Mi abuela 2. Una segunda juventud.

Nieto y abuela sigue alimentando su amor, pero un chico joven en un pueblo puede ser devorado por alguna mujer... ¿Engañará a su abuela?

Mi abuela. Una segunda juventud.

-    ¡Venga cariño, levántate! – escuché la voz de mi abuela y sentí su dulce beso en mis labios – Son las seis de la mañana y van a llegar los trabajadores, tienes que irte a tu cama…

-    Un poquito más abuela… - le rogué, pero fue tajante.

-    ¡Vete corriendo o te daré una azotaina! – me dio con la mano en el culo.

Me levanté y me puse mi pantalón del pijama. Salí al pasillo y caminé como un zombi hasta llegar al baño. Liberé la presión en mi vejiga y la sed me hizo desear agua fresca. Cuando entré en la cocina, me encontré a Sonia allí.

-    ¡Vaya, buenos días pretendiente! – mostraba una bonita sonrisa.

-    Si me das un café y una tostada me convertiré en tu esclavo… - me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.

-    ¿Por qué has hecho eso? – me sentí avergonzado.

-    Perdona... Lo hice sin pensar, como si fueras mi madre... - me senté y hundí la mirada.

-    ¡Vamos, tonto! - me sacudió los pelos de la cabeza – Si es que me ha resultado raro que actúes así, los otros familiares tuyos que han venido otros veranos eran demasiado estirados...

-    Se creen que no pertenecen a este mundo... - ella rio.

Desayuné y mientras iban llegando el personal que se ocupaba de la casa. Mi abuela estaba en su despacho, estaba de vacaciones, pero le gustaba leer las noticias y mirar algunas cosas atrasadas. Me duché y después fui al despacho a visitarla. Llamé a la puerta y entré. Ella estaba seria, tal vez después de aquella noche se sentía mal con lo que había pasado.

•    ¡Cierra la puerta! - me dijo mientras se levantaba de su mesa. Me giré y comprobé que la puerta estaba bien cerrada - ¡Cariño, qué me hiciste anoche! - me asusté al girarme, ella me abrazó y me besó.

•    ¿Te sientes mal por lo de anoche? - le contesté abrazándola y besándola.

•    Todo lo contrario... - se giró y me llevó de la mano hasta su mesa, se sentó en ella y abrió sus piernas. Me cogió por la cintura y me atrajo para pegar nuestros sexos – Ayer me sentí rejuvenecer desde que nos encontramos en la cascada, y más después de hacer el amor.  - puso sus manos en mi culo para unirnos con fuerza – Pero esta mañana me he levantado y no puedo pensar en otra cosa más que en ti...

•    Yo también pienso en ti... - la besé.

•    Pero tenemos que tener cuidado. Si nos ven estamos acabados... - se puso en pie y se giró para pegar su cuerpo al mío, cogió mis manos y las llevó a sus tetas – No sé qué me has hecho, pero me vuelves loca. - frotaba su cuerpo contra el mío mientras yo le besaba el cuello y acariciaba su cuerpo.

Empujé su espalda y quedó su pecho apoyado sobre la mesa, con su culo bien en pompa. Levanté su falda y su culo estaba delante de mí. Lo acaricié con mis manos mientras ella me miraba con la cabeza girada y el rostro más sensual que nunca vi en una mujer. Bajé sus bragas hasta las rodillas y delante de mí apareció su sexo de cuidados pelos. Lo acaricié y ella se agitaba, me pedía sexo y aún no eran ni las doce de la mañana. Me bajé el pantalón y mi polla endurecida apuntó directamente a su redondo culo. Sus piernas se abrieron preparada para recibirme. Agarré mi polla y la llevé hasta ella, sentí su coño caliente en mi glande.

•    ¡Para, para! - me dijo y los dos botamos cuando escuchamos que llamaron a la puerta. Recompusimos nuestras ropas y me puse a mirar por la ventana para disimular y que no se viera mi erección - ¡Adelante! - dijo.

