Metacrilato azul

Fantasías de una tarde aburrida.

A Marta

Esperaba que llegara el convoy de la línea de metro 10 en una tarde aburrida y triste. Era un día extraño. Poco movimiento en las calles, poca gente en el andén. Además llevaba toda la semana solo trabajando en casa y estudiando a la vez, sin tiempo ni para hacerme una mísera paja. La tensión de esa semana de mierda se unió a la cada vez más creciente calentura que me subía desde las pelotas hasta el estómago.

Aquella tarde decidí acabar con aquello y como no tenía ninguna amiga a mano por esas fechas, salí de casa para ir a un sex shop y comprar una peli en condiciones. No una normal, si no una fuerte, de alguna zorra extrema. Una putita que fuera follada en condiciones.

En el sex shop escogí una película que presentaba en la carátula a una morenita de pelo corto, redondas tetas con pezones pequeños y un culo de diosa duro y bien puesto. Aparecía en aquellas fotos chupando toda clase de vergas, con la cara llena de leche y siendo empalada por todos sus deliciosos agujeros.

Pues eso, ya tenía la peli, la polla me pulsaba bajo mis pantalones sin calzoncillos, algo que hago cuando estoy muy salido, y esperaba el puto metro. Tenía ganas de llegar a casa y hacerme la paja del año, lentamente, hasta correrme a chorros como un poseso viendo aquella película.

Por fin apareció tras el túnel el maldito tren. Venía casi vacío. Entré en el vagón que me quedó más cerca y me senté en los asientos centrales. Faltaban muchas paradas hasta llegar a casa. Eché una ojeada para ver quien me acompañaba en mi viaje. Había 5 personas. Una pareja que hablaba al fondo del vagón, tres señoras mayoras que miraban calladas la oscuridad del subterráneo a través de los cristales y una quinta persona, un regalo de los dioses. Parecida a la protagonista de la película con la que pensaba pajearme minutos después, los caminos del demonio son inescrutables… Morena de pelo corto, con unos pequeños rizos que le llegaban por debajo de las orejas. Ojos verdes, unos 25 años y un cuerpo que se adivinaba bien formado y duro bajo un traje de chaqueta negro con la falda ajustada por encima de las rodillas y con una blusa blanca. Tenía todo el aspecto de ir a trabajar a alguna tienda o algo parecido. Era una hora temprana de la tarde. Probablemente volvería a su trabajo después de haber comido.

Teniendo en cuenta que el viaje no era de lo más divertido, puse en marcha mi mp3. Comenzó a sonar Happy Mondays. Me recosté en el asiento y mi mente se disparó en mil pensamientos cerdos. Poco a poco me di cuenta de que me encantaría follarme a mi compañera de viaje de enfrente. La morenita del traje de chaqueta. Ella iba leyendo y yo dejé que mis salidos ojos de aquella tarde cada vez se fijaran más en ella. ¿Cómo tendría las tetas? ¿Sería su culo redondito y duro? ¿Follaría duro? Seguro que me chuparía el rabo como una experta. ¿Me dejaría correrme en su cara?......Todos esos pensamientos invadían mi cabeza y hacían que mi polla poco a poco fuera despertando bajo la tela de los vaqueros.

Intentaba adivinar algo más bajo su falda. No veía nada. Tenía las piernas muy juntas. Unas piernas enfundadas en unas medias negras y bien formadas. Delgadas y duras. Se notaba que hacía algún tipo de deporte. ¿Patinaje tal vez? Ahora me la imaginaba con una de aquellas famosas falditas que llevan las patinadoras…..no podía ser, me estaba poniendo muy cachondo.

Al principio mis miradas eran furtivas. Conforme pasaba el tiempo, mis pupilas quedaban fijas sobre esa chica durante más segundos, casi minutos. Definitivamente estaba muy buena y yo estaba ardiendo como un hierro al fuego.

