Mi abuela 3. Perversiones sexuales.
Mi abuela muestra su lado oscuro en su relación con la familia, mientras descubro lo acogedora que son las mujeres de este pueblo.
Mi abuela.
Perversiones sexuales
.
Me desperté en el sofá, era ya tarde, más de las doce. Pensaba en lo que había hecho con mi abuela y con Julia, la madre de Sonia. Me resultaba raro que mi abuela no hubiera
tenido
sexo oral en su relación con mi abuelo, ahora que era vieja aún era guapa y mantenía un buen cuerpo bastante apetecible
, de joven tuvo que ser maravillosa.
Tenía los ojos entre abiertos y vi a mi madre pasar por el salón. No sé si fue la noche de sexo que tuve con las dos mujeres, pero me fijé en el cuerpo de mi madre.
Mi madre... Estaba en los cuarenta años, más o menos. Su nombre no era tan rimbombante como el de su madre, mi abuela. Se llamaba Priscila, que yo siempre lo vi como un nombre para estar con las
guais
del insti. Había heredado la belleza de su madre y el cuerpo, si bien un poco más rellenito, era tan excitante y sensual como el de mi abuela. La vi pasar y su redondo culo se agitaba con cada paso que daba.
- ¡Mamá, no estoy dispuesta a hacer eso! - le dijo a mi abuela a la que se encontró allí mismo.
- Calla, tu hijo está ahí dormido... - señaló mi abuela hacia mí.
- ¡Pues vamos a tu despacho! - las dos salieron del salón y yo me levanté para intentar escuchar algo tras la puerta.
Nada, por mucho que lo intenté, no pude escuchar nada. Sin duda mi abuela se preocupaba por mantener
insonorizada
la habitación para
que ninguna
persona pudiera robarle ningún secreto. Defraudado como espía, me marché a la cocina para beber un poco de agua e implorar algo de comer. Allí estaban Pili y Sonia. A Sonia se le notaba que la noche anterior no había dormido mucho y me sonrió sin poder hacer mucho más.
- ¡Buenos días! - dije.
- Serán buenas tardes... - añadió Pili.
- Sea lo que sea, no son muy buenas para mí. - Sonia se quejaba.
Pili acercó una silla a la mesa y me puso un plato con un poco de queso, chorizo y otras cosas para que comiera. Cogí la botella de agua y empecé a beber directamente de ella.
- ¡Nadie te ha enseñado a usar los vasos! - Pili me dio una colleja mientras reía divertida.
- ¡Qué confianzas son estas! - le dije un poco extrañado pues Pili siempre pareció respetar esa idiota diferencia social.
- ¡Ya me han dicho que anoche conociste a la madre de Sonia! - me susurró al oído - ¡Yo llevo tiempo sola y necesito un poco de atención! - me dio una cachetada en el culo. Miré a Sonia y se encogió de hombros.
Desayuné
entre las risitas e insinuaciones de Pili, mientras Sonia se limitaba a hacer su trabajo queriendo acabar cuanto antes. Me levanté y retiré los platos. Después me fui a Pili y la abracé por detrás, pegando mi cuerpo al suyo y besando su cuello. Le susurré un “¡Gracias!” al oído y me marché.
Volví al despacho de mi abuela, pero no había rastro de ninguna de las dos. Caminé por la casa hasta llegar a la puerta de la habitación de mi abuela. Allí estaba ella, mirando por la ventana, como escondida. Entré y cerré la puerta. Me acerqué a ella por detrás y la abracé.
- ¡Mira, no te pierdas esto! - me señaló hacia fuera.
Mi madre estaba junto a la piscina, tumbada en una tumbona bocabajo. Llevaba un diminuto bañador que dejaba su generoso culo al aire. Se giró y sus tetas apenas eran tapadas por unos pequeños triángulos de tela sujetos por unos finos cordeles que se ataban en su espalda y su nuca. Su coño se ocultaba a duras penas en la pequeña tela que tenía su bikini. ¡Mi madre estaba buena!
- Niño, mira allí... - me señaló a otro lado del jardín.
- ¿Quién es ese? ¿El jardinero? - le pregunté y asintió con la cabeza.
