Metamorfosis

La transformacion de una mujer, de su marido, de su relación.

Ella era mi mujer, mi señora, mi esposa. Desde que éramos novios ella conocía mis gustos, yo se lo dije francamente una noche, y en la cama siempre hacia pequeñas cosas para satisfacerme, se volvía más agresiva, dominante, solo un poquito. Recuerdo una noche que, en pleno acto, con la más hermosa voz de perra me dijo al oído: "Voy a romperte el culo putita" y yo acabé instantáneamente. Después me obligo a lamer su rajita durante horas.

Yo la amaba cada vez más con cada detalle, con cada muestra de que se preocupaba por mí placer.

A un año de casarnos, y gozando de una excelente vida sexual, ella, como no podía ser de otra manera, dio un pequeño empujón a nuestros aún inocentes juegos.

_Entra, arrodilláte a mis pies, tenemos que hablar.

Estaba completamente desnuda, sentada a los pies de la cama. Me resulto extraño, jamás me había dado una orden así, pero el brillo pícaro de sus ojos junto con mi brutal erección disiparon las dudas y me arrodille sin resistencia.

_Debes estar de acuerdo en que nuestra mutua honestidad hace que seamos una pareja feliz, sobretodo en la cama.

_Si, señora_ dije parodiando su seriedad mientras sonreía, pero ella me miro a los ojos muy seria.

_No hables, no te pregunte nada, solo escucha. Estoy sintiendo cosas nuevas, nuevas necesidades, nuevos deseos. La pequeña cuota de agresividad que pongo en nuestras relaciones… siento que me gustaría ser más agresiva, más dominante.

_Pero amor

_¿No te dije que te callaras? Quiero terminar la idea. Tengo una escena en la mente, viene repitiéndose hace días, proyectándose en mi cabeza. Quiero realizarla._ respiro profundamente y mantuvo silencio por un momento._Quiero que lamas mis botas._ lo dijo rápido, rematando la frase con una risita vergonzosa y clavo sus ojos en mi, nerviosa.

_Linda… no te tenes que avergonzar, nunca por nada. Todo lo que te haga feliz me hace a mi feliz.

_Bueno pero no es solo eso.

_Decime, en serio no hay problema.

_No se como se me ocurrió… la cosa es… quiero que vengas… yo… la imagine estando yo parada, desnuda, con las botas, esas de taco que tanto te gustan, y vos venís… quiero que… quiero que te arrastres.

_¿Que me arrastre?

_Si… ya se que es raro… mierda pensé que si te hacia arrodillar y todo eso iba a ser más fácil.

_No esta bien, pero

_Quiero que estés desnudo y te arrastres, como en el ejercito, hasta mis botas… y comiences a lamer, ja, como adorándome.

_Vamos nena, yo te conté cosas más raras, ¿querés hacerlo ahora?

_Bueno, pero espera, vos quedate acá. Yo me pongo las botas y voy al living, te espero ahí. Acordate, desnudo y arrastrándote, no digas una palabra, no me mires.

Nunca en mi vida había estado tan excitado, mi esposa me pedía que lamiera sus botas, que me arrastrara para hacerlo, mi mente ya imaginaba días futuros, cuero, látigos y una esposa-domina estricta y sádica.

El piso estaba frío y arrastrarse con una erección es más difícil de lo que puede parecer cuando lo imaginas, pero ahí estaban, las hermosas botas que yo había insistido en que comprara. Me acercaba lentamente, silencio y la mirada de mi mujer desde lo alto. Abarque su talón de cuero con mi mano, la otra rodeo la punta, mi lengua beso el cuero desde el suelo trazando una línea por el arco hasta el taco. Un gemido de ella devolvió a mi pene la erección e hizo a mi estomago vibrar.

Durante casi media hora estuve abocado a mi tarea, solo escuchaba sus gemidos y su respiración profunda, hasta que me dijo: "Ahora" y tirándome del pelo me puso de pie y tuvimos nuestro mejor sexo en años.

