Merche y sus guarradas con los pordioseros.
A petición de los lectores nuestra guarra comienza el contacto con los animales aunque será de una forma muy cerda. Sigo incluyendo en esta categoría para no perder el hilo, aparte que sigue siendo la reina de las guarradas extremas.
En su desenfreno sexual, esta vez Merche estaba dispuesta a llegar más lejos. Hasta ahora, siempre había organizado sus guarras sesiones en casa de sus tíos con la ayuda de ellos o en la suya propia. Lógicamente tenía riesgos al subir a desconocidos a sus hogares, pero eso le añadía morbo a la situación.
Pero en esta ocasión su lujuria le había llevado a fijarse en un grupo de pordioseros que encontraban refugio en una nave industrial. Lugar inhóspito de noche por el que se veía obligada a transitar con su coche por ese polígono industrial cuando volvía a casa. Encargó a su tío Pepe que fuera al lugar y viera si tenía las condiciones para alojar una de sus orgías desenfrenadas. Y por supuesto, si los machos que se encontraría eran lo suficientemente guarros para calmar el calor de su coño.
Una vez que su tío ya conoció a los individuos que frecuentaban aquella zona, confirmaron que lo ideal sería un sábado al amanecer, ya que de noche la falta de luz les impediría disfrutar bien de la experiencia. Además, un sábado a esa hora ninguna empresa de la zona estaba funcionando por lo que la tranquilidad para su follada estaba asegurada.
Merche se llevó toda la noche sobándose el coño por encima de las bragas. No quería correrse; ni siquiera meterse nada por ninguno de sus agujeros. Así llegaría en un pleno total de calentura a su cita mañanera.
Marcaba el reloj las siete y media de la mañana cuando Merche salía de casa de su tío acompañada por él. Totalmente desnuda. Cubierta por un abrigo largo cerrado hasta el cuello y zapatillas deportivas con calcetines cortos. En esta ocasión no podría lucir sus lindos pies de uñas pintadas ya que su tío le recomendó que, por el estado del suelo de la nave, no estuviera descalza en aquél lugar. Aunque hacía cierto aire fresco a esa hora, el día se presumía caluroso, por lo que los pocos transeúntes con los que se cruzó camino al coche, la miraban extrañados al verla con un abrigo.
-Que cachonda estoy tito. Dime que me voy a encontrar anda, y me voy tocando el coño – suplicaba la rubia a Pepe desde el asiento trasero del coche de su tío.
Su tío Pepe la fue calentando con sus comentarios en los que le fue explicando, que follarían sobre un colchón asqueroso donde dormían estos sujetos. La rubia cerraba los ojos y se sobaba la pipa del coño sólo con pensar que guarrerías harían sobre ese colchón. Oía la descripción que le hacía su tío sobre los machos que disfrutaría esa noche. Un negro enorme. Tanto de alto como de gordo. Loa otros eran dos viejos. Su tío no entró en más detalles, pero sólo con el morbo de saber que eran viejos y que estarían súper cerdos, le entraban más deseos de tenerlos ya delante.
Entraron en la nave abandonada con la claridad del día. La luz de los rayos del sol mañanero y su calor entraba por las ventanas rotas del viejo edificio. Se oían voces al fondo, donde seguramente antes fue las oficinas de la empresa que allí estuvo funcionando. Merche entró la primera, ya que le podía la curiosidad y la calentura. Se encontró de frente con el negro. Un tío enorme y negrísimo de piel. Llevaba unas bermudas por ropa y unas chanclas cerradas por detrás mostrando unos enormes y sucios pies de uñas ennegrecidas.
-Ya está aquí la guarra – gritó el negro.
-Beni, Pepe! Venirse ya – dijo llamando a sus colegas.
Aprovechando que se encontraba desnudo de cintura hacia arriba, la rubia se acercó y levantándole un brazo, observó detenidamente la mata de pelos negros ensortijados que salían de ese sobaco apestoso. Lentamente y sin dejar de sonreír, acercó su lengua y empezó a dar pasadas con su lengua por toda esa mata de pelos.
-Chupa guarra, chupa a gusto que hay mierda pa hartarte – le dijo el negro.
Evidentemente, la rubia quiso con este gesto demostrar que era una auténtica guarra que venía dispuesta a todo.
En ese momento se escuchaban voces llegar de las habitaciones del fondo. Eran los viejos llamados Beni y Pepe. El primero un viejo gordo. Mucho más que el negro. Merche se planteó por unos instantes como un sujeto que vivía en la calle podía tener esa imagen de buen comer. Lo de buena imagen era sólo por la gordura, ya que el resto era un desastre. Una vieja camisa que no cerraba todos los botones debido a su asquerosa barriga. Pelos bancos por brazos, piernas, pecho… Todo un ser peludo. Bermudas vaqueras sin cerrar los botones, por lo que las sostenía continuamente con una mano para que no se cayeran. Pepe era totalmente distinto. Más bajo, canijo. Vestía pantalón largo y una vieja chaqueta sobre una camiseta llena de agujeros.
La peste que desprendían los dos les precedía varios metros.
-Menos mal que has llegado puerca, que nos estamos aguantando la meada hace una hora joder – gritó Beni, que para satisfacción de Merche se veía que comandaba al degenerado grupo.
Terminando sus palabras, el viejo hizo el amago de coger a la rubia por la mano, pero paró al ver que esta tenía intención de desnudarse ya. Merche dejó caer su abrigo en los brazos de su tío que se encontraba a su espalda. Girándose hacia él, se fue sujetando su larga melena en su habitual cola de caballo que se hacía para poder comer pollas sin problema de pelos molestando.
-Gracias Tito – dijo la rubia sonriendo frente a su tío y sacando su lengua en una clara invitación a que su tío le soltara un salivazo que Merche degustó asquerosamente.
Mientras esto sucedía, los tres degenerados pudieron admirar el culo de la rubia y sus dos torneados muslos. Y al girarse de nuevo hacia ellos, un coño con sus labios asomados y una mata de pelos que se había dejado crecer para la ocasión. Dos hermosas tetas coronadas con dos pezones que ya asomaban duros de deseo y levantando sus brazos, mostró sus sobacos con algo de pelo. El suficiente para poder guarrear.
Ahora fue ella la que extendió su manita de dedos delicados con uñas pintadas de azul para que el viejo Beni la guiara a donde tenían planeado echarle sus calientes meadas. La mano sucia y callosa del viejo agarró la de Merche. Al iniciar la marcha, un manotazo de la mano del negro sonó de forma espectacular en el culo de la rubia. Merche se giró sonriendo en modo de aprobación al gesto del negro.
Pepe se limitaba a cerrar la comitiva tocándose la polla por encima del pantalón.
-Merche yo voy para el coche – le gritó su tío mientras salía de la nave.
La comitiva de cerdos salidos pasó por la habitación donde habían estado antes. Entraron en otra más pequeña. En esta, igual de sucia y llena de porquería por todos lados, se encontraba un sucio colchón en el suelo. Manchas de mierda, meados y semen entre otras llenaban aquel colchón. Al menos era grande y cabían perfectamente los cuatro para follar. A un lado de esta habitación, se encontraba el paso a lo que era un cuarto de baño. Merche se echó a reír al ver que efectivamente aquellos guarros usaban un baño para sus necesidades. Otra cosa es que en aquel baño no había agua ni limpieza ninguna.