En una de éstas, ella levantó la vista de su libro y me pilló in fraganti admirando su cuerpo e intentando recorrer entera su entrepierna. Me avergoncé pero no retiré la mirada. En condiciones normales hubiera agachado la cabeza, pero los 1.000 grados que rodeaban mi rabo, me hicieron aguantar la vergüenza y me quedé ante sus ojos verdes. Cuando estaba a la espera de recibir una mueca de asco de su parte, vi salir de sus labios una leve sonrisa muy pícara, sus ojos se iluminaron hasta que bajo la cabeza hacia su libro.

Joder….-pensé-……¿Qué hago?, me ha sonreído…. Yo no sabía que hacer, pero mi polla si. Estaba vibrando entre mis piernas, soltando gotas de líquido preseminal por el endurecido capullo. Tuve que resolver rápido mis dudas. El tren llegaba a una estación y mi musa del metro se levantó dispuesta a salir. Cuando se quedó en la puerta esperando que se abriera, giró su cabeza y volvió a mirarme sonriendo. No lo dude, me levanté y salí detrás de ella en una parada que no cubría ni la mitad del trayecto de a donde yo iba.

Emergimos a la superficie de la Tierra después de ascender por infinitas escaleras de hierro. Ella 5 metros delante de mi. Ahí pude notar que su culo era para ponerle un marco. Redondo, prieto, con un leve movimiento que hipnotizaba al andar. Era para ponerle un marco y para chuparlo y metérsela hasta la base de los huevos de un golpe.

En la calle ya había mucha gente. Cinco y media de la tarde; centro de la ciudad, montón de almas buscando sitios donde gastar dinero. Y mis suposiciones eran ciertas, mi morena de ojos verdes y culo de lujo, entró en una famosa tienda de ropa de hombre y mujer. Trabajaba allí. Ya la tenía localizada y de allí no se iba a escapar tan fácilmente. Di una rápida vuelta a la tienda y salí de nuevo a la calle. En la terraza de un bar que había enfrente me senté. Pedí un café con hielo, encendí un cigarro y preparé mi cerebro para que ideara un plan, de acuerdo con mi excitada polla, para tirarnos a la chica de la tienda de ropa aquella misma tarde.

Sentado en la pequeña mesa de la cafetería, observaba a la gente pasar sin pensar en otra cosa que en sexo. Miles de personas desfilaban ante mis ojos: altos, bajos, gordos, feas, guapas, mayores, jóvenes, familias, solitarios como yo, gente feliz, gente con cara triste……pero nadie desviaba mi atención de los cristales de la tienda que tenía enfrente. A veces, mi musa de aquella tarde, se movía por el local y yo la podía ver desde fuera. ¿Qué habría significado la sonrisa que me regaló en el metro? ¿Sería un simple gesto nervioso por haberla mirado o me estaría indicando el camino para llegar al fondo de su coño?

Ya había pasado una hora. Las seis y media de la tarde. Tan solo quedaban dos horas para que cerraran. Pero no tenía prisa porque había decidido que mi plan de ataque tuviera lugar minutos antes de que se cerrara la puerta de la tienda de ropa. Me quedaban dos horas para madurar esa idea o marcharme a casa a hacerme mi famosa paja viendo la televisión. Me quedé. Iba a intentarlo. Pero para vencer la timidez necesitaba un poco de ayuda. Mi amigo vodka con limón me echaría un cable. Pedí uno y compré otra cajetilla de tabaco en la máquina. Pasaría casi dos horas esperando el momento.

Tres copas más llevaron mi reloj a marcar las ocho y veinticinco de la tarde. Ya era de noche y yo ya no estaba sentado en la terraza del bar. Estaba apoyado en la barra llamando al camarero para pagar la cuenta. No estaba ni mucho menos borracho pero si que llevaba el espíritu mucho más alto que cuando salí de casa al mediodía. El espíritu más crecido y la verga más hambrienta.

