Merche y sus guarradas con los ultras del fútbol
Avisado estáis. La más guarra de esta página de relatos. No apto para delicados.
Era día de partido y Merche lo iba a disfrutar. Nuestra rubia favorita, vivía al lado del estadio de futbol. Los días de partido, la plaza ajardinada donde se encontraba el portal de su bloque, se transformaba en un gran botellón de aficionados al futbol; todos de fiesta previa al partido. Lógicamente la gran mayoría eran del equipo local, aunque a veces, si resultaba ser un partido con afición visitante con la que se mantenía buenas relaciones, también se podía contemplar un gran número de aficionados con camisetas y banderas de otro color.
Esos días a Merche le gustaba bajar a pasearse provocando los piropos y frases malsonantes de cualquier macho salido al que pudiera calentar. Lógicamente y conociendo a Merche, cuanto más soez y grosera fueran las frases que le dedicaran, más cachonda y cerda se ponía nuestra protagonista. Normalmente no solía pasar de ahí; ya sabemos que su versión guarra y puerca era desconocida para gran parte de sus conocidos y no podía arriesgarse a que fuera descubierta esa cara perversa tan bien oculta. Se limitaba a esperar al comienzo del partido y ver como la plaza quedaba desierta, Entonces subía a su casa y se masturbaba con saña pensando en las guarradas que le habían dedicado tantos machos salidos.
Pero esa semana la llevaba entera sin cerdear y ya no podía más. Su tío Pepe no pudo atender sus necesidades sexuales en estos días. Se tuvo que conformar con una mamada que le hizo a un viejo en los baños del gimnasio hacía un par de días. Aunque el viejete le llenó la boca de una espesa lefa que le costó tragar, eso fue claramente insuficiente para sus cerdas necesidades.
Hoy bajó pronto a la plaza. El reloj marcaba la una de la tarde y el partido no empezaba hasta las seis. Si encontraba unos buenos machos los subiría a su casa para que le dieran caña. Su tía le había avisado que tenían visita por la tarde, así que no podía ir a casa de sus tíos a follar como hacía habitualmente. Hoy viviría sus guarradas en su casa; pero sabiendo que sería con unos desconocidos a los que no volvería a ver en su vida, no le dio importancia a esta situación tan anómala.
-No vea como está rubia. Te iba a come el coño que te iba a saca la lengua por el culo.
Merche se estremeció al oír el piropo tan zafio. Se giró rezando para que esa voz perteneciera a un buen macho cerdo y que no estuviera sólo. Desde el luego el tono era de hombre maduro y la letra de la poesía lo identificaba como un buen cerdo; al menos de palabra.
Tras girarse, al primer vistazo le gustó lo que contempló. En un banco, tres hombres surtidos de edad; el que se veía claramente mayor, era un viejo que estaba sentado en el centro del banco. Acompañándolo cada uno a un lado, se encontraban los otros dos. Después se enteró que eran abuelo, padre e hijo. El menor tenía el aspecto de un chulo putas totalmente. Una pequeña cruz a modo de pendiente le colgaba de la oreja izquierda; pantalón vaquero ajustado y zapas. Camiseta de su equipo color azul como sus otros acompañantes. Un niñato canijo, pero con un buen bulto apretado en su pantalón.
En el otro extremo del banco el papá de esta criatura; el refrán “de tal palo, tal astilla”, no parecía cumplirse en este caso. Era un gordo obeso total. Con playeras en los pies mostrando unos pies gordos y peludos. Unas bermudas vaqueras se ajustaban a unos muslos gordos a los que le seguían unas piernas igualmente peludas. Merche ya se imaginó unos huevos llenos de pelos, gordos y sudados; y una gota de baba empezó a salir de su coño manchando sus bragas. Su cabeza era proporcional a su cuerpo. Presentaba una mata de pelo pegajoso y de color cano que recogía en una coleta. Su boca presentaba unos dientes amarillos y sucios. Sonreía mirando a Merche de modo lascivo.
El viejo era eso; muy viejo. Pero con una cara de guarro que no podía con ella. Escasos dientes y torcidos. Casi calvo si no fuera por unas pequeñas líneas de pelo canoso a los lados de su cabeza. Gordo, pero no tanto como su hijo; pero con la misma cara de salido que él.
Entonces llegó un cuarto individuo al grupo. Venía con una bolsa lleva de litronas de cerveza.
-Ni un puto bar que me deje entrar a mear tíos. Me cago en la puta – dijo el recién llegado.
Un niñato muy moreno de piel. Parecía de la misma edad que el joven que estaba en el banco.
-Podéis subir a mi casa a descargar. Y ya se relajáis un rato hasta el partido – dijo Merche dirigiéndose al grupo.
El recién llegado miraba alternativamente a sus amigos y a la rubia con cara de no enterarse de nada.
-Esta quién coño es? Está buena la hija de puta – comentó el moreno.