El hedor era insoportable. Un baño amplio donde sólo quedaba el wáter en un lado. Donde hubo un lavabo, salía un trozo de tubería de la pared. El suelo era un mar de papeles manchados de mierda de limpiarse el culo con ellos. Manchas de mierda seca rodeaban el sanitario. Al menos tenía la tapa y el asiento para sentarse, aunque ésta, estaba igual de manchada que el suelo. En su interior, apenas se distinguía el color blanco. Era toda una gran mancha de mierda en diferentes tonos de marrón. Prácticamente hasta la mitad, se acumulaban diferentes cagadas pudiendo distinguir claramente, que eran de diferentes individuos y de distintas ocasiones. Multitud de insectos en los que destacaban un millar de moscas y muchas cucarachas correteaban por el recinto.
Si aquellos seres tenían aún alguna duda sobre el grado de guarrería que encerraba Merche, ella se lo demostró una vez más. Se sentó sobre aquella tapa inmunda posando en ella su hermoso culo.
-Qué bien que tenéis hasta cuarto de baño – dijo Merche riendo en voz alta.
- Claro puerca, no te íbamos a mear encima del colchón limpio – contestó entre carcajadas el viejo Beni seguido de las risas de todos los presentes.
Evidentemente, Beni fue el primero en sacarse la polla. Simplemente soltó la cintura de sus roídas bermudas y estas cayeron al suelo. Unas piernas gordas y peludas quedaron al aire. Y una barriga gorda; igualmente de peluda, pero con pelos pegados entre sudor y suciedad acumulada. Y entre la barriga y los muslos, una polla gorda aparecía entre un mar de pelos canosos que no dejaban ver los dos gordos cojones que tenía el viejo. Mientras el viejo se quitaba la sucia camisa y dejaba sus brazos en jarras, ya la rubia había echado mano a la polla mientras sonreía.
-A ver que tenemos aquí – dijo sonriendo con la mirada fija en aquella hermosa polla.
Una mano fue a la base de la polla ayudando a levantarla para verla en su totalidad. La otra manita de Merche fue al pellejo del capullo. Despacio, fue jalando del pellejo para que asomara poco a poco la cabeza del nabo. Si ya la peste inundaba aquel cuarto, desde que apareció aquella polla el hedor a meado aumentó. El culmen fue cuando apareció totalmente el gordo capullo del viejo. Una espesa capa blanca asquerosa cubría toda la superficie. Igualmente, una gran cantidad se quedó acumulada en los pliegues del pellejo.
-Aguanta la meada Beni – le dijo Merche con una confianza como si lo conociera de toda la vida.
- Voy a desayunar primero – dijo. Y tras guiñarle, comenzó a pasar su dedo de uñita lacada de azul por el gordo capullo recogiendo toda la sustancia posible de ese yogurt asqueroso. Cuando el dedo estaba bien cargado, lo introducía en su boca mientras con su otra mano sobaba los huevos del viejo, consiguiendo que empezara a ponerse gorda lentamente.
-Ufffff que bueno Beni cabronazo –exclamó Merche saboreando a gusto esa pasta asquerosa.
Una vez recogida y tragada la mayor parte de esa mugre que cubría el capullo, se dedicó a continuación a pasar su lengua por los pliegues del pellejo para también retirar todo lo posible. La rubia lo hacía con cuidado, para evitar dar demasiado placer al viejo y la polla se empalmara tanto como para impedir la meada. Ya terminaba su limpieza la rubia, cuando el grosor de aquel nabo empezaba a tomar un tamaño considerable.
-Venga ahora. Échame una buena meada – dijo Merche soltando la polla y agarrando sus dos tetas que ya presentaban los pezones empitonados.
Beni se agarró la polla apuntando a la boca de Merche. El caño de meado saltó con toda la fuerza posible. La rubia comenzó a tragar meado caliente mientras se levantaba su par de tetas haciendo que un lago de orín oloroso se acumulara entre sus tetorras. Se notaba que el viejo estaba aguantando bastante tiempo las ganas de mear porque fue bastante larga y abundante. La meada resbalaba por el cuerpo de Merche y pasando por encima su coño caía dentro de aquel asqueroso inodoro. Estaba tan lleno de mierda que apenas se podía oír cómo el dorado pis se depositaba en su interior.
Cuando el viejo Beni apretaba su polla soltando sus últimos chorros a la boca de Merche, su compañero Pepe empezaba a soltarse el pantalón.
-Chupa guarra – le dijo Beni a la rubia.
-Primero las meadas y la mierda, que tengo hambre. Después te voy a comer la polla hasta los huevos cabronazo – contestó Merche.
Beni se echó a un lado para dejar espacio al negro mientras Pepe ya apuntaba con su nabo a la carita de la rubia. Una polla delgada y larga, curvada y con un buen capullo. Era la más pequeña que se comería Merche esa noche, pero ejercía su función: Soltar meado, follar y regalar lefa caliente. La meada de Pepe fue igualmente larga y abundante, pero de un pis transparente, casi blanco. Apenas desprendía olor, pero sí estaba ardiendo. Merche ya se sobaba el coño aprovechando la cantidad de meado que caía entre sus piernas. La pipa de su coño comenzaba a cobrar vida y se asomaba entre los labios ante el fuerte sobeteo de sus delicados dedos. Sorprendentemente, la polla de Pepe, aunque olía mal, no destacaba por su suciedad; algo que dejó algo desencantada a la rubia.
Desencanto que se acabaría al ver la tercera polla que se iba a comer esa mañana. Pepe, a sabiendas que aún no tocaba mamada, se limitó a pasarle su larga polla a Merche por toda la cara. Impregnándola así, de las últimas gotas de su meada, así como de su olor. La rubia no sólo aceptó gustosa, si no que ella misma agarró el nabo y se lo pasaba por su rostro sacando la lengua cuando ese trozo de carne pasaba ceca de su boca de puta.
Le tocaba el turno al negro. Este sorprendentemente, llevaba unos slips cubriendo su nabo. Una sucia tela que fue blanca pero que ahora era gris, marrón y amarilla. Lo que sí cumplía era con su función de sujetar una polla enorme. Merche tiró rápidamente de los sucios calzoncillos hacia abajo. Estaba deseosa de ver la negra tranca de cerca. Era un tubo gordo de carne negra con un capullo gordo que se adivinaba, pero la rubia aún no podía ver, ya que se encontraba cubierto por el pellejo.
-Buena polla tienes cabrón – dijo Merche empezando a pajear despacio con su manita, con la idea de que empezara a ponerse dura y asomara esa gorda cabeza para empezar a limpiarla a lengüetazos.
Pero el negro estaba deseando soltar su meada, así que apenas había comenzado a pajear la polla, un chorro de meado saltó sorprendiendo a la rubia mojándole sus rodillas.
-Avisa cabrón – dijo Merche riendo a carcajadas.
Rápidamente, dirigió el caño de pis a su boca abriéndola para tragar todo lo posible. La meada del negro fue larga. Con un meado caliente y muy amarillo y oloroso. Olor que se mezclaba con el que desprendía aquella negra polla a medida que Merche le iba bajando el pellejo y conseguía que fuera asomando el morado capullo.
