Mi accidente: Mi comprensiva madre (parte 5)

Quinta parte de la historia de un hijo que tiene un accidente, y su madre decide hacer lo posible para que ayudarlo en lo que necesite.

MI ACCIDENTE: MI COMPRENSIVA MADRE

PARTE V

Resumen: Mi madre había dejado en claro quien mandaba en casa. Mis estúpidos pensamientos y mis tácticas de seducción nunca fueron tal y así me lo dejó en claro.

No necesitó muchas palabras, no requirió de un largo sermón ni un discurso; sólo un poco de firmeza y un golpe que me bajo de mi nube.

Luego de aquello quise recuperar las relaciones rotas entre nosotros y me comporté como un hijo ideal.

Pasaron semanas, vinieron las fiestas de navidad y año nuevo. Luego, cuando la casa estaba mucho más tranquila, mi madre decidió premiar mi renovada actitud.

Rompimos la última barrera, el último Taboo que nos queda.

Me la cogí como loco en la cocina. Pero debía recordarlo, ella tenía el mando, por ahora.

CAPITULO X: LA MANGUERA

Luego de aquella sesión de sexo desenfrenado con mi madre, poco recuerdo de aquella noche.

Ninguna otra cosa era importante.

Después de haber recibido gustosa mi verga dentro de ella y de pedirme desesperada mi leche en su boca, mantuvo una actitud relajada, como si todo hubiese sido lo más común del mundo, recuperó su expresión de ternura, limpio los restos de semen que quedaban en su cara y pelo. Nos fuimos a dormir.

Al día siguiente todo, pero absolutamente todo era más bello. Nunca había visto colores más brillantes, el día era soleado, el sonido de los pájaros. La vida me sonreía.

Ahí acostado, en mi cama, pensé – me la he cogido – con una sonrisa casi permanente en mi rostro.

El día transcurrió sin grandes eventos. Mi madre recuperó con la misma actitud cariñosa de siempre, quizás un poco más que de costumbre, pero eso era obvio.

Por mi parte, estuve todo el día feliz, quería más, cogérmela a todas horas, pero decidí jugar bien mis cartas y esperar que fuese ella la que me lo permitiera; no quería forzar nuevamente la situación y terminar con todo.

Aún me faltaban cosas por hacer, cosas que hacerle a mamá. Necesitaba explorar cada parte de su cuerpo, cada reacción de ella, cada postura. Para eso, debía seguir su juego.

Además, debía conocer mucho más y analizar bien la forma de comportarse de mi madre, que parecía ser bastante calculadora, aunque disimulaba muy bien la frialdad de sus planes.

Pasaron un par de días más, mis huevos estaban que explotaban, todo el rato tenía una erección que no podía controlar. No quería masturbarme, quería guardar toda mi leche para dársela a mi madre.

Mi calentura era tremenda, pero a ella parecía no importarle. Su actitud era completamente normal, tanto que ya era anormal. Era como si nunca me hubiese masturbado, como si nunca me la hubiese mamado, como si nunca me la hubiese cogido, como si nunca hubiese tragado mis fluidos. Estas eran las cosas que me confundían, lo que debía descifrar.

Lo único que podía asegurar es que mamá disfrutaba de este “juego”, sobre todo porque era SU “juego”. Le gustaba dejarme esperando por más, impacientarme, eso cualquiera podría decirlo, pero por más desesperación y enfado que me provocase, debía controlarme y esperar.

Pasaron 2 semana desde aquel encuentro en la cocina, días que fueron eternos para mí. Llegué a pensar que mi madre había tenido un ataque de conciencia y había decidido terminar con su particular trato conmigo.

A decir verdad, en más de alguna ocasión tuve la intención de “atacarla” por detrás y follármela salvajemente, de romper sus ropas y penetrarla por cada agujero de su cuerpo, pero sabía que no era lo correcto, no porque fuese mi madre, sino porque apreciaba demasiado mi vida para arriesgarla cometiendo semejante estupidez.

Cierto día me encontraba lavando el auto de la familia, un Dodge Durango del 2010. No era una tarea fácil limpiarlo, pero alguien debía hacerlo y mi padre siempre me ha encomendado el trabajo. La verdad, no sé si por costumbre o algo, pero lo encuentro un poco de terapéutico; me relaja.

Deben haber sido las 11 de la mañana aproximadamente. Me encontraba totalmente concentrado, enfocado en dejar reluciente a la “nave”.

En eso, escucho a mi madre, llamándome desde la puerta de nuestra casa:

- Oye tramposo, te ha faltado ahí – dice señalando el costado del automóvil.

La puta madre, literalmente. Vestía una polera blanca sin mangas, a la cintura, escotada, y unas bragas de encaje color crema. Diablos, qué imagen.

La miré extrañado, algo de lo que mi madre se percató:

- Ah, lo siento por estar así, pero como he ido a correr me iba a pegar una ducha, pero estoy esperando que termines de ocupar el agua – me explicó razonablemente – además, supongo que ya tenemos un poco más de confianza y no te incomoda verme así – dijo abriendo sus manos y enseñándome su cuerpo, como si me estuviese modelando.

- Eeh, si si, no hay problema… termino enseguida acá.

Mi madre soltó una leve carcajada… su dedo jugaba con su pelo y se apoyaba con su hombro en el umbral de la puerta, con su otra mano en su cadera. Era aquella actitud coqueta característica de situaciones similares.

Mi pene presentía algo, luchaba por salir de mi pantalón de buzo.

Continué incómodamente mi tarea, mirando de reojo a mi madre quien permanecía en la puerta, observándome atentamente.

Nuestro patio era amplio y estaba cubierto por un techo y tapado enfrente por una reja de madera que impedía la visión desde el exterior y hacia el interior, por lo que mamá se sentía en total seguridad de exhibirse sin miedo a ser observada por algún extraño (aunque no sabía si tenía algún fetiche al respecto).

Me dediqué con especial cuidado a limpiar la rueda delantera. La verdad toda mi atención estaba en mamá, que permanecía estática, acechándome, no podía dejar de concentrarme en ella. Me ponía nervioso, me tenía caliente.

Comienza a acercarse, lentamente, a pies descalzos. Su figura, evidentemente más delgada y definida que antes, por los ejercicios y su cambio de dieta, hacían de ella una mujer tremendamente hermosa que se mantenía en plena forma a, sus entonces, 41 años.

No diré que era una modelo o tenía la figura de una chica de mi edad que hace ejercicios todos los días. Pero su baja de peso era evidente y sus piernas se notaban mucho más fuertes, sin mencionar su culo, al cual ya me he referido infinidad de veces.

