Merche y sus guarradas en el piso de estudiantes

Nuestra protagonista sigue en su línea. La más guarra y asquerosa de toda esta página. Deja tus comentarios para que sigan llegando más guarras aventuras de la rubia cerda.

Merche aligeró el paso al ver que la puerta del ascensor se cerraba sin esperarla, a pesar de que la habían oído entrar por el portal. Justo cuando la puerta se cerraba, pudo sujetarla con su mano y meterse en la cabina del ascensor. Adentro estaba el niñato gordo del piso de estudiantes de la última planta. Su tía ya le había comentado que entre los vecinos había quejas del ruido y del comportamiento de estos jóvenes. Concretamente Merche no sabía cuantos chavales tenían el piso alquilado. Ella sólo había visto uno muy alto, de pelo agitanado pero muy feo, y este gordo seboso.

El chaval era todo un ejemplar de lo que no debe ser la imagen de un estudiante. Vestía una camiseta arrugada que apenas le tapaba hasta el ombligo del que salía una mata de pelos pelirrojos como los de su cabeza. Unas bermudas vaqueras caídas sobre la que reposaba su gorda barriga y unas chanclas de playa. Unas gafas de sol apoyadas sobre su cabeza y una lata de cerveza que ya llevaba por la mitad en apenas dos tragos.

-Ome la rubia del piso de abajo. ¿Qué pasa guapa? – dijo el gordo.

-Podías esperar cuando alguien más sube, bonito – contestó Merche haciéndose la enfadada, pero sonriendo.

-Si llego a saber que eras tú, espero lo que haga falta, guapa. Anda toma un traguito y no te enfades, rubia – dijo estirando su brazo y ofreciendo la lata helada a Merche.

A este gordo le tenía la rubia echado el ojo. Tenía una pinta de guarro y vicioso tremenda, con los pocos años que debía de tener. En concreto 18, algo que se enteraría Merche más tarde. Merche pulsó el botón de la última planta, donde se encontraba el piso del gordo y sus compañeros. Mientras lo hacía, guiñó al gordo y le pegó un trago a la lata soltando un eructo a continuación provocando las risas de los dos.

-Aquí tengo salchicha por si tienes hambre, guapa – dijo el gordo sobándose la polla por encima del pantalón.

-Venga cabrón, sácate el nabo que me tienes perra desde que entré en el ascensor – dijo la rubia mientras se arrodillaba sin importarle poner sus hermosas rodillas en aquel suelo asqueroso.

Pero para asqueroso, el nabo que acababa de asomar delante de su cara. Primero, un tufo a sudor inundó el ascensor. A continuación, cuando aquel niñato se bajó el pellejo de aquella corta pero gorda polla, el olor a polla sucia se sumó en el aire a la peste ya acumulada en aquel cubículo. Un gran cabezón amoratado apareció cubierto de una asquerosa capa blanca; origen de aquel olor.

Merche con una mirada de deseo que no pudo aguantar, llevó su mano derecha a la base de aquella gorda polla, para llevársela a la nariz y alimentar su lujuria cerda con aquel aroma a macho cerdo. Su otra mano de deditos finos con uñas azules, se dirigió a la cintura del caído pantalón del gordo para bajárselo y engancharlo debajo de dos peludos cojones que el niñato no había enseñado pero la rubia en su calentura y deseosa de comérselos, se encargó de sacarlos al aire.

-¿Te gustan las pollas sin lavar, no puerca? ¿Te gusta mi salchicha, cerda? – dijo el pelirrojo con las manos en su cintura dejando a la rubia sobar su polla y sus huevos.

  • Me encanta, cabrón – dijo Merche, mientras pasaba su lengua por los dos gordos cojones llenándolos de saliva para posteriormente, meterse el gordo capullo entero en su boca y dedicarse a derretir y saborear esa capa blanca.

El gordo echó su cabeza hacia atrás cerrando sus ojos por el placer.

-Joder puta, como chupas. Que pedazo de puerca eres. No tengo kétchup para la salchicha así que toma guacamole recién hecho – dijo el pelirrojo mientras carraspeaba y de su pecho subía una balsa espesa.

