Merche y sus guarradas en el geriátrico.
Vuelve la más puerca de Todorelatos. Ni se le ocurra leerlo a personas de estómagos sensibles. Scat, meos, vómito... La más guarra sin duda. Comenta mis relatos y llegarán más aventuras de Merche.
Merche se levantó del sillón.
-Bueno abuelo yo me voy ya, que tengo mucho lío – dijo la rubia a su abuelo.
El anciano no se podía maginar que su nieta no iba ni a salir del edificio.
Todo estaba pactado con Luisa, una auxiliar madurita amiga de sus tíos. Una buena guarrona que en más de una ocasión había hecho tríos con sus tíos en su casa. De eso conocía a Merche y su pasión por las guarradas.
Aprovechando que era la mañana de un domingo y que el geriátrico estaba muy tranquilo, Luisa lo tenía todo preparado con Ricardo, el gordo de mantenimiento. Este les había preparado una sala de las que estaban sin uso en el lado más tranquilo del edificio. Allí alguna vez ya habían follado en alguna ocasión y sabían que no molestaría nadie. A cambio Luisa le había prometido llevarlo ese finde a casa de los tíos de Merche a tener una buena orgía entre los cuatro. Allí todos ganaban. Ricardo iba a tener una buena orgía. Luisa se llevaba un buen dinero que le iba a cobrar a los viejos participantes. Los viejos iban a disfrutar de un pedazo de hembra cachonda y jovencita, y la cerda de Merche iba a disfrutar de una nueva sesión de guarradas con varios viejos asquerosos.
Tras salir de la habitación de su abuelo, Merche caminó por el pasillo en dirección a la centralita de aquella zona donde esperó a Luisa a la que avisó por wasap de que ya había terminado su visita al abuelo. No terminó la frase, pero le hubiera gustado escribir que necesitaba pollas ya. Pollas guarras. De esas de viejo, apestosas. Con olor a meados y a rancio. Necesitaba guarrear con meadas calientes de machos viciosos y cerdos. Notaba como de su coño se deslizaba goterones de baba espesas mojando la delantera de su tanga rojo.
-Prepárate guapa. Te tengo esperando los cinco viejos más guarros de los que están a mi cargo, Y te los tengo sin lavar esta mañana, como me pediste – Dijo Luisa mientras guiaba a Merche por los pasillos.
Tras pararse delante de una puerta, la madurita golpeó con sus nudillos y abrió sin esperar respuesta. Le dejó paso a la rubia y se despidió de ella.
-Ahí tienes una ducha y te he dejado una toalla. Sale agua fría, pero servirá para lavarte bien y poder volver a casa de forma decente – dijo sonriendo la madurita.
-Disfruta guarra. En un par de horas vuelvo – dijo cerrando la puerta mientras guiñaba su ojo con complicidad.
Merche se encontró con una sala alargada. Por el tipo de cacharros y utensilios que se acumulaban al lado de sus paredes, aquello debió de servir de gimnasio en algún momento. Efectivamente, como le indicó Luisa a un lado se veía un pequeño cuarto sin puerta. Dentro a un lado, un váter sin tapa y un viejo lavabo. Y en la pared contraria, una ducha sin cortina y que solo presentaba el tubo que salía de la pared. Al fondo pudo ver cinco sillas de plástico blancas donde pudo distinguir a los viejos sentados de espaldas. Imaginó que ya estaban desnudos ya que en una mesa junto a la puerta vio sus pijamas separados perfectamente.
Agarró una blusa y la llevó a su nariz. Una peste a sudor rancio le llenó los pulmones. Sonrió lujuriosamente. A continuación, agarró unos pantalones de otro viejo y buscó con ansia la parte de la entrepierna. La peste a meada era terrible. Algo que no importó a Merche. Incluso pasó la lengua por donde notó el pijama más húmedo. Mientras saboreaba moviendo su lengua dentro de su boca, llevó sus manos a su coño y comenzó a frotárselo por encima de sus vaqueros.
-Venga guarra. Ven que te veamos – dijo una voz ronca procedente de uno de los viejos.
Los viejos aún no sabían el grado de guarrería al que era capaz de llegar la rubia, pero una joven que quedaba para follar con cinco viejos, y que pedía expresamente que no se lavaran, tenía que ser un pedazo de puta guarra.
-Ya estoy aquí – dijo Merche volviendo en sí de su asqueroso deleite, y comenzando a quitarse los botones de su pantalón. Estaba tan cachonda que mientras se bajaba los pantalones, se quitaba las zapatillas deportivas con los pies, sin agacharse. En un segundo, su pantalón ya se encontraba acompañando los pijamas de los viejos. Su camiseta blanca corrió el mismo destino. Sus dedos soltaron el broche de su sujetador liberando sus dos hermosas tetas. Mientras comenzó a andar para poder conocer a sus viejos amantes, se iba sobando sus tetas y estirando sus gordos pezones. Aún no los podía ver los rostros de los viejos cuando distinguió un par de colchones azules de hospital, sucios y estropeados, situados en el suelo delante de los viejos.
Samuel, de 78 años. Un viejo gordo y peludo. De carnes fofas y barriga colgante que le impedía verse su gorda polla. No era ciertamente un pollón, pero era bastante gorda. De las que rellenan de carne un coño.
Miguelito, con sus 80 años parecía un ratón. El típico abuelete simpático que no aparentaba para nada el viejo verde y degenerado que en verdad era. Su polla era normalita tirado a pequeña; pero su falta de centímetros lo cubría con su tremenda imaginación para crear guarradas con las putas que aún se follaba cuando tenía alguna salida a la calle.
