Mi accidente: Mi comprensiva madre.

Primeros 4 capítulos de la historia de un hijo que tiene un accidente, y su madre decide hacer lo posible para que ayudarlo en lo que necesite.

MI ACCIDENTE: MI COMPRENSIVA MADRE

INTRODUCCIÓN

Hola a todos, mi nombre es Manuel, soy de Chile y actualmente tengo 25 años. Soy hijo único y, por lo tanto, siempre he sido el centro de atención para mis padres.

Siempre he sido un chico que hace mucho deporte, en especial jugar football, motivo por el cual me encuentro en forma, sin tener músculos evidentes o un abdomen marcado, pero al menos tengo una buena condición física. Soy de tez morena, mido 1.77 mts., de cabello negro y ojos marrón claro, la verdad no soy un modelo, pero si soy bien parecido, al menos según las chicas con las que he estado.

En cuanto a mi masculinidad, no diré que tengo un miembro enorme o el de un caballo, por el contrario, el tamaño de mi pene es normal, de unos 17 centímetros en estado de erección.

En definitiva, soy un chico normal, en cuanto al aspecto físico. Mi personalidad es bastante extrovertida, soy muy conversador y bromista, me gusta compartir con las personas y siempre trato de preocuparme mucho de quienes están conmigo, por lo que me considero un buen amigo. Esta personalidad me ha llevado a tener un éxito más o menos decente con las mujeres, con las que no he tenido nunca problemas para relacionarme.

En cuanto a mi familia, siempre he vivido con mis dos padres, con los cuales siempre había tenido una relación estrictamente normal y casual, hasta que sucedieron ciertos acontecimientos con mi madre que narraré acá y que son el objeto de este relato.

Mi padre, Esteban, tiene 50 años y trabaja para una empresa minera en otra ciudad del país, motivo por el cual siempre ha viajado mucho y se encuentra pocos días en casa. Es un hombre conservador, estricto con las reglas de la casa, pero razonable y negociador, pues si yo quería algo, bastaba conversarlo con él, explicarle las razones de mi solicitud y si era lógico, no tenía problemas en ceder a su postura firme.

Es por esto, que, a pesar de su notable ausencia, no puedo quejarme, siempre ha sido un buen padre, tratado de estar en los momentos importantes de mi vida, realizando uno que otro esfuerzo. Ha trabajado para mi y para mi madre, procurando que no nos falte nada y debido a ello puedo decir que llevamos una vida muy buena económicamente y sin preocupaciones mayores.

Por otro lado, mi madre, Marcela, tiene 46 años de edad. Es la típica madre preocupada y sobreprotectora, de esas que se alteran si es que llegas tarde de una fiesta o si encuentra un cigarrillo entre tus cosas. Físicamente no es una supermodelo ni tiene cuerpo de una jovencita. Tiene un cuerpo un poco pasado de su peso, pero sin llegar a ser gorda o fofa, al contrario, mantiene su cuerpo en una firmeza envidiable para su edad. Es más bien baja de estatura, debería medir 1.55 mts. aproximadamente, de piel blanca y cabello castaño claro. Sus pechos son normales, nada fuera de lo común, y tiene un buen culo grande y respingado, de los que llaman la atención (pero no puedo decir que sea el mejor que haya visto). Es una mujer atractiva a simple vista, con una mirada y sonrisa coqueta, sensual, y creo que eso es lo que más llama la atención de ella, su actitud, sus gestos y la forma de mirar que tiene cuando quiere conseguir algo.

Debo decir que mi madre, a pesar de su evidente carácter sobreprotector, no era tan conservadora como mi padre ni tan estricta. Estuvo siempre consciente de que su actitud no era correcta y que debía darme espacio, por lo que nunca me prohibió salir a fiestas o con amigos, aunque siempre hasta una hora razonable y siempre esperándome despierta hasta que llegara sano y salvo a la comodidad de mi hogar.

En este sentido, cuando empecé a tener novias, mi padre no permitía que estas se quedaran en nuestra casa conmigo (argumentando que aquello sería como si me permitiese embarazar con mayor facilidad a una chica sin yo tener una carrera o una profesión para hacerme responsable), pero debido a que él no se encontraba casi nunca en el hogar, no tenía como fiscalizar esto.

Mi madre por otro lado, le parecía totalmente razonable que un hombre durmiera con su novia, obviamente explicándome que debía usar protección en caso de querer tener sexo y que, en lo posible, debía tratar de evitar tener relaciones, aunque ella sabía que eso era imposible para un chico joven con las hormonas alborotadas.

Lo cierto es que mi madre, en su razonamiento, pensaba que, aunque me prohibiese dormir con alguna chica, de igual forma tendría sexo con ella en algún otro lugar, quizás gastando dinero en un motel o haciéndolo en algún lugar abandonado, por lo que entendía que era más seguro si lo hacía en nuestra casa.

CAPITULO I: EL ACCIDENTE

Mi adolescencia fue bastante normal, me relacionaba bien con mis amigos, y como dije, tampoco tuve problemas para relacionarme con las mujeres y tener más de alguna novia.

Recuerdo que mis primeras pajas fueron mirando las típicas películas de softporn que daban en la televisión, en donde no se muestran escenas explicitas sino más bien situaciones bastante eróticas y sensuales.

Mis deseos sexuales nunca estuvieron dirigidos a mi madre, aunque alguna vez, debo admitirlo, me llamo la atención físicamente, después de todo soy hombre, y en más de una ocasión me quede mirando su culo mientras ella cocinaba algo en la cocina. Sin embargo, no era por el hecho de que fuera mi madre, yo sólo miraba un culo frente a mí, como el de cualquier otra mujer, nada más.

A medida que crecí, comencé a descubrir la sexualidad las mujeres (besos, toqueteos, arrimones, etc.) y cuando cumplí 18 años y entre a la universidad, perdí mi virginidad.