Merche, que ya intuía la guarrada del gordo, se sacó el capullo de la boca. Mientras relamía su boca pasando su lengua por los labios en señal de degustar un sabor que le encantaba, levantó la gorda y pesada polla que ya disfrutaba de toda su dureza. El gordo que ya tenía su asquerosa carga en la boca, apuntó y dejó car despacio un espeso lapo de verdes mocos que fueron a caer certeramente en toda la raja de su gordo capullo y comenzó a resbalar despacio por el tronco.

Merche estaba deseando recoger con la lengua aquella asquerosidad, pero prefirió esperar a que toda la tranca se llenara de esa masa verde. Sólo cuando vio que empezaba a llegar a la mata espesa de pelos que rodeaban la base de aquel pollón se lanzó a pasar su lengua por toda la polla saboreando los mocos de aquel niñato.

Si alguien pudiera entrar en ese momento en el ascensor, se hubiera escandalizado de la escena que se estaba viviendo. Un niñato jovencito, gordo seboso, con pintas de guarro, tenía arrodillada delante de su polla a una rubia preciosa. Toda una mujer joven hermosa, que, aunque se encontraba vestida, su pantaloncito corto dejaba ver dos hermosas piernas. Y su ajustada camiseta blanca, marcaba dos gordos pezones que coronaban dos buenas tetas.

-¿Quieres cerdear un rato en casa con mis colegas, puerca? – dijo el niñato viendo que el ascensor ya disminuía su velocidad, camino de parar en la última planta del edificio.

Merche asintió sonriendo mientras se levantaba dejando aquel gordo nabo chorreando de saliva. Incluso el cuello de su camiseta se mostraba mojado de las babas que habían caído resbalando por su cuello. Empujó la puerta del ascensor, y la sujetó para que saliera el gordo pelirrojo. La rubia sonreía de lo ridículo que se veía aquel niñato andando con su gorda polla moviéndose hacia los lados y meneando en el aire un espeso goterón que colgaba de la raja del amoratado capullo.

Cuando el niñato abrió la puerta con su llave, entró primero llevando de la mano a Merche.

-Vete al dormitorio que está justo en frente, guarra. Te voy hartar de polla – dijo el gordo mientras se iba quitando la camiseta y bajando sus bermudas.

Merche avanzó por el piso y se dio cuentas que era el lugar perfecto para sus degeneradas intenciones. Lo primero que pudo notar fue un fuerte olor a sucio. A casa sin ventilar. Ya en la entrada en donde estaba en ese momento, se acumulaban diferentes zapatillas deportivas, zapatos y chanclas, sin ningún orden. A la izquierda pudo distinguir la cocina. Allí pudo ver toda la encimera y una pequeña mesa, totalmente cubiertas de resto de comidas. Cajas de pizzas tiradas. Platos con comida pegada sin fregar… Las moscas en cantidad reinaban en esa habitación, así como algunas cucarachas correteaban por suelo y muebles.

A su derecha justo en frente de la cocina, vio el salón. Una peste a sudor salía de aquella habitación llegando al pasillo de la entrada. A dentro, pudo distinguir dos cabezas, que ni se molestaron en mirarla. La rubia sonrió poniéndose más cachonda al descubrir que en el piso había al menos dos pollas más.

-Ni se te ocurra mear en el váter cabrón. Esa meada para mi boca – dijo Merche siguiendo el cuerpo fofo del gordo que se dirigía al baño.

-Joder con la vecinita, pues sí que es puerca - dijo el gordo entrando en el baño.

Merche entró en aquel cuarto de baño si es que se podía llamar así. Además de por lo pequeño, por el estado tan lamentable en que lo mantenían aquellos niñatos. En el suelo había latas de cerveza por todas partes. Colillas de cigarros. El váter sin tapa y totalmente manchado de mierda en su interior. Habían tirado de la cisterna, pero todo el filo se encontraba salpicado de mierda.

-Eso es el Fran el hijo de puta. Está con cagalera y no veas la mierda que suelta – dijo el gordo señalando el váter.

Merche se metió en la pequeña placa de ducha. Ya había dejado sobre el lavabo su pantalón, su tanguita y su camiseta. La placa estaba llena de suciedad y con unos calzoncillos tirados dentro. Los cogió, y buscó si tenía manchas para empezar a satisfacer sus ansias de guarradas. Evidentemente eran del tal Fran porque la mancha marrón era abundante. Y como pudo comprobar con su lengua, era reciente. De repente, un chorro de orín caliente cayó sobre los calzoncillos. Era el gordo, qué sonriendo, había comenzado su meada. Merche soltó aquella asquerosa prenda y abriendo la boca, ella misma agarró aquel gordo cipote y se apuntó el chorro a la boca.