El fideo. De este viejo de 74 años Merche no escucharía su nombre en todo el tiempo que pasó con los abuelos. Verdaderamente parecía un fideo. Muy largo, de casi dos metros. Pero esquelético que parecía un cadáver. Su larga polla de 25 centímetros era tan delgada como su cuerpo.
Pepe El gamba. No es que tuviera ningún parecido con tan lindo animalito. Recibía simplemente este apodo por ser andaluz de Huelva. Era el más hablador y el que tenía el vocabulario más guarro. Algo que la rubia estaba a punto de comprobar. Y también tenía una buena polla gorda y larga.
Raúl Tres patas. El apodo lo dice todo. El más gordo de todos. Repulsivo a más no poder. Se había criado en la calle y estaba en aquel centro obligado. Tantos años viviendo en la indigencia habían hecho mella en su cuerpo. Prácticamente sin dientes ninguno. Le gustaba mearse y cagarse encima lo que hacía que ninguna auxiliar quisiera tenerlo a su cargo.
Merche pasó al lado de Tres patas, que era el sentado más cerca de la pared por la que se acercó la rubia. Al pasar por su lado, una peste a sudor asqueroso y a polla meada le llegó a la nariz. Descalza con sus deditos de uña pintadas de rojo, subió sus pies sobre los colchones. Poniéndose de cara hacia los viejos se apretó las tetas mientras pasaba su mirada por aquellos viejos repasándolos y lamiéndose los labios con deseo.
-Buena colección de pollas me voy a comer – dijo Merche.
Los viejos se encontraban sobándose las pollas. Sudando como cerdos con el culo pegado en aquellas sillas de plástico.
-Pedazo de puerca la que nos vamos a follar. Menuda cara de guarra tienes tú, asquerosa. Te va jarta de come polla hoy – dijo Pepe.
La rubia no dejaba de repasar con sus ojos las cinco pollas. En ese momento se levantó El Gamba tomando la iniciativa y se plantó delante de Merche. Con sus gordas manos agarró las dos tetas de la rubia sobándolas, momento que aprovechó la guarra para echar mano a la primera polla del día. La descapulló sacando todo el gordo cabezón de carne llenándose los dedos de una pringue asquerosamente blanca mezclada con babas y un fuerte olor a orín. En su primera demostración de guarra, se llevó sus pringosos dedos a la boca con todo su desagradable contenido. Aquella visión de una chica tan guapa, con sus gafas de pasta, su pelo recogido en una cola, y con una cara angelical, pero haciendo semejante guarrada, les dejó bien claro a los viejos que en esa mañana no habría límites. Después de chuparse bien los dedos, se bajó el tanga hasta sacarlo por sus pies y mostró la pelambrera que se había dejado a sabiendo que a los viejos les iba a gustar eso.
-Buena mata de pelos tienes, puerca. Joder, te llegan hasta el culo, pedazo de cerda – dijo El Gamba. Ahora era él el que metió sus dedos, tras pasárselos por el culo y recoger sudor acumulado en la raja, dentro de la boca de Merche que, al notar el sabor agrio, empezó a chuparlos con ansia mientras sus manitas ya pajeaban la polla del viejo. El Gamba metía sus sucios dedos a fondo sacando lágrimas de los ojos de Merche. Más a fondo los metía, con más ganas chupaba Merche gimiendo de placer.
Ante semejante escena, los demás viejos se levantaron rodeando a Merche. Los dos más gordos y desagradables, a los lados. Por lo que Merche soltó la polla que pajeaba y llevó sus manitas a ambos culos peludos. Mojando sus dedos con el sudor que resbalaba por aquellas gordas nalgas y meterlos en los ojetes de los dos viejos. Primero suavemente, para acabar profundizando cada vez más, a la vez que aumentaba la lujuria en la habitación. Los dos gordos asquerosos llevaron sus manos a los melones de Merche y a la vez, intercambiaban sus lenguas entre los gordos pezones babeándolos, y la boca de la rubia jugando con sus lenguas en un juego de intercambio de babas asquerosas.
El gamba se agachó para dejar sitio a otro viejo. Él, echó mano al coño de la rubia abriendo sus labios vaginales con sus gordos dedos. Una baba espesa salió del interior de aquel hermoso coño quedando colgando en un balanceo.
-Me cago en tus muertos rubia, Si está cachonda como una puta perra. Le babea el coño – gritó el Gamba avisando a sus amigos de la cachondez que ya mostraba aquella cerda.
El fideo, el viejo demacrado, pero de larga polla, era el situado a la espalda de Merche. Aunque era más alto que ella, dobló sus piernas con habilidad hasta recoger con el capullo de su polla empalmada, aquel goterón balanceante. Era evidente que le iba a meter su polla por el culo a la rubia. Merche que ya estaba deseando tener una polla dentro de su cuerpo, sacó su culo hacia atrás para facilitar la penetración. Así también aprovechaba para poner su cara a la altura de Miguelito, el abuelo que se acababa de situar delante de ella y que no perdía su sonrisa entre bondadosa y libidinosa.
-Tienes ganitas de polla no cariño? Tranquila que ya te van a meter la primera, bonita. Y vas a empezar con la más larga – le dijo Miguelito a la rubia mientras le acariciaba la cara y metía sus pequeños dedos en la boca de la rubia.