Así los años pasaron. Tuve 4 novias entre los 18 hasta que cumplí los 20 años, lo cual puede parecer poco, pero la cantidad de veces con las que teníamos sexo compensaba todo. Siempre he tenido una gran energía sexual, por lo que perfectamente podía follar 2 veces al día, todos los días.

Cuando cumplí los 20 años de edad, llevaba saliendo casi un año con una chica, Francisca. Todo iba bien, nos llevábamos excelente y el sexo era genial, mi madre la adoraba y mi padre, cuando estaba en casa, solía pedirme que la invitara a almorzar o a cenar. La verdad todo era perfecto, o al menos eso parecía.

Las peleas comenzaron entre Francisca y yo. Ella me reclamaba que lo único que a mí me interesaba era follar, que solo la utilizaba y me preocupaba de ella cuando quería meterle la polla, que no me molestaba en invitarla a salir a algún lado o en ser romántico (típico reclamo de las mujeres). Yo la verdad, lo reconozco, me gustaba follarla, como a cualquiera le gusta follar a su novia, y si es cierto que quería meterle la polla todos los días, pero siempre fui atento con ella, aunque quizás ella esperaba algo más.

Así pasamos varios días discutiendo, nos comenzamos a ver menos hasta que decidimos terminar la relación.

La ruptura me afectó un montón. A penas tenía ganas de salir de mi cuarto, estaba verdaderamente deprimido por haber perdido a quien yo pensaba era la mujer más especial que había encontrado.

Un día domingo, exactamente a 5 días de haber terminado con Francisca, lo recuerdo como si fuese ayer, me llama Seba, mi mejor amigo, a las 1 de la mañana:

-     Manu! ¿donde estas por la mierda? - me grita por el teléfono, en evidente estado de ebriedad.

- ¡Idiota!, estoy en mi casa tratando de dormir, ¿que mierda te pasa?

- ¡La puta madre Manu... estoy viendo a la Pancha con un fulano besándose y metiéndose mano, ven para acá hueón!, ¡estamos en Bellavista, apúrate!! - me dice cortándome.

Me quedé helado, no sabía si era cierto o era producto de los tragos y Seba se había confundido de chica.

Al rato me llega un mensaje al móvil, lo abro y era una imagen, una foto de Francisca, mi ex de hace solo 5 días, besándose con un tipo, quien le tocaba el trasero (más que tocarlo, se lo quería arrancar).

La sangre me hirvió, la rabia se apodero de mi – ¡¡puta de mierda!! - grite.

Mientras yo estaba devastado por nuestra ruptura, ella se encontraba a punto de ser penetrada por otro hombre. Seguramente llevaba tiempo engañándome, por eso decidió pelear y terminar conmigo sin ningún motivo real… pero no se lo dejaré tan fácil a esta putita - pensé.

Agarré la primera polera y pantalones que encontré y me vestí, iba a ir a romperle la cara al tipo y a dejar en evidencia a esa ramera, le iba a arruinar el polvo que pretendía tener.

Estaba ciego de ira, quería hacerla sufrir. Salí corriendo de mi habitación y bajé rápidamente las escaleras, demasiado rápido. Tropecé.

Con la desesperación y la rabia que llevaba, no había atado los cordones de mis zapatillas, lo cual provocó mi caída por las escaleras de mi casa. Al llegar al piso, estaba medio aturdido, veía todo borroso, y comencé a sentir un fuerte dolor en mi tobillo. Traté de sujetarlo con mi brazo, pero no pude, no pude moverlo y también comenzó a dolerme. El dolor cada vez se hacía más fuerte, insoportable, cuando mi vista se enfocó mire mi cuerpo y me doy cuenta: mi brazo estaba roto, al igual que mi tobillo.

No sé si fue la vista, la impresión, o todo junto, pero en ese momento recuerdo haber sentido el dolor más grande que haya experimentado hasta ese momento.

A la mierda Francisca, nuestra ruptura y mi corazón "roto", ahora si sentía un dolor verdadero.

Lancé un fuerte grito que se debe haber escuchado en 3 cuadras a la redonda - ¡¡¡¡¡ MAMÁ !!!!!!

En ese momento mi madre aparece y la veo bajando la escalera cubierta por una bata color morado - ¡¡ hijo!! dios mío, hijo mío! Manu!

Luego de eso, todo se hace confuso. Tengo destellos de recuerdos, imágenes entrecortadas. Recuerdo una ambulancia, paramédicos, un lugar oscuro, con luces que parpadean. Un sujeto viendo un papel negro con manchas blancas. El mismo sujeto manipulando mi brazo y mi pierna. Luego todo es negro, no recuerdo nada más.

Despierto en una cama, ya es de día, todo es blanco, una televisión en la pared frente a mí, sintonizada en un programa de cocina. Mi madre a mi lado sentada en una silla, me mira y dice con una sonrisa y una lagrima:

- Manu!! has despertado tesoro! - y me abraza dándome un beso en la mejilla.

-  Mamá, ¿dónde estamos? - pregunto, sintiendo un dolor fuerte (no tanto como el experimentado anteriormente) en mis extremidades.

-  Hijo, estamos en el hospital, anoche has caído por las escaleras. Te has fracturado el antebrazo y el tobillo. Te han tenido que enyesar.

Es cierto, me he caído, mi brazo y mi pie derechos están cubiertos por un yeso blanco. La puta que te pario - pienso.

No sabía que decir, sentía rabia, pena, me sentía humillado, era un conjunto de sensaciones que hicieron que de mis ojos comenzaran a salir lágrimas.

-  Manu, hijo, no te pongas así, todo va a estar bien, tus huesos sanaran y estarás como nuevo en poco tiempo - dice mi madre en ese tono que tienen ellas que tiene el poder de calmar cualquier pena.