Llegó a mi lado, donde se quedó mirando el frente del auto, como si algo le molestase. Yo aún me encontraba en mi inútil tarea de limpiar la rueda.

- Mmm… préstame ese trapo y la manguera, te ayudaré para avanzar más rápido. Ya quiero ducharme – dijo con total naturalidad.

Como un autómata, le entregue un trapo que me sobraba y la manguera que disparaba un fuerte chorro de agua.

Comenzó a lanzar agua sobre el auto, y con el trapo hacia movimientos circulares sobre éste, como la famosa escena de Karate Kid .

Yo, en mi posición, arrodillado junto a mi madre, tengo una visión perfecta de su culo cubierto solo por aquellas bragas que se metían entre sus nalgas.

Que preciosidad. Estaba embobado mirando, sin poder despegar los ojos de ella. Nunca verán una rueda tan limpia como la de nuestro auto, cuya tapa ya rozaba lo cromado de tanto fregar el mismo lugar.

Mamá, cruza una de sus piernas por delante de mí y se mueve un poco hacía mi posición, siempre por enfrente.

Quedé atrás de ella, entre sus piernas, con mi cara literalmente frente a su culo.

- Perdón Manu… será solo un momento… es que necesitaba limpiar acá – escucho que me dice.

En ese momento hace un movimiento, haciendo su trasero hacia atrás, hacia mi rostro, meneándolo.

Me decidí arriesgar, no sabía si era una señal o no, pero lo cierto es que tampoco lo pensé mucho. No se me habían presentado muchas oportunidades de estar nuevamente con mi madre ni de gozar de su cuerpo, asique resolví aprovechar el pequeño rayo de esperanza que me ofreció la vida.

Hundí mi cara entre esos cachetes, fuente de mis más recientes pensamientos incestuosos. Nunca había sentido tanta suavidad y firmeza a la vez.

Mis manos agarraron su braga y comenzaron a tirar de ella hasta bajarla completamente.

Ahí estaba ante mí, la concha de mi madre, depilada totalmente, esperando por mí. La había contemplado días atrás, pero no fue lo mismo. En aquella oportunidad en la cocina todo fue demasiado rápido e inesperado, tanto que no pude detenerme en saborear los detalles de aquel cuerpo materno.

Hundí nuevamente mi cara en su culo desnudo, estaba “hambriento”. Comencé a comerle el coño a mamá.

Que sabor más exquisito, era mi nueva comida favorita. El sabor ácido, agridulce de su vulva, invadió mi paladar.

Pasé mi lengua a lo largo de su vagina, de arriba abajo, tratando de alcanzar y chupar su clítoris. Mis manos sujetaban sus nalgas, apretándolas, amasándolas.

Mi madre se dejaba, no puso reclamo alguno ante mi acción, al contrario, llevaba su culo hacia atrás, buscando que mi lengua la penetrara, lo cual también era mi deseo.

- Mmmm….¿que haces hijo? – decía mamá silenciosamente mientras apagaba la manguera y la lanzaba lejos.

Retiré mi cara unos segundos, para admirar nuevamente ese coño delicioso que estaba comiéndome. Con mis manos abrí sus nalgas para tener una mejor visión. Estaba completamente mojada.

- No pares Manu… sigue – me reclama mi madre. Que golosa era.

Aquellas palabras fueron motivadoras y me generaron mayor excitación de la que ya tenía. No te preocupes mamá, no tengo intención alguna de parar de comer tus jugos.

Me abalance nuevamente a chupar su coño. Estaba desesperado, mis manos aún separaban sus nalgas, lo que permitía a mi lengua mayor facilidad para recorrer cada rincón de su vagina e incluso llegar a penetrarla como si se tratase de mi verga.

- Ahhh siii hijo

Era un manjar de dioses. No podía parar, estaba como loco y mi madre cada vez ponía su culo más en pompa, lo que facilitaba mi tarea. Su cuerpo estaba sobre el capot del auto lo cual dejaba su trasero en una posición inmejorable para mí. Tenía pleno acceso a su clítoris, en donde comencé a dedicarme con mayor atención, succionándolo suavemente, haciendo movimientos circulares con mi lengua que volvían loca mamá.

Volví a separar nuevamente mi cara para volver a admirar mi trabajo y tomar un poco de aire. Admiré orgulloso mi obra de arte, el coño de mi madre era mi Gioconda “ pintada” con mi saliva y la lubricación de aquella sabrosa vagina que me había parido.

Estaba totalmente empapada, goteando, las piernas de mamá temblaban y los músculos de sus muslos tenían espasmos, sabía que faltaba poco para que llegase a su orgasmo.

Admirando mi pintura, divise un rincón que aún no había examinado, una parte aún intacta e inexplorada por mi juguetona lengua.

El ano de mi madre estaba ahí, mirándome, esperando por mí.

La verdad nunca, hasta ese momento, había sentido mucha curiosidad por las prácticas anales. Alguna vez, con una novia, practiqué el sexo anal, pero no era algo que me volviese loco y aún no había “degustado” con mi boca aquella área del cuerpo de una mujer.

Sin embargo, estaba tan caliente, tenía tantas ganas de gozar cada centímetro del cuerpo e mi madre que no lo dude mucho.

Apliqué una sonora nalgada a mi madre en su cachete derecho, agarré fuertemente con mis dedos sus dos nalgas, las abrí lo más que pude. Su agujero anal se abrió también, dilatándose levemente.

Llevé la punta de mi lengua a su clítoris y desde ahí fui subiendo lentamente, paso a paso, hasta llegar al esfínter de mamá, quien dio un pequeño salto y trató de levantar su cuerpo, lo cual impedí inmediatamente llevando mi mano izquierda a la parte baja de su espalda y ejerciendo presión sobre ella.

Miré hacia arriba y pude ver a mi madre, con sus manos apoyadas en el auto, con sus brazos en forma de hacer flexiones y mirándome por sobre su hombro derecho. Me miraba atenta, expectante.

Sin esperar más, mientras mi mano derecha aún abría su nalga, metí lo más que puse mi lengua en su ano.

- Ahhhhhh no, Manu…hi…hijo – dice levemente

Era un sabor amargo, pero no era desagradable, era inexplicable.

Mi madre ya no hacía esfuerzo alguno en levantarse, mi mano izquierda volvió a su nalga y la separó, su culo estaba a mi total disposición.

Mi lengua ingresaba en su esfínter, queriendo penetrarla, mientras éste permitía su entrada cada vez con mayor facilidad, abriéndose cada vez más.