De una estocada, el Fideo metió media polla. La sacó despacio para comprobar como aparecía manchada de mierda. Sonriendo, volvió a meterla despacio, pero entera. Sin parar, hasta que sus cojones chocaron con las blancas nalgas de Merche. Entre la comida de coño que le estaban dando, el sobeteo de sus tetas y ahora la follada de su culo, la rubia pasó de los gemidos a los gritos de placer. Sus manos soltaron las pollas que pajeaba para agarrar la cabeza del viejo que le devoraba el coño. Aquello le servía de apoyo ante los pollazos que recibía en su culo que cada vez eran más intensos y fuertes, llegando a hacerla levantar sus talones en cada embestida.
- ¿Te da gustito la polla de Fideo en el culo, no puerca? – dijo Miguelito.
-Ahora te vas a comer la boca más puerca y si lo haces con ganas te doy un regalito – continúo hablando el pequeño viejo.
Raúl el Tres Patas, uno de los gordos asquerosos que se estaban conformando hasta ahora con las tetas de Merche, recibió una indicación de Miguelito. En verdad, no hacía falta que nadie le indicara que su boca era la más asquerosa. Era algo que ya sabía él sobradamente. La rubia entre gemidos sonrió en señal de aceptación de la sucia prueba a la que le retaba Miguelito. Echó sus manos a la cabeza del asqueroso gordo. Ahora podía verlo bien al tenerlo a centímetros de su cara y era verdaderamente repulsivo. Una repulsión lujuriosa. Era el que tenía la cabeza más poblada de pelos. Pero de un pelo blanco asqueroso, sucio y pegados con una capa de grasa. Le caía por los lados en una ridícula melena tapando sus orejas y mezclándose con los pelos largos que salían del interior de éstas en cantidad. Su cara era un mar de boquetes de haber padecido alguna enfermedad, mezclados con numerosos puntos negros de grasa. El sudor con un olor horrible le caía parándose en un sucio bigote canoso lleno de restos de comidas de, quizás, el desayuno de la mañana. Cuando abrió la boca el olor del sudor quedó tapado con la fetidez que despedía aquella cueva. Escasos dientes torcidos y negros con una acumulación de sarro desproporcionada, no podían impedir que una gorda lengua con vida propia, babeante, asomara buscando la boca de Merche.
Nada de esto pareció asustar a la rubia en su puerca excitación. Es más, la puso más cerda.
-Trae esa boca gordo cabrón –dijo Merche.
-Y tú, sigue metiendo polla hasta sacar toda la mierda. Rómpeme el culo viejo de mierda – gritaba dirigiéndose al Fideo que continuaba con su profunda penetración anal.
Miguelito asistía extasiado a la comida de boca que se celebraba en esos momentos delante de él. Llevó sus manos a la cabeza de Merche para mantenerla sujeta por la cola de su pelo y que no se separara de aquella asquerosa boca de su amigo. Algo totalmente innecesario ya que la rubia tenía la intención de mantener aquel intercambio de babas de forma interminable.
Las babas calientes chorreaban mojando las tetonas de Merche y los pelos del peludo pecho de aquel viejo. Cuando no estaban fuera de sus bocas, era la gorda lengua la que invadía la preciosa boca de Merche acorralando a su lengüita. Pero cuanto era esta la que atacaba, invadía aquella puerca boca y se dedicaba a recorrerla en todo su interior. Sobando aquellas negras encías, limpiando los dientes de restos de comida y arrastrando un asqueroso sabor a su boca.
-Escupe cabrón. Échame un buen lapo de mocos verdes – dijo Merche sin ningún tipo de control sobre su lujuria de guarra desmedida. Tres Patas carraspeo y de lo más profundo de su pecho subió una masa de mocos verdes espesas que certeramente fueron a parar al interior de la boca de Merche. La asquerosa rubia, sacó la lengua mostrando el caliente contenido que acababa de recibir. Tras enseñarlo, se lo pasó por toda la boca para impregnarse del sabor de aquella masa. A continuación, tragó a gusto y volvió a sacar la lengua para enseñar que ya iba camino de su estómago. A continuación, eructó, y miró de forma orgullosa al viejo Miguelito.
-Que buena guarra eres, puta. Toma tu premio – dijo el viejo mientras llevaba sus dedos a su propia boca.
De entre las piernas de la rubia, donde se encontraba el Gamba, sonaba un chapoteo a coño chorreando.
-Me cago en sus muertos la guarra esta. No veas cómo le chorrea el coño. Parece que se está meando la hija de puta – dijo el Gamba.
- Si quieres que te mee, te meo cabrón – dijo Merche sonriendo. Y cerrando los ojos, empezó a soltar un chorro de orín directo a la boca del viejo.
Cerró los ojos unos segundos para disfrutar de la meada, y al abrirlos, tenía delante de su cara la dentadura postiza del abuelete Miguelito. Aquella mano regordeta de dedos cortos movía despacio aquella dentadura con los restos del desayuno pegados por diferentes partes. Una vez más, Merche sonrió ante la repugnante idea del viejo. Y sin ninguna muestra de asco, la cogió con sus propias manos, y comenzó primero a pasar la lengua por toda su superficie. Después de darle un repaso con su lengua, pasó a chuparla directamente metiéndose aquellos falsos dientes en su linda boca. El sabor a tabaco y a café le impregnó el paladar. Trozos de pan a medio masticar, se desprendían de la dentadura pasando a ser tragados inmediatamente por la hermosa rubia.