-Soy Merche – dijo la rubia acercándose al grupo. Ella misma se acercó y besó uno a uno aprovechando para rozarse todo lo posible. Llevaba un trajecito de flores, muy corto; de vuelo, con tirantes. Así que sus nuevos amigos podían disfrutar de la visión de las dos rotundas piernas de la rubia. Empezando en sus dos hermosos muslos y terminando en sus lindos pies los cuales lucían con sus uñas pintadas en su habitual color preferido: el azul. El traje sin tener un gran escote, sí que permitía el ver el inicio de sus tetas libres de sujetador.
-Ábrete una cerveza antes de subir, anda, Si vivo aquí mismo. En nada estamos en mi casa – les dijo Merche a los machos.
Sacando una litrona de la bolsa, el moreno abrió la chapa con el mechero y se la pasó a la rubia. Merche, la cogió; y mostrando que estaba dispuesta a todo con sus nuevos amigos, le dio un trago dejando que gotas de cerveza resbalaran por su barbilla y gotearan en su pecho resbalando entre sus tetas. Algo que agradeció ya que la temperatura era bastante alta.
El ambiente en la plaza iba a más y eran muchos los que observaban un grupo tan extraño como este formado por esos cuatro venidos de fuera y una piba tan guapa y sensual. Merche decidió mostrar claramente sus intenciones de guarreo para comprobar que no se había equivocado al elegir a este grupo de machos. Metió otro trago a la cerveza y soltó un eructo delante de todos riéndose a continuación.
-Toma, bebed ustedes y me la pasa al final que me gusta tragar las babas de los demás – les dijo la rubia.
Todos rieron ante estas demostraciones de guarra por parte de la rubia. Mientras la botella iba pasando por la boca de sus machos, ella puso su pie derecho sobre el banco descalzándose de su playera.
-Ufffff que me pica aquí – dijo mientras se rascaba en su lunar situado en su pie, cercano a sus deditos.
Con este simple gesto, ayudó a calentar más a los machos. Por un lado, les enseñó de cerca su morboso pie y la pierna entera hasta el inicio de sus bragas ya que se subió el vuelo de la falda liberando su muslo totalmente. Y, por otro lado, al agacharse para rascar su pie hizo una clara demostración de su falta de sujetador al poder observar claramente los cuatro salidos como se bamboleaban sus tetas al aire. Ante esta muestra variada de guarrerías por la rubia, ya los machos fueron a saco; empezando el patriarca la primera demostración de que estaban dispuestos a seguir el juego cerdo iniciado por Merche. El viejo con una mano sudada y sucia agarró la pierna de la rubia por el tobillo; empezó a masajearla llegando a sus gemelos haciendo que Merche se estremeciera notando esas manos callosas como le metían mano. Sus bragas ya empezaban a estar bien mojadas de baba de su coño. Entonces el viejo verde lo hizo:
-A que te alivia el picor? – dijo el viejo mientras dejaba caer un escupitajo de babas espesas transparentes sobre el pie de la rubia.
Él mismo empezó a extenderlo por todo el pie de la rubia incluido sus dedos. El nieto se puso de pie rápidamente, y con la ayuda de su amigo el moreno, hicieron una especie de círculo alrededor de la rubia para intentar darle más privacidad a este momento de cerdeo. El pie de Merche empezaba a oler a cerveza ya que prácticamente ese era el contenido del escupitajo del viejo. Entonces, nuestra guarra protagonista, inició la espiral de cerdeo que iba a vivir esa tarde:
-Abuelo no tiene algo más espeso? Seguro que me alivia más –soltó Merche por esa sucia boca.
El viejo se echó a reír enseñando una boca asquerosa de dientes amarillos. Carraspeó varias veces para acumular sustancia en su garganta y lo soltó encima del pie de la rubia. En esta ocasión no resbaló despacio desde su boca. Ahora fue un sonoro escupitajo verde y espeso de mocos el que tapó el lunar de la rubia completamente y empezó a resbalar lentamente entre su dedo gordo y su segundo dedo. Y antes de que el viejo volviera a utilizar su escupitajo para extenderlo por el pie de la rubia, ésta recogió todo lo posible en sus dedos para llevárselo a la boca ante la cara de lascivia de los presentes.
-Ummmmm exquisito. Sabe a mocos de viejo guarro con un ligero toque a cervecita – dijo Merche provocando la risa de todos.
Entonces echó mano a la botella, y como había dicho, se bebió de un trago el resto de cerveza y babas que quedaba en el fondo. Volvió a soltar un eructo y guardando de nuevo su pie pringado de mocos del viejo en su chancla, dijo:
-Bueno vais a subir a mi casa o no, que también tengo picores en el coño y necesito unos buenos guarros que me alivien – soltó la rubia.
El maduro gordo le contestó:
-Seguro que quieres? Cuidadito con nosotros que somos ultras y peligrosos.
-De los que lleváis pinchos y sacáis barras de hierro?? A mí me vale con que saquéis la carne en barra para meterme caña – fue la respuesta de Merche riendo.
