Merche y sus guarradas con los moros

Continúan las aventuras de la joven Merche que se presenta más guarra que nunca. Recuerdo que es lo más guarro que encontrarás en relatos. No leer los de estómagos delicados.

Merche se levantó hoy especialmente cachonda. Tenía un plan elaborado para hoy. Como no, con la ayuda de su tío Pepe. Los que habéis leído su primera historia ya sabéis que no se puede ser más puta y más guarra y en cada historia vais a poder comprobar como ésta cerda no mejora, sino que va superándose cada vez más.

Nuestra protagonista llevaba un tiempo con ganas de cerdear con moritos. De esos que te encuentras vagando por muchas esquinas vagueando. Bebiendo y fumando porros. Esos con caras de viciosos que tienen pinta de ver poco una ducha de cerca. La rubia los veía en las esquinas de su barrio. Soportaba las guarrerías que le decían al pasar cerca de ellos. Disimulaba haciéndose la ofendida como una buena chica, cuando en el fondo de su coño, estaba loca por meterse entre ellos, sacarles las pollas y empezar a guarrear. La rubia quería catar pollas moras pero jóvenes y frescas. Otro día, ya le diría a su tío que avisara al viejo Hamid y que se colara en casa con unos cuantos amigos como él. Hoy de lo que tenía ganas Merche, era de comprobar si esa guarrería mora les nace o les llega con la edad. Precisamente por eso no podía cumplir su sucio deseo con los moros de su barrio. Al día siguiente, debía de pasear con total normalidad por las calles y no se podía arriesgar. Recordemos que ni amigos ni familia conocían la faceta de guarra de Merche, excepto sus tíos Merche y Pepe.

Se había acostado sin duchar y sin cagar como le indicó su tío. Él entiende de esto y sabía de los gustos guarros de los moros. No le entraba mucho de comida así que prácticamente no desayunó. Se tomó un sorbo de café sólo, que normalmente le hacía ir al baño a cagar corriendo, y una magdalena.  De pie delante de la barra de la cocina apuraba el café; ya con los primeros sorbos empezaba a retorcerle las tripas. Para darle un poco de sabor a la magdalena, se echó la braga a un lado metiéndose la tela en la raja del culo. Metió su dedo en el ojete hasta tocar su mierda y recogió un poco de esa crema marrón; sacó el dedo despacio hasta llevarlo a la magdalena y extender por arriba el contenido de su dedo. Saboreó su mierda. Le encantaba, pero como la mierda de macho no había otra. En su mente rondaba catar algún día la de perro, pero aún no había hablado con su tío sobre esto.

Al terminar se puso un pantalón corto de chándal y una camiseta de tirantes. Sólo tenía que subir dos pisos para ir a casa de sus tíos así que solía hacerlo vestida de forma informal.

Abrió el portón con la llave que le había dado su tía, y como hacía habitualmente, en la misma entrada dejó la ropa encima de las chanclas, incluyendo las braguitas.

-¡Tataaaaa hola!  ¿Mi tío todavía no ha llegado?

-Entra guapa - contestó su tía Merche desde el sofá. Tras entrar en el salón encontró a su tía espatarrada metiéndose un calabacín por el coño. La sobrina se partía de risa.

  • ¿Que haces tata, que te pasa, que estás muy cachonda no?

  • No niña joder. Que tú sabes que tu tío tiene un pollón y me tengo que estar dando caña en el coño para tenerlo preparado para recibir ese nabo.

  • Anda ven. Dale un beso a tu tía.

Agachándose alcanzó la cara de su tía. Se comieron la boca mientras la tía echaba mano a las tetas de la niña; las sobaba y pellizcaba sus pezones. A la vez la sobrina primero llevo los dedos al coño de su tía. Le pellizcó suavemente en el clítoris, para a continuación agarrar con su mano   el calabacín y aumentar el ritmo y la profundidad de la penetración.

-Aghhh aghhhh que bueno cabrona, sigue sigue, que me corro.

Dándole un lametón en las tetas a su tía, Merche se levantó del sofá sonriendo.

  • ¿Está preparado el dormitorio? - preguntaba la niña a su tía mientras se dirigía ella misma a comprobarlo. Su tía se estaba recuperando de la reciente corrida cuando Pepe abrió el portón de la casa.

Detrás de Pepe venían tres moritos jóvenes. Uno pintas de chulos de cuidado. Ella no se extrañó porque ya sabía que era a lo que había salido temprano su marido hoy; a recoger a los moros a su barrio.