-Ahora me vas a comer el coño y la boca a la vez - dijo conteniéndose apenas la risa. Y se metió en su coño lentamente la dentadura, brillante y resbalosa gracias a su saliva. El roce de los dientes la hizo gemir de gusto y agachándose, buscó con su lengua la boca desdentada de Miguelito. El asqueroso viejo, acumulaba tal cantidad de saliva en su boca, que la lengua de Merche parecía que entraba en una piscina, pero de agua espesa, con sabor a tabaco. Una mezcla de olores asquerosos mezclados entre ellos, iban inundando la habitación. El sudor de tantos cuerpos, los olores a meados, la mierda apestosa que sacaba la polla del Fideo del recto de la rubia cada vez que se la sacaba de su interior, el olor a sexo sucio… Todo aquello junto tenía a Merche al borde de la primera corrida de la mañana.
-Una polla en el coño ya, cabrones. Rellenarme de carne en barra – gritaba Merche sacando la dentadura del interior de su jugoso coño.
El abuelo Miguelito se colocó la dentadura en su boca. En el colchón y mojando sus lindos pies, se acumulaba el resto de su propia meada que el Gamba no había llegado a tragar. El Fideo sacó lentamente su polla del ano de la rubia para poder traerse pegado en su nabo la máxima cantidad de restos fecales. Rápidamente, Merche se giró, y arrodillándose en los colchones y mojando ahora sus rodillas de su caliente meado, agarró con dos dedos la base de aquella hermosa tranca que se presentaba delante de su cara totalmente llena de mierda.
Una primera pasada lenta con su lengua, sirvió para retirar una gran cantidad de esa caca marrón que tanto le gustaba. Pero ella sabía que su preferida era la mierda de un buen macho guarro; así que limpió rápidamente aquel largo nabo para que su pervertida aventura sexual siguiera adelante. Le pegó una profunda mamada a aquel pedazo de tranca. Llegando hasta los mismos huevos y notando las primeras arcadas de vómito que dejó salir libremente. En unos segundos, aquella polla venosa quedó cubierta de una masa pastosa blanca. Así como los pelos que cubrían el vientre del viejo. El colchón comenzaba a tener ya una capa espesa asquerosa.
-Me encanta la mierda, pero me gusta más la que sale de un culo de viejo – dijo la rubia mientras sacaba su lengua totalmente marrón y se relamía sus hermosos labios.
-Primero te vamos a follar a gusto cerda. Entre lo mayores que somos y lo puta que eres nos vas a sacar la leche muy pronto así que no te preocupes. Después tendrás toda la mierda que quieras – dijo Miguelito demostrando una vez más sus dotes de dirección.
El Gamba se tumbó sobre los colchones sin importarle mojar su espalda de aquellos fluidos calientes procedentes del interior de la rubia. Sin necesidad de ninguna señal, Merche ya supo lo que tenía que hacer. Se agachó y dejó caer un salivazo espeso en el gordo capullo amoratado del viejo. A continuación, se puso sobre él dándole la espalda y con su mano agarró aquel gordo nabo y lo dirigió a su abierto ojete. Se dejó caer lentamente para deleitar su cuerpo con el placer que le proporcionaba el grosor de la vieja polla. Y cuando hizo tope con los gordos cojones, dejó caer su cuerpo hacia atrás y apoyando sus manos, abrió sus gordos muslos enseñando la raja del coño babeante en clara señal de querer otra polla en su interior.
-Tu primero Fideo. Así le dejas el coño bien abierto – mandó Miguelito.
Merche, que ya estaba comenzando a botar sobre la polla que le rellenaba el ojete, paró sus movimientos y abrió más sus piernas para dar cobijo a semejante polla, que ya se acercaba a su coño con restos de mierda pegados, pese a la mamada limpiadora que le había dado la rubia. El tres Patas y Samuel, ayudaban levantando las hermosas piernas de la rubia, sin poder evitar llevarse aquellos lindos pies a sus bocas, y saborear el meado acumulado entre sus dedos de andar sobre el colchón. La polla entró entera hasta los cojones del delgado viejo. El coño de Merche estaba tan encharcado que el nabo prácticamente resbaló hasta que el capullo tocó el fondo de aquel pegajoso coño. En sus labios exteriores y llegando a su mata de pelo, se fue formando una masa viscosa producto de la mezcla de mierda que iba dejando la polla en su mete y saca, y las babas espesas que salían sin parar de aquella raja calenturienta.
Mientras, los asquerosos viejos restantes, se pajeaban de pie cerca de la cara de la rubia. Dejaban caer goterones de babas procedentes de sus capullos que la cerda de Merche intentaba recoger con su lengua cuando caían a su alcance. A su vez, el Gamba no dejaba de sobarle las tetas y de estirar sus gordos pezones acercando a la rubia al orgasmo.
-Meterme caña que me corro cabrones – gritó la rubia. Sus gemidos pasaron a ser gritos de placer.
-Ufff dale cabrones, reventarme el coño y el culo – gritaba desesperada.
-no correrse cabrones, la leche la quiero en la boca – dijo Merche entre jadeos ante la inminente corrida. Los dos viejos aceleraron sus folladas. La peste a sudor, sexo y mierda impregnaba el aire.
La rubia de repente, pareció entrar en trance; los ojos se le pusieron en blanco y prácticamente dejó de moverse. Y en un tono muy bajo susurraba
-Me corro me corro, que gusto por Dios – decía entre espasmos.
El viejo Miguelito que no perdía ocasión para cerdear, llevó sus dedos a la pelambrera del coño de Merche, y recogiendo aquella masa asquerosa de mierda blanda y babas se la acercó a la rubia a la boca.
-Toma cariño, toma la mierda de tu puto coño – le dijo lujuriosamente al oído a Merche.