Sin más y como señal de que estaban de acuerdo en subir, el maduro y el viejo se levantaron del banco. Echaron a andar tras la rubia dirigiéndose a su casa con las llaves en la mano. Nadie habló mientras se producía la espera tensa de la llegada del ascensor. Pero tal como entraron en el pequeño cubículo la cosa se desmadró.
Allí adentro se concentraba el olor a sudor de los machos. Olía a machos que llevaban en el cuerpo horas de viaje en coche; apretados y sin lavar, sin mear y sin cagar desde hacía varias horas. A esto se sumaba la calentura que ya empezaba a convertir a Merche en una auténtica reina del sexo guarro. El moreno y el chulo, es decir los más jóvenes, se situaron pegados a los costados de la rubia mientras que el viejo y su maduro hijo se situaron delante de ella cara a cara. Así podía ella ir sobando las cuatro pollas por encima de las telas de los pantalones que ya estaba deseosa de quitar. A la vez, el moreno le levantó el traje por encima del ombligo dejando al aire sus blancas bragas y permitiendo que el tufo a coño meado sin lavar se sumara a los sucios olores del ascensor. El viejo fue el primero en reaccionar al olor a perra de la hembra y le pegó un tirón al elástico de la braga bajándola lo suficiente para que todos pudieran ver el coño brillante de jugos de Merche y su fina línea de pelos que lo coronaban, Los labios se abrían pidiendo polla incluso goteaban babas dejando un hilo espeso colgando. El viejo verde escupió u salivajo de los de saliva cervecera que fue a pegarse en los pelos del coño; al momento lo imitaron los otros tres llenando el coño de la rubia de saliva, Mientras, Merche iba comiéndoles la boca según le iban escupiendo.
El freno del ascensor avisando que estaba a punto de pararse hizo que el viejo soltara la goma de las bragas y estas volvieran a su sitio, dejando el coño de Merche empapado de saliva y oliendo a cerveza.
Se arregló el vestido antes de salir. No quería llamar la atención si se cruzaba con algún vecino de la planta; aunque ciertamente, el ver a una chica tan dulce y guapa entrando en su casa con cuatro individuos con esas pintas ya era difícil de explicar a cualquiera.
Merche los llevó directamente a su dormitorio. Allí tenía cuarto de baño interior. En casa de su tía le daba igual follar por toda la casa y ensuciarlo todo. Total, limpiaba su tía. Pero aquí tendría que limpiar ella; así que concentró toda la sesión se sexo en una habitación.
-Yo me estoy meando como un puto cerdo – dijo el gordo. A lo que les siguió un coro a voces diciendo que “yo también”.
-Pues a mear cabrones – dijo Merche.
En un momento el suelo se llenó de ropa; camisetas deportivas, bermudas, vaqueros, slips apestosos y la ropa de Merche posteriormente. Evidentemente entre aquellos cuerpos era a destacar el de la rubia. Los machos podían admirar a la rubia ahora en su plenitud. Su cara brillaba del sudor que resbalaba por su piel. Al levantar los brazos para recogerse su melena en una coleta mostró unos sobacos, que, a pesar de tener escaso bello y muy corto, derramaba auténticos chorros de sudor por ellos. Sus gafas de pasta le daban cierto toque colegial pero los dos melones gordos que se gastaba demostraban que no estaban ante una niña. Sus dos pezones estaban gordos a reventar a la espera de que un buen macho cerdo los cubriera de saliva.
Los guio al baño y se metió en la bañera. Se puso de rodillas y les hizo una señal de que se acercaran. Primero los más jóvenes. El chulo putas tenía unos huevos súper gordos y colgantes llenos de pelos. Su polla ya se adivinaba bastante larga, aunque aún estaba si empalmar plenamente. Cuando se bajó el pellejo mostró un capullo morado con un olor a meado importante. El moreno tenía la polla prácticamente igual que su amigo, pero sin pelos, por lo que sus cojones parecían más colgantes aún. Ambos comenzaron a soltar un caño de meado a la vez. Alternaban uno dirigiendo su polla a la boca de Merche y el otro a su cuerpo. Así la rubia podía tragar todo lo posible. De todas formas, había puesto el tapón para no desperdiciar ni gota. La meada fue larga y abundante. Se notaba que llevaban tiempo sin mear porque salía ardiendo. De sus capullos gordos se desprendía un vapor caliente y sus chorros, cuando parecían que flojeaban y empezaban a disminuir, nuevamente cogían fuerza y volvía a salir un caño de meado. Merche estaba en un éxtasis guarro. Se sobaba las tetas masajeándoselas aprovechando el meado de sus machos. Se tenía que llevar los dedos al coño porque la calentura en su vagina era incontrolable. Llegó el momento en que las meadas finalizaron.
-Me estoy cagando rubia – dijo el moreno como pidiendo permiso a Merche.