-Uffff que gusto da mear a una zorra y ponerla chorreando con mi meada – dijo el gordo rascándose la barriga. En ese momento entraron al baño los otros machos que estaban en el salón.

-Quién es esta guarra - preguntó un canijo agitanado muy alto.

Ome Fran, entra, que esta cerda te quiere conocer a ti y a tu culo – dijo el gordo riendo descojonado.

-Ahora suéltame una buena meada. Después en el salón te          limpio a fondo el ojete – dijo Merche dirigiéndose al recién entrado, mientras apretaba el gordo capullo de la polla que tenía en la mano sacando las últimas gotas de orín.

Detrás de Fran, el tercer niñato que vivía en aquel piso. Juanjo. Típico fuertote chulo de gimnasio.

-Venga Fran mea ya a esta puerca o la meo yo que estoy reventando – dijo el recién llegado.

El gordo se agarró la polla para dar las últimas sacudidas y se salió del baño. El canijo de Fran lo sustituyó. Merche pudo ver ante su cara una polla muy morena, con una base de pelos rizados. Dos gordos huevos caían pesados y peludos. La polla apestaba a sudor rancio. Ya presentaba un buen tamaño. No gorda, pero larga. Y cuando pasara por la boca de la rubia llegaría a su máximo esplendor.

Un gordo chorro de meado de color amarillo intenso empezó a salir de la raja de aquel capullo moreno. El gitanillo con una mano en la cintura y la otra dirigiendo el chorro de meado a la boca de Merche, comenzó a eructar un olor a cerveza que llenó el aire. Merche se apretaba cachonda las tetas, haciendo que sus gordos pezones asomaran de una forma brutal. La meada del gitano fue larga.

-Y ahora vente que me tienes que limpiar el culo, cerda, que sé que lo estás deseando – dijo Fran mientras salía de aquel cuartucho.

Merche sonreía porque aquel niñato no se equivocaba. Ya estaba cerda total y no podía parar de guarrear.

Ahora tenía delante al niñato del gimnasio. Era verdad que el chaval tenía ganas de mear. En cuanto se sacó la polla por el lateral de los calzoncillos comenzó a soltar un chorro tremendo de meada que daba de lleno en la cara de la puta de la rubia. Era una buena polla gorda y larga. El único que presentaba huevos y polla depilados totalmente. Pero no llegaba a ser tan gorda como la del puto pelirrojo gordo asqueroso.

Mientras tragaba aquel caldo caliente Merche pensaba en lo cerda que era. No le importaba, como a sus amigas, follar sólo con jóvenes guaperas. Ella sólo quería follar con cerdos, con guarros viciosos. Por eso no distinguía edad a la hora de follar. Sus sucias cavilaciones terminaron cuando aquel chaval soltaba los últimos potentes chorros de meada.

El chaval amablemente le dio la mano para ayudar a la rubia a levantarse. Ambos salieron del cuarto de baño dirigiéndose al salón.

-Venga marrana, a comer polla y culo antes de meterte una buena follada – dijo el gordo sentado en el sofá, mientras se abría de piernas en señal de que Merche empezara arrodillándose entre sus gordos muslos.

La rubia agarró aquella gorda polla y la pegó a aquella barriga sudada. Con su otra mano, levantó los dos gordos cojones que presentaban pelos pelirrojos. Quedó a la vista un ojete asqueroso con pequeños pelos que latía llamando a la lengua de Merche. El gordo, al ver que la intención de la rubia era comenzar por su culo, levantó sus piernas todo lo que aquella barriga le podía permitir.

-Toma cerda para que empieces con ganas – dijo el pellirrojo mientras un sonoro pedo salió de aquel ojete inundando de peste el salón.

Fue la señal para que la rubia sin dejar de sonreír, comenzó a lamer primero, y después a penetrar con su lengua, aquel asqueroso boquete.

