Merche y sus guarradas con los negros manteros
Vuelve la más guarra de Todorelatos. No encontraréis relatos más puercos y cerdos.
Esta tarde de guarradas se la organizó Merche directamente sin necesidad de intervenir su tío Pepe. La rubia llevaba días obsesionada con el deseo de tener una buena sesión de sexo sucio con negros. Soñaba con esas trancas gordas y negras que salían en las películas porno que veía tumbada en el sofá mientras se metía algún pepino por el coño.
Merche se pasó toda la mañana en el paseo marítimo, viendo los puestos ambulantes y los manteros que ocupaban gran parte de aquel lugar. Con la mirada intentaba averiguar cuál de aquellos hombres de color era el más indicado para su propósito. Su instinto de puta cerda la ayudaba a cerrar de forma positiva la elección. Tras dar varias vueltas por todo el paseo se centró en un negro en especial. Había notado cuando pasaba por delante de su puesto cómo la miraba con lujuria sin ningún tipo de disimulo. Además, daba el perfil de su prototipo de macho. El negro era un gordo obeso muy alto. Llevaba una camiseta blanca que se ajustaba a su cuerpo fofo dejando media barriga peluda al aire. Por detrás, sus bermudas medio caídas le dejaban ver a Merche una raja de un culo peludo. Otra pelambrera asomaba debajo de cada sobaco sudado ya que así lo delataba unos cercos de sudor en la camiseta. Se veía autoritario, casi borde, en su tratamiento a los otros manteros. Sin duda era el elegido.
Al día siguiente, Merche se levantó a las doce del mediodía. A la una había quedado con los negros. Exceptuando al puto gordo, que así le dijo que le llamaban, los otros tres eran una sorpresa. La rubia le dejó bien claro a lo que venían. A realizar todas las guarradas imaginables con ella como protagonista. Igualmente le dejó claro las condiciones. Nada de duchados. Los quería sin ducharse desde el día anterior, sin mear y sin cagar. Ella se encargaba de darles el almuerzo. La única condición de los manteros era que a las cinco tenían que estar de vuelta al paseo marítimo.
Merche se miró ante el espejo del baño. La rubia tenía un cuerpazo. Estaba desnuda totalmente. Sólo unos pendientes de argollas pequeñas decoraban sus orejas. Sus gafitas de pasta que le daban un aire de niña pícara y su melena rubia suelta, qué en ese momento, se estaba recogiendo en una cola. Las uñas de pies y manos volvían a lucir su color preferido: el azul. Sus dos buenas tetas eran coronadas por una pequeña aureola con unos pezones gordos de color marrón que en ese momento se los estaba escupiendo para ponerlos a tono. En sus sobacos, una fina presencia de vello asomaba al levantarlos. Y en su vientre, sobre su coño, igualmente se había dejado una fina presencia de vellos.
Llamaron a la puerta. Merche dejó puesto el tapón de la bañera antes de salir del baño, y corrió descalza a recibir a sus machos de hoy. Cuando abrió la puerta, pudo ver que el puto gordo dirigía la comitiva. Y no podía ver más porque con su presencia tapaba todo lo que le seguía. Merche sonrió al ver que iba vestido igual que el día anterior. Lo que era señal de que no se había duchado.
-Hola puto gordo. Pasa cariño – le dijo Merche besando sus cachetes para llevarse el sudor que resbalaba por la cara del gordo. Merche dio un paso hacia atrás para dejar que entraran todos y hacer las presentaciones en la intimidad de su casa. Tres individuos más entraron hasta que vio la puerta cerrarse. El que seguía al gordo era el más mayor de los cuatro. Un viejo súper canijo, desdentado y con la polla más larga de las que iba a catar Merche esa tarde. Según le comentó el gordo sobre él, se llamaba Abdel y tenía 70 años. La rubia fue a darle dos besos, pero el viejo la frenó.
-Abre la boca – le dijo a Merche.
Ésta obedeció y vio al viejo como con sus manos huesudas de dedos largos le sujetaba la cabeza por sus mejillas y haciendo unos ruidos asquerosos se subió de lo más interior de su pecho a la boca unas flemas espesas y amarillas que poniéndolas sobre su lengua, se las enseñó a Merche antes de dejarlas caer despacio en el interior de la boca de la rubia. Durante unos segundos, los presentes pudieron comprobar el contraste de la hermosa boca de Merche, de dentadura perfecta y banca, con la del viejo Abdel, prácticamente ausente de piezas, sólo tenía un diente a cada lado de la boca, y a cada cual más amarillento y negro. Tras deleitarse masticando la mucosidad asquerosa del negro, Merche enseñó la lengua para demostrar que se la había tragado muy gustosamente. A continuación, saludó a los dos restantes. Estos sí que tenían cuerpo de negros de películas porno. Altos, fuertes y fibrados. Con labios carnosos y gruesos que pronto se abrieron para soltarle a Merche dos escupitajos de saliva prácticamente a la vez y totalmente por sorpresa. Tanto, que a la rubia no le dio tiempo abrir la boca para recibir el regalo malsano de los negros. El primero fue a parar junto a la boca de Merche pegados a sus labios y colgando por su barbilla. El segundo al otro lado de la cara; bajo su ojo y resbalando por su nariz. En su segunda demostración de guarrería, Merche fue empujando con sus deditos la saliva espesa de los negros hasta llevarla a su boca y deleitarse tragándola. Estos dos negracos eran Saúl y Marco.