Eso es el fin de fiesta, cabrón. Ahora a la cama a follarme – fue la respuesta de Merche mientras le daba una palmada a cada macho en su culo. Mientras los jóvenes salían del cuarto de baño, los dos mayores se acercaron a la bañera. Merche tenía las rodillas y los dedos de sus pies en una laguna de meado oloroso; pero lo mejor estaba por llegar ya que como buena cerda, lo que más le ponía era un madurito cerdo. Cuanto más maduro y más cerdo, mejor.
Merche se deleitaba con lo que tenía delante de sus ojos. El gordo tenía una polla correspondiente a ese cuerpo. Una polla gorda, a medio empalmar. Con las venas muy marcadas. Unos cojones peludos pero muy gordos. Cuando se empezó a echar el pellejo hacia atrás para sacar el capullo, parecía que este no quería salir. Cuando asomó la raja del capullo la rubia pudo ver un pedazo de capullo amoratado. Muy gordo, con una capa de una sustancia blanca que Merche estaba deseando probar. Se escupió el mismo para mojar el capullo y empezar a mear. Un caño de orín muy oloroso fue a parar directo a la boca de Merche la cual lo tragaba con ansia.
-Uffffffff estaba loco por mear, guarra – dijo el gordo acompañando sus palabras con unos pedos largos, sonoros y sobretodo, apestosos, procedentes de su ojete. La rubia aspiraba sonriendo en señal de que estaba encantada de respirar ese aire viciado con olor a mierda.
-No te vaya a cagar cerdo mío, que después quiero tu mierda en mi boca – dijo Merche acariciando las piernas del gordo recogiendo el sudor de sus muslos y llevándoselo primero a su nariz para disfrutar de su olor, y después a su boca para disfrutar con su sabor amargo a macho sucio. La meada fue espléndida y la rubia pudo tragar gran cantidad; tanto, como para soltar un eructo sonoro con aroma a meados calientes. Tras escurrir sus últimas gotas, el gordo dejó sitio a su padre, el viejo verde. Merche lo esperaba ansiosa porque estaba ante un verdadero macho cerdo a lo que sumaba el morbo que le da un viejo verde salido. A la rubia le encantaba calentar con sus palabras a un cerdo así para ponerlo al máximo de calentura.
-Venga cerdito mío. Échame una buena meada calentita en mi puta boca – le decía Merche mientras se apretaba las tetas y se estiraba los pezones.
El viejo se acercó todo lo posible a la bañera para darle de lleno en la cara a la rubia con un caño de orín que explotó de repente de esa sucia polla. Una polla gordísima con venas azules marcadas. Se adivinaba un capullo enorme y digo se adivinaba, porque el viejo meaba con el capullo tapado por su pellejo. por lo que el chorro de meado no tenía un punto fijo de destino; lo que hacía que la rubia lo siguiera con la boca en el aire de forma graciosa. Parece que todo en este viejo era asqueroso. Su meado era de un amarillo oro intenso. A Merche le quemaba en la boca. Su olor era muy fuerte y su sabor amargo, pero enganchaba a la rubia tanto que no quería perder ni una gota. El viejo reía enseñando su sucia boca al ver como la rubia buscaba desesperadamente su meada. Finalmente, Merche, echó mano a la polla del viejo para descapullarla y dirigir ella misma el caño de pis a su boca. El viejo la dejó hacer y echó sus manos a los pezones gordos de la rubia para tirar de ellos y acercar a la rubia lo más posible al filo de la bañera.
A medida que Merche descapullaba la polla del viejo, asomaba un capullo amoratado, pero igualmente cubierto de una capa blanca pero aún más abundante que la del gordo. En el caso del viejo eran pegotones blancos que asonaban a medida que la piel desaparecía. Merche, una vez totalmente descapullada, pudo ver en su plenitud la gorda polla del viejo. Y olerla también; ya que era la de olor más desagradable de las cuatro. La rubia dejó una mano en el tronco de la polla para dirigir los últimos chorros que salían de la uretra del viejo. La otra mano la tuvo que llevar a su coño porque la calentura la consumía.
-Te la voy a limpiar abuelo. Te la voy a dejar brillando de saliva – le dijo Merche al viejo verde.
Era tal la cantidad de esa pringue blanca que el viejo acumulaba en la polla, que simplemente con el dedo, Merche podía retirar gran cantidad; era como si metiera un dedo en la nata de una tarta. El primer pegote fue a parar al interior de la boca de la joven cerda.
-Ummmmmmm que bueno cariño. Qué me gusta el sabor a macho puerco – dijo degustando la rubia.
-Te gusta no cerda? Verás que de cositas tengo para ti – contestaba el viejo verde.
- Yo me trago todo lo que salga de dentro de mi macho – contestó Merche en una clara demostración de lo que era capaz.
A continuación, el segundo pegote asqueroso recogido con su dedo se lo llevó directamente al coño. Lo pegó en su clítoris que asomaba entre los labios y una vez allí, lo extendió por toda la vagina.