Con paso lento pero seguro entré en la tienda cuando quedaban 3 o 4 clientes en ella. Algunos pagaban en la caja, otros salían de los probadores. Unos probadores con puerta cerrada, no de esos de cortina. Había otra dependienta más a parte de la chica del metro. La otra dependienta, una rubia de buen cuerpo pero fea cara, estaba fuera del mostrador ordenando ropa. Mi morena de ojos verdes seguía cobrando a los últimos clientes.

Deambulé unos instantes por la tienda hasta que conseguí que las dos me viesen. La rubia me miró con cara de fastidio como pensando "otro tío coñazo que va a hacer que me vaya más tarde de este puto trabajo"; la morena del metro, en cambio, se quedo varios segundos observándome. Nuestras miradas volvieron a cruzarse y esta vez yo fui el que sonreí primero. Ella hizo lo mismo. Quedé yo solo en el establecimiento, el último cliente ya terminó de pagar. En ese momento oí algo que hizo dar un pequeño salto a mi polla y un leve pellizco me encogió el estómago.

Ana! _dijo la morena_ márchate si quieres, que yo atiendo a este chico y luego cierro.

¿Seguro?, respondió su compañera.

Si, no hay problema……cuando salgas deja la persiana a medio cerrar.

Yo las miré a ambas y dije sin mucho convencimiento:

Bueno….no tardo mucho….voy a elegir unos vaqueros, me los pruebo y nada más.

La rubia recogió sus cosas y salió por la puerta dejando la cancela casi a ras de suelo. Su compañera iba detrás de ella para dar una vuelta a la llave en la cerradura. Joder, pensé, esto se pone interesante

Por primera vez en toda la tarde la chica venía hacía mi. Se quedó a un metro y me preguntó que si podía ayudarme. Mientras me hablaba la recorrí de nuevo entera. Ahora más cerca podía ver que sus tetas eran firmes y redondas, su cara era muy linda y despertaba un morbo bastante especial en esos ojos verdes. A la vez que saboreaba con la mirada sus tetas, pude ver una etiqueta en la solapa con su nombre.

No te preocupes Marta, voy a probarme estos pantalones nada más. Ya los tengo escogidos. Lo que pasa es que a lo mejor tienes que tomarme medidas para arreglarme el bajo, porque me suelen quedar un poco largos. ¿Hacéis arreglos en la tienda?

.mmm….vaya, has leído mi nombre, jajaja……si, claro que hacemos arreglos, ve al probador que voy a coger unos alfileres.

Entré al probador, dejé la puerta entreabierta y me miré al espejo. Respiré hondo y desabroché mi bragueta. Saqué mi rabo que ya estaba medio duro, soltando jugos y le di dos sacudidas. Volví a respirar y esperé unos segundos. Quería empezar a cambiarme cuando ella ya estuviera en la puerta. Quería que viera mi polla reflejada en el espejo. Cuando sentí que Marta estaba llegando a mi probador me quité los pantalones y me coloqué los que iba a comprar dejándolos por debajo de mi culo. De repente, intuí su sombra tras la puerta. Ella estaba ahí, la luz azul del probador iluminó su cara y pudo ver mi medio excitada polla en el espejo. Busqué su cara y la encontré, para mirarnos y sonreír.

perdona….has terminado…dijo con mucho cuidado

si!....pasa por favor _ respondí subiéndome hasta el final los vaqueros, guardando mi nabo con dificultad.

La bragueta no podía estar más abultada. Ella podía ver mi calentura en todo su esplendor.

ves?, me quedan un poco largos, siempre me pasa lo mismo con los pantalones

Ella tardó en reaccionar. Me miraba con una cara que no sabría decir si era de calentura o de asombro. Estaba seguro de que me había visto la polla.

no te preocupes, ahora mismo los marco y en una semana puedes volver a recogerlos.

Muy bien……dije con un tono de voz diferente a los de antes.

La tenía en cuclillas, a mis pies. A menos de un metro de su cabeza estaba mi rabo dando saltos dentro de mis pantalones nuevos. De repente, Marta, miró hacia arriba, directamente a mis ojos. Luego sonrió con la sonrisa más caliente que se pueda imaginar y llevó sus ojos a mi abultada bragueta.