-Siiiiiiiiiiii que rica. Más mierda más. Que me corro, que me corro como una puta perra – dijo Merche ya elevando el tono hasta gritar.
-Ahhhhhhhhhhh me corroooo Ahhhh que bueno hijos de putaaaaaaa- gritaba sin control mientras chupeteaba los dedos de Miguelito y saboreaba su mierda.
La corrida fue escandalosa. Apenas le sacó la polla el Fideo del coño, la rubia se estaba incorporando sacando a la vez la otra polla de su reventado ojete.
-Venga más pollas – gritaba fuera de sí.
Ahora les tocaba a los gordos meterle polla a la hermosa rubia. El Samuel se tumbó en el colchón y se agarró por la base so gorda polla. La meneaba como llamando a Merche, que, de pie, sonreía lujuriosamente esperando el momento de meterse semejante pollón en el coño. Llegado el momento, la cerda rubia se agachó y poniendo sus rodillas a los lados del cuerpo del asqueroso viejo, le agarró la babosa polla notando como latía aquel pedazo de carne. Le costó forzar abrir sus piernas ya que la masa de carne del gordo llenaba casi entero el colchón.
La rubia dejó caer su cuerpo mientras sujetaba ella misma la polla amoratada y llena de venas de aquel gordo. Sus muslos resbalaron sobre el sudor que desprendía el cuerpo de aquel obeso asqueroso, hasta encajar su cuerpo sobre esa masa humana. Cruzaron sus miradas lujuriosas y rápidamente la rubia se tumbó sobre el viejo pegando sus tetas a su cuerpo y llenándolas del sudor asqueroso de aquel viejo, llevó sus manos a aquella fea cabeza y empezó a comerle la boca de forma ansiosa. Intercambiando esos sucios besos, con pasadas de lengua por toda la cara del viejo e incluso levantándole sus gordos brazos metía su nariz en aquel peludo sobaco y tras aspirar con ansia le daba pasadas con su lengua ya pringosa de tanto sudor acumulado.
El Tres Patas observaba de pie pajeando despacio su tremendo nabo. Se deleitaba viendo ese hermoso y blanco culo e iba a penetrar en unos segundos. El ojete ya se veía bien abierto, pero seguro que él se lo iba a rellenar a fondo. Torpemente debido a su gordura se arrodilló. Colocó su amoratado capullo en la entrada anal de Merche y justo allí, dejó caer un lapo espeso, de mocos y pastoso, que tapó la raja de su capullo y parte del ojete de la rubia. Merche se estremeció al notar esa masa espesa pegada en su ojete y aún más, con el calor que desprendía ese gordo capullo.
El viejo tuvo que ayudarse dejando caer su barriga sobre las nalgas de la rubia para facilitar su penetración. A pesar de lo abierto que ya tenía el culo, Merche se estremeció cuando aquella barra entró hasta el fondo de sus entrañas. Se sentía prácticamente aplastada entre aquellos gordos sebosos. La peste a sudor y meado se le pegaba en la piel, pero para ella no era bastante asquerosidad. Chupaba con su lengua todo lo que podía de aquellas carnes fofas. Volvía su cara buscando la gorda lengua del Tres Pata para que le llenara su linda boca de esa saliva espesa de viejo. El culmen de la lujuria extrema fue cuando levantó la vista y se encontró el culito de Miguelito, con sus nalgas abiertas por él mismo, mostrando un sucio ojal de mierda seca. Merche en su plenitud de guarra, estiró su cuello lo que le permitía la penetración de los dos gordos, hasta llegar al ojete y comenzar a darle una limpieza con su lengüita.
Cuando la follada comenzó a acelerarse, a una persona normal en su sano juicio le hubiera entrado ganas de vomitar. Ver aquel hermoso cuerpo de la rubia aplastado entre aquellos viejos gordos, su cuerpo resbalando entre sudores pegajosos, y aquel pequeño y arrugado culo de anciano que se abría y cerraba como si llamara a la lengua de Merche.
-Me corro me corro otra vez cabrones – empezó a gritar Merche, teniendo que dejar de lamer el ojete de Miguelito para centrarse en el orgasmo que empezaba a llenar su cerebro de placer.
-Ahhhhhhhhhh que gusto de pollas ahhhhh – se corría la rubia con cara lujuriosa.
Totalmente chorreando de sudor, mezcla del suyo propio y del de aquellos gordos sebosos, la rubia intentó incorporarse.
-Venga que tengo sed. Quiero tragar leche y una buena ducha de meadas calientes – dijo sacando con esfuerzo la polla totalmente tiesa que le rellenaba el coño.
Al Tres Patas hubo que ayudarlo a incorporarse ya que él solo no podía. Cuando se levantó, mostró su gordo nabo tieso, bamboleando y pringado de caca del fondo de la rubia. Merche se arrodilló y agarró esa primera polla que llena de mierda apuntaba a su cara. Con su manita de uñas pintadas empezó a pajear la polla mientras chupeteaba el amoratado capullo llenando su boca de mierda. Miguelito, que no dejaba de idear guarradas que mantuvieran a Merche en su máximo grado de calentura, se agachó y aprovechando que la rubia tenía tanto el coño como el ojete tan abiertos como túneles, metió su puño primero en el coño, al que rápidamente Merche con su mano libre agarró para marcarle el ritmo. El asqueroso viejo iba alternando su puño del coño al culo para mantenerlos bien abiertos. Se acercó al oído de la rubia para decirle que las corridas serían dentro de su boquita, nada de desperdiciar lefa. A lo que Merche asintió sin dejar de mamar. Incluso se metió media polla en la boca y comenzó a acelerar la paja buscando la primera lefada del día. Las piernas del gordo comenzaron a temblar mientras llevaba sus manos a la cola del pelo de Merche para asegurarse que no sacara su polla de aquella linda boca. Algo innecesario ya que, ni mucho menos la guarra de Merche tenía intención de perderse el poder tragar tanta leche de viejo.