En unos segundos las ropas de los invitados estaban acumuladas en el suelo en la entrada del piso de Merche. La peste a meado y a sudor inundó el salón. En ese momento pudo la rubia ver las pollas de las que iba a disfrutar esa tarde. La del puto gordo era acorde a su cuerpo. Un nabo muy gordo y oscuro. La piel no llegaba a cubrir un capullo gordo y amoratado; una hermosa raja quedaba a la vista al final del capullo. Lo que más destacaba era lo gorda que era. Estando aún sin empalmar, ya parecía una lata de refresco. A Merche se le empezó a mojar el coño de pensar cómo sería de gorda en pleno empalme. Dos huevos gordos muy negros acompañaban a semejante monstruo.
Saúl y Marco tenían dos nabos correspondientes a semejantes cuerpos. Largos y gruesos y con dos buenos paren de huevos colgantes.
Donde Merche ya se estremeció y no tuvo más remedio que echarle mano y empezar a sobarla fue al ver la del viejo Abdel. De buen grosor. Pero de un largo extraordinario. Aquel nabo podía medir más de 20 centímetros en ese momento. Igual que la del gordo, la raja del capullo asomaba por la punta al no cubrirle el pellejo el capullo entero. En cuanto la rubia la agarró, Abdel sonrió enseñando sus dientes amarillentos. Los deditos de Merche tiraron suavemente del pellejo para sacar el capullo al aire. Inmediatamente un olor asqueroso inundó la habitación, y una capa blanca pringosa fue quedando a la vista. Merche se pasó la lengua por los labios en señal de placer al ver aparecer semejante regalito. El viejo echó la cabeza hacia atrás gimiendo de gusto al sentir la mano de Merche haciéndole la paja y un chorreo de babas empezó a resbalar por la comisura de sus sucios labios. La rubia echó rápidamente su lengua a la barbilla de Abdel para recoger toda esa saliva caliente y tragarla con gusto. Con la boca llena de la salva caliente del viejo y el coño húmedo de calentura, los guio al cuarto de baño sin soltar la tremenda polla del viejo.
-Venga que me vais a mear, que tengo sed - les dijo mientras se metía en la bañera y se arrodillaba. El primero en bañar a la rubia de meado iba a ser Abdel, ya que Merche no le había soltado la polla ni para entrar en la bañera. Acercó la polla lo suficientemente a su cara para que el chorro fuera a parar a su boca, pero lo suficientemente separada como para poder ver como los labios del capullo se abrían dando paso al líquido dorado. Nuestra hermosa rubia estaba deseando pasar la lengua por la polla del viejo negro y limpiársela, pero esperó pacientemente que meara para así saborearla con el sabor del salado orín del viejo.
-Mea cabrón – ordenó Merche al viejo.
-Toma guarra – le contestó Abdel enseñando su sucia boca abierta.
Mientras Merche sostenía con sus dos manos ese pedazo de polla, un caño de orín brotó de repente de la punta bañando toda la cara de Merche. Unos segundos tardó la rubia en poder dirigir el chorro directo a su boca; con un gesto, le indicó al viejo que se sujetara él la polla y siguiera apuntando, ya que a ella la calentura le hacía tener que empezar a usar sus manos para darse placer. La derecha fue directa al coño; aprovechó el caldo caliente que ya resbalaba por su cuerpo para mojarse los pelos que cubrían la entrada a su cueva y a continuación, introducirse tres dedos en su interior. Con la izquierda empezó a sobarse las tetas que ya tenía como piedras de duras y a jalarse de los gordos pezones provocándose ella misma gemidos de placer. La meada fue consecuente con la polla de donde brotaba. Es decir, muy larga. Tiempo suficiente para que el viejo Abdel se fuera echando el pellejo hacia atrás para sacarse todo el capullo que apareció en su inmensidad cubierto de esa capa blanca apestosa.
Merche miraba deleitándose con una cara de guarra increíble cómo la polla iba acabando su meada con unas contracciones del capullo, provocando pequeños chorros de pis que ya caían en la cara de la rubia mojándola completamente. Cuando vio que ya sólo goteaba, sus manos sustituyeron a la del viejo negro. Ahora es cuando Merche pudo llevar a su boca ese pedazo de nabo y empezar a pasar su lengua recogiendo con deleite la pringue del capullo. Cuando su lengua acumulaba una cantidad importante, la tragaba gustosamente y volvía a la faena tan asquerosa pero tan placentera para ella. Cuando vio que la tranca estaba limpia y completamente empalmada, le dio un beso en los huevos y una palmada en los canijos muslos diciendo:
-Venga cariño, que quiero más meadas. Para comerte la polla vete al salón que ahora voy yo.
Se acercaron los dos roperos empotrados que eran Marco y Saúl para intentar mearle los dos a la vez, pero en el espacio disponible junto a la bañera no cabían semejantes cuerpos; Así, que Marco fue el primero en acercar su polla a la cara de Merche para que le pasara su nariz por toda su longitud y oliera una polla de negro sucia y sin lavar de dos días. A la rubia se le abría el coño de pensar en semejante polla dentro de su culo y literalmente, ya que los labios vaginales se separaban dejando espacio para que empezara a gotear babas dentro de la bañera. El cuerpo del negro apestaba a sudor de una forma horrible. La piel le brillaba y Merche podía pasar sus dedos por los muslos de semejante macho llevándose el sudor para probarlo. La meada de Marco fue directamente a la boca de la rubia dirigida por el propio macho. Merche se encargó de chupar el gordo capullo para recoger las gotas finales de meado. A continuación, Saúl repitió la operación llevada a cabo por los otros machos. La única diferencia fue que a él le gustó dirigir el chorro de su meada por todo el cuerpo de Merche. Abajo a su coño, por las tetas, la cara, e incluso haciendo una gran curva, a modo de ducha sobre su pelo; quedando la rubia totalmente empapada y con su cola del pelo pegada a su espalda.