Poseído por 2.000 grados de sexo, desabroché los dos primeros botones mientras nuestras miradas seguían enfrentadas. Mi capullo rojo y brillante apareció. El alcohol que llevaba dentro ayudó a soltar mi mente y lo hice: me saqué todo la polla ante mi dependienta particular. Sin hablar, Marta, entreabrió los labios y la agarró con la mano derecha. La izquierda tomó mis duras pelotas. Empezó una suave paja mientras me decía:

eres un cabrón…..¿siempre vas sin calzoncillos, cerdo?

Sólo cuando voy salido……….métetela en la boca….

Su boca de labios carnosos se ofreció para mi verga. Comenzó a chapármela mientras yo pensé que no podía tener más suerte. Agarré su cabeza con fuerza, no quería dejarla escapar. Mamaba como una diosa, llenando de saliva todo el tronco a la vez que apretaba mis cojones. Con más fuerza aún, inmovilice su cabeza. Me le empecé a follar por la boca, lento al principio para ir cada vez más rápido. Ella sabía como poner la boca, era una experta comiendo pollas, eso seguro. Mis huevos chocaban en su barbilla en cada embestida. Iba a correrme, luego llegaría el tiempo de follármela con calma y como se merecía. Soltando la presa que hacía sobre su cabeza dije:

voy a correrme….haz que me corre en tu cara y te follaré como te mereces….

No dijo nada. Simplemente me miró con ojos de zorra y empezó a sacudírmela hasta que cuatro chorros de leche que llenaron sus mejillas y parte de la nariz. Fue una corrida que no olvidaré. Brutal.

La levanté del suelo. Ya de pie, limpie con mis manos su cara mientras la besaba tiernamente. A la vez, le fui quitando su chaqueta negra, después su blusa blanca y, por fin su sujetador. Una tetas de diosa quedaron ante mi. Duras, de pequeños pezones ya erectos. Me lance a chuparlas sin perder tiempo. Las amasaba sin piedad, eran divinas. De un golpe y sin dejar de comérselas, subí su estrecha falda hasta su cintura. La tumbé en el suelo y arranque su tanga negro rompiéndolo. Ella emitía pequeños gemidos. Marta se estaba poniendo muy caliente. Tenía un coño perfecto: rosáceo, de labios apretados y con un delicado mechón de pelo en la parte de arriba. Mi lengua se lanzó a por él a la vez que mi primer dedo entraba en ese coñito. Estaba empapada. Con pequeños mordiscos alternados con lametones recorrí su conejo, chupando cada vez más rápido. Mi dedo se convirtió en dos que entraban como flechas en su coño en llamas. Cada vez más rápido. Tres dedos, cuatro dedos. Mi boca aferrando su vagina y mis cuatro dedos atacando.

Ella se agarraba las tetas con dos manos mientras gemía. Sus gemidos me pusieron aún más caliente. Mi verga ya reaccionaba de la mamada que Marta me había regalado antes. Me quité los pantalones del todo y también me tumbé en el suelo:

túmbate sobre mi, pon tu coño en mi boca y cómeme la polla….ponla dura otra vez.

Así lo hizo. Un 69 perfecto. Sus jugos llenaban mi cara, sus manos sobaban mi nabo, su boca atrapó mi capullo. En 10 segundos me la volvió a poner dura. Ahora tenía su culo pegado a mi cara y vi que era para follárselo.

ponté de pie, dije con autoridad

La apoyé en la pared de espejo, de espaldas a mi y la incliné hacia delante. Cuando iba a metérsela desde atrás por el coño, vi, en una esquina del probador, una de esas perchas cortas pero que acaban en una bola. Estaba caída y era de metacrilato azul. La bola era como cuatro veces mi capullo.

¿qué coño haces tío?

Espera, que seguro que esto te gusta. ¿me dejas que te meta un dedo en el culo?

Si cabrón!.......pero dame ya tu polla……..