Las noches pasaron viendo a mi esposa repetir la escena, algo en verme arrastrarme como un gusano por el suelo para lamer sus botas la calentaba y la volvía tan salvaje.

Rápidamente pasamos a hacerlo dos veces por día agregando una sesión a la mañana. Yo me iba al trabajo con el sabor al cuero en la boca y una erección que cedía solo frente a una paja en el baño.

Pero todo cambió.

Una noche, al llegar del trabajo, la encuentro sentada en el sillón.

_Te estaba esperando, tenemos que hablar.

Escuche sus palabras pero no pude responder, mis ojos estaban hechizados por la mujer que me esperaba en mi casa. Muy pocas veces se maquillaba, jamás como ahora. Y mi mujer solía ser rubia, ¿quién era la perversa pelirroja que me miraba tan seria? Además un tapado de piel cubría su cuerpo desnudo, y claro, las botas.

_Arrodilláte y empezá a lamer que tengo varias cosas que decirte_ me sonrió mientras caminaba hasta ella y me ponía a sus pies, solo después de que mi lengua recorriera varias veces el empeine de su bota comenzó a hablar.

_Adoro verte tan sumiso. Si solo supieras lo que es verte de rodillas lamiendo mis botas… Hoy comprobé una cosa que ya sospechaba: a muchos hombres les gustaría estar en tu posición, es decir lamiendo mis botas.

No me mires, yo hablo, vos lames y escuchas.

Sos el segundo hombre que me lame las botas hoy… Ja ja ja, a ver esos ojos… ¡miráme a los ojos! ¡Estas celoso! Ja ja ja, volvé a mis botas, no quiero ver esa cara.

Un compañero de trabajo, enserio, y lo hace mucho mejor que vos. ¿Sabes lo que le prometí? que si me lamía las botas durante un mes lo dejaría subir hasta mi rajita. ¡El pobre se esforzaba tanto! Pero lo mejor era la forma en que se humillaba, me agradecía la oportunidad y me suplicaba que lo esclavizara. Me llamaba Diosa. Me prometió un par de botas por día hasta que: "pueda besar su divina entrepierna".

Se entrego a mi… tan sincero. Cuando salí de su casa me sentía una diosa, en la calle caminaba altiva, sintiendo la devoción de los hombres y la envidia de las mujeres, ahí me decidí a este cambió de look, mi yo anterior era muy mojigata y tímida, incluso mi imaginación era tímida… Ahora mi mente está en estado de ebullición.

Y decíme: ¿que me podes ofrecer vos?

La pregunta quedó flotando en el aire, me sentía tan profundamente humillado, lloraba sobre las botas en silencio, lamiendo mis lágrimas sobre el cuero.

_¿Que queres que te diga?, me humillas y te reís, me tenés a tus pies. ¿Qué queres de mi?_ acerco su cara a la mía y su aliento me escupió con placer estas palabras.

_Te quiero a mis pies, completamente rendido, sin voluntad. Quiero tu cuerpo, tu mente y tu vida, para siempre._ sonrió _Compre esto en un sex-shop, voy a tomar un baño, cuando vuelva quiero verte con esto puesto o no verte. Se acabó nuestro matrimonio, o te quedas y te convertís en mi esclavo, o te vas y te convertís en un desconocido.

El sonido de la ducha me llegaba desde el baño, y la mascara de cuero me miraba, muerta, desde el sillón. Y entonces deje de ser yo, ahora un títere sin identidad con una mascara de cuero. Mi diosa salio del baño y rió.

Las botas llegaron, un par diferente cada día como ella había dicho. Y yo debía lamerlas al anochecer, lamer el cuero ya corrompido.