-  lo sé mamá, gracias por estar acá.

-  No te preocupes, saldremos juntos de esto cariño.

- ¿y papá?

-  Lo he llamado, ha tomado el primer avión, llego hace un par de horas y ahora ha ido a comprarme algo para beber.

- Me disculparé por molestarlo.

-  no seas tonto Manu - me dice golpeándome con su dedo en mi frente - sabes que tu papá siempre vendrá corriendo por ti, igual que yo.

-  con tal que no corran por las escaleras - digo soltando una pequeña mueca de risa

- ajaja al menos el humor está volviendo. Debería escuchar tus propios consejos. Dime - me dice en todo un poco más serio - ¿que ha pasado? ¿porque corrías anoche?

Mi mueca de risa desaparece - nada - respondo, apartando la mirada.

- Como que nada Manu. ¿A donde ibas con tanta prisa a las 1 de la mañana?

  • ¡ A ninguna parte por la puta, a ninguna parte!
  • digo enfadado, y arrepintiéndome enseguida.

¡¡ZAS!! El dolor de mi pies y brazo se esfuma, y paso a sentir un dolor en mi cara, que me arde. Vaya cachetazo que me ha dado.

-  Mira, a mí no me hables así, que no soy tu amiguita ni una conocida, soy tu madre, y si pretendes salir de mi casa a las 1 de la mañana con tanta prisa debes tener algún motivo, y más te vale que me lo expliques, porque si no, no voy a ser tan agradable.

Mi madre, tan protectora y maternal; había olvidado que era la dueña del hogar y si no se le respetaba, las consecuencias eran terribles.

- perdón - le digo, nuevamente humillado por otra mujer en menos de 24 horas, que puto día.

- así me gusta, ahora dime ¿a dónde ibas?

-  A encontrarme con Seba, en Bellavista.

-  ¿Porque? ¿tantas ganas tenías de irte de fiesta? - me dice agrandando sus ojos y mirándome fijamente. Se veía venir otro cachetazo.

-  No! - digo antes de sentir su mano en mi cara - yo...es que ...

-  Habla!

- Me ha mandado una foto de Francisca... besándose con un sujeto...mientras le agarraba el trasero - digo, nuevamente apartando la mirada de vergüenza.

Hay un silencio en la habitación, que dura 1 minuto aproximadamente.

- jajaja - mi madre comienza a reír.

La miro incrédulo. Pero que mierda le pasa a esta mujer, que se ríe de las desgracias amorosas de su propio hijo, de su vergüenza y de sus sentimientos.

-  hay hijo - me dice mirándome con unos ojos llenos de ternura y amor - ¿te pusiste celoso?

-  claro!, con Francisca solo terminamos hace 5 días, tú has visto como he estado yo de triste. No es justo que yo este así y ella buscando polla para chupar.

PA!, me golpea con el reverso de su mano en la frente. ¿que le pasa a esta señora? golpeando a su hijo fracturado en el hospital.

-  Cuida el lenguaje Manu, ya te dije, no soy tu amiga.

-  Ya, perdón, pero deja de pegarme, que ya tengo suficientes dolores - le digo, sonriendo.

-  Mira hijo, está bien que te coloques celoso, no te puedo decir que no es lo que cualquiera sentiría. Pero debes darte cuenta de que ustedes han terminado y cada uno lidia con su dolor de manera distinta. Si ella quiso meterse con otro hombre es porque sencillamente no era la indicada para ti y fin. Hay muchas mujeres para que te rompas los huesos por una sola.

Tenía razón. Pero la rabia fue más fuerte en ese momento. Sin embargo, mi madre tenía razón y quizás faltaba que alguien me lo dijera.

Ya he terminado con otras novias y mi mundo no se ha acabado, lo mismo debía haber pensado al terminar con Francisca.

-  A ver si los jóvenes son idiotas. Espero que esto se sirva de lección, para "caminar" con más cuidado por el camino de la vida - me dice mi querida madre, acariciando suavemente mi cabello y mirándome como si fuese un niño.

-  Gracias mamá. Por favor, no se lo cuentes a papá.

-  Ni loca! Será lo primero que le cuente cuando vuelva. Será una buena anécdota para contar en la mesa jajaja - dice bromeado mientras yo la miro. ¿Hasta qué punto quiere hacerme sufrir la vida?

En ese preciso momento llega mi padre con una botella de bebida y una de agua. Mirándome me dice:

- He hijo!!, ¿como estás campeón? - dice mi padre como si estuviese todo normal, vestido de traje, con la corbata desordenada y unas ojeras evidentes. Seguro pasó toda la noche despierto preocupado de su hijo idiota que se ha caído porque tuvo celos por su ex.

-  bien papá, muchas gracias, perdón por hacerte viajar por esto - le digo bajando mi mirada.

-  no pasa nada!, solo me importa que estés bien y que no te pase nada, el resto pasa a segundo plano

En ese momento mira y le sonríe a mi madre, colocando su mano en su hombro, como queriéndole decir "gracias a dios".

Le pasa el agua a mi madre, quien al recibirla le dice:

-  Cariño, ¿adivina porque se ha caído Manu? - riendo a carcajadas y mirándome con los ojos llorosos.

Váyanse a la mierda viejos, los amo.

CAPITULO II: EL COMIENZO

Luego de estar un par de días hospitalizado, me dieron de alta. El doctor tratante me explicó con lujo de detalles las fracturas que había sufrido, utilizando un montón de palabras extrañas y que a modo de simplificarlo se traducía en que debía estar de 1 mes y medio a 2 meses enyesado y debía ocupar unos analgésicos para el dolor que me recetó, cada 8 horas por 2 semanas. Me advirtió que debía guardar reposo total y tratar de moverme lo justo y necesario, y me señaló que los analgésicos eran bastante fuertes, por lo que posiblemente iban a tener un efecto de sedante en mí.