La intención del negro era ser el primero en recibir la mamada de Merche, así que a medida que iba soltando los últimos chorros, iba acercado la polla a la boca de la rubia para introducirla. La mirada de perra de Merche indicaba que compartía deseos con el gordo negro. Daba con su lengua toquecitos por el capullo deseando poder saborear ya, toda la mierda que acumulaba esa tranca.
Por fin, pudo meterse la negra polla en la boca. Ya estaba en total plenitud, debido a lo cachondo que andaba el negro y al tiempo que hacía que una mujer no le chupaba el nabo.
Con la habilidad mamadora que ya tenía desarrollada la rubia, en apenas segundos de comenzar, media polla ya estaba alojada en su garganta. La abría al máximo para alojar la gorda polla mientras que con una mano sobaba unos gordos cojones colgantes tan negros como la polla. Su otra mano la llevó Merche a la polla de Beni, que, pajeándose despacio, ya se había puesto la polla totalmente empalmada. La calentura de Merche ya iba en aumento al verse rodeada de tres pollas a cada cual más guarra y asquerosa. Sonriendo, se chupó un dedo, y soltando los gordos huevos del negro, llevó su mano al peludo culo del negro. Allí mientras lo sobaba, fue metiendo su dedo chupado entre una maraña de pelos pegados por mierda seca. En ese momento, al descapullar plenamente en su total empalme la polla del viejo Beni, un gordo y espeso goterón de baba blanca apareció en la raja del capullo amenazando con caer al suelo. Por ello, la rubia cambió de forma rápida de polla y agarrándola bien por la base, la acercó a su boquita para recoger con su lengua el hermoso y espeso goterón. Tras saborearlo, engulló media polla haciendo gemir al viejo de gusto. Pepe aprovechando que la rubia tenía las manos ocupadas, le abrió bien de piernas de forma que su hermoso coño quedara bien a la vista. Agachándose, puso su cabeza a la altura de las tetorras de la rubia, dedicándose a escupirlas y extender con su puerca lengua los salivajos. Con su otra mano, se dedicó a pajear el coño de la rubia metiendo sus sucios dedos hasta el fondo. Merche empezó a mamar las dos pollas que tenía delante con avidez. Dejo que ambos machos sujetaran sus pollas y dirigieran la mamada sujetando su cabeza. Ella dedicó sus manitas a hurgar en los culos, sacando sus dedos chupándolos y volviéndolos a meter en el sucio interior de los anos de esos cerdos. No tardó mucho en sacar sus lindos deditos con premio. Primero, manchados de la mierda que acumulaban los tíos en su interior. Pero pronto y a medida que introducía sus dedos más y más, la cantidad de mierda que sacaba ya era considerable. Tanto, como para extenderla sobre la polla del macho del que la había sacado, y comerle así la polla con más ganas.
-Así bien extendida la Nocilla – decía riendo la rubia asquerosa.
Entre las carcajadas de todos, a Merche le vino la primera corrida de la mañana. Entre la follada de dedos que le estaba metiendo Pepe y el aumento del nivel de guarrada en las mamadas que le estaba dando ella a los cerdos, se corrió de gusto como una puta perra, llenando la mano de Pepe de caldos calientes provenientes de lo más hondo de su coño.
-Vamos al colchón puerca. Te va morir de gusto a base de pollazos – le dijo Beni arrebatando su asquerosa polla de la boca de Merche.
-Espera que yo me cago ya – dijo de repente Pepe. Y dándose la vuelta puso su culo a la altura de la cara de Merche e inmediatamente empezó a soltar unas ventosidades apestosas. Merche apenas tuvo tiempo de reír a carcajadas y acercar su nariz al ojete a recibir de lleno los asquerosos olores que salían de aquel sucio ano. Poco pudo disfrutar la rubia de los olores ya que aquel ano se abrió como una boca y un delgado mojón de mierda parecido al grosor de su polla, comenzó a brotar con una rapidez brutal. Merche apenas tuvo tiempo de echar su cuerpo hacia atrás con la sucia intención de poder deleitarse viendo como brotaba esa enorme polla de mierda y golpeaba entre sus tetas hiendo a parar al interior de aquél asqueroso retrete. Aquella cagada parecía no acabar ante la risa de la rubia y los demás presentes. Cuando Pepe terminó, la rubia se inclinó lo suficiente para meterle la lengua en el ojete y pegarle una limpieza a toda la zona, Una vez limpiado el ojete, se dedicó a recorrer con su lengua toda la raja del culo de aquel asqueroso que jamás había pensado ni en sueños que una rubia de ese nivel le hiciera tal guarrería.
-Así guarra mete tu puta lengua asquerosa – gritaba Pepe.
Más de 5 minutos duró la limpieza del culo de Pepe. Hasta que Merche dándole una nalgada indicó con ese gesto que ya había terminado. Al incorporarse, mostró su lengua marrón de mierda, así como sus labios que parecían que acababa de tomar un Cola cao con sus labios marrones.
Se limpió con el dorso de su mano la boca dejando una mancha marrón en ella.
-Vamos al colchón perra y allí seguimos con tus guarradas –dijo Beni llevando la voz cantante.
Merche, antes de levantarse, metió su dedo en el retrete a modo de gancho, metiéndolo de lleno en la serpiente de mierda caliente que humeaba recién salida del culo de Pepe. Sacó su dedo con un buen pegote que se llevó a su boca para saborearlo mientras se dirigían a la habitación del colchón.
Merche se dirigió al colchón sin ningún asco pese al aspecto tan lamentable que presentaba. Se colocó de rodillas sobre él; apartó con su mano una revista porno con las páginas pegadas de las pajas que se hacían con ella aquellos cerdos. Con el movimiento de subirse al colchón y el de apartar la revista, diferentes bichos corrieron por toda la superficie de aquel lugar donde Merche esperaba ansiosa ser follada por aquellos tres degenerados. Principalmente, hormigas y cucarachas corretearon intentando abandonar el colchón. Parecía que, a su manera, querían colaborar en la follada que estaba a punto de celebrarse; despejaban el lugar donde iba a celebrarse la orgía, pero para permanecer en sus escondites disfrutando de la vista del cuerpo de la hermosa rubia.
Merche agarró en su carrera a una cucaracha de tamaño mediano. Torpemente, correteó por el centro del colchón en lugar de salir de él, así que fue atrapada fácilmente. La rubia cerró su puño impidiendo el escape de aquel asqueroso bicho, pero no lo suficiente como para matarla. Abrió su mano cerca de su cara para poder ver de cerca al bicho. Seguramente sería el olor a mierda que desprendía la boca de Merche lo que tranquilizó a la cucaracha, que permanecía quieta sobre la palma de la mano de la rubia.
-Venga acercar las pollas que os la vamos a comer entre las dos jajajaja – dijo Merche riendo, a lo que contestaron los machos cerrando un círculo alrededor de la rubia meneando sus pollas ante su cara.
Justo delante de la rubia, se encontraba Beni. A la izquierda de ella, el negro y a su derecha, Pepe. Agarrando la gorda polla de Beni por la base acercó la cucaracha al hinchado capullo y le posó al asqueroso bicho imitando el gesto de una mamada.