•    ¡Buenos días María Luisa! - miraba por la ventana y mi cuerpo tembló aterrorizado cuando escuché la voz de mi madre, me giré - Perdona que me haya presentado aquí sin avisarte, pero ha habido un problema con el viaje de mi marido y he venido para ayudarte en todo lo posible... - la cara de mi abuela volvió a ser la de María Luisa de los Ángeles del Sagrado Corazón - ¡Hola Ramón! - se acercó a mí para darme un beso - ¿Estás cuidando bien de la abuela?

•    ¡Hola mamá! - la besé y mi erección desapareció en el mismo momento en que escuché su voz.

•    ¿Qué le ha ocurrido al estúpido de tu marido? - le preguntó mi abuela.

•    ¡Por favor, no lo llames estúpido! Por lo visto la organización del viaje de su empresa se ha equivocado y no habían contado conmigo para el viaje, así que me quedé en tierra y tal como cogí el taxi para volver a casa, cambié de opinión y me vine aquí con las maletas. Espero no te moleste...

Yo no sabía si el cambio de ánimo de mi abuela era por ver a otro de sus familiares interesados en su herencia, o por el hecho de que estando allí mi madre no podría follarme tan fácilmente. Como fuera, mi abuela volvía a ser la terrible cascarrabias. Y además ahora no sólo nos tendríamos que ocultar de los empleados, además estaría mi madre. Hacía unos minutos me la iba a follar y ahora tendremos que hacer malabares para poder darnos un beso. FueraFuera como fuera, mi abuela tendría que soportar a su hija haciéndole la pelota todo el día.

Y así pasaron dos días. Mi madre estaba todo el tiempo pendiente de su madre y no la dejaba ni un momento, siempre alagándola y diciendo lo bien que estaba a su edad. Yo no conocía demasiado a mi abuela, pero veía las caras que ponía y sabía que deseaba mandar a paseo a aquella mujer, aunque fuera su hija.

Todas las tardes caminaba hasta llegar a la cascada donde le gustaba ir a mi abuela. Esperaba por si algún día llegaba. Al tercer día de estar allí esperando, escuché los pasos que mi abuela daba al venir corriendo. Yo estaba oculto entre la vegetación y ella no me vio, siempre iba allí sin decírselo a nadie. La vi venir por el camino y pararse a la orilla de aquella poza. Esperé y nadie la seguía. Ella empezó a desnudarse para meterse en el agua.

•    ¡Señora por caridad, deme un poco de amor! - le dije saliendo de mi escondite y la vi botar con el susto.

•    ¡Dios, niño! - se puso la mano en el pecho - ¡Eso no se le hace a una mujer de mi edad! - miró para todos lados - ¡Corre, desnúdate y métete en el agua! - ella empezó a entrar y a ocultarse junto a la vegetación donde nos encontramos el primer día. Me desnudé y oculté mi ropa. Corrí en busca de mi abuela sin pensar en lo fresca que estaba el agua - ¡Mi niño! - me dijo y me rodeó con sus brazos y me besó con pasión - ¡No puedo ni dormir pensando en ti! - mi polla empezó a ponerse rápidamente dura y su mano la buscó - ¡O sí cariño, así te quería encontrar!

Dejamos de hablar en ese momento. Me agarré a una raíz gruesa que sobresalía de la orilla y apoyé mis pies contra la pared que se sumergía en el agua, ella puso un brazo en mi hombro, y la mano del otro buscó mi polla, sus dedos la agarraron y la agitaron para comprobar que estaba totalmente endurecida, como a ella le gustaba. Sus piernas me rodearon por mis caderas y su mano sostuvo mi polla para esperar que su hambriento coño se aproximara y se produjera la unión de nuestros sexos. Su vagina recibió con un cálido abrazo a mi glande que estaba helado por el agua. Su lengua se hundió en mi boca y nos fundimos en un apasionado beso mientras ella agitaba sus caderas para sentirme dentro. No podíamos hacer ruido e intentábamos no gemir por el placer de sentir nuestros cuerpos unidos después de varios días sin poder tocarnos. Ella no tardó en tener su orgasmo que la hizo convulsionarse de placer y gritar un poco más de lo recomendable en aquel lugar.

