Mi abuelo deja que un perro me folle

- No vas a ir a ningún lado hasta que no hayas complacido a este perro como la perra que tú eres. -dijo mi abuelo - Abuelo, no, por favor… -supliqué.

Me llamo Jimena y vivo con mi abuelo desde que nací, en una casa alejada de cualquier civilización, con la única visita del cura los domingos. (Continuación de mis dos relatos anteriores, en el perfil )

El relato que os traigo hoy es sobre la primera experiencia sexual -obligada- que tuve con un animal.

Mi abuelo había salido por la mañana temprano, dejándome sola en el campo, donde me mantuve ocupada haciendo las tareas: cuidar de los animales, limpiar y cocinar, lo que debía hacer según lo que él me había enseñado.

Cuando se acercaba la hora de comer, vi cómo mi abuelo se acercaba a lo lejos, venía andando, con bolsas en una mano, y una correa con un perro enorme en la otra.

Al llegar a casa le pregunté por el perro:

  • Este es el perro que va a follarte
  • No no no no no no no abuelo, no por favor

Mi abuelo me había follado por primera vez el culo días atrás, y el cura del pueblo había usado mi boca para correrse en ella también no hacía mucho, obligada por mi abuelo, ¿y ahora esto? ¿Que me follase un perro?

Retrocedí con miedo, mientras mi abuelo me miraba sonriente, con el perro a su lado, un perro que babeaba y seguro pesaba más que yo.

Mi abuelo cerro la puerta principal del campo, la única salida a la calle, puesto que todas las ventanas tenían barrotes, y se guardó la llave mirándome.

  • No vas a ir a ningún lado hasta que no hayas complacido a este perro como la perra que tú eres.
  • Abuelo, por favor… -supliqué.

Él seguía sonriendo mientras yo me pegaba más a la pared más alejada de él en el salón, un tanto desesperada, sabiendo que no tenía escapatoria.

  • Mira Jimena, mientras más hagas esperar al perro, más duro va a ser para ti, ¿lo entiendes? -me dijo complaciente, como intentando convencerme.
  • No abuelo no… - respondía mientras me agachaba cada vez más en el suelo, haciéndome una bola.

Mientras estaba en el suelo, rodeando mi cuerpo desnudo -pues siempre iba desnuda por el campo, por órdenes de mi abuelo-  con los dos brazos, oí cómo mi abuelo se acercaba a mí y, poniéndose delante de mí, agachado en el suelo, me empezó a acariciar el pelo. Yo no podía levantar la cabeza, pues también las lágrimas resbalaban por toda mi cara.

  • Jimema… Jime cariño, si no pasa nada

Yo negué con la cabeza mientras respiraba con dificultad por culpa de las lágrimas, que se amontonaban en mi ojos y mi cara.

Mi abuelo me cogió la cabeza con las manos y me levantó la barbilla para que mis ojos y los suyos estuviesen a la misma altura.

  • Mírame cielo, sabes que tienes que hacer lo que digo y lo que quiero, y lo que quiero ahora es que ese perro que he traído te folle hasta que se canse -me dijo de una manera muy dulce
  • Per… pero ¿me va a doler?
  • Eso no importa ahora — respondió mientras intentaba separar mis brazos de mi cuerpo, para levantarme.

Yo intenté soltarme de sus brazos y esconder la cabeza de nuevo entre mis piernas.

A mi abuelo se le acabó la paciencia y cogiéndome los brazos con fuerza, me levantó de un tirón del suelo, y me empezó a arrastrar hacia una pared que tenía unos amarres para sujetarme en ellos.

Yo empecé a patalear y gritar, suplicando que me soltase.

  • Abuelo no nono no no NO POR FAVOR! - las palabras salían de mi boca con mucha rapidez, por lo que apenas se me entendía

Mi abuelo me empezó a atar las manos a los amarres de la pared, quedando yo así totalmente expuesta y desnuda ante él, con los brazos en alto. Igualmente me ató los tobillos, pese a mi resistencia. Pero él era mucho mayor y más pesado que yo, en el fondo sabía que no tenía escapatoria.