-Bien meada. Que apestes a macho – le dijo Saúl a la rubia.
Y se despidió con un salivazo que de nuevo sorprendió a Merche y le impactó en la cara en su mejilla izquierda.
Mientras Merche se llevaba con sus dedos la saliva del último macho meón a su boca, ya se situaba frente a ella aquella formidable polla que pertenecía al puto gordo. Aprovechando que los otros también marcharon al salón, el gordo pudo situar toda la inmensidad de su cuerpo lo más cerca posible de la rubia.
-Venga cariño, aquí está tu puta – le dijo Merche apretándose las tetas y enseñando la lengua con lujuria.
El puto gordo iba aprovechar los minutos que tenía a esa niñata cerda para él solo. Se giró enseñando su gordo culo. Merche tuvo una visión espectacular. Ahora comprendía claramente el apodo de ese cerdo. El culo negro era fofo, con carnes colgantes; las nalgas gruesas y peludas no dejaban ver el ojete.
-Ábrelo, ábrelo rápido cerda – le gritó el gordo a Merche.
La rubia echó mano a las gordas nalgas y justo cuando empezaba a separarlas un pedo sonoro y largo brotó de aquel culo. Si ya apestaba a sudor y mierda, ahora el olor era más intenso y nauseabundo. La rubia se echó a reír y pegó su cara a aquellas carnes negras. Metió su preciosa nariz entre aquella maraña de pelos y aspiró profundamente.
-Ummmmmm que bueno cabrón. ¡Qué peste a mierda! – dijo Meche con una sonrisa.
Todavía estaba expulsando gases cuando Merche notó como un chorro caliente le golpeaba en su garganta y pecho. El culo gordo se había metido la polla entre sus muslos y con habilidad estaba dirigiendo el chorro de su meada hacia la rubia. Al notar que los gases del culo dejaban de brotar, Merche le metió un lengüetazo al ojete notando en la punta de su lengua que el recto del negro estaba lleno de mierda esperando a ser expulsada. Entonces se echó hacia atrás para que la meada fuera a parar a su boca. Cuando el chorro terminó y el capullo amoratado empezó a soltar un reguero de gotas de pis, Merche colocó las manos a modo de cuenco para recogerlo.
-Vamos al salón anda – dijo Merche dando una nalgada al culo gordo mientras salía de la bañera.
Al entrar en el salón, encontró a los otros tres negros sentados en el sofá sobándose las pollas. Los tres nabos estaban a medio empalmar. Algo de lo que se iba a encargar de arreglar Merche en un momento. Primero pasó por la cocina para traer el primer plato del almuerzo. En la mesa puso en cada lado un tazón de salmorejo. Para sus 4 negros. Ella lo tomaría en el suelo como una buena perra.
El viejo Abdel se quedó sentado en el sofá mientras los otros tres ocupaban su sitio en la mesa y empezaban a tomar su salmorejo. Ese pedazo de nabo merecía una buena sesión de comida de polla. Merche le abrió bien las piernas al viejo y le hizo sentarse al filo del sofá. Con una mano acariciaba las delgadas piernas del negro y con la otra agarró la polla por la base. Tan larga que se curvaba por el peso y eso que aún le faltaba dureza para alcanzar su esplendor. La rubia soltó un escupitajo en toda la cabeza del capullo. Esperó unos segundos que la baba resbalara por el tronco y empezó a repartirlo con la lengua, sonriendo de placer. Abdel empezó a carraspear acumulando una buena carga de mocos en su boca. La rubia se estremeció de placer insano cuando vio al viejo masticar su sucia boca. Ella levantó la larga polla del viejo llena de venas y apuntó el capullo hacia la boca del viejo en una clara invitación. El negro se agarró la polla para acercársela y no fallar su escupitajo. Abrió su boca y dejó caer esa masa verde y espesa muy lentamente. Demostró su puntería ya que cayó justo en la raja de su capullo amoratado. Era tan espesa esa masa viscosa que Merche miraba extasiada cómo iba resbalando muy lentamente. Era tanta la lentitud y tan larga la longitud de la polla, que a la joven cerda se le hizo eterno que llegara ese rio asqueroso a pararse entre los cojones gordos del viejo negro.
Mientras, en la mesa, los otros tres negros devoraban a cucharadas el salmorejo. Sonoros eructos dejaban en el aire el olor y servían de muestra de aprobación de que les gustaba el almuerzo.
Merche se encontraba saboreando la polla de Abdel toda pringada de la mucosidad del negro cuando se levantó de la mesa el gordo. La rubia no lo podía ver ya que estaba dedicada por entero a la larga polla del viejo. Las lágrimas caían por las mejillas de la rubia por el esfuerzo de tragar tanta polla. Ya le entraba más de la mitad cuando notó una gorda lengua comiéndole el ojete del culo. Una lengua tan dura como una polla que la estaba haciendo estremecer de gusto.