•    ¡Ahora mi niño! - empezó a moverse para que le regalara mi semen en su caliente vagina, me besaba el cuello y se agitaba - ¡Vamos cariño, llena a tu abuela con tu semen! - me susurraba al oído y sentía que me iba a correr - ¡Sí, sí, el cuerpo de tu abuela es tuyo para que le hagas todo lo que quieras! ¡Pero dame ya tu semen! - me mordió el cuello y casi pierdo las fuerzas para continuar agarrado - ¡Sí, sí, sí! - hundió su cara en mi cuello para evitar chillar cuando empezaba a sentir otro orgasmo más fuerte que el primero - ¡Otra vez, me corro otra vez! - gemía mientras nos mirábamos y sus caderas se agitaban enloquecidas, su mueca rota mostraba el placer que estaba sintiendo. “Ya abuela” fue lo único que pude decir al sentir que me corría y ella se clavó la polla totalmente para recibir mi semen - ¡Sí, sí, siento que te vacías dentro de mí! - se agitaba gozando de mi corrida.

Permanecimos abrazados, unidos por nuestros sexos que se agitaban por el placer que habíamos sentido. Ella me acariciaba y me daba dulces besos en los hombros, yo acariciaba su cara con la mía mientras escuchaba nuestras respiraciones agitadas por el esfuerzo de sentir placer.

•    ¡Te quiero, abuela! - le dije y la besé con pasión.

Permanecimos abrazador. El agua aliviaba el calor que nos produjo nuestro sexo. Nadé un poco por la poza y encontré otro lugar apartado de la vista y en el que tenía pie. Llamé a mi abuela y contemplé su hermoso cuerpo mientras nadaba. Llegó a mí y nos besamos suavemente. La cogí por la espalda y ella dejó flotar su cuerpo, sus pechos sobresalían del agua y miraba sus oscuros y erectos pezones. Besé su cuello y con dos dedos de cada mano jugué con su pezones.

-    ¡Me pones caliente con cada caricia que me das! – me dijo sensualmente.

-    Pues yo paso todo el día empalmado viéndote moverte por casa agitando este culito… - la cogí por la cintura y pegué mi polla a su culo para que pudiera sentir mi erección.

-    ¡Joder, qué buena la tienes! – giró su cabeza para ofrecerme su boca.

Mi polla se apoyó en su culo mientras mis manos amasaban sus tetas y nuestras lenguas jugaban una con otra.

-    Te echaría otro polvo ahora mismo, pero tenemos que volver. – nos volvimos a besar – espera que yo me vaya y sales tú. – mi abuela se fue nadando y la observé salir del agua.

Varios minutos después salí yo. Tuve que esperar a secarme al aire para vestirme, ya no estaba la toalla de mi abuela. Volví despacio por el camino y al llevar a la casa me encontré con Sonia.

-    ¡Hola Ramón! – se acercó a mí - ¿Te gustaría ir está noche a las fiestas del pueblo?

-    Pues… - quedé dudando.

-    ¡Claro que sí! – dijo mi madre que se acercaba a nosotros – Yo cuidaré de tu abuela.

-    ¡Vale, te recogeremos a las once! ¡Hasta luego! – se marchó caminando por el camino y fue la primera vez que me fijé en su redondo culo.

Cuando mi madre le contó a mi abuela que aquella noche iría con Sonia a las fiestas, sentí que la furia la iba invadiendo. Si bien hizo como que no le importaba, ya había visto muchas de sus miradas amorosas… Esa noche mi abuela no me lanzó ninguna de ellas.

Como dijo Sonia, a las once vino con su novio a recogerme. En el pueblo, a parte de conocer a un montón de personas que te invitaban a bebidas o comidas por el simple hecho de estar allí, conocí a Julia y Julio, los padres de Sonia. Dos horas más tarde tenía el estómago bien llenó de comida y bebida, y mi cerebro bien intoxicado con esos licores de la tierra.

Si la cabeza me daba vueltas por el alcohol, más me giró cuando la mayoría de las mujeres me disputaban para bailar con el joven nieto de Doña María. Más de una buena cogida de culo me llevé, y tuvo que ser Julia, la madre de Sonia, la que me agarrara y no dejara que ninguna otra se acercara a mí.

