Metiendole trago, hicimos gatear a hembrita

Esta es la historia como metiendole trago hicimos gatear a una hembrita.

Metiéndole trago hicimos gatear a hembrita

Nancy Figueroa –dijo la chica al mismo tiempo que alcanzaba la mano al muchacho que le acababan de presentar- mucho gusto.

El muchacho apenas escuchó las palabras pronunciadas por la chica, amortiguadas por el estridente sonido de la discoteca que estaba a punto de cerrar, pero entendió y dijo:

-mucho gusto, me llamo Esteban

A Nancy le pareció muy atractivo aquel chico que andaría por los veinticinco años, de ojos café claros y con un cuerpo que aún bajo la ropa, se veía que estaba acostumbrado a largas horas de ejercicios físicos.

  • ¿Andas en carro? –pregunto Mario a Esteban

  • No, fíjate que esta en el taller.

  • si quieres te llevamos.

  • esta bien, perfecto.

  • Solo que primero pasaremos por mi casa y luego pasaremos a dejar a Nancy. ¿Te parece?

  • Esta bien

A la salida, los tres muchachos abordaron el auto de Mario, un toyota rojo donde apenas entraban pues era únicamente de dos asientos. Nancy iba en medio de los dos y aquello le resultaba un poco incomodo y… excitante al mismo tiempo.

Al llegar a casa de Mario, bajaron del carro y entraron a la sala del apartamento, no era lujoso, pero si tenia lo mas indispensable para vivir con suficiente comodidad.

La chica se sentó en el sofá que Mario le ofreció antes de salir a la cocina. Esteban se sentó al lado de Nancy y le hizo conversación.

  • ¿y cuantos años tienes? Digo si no es mala educación de mi parte.

  • De ninguna manera. Tengo veinticuatro.

  • ¿En serio? Pareces de menos como de diecinueve o veinte.

El ultimo comentario le hizo gracia y la halagó al mismo tiempo Mario habló desde la cocina.

  • ¿Quieren un trago?

  • Si –respondió Esteban -¿Y tu Nancy?

Nancy no bebía, jamás le había gustado el alcohol, pero esta vez, ni siquiera ella misma entendía por qué sentía deseos de hacer lo que no había hecho nunca y accedió.

  • También –respondió.

Mario apareció con tres copas y le dio una a Esteban y la otra a Nancy y se sentó en el sofá, al lado izquierdo de ella.

La chica había quedado de la misma forma como habían venido en el auto. Aquello la estaba mortificando un poco. No era usual para ella estar bebiendo y aun sola en un apartamento con dos hombres.

Tomaba con lentitud de la copa, que al principió la raspo la garganta las copas de ellos ya hacía rato que estaban vacías sobre la mesita cuando Nancy depositó la suya también

  • ¿Quieres otro? Pregunto Mario.

  • Por Favor – dijo Nancy.

  • Yo también – secundo Esteban.

Se tomaron otra más. El alcohol, poco a poco, comenzaba a desinhibir a la chica. Quien se mostraba más alegre a cada momento.

De improviso, sin decir nada, la boca de Mario se apoderó de la oreja de Nancy, penetrando la lengua en ella, Nancy se cimbro en lo más profundo y, por pudor o por reacción cosquillenta, se retiro hacía la derecha, pero de ese lado estaba Esteban, quien la recibió de la misma manera. La chica se encontraba acorralada literalmente, así que se levanto del asiento … o por lo menos lo intentó, por qué Mario la retuvo por los hombros al mismo tiempo que Esteban la inmovilizo poniendo su mano, abierta en abanico, sobre el vientre, y fue sentada de nuevo.

  • No, no – suplico Nancy- por favor

En realidad sus palabras eran una falacia, aunque ella no estuviera consciente de eso. Desde que venían en el carro, en sus adentros imaginó aquella situación. Ahora no podía dar marcha atrás, su cuerpecito era presa segura de aquellos amigos suyos y estaba sucumbiendo a sus caricias, porque un escalofrió fascinante comenzaba a recorrer su cuerpo, desde su espalda hasta sus piernas, haciendo que su carne se pusiera erizada y se le pararan todos los vellos de la piel.

  • ¡No! –alcanzó a decir por ultima vez antes de perderse en un remolino enloquecedor.

Los chicos hicieron caso omiso a sus suplicas.

Mientras Esteban continuaba besando ardientemente su rostro y sus labios, Mario ya había conseguido alzarle la blusa y el brassier y mamaba sus pechos y sus pezones sonrosados.

La mano de Esteban se deslizó como una serpiente hacia el centro de las piernas de Nancy, quien hizo el último acto de pudor y las cerro en vano. Ya que aquella llegó antes a su sexo, que ya se encontraba húmedo.

Por encima de la delgadísima ropa interior, la mano se deslizó de arriba abajo haciendo vibrar todas las fibras de la chica desde ese punto pequeño.

Ya para entonces, toda la resistencia pasiva de Nancy se había desmoronado y sólo quedaban residuos de su fuerza transformados en leves gemidos, se abandonó por completo al ataque de sus amigos.

Cuando Mario la despojó de su faldita y su tanga, ella misma incluso le ayudó quedando completamente desnuda. Esteban, entonces, se dirigió hacia la vulva de la chica, apoderándose de ella con su boca, Nancy se cimbro por la sensación cuando la lengua profanó su más recóndita intimidad con grosería y empezó a revolver en círculos sus caderas.