-Uffff sigue cabrón mete lengua hasta el fondo – gritó Merche.
En el aire se mezclaban los sonidos de las dos lenguas chupando.
-Agacha puerca, que te voy a reventar el culo – dijo puto gordo empujando a Merche en la espalda.
Así no podría seguir comiéndole la polla al viejo, por lo que éste, con agilidad para su edad, levantó las piernas, y sujetándoselas él mismo, las abrió todo lo posible enseñando un sucio ojal peludo. La enorme polla del viejo negro quedó tumbada sobre su barriga quedando el capullo babeando mucho más arriba que su ombligo. Si aún no quedaba claro lo que quería el viejo Abdel, se chupó un dedo y se lo metió hasta la mitad; lo sacó como era lógico lleno de mierda y lo dejó delante de su culo llamando a la boca de Merche.
Un espeso escupitajo caía justo en el ojete de la rubia. El puto gordo, con un capullo amoratado y gordo como una bola de billar esperaba a la entrada del ojal de la rubia reteniendo la saliva que caía sobre él. Con sus dedos gordos le abrió todo lo que pudo las nalgas a la rubia. Empezó a empujar lentamente y la rubia dejó de chupar culo y levantó su cabeza mirando hacia atrás. Era la primera vez que veía esa polla empalmada en su plenitud. Aquella barra de carne era una cosa descomunal de gorda. Mucho más que una lata de refresco. Las venas parecían que iban a reventar.
El Puto gordo al ver que Merche miraba extasiada, cuando estaba a punto de meterla, se agarró la polla por la base y la levantó para que la rubia viera perfectamente lo que iba a entrarle por el culo dentro de unos segundos. La rubia se pasó la lengua por los labios sonriendo y volvió s cabeza para volver a centrar su atención en ese dedo que le mostraba el viejo Abdel con un buen pegote de mierda.
Lentamente la polla entró hasta la mitad de su tronco. La rubia se estremeció de gusto. Para poder terminar de meterle la polla, el negro se tuvo que levantar la barriga y dejarla caer sobre las nalgas de la rubia. Entonces pudo con otro pollazo, metérsela hasta los huevos. Empezó un mete y saca despacio para que Merche sintiera el grosor de la polla que tenía en su interior. Merche, con su linda mano sujetó el dedo del viejo Abdel para que no se le escapara y se lo metió hasta la mitad en la boca degustando la mierda del viejo. Entonces, el desenfreno sexual se desató por unos momentos. El puto gordo agarrado a las caderas de Merche la follaba de forma desenfrenada; le sacaba más de media polla para volverla a meter a fondo, golpeando sus negros cojones en el coño de la rubia. Merche se sentía rellena completamente debido al grosor de semejante polla. La peste a sudor iba inundando el salón; la hermosa rubia notaba el enorme peso del macho negro sobre su culo y la pesada barriga que caía sobre ella resbalaba por el sudor que unía ambos cuerpos. Goterones de sudor resbalaban por todo el cuerpo del puto gordo goteando sobre la hermosa espalda de la rubia. Ala vez, Merche intentaba meter su lengua entre la maraña de pelos que rodeaban la entrada anal del viejo Abdel pero le era imposible ante la avalancha de pollazos que recibía en su culo, así que optó por meter el dedo en toda su longitud. Así, poder sacarlo lleno de mierda y tener material para chuparse el dedo durante unos minutos. Pero cuando Merche notó que se iba a correr como una puta perra, tuvo que dejar de alimentarse del culo del viejo y dejarlo para más tarde ese manjar. Tocaba concentrarse en lo que le venía desde el fondo de su culo. Una oleada de placer empezaba a subirle por las piernas; se tuvo que agarrar a las canijas piernas del viejo mientras el puto gordo aceleraba aún más la penetración anal. Agarrándola por su cola rubia, la obligó a levantar la cabeza; cosa que aprovechó el viejo Abdel para escupir una lluvia de salivajos en la cara de Merche y abofetearla mientras le extendía su saliva por la bella cara de la rubia.
-Ahhhh ahhhhh sigue cabrón sigue. ¡Dame caña! – gritaba Merche sin saber a cuál de los dos machos se refería, ya que ambos la estaban volviendo loca de placer.
La rubia empezó a temblar. Todo su cuerpo chorreaba sudor mientras comenzó a gritar de forma que se tuvo que oír en todo el edificio. Saúl y Marco ya se acercaban con sus pollas en la mano meneándolas pidiendo su turno de follarse a la rubia. Una peste a sudor más intensa y unos eructos con olor a salmorejo avisaron a Merche de la proximidad de esos dos machos. En esos momentos la rubia se corrió de gusto. Entre gritos y las risas del viejo Abdel y puto gordo que observaban como del coño de la rubia salía un chorro de líquido transparente al que le siguió una lluvia de gotas de una baba más espesa. Abdel llevó su pie al coño de Merche y le metió su sucio dedo gordo en el coño rebañando los restos de baba que quedaban en su interior. La rubia ya se recuperaba de su corrida y una amplia sonrisa le llenaba la cara. Girando su cara al puto gordo le dijo:
-Sácala despacio, que te la voy a comer entera.