-Me corro puta ah que me corro – gemía el gordo mientras la rubia aguantaba el capullo dentro de su boca apoyado sobre su lengua. Tres tiros de lefa espesa quedaron sobre la lengua. Merche la notaba espesa y grumosa. Apuró hasta pasar su dedo por la raja de aquel amoratado capullo para recoger un goterón de aquella lefa que pudo observar, que era prácticamente amarilla. La rubia tragó despacio para saborearla.
Los viejos que quedaban estaban a punto de vaciar sus huevos los cuatro a la vez, debido a la calentura a la que los tenía sometidos Merche con sus guarradas. Y las que quedaban aún por ver…
El siguiente en plantarse delante de la cara de Merche fue El Gamba y su lenguaje soez. Con una mano en la cadera y la otra pajeándose delante de la cara de la rubia, la ponía más cachonda de lo que estaba con las cosas que le decía. Mientras, Merche sonreía y recibía en su cara salpicaduras de las babas que saltaban de la polla mezcladas con un sudor apestoso que desprendía aquel viejo peludo.
-Toma pedazo de cabrona, acerca esa cara de puta guarra que tienes. Te va harta de leche caliente de macho, que tengo los cojones llenos pedazo de perra – gritaba el viejo.
Merche abrió la boca y dejó entrar el gordo capullo lo justo para recibir la lechada sin perder ni una gota. Pero al primer trallazo, fue tal la fuerza que le llegó directamente al fondo de la garganta. Así que rápidamente se introdujo todo el cabezón de aquel nabo y cerró sus labios alrededor. Vinieron cuatro disparos de lefa tan intensos como el primero. A la rubia le quemaba la garganta de lo caliente que bajaba por su cuello aquella espesa leche. Cuando El Gamba terminó, sacó su polla lentamente y tambaleando su cuerpo se apartó. A continuación, el otro gordo, Samuel, se plantó delante de la rubia. Sin ninguna delicadeza, agarró la coleta del pelo de Merche y le clavó el nabo en la boca hasta los huevos. Empezó a follarle la boca con todas sus ganas mientras Merche agarraba ese culo gordo para no perder el ritmo, aunque las manos le resbalaban por aquellas asquerosas nalgas que chorreaban de sudor. El gordo se corrió a lo justo cuando Merche ya estaba a punto de vomitar. Tanto pollazo le había subido la lefa tragada de los viejos anteriores, que hicieron una asquerosa mezcla en su boca con los nuevos lefazos que le estaba regalando el viejo gordo.
El resultado fue que la rubia tenía la boca llena de una mezcla de lefas de sabores diferentes junto al sabor a vómito que tanto le gustaba. Cuando el viejo Samuel sacó su gordo nabo de la boca de la rubia, Merche pudo tragar semejante bola asquerosa para a continuación soltar un eructo con olor a vómito. Aún le faltaba tragar leche de dos viejos más. El primero fue el pequeño Miguelito, que, sin perder esa sonrisa entre inocente y lujuriosa, empezó una paja tremenda en la cara de Merche, la cual pudo ver como el viejo le había dejado completamente abiertos sus dos agujeros. La corrida del viejo fue como una fuente. Ni siquiera hizo el intento de meter su nabo en la boca de la rubia. Se limitó a llenarle toda la cara, ya que aquella polla no soltaba chorros, soltaba la lefa a salpicaduras. Cada grito de placer del viejo era una fuente de gotas espesas que Merche intentaba atrapar con su lengua. Con las últimas sacudidas de la polla, Merche quedó totalmente llena en cara, pelo y pecho, así que con sus lindos deditos se dedicó a recoger toda la leche posible para llevársela la boca.
Ya solo faltaba la corrida del Fideo. Pero Miguelito, aún con la polla goteando leche, no paraba de maquinar guarradas
-Fideo tú no te corras que tienes que aguantar esa polla tiesa más tiempo. De algo te tiene que servir tener la polla más larga – le dijo al Fideo.
- Venga sorpréndeme anda cabrón – le dijo Merche al pequeño abuelo sonriendo.
-Primero una buena fuente de meadas. Los cinco a la vez – dijo Miguelito empezando a formar un corro alrededor de aquella guarra que se demostraba dispuesta a todo. Aquellas pollas aún morcillonas comenzaron a duchar de meado caliente a Merche. Miguelito meaba igual que se había corrido unos momentos antes, como si fuera un aspersor, salpicando toda la cara y las tetas de Merche. Los otros viejos soltaban un caño de caldo amarillento que iba directo a la boca de aquella asquerosa rubia que intentaba tragar todo lo posible. La peste a orín rancio llenaba el ambiente. Cuando todos fueron escurriendo sus pollas, el Fideo aún mantenía una meada considerable. El hecho de ser el único que no se había corrido, le hacía mostrar aquel pedazo de polla tan larga, tiesa como un palo. Finalmente, Merche se pudo dedicar a tragar el meado que salía de esta larga polla mientras los demás sacaban sus pies de aquel colchón inundado de meado caliente.
De nuevo Miguelito dirigió lo que sería el fin de fiesta de aquella orgía cerda.
-Venga ahora cada uno le va a echar a esta cerda algo para que se lleve de recuerdo de nosotros. Pero metido dentro de su cuerpo – dijo sonriendo maliciosamente.