En otras palabras, tendría que estar 2 meses encerrado y dopado en mi cuarto, sin novia y para empeorar todo, siendo diestro, tenía el brazo derecho enyesado.

Siempre he sido muy caliente, desde que perdí la virginidad me volví en un adicto al sexo, por lo cual no sabría si podría estar 2 meses sin tener sexo y mucho menos sabía si podría hacerme alguna paja utilizando mi mano izquierda. Sin embargo, en ese momento no seguí dándole vueltas al asunto.

Llegado a mi casa, me instalé con ayuda de mis padres en mi habitación, la cual sería mi única morada por los próximos meses. No estaba nada contento y el malhumor era evidente en mí.

Los días transcurrieron, y la verdad, yo no me daba cuenta de nada, las pastillas que tomaba me hacían dormir casi todo el día, y cuando no dormía me sentía drogado, como si todo pasase en cámara lenta, hasta que volvía a dormirme. Era una sensación agotadora, por mucho que durmiera, pero era mejor que soportar el dolor.

Pasaron las 2 semanas y el tratamiento terminó, fui a un control con el doctor quien me indicó que todo iba según lo planeado, y me recetó unas pastillas menos fuertes, antiinflamatorias, y me señalo que sólo si sentía dolor las tomase. Además, me dijo que si ya me sentía capaz, podría circular por la casa o salir a pasear, pero siempre con cuidado y tratando de no hace movimientos innecesarios.

Después de esto, la verdad, todo se sentía mejor, ya no sentía casi nada de dolor en mi brazo y pie y podía caminar, al menos por la casa de momento.

La verdad es que yo no quería moverme más de lo necesario, solo quería recuperarme lo más pronto posible, por lo que decidí pasar la mayor parte de mi tiempo acostado en mi cama o en el sillón de nuestra sala.

Recibí la visita ilustre de Seba, a quien mi madre regañó en cuanto lo vio como si fuese un pequeño que hizo una travesura de mal gusto. La verdad, la situación fue bastante graciosa, y termínanos riéndonos los tres.

Todo iba mejorando, pero había un problema. Mis huevos dolían y estaban más azules que un puto pitufo. Llevaba más de 2 semanas sin correrme, lo cual no puede ser natural ni saludable, al menos para mí. Necesitaba follarme un culito, pero en el estado en que me encontraba lo veía difícil. Pensé en llamar a Francisca y pedirle una mamada a modo de “remember” por nuestra relación terminada, pero concluí que no sería lo mejor (si mi madre la viera en la casa, la hubiera matado, y luego a mí, por idiota).

Tampoco me había duchado como dios manda, ya que por los analgésicos era mejor lavar cada parte de mi cuerpo por separado. Pero ahora me encontraba en condiciones de entrar a la ducha, bañarme correctamente, y tal vez, poder pajearme con mi mano izquierda y poder liberarme.

Una mierda. Ingresé a la ducha, con extrema dificultad, envolviendo mis yesos en plástico para evitar que se mojaran. Todo se me hacia el doble de difícil, no podía estar parado pues no tenía el equilibrio, además corría el riesgo de caer. Decidí tratar de acostarme en la tina, pero era demasiado grande para un espacio tan pequeño y necesitaba tener mi pie estirado. Me quedé parado, mientras el agua caía sobre mí, me apoye en la pared, tratando de estar firme, con mi mano izquierda tome mi polla y comencé a meneármela lentamente hasta que se paró completamente, pero el movimiento de mi mano era demasiado torpe y descoordinado. Era imposible, mire al techo mientras las gotas caían en mi cara.  Me di por vencido y acepté mi realidad, era un inútil hasta para pajearme, ni siquiera podía bañarme con tranquilidad.

Me dispuse a salir de la ducha con mucho cuidado, sacando primero mi sano y luego el enyesado, pero el plástico que lo cubría estaba mojado y resbaloso, por lo que en el momento en que tocó el suelo hizo que se deslizara provocándome mi caída.

Mi madre sintió el golpe y rápidamente fue al baño, abrió la puerta y me encontró tirado en el piso. Por suerte, la caída no fue fuerte ni grave ya que alcancé a girar mi cuerpo para caer sobre mi brazo saludable y mi hombro izquierdo, generándome nada más que unos hematomas. Sin embargo, el enfado de mi madre era evidente:

- Manu, por la mierda, tienes que tener cuidado, que es eso de entrar a ducharse así de la nada.

- Lo siento mamá, pero necesitaba ducharme y creí que podría solo.

Mi madre mi miró con cara de pena, sabía que había pasado por mucho y que mi mala suerte parecía no terminar.

- Lo entiendo hijo, pero tienes que tener cuidado, imagina si te caes de la ducha y golpeas tu cabeza o te rompes el cuello.

- Lo sé. Tendré que esperar hasta que me saquen estos … yesos. Tendré que conformarme con limpiarme con paños húmedos como un idiota y soportar mi …olor... – dije, evitando maldecir.

Lo que más me decepcionaba era que acababa de comprobar que no podía pajearme con la mano izquierda, tendría que aguantar como mínimo 1 mes y medio para poder descargarme.

Mi madre mi miro a los ojos, mientras me cubría con una toalla, ayudándome a pararme y me dijo:

- Lo que haremos es que yo te ayudaré a ducharte, desde mañana, al menos para que puedas mantener tu equilibrio .

La quedé mirando. ¿qué? ¿me ayudaría a bañarme?, yo no tenía urgencia en bañarme, lo cierto es que solo quería hacerme una paja, pero, como decirle a mi madre que casi me mato porque quería masturbarme.

- Así será … desde mañana yo te ayudaré. Si te sientes incomodo puedes colocarte un traje de baño para que yo no te vea desnudo o podemos cerrar la cortina de forma que solo mi mano te ayude a sujetarte. Algo idearemos.