-La chupa bien mi amiga? – le dijo Merche mientras aquel insecto asqueroso se pringaba de la baba espesa que asomaba por la raja del capullo.
-Sí, pero seguro que tú lo haces mejor, anda guarra. Chupa. – contestó Beni.
El negro, acercando un vaso de plástico transparente pero sucio de quién sabe cuántos usos, le dijo a Merche:
-Échala aquí pa jugar después con ella, anda cerda.
Asquerosamente, la rubia se acercó el insecto a su boca, y le pasó la lengua para saborear la baba de polla que la cubría. Para, a continuación, dejarla caer en el vaso. Y ahora, con sus manos libres, pudo dedicarse a uno de sus placeres. Las mamadas extremas.
Poseída de una lujuria desenfrenada, Merche agarró las dos pollas situadas a su lado. En ese momento la gorda polla de Beni, situada frente a la cara de la rubia, estaba tan tiesa que se mantenía prácticamente horizontal ante ella sin la ayuda de ninguna mano. Un olor a meado inundaba las fosas nasales de Merche. Un brillo aceitoso cubría todo el tronco de aquella polla que acumulaba un gordo goterón de baba espesa y transparente en la raja de aquel morado capullo. Las venas azules parecían que iban a reventar. Beni dejó caer un salivajo espeso que fue a caer justo en el capullo quedando parado sobre la amoratada piel y uniéndose con la baba se quedó colgando.
Merche, que ya pajeaba las otras pollas con rapidez, también escupió un salivazo certero, gracias a su práctica en semejante guarra labor. Inmediatamente tragó media polla de Beni de una tacada. Y tras una arcada que hizo reír a todos, llevó sus labios hasta el enredo de pelos canosos que rodeaban la base de aquella gorda polla. El viejo Beni echó mano a la cabeza de la rubia para dirigir la mamada. Algo, totalmente innecesario, ya que Merche la tragaba hasta el fondo sin ayuda de ninguna mano.
-Traga cerda. Que pedazo de puerca eres – le gritaba Beni cada vez más cachondo.
Los sonidos de arcadas que emitía la rubia avisaban de lo que estaba a punto de pasar. Sin sacar la polla de su boca, Merche vomitó un caño formado por líquidos y trozos de macarrones de su cena pasada. Sin ninguna muestra de asco, ella seguía mamando polla y soltando vómito que, tras manchar la gorda barriga de Beni, chorreaba por las piernas del gordo y formaba un asqueroso charco sobre el colchón. Totalmente fuera de control, la rubia sacó la gorda polla de su boca y, mirando al viejo a la cara con ojos lujuriosos, le pasó la lengua por la barriga recogiendo con su lengua una mezcla de suciedad, sudor y vómito que se enredaba entre tanto pelo canoso. Sin tregua, las otras dos pollas recibieron el mismo tratamiento. En unos minutos la rubia había puesto al límite de cachondez a los tres machos.
-Quieres lefa calentita cerda? Te va harta de leche caliente – dijo el negro mientras se pajeaba rápidamente viendo a Merche con la boca llena de polla.
-Siiiiiiiiiiiiii cabronazo. Tengo ganas de leche espesita – contestaba Merche entre sacada de polla y polla de su sucia boca de guarra.
Los machos aceleraban sus pajas cuando no tenían el nabo dentro de aquella boca succionadora. Salpicaduras de babas caían sobre la cara y las tetas de Merche que aprovechaba para extenderlas por sus tetas y ponérselas más pringosas de lo que ya estaban.
-Trae la boca puerca. Toma leche de macho – gritó Beni acelerando de una forma bestial su paja.
Merche soltó las otras pollas para concentrarse en la recogida del semen de aquel puto vejo degenerado. Bajó su cuerpo para dejar su carita justo debajo de aquella gorda polla. Sin dejar de sonreír, miraba a la cara al viejo calentándolo con sus sucios comentarios si es que era posible poner al viejo más caliente de lo que estaba. Con una de sus manos, sobaba los gordos cojones peludos del viejo como queriendo ayudar a subir a la leche por el tronco de la polla; con la otra mano, se apretaba las tetas dándose tirones de los gordos pezones alternando con masajear los muslos gordos del viejo donde aún se encontraba pegado entre sus pelos trozos de su comida vomitada, que la asquerosa joven llevaba a su boquita y tragaba a la espera de la corrida del viejo gordo.
-Abre puerca toma leche guarra que me corrooooo aghhhhhhhh
Me cago en tu puta madre guarraaaaaaaa – se desahogaba el viejo en plena corrida.
El viejo cuando notó la leche llegarle al capullo dejó repentinamente de pajearse; Merche sacando la lengua para recibir la corrida, notó como el gordo capullo se hinchaba aún más de lo que estaba. El viejo lo apoyó sobre la lengua de la puta rubia y soltó tanta leche acumulada.
Aquella masa amarilla y grumosa quemaba la lengua de Merche. Tan solo el primer disparo entró directo a la garganta de la rubia con su consiguiente disgusto por no poderlo saborear. El resto, distribuido en siete chorros más con diferente intensidad, fueron lo suficientemente cortos como para quedarse en la lengua de la rubia.
Cuando notó que el viejo se había vaciado los cojones completamente, Merche cerró su boca lentamente. Saboreando aquella lefa grumosa. La pasó por toda su boca para impregnarse del sabor agrio de aquel semen de viejo. Para, a continuación, dejarla caer en su mano en forma de cuenco para recoger semejante asquerosidad. Tras deleitarse viendo esa masa espesa en su mano, la volcó nuevamente en su boca tragándola gustosamente. Se chupó sus deditos y la palma dela mano para no dejar ni rastro y a continuación agarró aquella gorda polla que empezaba a bajar y le metió una limpieza profunda para terminar besando las gordas bolas del viejo.
-Ta quedao a gusto no perra? Entonces el resto de leche pa tu amiga – dijo el negro agarrando el vaso donde la joven cucaracha permanecía de pie observando el exterior.
-Trae que me corro – dijo Pepe arrancando el vaso de la mano del negro.
-Me corro ahhhh que gusto carajo ahhhh – gritaba Pepe descargando su lechada dentro de aquel vaso. Una corrida parecida a su cagada. Abundante y muy líquida. Prácticamente una lefa transparente que llenó medio vaso. En su interior, la asquerosa amiga de Merche pareció alegrarse al recibir aquella ducha de esperma y comenzó a agitar sus patitas.
Merche agarró el vaso quitándoselo de las manos a Pepe y lo movió meneando su contenido mientras se pasaba su lengua por los labios en claro signo de estar deseando tragar su contenido.
-Ahora tu negro. Córrete dentro cabrón – ordenó Merche plantando el vaso delante del nabo del negro.
El negro, que sudaba copiosamente desprendiendo un olor desagradable, a diferencia del viejo Beni, no paró su labor pajillera cuando llegó la corrida. Todo lo contrario. Parecía que se iba a destrozar la polla de la fuerza con la que estaba pajeando la polla. La rubia, con su manita libre recogía sudor de las piernas del negro y se lo llevaba a su boca mientras esperaba la corrida.
-Que me corro ahhh toma leche guarraaaa ahhhhhhhhhh – gritaba el negro cuando su polla comenzó a escupir leche.