-Venga cabrones. Cuanto más cerdo sea mejor q estoy como una puta perra – les dijo Merche a los viejos.
Miguelito fue el primero en empezar. La rubia, que seguía arrodillada con sus piernas metidas en aquel caldo caliente, esperaba ansiosa.
- ¿Sabes que mis gargajos y lapos son famosos cariño? Las limpiadoras se llevan todo el día protestando cuando encuentran mis lapos en cualquier esquina – dijo Miguelito mientras se colocaba delante de Merche. Agarró su coleta haciendo que levantara la cara y él, situó la suya encima a escasos centímetros. La rubia abrió la boca y sacó la lengua, en señal que el primero de los que le llovieran, fuera a parar a su lengua. El viejo carraspeo profundamente. Todos miraban atentos y El Fideo no dejaba de pajearse despacio a la espera de cuando le tocaba su momento. Entones, una masa espesa, de un intenso color verde, salió de la boca de Miguelito. Lentamente fue a parar encima de la lengua de la rubia, y durante unos segundos, un hilo de baba espesa mantuvo unidas ambas bocas. El viejo cortó el hilo con sus labios. Merche movió su lengua cubierta de mocos para que todos pudieran ver su premio. Y metiendo su lengua lentamente en su boca, se puso a masticar aquella asquerosidad antes de tragarla gustosamente. Los siguientes fueron a parar directamente a la garganta de aquella cerda. Fueron cinco más los que llenaron el estómago de la rubia de mocos verdes.
Le tocaba el turno a El Gamba, que, con su lenguaje soez, ya anunciaba el premio que le iba a regalar a Merche. Ya la rubia se relamía los labios de gusto al enterarse lo que le venía.
-Pon la boquita aquí pedazo de puerca que te voy a dar la cenita de ayer que la tengo guardada pa ti – le dijo descojonándose mientras se ponía en pompa dejando su culo frente a la carita de Merche.
-Además tengo la barriga suelta así que prepárate pa bañarte en mierda pedazo de puta – remató el aviso con sus palabras.
Ante este aviso Merche se limitó a sonreír abiertamente y a poner sus brazos atrás, de modo que le ofrecía su cara y todo su pecho al viejo para descargar su vientre. Primero unos sonoros pedos de un olor asqueroso dieron inicio a la cagada. A continuación, otros pedos más cortos, pero con gotas de mierda que quedaron pegadas en los negros pelos del culo del viejo. Merche se abalanzó a recoger con su lengua esos gordos goterones de mierda, ya que estaba ansiosa por catar mierda de viejo.
-Ufff que buena, cabrón, suelta ya la mierda – dijo Merche volviendo a su posición para recibir la explosión de mierda.
Y verdaderamente fue una explosión de mierda. Primero, cientos de gotas salpicaron cara, cuello y tetas de Merche. Pero inmediatamente, salió un caño de mierda blanda de color marrón claro que golpeó en la barbilla a la rubia para seguir cayendo directamente sobre su pecho y resbalar lentamente por sus dos tetorras. Un olor a podrido inundó el aire en un momento, pero poco importó a nuestra guarra favorita, ya que pronto sacó su lengua para saborear las gotas que mancharon cerca de sus labios, y a continuación, comenzó a usar su mano como recogedor, para llevar esa masa asquerosa a su boca y tragar poco a poco mientras sonreía y un bigote de mancha marrón cubría sus labios.
-Que a gusto me quedao niña. Anda límpiame el ojete pedazo de guarra – dijo El Gamba.
Merche se acercó gustosamente al culo peludo del vejo y comenzó a pasar su lengua por toda aquella pelambrera machada. Mientras, notaba como el resto de mierda terminaba de bajar resbalando por su vientre llegando al mismísimo boquete del coño, estremeciéndose al notar el calor de la mierda.
Terminada la limpieza del culo, Merche se limpió con la mano la boca, eructó un olor asqueroso y riendo dijo:
-Venga, más mierda.
- Ahora ustedes – dijo Miguelito dirigiéndose al Tres Patas y a Samuel.
El pequeño y lascivo viejo ya sabía cómo eran las cagadas de sus compañeros, y si no le fallaba el plan, ya tenía pensado la siguiente marranada.
-Túmbate guarra. Que te van a cagar encima y verás lo que viene después.
Merche se limitó a obedecer sonriendo, y pudo ver a los gordos situarse justo encima de su barriga, uno a cada lado. Se abrieron las nalgas para facilitar la cagada y al unísono comenzaron a vaciarse. Mientras ella se tocaba la pipa del coño que estaba totalmente inflamado, y pudo comprobar metiendo sus dedos, como le habían dejado de abierto sus dos boquetes.
Los dos gordos soltaron dos o tres mojones cada uno. Los del Tres Patas eran durísimos. Golpearon el vientre de la rubia y fueron a parar al colchón. De un color casi negro y uno de ellos de grosor y tamaño de una buena polla. Los de Samuel, de un color marrón eran un poco más blandos. Al caer en la barriga de Merche quedaron pegados.
-Venga que ahora te vas a llevar muy adentro un recuerdo de estos amigos míos – dijo Miguelito.