Comencé a mover mi cabeza hacia delante y hacia atrás, con mi lengua lo más rígida posible. Mi madre gozaba como perra en celo.

- Mierda hijo …. Mierda… noo…ahhhh….sii…. sigue – dice susurrando.

Llevé toda mi boca, dándole a su agujero un fuerte beso, succionando lo más posible. Yo también estaba como loco y mi verga estaba que explotaba, pero no podía parar de probar el sabor embriagante de mi madre.

Comencé a recorrer desde su coño hasta su culo, alternando los chupadas y lamidas. Las piernas de mi madre cada vez tiritaban más, ofreciéndome su trasero en bandeja para que acabara mi faena. Su cuerpo volvió a recostarse sobre el auto, relajada, dándose vencida ante el placer que su querido hijo le estaba propinando.

Realicé movimientos frenéticos con mi lengua sobre su clítoris mientras que mi pulgar derecho comenzó a jugar con su ano, hasta que ingresó fácilmente hasta la mitad, producto de la lubricación.

- Aaaaaahhh siii…yaaa…. yaaa … - grita inevitablemente mi madre.

Di un fuerte chupón y comencé a succionar sin dejar de mover mi lengua, mientras mi pulgar entraba y salía de su culo, culiandola.

Los músculos de sus piernas tenían espasmo, sus piernas eran de gelatina, apenas podía mantenerse en pie.

- Mmmmmmmm aaaaaaaaahhhhh – exclama, ahogando lo mejor posible su grito para evitar alertar a los vecinos, aunque más de algún curioso debió escuchar.

Acababa de hacer terminar a mi madre, le había comido el coño y el culo. Su orgasmo fue brutal. Los fluidos vaginales cubrían toda su vagina y caían como gotas por sus muslos combinados con mis babas y el sudor. El sabor de mi madre era lo mejor que había probado, era mi nueva fascinación, me había vuelto un fanático.

Separé mi rostro, abrí vez sus nalgas para dar un último vistazo a mi pintura terminada. Le di una fuerte nalgada con mis dos manos en ambos cachetes, dejándolos rojos, mis dedos marcados. Era la firma del pintor.

Mi madre estaba tendida sobre el auto, con su cuerpo relajado, jadeando. Su respiración agitada comenzó a normalizarse y poco a poco comenzó a revivir.

Me paré, mis rodillas dolían un montón, pero valió la pena. Baje mis pantalones, saque mi polla goteante de líquido pre seminal. Era mi turno, iba a cogérmela sin piedad.

Me acerqué y dirigí mi pene a su coño. El glande ingresó como cuchillo caliente en la mantequilla. Logré penetrarla un par de centímetros cuando la mano de mi madre se posa en mi pelvis evitando un mayor avance.

Enderezó su cuerpo, provocando la salida de mi verga desde su interior.

- Gracias hijo, pero se hace tarde. Voy a ducharme para preparar el almuerzo, después terminas de limpiar el auto – me dice con total descaro, recogiendo sus bragas del piso, dándome un beso en la mejilla y alejándose, ignorado totalmente mi miembro erecto.

¡¿QUE?! Me quedé sin palabras. Pasé del asombro a la risa, de la risa a la indignación, de la indignación a la rabia.

¡¿QUÉ MIERDA?! Me había dejado con la verga dura como roca y los testículos a punto de explotar. Le había comido el coño, el culo, le había dado un tremendo orgasmo y la muy …la muy puta me había dejado así.

Mi madre había desaparecido en el interior de la casa, dejándome con la polla al aire y habiendo arruinado la limpieza del auto que tanto tiempo me había llevado.

La ira se apoderó de mí, pocas veces en mi vida me había enojado tanto. Subí mis pantalones y caminé a paso firme hacia la casa, me dirigí al baño donde seguramente se encontraría mi madre.

No me equivoqué, ahí estaba la muy hipócrita, con una toalla, completamente desnuda, con el agua de la ducha corriendo. Me miró con una expresión de duda, pero sin dejar de preparar su baño, con total desinterés por mi cara roja de ira.

- ¡Oye, ¿qué te pasa?! – grite enfadado. Palabras que de inmediato llamaron su atención por mi tono utilizado, algo que decidí moderar un poco para proteger mi integridad - Me has dejado “así” y te vas como si nada , ¿cómo puedes dejarme con esta erección? – dije señalándole mi verga, prueba de mis palabras.

La expresión de mi madre se suavizó un poco al escucharme bajar el volumen de mi voz, revolviendo sus ojos como si le hablará de una idiotez. La rabia cada vez se apoderaba más de mí y la actitud que había adoptado mi madre no ayudaba en nada.

- No te quedes callada mamá… mira que ese papel no te queda… acá tu haz venido por algo y que me dejes todo caliente no lo encuentro justo… hazte cargo de tus acciones – dije evidenciando mi enfado – además hace varios días que me has ignorado y que vengas, consigas lo tuyo y me dejes tirado es una real mierda.

Mi madre me miró seriamente cansada de mis reclamos:

- ¿Y acaso no es lo que tú mismo has hecho cuando requerías de mi “ayuda”? No seas cara dura niñito y anda calmándote. ¿Resulta que yo tengo la obligación de hacerte terminar porque el señor tiene ganas? Mira… si fuese así yo me he dedicado a hacerte acabar todo este tiempo sin esperar la reciprocidad de tu parte… me he conformado con tus “gracias mamá” “ha sido genial mamá” – dice en tono burlesco – y no me ves reclamándote ni exigiéndote nada.

Me quedé mudo.

- Es verdad, yo fui a buscarte esperando que me follaras, porque lo haces genial y yo también disfruto cuando tu disfrutas. Tú has sido el que decidió comerme el coño y te lo agradezco, me has hecho correrme como hace mucho tiempo no lo hacía, pero he terminado y si hubiese tenido más tiempo te hubiese ayudado terminar a ti… pero Manuel… yo soy la que tiene que hacer el almuerzo, después lavar los platos, ir de compras, ordenar los cuartos – me dice, dándome todas aquellas razones que me parecían coherentes, pero no me consolaban - No te comportes como un pendejo egoísta… la vida es así y en muchas ocasiones el tiempo no permite que en una pareja ambos puedan terminar… madura, hazte una paja y cuando tengamos más tiempo podré hacerte acabar como todas las veces desde que empezamos con esto. Si no te gusta como es, puedes buscarte una novia y dejarme en paz, que yo lo que menos necesito es a un niño chico que me reclame por sexo dijo dándome la espalda e ingresando a la ducha y cerrando las cortinas.