El negro movía su polla de forma descontrolada mientras se corría de gusto, de forma que, Merche tuvo que meter el capullo dentro del vaso para evitar que se perdiera ni una gota de aquel espeso semen. Espeso y muy blanco. En contraste con la negra polla de la que estaba brotando. Con su mano libre, Merche agarró la gorda polla negra y apretando el capullo consiguió sacar dos gordas gotas más de leche.
La cucaracha nadaba en aquella mezcla de semen a la que pronto se iban a sumar más ingredientes para mayor placer de la cucaracha y de la rubia asquerosa.
Los tres machos a los que la calentura les mantenía con sus pollas tiesas, querían pasar ya a la follada de aquel cuerpo sudoroso que los tenía a los tres con el vicio a tope.
-Venga puerca, déjame sitio que te va jarta de polla – dijo Pepe levantando a Merche del colchón para tumbarse él, siempre sin dejar de pajearse lentamente para mantener el nabo tieso.
La rubia no perdió el tiempo ya que ella también estaba ansiosa por follar y tener esas pollas dentro de su cuerpo. Poniendo sus rodillas a los lados de los muslos del viejo, la rubia agarró la larga polla para metérsela en el coño tras pasar el capullo por los pelos para pringárselos de baba transparente. Una vez metida media polla, la rubia posó sus manos en el pecho de Pepe y, suspirando, se dejó resbalar por esa tranca hasta entrarle de forma que los cojones hicieron tope ante su coño. Entonces echó su cuerpo hacia adelante buscando con su boca la sucia boca de aquel viejo y mezclando sus lenguas empezar a saltar sobre la polla.
El viejo echó mano a las blancas nalgas de aquel culito y ayudaba en los movimientos de sube y baja a la rubia, que ya gemía en voz alta cuando dejaba libre la boca del viejo.
-Ufff que polla Pepe cariño. Que larga la tienes. Dame pollazos hasta el fondo cabrón – gritaba la rubia cada vez más excitada.
Con su lengua recorría todo el interior de la boca de aquel viejo sucio. Se deleitaba llevándose con su lengua los restos de Dios sabe qué, y la saliva caliente de sabor a tabaco viejo que caía por la comisura de la boca viejuna, era recogida con su lengua con muestras de placer por la rubia. Merche ya no gemía. Ya gritaba de gusto.
Totalmente pegada al pecho del viejo, chupando su sucia cara y metiendo su caliente lengua dentro de aquellas orejas asquerosas que desprendían cerumen oscuro, con sus manos recorriendo los escasos cabellos grasientos que cubrían aquella cabeza, Merche se giró a los otros machos que observaban de pie la follada:
-Venga cabrones. Otra polla en mi puto culo ya joder, rellenarme de polla – gritaba a voces.
El negro, pese a ser el último que se había corrido, presentaba una erección tremenda para gusto de nuestra puta rubia. Por un momento, Merche dejó de acariciar la cabeza de Pepe para llevar sus manos a su culo y, abriendo sus nalgas a tope, mostró su ano rosadito que latía pidiendo polla de forma ansiosa.
-Negro cabrón venga joder, mete esa tranca gorda ya por mi puto culo – gritaba desesperada.
El gordo negro, se sujetaba la tremenda polla por su base mientras golpeaba una nalga de ese culo salpicándolo de babas. Con su otra mano, ayudó a la rubia a que la otra nalga se abriera aún más. Entonces, soltó un salivazo espeso justo al inicio de la raja del culo de la rubia para que resbalara despacio. Ya su gordo y amoratado capullo esperaba justo a la entrada del ojete a que le llegara la saliva y así facilitar la entrada de aquella tremenda polla. Cuando empezó a mezclarse su saliva con la baba que soltaba su capullo, empujó despacio su polla por el ojete de la rubia que, por un momento, se tensó, dejando de chupar la cara de Pepe y limitándose a cerrar los ojos para sentir como le llenaban el culo de carne.
-Que culito más bueno tienes perra. Está calentito – dijo el negro parando cuando llevaba introducida media polla en el ano de la rubia.
No tardó mucho más tiempo el vicioso negro en empotrar totalmente a la rubia pegando de un solo empujón sus gordos huevos a las nalgas de la rubia.
-Diosssss cabrón que polla tienes – fue la respuesta de Merche ante el pollazo del negro.
En seguida, el negro marcó un ritmo de penetración brutal. Movía el cuerpo de la rubia como si fuera una muñeca. Mientras, dejó caer su asquerosa barriga sudada sobre el cuerpo de Merche para facilitar su labor folladora. Esto hacía que, al sonido de los golpes al chocar los dos cuerpos, se sumara una especie de chapoteo de la unión del sudor asqueroso que desprendía el negro por su barriga, con el sudor que soltaba la rubia copiosamente por la espalda. Merche había vuelto a comerle literalmente la cara al viejo Pepe de forma que solo era interrumpida cuando el negro agarrándola de la cola de su melena le tiraba de la cabeza como una muestra más de su dominio sobre el cuero hermoso de Merche.
El viejo Beni, que no había parado de pajearse para tener su polla a punto para cuando llegara su turno, miraba lujurioso la follada que le estaban metiendo sus amigos a aquella puta asquerosa.
-Dale caña a esta perra. Ábrele bien el ojete para cuando le meta la mía - les decía Beni en voz alta.
La follada ya tenía un ritmo infernal. Los gritos de Merche llenaban la habitación entre los insultos de los tres machos que conseguían ponerla aún más cachonda y con más ganas de cerdeo. Su amiga la cucaracha se agitaba dentro del vaso moviendo sus patitas de forma que parecía que se tocaba el coño, si es que las cucarachas tienen coño. El orgasmo de la rubia se aproximaba. Ya no se conformaba con la boca de Pepe; se revolvía como una serpiente buscando la boca del negro abriendo la suya y agitando la lengua como si estuviera poseída. Ante la dificultad del negro de tumbarse sobre la rubia debido a su gordura, se limitaba a acercar su boca todo lo posible y a lanzarle certeros escupitajos que iban a parar directamente a la boca de la rubia que, cerrando su boca, se deleitaba pasando el contenido asqueroso de su boca por todo su interior antes de tragarlo gustosamente.
-Que me corro cabrones! Que me corro de gusto, dame polla hasta el fondo – gritaba Merche descontrolada.
Los guantazos que le soltaba Pepe en la cara a la rubia, junto a las nalgadas que le pegaba el negro en su lindo culo, llevaron irremediablemente a Merche a correrse como una perra.
-Aghhhh cabronessssss que me corrooooooooo ahhhhh! – se corría gritando la rubia.
Quedó tendida sobre el sucio cuerpo de Pepe recuperando su respiración. Mientras el negro sacó su polla totalmente dura y tiesa, cubierta de una capa de mierda de la rubia. La peste a mierda se hizo más intensa en aquella sala. Riendo al ver cómo había salido su polla del interior del cuerpo de la rubia, el negro agarró el vaso en el que la cucaracha se agitaba en un baño de esperma. Con su dedo índice, de uña negra de suciedad, se retiró una gran cantidad de mierda y, acercando el vaso, con un movimiento brusco acertó a que aquel pegote de mierda fuera a parar dentro del vaso. Quedando sobre la grumosa lefa que había dejado el propio negro hacía unos minutos.