Era un chaval joven, de unos veinticinco años, musculoso, de piel oscura como el
azabache
y agitaba una escoba metálica mientras sus ojos no se apartaban de mi madre. Se movía por el jardín, haciendo con dificultad su trabajo mientras se aproximaba cada vez más a mi madre. Se colocó tras un seto que había a
escasos
dos metros de ella. ¡Tendría una
perspectiva
estupenda de ella! Mi madre agitó sus piernas y doblando una un poco, dejó
todo su sexo
a la vista de su oscuro mirón.
- ¡Joder abuela, por qué mamá se ha puesto ahí! - le dije.
- Porque yo se lo he mandado... - se acurrucó en mi abrazo – Todos queréis mi dinero, y para conseguirlo tendréis que hacer lo que yo os diga. A tu madre le he pedido que se exponga a la vista del jardinero... Y mira el resultado.
- ¡Qué cabrón, se está sacando la polla!
- ¡Sí! - dijo mi abuela - ¡Y ahora se masturba mirando a tu madre!
- ¡Tú lo que querías es ver el aparato del jardinero! - metí mi mano bajo su falda y la introduje por sus bragas, toqué su coño - Mira, mi abuelita tiene su coño mojadito. Seguro que te pone ver el pollón de tu empleado...
- Más me pone las caricias de mi nieto... - dijo ronroneando de placer cuando mi dedo entró entre sus labios y acarició su clítoris - Y si tú quieres tu herencia, tendrás que hacer feliz a tu abuela... - giró la cabeza y me ofreció su boca.
- No abuela, yo no quiero tu herencia. - mi otra mano amasaba su pecho – Yo quiero tener sexo con mi pervertida abuela. - nos besamos apasionadamente – Veo que te gustan las pollas bien negras... - le susurré al oído mientras mi dedo jugaba entre sus labios vaginales – ¿Ves esa polla que agita con ganas? Imagínate que está en tu boca y la puedes saborear...
- Idiota, a ti es al único que se la he chupado y sabes que no lo hago bien... - protestó mientras gimoteaba.
- Pues tendrás que aprender... - mordí su cuello y su cuerpo se agitó.
- ¿Quieres qué te la chupe?
- No... - le dije mientras mi mano aceleraba las caricias en su coño - Quiero que le digas a tu hija que te enseñe...
- ¡Eres un pervertido! - me dijo entre gemidos de placer al correrse con aquella sugerencia que le había propuesto mientras mi mano no cesaba de agitarse en su coño. Se agarró fuerte a mí cuando acabó su corrida y la sostuve con amor - ¡Joder, me vuelves loca! Después he de decirle a tu madre que tiene otro trabajito si quiere la herencia... ¡Enseñarme a mamar bien una polla!
Nos habíamos olvidado de mi madre y su furtivo mirón. Cuando los volvimos a ver, mi madre estaba bocabajo en la tumbona mientras él se limpiaba la polla con un papel que tenía en un bolsillo. “¡Qué cabrón, se ha corrido mientras trabaja!” dijo mi abuela y los dos reímos. Mi abuela me dejó y se fue a la piscina para indicarle a su hija que su trabajo había acabado. Las miré desde la habitación y pude ver como mi madre se marchó furiosa del lugar. La escuché sollozando por el pasillo y meterse en su habitación. Tal vez mi abuela era
demasiado cabrona
al hacerle aquello a su propia hija.
El resto del día fue más o menos normal, si es que aquel verano con mi abuela se podía decir que fuera normal. Lo más destacado que me ocurrió fue al marcharse Pili. Aquella mujer sabía lo que había ocurrido con Julia, la madre de Sonia, y ella también quería un poquito de amor juvenil. Fortuitamente me buscó para darme una nota con su teléfono y su dirección por si alguna noche quería darle un poco de amor.
Para suerte mía, mi abuela había urdido un plan en el que su hija, mi madre, le enseñaría a mamar pollas, pero para ello tenía que irme de la casa durante unas tardes, dejándolas solas por un buen tiempo.
- ¡Vamos cariño! - me dijo mi abuela – Ve a visitar a Sonia, parece que te llevas bien con ella y así conoces el pueblo sin fiestas... - se quedó pensativa – Ya te avisaré cuando tenga a tu madre dispuesta para enseñarme... ¡No te lo querrás perder!