Ya no sabía la hora que era cuando volvimos de la fiesta. Mientras los tres hombres que viajábamos en el coche íbamos tocados por el alcohol, las dos mujeres solo se les notaba el cansancio de la fiesta. De hecho, a Julio lo llevamos directo a la cama y su mujer lo dejó tirado en la cama, tal cómo llegó. Sonia se llevó a su novio al establo. Allí tenían como una especie de habitación para que él pudiera dormir esas noches que se le hacía tarde.

-    ¡Gracias por todo Julia! – me despedí de la madre que era la única que había en la habitación – Ya me voy que he de andar hasta la casa de mi abuela…

-    Espera, la casa no está lejos y creo que necesitas un café para despejar un poco tu cabeza… - acepté el café y me hizo sentarme en  la cocina mientras ella lo preparaba.

Se movía por la cocina cogiendo vasos y demás útiles para preparar el café. La miraba y mis ojos no se apartaban de su culo, su gran culo que agitaba con cada movimiento que hacía. Me hablaba y la verdad es que no la escuchaba. Se giró y pude observar sus grandes tetas marcadas en aquella tela tan ajustada. Miré sus carnosos labios y sin saber la razón, deseé poner mi polla en ellos. Se acercó con los cafés y al poner el mío en la mesa, cayó sobre mi pantalón.

-    ¡Oh, dios mío! – dijo y cogió un trapo para limpiar la zona - ¡Corre, quítate los pantalones para que no te quemes! – yo me había puesto en pie y ella se arrodilló delante. - ¡Vamos, no quiero que te hagas daño! – sus manos desabrocharon mi pantalón y lo bajaron, después bajó mis calzoncillos y mi polla quedó delante de su cara, medio erecta por los pensamientos que tenía sobre su cuerpo - ¡Mi pobre niño! – su mano acarició mi polla que botó al contacto de sus dedos - ¡¿Te duele?! – me preguntaba mientras soplaba sobre mi polla, acercando demasiado sus labios – Tal ves lo mejor será echarle un poco de saliva… - su boca se abrió y mi polla se perdió dentro.

No lo podía creer, aquella mujer se tragaba mi polla desesperadamente. No sé cómo sería su vida sexual, pero era claro que disfrutaba con mi joven polla. Se la traga por completo, agarrada a mis caderas las empuja hasta que mi glande tocaba su garganta, después una fuerte succión y mis piernas temblaba por el placer. Era insaciable, su lengua lamía mi polla desde los huevos mientras su mano la agitaba. Era una experta mamando la polla. Cuando veía que estaba a punto de estallar, cambiaba de técnica para que no me corriera. Me tuvo más de media hora al filo del orgasmo, quería correrme pero sabía cómo conseguir tranquilizarme para disfrutar más de mi polla.

Cuando estuvo satisfecha su boca, se levantó, puso las manos en la mesa y dejó su culo en pompa.

-    ¡Vamos hijo! – su mano echaba las bragas a un lado para ofrecerme su coño - ¡Clávamela y haz que me corra!

Miré su redondo culo. Su mojado coño asomaba al final de sus rollizos muslos. Agarré mi polla y la llevé hasta su coño. Empujé y la penetré. Agarrado a sus caderas la embestía como un animal. Miraba como mi polla se perdía en su coño y como las carnes de su culo rebotaban con cada embestida. Levanté la vista y me estremecí.

Sonia estaba en la puerta de la cocina, apoyada en el quicio de la puerta, con la falda levantada y sus bragas por las rodillas. Nos miraba excitada y su mano agitaba su coño con deseo.

-    ¡Sigue, no te pares! – me gritó Julia – A mi hija le gusta ver cómo follan a la puta de su madre.

Me agarré con fuerza al culo de Julia y la penetré desesperadamente. Julia gemía y Sofía hacía lo propio mientras su mano no dejaba de castigar su coño. Estaba a punto de correrme cuando Julia tensó el cuerpo y sus piernas se agitaba por el orgasmo. Sonia miró y sabía que me iba a correr. Vino rápido hasta nosotros y colocó su cabeza de lado sobre el culo de su madre, con la boca abierta me pedía mi semen. Miré sus bonitos ojos y no podía aguantar más. Saqué mi polla y la sacudí apuntando a Sonia que recibió en su cara cada chorro de blanco semen que lanzaba.