El puto gordo se pasó la mano por su frente llevándose una gran cantidad de sudor y aprovechando que Merche le miraba directamente a la cara, le llevó sus dedos a la boca para que degustara el sudor de un macho. Cuando vio que la rubia le chupó los dedos con deleite, se pasó los dedos esta vez por sus peludos sobacos y repitió la operación. Alcanzando el límite de la guarrería, el gordo se llevó los dedos a su gordo culo; allí entre sus pelos encontró un mar de sudor para darle a probar a Merche la cuál al ver la procedencia del sudor que le ofrecía el macho se echó a reír.
-Ufff que bueno. Sudor de culo de macho. Dame cabronazo – dijo Merche agarrando los dedos del negro y llevándoselos ella misma a su boca.
Para la siguiente guarrada, el puto gordo haciendo caso a Merche, fue sacando muy despacio su gordo nabo del ojete de la rubia. Cuando la sacó completamente, estaba toda la polla cubierta de mierda del interior del culo de la rubia, a la que el ojete le quedó como un túnel de abierto. Abdel se levantó rápidamente. Tenía ganas de follarse a la rubia ya. Su pedazo de polla estaba súper dura y con sus 25 centímetros a tope.
El sitio del viejo en el sofá fue ocupado por el puto gordo. Merche se situó a cuatro patas sobre el sofá agarrando la gorda polla negra con su capa de mierda. Mientras, Abdel situaba su polla en la entrada del coño de la rubia. Le metió el capullo lo suficiente para que los labios del coño se separaran para dejar paso a ese tremendo nabo. Lentamente, la fue metiendo entera, Toda la polla quedó alojada dentro de la puta rubia. Delante de sus ojos podía ver el ojete totalmente abierto por la tremenda follada del puto gordo. Cuando los negros huevos de Abdel hicieron tope en el coño de Merche, el viejo llevó sus dedos al ojete para ir metiéndoselos a la rubia y así conseguir que tuviera relleno sus tres agujeros. Poco a poco la mano del viejo entre en el ano abierto llegando hasta la muñeca.
-Mueve el puño cabrón, dame pollazos. Reviéntame entera, ¡negro de mierda! – gritaba Merche entre estertores.
Los insultos, los gritos de placer de la rubia y su cuerpo sudoroso moviéndose al compás de los pollazos que recibía en su puto coño, conseguían poner al viejo Abdel más cachondo de lo que estaba.
Mientras, para acallar los gritos de Merche, el puto gordo se sujetaba su gorda polla por la base con una mano, y con la otra sujetando la cabeza de la rubia, le dirigió el nabo a su boca. Merche abrió la boca inmediatamente ansiosa de limpiar esa polla de mierda y darle la mejor mamada que ese negro hubiera recibido jamás.
-Que rica mi mierda, sabe a culo de puta – decía Merche mientras daba lengüetazos llevándose pegotones de mierda en su lengua.
-Pero me gusta más la mierda de macho. decía sin parar de limpiar la polla.
Cuando ya se distinguía perfectamente las venas azules que recorrían la negra tranca en toda su longitud, y apenas quedaba mierda pegada en el tronco, la rubia se metió el gordo capullo amoratado y apestoso de mierda, en su sucia boca. Lo grueso del nabo no era impedimento para metérsela hasta los cojones. La mano del negro sobre su cabeza no necesitaba ejercer ninguna presión ya que la guarra rubia se atragantaba de polla por si misma con una lujuria desenfrenada. Con su boca abierta al máximo, conseguía meterse todo el grosor de esa gorda polla; pero no podía evitar que sus babas cayeran como un rio llegando a acumularse en los gordos cojones del negro. Con el aceleramiento de la follada en su coño el viejo Abdel la llevó al límite de la corrida. La rubia notaba que se venía de gusto. Explotó con unos temblores de placer que la obligaron a sacarse la polla de la boca para poder gritar de gusto.
-Que me corro cabrones. ¡Qué gusto en mi coño ahhhhh! – gritaba la perra rubia.
- Te vas a tragar toda la leche perra – le gritó el viejo que volvía a acelerar la follada del coño de Merche.
-Correrse aquí dentro – dijo Marco que esperaba de pie junto a su turno para follarse a la rubia, mientras enseñaba un cuenco con salmorejo.
Merche se descojonó de risa como una buena guarra que era ante la sucia idea de los negros.
-Eso eso prepararme el almuerzo – dijo la muy cerda.
-Trae eso que la voy empachar de leche a esta guarra – dijo Abdel mientras le sacaba la polla de golpe del coño de la rubia y se ponía de pie cogiendo el cuenco. Merche se sentó en el sofá para ver las corridas en primera línea. Igualmente, el puto gordo se levantó y se situó frente al viejo Abdel con su gorda polla apuntando al interior del cuenco. Merche sonreía con lascivia mientras se dedicaba a acariciar las piernas a sus machos. Sus manos recorrían los muslos tan diferentes de uno y otro. Los de Abdel, canijos con los huesos marcados; los del puto gordo, peludos y fofos. Pero ambos mojados de sudor y desprendiendo un olor a sucio que a la rubia volvía loca y le provocaba el dar pasadas con su lengua por los muslos sudados recogiendo toda la asquerosa sustancia posible. Los cuatro machos se sobaban las pollas llevándolas a su plenitud de excitación. Dos a punto de correrse en el tazón de salmorejo; los otros dos deseando que estos terminaran para pasar a ser ellos los que le metieran polla a Merche por sus agujeros.
- ¿Sólo leche me vais a dar? – dijo Merche mirando a ambos machos.