El asqueroso olor parece que despertó a Merche que se incorporó y agarrando la larga polla de Pepe se la sacó lentamente del coño. Y se sentó al lado del viejo en el colchón. Pepe se levantó para encender un cigarro con la larga polla sin perder ni un ápice de rigidez.
-Venga cerda que te voy a meter polla que te voy a sacar lo que te queda de mierda en ese culito – le dijo Beni a Merche.
La rubia, riendo, se fue situando a horcajadas sobre el viejo de forma que le daba la espalda. Así la gorda polla del viejo podía disponer del ojete de la rubia para dejarle su lindo coño al negro. Mientras situaba su ojete sobre la polla del viejo, la pajeaba despacio deleitándose con el grosor de semejante nabo. Con sus venas azules que estaban a punto de estallar, y su gordo capullo amoratado. Merche dejó caer su saliva caliente justo encima del gordo capullo para que resbalara lentamente por el tronco del viejo.
Lentamente se dejó caer sobre la tremenda polla de Beni. Su ojete estaba ya bien abierto gracias a la gorda polla del negro, pero ciertamente la del viejo era aún más gorda.
-Uffffff que gusto cabrón - decía Merche con sus ojos cerrados mientras resbalaba lentamente por aquella tranca, que poco a poco le iba rellenando el culo de carne.
Cuando la rubia, notó que no quedaba ni un centímetro de polla por meterse, abrió sus ojos con una sonrisa lujuriosa iluminando su cara. Le acarició al viejo los gordos cojones que los notó calientes y pesados. Y entonces, echando sus brazos hacia atrás para apoyarse en el sudado pecho del viejo, y así ofrecerle su coño al negro que esperaba con su gorda polla llena de mierda.
Merche entendió que el negro no se atrevía a meterle la polla sucia sin saber si la rubia estaba dispuesta a compartir semejante asquerosidad. Así que, sonriendo, lo animó a meterle la polla tal como estaba.
-Métela tal como está cariño. Aquí me meto yo de todo – dijo Merche mientras que con una de sus manitas se abría el coño asomando la pipa brillante de babas que como si fuera un dedo, señalaba a la negra polla que se situaba frente a ella.
Tras la orden de la rubia, el negro se agachó colocando su capullo justo delante del coño babeante de Merche. De una sola estocada, se la metió hasta los huevos. La peste se impregnó en la entrada del coño de la rubia. Aunque el negro con su gorda polla fue capaz de meter mierda en el fondo del coño de Merche, gran cantidad quedó pegada en los labios del coño y en los pelos que lo rodeaban, sirviendo incluso de asqueroso lubricante para la follada que le estaban metiendo a la rubia.
Merche disfrutaba de la salvaje penetración de aquellos gordos y a su vez, de la escena tan asquerosamente extrema en la que se encontraba. Follada por dos gordos apestosos y sudorosos. Apestando entera a mierda y totalmente pegajosa su piel.
-Que me cago rubia, te voy a baña de mierda por puerca – gritó el negro sacando la polla del coño de un tirón.
El negro se giró dando la espalda a Merche y agachó lo suficiente su cuerpo para poner el ojete a la altura de la cara de la rubia. La visión que se encontró Merche al abrir los ojos fue la de un culo enorme y negro. Peludo y sudado, que desprendía un olor a mierda importante. Nuestra rubia cerda se moría por meter la lengua en ese ojete peludo y oscuro para ayudarle a sacar toda la mierda que guardaba, pero el tener la gorda polla de Beni encajada en su ojete no le dejaba la libertad de movimientos suficiente.
Se tuvo que conformar con aspirar profundamente las ventosidades de un olor nauseabundo que empezó a soltar el negro como aviso de que llegaba su mierda.
-Apunta aquí a la boca cabrón que quiero comer mierda – dijo Merche, y apenas acabó la frase, una explosión de mierda le sobrevino a la boca.
El negro cumplió su orden y un caño de mierda pastosa, de un tono marrón claro y extremadamente olorosa, había comenzado a brotar de aquel sucio culo como una fuente. El caño duró unos segundos; los suficientes para teñir la boca, el pecho y las dos tetas de Merche de mierda. Un último apretón del negro soltó el único trozo de mierda algo más sólido.
-Dámelo que no puedo cogerlo yo – dijo Merche entre suspiros y gemidos que le producía la satisfacción de la cagada que acababa de recibir, y los pollazos que recibía en su culo del viejo Beni. Este, había parado sus hondas penetraciones mientras el negro cagaba, pero lo cachondo que estaba le hizo retomar pronto la follada anal a la puerca rubia.
El negro agarró el mojón pastoso que había quedado sobre el vientre de la rubia y se lo metió en la boca a ella. La imagen que tenía delante el negro era tan tremenda que para un cerdo como él, era normal que la polla le empezara a babear como aviso de una nueva lefada. Se empezó a pajear rápidamente mientras contemplaba a Merche abierta de piernas, recibiendo pollazos que levantaban su cuerpo unos centímetros y volvía a caer sobre los muslos del viejo Beni. Un río de mierda resbalaba hasta su coño donde daba lugar a un sonoro chapoteo ante los pollazos que recibía en su culo. Muy lentamente, la pastosa mierda iba resbalando por el tremendo cuerpo de aquella cerda, de forma que se iba acumulando en sus dos tetas. Sonriendo, y con un brillo lujurioso en sus marrones ojos, masticaba ruidosamente el blando mojón. Ante semejante imagen, el negro ya no aguanto más y cogió nuevamente el vaso de plástico para recoger su nueva corrida.
Nuevamente el vaso recibió una importante cantidad de semen. Exactamente igual que su anterior corrida en cantidad, y forma. Es decir, muy espesa y grumosa. Ya la cucaracha estaba cubierta totalmente de lefa, algo que al asqueroso bicho parecía no importarle ya que seguía agitando sus patitas.
-Levántate puerca que me has llenado de mierda, me cago en tu puta madre cerda- gritaba el viejo Beni imitando un enfado, aunque se reía descaradamente con complicidad de lo cerda que era la rubia.
Merche se acomodó en el colchón junto al viejo echando mano rápidamente a la gorda polla. Esta, aparecía coronada de un pegote de mierda oscura. Igualmente, toda la tranca aparecía con manchas de mierda del mismo tono oscuro. En cambio, los gordos huevos y los muslos estaban totalmente cubiertos dela mierda pastosa que había soltado el negro.
El viejo Pepe, que permaneció de pie durante el tiempo que se fumaba el cigarro, se arrodilló en el colchón junto a Merche.
-A ti te entra de todo en el coño no cerda? Vamos a ver si es verdad – dijo Pepe untando su mano con la mierda que flotaba sobre el colchón.
A Merche se le abrieron los ojos como platos viendo lo que le venía: una penetración en su coño con el puño lleno de mierda. Tras guiñar a Pepe en señal de aprobación, aceleró la mamada sobre el rabo gordo de Beni. Los primeros dedos entraron sin apenas dificultad. Al llegar al grosor de la mano, Merche abrió más sus piernas facilitado la labor al viejo Pepe.
-Uffff que bueno Pepe cabrón – dijo la rubia sacándose la polla de la boca.
