoris y comencé a frotar de él rápidamente mientras aceleraba mis movimientos pélvicos, chocando mis huevos con sus nalgas.
- AHHHHHHHH, hijo de putaaaa – gritaba mamá, agarrando mi muñeca para evitar que siguiese tocándola, pero no tenía fuerza.
Su cara estaba roja, sus venas en su cuello se marcaban, hacía fuerzas, pero no cerraba sus piernas. Deseaba que la poseyera, deseaba correrse en mi verga. Vi la luz al final del túnel.
Mi madre giró su cabeza y miraba a mi padre, desesperada.
- No – dijo él.
Tomé la cara de mi madre, apretándola y girando su cara hacia mí.
- Córrete mamá… sé mi perra…se mi amor… - le dije y sin dejar de cogérmela le di un apasionado beso.
Retomé mi posición y continué jugando con su coño mientras mi poronga aparecía y desparecía en su interior. Estaba orgulloso de mi aguante, por mantener tal ritmo, pero soy humano. Pronto sentí como mi corrida se estaba aproximando.
- Mamá!! Correteee…correte conmigo! ! – gritaba sin parar mis movimientos
- Ahhhh ahhhhhhhhh ¡!!! – gritaba mamá sin decir nada, enterrando sus uñas en sus propios muslos, manteniendo sus piernas completamente separadas facilitando mi entrada.
- CORRETE PUTA!!! MAMÁ!!
- AHHHH!!!!! – exclamaba a regañadientes, aguantando la respiración.
- CORRETEEE!!!
- NOOOOOOOOOO!!!!!!!!!! ! – gritó desesperada.
Saqué mi pene y enseguida comencé a eyacular mientras mi semen salía a borbotones manchando a mi madre hasta sus tetas.
Ella respiraba agitada, sujetando sus piernas, mordiendo sus labios.
No acabó.
- Lo siento hijo… yo… ya tengo dueño – me dijo mi madre, sonriendo y mirando a mi padre, exhausta, jadeante.
Aquello fue un golpe en las bolas, en mi orgullo. Hice lo que pude, vi un rayo de esperanza, pero quizás mi padre tenía razón y yo no comprendía nada de su relación, de mi madre.
- Muy bien Manu… espero que lo hayas disfrutado – dijo mi padre agarrando el tobillo de mi madre y tirando, atrayéndola hacia él como si fuese una muñeca de trapo.
Se incorporó y como mi madre recostada la penetró lentamente.
La folló un par de minutos, presionando sus piernas y sus rodillas contra sus tetas.
- Ahhh amor, siii, rómpeme – gritaba mamá
Mi padre continuó su cogida mientras yo los miraba inmóvil mientras mi polla perdía su tamaño
- AHHHHH, no aguanto ¿puedo? – dijo mamá, sin tener mi padre que decirle nada. Ella estaba completamente entregada a sus órdenes.
Papá me miro sonriendo, como diciendo “te lo dije”.
- Córrete – dijo suavemente.
En pocos segundos mamá comenzó a convulsionar, sus piernas se movían sin control. Los dedos de sus pies se tensaron al igual que todo su cuerpo. Sus ojos en blanco eran señala de que estaba teniendo un brutal orgasmo.
Su cuerpo comenzó a saltar, como si tuviese un ataque epiléptico, mientras mi padre aplicaba toda su fuerza para mantenerla quita y evitar que su miembro se saliera de su coño.
Era como si un vaquero estuviese montando a una yegua enrabiada en un rodeo.
- AHHHHHHHHHH DAMELAAA ¡!!!!!!! – gritaba mi madre como poseída.
- OHHHHHH TOMA PUTA! – exclamó mi padre en un grito hondo y grave, terminando y lanzando su esperma en las entrañas de mamá, llenándola mientras ella continuaba convulsionando sin parar.
Esa escena fue decisiva para mí. En todo este tiempo no puede hacer que mi madre se comportara de esa forma conmigo. Había tenido situaciones similares pero la diferencia era evidente. No podía compararme con un matrimonio y una relación de más de 20 años, en donde ella estaba completamente programada para solo reconocer y aceptar a un macho, mi padre.
Papá me miró recuperando el aliento mientras de cara caían gotas de sudor que impactaban el estómago de mi madre, mezclándose con mi semen. Mamá daba pequeños saltos, riéndose levemente con los ojos perdidos en el techo.
- Espero que lo hayas disfrutado hijo. No olvides que te amamos – dijo levantándose – lo has pasado bien, ahora…es tiempo de que avances. Vete a duchar y a relajarte, mañana buscaremos un lugar cómodo en donde puedas vivir – me comentó, pasando a mi lado, dándome dos golpes en el hombro y recogiendo su ropa tirada en el piso.