Evidentemente Merche era toda una cerda y así lo estaba demostrando. Abdel fue el primero en entender que la rubia quería más guarradas y la iba a contentar. Empezó a carraspear profundamente buscando en el interior de su pecho lo que la rubia deseaba. Cuando su boca acumuló una buena cantidad de esa masa asquerosa, la dejó caer sobre el tazón, apartando su larga polla para que no interfiriera en la caída de semejante masa espesa. Los mocos verdes quedaron sobre el salmorejo. Inmediatamente le acompañó salivazos espesos provenientes de la boca del puto gordo. Merche estaba a tope de cerda.
-Así cabrones. Eso es – les decía cachonda perdida.
Sus manos fueron a los ojetes de ambos negros. Nerviosa de lujuria se chupaba los dedos, se los pasaba por toda la raja del culo llenándose de olores, se los metía por el ojal y los chupaba. Y repetía la operación profundizando cada vez más sus dedos dentro de esos culos sudados. Cuando sus deditos comenzaron a salir con una importante cantidad de mierda acumulada en su uña, la rubia cerda metía el dedo en el tazón del salmorejo dejando esas porciones de mierda de los negros sobre la capa que ya formaba los salivajos y los mocos verdes. Los dos machos que estaban a punto de correrse aceleraban sus pajas, mientras que los otros dos que esperaban, en cambio se sobaban lentamente las pollas esperando pacientemente su turno.
-Ahora perra deja los dedos metidos hasta el fondo. Mételo hasta el fondo perra – le gritó el puto gordo.
Los gemidos de los negros aumentaron. A Merche le brillaba los ojos y no sabía a donde mirar si a las caras de los dos negros para verles como disfrutaban como cerdos o a esos dos pedazos de pollas que tenía delante de su cara. Lo que no dejaba de hacer era meter profundamente un dedo en cada ojete de los machos lo más al fondo posible. Ya se imaginaba como iban a salir esos dos dedos y se pasaba la lengua por los labios. Acercó su cara para ver de cerca la salida de la leche de sus machos. Tan cerca que las pajas de los dos negros eran de tal velocidad que salpicaban pequeñas gotas de babas pringosas que caían alrededor de la boca de la rubia. El olor a polla sucia de macho le llenaba las fosas nasales. Entonces, notó como se tensaban sus machos, notó como se hinchaban aún más las dos pollas y comenzaron las corridas prácticamente sincronizadas.
-Me corro cerda toma leche cabrona tomaaaa ahhhhhhhhh – se corría gritando el puto gordo.
Merche vio alucinada como la gorda polla parecía una cañería rota soltando un caño espeso de leche. Siete trallazos en total de espesa leche y muy blanca. Grumosa y espesa. La superficie naranja del salmorejo ya apenas se veía de tal cantidad de guarradas que se acumulaban sobre ella. El gordo nabo quedó colgando casi rozando el interior del tazón con una gota grumosa parada en la raja del capullo. La rubia le sacó lentamente el dedo del culo al gordo para no dejar por el camino ninguna cantidad de la que había conseguido acumular. Como imaginaba traía prácticamente el dedo entero cubierto. Tras pasarlo por su nariz y olerlo varias veces, lo sacudió sobre el tazón cayendo toda a mierda en su interior. Posteriormente, se chupó el dedo entero hasta sacarlo brillante de su boca, y agarrando la polla gorda que colgaba ante su cara, se metió el gordo capullo en la boca para saborear la leche del negro. Tuvo el tiempo justo de sacarle la leche al capullo para girar su cara y ver la siguiente corrida del día.
-Toma leche perra, toma leche de viejo, guarra – gritaba el viejo Abdel.
El viejo detuvo su paja y el capullo morado se hinchó. Dejó la polla quieta sobre el tazón y brotó lentamente una espesa leche muy amarilla. Tan grumosa que caía lentamente sobre el asqueroso contenido del tazón. Cada pulsación que daba el viejo a la polla era una salida espesa de lefa por la raja del capullo. Aún no había caído la gota anterior cuando salía un nuevo chorreón de leche caliente. Merche miraba ansiosa por probar tan asquerosa leche, pero sorprendentemente, en el capullo no quedó ninguna cantidad retenida. Un meneo del viejo a su polla hizo caer lo poco que quedaba pegada en la raja. El viejo no puso soltar la polla porque era tan larga que si lo hacía metería más de la mitad en el tazón. Como hizo con el otro negro anteriormente, Merche sacó su sucio dedo del culo del viejo. Traía tal cantidad de mierda pegada que parecía un mojón su dedo. Tuvo que pasar su dedo por el borde del tazón para que se quedara allí pegada porque sacudiendo su dedo era imposible de quitar.
Rápidamente, los dos primeros negros se sentaron a la mesa a comer. A Merche apenas le dio tiempo a soltar el tazón en la mesa cuando ya le estaban metiendo otras dos pollas en la boca. El dedo manchado de mierda del vejo que aún no le había dado tiempo a chupar, prefirió pasarlo por el tronco de las dos nuevas pollas, manchándolas de mierda de esta forma.
-Así tienen un sabor más rico – dijo la guarra de Merche.