Mierda, no podía negarme después de tanto escándalo porque yo sólo quería una ducha.

- Esta… está bien mamá …eeeh, muchas gracias ... jeje – dije, para nada convencido, pero tendría que aceptarlo.

Al día siguiente la verdad no estaba muy convencido, pero de todas formas decidí no darle más vueltas al asunto, después de todo igual necesitaba una buena ducha y era mi madre la que me ayudaría, no una extraña.

El día transcurrió con normalidad, la casa se sentía tranquila, solo se sentía a mi madre ordenando un poco y el ruido del televisor, mi padre, como siempre, se encontraba trabajando y no regresaría en una semana.

Llegaron las 8 de la noche y mi madre entra a mi cuarto, vestida con una polera blanca algo vieja y unos pantaloncillos cortos color purpura, y me dice:

- Bueno, a bañarte… vamos.

Me tomó un poco de sorpresa su seguridad, pero bueno, era lo que habíamos acordado. Me levanté de la cama con tranquilidad:

- Ehh… ¿me disculpas un poco? Me pondré un traje de baño.

-

- Ya! Te espero en el baño, prenderé la ducha mientras tanto . – dijo saliendo de la habitación y cerrando la puerta.

Me puse el traje de baño, envolví los yesos en un plástico y agarré mi toalla. Me fui al baño, en donde mi madre ya se encontraba preparada: pelo tomado, seguridad en los ojos, expresión calmada y el agua de la ducha ya corriendo a buena temperatura.

Ingresé a la ducha con ayuda de mi madre y con cuidado de no resbalar y comenzamos con el asunto. En realidad, era bastante agradable sentir el agua tibia en mi cuerpo y teniendo la seguridad que no me caería. Mi madre sujetaba mi cintura, ayudando a mantener mi equilibrio.

Todo iba normal, comencé a enjabonarme, con cierta dificultad pues con una sola mano no podía llega a todos lados:

- Manu, hagamos algo. Tú encárgate de la parte delantera y superior de tu cuerpo, yo te enjabonaré la espalda y las piernas. Obviamente de tu “amiguito” te encargaras tú jaja – dijo mamá viendo la dificultad en que me encontraba.

Acepté con un movimiento de cabeza y así continuamos. Era mucho más fácil, sentía como mi cuerpo se iba limpiando y comencé a relajarme. Las manos de mi madre eran mágicas, sentirlas en mi espalda era como si me estuvieran haciendo un masaje profesional, el cariño y la dedicación de su tacto se apreciaba en cada pasada que daba a lo largo de mi piel.

Luego de terminar con mi espalda, comenzó a ayudarme con mis piernas. La sensación de sentir las manos de una mujer (aunque fuese mi madre) era sensacional, ya casi la había olvidado. Esa manos suaves, delicadas, pequeñas.

Entre caricias y mi relajación, mi cuerpo comenzó a reaccionar y bajo mi traje de baño comenzó a crecer mi polla. Mierda, ¿porqué a mi?

Traté de pensar en cosas desagradables, traté de morderme la lengua, traté de girarme para disimular, pero las manos de mamá acariciando mi muslo y mi pantorrilla era demasiado:

- Estate quieto Manu – me dice, justo antes de ver la erección que tenía y que estaba justo a la altura de su cara.

Sus ojos miraron fijamente mi pene cubierto por la tela de mis shorts, para luego dirigir su mirada a mi cara, la cual estaba roja de vergüenza. Sin embargo, no tenía una expresión de enfado, ni tampoco de excitación. Sonrió levente y me miro con amor:

- No pasa nada Manu, no te preocupes jaja

- Perdona mamá ..es que ya son muchos días sin… - no termine la oración cuando mi madre me da un nalgazo fuerte.

- Cállate!! No quiero tanta información ajajaaj

- Ajaja si si…pero eso … perdona mamá.

La forma en que tomó la situación mi madre me dejo bastante tranquilo, mi erección comenzó a bajar y el baño termino normalmente. Salí de la ducha, mi madre me ayudó a secarme y fue todo.

Al día siguiente, a la misma hora seguimos la misma rutina, la que se repitió por 2 día más.

Todo era normal, siempre tenía una erección, pero mi madre no le daba importancia, por lo que yo tampoco y ya ni me interesaba en tratar de disimular, pues al cabo de unos minutos esta desaparecía sola.

Al quinto día todo cambio, comenzó una nueva vida y nada volvería a ser igual.

CAPITULO III: LA DESCARGA

Luego de algunos días duchándome con ayuda de mi madre y en donde había experimentado varias erecciones, mis huevos dolían más que nunca, era increíble pero la excitación que sentía y las ganas de correrme eran tremendas. Pero, ¿qué podía hacer? Mi mano izquierda era tan inútil que no podía confiar en ella.

Era hora del baño, y pensé en una solución. Si iba sin traje de baño, tapado por la cortina de la ducha, mi madre solo me ayudaría a equilibrarme sujetándome, sin verme. Podría utilizar eso para mantenerme en pie en forma segura y quizás mi mano izquierda si funcione. Era tanta mi desesperación y calentura que no me importaba hacerme una paja con mi madre ahí. Decidí intentarlo.

Cuando mi madre apareció en mi cuarto para indicarme que me esperaría en el baño para la ducha le dije:

- Mamá, hoy iré sin traje de baño, la verdad ya me está incomodando y me es más fácil lavarme “ahí” sin la tela que me estorba.

- Ah, esta bien, entonces ¿como lo hacemos?

- Pues pensaba en que me sujetaras a través de la cortina. No es necesario que hoy me enjabone todo el cuerpo, al menos hoy solo quiero lavar bien mis… mis partes – dije con convencimiento

- Mmm.. bueno ..si te parece bien – dijo mi madre, no muy convencida y mirándome como si sospechara algo.