-Ufff que bueno – decía Merche que empezaba ya arder de calentura. Su coño comenzó a gotear una baba espesa y sus gordos pezones estaban duros como piedras.

El gitano aprovechó la postura de la rubia para arrodillándose a su lado, comenzar a sobarle las tetas con grandes tirones de los pezones, y metiendo sus dedos en el encharcado coño y pasando esa baba por el ojete de la rubia. Merche respondió con sonoros gemidos agradeciendo que empezaran a meterle algo en sus agujeros, aunque fueran unos dedos. Pero la muy cerda no dejaba de devorar aquel asqueroso ojete que comenzó a soltar cada vez más pedos malolientes, lo que no impedía que la rubia apartara su cara. Todo lo contrario, lo comía con más avidez.

Mientras, a un lado del sofá, sentado, Juanjo pedía las dos pizzas familiares que se iban a comer.

-Ehh tú asquerosa, quieres que te pida algo o te vale las tres salchichas? – le preguntó a Merche.

Antes que Merche contestara, el gordo entre suspiros de gusto de la comida de culo que le estaban haciendo, contestó por ella.

-A esta cerda pídele otra familiar, pero Margarita, solo tomate y doble de queso, que ya nosotros le vamos a dar los ingredientes – le dijo mientras agarró la coleta rubia de Merche y con su otra mano le apuntó el gordo cipote a la boca y se lo metió hasta los huevos.

La rubia que empezó a sonreír ante la ocurrencia de las salchichas, se estremeció cuando escuchó lo que aquel gordo pensaba darle de comer, imaginándose cualquier cerdada de las que a ella le encantaban. Así que más cachonda y más perra de lo que ya estaba, se limitó a poner sus manos en aquellos gordos y sudados muslos mientras aquella polla le sacaba las lágrimas debido a la fuerza con la que aquel gordo se la metía.

El niñato gitano cansado de meterle los dedos decidió darle ya caña con su largo nabo. Se situó detrás de Merche y pegándole una nalgada con una mano, dirigió su polla con la otra directamente al coño chorreante que mostraba sus gordos labios abiertos y la pipa del coño totalmente hinchada.

-Joder que pollazo cabrón – gimió Merche de gusto.

El mete saca del gitano empezó a ser lo suficientemente rápido cómo para que la rubia empezara a estremecerse ante la primera corrida que ya empezaba a llegarle.

-En 45 minutos dicen que está aquí – comentó Juanjo soltando su móvil acabada la llamada.

-De sobra para meterle polla y rellenarla de lefa – dijo el gordo mientras sacaba bruscamente su polla de la boca de Merche.

-Venga guarra súbete aquí que te vamos a reventar el ojete- dijo señalando el sofá de una plaza que se encontraba a un lado del grande.

-Espera que le coma el ojete a este cabronazo – contestó la rubia refiriéndose al moreno.

Se mantuvo de rodillas girándose de cara al niñato largo moreno, que rápidamente, se giró y mostrando su delgado culo delante de la cara de la rubia, se abrió las delgadas nalgas con sus manos.

A Merche le habían cortado la corrida que ya estaba a punto de tener, pero lamiéndose los labios demostró que no le importaba eso ante la gran guarrada que le iba a regalar aquel niñato canijo.

Delante de su cara, tenía un culo muy moreno y de nalgas finas. Muy peludo alrededor del ojete. Restos de una mierda blanda mantenía gran cantidad de pelos pegados. Desde el instante que el gitanillo se abrió las nalgas, una peste le dio de lleno en la cara a la hermosa rubia. Empezó a dar pasadas con su lengua recogiendo toda la sucia sustancia posible. Mientras los otros dos se pajeaban despacio deleitándose ante la guarrería que se estaba viviendo delante de ellos. En su deleite la rubia ya pasó de dar lamidas a meter la lengua dentro de aquel sucio agujero. Incluso ya ella misma ayudaba con sus manos a separar todo lo posible las nalgas morenas del niñato que prácticamente se retorcía de gusto.

-Hija de puta que lengua tiene la puerca – gemía el moreno en voz alta.

Entonces, cuando ya parece que estaba saciada de tragar mierda, la rubia soltó un eructo con un olor desagradable. Se levantó y se acercó al sofá para retirar una caja de pizza que cualquiera sabe qué tiempo llevaba allí, y un par de latas que dejaron el sofá mojado de cerveza. Se dejó caer de espaldas y levantando sus piernas se agarró ella misma abriéndolas todo lo posible. Aquel coño babeaba unos mocos transparentes que mojaban su ano resbalando lentamente.