La rubia tragaba polla desesperada, juntando en su boca el sabor del sudor de ambas pollas negras. En la mesa, los otros machos recién vaciados sus huevos, comían hambrientos y soltaban eructos olorosos que Merche podía oír y oler desde donde se encontraba arrodillada comiendo pollas. Marco quería follar ya ese coño hambriento que tenía Merche así que se sentó en el sofá y con unas palmadas en sus muslos indicó a la rubia que se subiera sobre su gorda polla. La rubia no tardó en subirse abriendo sus piernas y agarrando el nabo por la base lo dirigió a su coño, dejándose caer a continuación para metérselo de golpe. Apenas empezó la follada, Saúl la empujaba en la espalda para que se pegara al pecho de Marco y dejar el culo situado para ser penetrado cómodamente. El ojete de la rubia seguía abierto tras las folladas recibidas, por lo que la polla del negro entró directa hasta el fondo.
-Qué bueno cabrones, darme polla hasta el fondo – gritaba la rubia salida.
Saúl y Marco eran dos máquinas de follar y así se lo estaban demostrando a Merche. La muy puta estaba gozando como una puta perra. Sudaba de forma exagerada. Se mezclaban los olores desagradables de los tres cuerpos y el aire se hacía irrespirable.
-Venga que le quiero follar yo el culo a la perra esta – dijo Marco.
El negro Saúl sacó de golpe su gordo nabo del ojete de la rubia salpicando goterones de mierda líquida sobre las nalgas de Merche.
La rubia que no quería pasar mucho tiempo sin una polla en su interior, se dio rápidamente la vuelta sobre Marco. Se insertó la polla del negro en el culo y se dejó caer lentamente mientras gemía de gusto. En cuanto notó que ya no entraba más, se echó sobre el pecho del negro, abriendo sus piernas e invitando a Saúl a que le rellenara el coño de carne negra en barra. La polla de Saúl rezumaba mierda Los goterones de baba que caían desde la raja de su capullo eran marrones, consecuencia de una mezcla asquerosa. Algo que no fue impedimento para Merche que le pedía ansiosa al negro que se la metiera pronto.
-Méteme polla ya cabrón. Dame caña – pedía desesperada.
Con lo mojado que tenía el coño el nabo del negro no necesitó ningún lubricante para penetrarla. Rápidamente, los negros sincronizaron el mete saca de forma que la rubia siempre estuviera recibiendo un pollazo hasta el fondo. Los dos cabrones se alternaban igualmente en abofetear la cara de la rubia que reía descontrolada ante tanto placer malsano. Entonces la ola de placer de la rubia se hizo intensa. Sus manos fueron al culo del negro que le follaba el coño apretándolo contra su cuerpo para hacer más profunda la penetración si es que eso era posible. Le sobaba bien las nalgas llevándose todo el sudor asqueroso del negro a su boca.
-Me corro cabrones, que me corrooooo ahhhhh que gusto – gritaba la rubia perra.
Los dedos de los pies encogidos y su cara de lujuriosa demostraban a los presentes que se estaba corriendo de gusto. Entonces Saúl también comenzó a gritar de gusto.
-Me corro puta me corro cabrona – gritaba sacando la polla de golpe.
Merche estuvo rápida gritando:
-En el tazón cabrón, Córrete en mi salmorejo que tengo ganas de lefa de negro.
A Saúl le dio tiempo a girarse y coger el tazón de encima de la mesa y delante de la cara de Merche para que lo viera bien, soltó toda su lefada en la sucia mezcla del tazón. Pero Marco, entre la calentura que tenía y la dificultad de tener a la rubia encima, no le dio tiempo a soltar la leche en el tazón. Así que, gritando de placer, y apretando a Merche contra su negro cuerpo se corrió en el interior del culo de la rubia. Merche giró su cara animando al negro a que la rellenara de leche.
-Así cabronazo dame tu leche de negro de mierda. Lléname el culo de puta guarra que tengo.
Cuando notó las últimas convulsiones en el nabo del negro, Merche se levantó lentamente sacándose la polla. Con sus manos hizo un gesto al otro negro para que le pasara el tazón, y situándolo debajo de su culo, abrió lo más posible su sucio ojete para que dejara salir toda la leche acumulada en su interior. Unos pedos sonoros anunciaban, cómo un caño de lefa pringosa con tonos marrones empezaba a gotear sobre el tazón. Cada vez que la rubia abría su ojete, goterones espesos salían de su interior mientras el olor a mierda iba aumentando en el salón.
Mientras todo esto sucedía alrededor del sofá, el viejo Abdel se había encargado de traer las tortillas de la cocina. Y sentado a la mesa, ya degustaba una buena cuña de tortilla con las manos mientras se sentaba espatarrado en su silla. En un momento, ya estaban los cuatro negros sentados a la mesa; comiendo tortilla y bebiendo cervezas. Merche se sentó en el sofá y tomando el tazón y una cuchara, comenzó a degustar su asqueroso almuerzo. A cualquier ser humano le hubiera revuelto el estómago el remover esa mezcla asquerosa y maloliente. Y mucho más el comerla. Pero a nuestra guarra rubia no le causaba problema ninguno. Es más. lo movía ansiosamente mezclando sabores, deseando llevarse la primera cucharada a la boca. La asquerosa rubia comenzó a degustar el manjar que le habían regalado sus machos. En cada cucharada, podía distinguir el contraste del salmorejo fresco con el calor de las corridas de los negros.