Sus palabras y su amenaza final me paralizaron un instante. Era una mierda la situación, pero en algo tenía razón, ella me había satisfecho a mí todo este tiempo, había recibido mi corrida una infinidad de veces sin que yo le hubiese “devuelto el favor”.

Debía reconocer que había sido egoísta, pero eso no quitaba que estuviese furioso, no hay nada peor que te dejen con las ganas, que te “calienten la sopa y no se la tomen”. Creo que los hombres en ese sentido somos un poco más irracionales; no está bien pero así somos.

Sin embargo, a pesar de mi molestia, lo mejor era tragarme mi orgullo antes de volver a la fría relación con mi madre, había ya aprendido de mis errores del pasado. Suspiré y luego de un minuto en silencio decidí disculparme, aunque sin muchas ganas:

- … lo siento… tienes razón …he sido un egoísta… no tengo derecho a exigirte nada después de lo que has hecho por mí… lo menos que podía hacer era darte una “satisfacción” sin esperar nada a cambio – dije a regaña dientes y tratando de sonar lo más sincero posible – yo no quiero buscar otra mujer… te quiero a ti – admití, sorprendiéndome incluso yo de mis propias palabras.

La cabeza de mi madre, mojada por el agua, se asomó, con una tierna sonrisa:

- Yo también te quiero Manu, pero no quiero que te obsesiones conmigo. Sólo satisfacemos nuestros deseos. Yo lo que más deseo es que encuentres una mujer buena y formes tu familia. Mientras no encuentres a esa persona que satisfaga tus necesidades yo puedo ayudarte, pero no será para siempre.

Sus palabras fueron sinceras, llenas de amor y comprensión. Me sentía como cuando fui rechazado por primera vez por una chica del colegio.

- Lo sé mamá, gracias. Yo también quiero satisfacerte y darte los mayores placeres mientras se pueda – dije tratando de desviar el tema.

- Gracias hijo…hoy lo has hecho y con creces – dijo volviendo a ingresar a la ducha – espero que no sigas molesto y comprendas mi posición .

- Si mamá, te entiendo, discúlpame – mentí

- Está bien Manu, tu padre también se ponía idiota cuando no podía correrse, son muy parecidos jajajajaja – dijo riendo a carcajadas la muy perra.

- Ajaja ahh – reí falsamente. No me hizo puta gracia – bueno…te dejo tranquila mamá

- Ok hijo, gracias.

Me retiré vencido totalmente. No podía con esta mujer.

Me sentía impotente ante la situación. Mi madre tenía el poder total y el control de todo de forma que no podía ir en contra de lo que ella decía.

Estaba totalmente atrapado por ella, necesitaba salir de su “trampa”, de lo contrario, siempre iba a estar limitado. Quería poseerla en total libertad y sin restricciones.

Sabía que mi madre tenía un lado muy sexual y salvaje, pero también trataba de ocultarlo. Necesitaba llevarla al punto en que se olvidará de los frenos y cediera totalmente a sus deseos y, sobre todo, a los míos. Necesitaba cogérmela en todo momento, no sólo cuando ella lo decidiera.

Para lograrlo debía arrebatarle el poder a mi madre, debía destronarla, era necesaria una revolución frente al gobierno tiránico de mi progenitora.

Debía analizar con mayor detención la situación.

Me retiré del baño y el día transcurrió. La situación hizo que olvidara mi deseo de correrme, la ira en mi interior hizo que pensara una infinidad de planes maquiavélicos con el fin de provocar el desenfreno sexual de mamá. Cada plan más perverso que el anterior.

Así llegó la noche; me masturbé pensando en las cosas que le haría a mi querida madre cuando fuese su dueño. Chorros y chorros de semen salían disparados desde mi verga, liberando la presión de mis huevos.

Me limpié y me dormí.

Pronto serás toda mía mamá, sólo espera un poco.

CAPITULO XI: JUGANDO CON FUEGO

Al día siguiente, luego de reflexionar largamente las distintas posibilidades que tenía para proceder con mi madre, apenas despertarme tuve una epifanía. Todo estuvo claro ante mí, era algo arriesgado, no sabría si funcionaría o no, pero debía intentarlo, no podía seguir en la misma situación.

Si mi madre creía que tenía el control de todo, yo solo tenía que demostrarle lo contrario. Mi error hasta el momento fue que desde el primer minuto demostré mi debilidad, cediéndole mi posición de poder a ella. Pensándolo bien, ella misma lo había dicho, “ambos satisfacíamos nuestros deseos sexuales”; yo tenía el mismo poder que ella, el mismo control sobre la situación, la calentura solamente me había cegado.

Era hora de dejar de lado mi faceta de niño obediente y ser el hombre que esperaba mi madre que fuese. Era arriesgado, no sabía si mis conclusiones eran las correctas, pero no quería seguir jugando según las reglas de mamá. Debía intentarlo.

La mejor forma de lograr mi plan era copiando las actitudes de mi madre: actúa normal, trátala como si nunca hubiésemos hecho nada y, lo más importante, evita contactos sexuales cuando ella se acerque. Estas serían mis premisas, mis principios. Sería difícil, sería un trabajo extenuante, no sabía cuánto tiempo me llevaría, pero si lo conseguía, si conseguía que mi madre me reconociera como su macho dominante, la recompensa podría ser la más salvaje cogida que podría tener en mi vida. Valía la pena intentarlo.

Me levanté y sin perder tiempo, inicié ese día con mi estrategia.

Baje a tomar desayuno, ahí se encontraba mamá, preparando huevos revueltos en la cocina, dándome la espalda, en una tanga diminuta color morado que se perdía entre su culo y la parte de arriba de su pijama, una camisa de seda morada. LA RE PUTA MADRE.

Con que clase de hechicera me estaba enfrentando, todo lo que había reflexionado, toda la ira, todos los deseos de venganza y de ser dueño y señor de mi madre, todo eso se estaba desmoronando, sucumbiendo ante ella.

Me mira hacia atrás, girando levemente su cabeza:

- Buenos días dormilón, ¿cómo has dormido?

- … buenos días mamá…bien…..¿tú? – respondí como un idiota

- bien hijo, gracias. ¿quieres huevo?

- Emmm no gracias – dije sentándome a mi vaso de jugo ya servido.

- Aaa, bueno…mejor, más para mi… he despertado con unas ganas tremendas de comerme un par de huevos – dijo mirándome coquetamente.

No no no no no….mi polla solo quería darle los buenos días y llegar hasta lo más profundo de ella.

- Ajaja pues disfrútalos – dije tratando de ignorar la clara propuesta de mi madre.

Me miró extrañada y giró su cabeza para continuar de terminar su tarea. Apagó la cocina, llevó el sartén a la mesa y lo puso sobre un plato. Se sentó frente a mí.