Ya tenía la percha en la mano. De un golpe metí mi rabo en su coño. Me agarré con una mano a sus deliciosas caderas y empecé a embestir como un búfalo. Encajaba perfecto en ese coño que no tenía precio. Llené de saliva la bola azul. Me eché sobre ella y chupe el agujero de su culo. Me encantaba comerle el culo.

uummmmmmmm…..Chúpame cabrón…….

Volví a metérsela en el conejo y seguí follándomela sin parar. A ella le gustaba que le dieran caña, y a mi también.

Coloqué la percha sobre el agujero de su culo y, sin avisar, poco a poco, fui intentando meter la percha por su culo. Su maravilloso trasero se abría dejando paso a mi bola azul. Se dilataba cada vez.

ooooouuuuuch!....eso no es un dedo tío!!!

Mmm….te gusta ¿verdad?

Ooooouuuuummmm……..venga sigue…dame fuerte….ummmmmm

Cuando todo estaba dentro de ella, mis sacudidas en su coño se hicieron frenéticas. Mis pelotas golpeaban atrás, la percha se perdía en su culo. Metía y sacaba lo más rápido que podía la polla y la percha. A ella le gustaba, no paraba de gemir y de decirme burradas. Yo estaba en el paraíso del infierno. En el espejo veía sus ojos cerrados, sus labios mordidos, sus tetas saltando por mis embestidas. Estaba buena, mi sueño de aquella tarde, y además follaba como una musa.

Extraje la percha y su agujero se cerró poco a poco. La tomé delicadamente y la guié para que se colocara de rodillas en el suelo. Ella no dijo nada, me dejó hacer. En esa posición, me situé encima de ella, y suavemente, como una navaja en el corcho blanco, deslice mi brillante polla en su culito. Apoyado sobre ella, se la clavé hasta el fondo. Su culo tragaba con facilidad mi polla, pero sus paredes se amoldaron rápido, acostumbradas al mayor tamaño de la percha azul. La metí hasta que los huevos me hicieron tope. Entonces volví a darle caña. Eso le hacía gritar. Creo que ahí se estaba corriendo, con una polla en el culo y tres dedos en su coño.

Volví a repetir la jugada. Ahora la bola entraba poco a poco en su vagina. Sus paredes se abrían para dejar paso. Todo el metacrilato entró.

No hablábamos, sólo follábamos como perros.

sigue! No pares…..

vas a hacer que me corra otra vez…..mmmmm……..

Después de estar unos minutos en esa posición, no podía más. Me dolían las piernas y las pelotas iban a estallarme. Saqué la percha y me levanté. Marta se quedó quieta unos instantes, creo que estaba agotada. Se dio la vuelta y se tumbó en el suelo boca arriba.

pon aquí tu rabo, dijo mientras se agarraba las tetas con las dos manos

No lo dude. Sus tetas eran un lugar perfecto para meter la verga. De rodillas sobre ella, me dejé hacer. Sus expertas manos me pajearon para, después, colocarla entre sus gloriosas tetas. Su cara estaba radiante, brillante del semen de mi corrida y guapa, muy guapa. Con la boca entreabierta, me miraba, me hacía enloquecer. Yo iba y venía entre el túnel de sus bufas. Ya no había vuelta atrás, solté con fuerza la leche que aún guardaban mis huevos. Menos que antes, pero lo suficiente para que sus tetas se llenaran de mis líquidos.

Agotado me eché sobre ella. La besé en el cuello dulcemente y esparcí mi semen por su pecho. Sus pezones seguían duros, los mordisqueé con suavidad. La guerra había acabado.

nos tenemos que marchar, dijo con voz cansada.

Nos vestimos en silencio. Mi pantalón nuevo estaba arrugado y supongo que llenó de todo tipo de sustancias. Pagué la que valía. Marta lo guardó en una bolsa y lo metió en un armario tras el mostrador.

en fin, dentro de una semana pasaré a recogerlo

eso es

vendré a la hora de cerrar

..

Aún faltan 4 días.