Levantándose del sofá se acercó a los moros, les besó en la boca y les dijo:

  • Que guapos y jovencitos- Mientras les echaba mano a los paquetes sobándoles las pollas.

  • Y tienen buenas trancas- dijo sonriendo.

Por un momento los moros quedaron despistados. Pepe les dijo que iban a follar con una piba rubia, tela de buena y de guarra. Pepe comprendió lo que pasaba y les dijo:

-No, no. Esta es mi mujer. Mi sobrina tiene que estar en el dormitorio donde vais a estar follando.

-Pasad por aquí. Los llevó a la habitación justo enfrente de la que iban a usar para follar con la idea de que allí dejaran sus ropas. En ese momento Merche abría la puerta del dormitorio. Con ella salió una bofetada de calor de dentro. La hija de puta tenía el aire acondicionado a tope para que sus machos sudaran.  Los moros ahora sí que fliparon. Merche estaba totalmente en pelotas. Sudaba de forma abundante y traía una lata de refresco en la mano. Sus dos buenas tetas de tamaño 90 brillaban de sudor. Dos gordos pezones que comenzaban a ponerse duritos coronaban sus melones apuntando a los moros. Con sus 1.72 de altura, su melena suelta y sus pies descalzos de uñas pintadas de azul, a los moros les pareció una diosa. Sus gafitas de pasta le daban un aire angelical. Ahora tenían que ver si de verdad era tan guarra como les dijo ese tío que les había convencido para venir. Por su parte, Merche analizó a los moros. La edad era indeterminada. Jóvenes. Quizás demasiado jóvenes. A Merche le importó un carajo. Ella los quería jóvenes, que follasen bien y que fueran muy guarros. Los tres vestían vaqueros anchos, caídos mostrando la raja del culo. Dos de ellos más alto que ella, delgados y fibrosos. Con el pelo muy corto. Muy morenos. Después supo que eran hermanos. El otro más bajo que ella. De piel más blanca, pero con una cara de chulo que no podía con ella. Obeso, fofo al que le quedaba ridículo ese pantalón caído. Es el que llevaba la voz cantante de los tres.

-Estos son Salim y Salam. Son hermanos. - dijo señalando a los otros dos.

-Anda que la madre se partió la cabeza- pensó Merche sonriendo. Los besó con un piquito a cada uno.

-Yo soy Hakam. Los piquitos te los da tú en el coño.  Mi metes la lengua- dijo mientras le agarraba las tetas a Merche y tiró de ella acercándola.

-Oleé mi Hakam-dijo Merche riendo. Cuando estaba delante de su cara llevó sus manos a la cabeza del moro y le dio un lengüetazo en la cara. Sus bocas se abrieron y empezó una batalla entre sus lenguas. Al ver que no paraban su tío interrumpió diciendo:

  • Bueno nosotros nos vamos para el salón. Ahí dentro tenéis de todo para no salir en toda la tarde.

Hakam miró un pedazo de reloj gordo y brillante que llevaba en su muñeca y dijo:

-Son la una. A las seis nos tenemos que ir que hemos quedado con colegas. Así que venga zorrona, al lío. - Le pegó un azote en el culo empujándola hacia los hermanos.

-Ayúdales a desnudarse y nos vamos ya al cuarto.  Merche ya sentía dentro de su coño que el obeso de Hakam llevaba la voz cantante; que era un chulo que la ponía como una moto y que era un buen guarrón. Pensó que solo le faltaba tener un buen nabo y sería la ostia. Merche le sacó la camiseta a uno y después a otro. Un olor a rancio le llegó a la nariz a la rubia. Todavía no habían abierto la boca los hermanos así que Merche no sabía si hablaban bien en español o no. Se puso delante de uno de ellos sonriendo; agarrando su brazo izquierdo lo levantó para que asomara una buena mata de pelo negro en su sobaco; a la vista era el único sitio con pelos que tenían los hermanos ya que ni su pecho, brazos ni vientre presentaban un pelo. Faltaba por ver los huevos, pero para eso quedaba poco tiempo, pensó Merche.

-Uffff puto moro - dijo Merche metiendo la nariz entre los pelos   aspirando profundamente.

-Tu mu guarra - dijo el chaval. Mientras le apretaba las cachas del culo a la joven.

-Hombre menos mal que habla - dijo Merche.