-Sigue puerca que te voy a llenar la boca de leche otra vez – gritó Beni.
Merche recordando el placer que le proporcionó tragar la corrida del viejo hacía unos minutos, aceleró la mamada. La mano ya entraba y salía hasta la muñeca de forma acelerada. Igualmente, el viejo Beni dirigía con su mano en la cola del pelo de la rubia el mamazo que estaba recibiendo.
-No vaya a perder ni una gota perra, trágate toda la lefa calentita – gritó Beni apretando la cabeza de la guarra.
-Toma leche guarraaaaaaaaaaa toma aghhhhhhh que me corrooooooo – gritaba descontrolado el viejo gordo.
Merche, con las lágrimas resbalando por sus mejillas y espesos mocos colgando de su nariz, apretaba los gordos cojones del viejo para vaciarlos totalmente. Con sus labios rodeaba el gordo capullo. Con su ganada habilidad, pudo sacarse más de media polla para dejarse en la boca solo el capullo. Así se aseguraba poder saborear la lefa del viejo. De la otra forma, hubiera ido directamente a su garganta y directa al estómago sin poder saborearla. La notó igual que antes. Grumosa y espesa. No pudo ver su color, pero se la imaginó amarillenta con ese aspecto asqueroso que la ponía más cerda. Tras saborearla y recorrer todo el interior de su boca, para impregnarse de su agrio sabor, la rubia la tragó, para terminar, sonriendo, y soltando un eructo decir:
--Que buena estaba cabrón. Más leche. Quiero más – gritaba Merche cachonda total, agarrando la mano de Pepe por la muñeca para marcarle un ritmo de penetración más rápido. El viejo Beni se levantó del colchón dejándoselo entero a Merche que ya se pudo tumbar completamente.
-Toma leche anda cerdita - y diciendo esto Beni le pasaba a Merche aquel vaso con el contenido de varias corridas, un pegotón de mierda y una cucaracha nadadora.
Tras la mañana que llevaban, en la que Merche había demostrado en diferentes ocasiones que era una autentica guarra, ninguno de los tres machos dudaba que la rubia no fuese capaz de tragar aquella porquería.
Pepe paró los movimientos de su puño dentro del coño de aquella puerca para observar la guarrada que iba a suceder. Merche sonriendo agarró el vaso. Metió su dedito y agitó el contenido mareando a su amiga la cucaracha. A continuación, lentamente, lo llevó a sus labios y con una cara de placer lujurioso comenzó a tragar su contenido sin pausa, pero sin prisa.
Toda aquella masa blanca desapareció del interior del vaso, quedando sólo en su interior el bicho indeseable, pataleando como en señal de protesta por haberle quitado aquella masa grumosa. Merche miró el vaso para comprobar que ya no quedaba semen por tragar. Entonces metió sus deditos y agarrando la cucaracha la llevó a su boca para pasarle la lengua innumerables veces, en un intento de retirarle toda la lefa posible que acumulaba el animal en su sucio cuerpo.
El negro se sentó en la única silla desvencijada que existía en aquella sala para seguir disfrutando de las guarradas que aún quedaban por venir. El viejo Beni, permanecía de pie, sobándose la gorda barriga. Con la gorda polla curvada, medio empalmada y goteando, no se sabe si semen o jugos del culo de Merche.
-Mira como me cago pa ti puta, disfruta como la cerda que eres- dijo Beni mientras delante de Merche, pero fuera del colchón, se giró mostrando su gordo culo y abriéndose las nalgas con la mano comenzó a ventosear ruidosamente.
-Ummmm que rico huele. Dame mierda anda machote – le contestó la rubia.
Entonces le pasó la cucaracha a Pepe con una clara y asquerosa intención. El viejo agarró tan asqueroso bicho, y cerrando el puño lo volvió a introducir lentamente en el coño abierto que presentaba Merche ante todos. Mientras reiniciaba lentamente, el mete saca con su puño, el otro viejo, Beni iniciaba una cagada ante los ojos lujuriosos de la rubia.
Tras abrirse un par de veces aquel sucio y peludo agujero como si respirara de forma independiente, se quedó abierto para inmediatamente aparecer un tremendo mojón de mierda oscura. Ancha como si fuera una polla y con una apariencia de extrema dureza. Un enorme mojón largo como una tranca salió lentamente y fue a parar al suelo golpeando con un ruido seco. Hasta tres más de la misma dureza y tamaño salieron del interior de aquel viejo gordo y apestoso culo. Merche esperó a que el viejo se incorporara en señal de que la cagada había terminado. Entonces, rápidamente echó mano a uno de los mojones que aún humeaba caliente desprendiendo calor y un olor fétido. Tras pasarlo por su nariz para absorber su aroma a macho cerdo, le pegó un pequeño bocado en la punta, y tras sonreír en señal de aprobación, metió otro bocado mucho más grande llenándose la boca de mierda para masticarla y tragar a gusto.
El negro tocaba sus palmas en señal de aprobación ante tanta guarrería sin saber que aún quedaba lo peor. El viejo Pepe sacó su puño del coño de Merche y avisando a todos para que mirarán, abrió su mano para que pudieran ver como estaba vacía. La asquerosa cucaracha se encontraba en el interior del coño de la rubia.
-Dale de comer a mi amiga anda – dijo Merche señalando la cagada que se encontraba delante de ella.
Pepe entendió la cerdada que le pedía Merche. Agarró una polla de mierda de esas que había cagado su amigo y, como un consolador, lo introdujo despacio en el abierto en canal coño de Merche.
-Hija de puta que puerca eres. Me estás poniendo cachondo otra vez – dijo Beni pajeando su gordo nabo, que efectivamente comenzaba a ponerse de nuevo duro.
Cuando aquella polla de mierda había entrado en su totalidad en el coño de aquella puerca, Pepe volvió a introducir su puño empujando hacia el interior y rellenando aquel coño de mierda caliente.
-Que follada te voy a meter puerca – dijo Beni soltando el nabo para que la rubia pudiera ver que era tal el empalme que tenía, que, sin ayuda de la mano, aquel tremendo nabo apuntaba al cielo e incluso, ya goteaba babas calientes por la raja del amoratado capullo.
-Uffff cabrón que bueno. ¿Pero te queda lefa en esos huevos después de dos corridas? ¿Me vas a llenar el coño de lefa? - le contestó Merche apretándose las tetas mientras gemía de gusto por los apretones del puño de Pepe en su coño.
Entonces el negro, agarró el vaso de plástico. Lo situó debajo de su boca y dejó caer un salivazo espeso de babas transparentes.
-Que ricoooooooo . ¿No tienes algo más espeso? - sonreía Merche.
El negro, arrancándolo desde lo más hondo de su pecho, soltó esta vez un espeso gargajo. Verde, espeso de mucosidad. Riendo, Beni extendió su mano pidiendo el vaso para colaborar, y una vez en su poder, repitió la misma acción del negro. Igualmente, Pepe sin dejar de follar a la rubia con su brazo, soltó un espeso gargajo en el interior del mismo.
En un segundo, el vaso estaba en mano de Merche, y en menos de otro segundo, La puta asquerosa se tragaba su contenido tras saborearlo gustosamente. El viejo Beni ya no podía aguantar más su calentura. Con un golpecito en el hombro le vino a indicar a Pepe que sacara ya su mano del coño de Merche que ahora se lo iba llenar él con su gorda polla.
