Mi 1º sesión con la sumisa Claudia
Después de más de 2 años escribiendo y publicando relatos por fin conseguí contactar con una mujer sumisa que solicitó una sesión conmigo
Eran las 11:20 de la mañana y yo caminaba por una concurrida calle de Madrid en dirección a la cafetería en la que había quedado con Claudia, la que iba a ser mi nueva sumisa. Claudia había contactado conmigo hacía casi un mes, pero no había sido hasta hacía un par de semanas que la había comenzado a tomar en serio.
Claudia es una mujer sumisa, de 42 años, piel clara, pelo largo y castaño, delgada y con gafas, que hacía un mes me había mandado un correo solicitando mis servicios como Amo, lo que realmente me sorprendió y agradó, aun así traté de mantener la calma y decidí conocerla bien antes de lanzarme a la aventura de la relación real, ya que sé (no por experiencia por suerte) que hay muchos engaños por internet que te pueden suponer problemas.
Desde el primero correo sentí como Claudia estaba ansiosa por la sumisión, pero antes de eso me debía asegurar de que era quien decía ser en primer lugar, y conocerla mentalmente para darla la dominación más adecuada para ella.
Después de vernos por cam, y tener largas conversaciones de teléfono, descubrí muchas cosas sobre ella, un poco de su vida personal, un poco de su vida familiar y mucho a cerca de sus fantasías sexuales y motivaciones para ser sumisa.
Cuando llegué a la cafetería esta estaba llena de gente, pero no me fue difícil dar con Claudia, que estaba sentada en una mesa, sola, con un café y con una expresión de nerviosismo que se diluyó por completo al verme, siendo sustituida por una sonrisa a la que por supuesto yo correspondí.
No necesité mucho tiempo para darme cuenta de que Claudia exteriorizaba mucho más que yo sus deseos también en persona ya que eso lo había notado en el contacto a distancia desde el primer día que hablamos por teléfono, en el que la mujer no paró de hablar.
Nos dimos un par de besos en las mejillas, aunque no me disculpé por mi retraso, ya que habíamos quedado a las 11, pero ni Claudia me recriminó siquiera ligeramente mi retraso, ni yo tenía intención de disculparme ya que lo había hecho a propósito para que su ansiedad creciera un poco más.
A mí no me molestó que fuera Claudia la que más hablara durante los 25 a 30 minutos que estuvimos en el local, seguramente si la sumisa hubiese sido de un carácter similar al mío, mucho más pausado, la conversación se hubiera hecho más difícil de llevar, pero Claudia era una auténtica charlatana, lo que daba bastante normalidad al tema.
- Bueno, ¿te apetece que nos marchemos ya, Claudia? – pregunté cuando la mujer terminó de hablar, haciendo que esta se mantuviera unos segundos en silencio antes de asentir con la cabeza.
Claudia tenía el coche aparcado a varias calles de distancia y en todo el trayecto no dijimos ni una sola palabra, lo que me sorprendió bastante, ya que al parecer la cercanía de la sesión hacía que Claudia cortase su constante charla de golpe.
- Parece que la fase de amigos ha terminado, ¿no crees, Claudia?
- Sí, mejor así, prefiero tenerle como Amo que como amigo, amigos tengo demasiados- dijo la mujer construyendo la frase más larga que decía desde que habíamos salido del local.
- Desde ahora hasta que nos despidamos seré tu Amo, ¿es ese tu deseo?
- Sí Amo, por favor- dijo con la voz ligeramente quebrada por la excitación de tener tan cerca lo que tanto había deseado desde un mes atrás.
Al ver el estado de nerviosismo de la sumisa la ordené que me diera las llaves del coche para conducir el vehículo hasta el lugar donde tendríamos nuestra primera sesión, un pequeño hotel a las afueras. Desde luego habría estado más cómodo en mi casa, pero prefería no llevarla allí en la primera sesión, ya que que conociera donde vivo podría ser un problema si las cosas no iban tan bien como deseábamos ambos, siendo parecido el caso de Claudia, ya que con ella vivían sus dos hijas, lo cual supondría un problema si alguna de los dos aparecía en medio de la sesión.
Claudia tenía las instrucciones de cómo llegar al hotel memorizadas en el GPS, con lo que fue muy fácil llegar allí en tan solo 10 minutos, con la fortuna de no pillar ningún atasco dentro de la ciudad.