Llamé a Pili en cuanto quedé solo. Pili era una morena con bastantes curvas y muy sensual. Sobre las ocho y media de la tarde, estaba delante de la casa de aquella mujer. Llamé y me abrió un tipo regordete. Quedé confundido.
- ¡Tú tienes que ser el señorito Ramón! - asentí con la cabeza sin saber qué hacía allí aquel tipo - ¡Pasa, pasa, Pili te está esperando!
Sentí un poco de miedo con aquella situación, pero entré. Caminé por un pasillo hasta llegar a un salón. Me senté y esperé, pues el tipo desapareció. Quedé solo y el ambiente era un poco
lúgubre.
- ¡Hola hijo! - entró Pili en la habitación - Perdona que no haya salido antes, pero estaba acabando de arreglarme... ¿Estoy bien? - giró sobre sí misma para que la mirara y la verdad es que estaba preciosa. Sonó el timbre de la puerta - ¡Roberto, abre la puerta! - le gritó a aquel hombre que corrió a abrir – Roberto es mi marido... - vio la cara de susto que puse - ¡No te preocupes cariño, a él le gusta ver como follo con otros hombres!
- ¡Hola Pili! - saludó una mujer que entraba por el pasillo.
- ¡Hola Julia! - era la madre de Sonia que había venido
a...
a... A lo que fuera que ocurriera allí - Aquí está nuestro hombre. Tú ya lo has probado, pero yo también quiero. * - ¡Pues te aseguro qué es para comérselo! - Julia se acercaba a mí y me dio un beso en la boca - ¡Qué guapo eres! - ella venía vestida con unas ropas de andar por casa, una bata con botones en la parte delantera y sin maquillar – Perdona que no me haya puesto tan guapa como Pili, pero tenía que venir de mi casa aquí y no quería que la gente hablara. - dijo mientras se sentaba a mi lado acariciando mi cuerpo. * - ¡Roberto, bebidas! - ordenó Pili y su marido vino raudo con unas botellas y unos vasos - ¿Quieres algo? - me preguntó y negué con la cabeza. Ella se sentó a mi otro lado. Franqueado por las dos maduras mujeres, esperé a ver qué querían. - Cariño, si no te importa, mi marido estará mirando mientras jugamos contigo... ¿Vale? - asentí con la cabeza.
- Cariño, ¿te gustó la mamada qué te di la otra noche? - volví a asentir con la cabeza - ¡Pues voy a darte otra! - empezó a sacarme la polla del pantalón y se inclinó para metérsela en la boca.
- ¡Quieta ahí! - Pili la agarró del pelo y no la dejó seguir – Ponte de pie delante de nosotras... - me ordenó y así lo hice
–
Lo haremos entre las dos... - tenía miedo con aquella situación.
Mi polla estaba
flácida
, ni la belleza y sensualidad de aquellas dos maduras superaba al miedo que sentía al tener al cornudo marido tras nosotros mirando. Pili la metió por completo en su boca y la chupó unas cuantas veces para después pasárselo a su compañera de sexo.
- ¿Qué te pasa? - me dijo Julia al ver que no se levantaba.
- Tal vez esté impresionado por la situación... - Pili estaba en lo cierto – Siéntate allí y mira... - la obedecí - ¡Roberto, ven aquí! - su marido se levantó raudo y se arrodilló delante de ella - ¡Has sido malo! - le dio una sonora bofetada y la verdad es que aquello me asustó más. Julia se levantó y se arrodilló junto a mí.
- ¡Hijo, no te asustes, a esta gente les va ese rollo! - volvió a sacar mi polla y la acariciaba - ¡Tita Julia cuidará de ti!
Se puso en pie, delante de mí. Empezó a desabrochar aquel vestido que tenía los botones por delante, uno a uno, desde arriba hasta el más bajo. Separó la tela que cubría su cuerpo y pude ver sus curvas marcadas por la lencería que vestía. Sus medias negras cubrían hasta medio muslo y se sujetaban por un porta ligas, su sujetador no tenía copas, en cambio sus tetas se elevaban por las cintas que rodeaban cada pecho y realzaban su impresionante redondez. Mi polla reaccionó al ver sus oscuros y largos pezones, estaban erectos y mi boca quería mamarlos cual niño que estuviera hambriento... de sexo.
