Mi abuela enseño a mi novia
Aquella noche estaban eufóricos y su abuela los pilló y en vez de sorprenderse, empezó a dar consejos de cómo darle placer a un hombre.
Mi abuela Rosa María es alucinante. Es lo que se dice una abuela marchosa, de las que no paran quieta y sigue el lema de A vivir, que son dos días. Viste ropa buena, va a la peluquería con frecuencia, y los fines de semana, sale con las amigas a lugares de marcha para gente de su edad. En Madrid, hay algunas discotecas para gente mayor, y mi abuela es conocida en todas.
En casa, alguna vez me ha pillado alguna revista porno al limpiar mi habitación y la ha ojeado conmigo, señalando a alguna de las tías buenas que salen y diciéndome -Mira, este cuerpo, tenía yo- o comentarios como -Quien pillara a un tío con un tronco como el de esta foto-. Yo me parto de risa al oírla. A veces, si me paseo en slip por casa y nos cruzamos, me ha echado mano al paquete, diciéndome, ¡buena dinamita hay aquí!.
Ahora que os he puesto en antecedentes de cómo es, os contaré lo que me ocurrió hace un par de fines de semana.
Mis padres se suelen ir a una casita de campo que tenemos en la sierra de Madrid y ni mi abuela ni yo vamos. Preferimos salir con nuestros respectivos amigos. A veces, me llevo alguna chica a casa. Mi abuela no suele llegar demasiado tarde y cuando duerme, no se entera de nada. Su habitación está alejada de la mía y muchas veces me encierro con la chavala con la que esté saliendo en ese momento, echamos un polvo y mi abuela, ni se entera.
Llevo un par de meses saliendo con un bomboncito de niña. Tiene 20 años y tiene un cuerpo lleno de apretadas curvas. El fin de semana de que os hablo, me la subí a mi casa. Ya en el ascensor la había ido metiendo mano por debajo de la falda. Cuando entramos en casa, yo ya tenía sus bragas en la mano.
Tenía tal calentón, que di por hecho que a esa hora mi abuela estaría ya en el tercer sueño y ni me paré a comprobarlo. Así, me llevé a Laura a mi habitación, y en menos de un minuto estábamos los dos desnudos en mi cama, metiéndonos mano y dándonos la paliza. Después de un rato de besos, caricias, intercambios de fluidos, lametones, etc. Laura, me había sentado en el borde de la cama y arrodillándose delante de mí, había comenzado a lamerme la punta de la polla. Yo estaba concentrado en el placer que me provocaba, gimiendo levemente y girando la cabeza a un lado y a otro. Al volverla hacia la puerta, me encontré esta semiabierta. La cara sonriente de mi abuela aparecía por la abertura. La abrió del todo, soltando una sonrisilla -¡ay, picarones, como os lo pasáis de bieeen!- Laura dio un brinco e hizo un gesto de taparse. Yo estaba paralizado, con los ojos muy abiertos, viendo como mi abuela se acercaba a nosotros. Estaba vestida, con lo que deduje que ese día había retrasado su regreso a casa. Se acercó a Laura y le dijo -Preciosa, a los hombres les encanta que le chupen la polla, pero hay que hacerlo con arte. Observa-. Cuando me quise dar cuenta, mi abuela había ocupado el lugar de Laura y agarrando la base de mi polla con una mano, se introdujo el resto en la boca. Laura y yo nos miramos. Estábamos mudos. Laura sentada en una silla junto a mi cama y yo, recibiendo una mamada de mi abuela. Mis ojos abiertos, se empezaron a entrecerrar al notar las caricias que recibía en mi glande de la lengua de mi abuela. -¡Síííií...!- me escuché decir. Al cabo de unos segundos de indescriptible placer, mi abuela, sonriente y con cara de vicio, se volvió nuevamente a Laura para decirle -otra cosa que les encanta es esto- Se desabrochó la blusa y ante mis ojos aparecieron sus grandes pechos. Se desembarazó del sujetador y sus tetas se mostraron en todo su esplendor, con unas oscuras y grandes aureolas y largos y puntiagudos pezones. Nada que ver con las dos manzanas firmes y macizas de Laura, pero tanto o más excitantes.
Se cogió un pecho con cada mano y los colocó envolviendo mi polla. -Esto es una cubana, chata, y les encanta- Dijo mi abuela dirigiéndose a Laura a la vez que empezaba a pajearme con sus tetas. El placer era inmenso. La punta de mi polla rezumaba líquido preseminal que resbalaba hasta las tetas de mi abuela, que movía arriba y abajo, arriba y abajo. -Pero, como no- dijo mi abuela levantándose, -lo que más les gusta de todo...- añadió, levantándose el vestido y bajándose los pantys y las bragas -¡es follar!-. Me empujó dejándome tendido en la cama, se puso sobre mí y se metió mi polla en su coño, comenzando a cabalgar, siempre sonriendo. -Así mi niño, fóllate a tu querida abuela-
Volví la cabeza hacia donde estaba Laura. La encontré con los ojos medio cerrados, acariciándose un pecho, mientras que dos dedos se perdían dentro de su coño, masturbándose con fruición.
Al cabo de un rato de tener a mi abuela subiendo y bajando sobre mí, con sus potentes pechos agitándose arriba y abajo, sentí que me iba a correr y así lo dije. Mi abuela se salió de mí. Pensé que no quería recibir mi semen dentro, pero no esperaba que me dijera:-Ponte de pie!- Así lo hice. -Laura, ven conmigo- Le dijo a mi novia. Las dos se pusieron de rodillas delante de mí. Mi abuela empezó a menearme la polla que de pronto estalló lanzando chorros de leche caliente. Mi abuela me movió la polla de forma que el semen cayó sobre su cara y la de Laura. Al terminar, vi como mi abuela se relamía mi semen. Se puso de pie y dirigiéndose a Laura le dijo -Bonita, ya sabes qué puedes hacer para tener a mi nieto contento- La dio un beso, me dio otro a mí y se retiró riendo, a su habitación. Laura y yo, alucinados, acabamos riéndonos también. No he vuelto a follar con Laura delante de mi abuela, pero cuando me quedo sólo con ella, a veces me la ligo y acabo consiguiendo que me la chupe, me haga una paja o incluso sea yo el que le haga lo propio. Los coños de veinte años están riquísimos, pero los de sesenta, también.
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