-Vámonos al dormitorio con esta gente, anda abuelo – dijo Merche saliendo de la bañera y echando su mano al culo del viejo. Aparecieron en el dormitorio juntos. El viejo la agarraba por la cintura mientras que ella pasaba su dedo por las nalgas peludas del viejo, llevándose a la boca el dedito impregnado del olor a sudor y a mierda que se concentraba entre las nalgas del viejo. Los tres machos esperaban con las pollas totalmente empalmadas y sobándoselas a gusto. Inmediatamente la rubia se arrodilló y se vio rápidamente rodeada de pollas tiesas. Empezó un frenesí de mamadas guarras en las que los machos ideaban como convertir su mamada en más asquerosa que la que le daba la rubia al que estaba a su lado. Por ejemplo, el moreno se dejó caer un salivazo transparente en el capullo para a continuación meter la cabeza de su nabo en la boca de la rubia. En otro momento de la ronda de mamadas, el chulo putas se escupió en su polla también; pero en este caso un lapo verde de mocos espesos que se quedó pegado en el capullo y así se lo acercó a la rubia; por supuesto Merche lo degustó con placer saboreándolo a gusto.
Aumentando el cerdeo le tocó el turno al gordo. El nabo del gordo goteaba una baba espesa que Merche relamía gustosa. Mientras, él mismo se metía un dedo en el culo bien a fondo, Lo sacó lentamente y enseñó a la rubia el resultado de su penetración anal. Un dedo manchado de marrón y con un gran pegote de mierda pegado en su uña. Directamente, el gordo se pasó el dedo por el capullo morado dejando pegado su contenido. Merche se precipitó de inmediato a meterse en la boca ese nabo hasta la mitad de golpe.
-Cómo está eso guarra? Te gusta ehh – le dijo el gordo.
-Uffff que bueno cabrón – decía Merche mientras chupeteaba el capullo llevándose todo su premio.
El gordo se apartó para que su padre finalizara la ronda de mamadas. Mientras los jóvenes habían sacado las cervezas que quedaban y los bocatas. En pelotas, con la polla empalmada, se comían sus bocatas de chorizo mirando a la rubia mamar. El viejo le puso el culo en la cara a Merche abriéndose las nalgas.
-Mete la lengua puta. Me voy a peer en tu cara – gritaba el viejo.
Merche abría las nalgas del viejo todo lo que ese culo fofo daba de sí. Con su lengua ya manchada de marrón, relamía los alrededores del ojete, hasta centrarse en ese boquete. Metía su lengua como si fuera un dedo para sacarle gemidos de gusto al puto viejo. Pero no fue sólo suspiros lo que la rubia sacó de ese ojete. De repente un pedo largo y sonoro arrancó las risas de todos.
Merche retrocedió su cara para poder meterse ese olor nauseabundo en sus pulmones; y volvió a la carga. De nuevo su lengua entraba en el ojal del viejo buscando alimento para una puta cerda como ella. El viejo comenzó a alternar por la boca de la rubia su culo pedorro, su polla venosa y su boca apestosa a cerveza y chorizo. La boca de la rubia estaba inundada de sabores; una fusión de cerveza, chorizo, mierda y meado la tenían en plena fiebre de lujuria.
Terminada la ronda de mamadas, la cama de la rubia esperaba empezar a crujir con la follada que le iban a meter esas cuatro pollas.
Los jóvenes serían los primeros; habían apurado sus bocatas para tener las manos libres para darle a la rubia lo que se merecía. El moreno se tumbó boca arriba sujetando su larga polla. Merche subió a la cama dándole la espalda. Puso sus lindos pies a cada lado de su macho y bajó lentamente hasta ensartar la morena polla en su ojete.
En apenas dos golpes de caderas del moreno, la tranca entró hasta los huevos ante un profundo suspiro de gusto de Merche. Pero su calentura le pedía llenarse el coño de polla, y viendo al chulo putas como esperaba con su polla en la mano meneándola salpicando babas, no perdió más el tiempo. Se dejó caer hacia atrás pegando su espalda al pecho del moreno. Este, inmediatamente empezó a llenarle de babas con su lengua las orejas y la cara de la rubia, impregnándosela de saliva con olor a cerveza y chorizo. Cuando vio venir la polla que iba a rellenarle el coño levantó sus piernas y las abrió todo lo que pudo. El chulo putas la ensartó de un solo golpe.
-Aghhhhh me cago en tu puta madre cabrón. Dame caña ya, puerco – le gritó prácticamente en la cara la rubia al segundo macho que se la follaba hoy.
Las dos pollas parecía que se rozaban en el interior de la rubia. Su cara estaba llena de saliva de ambos machos; cuando no era el negro el que le pasaba su lengua, era el chulo putas el que le escupía de lleno en su jeta. El serrucho que le estaba haciendo ambos jóvenes empezó a surtir efecto en Merche y la calentura de una corrida próxima empezó a salirle del coño. Sus alaridos de perra descontrolada calentaban aún más a sus machos, lo que hacía que la follaran aún con más ganas. Finalmente, Merche explotó de placer soltando un rio de baba transparente por su coño. El chulo putas sacó su polla totalmente empalmada y chorreando del coño de la rubia. Estaba a punto de correrse, pero estaba claro que la guara esta quería un fin de fiesta con leche, meos y mierda. Y se lo iban a dar. Ayudó a la rubia a incorporarse, pero cuando Merche vio el estado en que estaba la polla del negro, no lo dejó levantarse.