-Chupa guarra - dijo el hermano desde detrás de Merche. Este levantó un brazo a Merche para ver sus sobacos. Evidentemente ella no tenía la misma mata de pelos. Le encantaría, pero no podía ser; se descubriría su imagen de guarra oculta para muchos. Lo que hacía para estas sesiones guarras era dejárselo unos días antes y no lavárselos, así al menos se sentía algo más puerca.

  • tu hueles guarra. Tu puerca. Tu gustas a mí- dijo el morito sacando una lengua enorme y dando unas pasadas sobre los cortos pelos del sobaco de la rubia haciendo que se estremeciera de gusto. Todos rieron. Merche dejó los sobacos para más tarde a sabiendas que dentro del cuarto que había dejado preparado como un horno, aquellas fuentes de sudor la pondría más cachonda que ahora. Se puso delante del moro al que había chupado el sobaco. Le bajo el pantalón sin necesidad de soltar botón ninguno. Los slips se bajaron prácticamente junto con el pantalón. Una buena polla negra y muy larga quedó a la vista. La rubia le echó mano rápidamente. La sobó y con su otra mano le bajó el pellejo. Olía muy mal. A meado y a no lavarse en días. Merche lo miró con su sonrisa en esa cara de calentona y le dijo:

  • me sirves. Se giró y repitió la operación con el hermano. Las pollas eran dos gotas de agua. Solo que esta apestaba más. Con la mano les indicó que fueran entrando en el dormitorio. La rubia se giró para el obeso de Hakam. Mirando lascivamente le echó mano al pantalón. A este tuvo que soltarle los botones para poder bajárselos. Le levanto la barriga fofa que caía sobre el pantalón y con esfuerzo se lo bajó. Aparecieron unos muslos gordos y peludos. Llevaba unos slips blancos ya muy manchados, que a duras penas sujetaban un bulto bestial que aún no estaba empalmado. Era enorme y se presentía gordo. Estaba hacia un lado con el capullo apunto de asomarse por el elástico de arriba. Merche se agachó para terminar de sacarle los vaqueros. Le sacó las zapas y los calcetos. No pudo reprimir llevárselos a la nariz, aspirar a tope la peste a pie y pasárselo por el coño antes de meterlos dentro de las zapas. Los pies eran enormes con dedos blancos y peludos. Merche se incorporó y le echó mano a la camiseta para sacársela. Parecía tarea imposible sacar esa camiseta ajustada de ese cuerpo tan gordo. Pero el moro le sujetó las manos.

-      -no te gusta el sudor de macho? Pues me la quito dentro. Y los slips También. Dale padentro guarra- Merche avanzó y entraron ya los cuatro.

El moro echó un vistazo a la habitación: Una cama grande pegada a la pared; donde debería haber una mesa de noche había una nevera de esas bajas. El moro la abrió y estaba a reventar de botellines de cerveza. A un lado, un sofá de una plaza forrado con una sábana blanca y encima de la nevera, un plato vacío y una jarra de cristal.

-Aquí donde se caga y se mea?

-Y Merche sonriendo abrió la boca y se señaló dentro. Los hermanos ya se pajeaban la polla. El gordo se tumbó en la cama. Echándose los brazos tras la cabeza poniéndose cómodo, le dijo a Merche:

  • de rodillas y cómele las pollas- le dijo a la rubia.

-La rubia descapulló las pollas y las acercó a su nariz para aspirarlas a gusto. Un lengüetazo en cada capullo dio inicio a la mamada. Pero Merche se llevaba la mano a su barriga molesta. Hakam desde la cama se dio cuenta y le preguntó.

  • qué te pasa a ti perra?

-Que no he cagado. Estoy llena de mierda.

-Aguanta hasta que yo te diga.

Ante las palabras del moro Merche se estremeció pensando qué puto plan tendría el moro pensado. Volvió su cara a las pollas que tenía delante, le lanzó un escupitajo a cada uno y empezó a mamar hasta el fondo. Se las metía hasta los huevos. Aguantaba, la sacaba babeando y repetía con la otra polla. Descansaba levantándolas y comiéndose los huevos. Los dos hermanos los tenían colgantes y bien gordos. Era hora de recogerse el pelo para que los moritos la obligaran a mamar. Al ver como se recogía su melena en una cola, le echaron mano y le levantaron la cara. Lo que Merche vio no se lo esperaba. Los dos hermanos se estaban comiendo la boca. Babas colgaban de sus labios. Aprovechando que tenían a la rubia mirando, soltaron un salivazo cada uno. El primero que llego a su cara pilló a la rubia desprevenida y le cayó en su cachete. Pero abrió la boca rápidamente y capturó el segundo. Lo saboreó y con uno de los capullos gordos que tenía en sus manos se empujó el lapo del cachete hasta meterlo en la boca y saborearlos. Merche aceleró las mamadas y las hizo más profundas. Las mamaba sin manos, llevándose una mano al coño y otra a sus tetas apretándoselas y tirándose ella misma de los pezones.