El hotel tenía tan solo 4 plantas, y tan solo contaba con una estrella, pero para lo que necesitábamos era más que suficientes: con la voluntad sumisa de Claudia, mi imaginación para someterla y la maleta que Claudia había llevado, en la que se encontraban una serie de artículos BDSM que la mujer había adquirido, sería más que suficiente para que la sesión fuera inolvidable para ambos.
Después de pasar por recepción para recoger las llaves, Claudia cargó con la maleta hasta llegar a nuestra habitación. No penséis mal, normalmente soy un caballero, pero no quería que Claudia, después de decirla que tendríamos el rol de Amo-sumisa hasta el final de la sesión pensase que me había ablandado.
Sin siquiera echar un vistazo a la simple habitación en la que entramos, di la orden a Claudia de que se desnudara completamente, ante lo que la mujer se quitó todas las prendas de ropa que llevaba, sin siquiera pensárselo. Mire a Claudia desde sus pies descalzos hasta sus pechos pequeños pero firmes pechos. La mujer tenía un cuerpo muy bien proporcionado y cuidado, la verdad es que me costó un poco dejar de sobar su suave piel, pero por fortuna logré parar a tiempo… quería que Claudia me tomara en serio como Amo, y que no pensara que lo único que quería era follarla y ya está.
- Lo siento Amo, esta perra sumisa lo tentó con su cuerpo, por favor azóteme- pidió la sumisa buscando su castigo, pero la ignoré y fui a la maleta para poner sobre la cama todo lo que había traído Claudia para la sesión.
La verdad es que me sorprendió de todo lo que había: velas, pinzas de la ropa, muchos preservativos, con lo que intuí que Claudia deseaba tener mucho sexo además de la dominación, pinzas unidas por cadenas, un par de látigos, uno de cerca de un metro y otro de medio, una mordaza de bola, un collar rosa de sumisa, unas esposas metálicas…
Examiné con calma los objetos mientras dejaba a Claudia dada de lado, desnuda en medio de la habitación, pero su parte charlatana no tardó en apoderarse de ella y comenzar a hablar sobre lo que deseaba que la hiciera… la verdad es que no recuerdo muy bien, lo que recuerdo es que dio sugerencias como tratando de llevar una sesión a la carta, lo cual no me gustó un pelo y la agarré de la muñeca para darla su primer castigo.
Pude ver una pequeña sonrisa en el rostro dela mujer cuando vio que por fin reaccionaba. La hice arrodillarse al pie de la cama, agarrándola las muñecas para esposarla las dos manos a la pata de la cama. A continuación la tapé los ojos con una venda y la puse unos tapones para los oídos que había llevado conmigo y que estaban en el bolsillo de mi cazadora (era unos de los planes que tenía casi desde el inicio, privarla de sus sentidos para hacer la sesión más intensa)
- Aquí mando yo, perra, así que más vale que te relajes porque si no me vas a enfadar. Ya te conozco bien, ahora yo decidiré que es lo que debo hacer contigo.
- Sí Amo, lo siento- dijo la sumisa apretando los dientes cuando sintió como oprimía sus pequeños pezones marrones con las pinzas metálicas unidas por una cadena.
Como castigo para la sumisa decidí tomarme aun con más calma la sesión, comenzando a quitarme los zapatos y la sudadera mientras la observaba jadeantes y tratando de captar lo que sucedía a su alrededor con el poco oído que la quedaba.
La verdad es que la situación me estaba dando bastante calor a mí también, lo que me quité la sudadera que había llevado y la camiseta también, tirando ambas prendas sobre la sumisa, tratándola como si fuera un simple mueble.
Me gustó ver como Claudia aspiraba tratando de percibir el aroma de mis prendas de ropa, mientras que yo seguía examinando los juguetes con los que disponía para castigarla. Dejé así a la sumisa aproximadamente 5 minutos, tiempo suficiente para que los jadeos de Claudia se convirtiesen en la música de fondo de aquella sesión.
Yo me acerqué a mi sumisa lentamente para comprobar su excitación. Como los pezones los tenía oprimidos por las pinzas no pude comprobarlo por esa vía, con lo que me acuclillé delante de ella con la intención de examinar su sexo.