Se acercó a mí y agarró mi mano para llevarla hasta su coño, no tenía bragas y mis dedos se colaron entre sus labios vaginales. Estaba mojada, muy mojada. Me acerqué y mi lengua empezó a jugar con uno de sus pezones.
- ¡Vamos, come el coño de tu ama! - escuchaba decir a Pili mientras yo saboreaba los ricos pezones de Julia - ¡Vamos, mete bien la lengua! - podía escuchar el ruido que Roberto hacía al lamer el coño de su mujer - ¡Ven Julia, verás que bien come este tu coño!
Julia la miró y se apartó de mí. Caminó hasta sentarse junto a su amiga en el sofá. Roberto cambió de coño a la indicación de su mujer y se sumergió en el húmedo coño de Julia que empezó a gemir. Me levanté y me quité los pantalones, mi polla ya había despertado. Pili me indicó que me acercara a ella y miraba mi polla erecta mientras su lengua pasaba por sus labios.
- ¡Arrodíllate niño y cómeme el coño! - me ordenó.
Me acerqué hasta ella y sin mediar palabra la agarré por el pelo y tiré hasta darle con mi polla en la boca. Ella protestó algo, pero de
inmed
iato
su boca se abrió y empezó a mamar mi polla con ganas.
- ¡Roberto, deja de chupar el coño! - le dije a mi sumiso compañero - ¡Vamos déjala! - puse un pie en su costado y lo empujé para apartarlo.
Pili me miró asustada por lo que había hecho, agarré de nuevo su pelo y la empujé hasta que quedó entre las piernas de Julia.
- ¡Cómete su coño! - empujé su cabeza hasta que su boca chocó con los labios vaginales de Julia - ¡Hazla que
grite
de placer! - miré a Julia - ¡
Vamos, ábrete el coño para que Pili te lo coma!
Estaba de rodillas tras Pili, restregando mi polla contra su redondo culo mientras la empujaba para que su boca chocara contra el coño de su amiga. Junto a nosotros, Roberto se masturbaba su diminuta polla mientras se excitaba viendo a su mujer comerle el coño a la otra... Entendí
por qué
Pili necesitaba el sexo de otro hombre, aquella minucia no podía satisfacer un coño tan grande y ardiente como el que tenía ella.
- ¡Vamos, dale tu polla a Julia para que te la chupe! - toda aquella situación me había vuelto un tirano y no me reconocía
dirigiendo
aquella absurda y surrealista orgía.
Julia miraba a su amiga, disfrutando del sexo oral que le daba. Roberto se puso en pie sobre el sillón y su polla se puso delante de la cara de ella. La miró y empezó a mamarla. Por mucho tiempo que la mamó, apenas creció. Tiré del pelo de Pili y la separé de su amiga, colocándola a un lado, sin cambiar su postura.
- ¡Vamos Roberto, haced la tijera y fóllatela! - le dije y de inmediato se bajó del sofá.
El cornudo agarró a Julia por las caderas y llevó su culo al filo del sofá. La puso de lado y levantó una de sus piernas. Su pequeña polla estaba totalmente erecta, endurecida. Pasó una pierna entre sus piernas y la otra se la apoyó en el pecho, acercó su polla al coño de Julia y la clavó por completo. Aquel pobre hombre llevaría bastante tiempo sin follar un coño, pues en el momento que sintió que su polla estaba sumergida en la vagina de Julia, sus caderas se agitaron rápidamente. Miré a Julia que apenas se inmutaba con la follada que le daba el marido de su amiga.
- ¡Cabrón, ya te estás corriendo! - protestó Julia mientras Roberto daba espasmos contra su cuerpo al correrse - ¡Con razón tu mujer necesita buscar otros hombres!
Cuando Roberto se separó de Julia, de la vagina de ella empezó a brotar el semen blanco que le había lanzado. Julia pasó el dedo y recogió un poco. Lo miré mientras descansaba de rodillas delante de ella.