-Polla ya en mi culo – dijo ordenando a aquellos machos empalmados a tope que esperaban su turno.

El gordo pelirrojo tomó la iniciativa. Más gusto para mi culo, pensó la rubia, ya que era la polla más gorda de las tres.

El gordo dejó caer uno de sus lapos verdes espesos de mocos con gran puntería. El agujero anal de la rubia quedó tapado por esa masa viscosa, que hizo estremecerse a la rubia al notar el calor que le transmitía a su ojete. El amoratado capullo se situó pegado al ojete de Merche dedicándose con su gorda raja a remover los mocos por toda la entrada anal de Merche, hasta que, sin previo aviso, le encajó media polla de golpe.

-Ufff cabrón que gorda la tienes - gimió la rubia.

De otro golpe de cadera entró toda la polla. Cuando sus huevos hicieron tope, el puto gordo la sacó despacio. Apareció manchada de mierda y con un pegote pegado en el capullo.

-Así me gusta a mi follar un culito, con cremita – dijo el niñato agarrando con sus dedos los restos de mierda de su capullo y llevando sus dedos a la boca de Merche. Mientras, le volvía a introducir el nabo esta vez sin parar hasta lo más hondo que pudo.

-Te gusta la mierda ehh guarra? – le dijo a la rubia.

-Rica, pero me gusta más la de macho – dijo Merche chupando aquellos asquerosos dedos.

El gordo pelirrojo se agarró fuertemente de las tetas de la hembra, mientras empezaba a penetrarla de una forma salvaje. Marcaba un ritmo de follada muy rápido y hasta el fondo, haciendo ruido al chocar aquellas carnes fofas con el cuerpo de la rubia.

Merche agradeció que le reventaran el culo de esta forma primero sonriendo, para inmediatamente, comenzar a gemir y a soltar guarradas por su boca con la intención de calentar aún más a aquel puto niñato que la estaba reventando.

-Así cabrón, dale gordo de mierda. Reviéntame el culo a pollazos. Y córrete dentro del culo, que note yo la lefa caliente quemándome por dentro – le decía a su macho mientras echaba sus lindas manos sobre aquel gordo y asqueroso culo para ayudarlo a que las penetraciones le llegaran lo más hondo posible.

-Claro perra, asquerosa, que eres una perra asquerosa. La lefa calentita de los tres va pa dentro de tu culo – gemía el gordo notando como la leche empezaba a salir de sus gordos cojones.

-Pero después la vas a cagar en la pizza y te vas a comer la lefa de tus machos – gritaba ya el gordo cerca del orgasmo.

-Siiiiiiii la lefa y to lo que tú quieras cabronazo, Aquí está vuestra perra. Suéltala ya cabrón, vacia los huevos dentro de tu puta – le gritaba Merche al gordo sabiendo que lo estaba llevando sin remedio a la corrida.

Entonces las tremendas estocadas de polla cesaron de golpe. El gordo se quedó con la polla clavada en lo más hondo de aquel ojete, y soltó su lefada. Entre gritos de gusto, una tremenda corrida de siete chorros de leche espesa, inundaron el culo de la rubia. Ella disfrutaba notando como se le inundaba su interior mientras apretaba aquel gordo culo, como queriendo exprimir a su macho y chupándole aquella asquerosa cara sudada, llevándose todo aquel rancio sabor a su boca. Muy lentamente, con idea de que no se saliera nada de su tremenda corrida, el gordo sacó su gordo nabo del interior de aquel hermoso culo. Como era de esperar, la polla apareció con una capa fina de mierda cubriendo parte del tronco, y un goterón espeso de leche pegado en la raja del capullo. A modo de pala, aquel gordo asqueroso se pasó el dedo a lo largo de la polla recogiendo toda la mierda posible, terminar en la punta del nabo para no dejar caer la espesa gota de semen.

-Y esto para el coño de la perra asquerosa que también tiene que tener hambre - dijo mientras le introducía el dedo entero en el coño, dejando aquel asqueroso contenido en su interior.