Claudia no hizo ningún movimiento cuando me coloqué allí, lo que quería decir que los tapones estaban haciendo su trabajo, ya que la sumisa no tenía ni idea de donde me encontraba, corroborando esta teoría el respingo que dio cuando sorpresivamente acaricie su sexo de arriba abajo empapando mi mano con sus fluidos para a continuación llevarlos a su boca y contemplar como lamía mi mano como una perra ansiosa de sexo.
- Por favor Amo, fólleme- pidió excitada olvidándose lo que le había dicho minutos antes a cerca de hacer sugerencias.
- Creo que más que una sumisa eres una putita ninfómana- dije enfadado después de darla una sonora bofetada que la sumisa encajó con bastante entereza.
- No Amo, lo siento, es que cuando me excito…- pero no la dejé terminar y la golpeé la otra mejilla con la misma fuerza.
- ¡No quiero escusas, perra! – dijo sin dejarla hablar- ¡En nuestra sesiones la Claudia habladora se queda fuera, en nuestras sesiones solo entrará la sumisa que se limita a hablar lo justo con el Amo! ¿está claro? – pregunté elevando el tono de voz mientras la tiraba del pelo para que prestase toda su atención.
- Sí Amo.
- Ahora recibirás tu castigo – esperé unos segundos a ver si Claudia decía alguna cosa, pero vi agradado que la mujer tan solo agachó la cabeza, consciente de su falta y dispuesta a pagar su penitencia.
Hice que Claudia abriese la boca para introducir en esta una mordaza de bola, con lo que la sumisa comenzó a respirar más agitadamente, nerviosa ya que apenas tenía percepciones de nada, podía oír lo que los tapones le permitían, no podía ver nada, no podía usar sus manos ni levantarse debido a las esposas, y ahora tampoco podía comunicarse conmigo.
Sabiendo que la sumisa estaba tan entregada a mí, y sin posibilidad de decisión, me tomé mi tiempo para ir al baño en busca de lo que necesitaba. No me hizo falta mucho para encontrar allí un vaso de plástico bastante acorde con la calidad del hotel, que en teoría se usaba para colocar allí los cepillos de dientes, para llenar de agua fría.
Caminé de puntillas con el vaso entre las manos para acercarme a mi sumisa sin que esta se diese cuenta de lo que hacía. Traté de mostrarme lo más templado posible mientras observaba como Claudia seguía jadeando de manera enérgica, esperando a que esta agitada respiración se calmó un poco, aprovechando ese momento para verter todo el contenido del vaso sobre la cabeza de la sumisa.
Claudia se convulsionó al notar el frío del agua corriendo por su cuerpo desnudo mientras yo miraba extasiado de placer como la sumisa se afanaba en acatar el castigo con la mayor entereza posible.
Cuando mi sumisa finalmente paró de temblar me acuclillé ante ella con la intención de sacarla la venda, con una gran curiosidad por saber que mirada me encontraría en sus ojos, dependiendo de ello llevaría la dominación por un lado o por otro; ojos desafiante de sumisa rebelde, ojos tranquilos de sumisa templada que asimila el castigo, ojos temerosos de sumisa que el dócil después del castigo…
La mirada de Claudia se clavó en mis ojos durante una décima de segundo, pero en cuanto nuestras miradas se cruzaron la sumisa agachó la suya y clavó su mirada en mis pies, dándome a entender que se portaría mejor durante el resto de la sesión y que no hablaría más de lo necesario.
- ¿Vas a ser buena, perrita? – Claudia asintió con la cabeza alzando la mirada un instante para que viera en sus ojos que no mentía, recompensándola con una caricia en la mejilla – muy bien, ahora te voy a quitar todo, pero tienes que asegurarme que serás buena, de lo contrario te pondré como estás ahora y te castigaré aún más duro.
Sin esperar respuesta comencé a desatar a Claudia, comenzando por quitarla los tapones de los oídos, la mordaza de la boca y terminando con las esposas, para finalmente ordenarla que se pusiera en pie.
Pude ver las dudas de Claudia al levantarse. Ya no era la sumisa vivaracha que había sido al inicio de la sesión, deseosa de poder llegar al orgasmo lo antes posible a través de un poco de dominación… en aquel momento se la podía ver dudosa, desubicada, sin saber siquiera como poner los brazos o a donde debía mirar.
Ver a la sumisa así de nerviosa me dio aún más seguridad en lo que estaba haciendo y me acerque a los juguetes que Claudia había traído en su maleta. Miré los objetos interesado, especialmente en los consoladores que allí se encontraban, con la intención de que el calor que había sido apagado dentro de mi sumisa por el agua fría sobre su cabeza volviese a regenerarse.