Mi madre parecía ida, mucho peor que en el cine. Estaba completamente perdida. Papá se devolvió con sus prendas en su mano, se agachó hasta besar sus labios tiernamente.
- Vamos cariño, debemos ordenar todo esto… iremos a comprar una carne y haremos un asado para despedir a nuestro hijo – le ordenó tranquilamente.
Sus palabras eran como música para mi madre, quien recuperó la mirada, tragó un poco de saliva y asintió con la cabeza mientras unas lágrimas caían por su cara.
Me retiré al piso superior. Agotado, sin ganas de nada. Había sido demasiada información para un solo día. Me dolía la cabeza.
Me metí a la ducha y bajo el agua comencé a llorar de rabia, tristeza, nostalgia.
Estuve más de media hora sin moverme, siendo mojado por gotas que se sentían como agujas sobre mi cuerpo.
Salí, me vestí, no quería salir de mi cuarto. La casa se sentía en silencio, vacía. Mis padres probablemente habían salido. Me dormí.
Sentí que alguien me movía. Era mi madre, sentada junto a mí en la cama.
- Hijo…llegamos…tu padre está preparando la parrilla. ¿No quieres bajar con nosotros? – me dijo tan tiernamente que no puede evitar volver a llorar
- ¿por qué mamá? – pregunté
- Lo siento Manu, yo soy así y tu padre me acepta así. Nosotros hemos vivido mucho, él siempre ha hecho todo por mí, por nosotros, ha satisfecho cada una de mis fantasías, incluso contigo. Yo… soy una mentirosa; tu padre nunca me ha dejado de lado, nunca ha dejado de hacerme el amor, de poseerme. Creo que te dije lo contrario para atraerte, porque deseaba el morbo de estar contigo y no supe frenarlo, no supe dejarte las cosas claras. En eso tu padre sabe muy bien como marcar mis límites, sabe entenderme y someterme, por eso no puedo… no quiero alejarme de él – me explicó en tono suave y cariñoso.
A pesar de que trataba de ser cuidadosa, cada palabra dolía en lo más profundo de mi pecho
- Sé que estás mal…sé que esto ha sido muy duro… pero yo te amo y siempre te voy a amar, al igual que tu padre. Siempre estaremos para ti, pero ahora es momento de que te dejemos libre, es momento de que te descubras a ti mismo, de que encuentres aquello que te he querido arrebatar inconscientemente – dijo acariciando mi frente con cuidado sobre mi herida – siempre podrás contar conmigo. Nuestro vinculo es único, pero yo no puedo darte lo que tu deseas en este momento. Ha sido todo increíble – terminó de decir.
Había escuchado sus palabras tapando mis ojos con mi mano, llorando, pero había escuchado atentamente.
Tenía razón. No podía quedarme atascado ahí y la decisión de mi padre era acertada también. Todo sería mucho más difícil con mi madre cerca de mí. No podía ir contra algo que escapaba a mis fuerzas, aquello había quedado demostrado cuando no pude hacer que mi madre se corriera, evitándolo con toda la fuerza de su alma.
Retiré mis manos de mis ojos y ahí estaba ella. Mirándome con la ternura con la que solo una madre puede mirar a su hijo. Con los ojos llenos de lágrimas y una sonrisa compasiva. Era hermosa… era mi madre nuevamente.
- Gracias… por todo… sé que ha sido todo intenso… solo puedo darte las gracias – dije abrazándola.
No dijimos ni una palabra en varios segundos. No había más que decir.
Luego de un minuto nos separamos.
- Ajaja bueno bueno… vamos con tu padre… disfrutemos nuestra…noche – dijo soltando un llanto desgarrador lleno de tristeza – ajaj que tonta…ufff – dijo secándose rápidamente sus ojos con la mano y levantándose de la cama.
Era nuestra última noche antes de que me fuera. Ambos sabíamos que no volvería.
- Vamos hijo…bajemos – me dijo sonriéndome y estirando su mano.
- Vamos Mamá – respondí tomando su mano.
Bajamos, cenamos, nos reímos los tres, como una familia, como si nada hubiese pasado. Fue una velada divertida, llena de historias. Sentí que éramos mucho más unidos; mis padres nunca me habían hablado de ellos cuando eran jóvenes y ahora podían contarme de todo sin guardar detalles.
Estuvimos charlando hasta las 4 de la madrugada, cuando nuestros cuerpos no dieron más y nos despedimos.
Esa noche dormí como un bebé. Sentía que me había sacado un peso enorme de los hombros, me sentía libre.
Al día siguiente partimos temprano los tres a recorrer varios departamentos que arrendaban, algunos más chicos, otros más modernos, hasta que encontramos uno que nos gustó a los tres, pero que fue mi elección, después de todo, yo iba a vivir ahí.