-Espera guapo. Espera que te limpie – dijo la rubia mientras agarraba la polla totalmente empalmada; tenía manchas marrones por todo el tronco y un gran pegote de mierda coronando el capullo. Con la lengua retiró el pegote y se lo tragó degustándolo. Se hubiera metido el nabo entero hasta los huevos, pero el moreno se notaba que tenía la leche hirviendo en los cojones deseando salir; así que no podía mamarle con todas sus ganas o se le correría en la boca. Ella hoy quería las corridas de otra forma. Después de pegarle unas cuantas lamidas por el tronco, la rubia había dejado limpia de mierda la polla del moreno.
Tocaba el turno de follarse Merche a los mayores.
-Abuelo túmbate tú en la cama que te toca rellenarme el coño de carne en barra – dijo Merche riendo. El viejo aún masticaba los últimos bocados del bocadillo mientras se tumbaba. Merche se subió a la cama dándole la cara al viejo degenerado. Se metió la polla del tirón y cerrando los ojos empezó a cabalgar metiéndose más centímetros de rabo en cada salto. Pronto notó unas manos gordas y sudadas empujando su espalda. El gordo quería ya su ración de culo de la rubia y así se lo dijo.
-Túmbate ya cerda, que te voy a rellenar como un pavo – dijo el gordo mientras se escupía en el nabo.
Merche riendo le llevó la mano a la boca al viejo y le dijo:
-Escupe cabrón. Dame un lapo de los verdes para ponerlo en mi ojete.
El viejo pese a la dificultad de estar tumbado se sacó un gargajo espeso que soltó lentamente en la mano a modo de cuenco de la rubia. Ella lo veía caer con deseo malsano. Cuando ya estaba depositado en su mano, la cerda se lo hubiera tragado saboreándolo; pero ciertamente le hacía falta en su ojete para que lubricara la entrada de la polla del gordo. Pero en la masa verde, destacaba un trozo rojo; chorizo procedente de algún diente del viejo asqueroso. Así que Merche, con dificultad debido a lo espeso de los mocos, lo apartó con sus deditos; y llevándolo a la boca lo saboreó:
-Chorizo de cantimpalo jajajaja – echó a reír la muy perra.
Seguidamente se depositó los mocos del viejo en su ojete; allí se quedaron pegados a la espera de acompañar al capullo de la polla del gordo en su camino por dentro del recto de la rubia. Se tumbó y empezó a meter la lengua en la boca del viejo repasándole sus dientes amarillos en busca de más comida malsana. Cuando notó como el capullo gordo le abría el ojete cerró los ojos y separó su cara de la del viejo para gemir de gusto. Ese momento lo aprovechó el gordo para cogerle la cola del pelo y tirar de su cabeza mientras le metía caña en su culo de puta. Y el viejo se dedicó a darle bofetadas en la cara y en las tetas a la rubia de Merche. Los tres cuerpos estaban prácticamente pegados con el sudor. El olor a sudor lo impregnaba todo; y el sonido de los gritos de placer de la rubia solo se veía interrumpido por eructos de los dos jóvenes que seguían bebiendo mientras se pajeaban sus pollas esperando que la rubia se corriera para poder vaciarse ellos también.
Tanta polla gorda entrando y saliendo de su cuerpo, hicieron su efecto; y Merche se corrió con más intensidad que la vez anterior. Su cuerpo se tensó. Se agarró con todas sus fuerzas a los hombros del viejo y sus dedos de los pies se tensaron como acalambrados.
-Aghhhhh que me corroooooooooooo. Que gusto cabrones – gritaba descontrolada.
Se derrumbó en el pecho del viejo unos segundos en un gesto que se podría decir romántico. Pero pronto le entró la guarrería propia de su cuerpo, y sacándose las pollas de sus agujeros se arrodilló a los pies de la cama. Cogió un vaso de cristal de la mesilla y se lo plantó en alto delante de su cara; era la señal inequívoca de cómo y donde quería la leche de sus machos.
-Venga cabrones. Toda adentro que tengo sed – les gritaba mientras la iban rodeando. Primero fueron los jóvenes; llevaban más tiempo pajeando sus pollas y estaban a punto.
-Que me corro guarraaaa tomaaaa lefaaaa tomaaa – gritaban corriéndose a la par.