- Ven aquí- ordené golpeando mi muslo para que la sumisa se acercase, después de ponerse en cuatro patas y gatear como una perrita, cosa que yo no ordene, pero que me agradó.
- Sí Amo- dijo la sumisa alzando la mirada, una mirada que me dio a entender que fuese lo que fuese lo que la pidiese Claudia haría todo lo que pudiera para complacerme.
- Súbete a la cama y ponte en cuatro patas.
La mujer, gateando como una perra, se ubicó sobre el edredón de la cama, mientras que yo observaba como esta movía su trasero de forma insinuante con la intención de excitarme. Pese a que me estaba gustando lo que veía agarré el látigo más corto que Claudia había llevado y mediante este comencé a azotarla para que se colocara como yo quería sin necesidad de mediar palabra, tan solo azotando sus muslos, piernas, nalgas y espalda hasta que finalmente logré la postura que deseaba: Claudia con las rodillas en el edredón, el culo no muy alto debido a que las piernas estaban bien separadas para poder acceder con facilidad a su empapado y depilado sexo, la espalda inclinada hacia delante, las manos detrás de la cabeza y la cara sobre la almohada.
Quede muy complacido cuando vi como Claudia no movía ni un músculo hiciese lo que hiciese: la puse 5 pinzas en cada labio vaginal, una en el clítoris, varias en los pechos sin retirar las dos que estaban unidas por cadena, de la cual tiré en más de una ocasión de manera premeditada, en sus costados, orejas… pero la sumisa no se movió ni dijo nada en busca de piedad, con lo que después de cada pinza se ganó el premio de ser tratada con cariño y recibir algún beso o caricia para que llevase mejor aquel dolor.
- Estás aguantando muy bien- la dije mostrándome contento con su comportamiento mientras la acariciaba la espalda, desde sus hombros hasta el inicio de su trasero – ¿crees que lo llevarías mejor si te meto uno de los consoladores que has traído?
- Prefiero sus caricias, Amo- dijo la sumisa mirándome con admiración, lo cual me encanto.
- Genial- dije sonriendo- ahora me vas a poder acariciar tú a mi perrita, y mientras lo haces yo te iré quitando pinzas si lo haces bien te quitaré pinzas, pero si lo haces más o se te caen pinzas por tu cuenta te castigaré.
Claudia se levantó con cuidado de la cama, con el cuerpo lleno de pinzas, para no perder ninguna de las que llevaba. La sumisa se me acercó tímidamente y comenzó a dar suaves besos sobre mi pecho. Yo por mi parte jugueteé un poco con ella y tiré y apreté de las pinzas que llevaba, pero no quité ninguna.
La sumisa, reuniendo todo su valor me empujo poco a poco hasta la cama hasta que finalmente tomé asiento y esta se arrodilló con la intención de quitarme los pantalones, cosa que yo quería que hiciera, pero no se lo puse fácil ya que estiré mi pie para agarrarla de la cadena que unía sus pechos con pinzas metálicas para tirar de ella cada vez que veía cómo iba perdiendo mis pantalones, quedando así tan solo con mis boxers, bajo los que Claudia pudo divisar una erección que a juzgar por la expresión de su rostro la hizo sentir orgullosa de sus habilidades de seducción.
Claudia se lanzó sobre mí para besarme y chuparme el torso con largos y sensuales lametones, mientras que yo jugueteaba con las pinzas que tenía más cercanas, las de sus orejas. La sumisa bajó lentamente hasta mi polla, lugar donde esta enloqueció y comenzó a chupar con demasiada rapidez, tratando de hacerme eyacular, pensando que así la quitaría las pinzas o la daría más placer en agradecimiento; pero lo único que se llevó fue un tirón de sus pinzas de las orejas.
- ¿Tienes prisa, perra?- pregunté sonriendo mientras la miraba.
- No Amo, lo siento, no me pude contener, llevaba mucho esperando esto- dijo pasando su lengua desde mis testículos hasta mi glande.
Después de aquel toque de atención la sumisa siguió entretenida con mi erecto pene, siguiendo fija allí al ver cómo según iba excitándome la iba quitando pinza de su cuerpo, lo cual agradecía esmerándose aún más en la lamida.