Así lo hicimos y llega al baño cubierto por una toalla (mis yesos cubiertos por sus respectivos plásticos) y entre a la ducha. Entregue la toalla a mamá y la ducha comenzó. La cortina era lo suficientemente densa para evitar que se viera a través de ella, además el vapor también ayudaba. Era posible, podría pajearme.

Solo se asomaba a través de la cortina la mano y el brazo de mi madre sujetando mi cintura. Era suficiente para que mi equilibrio fuera lo suficientemente bueno. Comencé a enjabonar mi polla y ésta reaccionó inmediatamente.

Empecé con el sube y baja, despacio, procurando no hacer ruido que pudiera delatarme. Los movimientos de mi mano eran torpes.

Llevaba ya algunos minutos y no podía terminar. La preocupación de tener a mi madre ahí, y la torpeza de mi mano impedían que pudiera descargar mi semen. Estaba tan cerca pero a la vez tan lejos.

- ¿Estas bien Manu? ¿Puedes enjabonarte bien?

- Ehh si mamá, si – dije en tono decepcionado. Era una mierda la situación.

Me rendí y apagué la ducha. Mis cojones estaban hinchados, enormes, sentía un pinchazo y no podía pajearme.

Mi madre me entrego la toalla, la puse alrededor de mi cintura y con su ayuda, comencé a salir de la ducha con una expresión de tristeza evidente.

- ¿qué pasa hijo? Has estado muy callado.

- Nada mamá, es solo que… ya estoy cansado de esto, no puedo ni… “bañarme” solo

- Pero Manu, ya queda cada vez menos, tienes que tener paciencia, además, por mientras esta tú madre para ayudarte.

- Lo sé, pero tú no puedes ayudarme en todo, hay cosas que necesito hacer yo.

- ¿Como que no? Hasta ahora te has duchado todos los días y de buena manera gracias a mí – me dice orgullosa de sí misma.

- ya, pero algunas veces la ducha … un hombre necesita estar sólo. . – dije sin saber como explicar que necesitaba hacerme una paja y descargar mis putos huevos.

- Pero si no puedes ducharte te ayudo, no tengo problemas – No se sí me estaba vacilando o en verdad no entendía a lo que me refería.

- Mamá …yo ….aaaaah!!! olvídalo – estaba irritado

- Pero como Manu.. ¿qué te pasa?

- Que necesito masturbarme mamá, eso, que me duelen los huevos y no puedo desahogarme – dije sin pensar mucho en las palabras que salían de mi boca. En cuanto oí lo que acababa de decir me preparé mentalmente para un par de golpes de esos típicos de mamá.

Se hizo un silencio estremecedor. Mi madre puso una expresión seria y sus ojos se clavaron en los míos. Mierda, ahí viene el primer golpe, pensé.

- Ehh…no sé qué decir, supongo que es verdad

- Yo… perdona, olvida lo que dije

- ¿Hace cuanto que … que no lo haces? – interrumpió

- Desde el accidente mamá.

- ¿y te duele mucho?

- Un poco, es más bien incomodo, sobre todo cuando…cuando tengo una erección.

Mi madre llevo su mano a su boca

- Ósea que todos estos días que te duchabas te dolía bastante – dijo recordando las erecciones de las que fue testigo los días anteriores.

- Un poco si. Hoy quise intentar … liberarme… pero no hubo caso. Podemos dejar de...

- Te ayudaré – me interrumpió.

Quedé con la boca abierta. ¿escuché bien? Mi madre estaba ofreciéndome su ayuda, ¿estaba ofreciéndome pajearme?

- ¿Ah?

- Te ayudaré Manu. No creo que sea nada del otro mundo. Tú me miras como lo que soy, tu madre, y yo a ti como mi hijo. Solo será para que puedes descargarte un poco . – dijo como si lo que dijese fuera lo más normal del mundo.

- No estoy muy seguro … ósea, tengo ganas y todo, pero… que me “ayudes” …¿tú?

- ¿tengo algún problema? ¿acaso te doy asco? – dijo llevándose las manos a la cintura.

- Nooo…pero eres mi mamá, yo, no sé si pueda

- Manu…todos estos días has puesto tu erección frente a mi cara. No creo que tengas problemas y con lo acumulado que estas, esto no durará mas de 2 minutos – dice sonriendo y con total seguridad.

Parecía razonable, parecía lógico lo que decía. Estaba confundido, pero es verdad. Solo cerraría los ojos y pensaría que era alguien más.

- Está bien … gracias mamá –dije quedándome inmóvil

- Ya – silencio - … ¿te sacaras la toalla?

- Oh…perdona… estoy nervioso – dije sacar mi toalla de mi cintura y dejándola sobre la tina de la ducha.

Mi pene no reaccionó, mi nerviosismo y la situación bloqueaban cualquier sensación erótica en mi cuerpo.

- Date vuelta – dice mi madre con todo calmado pero firme

Me giro en dirección a la ducha, dándole la espalda a la mujer que me dio la vida.

Ella se coloca detrás mío presionando su cuerpo a mi espalda. Siento sus pechos contra mi cuerpo. Su brazo izquierdo rodea mi cintura abrazándome, mientras que su mano derecha va en busca de mi polla.

Al sentir el contacto de su mano con mi pene un escalofrío recorrió mi cuerpo, en verdad mi madre me haría una paja, todo era muy surrealista.

Su mano comenzó a menear mi miembro flácido, el cual reacción inmediatamente a los movimientos y comenzó a crecer, alcanzando su expresión máxima en pocos segundos.

Mi madre con una mano acariciaba mi estómago mientras que con la otra comenzaba el clásico movimiento masturbatorio. Sus movimientos eran suaves y lentos, sabía lo que hacia. Llevaba 1 minuto en su “tarea” cuando yo ya sentía el orgasmo próximo, mis testículos comenzaban a ponerse duros y la punta de mi polla a hincharse. Todo mi cuerpo temblaba y mi respiración se agitaba.