-    ¡Joder, qué gusto! – dije al ver a la hija que lamía mi semen del culo de su madre. Cogí mi polla y volví a penetrar a Julia que aún gozaba de aquel orgasmo.

Saqué mi polla de la madre y me senté rendido por el placer. Sonia se arrodilló junto a mí y limpiaba mi polla con su boca. Su madre se sentó en otra silla y miraba a su hija con una gran sonrisa de satisfacción.

-    Hija, esa polla está muy buena. – dijo Julia mientras su hija jugaba con su lengua en mi polla - ¿Por qué no te lo follas?

-    No mamá. Ya me ha follado mi novio. No he podido resistir al verte follando con Ramón, pero mi coño está satisfecho.

-    Pues si no os importa, me voy a la cama. – Julia se limpió con la mano mi semen y se colocó en su lugar las bragas. Después se marchó lanzándome un beso.

Sonia acabó su trabajo y se sentó en una silla mientras yo me vestía. Sonreía complacida por haber satisfecho a su madre y por el placer que se dio al mirarnos.

-    ¡Gracias Ramón! – me dijo sonriendo - ¿Te lo has pasado bien?

-    Sí. En la fiesta y con el cariño que me habéis dado.

-    Pues cada vez que necesites cariño, visítanos. Creo que mi madre está contenta con tu cariño…

Me acompañó a la puerta de la casa y caminé hasta llegar a la de mi abuela. Entré y cuando miré el reloj de la entrada, eran las cuatro y media de la mañana. Caminé sin hacer ruido hacia la cocina, necesitaba agua. Pasé por delante del despacho de mi abuela y la luz se encendió.

-    ¡Caballero, venga usted aquí! – mi abuela estaba de pie junto a la puerta - ¡Cree usted que pude venir a semejantes horas! – cerró la puerta tras de mí - ¡Idiota, no te vayas más de mi lado! – se abrazó desesperada a mí acurrucándose para sentir mi cuerpo - ¡Me siento como una estúpida joven en su primer amor!

-    Lo siento abuela. - besé su cabeza y la abracé con fuerza – Fue mi madre la que me lío…

-    ¡Ya la castigaré! – me besó con suavidad – Podemos aprovechar ahora que está dormida…

-    Abuela, necesito ducharme… - agarré su culo con las dos manos - ¡¿Quieres bañar a tu nieto?!

No dijo nada. Me cogió de la mano y apagó la luz. Caminamos en silencio hasta llegar a la puerta de la habitación de mi madre. La abrió y comprobó que estaba dormida. Me llevó hasta su habitación y cerró la puerta echando el seguro. Me metió en el baño y encendió la luz.

-    ¡Aquí nadie nos molestará! – me besó con pasión.

Se fue a la ducha y abrió el grifo, dejando sólo que el agua saliera por la parte superior como una fina lluvia de temperatura agradable. Se giró y yo ya estaba desnudo, deseaba bañarme para quitarme los restos del sexo que había tenido con Sonia y su madre. Mientras ella se desnudaba, me enjaboné y me lavé a conciencia para que no pudiera descubrir lo que había estado haciendo.

-    ¡Joder niño, quería lavarte yo! – me dijo mientras entraba en la ducha.

-    ¡Y yo quería estar limpio para que te comieras todo mi cuerpo! – su sonrisa me mostró que aquella idea le gustaba.

Se acercó despacio a mí, puso sus manos sobre mi pecho mientras me miraba a los ojos. Sus pezones erectos me amenazaban, pidiendo que me los comiera. Mis dedos los acariciaron y la lengua de mi abuela empezó a lamer y jugar con mis pezones. Ya había tenido sexo hacía menos de una hora, pero el ataque de mi abuela hizo que mi polla se volviera a poner dura. La presionó en su barriga y una mano la acarició, su boca bajó por mi pechó dándome besos hasta que estuvo en cuclillas, agarraba mi polla frente a su cara.

-    Nunca he hecho esto... - Me miró con su hermosa cara y su boca se abrió. Acaricié su cabeza mientras se metía mi polla en la boca.