No sé qué era, pero se veía hermosa, su pelo un tanto desordenado, sus ojos un tanto achinados por recién despertar, sus labios sin maquillar.

-       ¿Ya estas mejor por lo de ayer? – me preguntó sin mirarme, mientras se servía una porción de huevos y sacaba un pedazo de pan.

-       Si mamá, ya te he dicho que me disculparas ayer, he sobre reaccionado – respondí tratando de sonar lo más sincero posible.

-       Que bien, porque no quiero que creas que yo no quería que “disfrutaras”

-       Lo sé, no debí reclamarte.

Nos quedamos en silencio un momento mientras comíamos nuestro balanceado desayuno.

Sabía que esta conversación tenía un solo destino, lo supe desde el momento en que vi el trasero de mamá “invitándome” a recorrerlo y recogerlo, cubierto por ese diminuto pedazo de tela.

Mi verga no aguantaba más, mi mente tampoco. Tenía la posibilidad de saciar mis ansias, pero luego serían días, quizás semanas para volver a disfrutar de ella, mi madre seguiría jugando conmigo. Debía ser fuerte, debía por todos los medios bajar mi puta erección.

Me piñizqué como nunca la pierna y me mordí la lengua para provocar un poco de dolor que me hiciese olvidar la excitación, mientras trataba de terminar rápido mi desayuno para largarme de ahí, debía evitar la tentación.

- Sabes… no tengo nada que hacer hasta el almuerzo… si quieres puedo “recompensarte” por dejarte a medias ayer – lanzó de repente mi madre, mascando un poco de pan con huevo.

¡Mierda!... lo sabía. Pero debía ser fuerte, debía ganarme el poder. Nadie dijo que sería fácil, nadie dijo que sería bonito ni que no dolería, pero cuando algo cuesta, después se disfruta el doble.

- No te preocupes mamá… eee, Seba me ha hablado temprano por whatsapp y me ha invitado a la playa con otros amigos, asique en un rato tengo que salir.

La expresión de mi madre fue de asombro, estaba impactada por mi rechazo. No puede evitar sentirme bien, la venganza era dulce, pero más que venganza esto lo hacía para que me reconociera como el nuevo “jefe”.

- Eeh…ah….está bien… pero no sé, me siento mal porque te dejé así… ¿estas seguro? Si quieres te ayudo mientras tú terminas de comer para que no pierdas tiempo – dijo haciendo un ademán de levantarse.

No podía creerlo, mi madre prácticamente rogando por mamármela. Los resultados de mi estrategia eran visibles enseguida, lo cual me dio un impulso para no rendirme y continuar hasta el final con lo que me había propuesto.

-       No te molestes mamá… de hecho ya voy saliendo… pero gracias – dije bebiendo de un solo golpe el resto de mi jugo y tomando una tostada, levantándome de la mesa.

La cara de mi madre era un poema, no podía creer que su hijo la hubiese rechazado dos veces seguidas en menos de 1 minuto.  Mi sensación era increíble, me sentía poderoso, dominante, dueño del mundo, invencible.

Me retiré a vestirme y salir rápido de la casa antes de que algo arruinara mi momento, dejando a mi madre ahí, impactada, inmóvil, observando mi retirada triunfal.

En un principio no estaba muy convencido de mi accionar; talvez debí haber aprovechado el ofrecimiento de sexual de mamá, quizás había estropeado todo, pero era algo que tenía que descubrir yo mismo.

Salí de la casa apresurado:

-       ¡Adiós mamá, nos vemos al rato! – dije sin esperar una respuesta y cerrando la puerta tras de mí.

Tuve que vagar por la ciudad, buscando cosas para distraerme, llamé a un par de amigos y al mismo Seba, quienes me acompañaron por suerte y con los que pasé el rato.

No quería volver a la casa, donde seguramente caería en las redes de mi manipuladora madre, debía evitar lo más posible estar solo con ella, más aún después de su particular ofrecimiento y mi posterior rechazo.

A eso de las 1 de la tarde llamé a mi madre a su móvil:

- Hola mamá, ¿cómo estás?

- Bien Manu, ¿y tú?... ¿ya vienes a almorzar?

- Para eso te llamaba… me quedaré a almorzar en casa de Cristóbal, que nos ha invitado para luego echar unas partidas de FIFA, llegaré como a las 9 de la noche – dije, informado mis planes.

- ¿ah?... pero ya tengo el almuerzo listo … no me has avisado

- lo siento mamá, ha sido de improviso, pero si quieres guárdame mi porción y me la comeré a la noche cuando llegue.

- ….Está bien… cuídate – dijo mi madre, sin muchas ganas y algo enfadada.

- Sii, ¡chaoo! – dije cortando la comunicación enseguida.

Al menos el primer objetivo de mi estrategia estaba funcionado; estaba logrando que mi madre se desesperará por mi ausencia y por mi actitud desinteresada. Sin embargo, aún no podía canta victoria, no podía relajarme y bajar la guardia.

El resto del día estuve con mis amigos, fuimos, tal como dije, a casa de Cristóbal a jugar un poco con la PlayStation, lo cual me ayudó para distraer los pensamientos morbosos que tenía a cada segundo y alejar un poco la excitación que corría por mi cuerpo.

Llegó la hora de volver a casa. Entré a mi hogar actuando perfectamente normal.

Mi madre se encontraba en la sala viendo los noticieros, como acostumbraba a hacer en las noches, vestida con jeans y un suéter delgado de lana blanca. Hace tiempo no la veía tan tapada.

- Hola mamá, llegué

- Ah, hola hijo… ¿que tal el día? – respondió bastante fría sin dejar de mirar la TV.

- Muy bien, la he pasado increíble

- Qué bueno…tu comida está en el microondas, por si quieres calentarla.

- Gracias, lo haré enseguida – dije dirigiéndome directamente a la cocina.

La conversación había sido bastante incomoda. Mi madre evidenciaba muestras claras de enfado. Quizás esté cometiendo un error, quizás esté jugando con fuego y me esté quemando.

Estaba pensativo calentando mi comida cuando escucho que mi madre me habla desde la entrada de la cocina:

- ¿Estas enfadado conmigo? – me pregunta tímidamente

Me quedé sorprendido por la pregunta, pero sobre todo por la actitud sumisa de mi madre, algo totalmente raro en ella. No estaba siendo coqueta, no buscaba excitarme o ganar algo; su pregunta fue hecha con temor, con inocencia, como si se tratase de una niña pequeña e inexperta.

- ¿ah? Noo mamá, ¿por qué?