Medio vaso se vio lleno de repente con varios disparos potentes de ambas pollas. Se notaba que eran machos jóvenes por la cantidad, la textura y la forma de salir. Una leche casi líquida y que golpeaba los filos de cristal debido a la potencia de salida. A continuación, acercó su capullo el gordo. Se pajeaba rápido y con gemidos como un perro. Le metió dos dedos en la boca a la rubia para que los chupara. Merche, que sabía cómo calentar a sus machos con sus guarrerías, tras chupar los dedos, los llevó al culo del gordo. Se los metió pringándolos de mierda y sudor, y volvió a llevarse los dedos del gordo a su boca mientras lo miraba con cara de perra salida.
-Córrete cabrón dale la leche calentita a tu puta – le decía llevando al gordo al éxtasis.
-Aghhhhhh tomaaaaa tomaaaaa – gritaba el gordo que había dejado su capullo en el filo del vaso para no perder ni gota. Una lefa espesa, grumosa y muy blanca se acumuló en el interior del vaso.
El viejo como buen patriarca, se guardó el último lugar. Se pajeaba despacio, sin mostrarse nervioso; apoyó su gordo capullo en el vaso que Merche tumbó ligeramente para que el gordo capullo del viejo entrara dentro. Y mientras pellizcaba los pezones de la rubia tirando de ellos, haciéndola estremecer de placer, el viejo se corrió. Una espesa lefa muy grumosa, con cuajarones, fue llenando la copa. Incluso el último goterón, era tan espeso que se quedó pegado en la uretra del viejo; algo que solucionó rápidamente Merche con una muestra más de su guarrería. Llevó el dedo a la raja de la polla del viejo y con dos dedos retiró el pegote grumoso.
-De raja a raja y tiro porque me toca – dijo Merche descojonada mientras se llevaba el contenido de sus dedos a la raja de su coño y los metía hasta el fondo.
-Vamos a cagar ya cerda, que no me aguanto – dijo el moreno.
Merche encabezó el viaje al baño tirando de la mano del moreno. Se metió rápidamente y se sentó estirando sus dos piernas: el pequeño lago de orín aún estaba templado. El moreno entró en la bañera y dándole la espalda a la rubia se agachó casi en cuclillas para vaciar su vientre.
-Así no cabrón. Más arriba. Que vea yo el ojete como se abre y me llenas de mierda. La quiero en la cara – decía Merche al moreno. Este se incorporó y quedó encorvado. Dio un paso atrás para acercar más su culo a la cara y pecho de la rubia. Ésta, mientras esperaba la cagada del macho, recogía orín con sus manos y se lo echaba en las tetas y en la cara para impregnarse del fuerte olor a meado concentrado. No tuvo que esperar mucho; era cierto que el moreno se estaba cagando. La rubia pudo ver el ojete del joven como se abrió y se cerró un par de veces mientras veía como un chorro de pis salía por la raja del capullo y mojaba sus muslos. A la tercera vez que el ojete se abrió apareció el inicio de un mojón de un color marrón claro. De textura blanda pero muy largo. Fueron 30 centímetros de mierda olorosa que como una serpiente golpeó en la cara de Merche cuando brotó del ojete. Merche llegó a coger un poco de la punta para probarla extrañada de un color tan claro. Pero era tan larga que la dejó que siguiera cayendo entre sus tetas, mientras siguiera saliendo. Un último apretón del moreno dejó caer un trozo pequeño, pero igual de blando. La rubia sonriendo de placer lo cogió con sus dedos y lo llevó a su boca para degustarlo.
-Ahora yo – dijo el gordo.
Salpicó las piernas de la rubia cuando metió sus enormes pies en el orín. Igualmente se situó de espaldas a la rubia y se inclinó. Una nueva meada caliente notó la rubia caer sobre su cuerpo; pero en esta ocasión el gordo dirigió el caño de sus meos al coño de la rubia que estaba medio sumergido en meados. Notó al gordo haciendo fuerza para expulsar su mierda; ella le ayudó dándole una fuerte palmada en una nalgada y abriéndole las nalgas peludas. Apareció un zurullo de mierda muy gordo y negro, Se presentía que sería duro. El primero, del tamaño de una polla mediana, golpeó en la cara de la rubia y cayó en la bañera salpicando. Le siguieron más trozos; algunos en su camino cayeron entre las tetas de la rubia, quedando atrapados en la larga mierda blanda del moreno. Otros tras golpear las duras tetas de la rubia fueron igualmente a parar al lago de meados que rellenaba la bañera. Tras retirar con su dedo un pegote atrapado entre los pelos del culo del gordo, una nalgada de Merche fue la señal para que saliera dejando sitio a otro macho que quisiera vaciarse.
El chulo putas fue el único que se colocó de cara a Merche; se agarró la polla y la levantó, con la clara intención de dirigir su meada a la cara de la rubia.
-No cabrón en la cara no. Que me va quitar la mierda – le dijo Merche.
Así que el niñato soltó su polla y dejó que la gravedad actuara. Su chorro caía en el vientre de Merche resbalando a los pelos del coño que aún no estaban metidos en el lago de orín. Cuando terminó de escurrirse el nabo, se giró chapoteando y moviendo gran cantidad de pis con sus pies.