-    ¿Te han chupado el coño? – le pregunté mientras sentía su torpe mamada.

-    No hijo, pero si lo deseas te daré mi coño para que hagas lo que quieras con él… - su boca volvió a tragarse mi polla.

Tiré de su pelo para que dejara mi polla. La hice levantarse y que apoyará su espalda contra la pared de la ducha. Me arrodillé delante de ella y le hice abrir sus piernas. Delante de mí estaba su coño de cuidados pelos. Separé con mis dedos sus arrugados y oscuros labios vaginales y apareció el interior de su coño, rosado y brillante por los flujos que brotaban de su vagina. Nunca había comido el coño a una mujer y sólo las películas porno eran mi referencia. Acerqué mi boca y el olor de su coño inundó mi mente. Ya no tenía curiosidad por hacerlo, ahora era un deseo irrefrenable de comerle el coño a mi abuela.

-    ¡Joder niño! – exclamó mi abuela y sus piernas perdieron un poco de fuerza cuando mi lengua recorrió desde abajo toda su raja, hasta acabar rozando su excitado clítoris - ¡Joder, qué bueno es esto! – sus caderas se movían cuando pasé de nuevo mi lengua por su clítoris - ¡Joder no pares, sigue, ahí, ahí, chupa ahí!

Cerré mis labios sobre su enfurecido clítoris y succioné no fuerza y constancia. Dejó de hablar, su cuerpo se encorvó y apoyó sus manos sobre mis hombros mientras sus piernas temblaban y perdían fuerza. De golpe dio un gemido seco y corto y estiró su cuerpo empujando con su espalda en la pared mientras su mano empujaba mi cabeza contra su coño. No dejé de mamar su clítoris mientras sentía contra mi cara el chorro de líquido que brotaba con fuerza de su coño. ¡Se estaba meando de gusto! Pequeños chillidos de mi abuela me indicaban que el orgasmo era demasiado intenso para que su maduro cuerpo pudiera resistirlo. Fue cayendo poco a poco, resbalando su espalda por la pared hasta que quedó sentada en el suelo. Mi boca se mantuvo unida a su clítoris hasta que me fue físicamente imposible mantener la postura.

-    ¿Estás bien? – le pregunté mientras ella permanecía sentada y abierta de piernas delante de mí.

-    ¡Estoy en la gloria! – su sonrisa y sus ojos mostraban que estaba en éxtasis – Nunca había sentido un placer tan intenso…

-    ¡Mamá, mamá! – escuchamos la voz de mi madre que llamaba desde la puerta - ¿Te ocurre algo?

Mi abuela se levantó. Aún no tenía muchas fuerzas. Un “¡Quédate aquí quieto!” susurrado en mi oído me dejó petrificado en la ducha viendo cómo mi abuela salía del baño para hablar con mi madre.

-    ¡¿Estás bien?! – escuché preguntar a mi madre cuando la suya abrió la puerta.

-    Hija, me he despertado y he sentido ganas de desahogar mis necesidades de sexo mientras me duchaba.

-    ¿Y por qué has cerrado la puerta?

-    Si la llegó a dejar abierta hubieras entrado ¿no? Pues imagina que despierto a tu hijo y me pilla abierta de piernas y metiéndome esto…

-    ¡Joder mamá, guarda eso! De todas maneras Ramón no está en su habitación.

-    ¡¿Aún no ha llegado?! Creo que sois poco estrictos con él. ¡Anda, acuéstate qué ni ha amanecido!

-    ¡Bueno, hasta mañana! – cerraron la puerta y mi abuela entró en el baño.

-    ¡Corre hijo! – me llamó – Tu madre se ha ido a su habitación, ponte la misma ropa y duerme en el sofá del salón.

La obedecí. Me vestí y salí al pasillo furtivamente. Caminé a oscuras y me tiré en el sofá. Empecé a pensar en lo que me había ocurrido aquella noche. Julia me hizo una mamada estupenda y la follé. Después mi abuela intentó hacer lo mismo y no tenía experiencia. A cambio me comí el primer coño de mi vida, el de mi abuela y por cómo quedó, lo hice bastante… El sueño me rindió y la oscuridad se apoderó de mi mente.