- Es que hoy en la mañana… no has querido mi ayuda… y…bueno, no has estado todo el día, me has ignorado – Mi madre era bastante directa.

- Mamá, no es que no haya querido tu ayuda, es que tenía que salir porque había quedado con Seba, no podía dejar esperándolo 2 horas – mentí descaradamente – y en el día se me ha pasado el tiempo con mis amigos… hace tiempo no los veía... nada más – dije tratando de tranquilizar sus inquietudes

- … está bien…sólo espero que no estés… enojado…o te estés vengando por lo de ayer… ya te dije que me perdonaras – que lista era. No le tomó más de un día descifrar mi evidente plan; pero yo seguiría firme, no podía asustarme.

- Lo sé mamá… no te preocupes por eso, ya te he dicho que no tuve derecho en enojarme. En serio, no te preocupes.

- Muy bien…si tú lo dices me quedo más tranquila – dijo en un tono más alegre

- Ajjaa bueno, me comeré esta rica comida y me dormiré…estoy muerto – dije sacando el plato del microondas con la comida ya caliente, tomé una bandeja y salí de la cocina pasando junto a mi madre, dándole un sonoro beso en la mejilla – gracias mamá, descansa – me despedí, dejándola nuevamente con una expresión de duda, como si no creyera como me estaba comportando.

Llegué sano y salvo a mi habitación.

El primer día, el más difícil, lo había superado con éxito. Comí felizmente la comida preparada por mamá, sin dejar de pensar en su expresión, su forma sumisa y temerosa. Todo lo que había logrado en un solo día me hacía sentir orgulloso de mi mismo; estaba un paso más cerca de mi objetivo.

Incluso me sentía más dominante, en control de la situación y de mi madre.

Así seguiré, hasta que seas mi perra mamá, hasta que ruegues que no pare de follarte ni un solo segundo, todos los días. Pronto serás mía completamente.

Me dormí con una risa macabra en mi rostro.

CAPITULO XII: LA EXHIBICIÓN

Luego de aquel día, traté por todos los medios posibles de evitar estar a solas con mi madre; invitaba a mis amigos a la casa, salía con ellos, iba al cine, a la playa, a la piscina, a andar en bicicleta o cualquier actividad que me permitiera salir de la casa.

Mi madre no entendía mi actitud y cada vez que se acercaba buscando algún acercamiento sexual, hábilmente yo desviaba el tema. Me volví un maestro en el arte de negarle el sexo, aunque debo decir que era un arma de doble filo.

Si bien era evidente que mi madre estaba cada día más desesperada por coger, también es cierto que cada día estaba más molesta por no conseguirlo, rabia que descargaba conmigo, mandándome a realizar cualquier tarea hogareña, limpiar debajo del sofá, las cortinas o lavar el auto porque “se había ensuciado en la noche” a pesar de que lo hubiese lavado el día anterior.

Estaba transformándose en una perra conmigo, pero en sentido peyorativo. Supongo que era su forma de decir “si no me vas a follar, pues te jodes”.

Por otro lado, mis huevos también estaban sufriendo por mi arriesgada táctica; cada día despertaba con una erección tremenda que solo conseguía aliviar con pajas. Ver a mi madre cada día, tratando de tentarme y provocarme era muy fuerte; por suerte tengo una mente inquebrantable.

Así los días pasaron, con relaciones cada vez más tensas entre mi madre y yo.

Mi padre llegó a casa luego de un par de semanas afuera y nos informó una noticia que me vendría muy bien: estaría con nosotros 2 semanas seguidas. Había pedido unas pequeñas vacaciones. Fue el mejor momento de todos; con él en casa ya tenía una excusa para alejarme de mi madre y evitar arruinar mi plan.

Los primeros días fueron tranquilos, mis padres se comportaban normalmente e incluso mi relación con mamá mejoró un poco. Pero esto no duró mucho.

Noté que mi madre se comportaba extrañamente demasiado cariñosa con papá, lo cual era un tanto incómodo para mí como para mi padre.

En varias ocasiones se dedicaba a besarlo apasionadamente cuando estábamos los 3 viendo alguna película, acariciando su pecho con sus dedos mientras me miraba de reojo. Era claro que estaba tratando de ponerme celoso o algo así, algo que efectivamente logró.

Cuando nos íbamos a dormir era lo peor; mientras yo estaba en mi cuarto podía escuchar los gritos de mi madre teniendo sexo, los gemidos atravesaban los 2 cuartos que nos separaban.

En todos mis años viviendo con mis padres nunca los había escuchado follar, tampoco tenía un interés particular en escucharlos. Además, lo alejado de nuestros cuartos solo hacía posible que los escuchara si estos prácticamente gritaban, lo cual mi madre había decidido hacer.

- ¡¡¡ESOO ESTEBAN, ROMPEME!!! ¡¡ROMPEME TODAA!!¡¡ SOY TU PUTA CARIÑO, SOLO TUYA MI AMOR!!!! ¡¡¡NO HAY NADIE COMO TÚ!!!! - gritaba mamá en mensajes que no podía evitar pensar que estaban dirigidos a mí.

Lo cierto es que me rompía las pelotas escuchar a mi madre siendo penetrada por otro, aunque fuese mi padre, y más aún, escucharla gemir y gritar de esa forma. Todo mi plan era para que ella se comportara así, pero conmigo, y para variar el que disfrutaba de mi trabajo era mi padre.

Era lo mismo todas las noches, la verdad, no miento, en más de alguna ocasión me hice una paja escuchando los alaridos de mi madre pidiendo verga. Ansiaba tenerla para mí y que pidiera mi polla de esa manera.

Los contantes gritos en la noche hicieron que recordara el cuerpo de mi madre desnudo, su concha, su culo, el sabor que había probado, el interior suave de ese coño que mi pene había sentido. La curiosidad se apoderó de mí y quise ver que tal folla mamá cuando estaba completamente desinhibida.

Una de las noches en que se produjo uno de los recurrentes encuentros sexuales de mis padres, decidí ir a observarlos.

Cuando comenzaron los gritos de mi madre era la señal para proceder y aventurarme a lo desconocido.

- ¡MMM AMOR! ¡¡QUE RICA VERGA TIENES, COMO ME ENCANTA!! – gritaba mamá

Salí de mi habitación, crucé el pasillo y vi la puerta de la habitación de mis padres semi abierta. Mierda, si la abría existía la posibilidad de que mis padres se percataran de mi presencia.

Me acerqué a la puerta y miré por la cerradura, la cual por suerte me permitía una visión decente de lo que sucedía al interior.