Si el olor a mierda ya se desprendía de aquel coño, al sacar la mano aquella peste se hizo dueña del aire de toda la sala. Sorprendentemente, la mano de Pepe apareció vacía.
-Ay que me hace cosquillas jajaja – reía Merche refiriéndose a la asquerosa cucaracha.
-Mátamela a pollazos cabrón – le dijo refiriéndose al viejo Beni.
La cerda de la rubia, se tumbó en ese asqueroso colchón. Abrió sus piernas al máximo y sujetándoselas ella misma, mostró aquel pedazo de coño rojo abierto al máximo, con todos los pelos llenos de mierda. Rezumando un líquido mezcla de mierda y de babas de coño.
Beni se colocó de rodillas entre los muslos de aquella hembra asquerosa y se tumbó llevando su gordo capullo a la entrada de aquel coño que no paraba de manar como una fuente. Le pasó su amoratada cabeza rozando los labios vaginales buscando poner aún más cachonda a la rubia si es que eso era posible. Y entonces dejó caer toda su gordura sobre aquel hermoso cuerpo introduciendo de un solo golpe toda la polla. El grito de la hembra fue una mezcla de placer por sentir en su interior semejante tranca tan gorda y de dolor al soportar de golpe el peso de semejante macho obeso sobre su cuerpo.
Rápidamente los presentes pudieron comprobar que tener semejante macho encima no significó ningún disgusto para la rubia. Sus pernas ya rodeaban al obeso cuerpo usando sus talones para golpear al viejo en las nalgas invitándolo a que la penetración fuera cada vez más profunda. Sus delicadas manos recorrían tan seboso cuerpo en todo el espacio que podía abarcar. Desde agarrar esa gorda cintura masajeando esas carnes asquerosas, hasta pasarlas por esa asquerosa espalda peluda y cubierta de una capa de mugre mezclada con un copioso sudor de un olor desagradable y terminar tan preciosas manos con sus deditos de uñas azuladas, acariciando esa cabeza de pelos canosos y pegados por la suciedad cuando en momentos cumbres de aquel acto sexual tan insano, la lengua de semejante hembra buscaba desesperadamente la lengua de aquel viejo asqueroso.
El intercambio de babas era un rio de gran caudal, ya que la rubia no cesaba de meter su lengua acariciando aquellas asquerosas encías y llevándose a su boca restos de la última comida que aquel individuo conservaba en su repugnante boca. Al encontrarse el viejo sobre la joven, la gravedad ayudaba a que las babas del viejo resbalaran directamente al interior de aquella boca tan diferente en lo que a su salud dental se refiere.
-Así cabrón dale fuerte. Dame polla – gritaba la rubia cada vez más descontrolada.
Volviendo a su lujuria descontrolada, sus dedos pasaron a buscar más placer cerdo, encontrándolo en meter sus dedos en el ojete del viejo cuando este la metía un pollazo profundo y llevarlo rápidamente a su boca para saborear lo conseguido con su penetración en aquel agujero peludo, que lógicamente, era pequeños trozos de mierda pegados en sus dedos delgados.
-Más dame más viejo mierda – refiriéndose Merche a todo lo que aquel cerdo le pudiera entregar en ese momento. Pollazos, lefa, mierda…Lo que fuera para calmar el furor uterino de aquella hembra.
Próxima ya a una nueva corrida, Merche entre gritos cada vez más intensos, comenzó a acelerar la follada y las guarrerías. Sus dedos con más ansías rebuscaban en el ojete del viejo. Recogían todo el sudor apestoso posible con sus dedos de aquellas carnes obesas y sucias para saborearlo en su linda boca. Y en el paroxismo de la lujuria ya no se conformaba con el rio de babas calientes de sabor agrio que entraban en su boca procedentes de la boca desdentada del viejo Beni. Ahora introducía sus delgados dedos en la boca del viejo buscando provocarle arcadas.
-Agjhhhhh guarra que quieres que te vomite encima? Que pedazo de puerca estás tú hecha – le decía el viejo sin dejar de meterle una follada tremenda.
Si el viejo gordo aceleraba la follada, más aceleraba Merche su penetración en la boca del viejo con sus dedos. Sin parar de chuparle la cara llevando en su lengua el sudor que bañaba semejante rostro asqueroso.
-Que me corro cerda toma leche caliente guarra aghhhhhh pedazo de putaaaaaaaaaaa – entre semejantes gritos de placer el viejo Beni le llenaba el coño de leche hirviendo a la joven rubia.
Y como si se corriera por dos sitios a la vez, su boca comenzó a vomitar una repugnante masa blanca en plena cara de la joven Merche.
Esto es lo que le faltaba a la joven cerda para correrse de gusto. Sus piernas apretaban sobre el culo gordo del viejo intentando escurrir el contenido de aquella polla en su interior, a la vez que con sus manos sobaba todo ese cuerpo obeso mientras saboreaba la vomitona recibida masticándola antes de tragarla lentamente.
El viejo Beni sacó su polla chorreante de aquel asqueroso coño. Goteaba una baba de tono marrón, sin distinguirse claramente si era lefa, babas de coño o los restos de la pobre cucaracha muerta a pollazos.
-A desayunar puerca. A comer y beber - Le dijo el viejo Beni tras poner el famoso vaso de plástico bajo el coño de Merche y empezar a recoger todo lo que saliera de su interior.
Merche apretaba su coño mientras que con los dedos de una de sus manitas se abría los labios. Poco a poco en el vaso fue entrando una mezcla semi líquida de color marrón con algunos trozos sólidos de mierda, unos goterones grumosos amarillentos que eran claramente los restos de la última corrida del viejo y una extraña masa, con partes de un color castaño y crema, que debería ser el cadáver del insecto.
Cuando aquel coño terminó de vaciar su contenido, Merche acercó el vaso a su pecho para, recogiendo con los dedos los restos de la vomitona del viejo que quedaban en su pecho y en sus tetas, llevarlos al vaso para coronar semejante brebaje asqueroso.
-Y ahora la comida – dijo Beni buscando en los restos de su cagada junto al colchón donde aún quedaba una buena cantidad de mierda.
Un buen trozo de un mojón fue a parar a la mano que tenía Merche libre.
Cuando el tío de Merche entró a buscarla, se encontró a los tres cerdos que salían de aquella nave abandonada a su ronda para buscarse la vida.
-Adentro está su sobrina la puerca desayunando – dijo Beni entre las risas de todos.
Allí Encontró Pepe a su sobrina. Incorporada en el colchón. Con un vaso de plástico hasta la mitad de un líquido asqueroso y un mojón de mierda en la mano. Al sonreír, mostró sus labios y dientes cubiertos de mierda. Incluso entre sus hermosos dientes superiores aparecía lo que debía ser una pata de un insecto. Su tío rio pensando que guarrerías había protagonizado Merche hoy.
-Anda toma algo calentito – dijo su tío sacándose su larga polla y comenzando a mearle por todo el cuerpo a la rubia asquerosa, que, riendo, buscaba con su boca el caño de orín amarillento y oloroso que le regalaba su tío Pepe.