Mi abuela y sus tres amigas: un viaje sin descanso
Descubro a mi abuela. Me hago el despistado. Empiezan las provocaciones. Las tetas de mi abuela me abruman así como sus medias, sujetadores y fajas. Las miradas de mi abuela. Mis tremendos genitales.
Mi abuela y sus tres amigas: un viaje sin descanso
I
Descubro a mi abuela. Me hago el despistado. Empiezan las provocaciones. Las tetas de mi abuela me abruman así como sus medias, sujetadores y fajas. Las miradas de mi abuela. Mis tremendos genitales.
Teníamos por delante un largo viaje.
A la hora que me indicó mi madre me presenté con mi
en la casa de mis abuelos.
Iba a pulsar el timbre de la puerta principal, cuando me di cuenta de que no era necesario pues la puerta no estaba completamente cerrada. Me adentré con sigilo en el interior de la casa, no sin antes cerrar del todo la puerta,
pues no quería molestar a mis abuelos. Hacia la mitad del pasillo pude oír perfectamente como unos gemidos que provenían de la habitación que habitualmente ocupaban mis abuelos. Me quedé sorprendido, ya que aquellos suspiros los identifiqué que eran de mi abuela, la madre de mi madre. Me paré en seco aturdido, máxime cuando pude escuchar la voz jadeante de mi abuela diciendo:
-Cacho maricón, cómo me follas, qué polla tienes…hijo puta…uffff…siiiiiiiii…dame fuerte cabrón…
No podía creer lo que
estaba escuchando, aquella no podía ser mi abuela, pensé para mí.
Noté de inmediato cómo me empalmaba… como pocas veces lo había hecho. Parecía que mi tremenda polla iba a hacer estallar la bragueta del pantalón. Me acordé en ese momento del corpulento cuerpo de mi abuela y sobre todo de las inmensas tetas que poseía.
No sabía lo que hacer. No quería ser descubierto. Mi polla marcaba un gigantesco bulto y no pude por menos que empezar a masajeármela fuertemente por encima de la bragueta.
Mi abuela no paraba de gemir y jadear como una loca y estaba claro que debía ser mi abuelo el que se la estaba tirando. ¡Qué potencia guardaba todavía el viejo!
Nervioso perdido, me escondí detrás de una
de las cortinas grandes que había en el salón, aunque también dude de irme para no ser descubierto pero aquellos jadeos impulsivos de mi abuela me hicieron quedarme allí.
Lo que no tuve más remedio fue que bajarme la cremallera del pantalón y sacarme el cipote que estaba exageradamente tieso, enorme
y con toda la cabezota brillando descapullada. Me la empecé a menear lentamente
mientras oía una y otra vez cómo mi abuela se corría con grandes sacudidas y lo que me dejo estupefacto es que orgasmaba una vez tras otra dando gritos de placer que parecían alaridos, lo que hizo masturbarme más y más aunque no eyaculé pues yo sabía de mi mucho aguante.
Creo que estuve allí una media hora hasta que me
pareció que mis abuelos dejaban de follar. Mi pollón no se me bajaba absolutamente nada y como lo tengo tan gordo tuve que pajearme a fuerza de utilizar mis dos manos que aprisionaban y abrazaban el gordísimo tronco de mi gigantesca pinga.
El corazón me latía insistentemente. Oí los pasos de mis abuelos que se dirigían al salón y más estupefacto me quedeé cuando escuche decir
a mi abuela:
- Anda nene, vístete rápido que mi nieto ha quedado en venir a buscarme pues nos vamos de viaje.
- Sí señora, en dos minutos me voy.
No lo podía creer , resulta que no era mi abuelo sino al parecer un tío joven el que se estaba cepillando a mi abuela. Me quedé de piedra.
Luego, les pude escuchar cuchichear aunque de poco me enteré hasta que percibí que el follador de mi abuela se largaba. No sabía lo que hacer. Esperé impaciente y a duras penas pude meter mi verga bajo los ajustados slips que llevaba puestos.
Cuando noté que mi abuela se metía de nuevo en su dormitorio, no se me ocurrió otra idea que salir de la casa, con el mismo sigilo que había entrado, e irme a una tienda que yo conocía para comprarme uno de esos pantalones de moda juvenil pero especialmente diseñados de lycra que se ajustan a la piel de manera turbadora, morbosamente penetrante para las miradas femeninas y no tan femeninas.
Los escogí de color carne para que el efecto sensual
fuera mayor. Me los ajusté sin slips
en el probador
y cuando me miré al espejo mis enormes huevos se marcaban de tal forma que parecían dos calabazas de grande y mi polla ladeada semejaba un gordísimo chorizo interminable. Hasta yo mismo me excité al contemplar la exuberancia de mis increíbles genitales.
Continuará…
Por favor, las escritoras y escritores que deseen poner se en contacto conmigo, me pueden escribir a mi correo: bragasblonda@hotmail.com