Ahí se encontraba mamá, cabalgando a mi padre, movimiento su cintura energéticamente. ¿Recién habían comenzado y ya cogía con esa intensidad? Que guarra era mi madre.

- ¡ESO ESTEBAN! ¡¡DAME TU VERGA, METEMELA HASTA EL FONDO!! – gritaba mientras su culo subía y bajaba a lo largo de la polla de papá para luego volver a moverse circularmente.

Mi verga estaba dura y no tarde en liberarla de mis pantalones de pijama. Me comencé a pajear sin dejar de mirar a mis padres follando, sin dejar de ver como el sudor comenzaba a recorrer la espalda de mi madre, desde la columna hasta el comienzo de su culo.

La calentura me hizo ser más audaz y sigilosamente abrí levemente la puerta, lo suficiente para que mi cabeza entrara y pudiese observar con mayor detalle el espectáculo de mi madre.

- ¡¡MMM ESTO SI ES UNA POLLA DE VERDAD AMOR!! ¡ME ENCANTA! – decía la muy descarada, luego de haberse comido gustosa la mía y prácticamente rogarme por más.

Estaba hipnotizado por el movimiento de mi madre sobre el pene de papá, el cual se veía bastante grande y grueso. Entraba con bastante facilidad; mi madre prácticamente se deslizaba a lo largo de ese tronco y el sonido de sus pelvis chochando evidenciaba la humedad abundante de su coño.

- ¡¡MMM ASII MI VIDA, QUIERO QUE ME DES TODA TU LECHE, ESA RICA LECHE QUE ME ENCANTA!!

No perdía detalle alguno, el jadeo constante de mi padre, que solo se dedicaba a escuchar las guarradas que mi madre le gritaba. La respiración agitada de mamá, como si cada embestida fuese más profunda que la anterior.

En ese momento en que me encontraba embobado mirando, sin dejarme de masturbar, mi madre, con un movimiento felino y rápido se levanta, liberando la poronga de papá (el muy hijo de puta tenía una verga enorme, al menos notablemente más grande que la mía, sus huevos parecían pelotas de tenis, las venas de su miembro se marcaban a lo largo de su tronco que debe haber medido cerca de 20 centímetros o más).

Mi madre se gira rápidamente, parada sobre la cama, sudada, desnuda, con una expresión de perra indescriptible. Me quedó de piedra, mi corazón deja de latir un segundo. Mi madre mira hacia la puerta y me directamente a la cara. Su expresión se desfigura, sus ojos tienen miedo, su cara se vuelve roja, a pesar de la oscuridad de la habitación iluminada solo por la luz de la luna y los focos de la calle que atraviesan la ventana.

Velozmente se sienta, tapando con su cuerpo la visión de mi padre y evitando que alcance a levantar su cabeza y se encuentre como mi presencia.

La rapidez con la que se sentó sobre papá no le permitió introducir su verga dentro de ella, tampoco era lo que buscaba. No dejaba de mirarme asustada, sin saber que hacer

- DALE PUTA, METETE MI POLLA QUE TE VOY A PARTIR – dice mi padre sujetándola de su cintura y levantándola un poco.

La orden hizo que mi madre “despertara”, con una mano tomó aquella bestialidad de pene y se lo introdujo con una facilidad digna de una estrella de circo que se introduce espadas por la boca.

Mi padre comenzó a penetrarla, cada vez más fuerte, sus huevos chocaban contra el clítoris del coño de mi madre, del cual ahora tenía una perfecta visión.

La expresión de mi madre comenzó a cambiar y se dejó llevar, jadeando, sus pezones erectos apuntándome hacían notar su excitación.

Mamá no dejaba de mirarme fijamente mientras era taladrada sin piedad ni contemplación.

- ASI!! ASI!! DAMELA… POR FAVOR DAMELA TODA!

Al ver que mi madre recuperaba su actitud de puta, yo recuperé por mi parte el aliento, mi pene volvió a crecer y comencé a pajearme observando a mi madre moverse como una profesional.

Era el momento de demostrarle que yo mandaba, no ella, que las cosas serían distintas, que sus reglas ya eran historia y que ahora el dueño del juego era yo.

Abrí un poco más la puerta de la habitación, ante la expresión de terror de mi madre, quien volvía a detener sus movimientos, paralizada por el miedo.

Abrí la puerta lo suficiente para mostrarme completamente ante ella, con mi poronga en la mano, apuntándola.

Comencé a meneármela lentamente, mientras le hacía un gesto con mi otra mano para que continuase con su trabajo: “no pares perra, sigue follando para mi” dije moviendo solamente mis labios, sin emitir sonido.

Mi madre, dudosa comenzó a moverse lentamente adelante y hacia atrás, con toda la polla de mi padre en su interior, dejando solo sus hinchados cojones afuera.

Poco a poco fue soltándose, moviéndose más y más fuerte, su cara reflejaba su excitación y su calentura por la situación. No dejaba de mirar mi verga, relamiéndose los labios, que expresión tan espectacular. El sudor que cubría su cuerpo la hacía ver más sensual que nunca.

Me tocaba cada vez más rápido, mi verga comenzó a soltar gran cantidad de líquido pre seminal, el cual extendía a lo largo de mi miembro, dejándolo brilloso y mojado, en ofrenda a mi madre.

- ¡DAME MÁS, DAME MÁS POLLA PORFAVOR…QUIERO QUE ME ROMPAS TODOS LOS DIAS MI AMOR!

Mi padre hizo caso al pedido de mamá. La sujetó fuertemente de sus caderas y comenzó a penetrarla frenéticamente, como si en verdad quisiera destrozar su pelvis.

- AHH AHHH AHHH ASÍ MI VIDA, ASÍ ROMPEME COMO LA PUTA QUE SOY - gritaba descontrolada mientras los vergazos chocaban con lo más profundo de su útero.

Mi madre era una salvaje y mi padre no se quedaba atrás. Era como ver una película porno con dos actores consagrados, pero lo morboso era ver a mi querida madre en aquella faceta, que hasta ahora se me había mostrado ligeramente escondida, dándome solo pequeñas muestras de lo marrana que podría llegar a ser.

“¿quieres mi poronga?... PI-DE-ME-LA” dije moviendo mis labios, mientras no dejaba de masturbarme frente a mamá.

- ¡QUIERO TU VERGA AMOR! ¡LA DE NADIE MÁS! – dijo mi madre desafiante. La muy perra se aferraba al control, al poder, cual dictadora.

Mostré un gesto de enfado, necesitaba castigarla. Di un paso al frente, ingresando a la habitación: “PI-DE-ME-LA” gesticulé.