Me tenía que poner la máscara en cuanto llegaba, la sacaba de mi maletín y entraba con ella a la casa, "No quiero ver tu cara nuca más, no sos una persona, no tenes cara", enseguida me desnudaba y me arrastraba (no caminaba, no gateaba) por el living hasta el sillón donde ella me esperaba. Entonces yo lamía y ella hablaba.

_¿Sabes cuanto gasta el estúpido? ¿y el tiempo que tarda buscando el par ideal? A veces me da lastima… pero la mayoría de las veces me dan unas ganas de pegarle… tirarlo al suelo de una cachetada, y que llore un poco…tan sumiso y rastrero… me da tanto asco. Ayer soñé que lo aplastaba, el era como un insecto y yo lo pisaba y me reía. Estoy soñando cada cosa

Esos eran los momentos que más disfrutaba, ella se desahogaba en mí, yo mantenía mi posición de confidente, me encantaba escucharla incluso cuando me daba cuenta que cada vez estaba más lejos de la persona que había conocido.

Las cosas no cambiaron hasta que se cumplió un mes de la noche en que me convertí en su esclavo. Hasta entonces su poder sobre mi no cambio significativamente las cosas, a pesar de la mascara y de sus palabras crueles y actitud despectiva, yo seguía lamiendo sus botas y a veces le daba sexo oral, a nada más me obligo y pensé que las cosas seguirían así por un tiempo.

Entonces llego la noche, bajo la luz de la entrada saque la mascara del maletín, abrí la puerta y me puse la mascara rápidamente.

Desnudo por el suelo llegue a las botas, nuevas, largas. Nadie dijo una palabra mientras escuchábamos mi lengua por el cuero.

_Lamió cada centímetro de estas botas antes de dedicarse con devoción a mi concha._ un silencio largo _Fue el primer hombre en llegar a ella desde que nos pusimos de novios._ mis lagrimas mojaban la mascara, en su voz había tristeza _Sacáte esa mascara ridícula, vamos a hacer el amor.

Libere mi rostro del cuero y me abalance sobre ella para besarla, pero mi alegría se esfumo frente a su cara de sorpresa que se alejaba de mis labios. Nos quedamos mirándonos, fríos y confundidos en un acto que rompía nuestro rito. La mano de mi mujer se elevo por primera vez contra mi, con un sólido cachetazo me devolvió al parquet. Llorando se acercó a mi cara apretando los dientes con odio.

_Si vuelvo a ver tu cara te desfiguro, ¡ponete esa mascara ya!

Se encerró en el dormitorio con un portazo. Sin animarme a golpear la puerta me acosté en el sillón aunque sabía que no podría dormir.

La escuche llorar por horas, luego el llanto se volvió sollozos y luego silenció. Y entonces dormí.

Me despertó una mujer enmascarada, en las aberturas del látex negro encontré los ojos y la boca de mi mujer, desde lo más alto de la cabeza emergía el pelo rojo en una cola, como una fuente. Por lo demás estaba desnuda.

_Levantáte perro, me tenés que vestir. En la cama esta la ropa e instrucciones. ¡YA!

Me dirigí al cuarto, ella se sentó en el sillón cruzando las piernas y sonriendo.

En la cama encontré un cat-suit y guantes a juego con la mascara, en el suelo descansaban un par de monumentales botas de cuero. Sobre el cat-suit había una hoja de papel salvajemente escrita.

"El esclavo debe: 1-Vestir con devoción a su Diosa.

2-Suplicar ser pisoteado por ella.

3-Rogar por una prenda a la Diosa para probar su sumisión absoluta."

La mascara negra me sonreía con crueldad mientras yo, arrodillado, cubría sus piernas con látex.

_¿Viste lo que son las botas? El me regalo el conjunto, no me lo puse para él.

Llegue a la entrepierna y contemplando su hermosa concha me hundí en ella.

De los pelos mi cara fue alejada de la hermosa flor.

_Nunca, más, vas, a, tocarme, sin, permiso._ remarco cada palabra con una fuerte cachetada. _Vestí a tu diosa esclavo.