Mi padre se encargó de firmar el contrato y en una semana podría llevar mis cosas. Papá quiso que tuviera un poco más de tiempo para ordenar mis maletas y para despedirme de ellos. Él no viajó en toda esa semana, cuidando que no tuviese una recaída, aunque creo que él sabía que yo no volvería a hacer nada más con mamá.
Los días pasaron más rápido de lo que esperaba y pronto ya estaba instalándome en mi nuevo hogar, con ayuda de los dos.
Mi madre, como toda madre, ordenaba las cosas a su gusto, moviendo todo lo que yo colocaba y dándome consejos; “tienes que lavar todos los días los platos” “separa las prendas de color de las blancas” “haz aseo día por medio” “no invites a tantas personas” “no hagas tantas fiestas”
Yo solo asentía ante la mirada burlesca de mi padre.
Me ayudaron con lo esencial y cerca de las 9 de la noche decidieron irse.
- Bueno hijo… ya nos vamos… - dijo mi padre mirando su reloj.
- Está bien papá. Muchas gracias por esto – dije mirando a mi alrededor – sé que quizás no ha sido fácil, pero prometo trabajar duro para ayudarte a pagarlo.
- No te preocupes por eso Manu. Eres mi único hijo y el dinero no nos falta gracias a dios. Tú preocúpate de lo que te he dicho, tus cuentas y tus estudios – dijo golpeando mi hombro en un gesto muy típico de él.
- Muchas gracias… por todo – dije refiriéndome evidentemente al asunto con mi madre.
Ella por su parte estaba junto a mi padre, mirando el piso, evitando llorar, mordiendo nerviosamente sus labios.
Me abracé con mi padre golpeando nuestras espaldas.
- Te quiero hijo… recuerda… 1 año – me dijo al oído.
- Tranquilo…yo también te quiero – le respondí
Al soltarnos me acerqué a mi madre.
- Cuídate mamá… ya verás que el tiempo pasa rápido – le dije tomándola de los hombros.
Ella solo me abrazo, llorando en mi pecho. No había nada más que decir.
Los acompañé a la puerta y los vi salir. Sus espaldas se alejaban mientras yo cerraba la puerta tras de ellos.
Mi madre volteó su cara.
- Te amo – alcanzó a decir.
La puerta se cerró. Yo también te amo…mamá.
EPÍLOGO
Mi vida viviendo solo fue dura al principio. Extrañaba mi casa, mi cama, las atenciones de mi madre, refiriéndome a las caseras y no las sexuales, aunque mentiría si no confieso que más de una noche me hice una paja en su honor recordando nuestros encuentros pecaminosos.
Era difícil acostumbrarse. Todo era nuevo para mí.
Al principio casi todos los días hablaba con mi madre y con mi padre, incluso por horas. Hablábamos de cualquier cosa. Solo escuchar la voz de mamá me producía una sensación de relajo indescriptible.
Poco a poco las llamadas se hicieron menos habituales. Yo ya me dedicaba a mis cosas.
Encontré un trabajo en una agencia telefónica como técnico y encargado de bodega.
No era muy glamoroso, pero pagaban bien y el horario me permitía estudiar tranquilo, además me permitía pagar mis cuentas y me sobraba dinero para darme algunos lujos, aunque también ahorraba un poco.
Al contrario de lo que puedes llegar a pensar querido lector, fue mi padre quien mantuvo un mayor contacto conmigo. Quizás por solidaridad de género o porque se sentía responsable, después de todo, fue el quien me “echo” de la casa… pero bueno… era lo mínimo…me estaba cogiendo a su mujer.
Volví a recuperar el contacto con Seba, a quien le debía unas buenas disculpas, por lo que lo invité y organizamos una pequeña fiesta.
Seba llegó esa noche con una prima de él y su amiga, Lisandra. Ahora no solo le debía disculpas, sino que también un enorme agradecimiento.
Terminé mi carrera y me recibí de Ingeniería Comercial. Puede obtener un mejor trabajo y seguir arrendando por mí mismo el departamento.
Mis padres habían asistido a mi titulación, habían conocido a Lisandra. Éramos una familia mucho más unida que antes. No había tristeza ni rencor. Deseábamos vernos, hablarnos y amarnos.
Me casé con Lisandra en una ceremonia hermosa, luego de 5 años de relación.
Estaba orgulloso de todo lo que había logrado. Tenía una mujer hermosa a mi lado, encontré lo que mis padres me prometieron y estaba agradecido enormemente de ellos, sobre todo de mi madre, que me enseño la pasión, el cariño, el desamor… quizás no fue de la forma más tradicional, pero había resultado todo increíblemente bien.
Gracias padre por tus lecciones de vida. Gracias madre por tu amor incondicional.
Somos tres pervertidos, somos tres degenerados… pero estamos juntos, somos familia, somos uno solo.
Lo mejor de todo…es que había una nueva integrante.
FIN.-