- Parece que ya queda poco – dijo mi madre pasando su cabeza con una sonrisa en su rostro junto a mi brazo derecho y mirando directamente mi pene.

Comenzó a realizar movimientos más fuertes. Subía a través del largo de mi miembro, deteniéndose en mi glande, en donde realizaba movimientos circulares y volvía a bajar hasta la base de mi poronga. Repitió esta acción unas 5 veces y llegó lo que tanto había esperado.

Mis músculos se tensaron, tuve que sujetarme de la pared con mi mano izquierda para mantenerme en pie:

- MAMÁ!!! ME CORRO POR LA PUTA! AHHH – grité en el momento en que el primer chorro de leche salió disparado, cruzando la ducha y estrellándose en la pared, seguido de 2 potentes disparos más que siguieron una trayectoria similar.

El resto de mi semen salió con menos potencia y se estrelló a pocos centímetros de mis pies, y las últimas gotas se alojaron en los dedos y en la palma de la mano de mi querida madre.

Fue la mejor paja de mi vida, sentí como la presión se liberaba de mis huevos, la sensación fue tan fuerte que mis rodillas temblaban. La mano de mi madre continuaba en mi polla, exprimiendo las últimas gotas de mi leche, ordeñándome.

- Wow, en verdad estabas acumulado ajajaja – dijo mamá retirándose lentamente de mí, soltando mi pene y cuidado el movimiento de su mano impregnada de mis fluidos – voy a perdonar tu vocabulario, solo por esta vez, ya que es una situación especial.

Diablos, me había pajeado y en verdad seguía actuando normal, tratando de hacer el momento lo más tranquilo posible para mí (y para ella misma).

- Gracias mamá… no sabes lo mucho que te lo agradezco, ha estado genial.

- No pasa nada Manu … ahora tápate mientras yo limpio tu desastre y ve a vestirte, que te puedes resfriar. Con esto deberías estar bien por unos cuantos días. Si vuelves a tener dolor o algo, me dices.

Desde ese momento, todo cambio, esa descarga fue el inicio de una nueva relación entre mi madre y yo.

Los próximos dos días fueron normales, volví a ducharme en traje de baño y no tuve erecciones, al menos no frente a mi madre, la cual también actuó en forma normal, sin hacer referencia a su particular “ayuda.”.

La verdad yo tampoco le di más vueltas al asunto, y como he dicho, nunca había mirado a mi madre con deseo sexual.

Mi padre llegó a la casa de su viaje de negocios y estuvo con nosotros durante algunos días. El correr de los días había provocado nuevamente el deseo de descargar mi energía sexual, lo que hizo que pensara inmediatamente en mi la ayuda ofrecida por mi madre y lo “agradable” que resultó la última vez, sin embargo, con mi padre en casa no tenía el valor de solicitarle una paja a mamá, por lo que me aguanté.

Como nunca, mi padre llevaba ya 1 semana en casa, algo inusual desde que yo tengo memoria, pero que se dio en esta ocasión.

Así, un día durante la ducha (que se realizaba con la puerta abierta por la presencia de mi padre) le dije a mi madre que necesitaba masturbarme. Ella me miro con una expresión de duda en su cara y me dijo:

- Pero … con tu papá acá no creo que se pueda Manu. No creo que el entienda o apruebe el que yo te “ayude”

Nos quedamos en silencio los dos un momento.

- Mira…tu papá irá a comprar mas tarde a casa de unos amigos. Cuando él se vaya iré a ayudarte a tu habitación, ¿te parece?

- Ya! Gracias mamá – estaba tan contento que parecía un niño.

Las horas pasaron y a las 10.30 de la noche mi padre salió de casa. Al sentir la puerta cerrarse y encenderse el auto mi polla comenzó a crecer, sabía que había llegado la hora del desahogo.

A los minutos entró mi madre, con una pequeña toalla de mano:

- Listo, terminemos rápido que quiero ir a acostarme .

Sin más dialogo, se sentó en mi cama mientras yo me acomodaba a su lado, y con su ayuda liberé mi poronga de mis pantalones.

Mi madre la tomo con suavidad, y comenzó con la acción. La situación era distinta, veía directamente la cara de mi madre, mirando y pajeandome el pene, sus labios, su cabello, sus ojos, comenzó a parecerme bastante sensual.

Al cabo de unos minutos la paja comenzó a sentirse incomoda, había mucho roce entre la mano de mi madre y mi miembro. La primera vez mi cuerpo estaba mojado por el agua de la ducha y mi pene soltaba gran cantidad de líquido pre seminal por lo que no hubo este problema.

- Mamá… me molesta, esta demasiado seca .. voy a buscar crema o un poco de agua

- No te preocupes Manu – dijo en el momento en que soltaba mi polla. Llevo su mano cerca de boca y escupió un poco de saliva. No lo podía creer. Ver aquello me impactó, pero me hizo darme cuenta que mi madre era un mejor con gran conocimiento sexual, ya lo había demostrado con su manejo manual anteriormente, y lo había vuelto a hacer. ¿qué más sabría hacer?

Volvió a llevar su mano a mi pene y continuó con la paja, esta vez sintiéndose mucho mejor por la lubricación. Sentir la mano y la saliva de mi madre en mi polla era increíble, comencé a sentir un morbo especial por la situación. Ya empezaba a verla con otros ojos. Quería ver que era capaz de hacer.

- Mm.. eso mamá… estoy a punto, pero está seco todavía, me hace daño – mentí.

Mi madre se dispuso a retirar su mano de mi miembro, presumo que para realizar la misma acción anterior, pero con mi mano izquierda la detuve.

- No pares mami, porfa … me duele, pero estoy a punto – volví a mentir.