- ¡Vamos, cómele el coño y límpialo bien que después voy a follarla y no quiero encontrar tu asquerosa leche!
Se lanzó de cabeza al coño de Julia y lo empezó a lamer, chupando y sacando todo el semen que podía para dejar su coño bien limpio. Me senté delante de
Pili
y la hice mamarme la polla. Se la tragaba por completo y disfrutaba de aquello. Mientras me mamaba a cuatro patas, su marido hacía lo mismo con nuestra amiga junto a nosotros. Julia se inclinó hacia mí y me ofreció su boca. Nos besamos mientras aquel matrimonio nos mamaba. Julia empezó a gemir al sentir un orgasmo. Si aquel hombre tenía una polla pequeña que apenas había llenado su vagina, su lengua se movía con destreza y rápidamente sintió un
g
ran orgasmo, dando fuertes gemidos y convulsionándose su cuerpo incontroladamente.
- ¡Fóllame
Ramón! ¡Fóllame!
- me pidió desesperada mientras me besaba.
- ¡Ven, móntame! - le dije y ella apartó su coño de Roberto para ponerse en pie.
Aparté mi polla de la boca de Pili y Julia se acercó a mí. Iba a abrir sus piernas para montarme, pero la detuve y la hice girarse. Se sentó sobre mi polla y se la clavó por completo en su vagina. Un gran gemido mostró el placer que sentía al tener su vagina completamente llena con mi polla. Pili tenía delante de su cara el coño de su amiga con mi polla clavada en él. Al momento sentí su lengua lamiendo mi polla antes de clavarse en Julia. Por los gemidos y el incesante movimiento de la lengua de Pili, tenía que estar chupando el clítoris de su amiga, de forma que gozaba de mis penetraciones y la mamada que le daba su amiga. Roberto se colocó tras su mujer y no veía bien lo que hacía, pero Pili gemía y gozaba con todo lo que allí pasaba.
- ¡Me corro, me corro! - empezó a gemir Julia mientras se hundía mi polla por completo - ¡Sí, sí, me corro! - aceleré mis penetraciones mientras las dos mujeres gemían... Yo también me iba a correr.
- ¡Quiero tu semen! - gritó Pili agarrando mi polla y sacándola de la vagina de Julia. Sentí como su boca se la tragó y de inmediato empecé a soltar semen.
- ¡Cabrona, esa leche es mía! - protestó Julia que se agitaba sobre mí mientras su mano tocaba su coño y sus ojos veían como mi semen rebosaba de la boca de su amiga. Aparté a Julia de mí y me levanté un poco agotado.
- ¡Ahora a mí! - dijo Pili poniéndose de rodillas sobre el sofá y ofreciéndome su culo en pompa.
- ¡Qué te folle tu marido que es quién te tiene que follar! - me vestí y los dejé a los tres desnudos y mirándome mientras salía de aquella casa.
Caminé por las calles del pueblo, un poco torpe pues aún me duraba el cansancio de la corrida que había tenido. Iba despacio y cuando llegué a casa de mi abuela, ya eran las once de la noche. Entré y la verdad es que aquella noche no tenía ganas de tener sexo con mi querida abuela. Caminé sin hacer mucho ruido y salí por la parte de atrás al jardín donde estaba la piscina. Me asusté al encontrarme a mi madre sentada en el porche, pensativa y algo triste. La saludé y me senté junto a ella.
- ¿Qué te pasa? - le pregunté y ella evitó mi mirada - ¿Te ha pasado algo malo? - ella no hablaba, parecía sumergida en un tormento mental del que no podía salir.
- ¡Hijo, no puedo hablar contigo de esto! - miró al suelo y la sentí muy triste, demasiado triste, tal vez mi abuela estaba siendo muy dura con ella.
- Mamá, olvida que soy tu hijo... - cogí su mano y sus dedos se aferraron a mí - Si necesitas hablar de algo, por duro que sea, puedes contar conmigo...