El negro látex se apoderaba del cuerpo de mi mujer, la devoraba, y yo lo ayudaba.

_Hoy le pegue, enserio, creo que lo lastime. El estúpido se arrastraba suplicando que le pegue más fuerte, tenia la nariz sangrando, fue demasiado… estoy decidida a arruinarlo, es tan sumiso, podría hacer cualquier cosa con el… y lo voy a hacer. En estos días aprendí tanto de mi misma.

Aunque toda mi razón me decía lo que tenia que hacer, lo correcto, lo debido, algo en mi se negaba tercamente, mis manos seguían deslizando el ajustado látex por el cuerpo de mi diosa, mis ojos se mantenían fijos en su cuerpo sin siquiera intentar ver esa mascara aterradora que devoraba la escena con una sonrisa perversa.

_Te siento sufrir, siento la duda que te atraviesa y te hace tan lento cumpliendo las órdenes de tu diosa.

Entonces mi boca se revelo.

_Maria… por favor…_la mano voló cortando el aire y golpeando salvajemente mi mejilla, no me llames así, soy una diosa, soy TU diosa, y vas a aprender a obedecerme sin pensar.

Me dejo en el suelo y fue a la cocina terminando de ponerse el cat-suit. Volvió con un cuchillo.

_Cortáte._me entrego el cuchillo ofreciéndome el mango. _Quiero verte sangrar.

Todas mis fantasías sumisas se juntaron para guiar mi mano, el filo descanso en mi pecho y se hundió en la carne trazando un río rojo. Grite, solo un poco, y la mascara que me miraba sonrió.

_¿Crees ahora estar capacitado para terminar de vestir a tu diosa?

Deslice los largos guantes por sus brazos, me estremecí cuando vi sus manos cerrarse sintiendo los guantes, como una transformación. Las botas, con una suela altísima y tacos imposibles, la elevaron alejándola de mí. Entonces, desde su altura, con sus botas, me golpeo los huevos. Caí al suelo gritando y solo sentí su risa. Su mano enguantada me tomo del pelo levantando mi cara del parquet.

_¿Te gusto eso amorcito?_ me soltó y se alejo riendo. _Veni perrito, las botas de tu diosa necesitan limpieza. Y agarra ese cuchillo, vas a ofrendar tu sangre.

Me arrastre, débil y derrotado.

_Un tajo en cada palma, para encerar mis botas.

Largo y doloroso el cuchillo abrió mi piel y calló la suelo. Mis manos temblorosas se acercaron al cuero y se apoyaron en el empeine, comencé a recorrerlas con mi sangre.

Ella me miraba, siempre con una sonrisa.

_Siento tu sangre, cada gota me vuelve más poderosa. ¡Ahora lamé!

Las marcas de mis manos ensangrentadas continúan en el parquet, de hecho mi sangre decora toda la casa. Suele darme brutales golpizas, y ahora con el látigo es peor. Hace meses que no me saco la mascara, espero no volver a ver mi rostro. Ella en cambio ahora luce su rostro desnudo, ya no le da vergüenza verse en el espejo vestida en látex o cuero, compro varios espejos de cuerpo completo, le gusta ver nuestro reflejo cuando me humilla o me golpea.

Su contacto con la realidad es cada vez más difuso, tengo miedo.

Los dedos, le corto los dedos a su otro esclavo, en cuanto llego me los tiro a la cara y me ordeno que los guarde.

Bajo su largo tapado de piel su nuevo conjunto de cuero estaba lleno de sangre, y la golpiza fue especialmente brutal.

Escape, dejo estas líneas escondidas aquí. Sus botas, siento sus botas, la puerta se abre.

_¿A donde vas amor?

Agradezco cualquier comentario, sugerencia o consulta, especialmente ya que no estoy del todo seguro de este relato. Lo siento oblicuo, raro, me gustaría saber que piensan.

Saverio.