Entre eructo y eructo, la rubia acabó con el contenido del tazón. En la mesa, los cuatro negros terminaban con las tortillas. Merche gateando se metió bajo la mesa. Para continuar con sus guarradas, comenzó a chupar los pies de los cuatro machos uno por uno. Deleitándose cuando chupaba sus dedos gordos como si fueran pollas y sobretodo, introduciendo su ya sucia lengua, entre los dedos recogiendo toda la mugre acumulada entre ellos. La rubia reía entre pie y pie al oír los eructos de los negros mientras veía como con sus guarradas y sus sucios comentarios, las cuatro pollas morcillonas se iban poniendo gordas.
Una vez repasado todos los pies y tragado el sudor que desprendían a queso viejo, su objetivo era las pollas. Pero el viejo Abdel, en una nueva demostración de que era el más cerdo de los presentes con una señal con su mano bajo la mesa, le indicó a la rubia que se acercara. Con la otra mano se agarró la polla, y descapullándola entera. Comenzó a soltar una larga meada que Merche recibía en su boca directamente bajo la mesa. En cuanto las últimas gotas caían entre los muslos del viejo, Merche se metió el capullo en su boquita para saborear el líquido dorado. Apenas había empezado a chupar, ya otro negro la llamaba al otro lado de la mesa.
-Puerca ven. Toma alimento – dijo el puto gordo.
El negro forzó la postura en la silla. Sin levantarse, giró el culo para que quedara al aire su ojete. Cuando Merche asomó su cabecita y empezó a olisquear el ojete, el negro se agarró una nalga para que se abriera todo lo posible su sucio agujero. Inmediatamente la rubia se lanzó a meter su lengua y saborear la mierda del negro pegada en los pelos del culo. Unos olorosos pedos llenaron la cara de Merche de una peste asquerosa, lo que hizo que la rubia, riendo a carcajadas, trabajara con más frenesí con su lengua el ojete del negro.
-Mete lengua puerca. Verás el premio que te llevas que gordo es. Jajajaja – reía el puto gordo sin dejar de sujetarse la nalga facilitando a Merche su sucia labor.
De repente, uno de los pedos ya no fue sólo de gases. Este, salió acompañado de sustancias salpicando la cara de Merche. A continuación, el ojete se abrió al máximo asomando un enorme mojón de mierda, Tan largo como una polla y grueso como una lata de refresco. Merche puso su boca para recibirlo, pero rápidamente se dio cuenta que era imposible alojar en su boca tal cantidad de mierda. Así que puso sus manos bajo la barbilla para acomodar el largo chorizo marrón. Con ojos brillantes de lujuria miraba a la cara del negro para que este pudiera ver cómo ella disfrutaba de tan asquerosa degustación. La sucia carga que tenía en sus manos desprendía un calor insano. Lentamente se lo extendió por su pecho. Sus dos tetorras fueron masajeadas con tan asquerosa pasta y quedaron completamente cubiertas de una capa marrón. El olor nauseabundo lo llenaba todo. Incluso Marco, comenzó a mostrar evidentes síntomas de deseo de vomitar. Sus arcadas eran evidentes y sin más, soltó un caño de vómito directamente al suelo.
-Corre puerca. Aprovecha que todavía está caliente la tortilla – le dijo riendo el viejo Abdel refiriéndose de forma clara al contenido del vómito que se encontraba en el suelo. Merche gateó al lado de la mesa donde Marco había soltado el contenido de su estómago.
Metió sus lindas manos en tan asqueroso caldo, excitada, notando el calor que desprendía y su olor penetrante. Trozos de tortilla se encontraban flotando en el centro de aquella porquería. Con sus manos las fue recogiendo para llevárselas a la boca y degustar aquel manjar. En semejante delirio sexual sin control, Saúl se levantó de su silla, y poniéndose de pie frente a Merche, comenzó a mearle en la cara con un chorro potente de pis. La cantidad que a la rubia no le daba tiempo a tragar, resbalaba por su pecho ayudando a limpiar sus tetas de mierda. De repente, el negro se giró y tal como estaba, comenzó a cagar unos trozos de mierda duros que golpeaban el suelo y se quedaban prácticamente pegados. La rubia echó mano a los primeros trozos para catar su sabor.
El viejo Abdel tenía el pollón totalmente empalmado y babeando. Pero viendo ya la hora que era, comprendió que no le daba tiempo una follada a la rubia. Pero no se iba a retirar sin darle un gran regalo.
Metiéndose el dedo en la nariz, llamó a Merche.
-Ven puerca. Toma un regalito – le dijo sacando su dedo sucio de la fosa nasal.
Merche sonriendo sacó su lengua. Y sujetando ella misma el dedo del negro y mirándolo fijamente, depositó la carga de mocos pegajosos en su lengua. Tras guiñar pícaramente al viejo, guardó su lengua degustando el contenido tan asqueroso.
Unos minutos después, los cuatro negros salían del ascensor dejando un olor insoportable. Pero para olor nauseabundo el que se respiraba en el salón de la casa de Merche. Nuestra asquerosa rubia se encontraba sentada en la silla que ocupó el viejo Abdel. Impregnando su hermoso cuerpo del olor a macho de aquel negro; mezcla de sudor, meados y mierda. Mientras, sus lindos pies se encontraban metidos en el vómito que se encontraba en el suelo. Sus manos sostenían cada una dos hermosos mojones de mierda. Uno se lo introducía en su coño como si fuera una gorda polla. El otro era chupado, mordido y tragado por su linda boca de dientes marrones.