Abridle el coño más de lo que lo tiene abierto que se va a tragar una polla de mierda – volvió a hablar el pequeño viejo. La propia rubia, encantada de una idea tan asquerosa, se abrió un poco más su coño con los deditos. El viejo Miguelito, sin ningún tipo de asco, agarró el mojón que más parecía una polla y lo comenzó a meter lentamente en el coño de Merche. Aunque iba quedando algo manchando los labios del coño, estaba entrando entero. Y la rubia así lo notaba, ya que el coño se le iba llenando. Una vez todo dentro, el asqueroso viejo con su pequeño puño lo empujó lo más al fondo posible para meter otro, y luego otro. Toda la dura cagada del viejo Tres Patas estaba dentro de aquel peludo y hermoso coño.
-Levantadle las piernas a esta puerca. Ahora le voy a meter el recuerdo de Samuel e el culo – dijo el vicioso de Miguelito.
-AHHH que bueno. Tengo el coño a reventar cabrones – dijo Merche mientras facilitaba que le levantaran las piernas para dejar el ojete libre para ser usado.
Miguelito repitió la misma operación. Poco a poco fue llenando el culo de Merche de la mierda de Samuel. En este caso, como era más blanda, tenía preparado el gordo y tieso nabo del Fideo para encular a la rubia y llevarle la mierda al mismo fondo. Cuando había metido casi toda menos un trozo, ordenó al Fideo que comenzara su follada de culo. No se hizo rogar el delgado huesudo y de un golpe metió media polla en el interior de Merche, que lanzó un gemido y después una sonrisa de aprobación, invitando a su invasor que la rellenara completamente.
-Dame fuerte cabrón. Llévame la mierda hasta el fondo hijo de puta – gemía Merche buscando calentar al viejo más de lo que estaba.
El Fideo, sin sacar su larga polla, pasó de estar de rodillas a tumbarse sobre Merche, haciendo que esta se tumbara completamente sobre el colchón descansando la cabeza sobre él, metiendo completamente su linda cola del pelo en aquella masa mezcla de mierda y orines que inundaban el colchón.
Mientras eran jaleados por el resto de viejos, la follada anal comenzó a tener un ritmo desenfrenado. Lo poco que salía de polla del interior de la rubia dejaba rastro de mierda en el colchón, pero era más mierda la que empujaba al interior que la que sacaba. La mierda que tenía la rubia en su barriga la mantenía pegada al canijo cuerpo de su vejo follador. Las dos caras a centímetros una de otra, de forma que los goterones de sudor del esfuerzo del viejo caían en la cara de la asquerosa rubia que se mostraba lujuriosamente contenta. Pero Merche quiso demostrar a Miguelito que ella también era capaz de idear guarradas extremas.
Estiró su brazo y agarró el trozo de mierda que quedaba en el colchón. Lo puso delante de su nariz para olerlo de forma extasiada, lo que hizo que el Fideo retrocediera su cara unos centímetros y mostrara su primer síntoma de asco. Algo que no le impidió mantener el ritmo de la follada. No tardó Merche en sacar la lengua y dar una lamida lenta, pero recogiendo el sabor agrio de mierda de macho. Al Fideo le vino la primera arcada, lo que hizo sonreír a la rubia viendo que su asqueroso plan se iba cumpliendo. El objetivo de que aquel viejo le vomitara encima se iba a cumplir. Lentamente, le dio un bocado a aquel trozo de mierda, para después de saborearlo, meterse el trozo entero en la boca y comenzar una sonora masticación que le levantaría el estómago a cualquiera.
Al ver esto y tras dos arcadas sonoras, El Fideo vomitó la cena del día anterior. Una masa blanquecina donde por partes se podía encontrar arroz y garbanzos.
-Por fin cabrón. Qué bueno – se deleitaba Merche.
La pedazo de cerda, dentro de aquella vomitona que le resbalaba por la cara hacia su cuello, buscaba con sus dedos aquellos trozos sin diluir, para masticarlos conjuntamente con la mierda.
Aquella guarrada celebrada por todos viejos con gritos y palmas, hizo, que la corrida le subiera hirviendo por sus huevos hasta el capullo al viejo Fideo.
-Que me corro perra que me corro – empezó a gritar convulsionando.
-Así cabronazo. Lléname el culo de lefa calentita hijo de puta – gritaba la rubia corriéndose también.
- Toma ahhhhhhhhh toma leche puerca – gritó el Fideo dando cuatro golpes de cadera que significaron cuatro trallazos de leche caliente y espesa.
Merche con sus manitas apretaba aquel culo delgado y resbaloso de sudor evitando que le sacara aquella tremenda polla para que escurriera todo el semen en su ano. Cuando el Fideo se incorporaba con su hermosa polla pendulando manchada de mierda, la rubia quedó como en éxtasis.
Los viejos se fueron vistiendo, y saliendo uno a uno. El último fue Miguelito que esperó a Fideo que se vistiera su pijama. Luisa la auxiliar y Ricardo el de mantenimiento se cruzaron con el pequeño viejo. Un guiño de complicidad indicaba que la mañana había salido perfecta. Cuando abrieron la puerta, unos gemidos de placer llegaron del fondo de la sala. Al llegar al lado de Merche la auxiliar se llevó las manos a la cabeza.
-Esta pedazo de guarra todavía ni se ha lavado – protestó. Y se fue al cuarto de la ducha para abrir el agua y meter prisa a Merche. Mientras el guarro de Ricardo se había sacado su gorda polla y se pajeaba encima de Merche.
No pudo evitarlo viendo como la rubia estaba despatarrada, con el coño y el ojete soltando un hilo de mierda, y con sus manos en la boca masticando más mierda y lo que parecía una vomitona.
-Toma leche guarra toma ahhhh – gritaba el de mantenimiento.
Merche recogía con na mano los goterones espesos de lefa mientras le decía:
- ¿No tienes ganas de cagar cabronazo?