-Socorro que me ahogo – dijo la rubia descojonada ante el movimiento de tanto meado. Todos rieron la broma, mientras en la orina se balanceaban los trozos de mierda del gordo.
La cagada del niñato fue muy parecida a la de su amigo. Un gran mojón súper largo y blando cayó sobre las tetas de Merche; pero en esta ocasión de un color marrón más usual en una cagada. Con las dos largas serpientes de mierda que habían caído ya sobre su pecho, las tetas de la rubia prácticamente ni se podía ver.
El fin de fiesta lo pondría el viejo verde degenerado. Con sus movimientos parecía un experto en estas cerdadas. Puso el culo a la distancia justa para que Merche pudiera disfrutar viendo la expulsión, pero también a lo justo para que su contenido fuera a parar encima de la rubia. Su ojete se abrió una sola vez para soltar un largo y sonoro pedo. Una peste nauseabunda llenó el recinto del baño. Los tres machos restantes dieron muestras de ganas de vomitar.
-Qué asco papá cojones ¿Que has comido? – dijo el gordo llevándose la mano a la nariz.
Lo siguiente fue algo dantesco para cualquier persona normal. Pero no para nuestra protagonista. La más cerda del planeta tierra. El culo del viejo soltó una explosión de gas apestoso; pero a continuación le siguió otra, que esta vez vino acompañada de una materia semilíquida que salpicó las nalgas del viejo. Y otra más que vino acompañada de más materia fétida que salpicó de lunares marrones la cara y el pecho de Merche. Parecía que la rubia había contraído un sarampión que contagiara mierda. La peste inundó plenamente el baño. El efecto de asco era en todos devastador, menos para ella.
-Ummmm que bueno – decía Merche recogiendo en su dedo la mierda del viejo y degustándolo con pasión.
Su risa nerviosa denotaba que lo estaba disfrutando plenamente. Mientras esperaba más del culo del viejo, partió uno de los largos zurullos que tenía entre sus tetas y lo mordió con ansia. Pero el culo del viejo no había terminado. Inmediatamente a las explosiones, salió un caño continuo de una mierda líquida asquerosa. Golpeó en la barbilla de la rubia y cayó por sus tetas arrastrando todo lo que tenía acumulado entre sus tetas. Toda la mierda de los machos fue a parar a la laguna de meado.
Entonces todo se desmadró. El moreno y el chulo putas corrieron al baño y vomitaron sobre Merche. Un caño de cerveza y una pasta blanca grumosa cayó de lleno en la cabeza de la rubia. El otro vómito prácticamente igual caía resbalando por sus tetas. Merche lo recogía con sus manos llevándolo a la boca. La peste ya era una mezcla de olores malsanos. El gordo también fue vencido por la fatiga provocada por tanta guarrada acumulada. Se acercó con la mano en la boca aguantando hasta ponerse a la altura de la guarra de la rubia. A ésta le dio tiempo a levantar su mirada y sonreír al gordo. Entonces, quitándose la mano de la boca que le hacía de tapón dejó salir el contenido que quedaba en su estómago. Un caño igualmente de asquerosa masa salpicada con restos de comida cayó en el pecho de Merche.
--Ufffff estoy como una puta perra – decía descontrolada.
Con una mano rebuscaba en el vómito trozos enteros de pan con chorizo que se llevaba a la boca golosamente, mientras que, con la otra, se metía en el coño un mojón duro que simulaba una especie de penetración asquerosa.
El viejo se acercó riendo. Era el único al que tanta asquerosidad, no le había afectado. Es más, incluso sonreía al ver el estado de Merche.
- ¿Quieres más cariño? Anda traga so puerca – le dijo el viejo metiendo sus pies en la bañera.
Ya una vez colocado delante de Merche, se agachó situando sus caras frente a frente. La rubia dejó caer toda la inmundicia que tenía acumulada en las manos y se echó una a las tetas para pellizcarse los pezones y con la otra sobaba la cara del viejo metiéndole los dedos en su boca apestosa. Una arcada asquerosa le indicó a Merche que sus dedos estaban a punto de cumplir con su labor. Entones llegó. De lleno a la cara de la cerda rubia fue a parar el desayuno y el bocata del viejo.
-Aghhhhh hijo de putaaaa – gritó Merche de placer antes de que el vómito del viejo degenerado le llenara la boca de líquido salteado de trozos de chorizo. Cuando se apretaba los pezones notó algo enredado en sus dedos. Resultó ser un pellejo de chorizo.
Unas horas después, la tía Merche entró en casa de su sobrina usando su juego de llaves. No la había visto en todo el día y quería saludarla. Al ver la luz del baño encendida alumbrar por debajo de la puerta, adivinó que Merche estaba dentro. Se escuchaba el chapoteo y unos suspiros de placer.
-Mi niña se está dando un baño relajadita. Eso es bueno, que se lave bien el coño y descanse por un día de tanta guarrería – pensó la tía Merche.