Cuando ya tan solo la quedaban 3 pinzas en su sexo, Claudia se alejó de mi erecto pene para bajar hasta mis pies. Me hizo sonreír para mí que la sumisa prefiriese tener aún aquellas 3 molestas pinzas en su cuerpo a cambio de poder seguir sobándome y dándome placer y al parecer ella también se sentía orgullosa de ver aquella expresión en mi rostro, porque comenzó a lamer mis pies con el máximo entusiasmo, no mostrando ni el más mínimo reparo.
Con el otro pie me estiré para quitar las pinzas que colgaban del sexo de la sumisa, ante lo que esta tenía que parar un poco la intensa lamida que me estaba dando en el otro pie, ya que cada vez que tocaba la pinza que aún permanecía en su clítoris Claudia sentía un dolor un poco superior a lo que era capaz de tolerar.
- Ya están todas fuera perrita- le dije acercándome a ella que después de perder la última pinza de su clítoris, lo que le había obligado a acuclillarse y llevarse las manos a su sexo – ¿a ver como ha quedado ese clítoris?
La mujer se levantó con rapidez y puso sus manos a la espalda para que examinara su sexo. Separé sus empapados labios vaginales y pincé entre mis dedos su hinchado y palpitante clítoris, dándola un par de tirones para acercarla hacia mí y después tirarla sobre la cama.
Con la intención de ir poniendo punto y final a la sesión decidí introducir un poco de bondage. La mujer al oír la palabra cuerdas se excitó sobre manera y se colocó en el cabecero de la cama deseando ser allí apresada. Por suerte para ella aquella era la misma idea que había tenido yo, y no la castigue por adelantarse.
Lo primero que hice fue esposar las dos manos de mi sumisa a los barrotes que tenía el cabecero de la cama, para después, con una cuerda larguísima que la sumisa había adquirido, atar las piernas de Claudia a lo alto del cabecero, quedando su culo y sexo totalmente disponibles para mí, no pudiendo resistirme a darla un par de violentos azotes con mis manos que la motivaron a morderse el labio mientras me miraba excitada.
Si la cuerda hubiese sido más corta seguramente me habría parado allí, pero al ver que sobraba mucha decidí rodear con ella sus pechos y hacerla una atadura, en la que sus medianos senos quedaban apresados, y a cada minuto que pasara irían ganando volumen y sensibilidad.
En los siguientes minutos azoté con mis propias manos el cuerpo de la sumisa, recreándome especialmente en sus pechos, cada vez más hinchados, y de una tonalidad más oscura que su habitual piel pálida, su duro culito y sus empapado sexo, que tras cada golpe me iba mojando las manos con las que lo golpeaba, hasta que finalmente llevé mi mano a su boca, lo cual me sorprendió, ya que retiró la cara.
- ¿Estás rechazando la mano de tu Amo, perra? – pregunté agarrando con la otra el clítoris de la sumisa y retorciéndolo.
- No Amo, lo siento…- dijo dubitativa- es que no me gustan los fluidos, ni los míos ni los de cualquier otra mujer.
- Eso te lo voy a ir quitando poco a poco perra, en el futuro posiblemente necesite que te juntes con otras mujeres, así que comienza a chupar.
Disfruté con la cara de asco que puso Claudia al sacar su lengua y degustar su propia esencia, estaba haciendo un esfuerzo realmente grande por complacerme, y pese a que podía haber intentado pedir clemencia o preguntar si ya había chupado suficiente no lo hizo y siguió lamiendo mis dedos hasta que la dije que parase.
Claudia jadeo excitada mirándome directamente a la entrepierna, ante lo que la solté un par de azotes en su empapado coñito que hicieron que dejase de mirar ahí para mirarme a la cara con una expresión entre dolorida y suplicante. La verdad es que me hubiera gustado darla una bofetada en la cara directamente, pero debido a la forzada posición en la que se encontraba, no tenía ángulo para coger la carrerilla necesaria para aquello.
- Creo que ya has visto bastante por hoy, esclava- le dije sonriendo mientras cogía una de las vendas que Claudia había llevado para la sesión para taparla los ojos. La sumisa como era obvio no se resistió- y creo que de oír también ha sido suficiente- dije sacando de mis pantalones situados sobre una silla al lado de la cama un par de tapones para los oídos e introduciéndolos en las orejas de mi sumisa.