Mi madre me miro dudosa, confundida. Si aceleraba los movimientos quizás me haría más daño, asique con una velocidad de una maestra, detuvo la paja sujetando la base de mi mástil, abrió un poco la mano y con una puntería digna de una profesional soltó un escupe que cayó justo en mi glande, deslizándose la saliva por el tronco venoso de mi pene. Volvió a reanudar la masturbación.

Aquello fue suficiente para mi.

- ME VOY!!!!

Mamá cubrió mi pene con la tolla y evito que dejase un desastre.

Quedé agotado, pero más que nada, sorprendido. Nunca pensé que mi madre sería capaz de hacer esas cosas y con tanta naturalidad. Se notaba su experiencia.

Quería más.

CAPITULO IV: LA PELICULA

Los días siguieron pasando, mi padre volvió a irse de viaje y con mi madre seguimos en nuestro particular trato, el cual se hizo más habitual. Ahora le pedía ayuda casi todos los días, alguno se negaba, regañándome el hecho de que le pedida muy seguida asistencia y que esperara al día siguiente.

Dudo si en algún momento ella se habrá excitado o algo al tocarme, también dudo si mi padre en los días que estuvo en la casa la satisfacía sexualmente. Pero al parecer, no le incomodaba pajearme casi a diario.

El día en que debían retirarme los yesos había llegado, volvería a mi vida normal, ya no necesitaría la ayuda de mi madre para correrme, podría ir a cogerme a alguna chica, pero no estaba seguro si eso era lo que quería.

Sentía un vacío, extrañaba que mi madre me tocara, extrañaba sentir su tacto, sus movimientos.

La verdad, dejando de lado las pajas, también me había encariñado mucho con ella. Su preocupación, su paciencia, su buena disposición me hicieron quererla y amarla mucho más y debido al tiempo que pasamos juntos, nuestra relación era más cariñosa y teníamos mucha más confianza (es lo mínimo después de recibir mi semen en sus manos).

A los pocos días decidí jugarme todo. No tenía nada que perder y tenía la suficiente confianza para hablar de lo que sea con mamá.

Estando los dos en el sofá viendo una película le digo:

- Mamá, ¿te puedo pedir algo?

- Obvio Manu – me responde sin quitar su mirada de la televisión.

- ¿Me puedes “ayudar”?

- ¿Ayudar con qué?

- “Ayudar” mamá…”AYUDAR”

- ¿qué? … pero Manu si ya lo puedes hacer solo – dijo retirando su mirada de la película y mirándome extrañada.

- Si, es que, el brazo me duele un poco todavía, además, no sé… me gusta como lo haces

Mi madre me miro como queriendo regañarme, pero con un poco de resignación también.

- Ahhh – suspiró – bueno, esta bien

En ese momento baje mis pantalones y saque de su prisión mi tronco de carne.

- ¡¡¿AHORA?!! – exclamó sorprendida

- sii, es que tengo muchas ganas

- ayyy ….está bien, pero ponte de pie porque estoy viendo la película.

De este modo me coloque junto a ella en su lado derecho, con mi polla apuntando en su dirección. Agarró mi miembro y comenzó la deliciosa paja sin despegar sus ojos de la televisión. La vista era espectacular; mi madre sentada pajeandome mientras ve la película.

Era increíble, no necesitaba su ayuda, pero ella de todos modos había aceptado en masturbarme.

Ya llevábamos un buen raro así, como ya me había descargado correctamente todos los días me demoraba mucho en terminar

- ¿ya te queda poco? – dice mi madre mirándome con una leve sonrisa y una mirada coqueta.

- Si, solo un poco más.

Quería durar lo mas posible. En cierto momento comencé a acercarme despacio a mi madre, reduciendo la distancia entre mi pene y su cara, no se si lo hice por instinto o por querer sentir mi polla cerca de sus labios.

Ella me miro extrañada al darse cuenta de esta actitud mía, pero no dijo nada y volvió a dirigir su vista a la película.

Aquello fue como si no le importase, asique continúe acercándome hasta que la punta de miembro quedó a escasos centímetros de ella. Podía sentir su respiración y el aire en mi glande, era sensacional. Decidí dar un nuevo paso:

- Mamá … me incomoda, esta muy seca.

Al girar su cabeza para responderme se encontró de frente con mi polla, que rozo su nariz. Algo sorprendida la miro, pero sin decir nada, le escupió y siguió masturbándome, esta vez ya mirando el pene de su hijo entre sus manos. Se quedó hipnotizada.

Continuo con la paja mientras yo apoyaba mi mano derecha en su hombro, acariciándolo. Comenzó a acelerar sus movimientos, se mordía el labio inferior, en una actitud extremadamente sensual. Levanto su mirada y me miro directamente mientras continuaba los movimientos de sube y baja.

Deslice mi mano sobre su hombro, pasándolo por su espalda y llevándolo hasta su nuca.

Suavemente ejercí presión en su cabeza, tratando se acercarla a mi poronga.

Ella se resistía, aunque no totalmente, moví mi pelvis hacia delante y mi verga se encontró con la boca de mi madre, quien no dejaba de mirarme a los ojos mientras su mano continuaba con aquella tremenda paja.

- Chúpamela un poquito… por favor

Al decir esto, mi madre abrió su boca y realizo una rápida chupada, engullendo mi glande, rodeándolo con su lengua.

Fue un movimiento rápido, una chupada y saco mi miembro de su boca, pero fue suficiente. Mi leche comenzó a brotar y se encontró con los labios, la nariz, la frente y el pelo de mi progenitora, quien cerró los ojos y recibió mis disparos como una campeona, sin dejar de masturbarme.

Ahí estaba, la cara de mi madre, cubierta de mis mocos, me la había chupado, aunque haya sido un momento. Nuestra relación había vuelto a cambiar.

Vaya cambio.

(continuara)


Agradecería los comentarios y críticas constructivas.

Saludos.