Merche aprovechó el cambio de macho para bajar sus piernas y descansarlas unos minutos mientras con sus dedos se tocaba el coño metiendo más al fondo la asquerosidad introducida por el gordo pelirrojo. No le dio mucho tiempo ya que Fran el canijo se estaba situando entre sus piernas con aquel pedazo de polla larga que se encontraba curvada del peso del gordo capullo. La rubia nuevamente levantó sus piernas mostrando su hermoso culo abierto como un túnel y su coño encharcado babeando. Aquella polla era más fina que la del gordo, por lo que la rubia sabía que entraría sin problema. Pero era mucho más larga, así que también la iba a disfrutar a gusto.

-Hasta el fondo cabrón, que yo la note que me revienta. Y méteme algo en el coño, que me hace falta – dijo Merche abriendo su coño para mostrar su interior.

El gitano canijo le metió lentamente su gordo capullo en el ojete. Y despacio, pero sin parar la deslizó hasta el fondo donde notó la raja de su capullo tocar las carnes interiores de la rubia. Empezó un mete saca lento pero acompasado. Con su mano, agarró lo más cercano que se encontraba que sirviera para rellenarle el coño a la asquerosa rubia. Un botellín de cerveza de los pequeños, pero al menos le calmaría la calentura a aquella cerda.

La misma rubia agarró el botellín para dirigirse ella la penetración vaginal. Sin dudarlo, cogió la botella por el gollete para introducirla en su caliente coño por la parte más ancha. Estaba tan cachonda que su ritmo era totalmente distinto al del gitano. De una forma frenética se sacaba el botellín casi entero para meterlo de nuevo hasta por donde lo sujetaba con sus lindos dedos. Ambas folladas se complementaban llevando a la rubia por fin a la corrida que ya necesitaba.

Entonces, en quizás el momento más asqueroso de aquella mañana, la rubia se dio cuenta que en el interior de la botella se removían dos pequeñas cucarachas en el mínimo líquido que había dejado alguno de aquellos niñatos. Ante la incredulidad de los tres jóvenes, Merche se sacó la botella de cerveza volcando su contenido en una mano. Consiguiendo sacar uno de aquellos asquerosos bichos y llenarse los dedos del resto de cerveza caliente que conservaba la botella. El otro bicho quedó en su interior.

-Esta es la que me va a comer el coño hoy – dijo riendo lascivamente.

Y entre las risas de los cuatro, se metió la cucaracha en el coño para a continuación meter la botella con el objetivo de llevar aquel bicho lo más al fondo posible. Retomó el ritmo frenético que tenía anteriormente, a lo que se le sumó el gitanillo acelerando su follada igualmente. Aquella asquerosidad lo puso más cachondo.

Merche empezó a convulsionar mientras una descarga eléctrica le parecía venir de la punta de sus dedos de los pies, bajando por sus tetas de gordos pezones hasta llegar a su vientre y explotar en una espectacular corrida. Entre gritos, la cerda se sacaba la botella dejando salir chorros de un líquido transparente que hubiera ido a parar al pecho del canijo si no fuera porque éste, se apartó sacando su polla del ano de la rubia para poder ver el espectáculo de semejante corrida. Cuatro veces la rubia se introdujo el botellín sacándolo rápidamente, y cuatro chorros se sacó del interior del coño. En uno de ellos, aquella asquerosa pequeña cucaracha que había disfrutado del placer de entrar dentro del coño de aquella cerda salió disparada cayendo al suelo en un charco quedando aun moviendo sus patitas.

-Uffff que corrida. Lo necesitaba ya. Mete rabo en el culo otra vez cabrón. Mete más crema de macho en mi culito – dijo Merche entre los últimos estertores de placer. Entonces el gitano, loco por correrse, le metió un pollazo a la rubia en el ojete que la rellenó como a un pavo. Debido a la delgadez del cuerpo de aquel niñato, ella podía llegar con sus manos más fácilmente al culo de su follador. Apretando sus nalgas ayudando en la penetración, incluso, acordándose, que aquel ojete de macho estaba sucio, metió sus dedos dentro para chuparse a continuación sus dedos saboreando de nuevo la mierda del gitano.

-Que me corro perra. Toma leche hija de puta aghhhh toma lefa de macho – gritaba aquel canijo mientras se vaciaba los gordos huevos en el interior del culo de Merche.