Ya la había arrebatado dos de sus sentidos, pero aun así no me parecía que estuviera lo suficientemente indefensa, así que cogí las bragas que nada más entrar Claudia se había quitado, para restregarla un poco por su sexo y a continuación meterlas en su boca, cosa que me costó un poco, ya que si bien, Claudia, no sabía que era lo que la estaba llevando a su boca, sí que sabía que estaba impregnado con sus fluidos y decidió resistirse un poco, resistencia que fue fácilmente vencida cuando estrujé con fuerza uno de sus cada vez más amoratados pechos.
Una vez colocada así me salí de la cama y comencé a recoger mis cosas, para dejarlas junto a la puerta, abrirla y cerrarla de manera enérgica, pero quedando dentro de la habitación.
Pese a que Claudia levaba tapones en los oídos pudo oír perfectamente aquel portazo y en tan solo un minuto comenzó a removerse inquieta, pero no había nada que hacer, las esposas que encadenaban sus manos y las cuerdas que mantenían sus pies por encima de su cabeza dejando sus agujeritos totalmente expuestos, eran inflexibles y no se marcharía a ninguna parte.
Pese a que sabía que era muy difícil que Claudia me oyera, me quité los boxers con cuidado y me fui acercando a la sumisa gozando de cómo cada vez en su rostro se podía ver más la urgencia de querer salir de allí, además de la desesperación por sentirse abandonada en aquella incómoda y humillante posición por tiempo indefinido, ya que la habitación la teníamos hasta el día siguiente a las 12 de la mañana.
Por la mezcla de humillación cuando fuera encontrada, y el disgusto de que aquella sesión con el escritor de relatos hubiera sido una auténtica decepción, pude ver como la tripita de la sumisa comenzaba a convulsionarse debido a los sollozos que estaba comenzando a emitir.
Sorprendido con aquella reacción, no pensé que dejarla así solo unos minutos la iba a afectar tanto, me acerque a la cama para acariciarla el muslo, lo que prácticamente al instante la relajó: tan solo necesitaba una prueba de que seguía allí y que la sesión aún no había terminado.
Viendo que el coñito de Claudia seguía totalmente empapado, me estiré para recoger de la mesilla un tubo de lubricante, que rápidamente vertí sobre mis dedos para estimular el ano de mi sumisa.
La mujer, al notar mis dedos en aquella zona se puso tensa y un poco roja, al parecer no solía estimularse aquella zona, pero después de las muchas conversaciones que había tenido con ella, tenía claro que aquel no era un límite, además, desde que la había visto en persona me había imaginado taladrándola analmente para finalizar la sesión, dejando su coñito para otra ocasión.
Su culito se tragó mis dedos y en cuanto entraron tres sonreí: con aquello era suficiente para introducir mi pene.
Claudia gimió excitada cuando notó como cambiaba de postura, posando mis manos sobre su abdomen mientras notaba como mi polla recorría desde su empapado sexo hasta su ano, donde me entretuve un poco antes de dejarme caer de manera brusca, provocando un gemido de dolor que me agradó.
Para no ser el único que disfrutara de aquello, y recompensar la entrega que Claudia había tenido aquella tarde, manipulé su sexo además de martirizar un poco sus hinchados y moraditos pechos, combinando así el dolor y el placer.
Después de unos minutos de intensas penetraciones en la que ya estaba comenzando a sudar, me sorprendí cuando un chorro de fluidos salió despedido directamente sobre el abdomen de Claudia, que se convulsionó como loca mientras yo aceleraba mi ritmo para eyacular dentro de ella y acompasar así nuestros orgasmos.
- ¡Zorra! – dije enfadado quitándola los tapones de los oídos para que me oyera bien- ¿Quién te dejó correrte?- pregunte sacándola sus braguitas de la boca.
- Lo siento Amo- me dijo jadeando aún- de verdad que no pude aguantar más.
- Esto te supondrá un castigo para la siguiente sesión- dije desatando los pechos de la sumisa que poco a poco fueron tomando su tonalidad habitual.
Una vez estuvo totalmente desatada permanecimos en la habitación como una hora más hablando tranquilamente mientras nos relajábamos (sobre todo yo) con un poco de sexo vainilla, prometiéndonos mutuamente que aquella no sería la última sesión, ya que tanto a ella le había agradado mi forma de dominar, como a mí su actitud y carácter en la sesión.
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