La expresión de mi madre no era de temor, ni excitación, era desafiante. Sin darnos cuenta nos encontramos en un “cara a cara” decisivo; estábamos decidiendo quien mandaba a quien.

- MMMM QUIERO SOLO TU POLLA MI VIDA! NO NECESITO OTRA MÁS ¡CÓMO ME PARTES AMOR! – volvía a desafiarme mientras subía y bajaba sobre la verga de papá, rebotando. Sus pechos se movían al compás de la follada, su coño estaba totalmente empapado, el olor a sudor y sexo invadía la pieza.

No podía acobardarme. Trabajé duro por este momento y ahora la ocasión de reafirmar mi autoridad. Avancé un par de pasos hacia mis padres. Sin dudar, con expresión de seguridad propia de un jugador de póker.

Mi madre se mordía los labios, jadeando cada vez más, observando cada vez más de cerca como mi mano acariciaba el largo de mi poronga dura y lubricada.

“PI– DE –ME –LA…PERRA” volví a gesticular con mis labios, apuntando mi glande directo a su cara.

Mi madre no articuló palabra alguna, estaba dudando, pero no dejaba de moverse, tampoco mi padre, quien sin darse cuenta estaba metido en un particular trio, en el que seguramente era la mejor cogida que había tenido con su esposa.

- ME… ¡ME ENCANTA COMO ME FOLLAS AMOR! ¡QUIERO TU VERGA TODOS LOS DIAS, SOLO LA TUYA! – dijo sin la seguridad de las otras veces. Era obstinada

Avancé el resto que me quedaba y quedé a los pies de la cama, frente a frente con mi madre, separados por más o menos un metro de distancia.

“RUEGA POR MI POLLA” dije moviendo mis labios y llevando mi mano izquierda al pie de mi padre que se encontraba a escasos centímetros de mí.

La cara de mi madre por fin reflejó temor, sus ojos se abrieron de par en par e hizo un ademán de detenerme, pero sabía que si se movía mi presencia quedaría descubierta ante los ojos de mi progenitor.

El frenesí de sus movimientos bajó, se movía lentamente, expectante ante lo que yo haría. Me miró con los ojos llorosos, como un pobre cachorro indefenso, sentí una ternura increíble, pero sabía que era una táctica, debía darle el golpe de gracia.

Enderecé mi postura, sujeté desde la base misma mi polla, fuertemente, mi glande se hinchó y gesticulé:

“PIDE POR MI POLLA... RUEGA…DI QUE SOY TU DUEÑO”

Mi madre, comenzó a aumentar el ritmo, con la expresión de haber sido vencida, sus ojos demostraban resignación, miró a mis ojos y dijo:

- DAME TU POLLA... POR FAVOR…. ERES MI DUEÑO

Se rindió, suplicó, era mía. Pero aún no habíamos acabado.

“abre tus piernas” le ordené en total silencio. Mi madre, obediente, separó sus piernas sobre mi padre, echando su cuerpo hacía atrás, apoyándose en el pecho de su marido, ofreciéndome una vista inmejorable.

Mi padre aumentó aún más sus embestidas, sus huevos se balanceaban al ritmo de sus movimientos, golpeando el coño húmedo de mi madre, un tanto rojo por tanto roce.

Aumenté el movimiento de mi mano, mi verga estaba más dura que nunca.

- MMM ASÍ, NO PARES POR FAVOR, QUIERO QUE ME DES TU VERGA… QUIERO ME LA METAS POR TODOS LADOS, QUE ME PARTAS EL CULO – dijo mi madre mirándome

- Ahhhh estás loca mujer, por el culo no – dice sorpresivamente mi padre, sin dejar de follarse a mamá.

Que hombre más idiota, rechazar semejante trasero. A mí me había bastado saborearlo una vez para desear penetrarlo e introducir mi miembro hasta lo más profundo de sus entrañas.

Sin embargo, no le tomé importancia a la actitud conservadora de mi padre, sino en el pedido explícito de mi madre, quien me ofrecía su ano como ofrenda para su nuevo rey.

“Pídeme la leche mamita… que te la doy enseguida ” le dije. Estaba a punto de terminar.

- UY BEBÉ... DALE… DAME LA LECHE MI VIDA, TIRAMELA, DALE LA LECHE A MAMÁ – gritó mi madre convulsionando, moviendo su cabeza, cerrando sus piernas.

Aumenté mi paja y en 3 movimientos lancé un disparo de semen que impactó, afortunadamente, en el ombligo de mi madre. El resto de chorros alcancé a atraparlos con mi mano izquierda, evitando que salieran libremente y pudiesen llegar a las piernas de mi padre.

Que tremenda corrida, mordía mi lengua tratando de ahogar mis gemidos, los que por suerte se pedían entre los gritos del orgasmo de mi madre:

- LA PUTA MADRE… AHHHH AHHHHHH QUE BIEEEN – gritaba durante su duradero orgasmo, mientras los restos de mi corrida bajaban hacia su vagina.

Llevó su mano a mi semen y recogió un poco con sus dedos, esparciendo el resto por su estómago. Se llevó los dedos a su boca y saboreó mi leche, con sus ojos semi abiertos, como drogada, mirándome con deseo.

Mi padre, al sentir la corrida de mi madre, taladró 1 minuto más frenéticamente, como si tuviese un ataque de epilepsia.

- AHHHHHHH MARCELAA ME CORRO!!!!- dije mientras expulsaba toda su corrida en el interior de mi madre, quien la recibió sin dejar de chupar sus dedos, sin dejar de observarme.

Le sonreí y lentamente me retiré, antes de que mi padre me descubriera. Cerré levemente la puerta, dejándola en la misma posición original y me fui a mi cuarto.

Eres mía mamá, toda mía. Pero aún podía haber sido todo producto de la excitación del momento, ya comprobaría realmente mi poder.

Ahora era momento de sentirme orgulloso, de disfrutar lo que acababa de lograr.

(continuará ...)


Muchas gracias por los siempre bien recibidos comentarios y críticas. Se agradecen los cumplidos y los errores señalados :)

Antes que todo me gustaría disculparme con los lectores:

Por problemas de salud no he podido avanzar lo que hubiese querido y no he podido terminar el relato antes de mi viaje (que es hoy).

Decidí que en vez entregar una historia con un final apurado, que era mejor escribir una sexta parte y final...la cual enviaré la próxima semana, cuando regrese (no tendré conexión a internet hasta entonces).

Les entrego mis sinceras disculpas, pero espero que este avance sea de su agrado.

Un saludo a todos, en especial a aquellos que siempre comentan, a quienes siempre trato de contestar :)