La rubia notaba como los chorros calientes inundaban su recto mezclándose las lefas de los dos machos en su interior.

Entonces, llamaron a la puerta. Al gordo pelirrojo lo pilló ocupado. En ese momento situaba la raja de su capullo en el gollete de una botella de coca cola de dos litros de las que se encontraban vacías por el suelo de aquel sucio piso. Previamente, derramó el resto de refresco que quedaba en su interior para que aquella botella solo tuviera en su interior la meada de los tres machos. Con el sonido de fondo del chorro de meado golpeando el plástico de la botella, el gitanillo sacaba lentamente su pedazo de rabo del interior del culo de la rubia.

-Abre tu canijo, que le voy a dar polla a la cerda esta – comentó Juanjo mientras se pajeaba aquella hermosa polla.

Fran se dirigió a la puerta con su tieso nabo balanceándose con restos de mierda pegados. En el momento en que él abría la puerta, Merche abría sus piernas tocándose con una mano su inflamada pipa del coño y con la otra apretaba sus tetas duras y chorreantes de sudor.

-Dame que tengo sed- dijo la rubia mirando al gordo, que se encontraba soltando sus últimos chorros de meado en la botella. La soltó en el suelo y agarrando su gordo nabo lo dejó a escasos centímetros de la cara de Merche, que abrió la boca para recibir tres cortos chorros de orín caliente que saboreo, mientras empezaba a entrar en su recto la tercera polla de la mañana.

El joven niñato de gimnasio estaba tan caliente, que empezó con un mete saca brutal. Se veía que no tardaría en correrse dentro de aquel ojete que ya se encontraba súper abierto.

-Pasa Luciano hombre – dijo Fran al repartidor.

Luciano era un colombiano repartidor, que, de tantas veces visitar aquella casa, ya era amigo de aquellos niñatos. En más de una ocasión había compartido salidas nocturnas con estos tres elementos.

  • ¿Qué haces con la polla tiesa tío? – dijo el recién llegado riendo.

-Aquí follándonos a una buena guarra. Fóllatela si quieres – contestó el canijo.

-Ufff que cara de guarra tiene la gran puta. Pero no me da tiempo ni una paja. Tengo retraso en el reparto tío – contestó Luciano, mientras veía a la rubia espatarrada en el sofá recibiendo pollazos en su ano.

-Pues espérate un momento hombre, déjale alguna guarrada en la pizza, que es su almuerzo de hoy – dijo Fran.

Y diciendo esto, y a modo de ejemplo, abrió la caja de la pizza margarita que era para la rubia, y pasándose el dedo a lo largo de todo el nabo, recogió la mierda que pringaba su piel, y formando un pegote marrón, lo dejó caer en la pizza. Metió sus dedos en la masa de la pizza y comprobó que estaba en una temperatura ideal para lo que se le ocurrió.

-Luciano coño límpiate la polla sudada en el queso por lo menos. Déjale algo de sabor a polla colombiana dijo mientras estiraba del queso comprobando su cremosidad.

Desde el sofá, Merche miraba la escena que se desarrollaba en la mesa con cara de lujuria. En su culo, Juanjo comenzaba a correrse vaciando sus depilados huevos.

El colombiano se bajó de golpe los vaqueros y unos slips pegados de sudor. Se jaló la polla un par de veces de forma, que, sin llegar a empalmar, al menos ganó una dureza considerable como, para metiendo sus manos en aquella pizza que ya empezaba a estar demasiado manoseada, agarrar una masa de queso que se dejó caer sobre el moreno nabo y se lo extendió impregnándolo bien de sabor a sudor y a meado. Después de pasarse aquella masa de queso por toda la polla la volvió a dejar caer en la pizza.

-Me voy cariño, ahí te dejo un poco de esencia colombiana – dijo mientras se subía los pantalones con rapidez mirando a Merche.

-Ya tengo yo hambre – contestó la rubia riendo.

El niñato de gimnasio le duró a Merche apenas unos minutos. Lo suficiente para ponerla de nuevo como una puta perra cachonda a la que solo las guarradas podrían apaciguar.