- Gracias hijo... - me miró y una suave sonrisa se dibujó en su boca. Guardó silencio por unos segundos mientras la miraba - ¡¿Sabes que
tu
abuela es una cabrona?! - dijo de golpe como liberándose de aquellos pensamientos – No debería contarte esto, pero necesito contarlo a alguien para que se sepa cómo es tu abuela. - me miró directamente a los ojos y su pena se había transformado en odio – Hoy me ha hecho exponerme
prácticamente
desnuda en el jardín al jardinero... - el odio
invadió
su voz - ¡Todo para mirar cómo el muy hijo de puta se masturbaba mientras me miraba! * - Pero eso es horrible... - le dije como si no supiera de qué iba - ¿Por qué no te negaste? * - Porque me dijo que no cogería herencia si no lo hacía... - su rostro se entristeció - Verás hijo, la relación con tu padre está prácticamente
muerta
... El viaje que
íbamos
a hace, lo obligué a que me buscara un lugar para ir con él, con la esperanza de arreglar nuestro matrimonio. Pero él ha hecho todo lo posible hasta que me he tenido que quedar aquí... ¡Seguro que tiene a otra! Si se fuera con otra y nos dejara solos... ¿De qué íbamos a vivir? - me miraba desesperada – Por eso he de soportar las peticiones de tu abuela. - sentí por primera vez el amor de mi madre y la besé en la mejilla para que supiera que yo también la amaba. * - ¡Tranquila mamá, buscaremos la forma de hacer que la abuela te deje en paz! - por un momento sentí odio hacia mi abuela por la forma de tratar a mi madre.
Cogí a mi madre de la mano y la hice levantarse. La llevé por la casa hasta su habitación, sin soltar su mano. Llegamos a su puerta y nos detuvimos.
- Descansa mamá, mañana todo será diferente, te lo prometo. - la miré a los ojos y sentí el impulso de besarla, no entendía la
razón,
pero por unos segundos quería abrazarla y darle un beso en los labios - ¡No pienses en nada, yo lo solucionaré!
La vi girarse y entrar en su habitación, cerró la puerta. En ese momento hubiera entrado y le hubiera hecho el amor, por el simple motivo del amor que me mostraba como madre. Llevaba ya tiempo que no tenía relaciones con ningún hombre y mi abuela se aprovechaba de su situación con su marido para satisfacer su morbosa hambre de sexo. Me giré y vi que la puerta de la habitación de mi abuela se cerraba, nos había estado espiando. Caminé y entré en ella.
- ¡Abuela, tienes que dejar de torturar a mi madre! - le dije desafiante. Ella estaba echada en la cama, medio desnuda y con una sonrisa perversa.
- ¿Y qué pasaría si se
enterara
que su hijo folla a su madre? - se sentó en la cama haciendo frente a mi desafío - ¿No crees que eso le dolería más qué lo que yo le pido? ¿Cómo reaccionaría si supiera que me masturbabas mientras veíamos como ella se mostraba al jardinero? - lanzó una carcajada - ¡Eres un mal hijo y tendrás que hacer lo que te diga! * - ¡Eres malvada hasta en el amor! - le dije enfadado. * - ¡No cariño! - se acercó a mí y me rodeó con sus brazos para retenerme – No puedo confiar en nadie, todos me quieren sólo por mi dinero... * - Abuela, mientras
desconfíes
del amor, nadie te amará... - sentí pena por mi familia - ¡Te quiero! - besé su cabeza – Pero ahora no me siento con ánimos de mostrártelo. - me separé de ella y me marché dejándola en la cama sola.
Salí al pasillo y sentí pena por
mi
abuela. No era capaz de confiar en quien le mostraba amor, no era capaz de confiar en nadie sólo por el hecho de tener dinero. Tan apegada estaba a su riqueza que no podía confiar en la vida. Caminé y me detuve delante de la puerta de la habitación de mi madre. Pensé en ella, en lo que mi abuela le estaba haciendo pasar. Abrí la puerta y caminé hasta llegar a su cama.
- ¿Ramón? - me dijo al ver mi figura junto a su cama.
- Sí mamá... - sentía ganas de llorar por la situación de mi familia - ¿Puedo dormir contigo?
- ¡Vale cariño! - destapó la cama tras ella para que me acostara - Quería
pedírtelo,
pero no me atrevía. - me desnudé y me metí en la cama, nos abrazamos
cariñosamente
- ¿Estás bien?
- Sí, sólo me siento triste por lo que te ha hecho mi abuela...