Los muchachos se turnaban para chuparle la concha, apenas la dejaba uno, el otro se aferrraba al sexo de la chica, introduciendo la lengua y lamiendo casi todo el interior.

La chica se agarraba con desesperación al mullido forro del sofá, para que el placer no la impulsara fuera de si misma.

Cada palmo de su piel fue explorado por sus amigos, sin dejar de besar hasta el más intimo rincón de su cuerpo.

Pero Nancy ya no quiso seguir en desventaja frente a sus oponentes con premura, libero a Esteban de su camisa, dejando al desnudo su atlético pecho, y empezó a quitarle el jeans, tarea que terminó el muchacho por si mismo.

Mario, en tanto, ya había hecho lo propio y se encontraba desnudo su miembro viril erguido y enorme, tanto que Nancy creyó nunca haber visto uno de ese tamaño y de ese grosor. Empezó a dudar si lograría soportar la embestida de aquel animal.

La chica se sentó en el sofá y, aferrandose con sus manitas de una nalga de cada chico, los atrajo a ella de tal forma que ambos penes quedaron al alcance de su boca. Casi desencajando las mandíbulas la chica fue mamándolos, uno al tiempo, los miembros viriles iban desapareciendo dentro de los finos labios bermellones y salían lubricados por la saliva de la muchacha y un poco manchados de su lápiz labial, los chicos se estremecían a cada succión de Nancy, como sintiendo que de un momento a otro, iban a desatarse en una lluvia liquida dentro de su boca. Nancy no dejaba un centímetro de los falos sin relamer y succionar.

Esteban alzando a la chica en vilo, la condujo a la habitación de Mario, seguidos por éste y recostó a la chica en la cama, boca arriba y le abrió las piernas… más bien la ayudó un poco, porque Nancy, ansiosa también, ya las estaba abriendo, mostrando a los chicos su concha humedecida y tumefacta por la excitación.

Nancy se sacudió en lo más profundo con la embestida de Esteban. A Mario no le gustaba permanecer quieto viendo como solo Esteban y Nancy disfrutaban. Volvió a apoderarse con su boca de los pechos delicados de la chica y a producirle un placer extra aparte del que Esteban le estaba proporcionando.

Nancy sentía volverse loca a ratos.

Mientras una de sus manos acariciaba el pecho peludo de Esteban, con la otra mano buscaba con afán el pene de Mario, hasta que al fin logró aferrarse a él y empezó a masturbarlo cono ahínco. Esteban continuaba entrando y saliendo de Nancy mientras la sujetaba por los muslos. Mario le mamaba los pechos y el abdomen.

Segundos después, Esteban era el que estaba acostado y la chica montada sobre él, el pene erguido encajado en su vagina, cabalgándolo con frenesí con movimientos de arriba abajo mientras el muchacho se arrechaba cada vez más con las nalgas blancas y redondas de la chica para entrarle con firmeza.

Poco después, la chica giró sobre Esteban, sin sacar el pene de su cavidad, y quedó de espaldas a él, mostrándole su esplendido trasero, continuo moviéndose en esta posición.

Esteban al tener contacto visual con el ano de Nancy, dirigió uno de sus dedos hacía el trasero de la chica, haciendo fluctuar la yema de sus dedos en la entrada de su orificio posterior, pero sin introducirlos.

Mario aprovecho la excitación de la chica y le basto acercar su miembro al rostro de Nancy para que sus labios se prendieran de él con afán en una chupada espectacular.

Ni Nancy ni Esteban soportaron más el ejercicio y el chico se derramó dentro de ella, quien dejo escapar el último gemido cuando sintió cómo el liquido caliente inundaba su interior. El chico quedo exhausto en la cama, cansado y satisfecho por completo.

Ya Esteban no volvió a tomar parte en la acción, pero a Nancy le bastó sólo Mario para encenderla de pasión, para llevarla al cielo, para satisfacerla de nuevo y darle un orgasmo maravilloso.

Mario colocó a la chica en posición de perrito y, rodeándola con sus brazos, sujeto los pechos y comenzó a penetrarla desde atrás.

Para Nancy aquella experiencia era nueva. En esta posición sentía como el miembro viril tocara nuevos puntos deliciosos dentro de su vagina y empezó a menear las caderas en un sabroso vaivén, en sentido contrario a los movimientos del muchacho para brindarle una mejor movilidad al pene y para satisfacerse más plenamente ella misma.

Los pechos le dolían por la fuerza con que Mario se había afirmado de ellos, pero el placer que estaba experimentando aminoraba el sufrimiento y lo transformaba en una especie de disfrute masoquista. Fue así como obtuvo su segundo orgasmo en menos de dos minutos.

Una fuerza descomunal, mucho más grande que la primera, la lanzó por los aires y sintió que tocaba el cielo otra vez luego, nada, sólo un agotamiento enorme, un gozo sin límites y una satisfacción infinita.

Mario terminó con espasmos asombrosos, vaciándose dentro de ella en cada movimiento hasta que se exprimió por completo.

Nancy cayo desplomada entre los chicos, que la abrazaron y la acariciaron mientras se recuperaban de aquel remolino que los había envuelto.

Caliche