Juanjo sacó su polla despacio para, igual que los demás, evitar que el culo vaciara la leche antes de tiempo. La polla todavía le goteaba cuando agarró la botella y comenzó a soltar una caliente meada mezclándose con la del pelirrojo.

-Trae la pizza que le voy a poner la nata – dijo Merche bajándose del sofá y situándose en cuclillas.

El moreno le acercó la caja ya abierta y la situó entre las piernas de la asquerosa rubia. Mientras, tomaba de la mano de su colega la botella, para contribuir con una buena meada para rellenar la botella.

Merche notaba en su coño el calor que desprendía la pizza. Pudo distinguir claramente el pegote de mierda salido de su culo que el guarro del gitanilllo había sacado con su larga polla y a un lado, la gran cantidad de queso cremoso que se había pasado el colombiano a lo largo de todo su rabo.

Los tres niñatos, mientras devoraban ya su pizza, rodearon a Merche para ver el vaciado de su culo. La rubia relajó su cuerpo, y tras un sonoro pedo de olor desagradable, comenzó a salir aquella mezcla de lefas calientes. Algunas a goterones muy transparentes, mientras que otra gran cantidad, era grumosa y espesa. La muy puerca movía su culo apretándose en el vientre, para que aquel asqueroso contenido quedara repartido por toda la pizza. Las últimas porciones de semen salieron con un tono marrón de la mierda de culo de la rubia.

El gordo pelirrojo, abrió su boca, y tras mostrar una cantidad de pizza masticada que contenía dentro, la dejó caer asquerosamente sobre la pizza. Merche sonreía viendo semejante asquerosidad, Y cuando aquella bola de masa masticada cayó en su pizza, la repartió con sus dedos. Aquella asquerosidad iba en aumento. Juanjo tras carraspear, se dedicó a escupir todo lo que sacó de su interior. El gitano se tiró un par de pedos apestosos y a continuación se giró rápido para situar su culo sobre aquella pizza, ya bastante asquerosa.

-Quita puerca que me cago – gritó con premura el moreno mientras todos se reían y Merche retrasaba su cuerpo para dejar toda la pizza libre al gitano para su sucio propósito.

-Toma alimento de macho, cerda - dijo el moreno.

Una explosión de mierda liquida salpicó aquella masa, tras lo cual, tres mojones como serpientes de blandos y largos salieron disparados de aquel culo.

-Venga cerda a comer ya. Cógela tú y a la mesa, que a mí me da asco coger eso – dijo el gordo pelirrojo.

Merche cogió aquella pizza asquerosa y se sentó a la mesa. Con sus dedos arrancó un trozo. El gitano le acercó la botella de meado a la que la rubia le dio un buen trago.

-Qué bueno está el meado de macho, coño. Todavía está caliente – dijo la rubia tras soltar un eructo.

Merche agarró sin ninguna muestra de asco un trozo de mierda para ponerlo encima del trozo que estaba a punto de comer. Estaba tan blanda, que la pudo extender con sus dedos como si fuera crema. En ese momento el deportista tras unas arcadas en demostración de que aquello le superaba, soltó un pequeño vomito al que Merche rápidamente acercó la mano que sujetaba el trozo, para que parte de aquella masa procedente del estómago de aquel niñato, fuera a caer en ella. Efectivamente, lo recogió de lleno. Incluso la parte líquida resbalaba lentamente por la muñeca de la rubia hasta su antebrazo, por lo que antes de morder la pizza, se dedicó a recogerlo con su lengua. El trozo de pizza quedó cubierto de trozos de alimentos sin digerir. Una vez recogido con su lengua todo lo posible, Merche puso su mirada en el trozo que tenía en la mano. En una base de tomate y queso, ya apenas distinguibles, se acumulaban restos de lefa grumosa, mierda, una pata de cucaracha, mucosidades que resbalaban por el borde y unos pequeños trozos que Merche pudo reconocer.

-Ufff que buena. Con Pepperoni – dijo pegando un gran bocado.

Los tres niñatos estaban sentados en el sofá, desnudos. Sudorosos y sobándose la polla mientras veían porno. Sentada a la mesa, nuestra Merche devoraba entre eructos los últimos trozos de su almuerzo mientras hablaba por teléfono.

-No mamá no estoy en casa. Estoy con unos amigos que me han invitado a pizza. Una nueva que han sacado. Buenísima…