Cuando me tuvo inmóvil y de pie contra la pared, me miró a la cara y me puso un pañuelo dentro de la boca, pegado con cinta adhesiva.

  • Jimena, a veces me decepcionas tanto - dijo él mirándome casi con asco. - Sabes que tienes que obedecerme, que no busco el mal para ti, que intento que seas feliz. Y te pido que te dejes follar, que es lo que deberías hacer complacida, y sólo encuentro por tu parte pataletas de niña pequeña.

Yo le miraba, con lágrimas en los ojos, no me podía creer lo que estaba escuchando. Bajé la mirada y cerré los ojos.

Mi abuelo, que ya me tenía inmóvil sobre la pared, me ató ahora las manos con cuerda sin tener en cuenta los agarres de la pared, e igualmente los pies, y me liberó de los agarres de la pared, aunque seguía inmóvil e indefensa por culpa de las ataduras de cuerda.

Cogió mi cuerpo, que no pesaba mucho para él, y me tumbó en el suelo, donde me volvió a atar al suelo, dejando que mi cuerpo estuviese a cuatro patas sin que yo pudiese hacer nada. Luchar ya no merecía la pena.

Estando así, a cuatro patas, con mi culo y mi coño expuestos, oí cómo el perro se acercaba a mí, un perro enorme. El perro empezó a olerme el cuerpo. Me sentía totalmente indefensa y no estaba preparada para lo que vendría a continuación.

Mi abuelo untó sobre mi coño un paté, y cuando terminó de untarlo, dejó que el perro viniese a lamerlo.

  • Muy bien chucho, debes lubricarle primero la zona a la putita

Sentía la lengua del perro sobre mi coño, estaba húmeda y caliente, las babas del animal chorreaban sobre mis muslos, dejándomelo totalmente mojado y reluciente

Mi abuelo repitió la operación y puso más paté en mi coño y ahora también en mi culo, y el perro no parecía cansarse de lamer mis dos agujeros, llenándomelos de babas.

Me moría del asco pero podía sentir cómo mi abuelo estaba disfrutando con la escena.

  • ¿Te está gustando, cielo?

Yo bajé aún más la cabeza, esperando a que el momento pasase rápido.

  • Voy a dejar al perro decidir si quiere follarte el culo o el coño, ¿qué te parece?

Yo no dejaba de llorar, aunque ya no oponía resistencia ninguna, ¿qué sentido tenía?

Noté cómo el perro subía sus dos patas delanteras a mi espalda, y cómo torpemente su polla intentaba entrar dentro de mí, dándome embestidas sin sentido.

Oía al perro jadear encima mía.

Finalmente noté cómo la punta de la polla del perro chocaba cada vez más contra mi coño, más lubricado por sus babas que mi culo, y cómo intentaba entrar dentro de mí.

Al cabo de unos segundos noté un dolor intenso en mi coño: había entrado. Yo mordí el pañuelo con fuerza. El perro tenía una polla enorme y estaba bombardeándome con ella. Un perro de unos 40 kilos, con una fuerza abismal, me estaba abriendo en dos. Me arañaba la espalda, me hacía daño, y estaba totalmente a su merced.

Vi cómo mi abuelo se abría una cerveza y miraba el espectáculo, vi también cómo se bajaba los pantalones y empezaba a hacerse una paja. Preferí no seguir mirando y volver a cerrar los ojos, esperando que todo acabase.

Al cabo de unos minutos que se me hicieron eternos, el perro se corrió dentro de mí. Aunque no sacó su polla de mi cuerpo, sino que la dejó dentro hasta que volvió a su tamaño normal. Luego se separó y se tumbó al lado mía.

No sé si mi abuelo también se corrió viéndome así, debajo de aquel perro y a merced suya, no quise saberlo, aunque supongo que sí.

Lo que sé es que me quedé atada en el suelo, a cuatro patas, bastantes horas más, con el pañuelo aún metido en la boca, y que cuando mi abuelo me desató, estaba físicamente imposibilitada para quejarme de nada: me dolía todo y estaba muy cansada. Mi abuelo me llevó a la cama y me dio un beso de buenas noches.


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