De reojo, miró a la cama y vio al obeso de Hakam como la miraba de forma sádica. El cabrón estaba empalmado; pero sin sacársela del slip. Estos parecían que iban a reventar. La raja del capullo asomaba por arriba y una mancha húmeda tenía la tela empapada. Los pelos de los huevos asomaban por los lados. Parecía que se había puesto unos slips dos tallas más pequeñas.

  • Anda puerca ven. Deja a estos que se apañen.

En cuanto Merche soltó las pollas, los hermanos como un resorte se fueron para el sofá. Uno de ellos, cualquiera sabe cuál, se puso de rodillas en el sofá mientras su hermano se situaba detrás. De un golpe de cadera le metió la polla entera.       El moro follado gritó algo que Merche no pudo entender, pero tuvo que ser algo relacionado con el placer; y el moro follador sonrió empezando un lento folleteo, pero profundo.

Tras dejar follando a los hermanitos, Merche se subió a la cama y avanzó mirando el cuerpo seboso del gordo que la esperaba sobándose la polla sin sacarla. El calor era sofocante y el puto gordo tenía la camiseta tan pegada que no se imaginaba la rubia como se la podría quitar.

-Chupa sin sacarla. Por encima de la tela - dijo Hakam.

Merche obedeció como una buena guarra; saboreó el rastro de babas que estaban impregnados en la tela cerca de donde descansaba el capullo del nabo. Bajó con su lengua a los huevos dejando saliva en los pelos que asomaban por el lateral y llevándose el aroma a meado y a sudor impregnado en su cara. El gordo levantó las piernas. Merche sabía lo que quería el moro. A la vez que sabía que tenía que ser rápida ya que la postura era incómoda para el gordo Hakam. Se agachó lo que pudo para meter los morros en los bajos del slip. Una mancha marrón le indicó su objetivo. Allí la mezcla de olores era total. Un olor a ojete sudado, mierda y meados se concentraba en tan poco espacio. Merche quedó parada a unos centímetros deleitándose. El moro, que aun desconocía el grado de guarra al que llegaba Merche pensó que estaba parada porque le daba asco. No tardaría mucho en llegar a descubrir lo que la rubia era capaz. Lentamente la rubia se acercó. Sacó la lengua y empezó a dar pasadas sobre la tela intentando llevarse pegada las partículas de mierda que su lengua pudiera recoger.

Entonces el puerco moro la puso a prueba. Soltó un sonoro pedo en toda la boca de la rubia. El ruido hizo reír a los dos moros que seguían a lo suyo en el sofá. Lo que no hizo que pararan de follar, ni siquiera miraron y rápidamente volvieron a sonar sus gemidos de gusto. Mientras Merche ante el pedo apestoso de Hakam, se retorció de placer, y no pudiendo aguantar más su guarra cachondez, separó con sus deditos de uñas esmaltadas en azul la tela por donde cubría el ojete pedorro. Se encontró una maraña de pelos apestosos y pegados con pegotes de mierda seca. Le dio el tiempo justo de meter varios lengüetazos hasta poder ablandar uno de esos trozos y traérselo con la lengua. A la vez que el moro bajaba sus piernas ya cansado, Merche se incorporaba llevándose los dedos a la boca, y sacando el trozo de mierda se lo enseñó

sonriente a Hakam como un trofeo.

-Traga - dijo el moro.

-Ummmm que buenooo - dijo Merche mientras tragaba.

-Quita que te vas a hartar de polla ahora, cerda - Le dijo el moro mientras le daba patadas a Merche sacándola de la cama. Merche se arrodilló mientras se rehacía la cola del pelo preparándose para una nueva sesión de mamada de polla. El gordo se bajó de la cama, plantándose delante de la rubia. Se bajó él mismo los slips hasta medio muslo, donde la rubia los agarró y se encargó de sacárselo por los pies. La visión desde abajo era tremenda. El gordo se empezaba a sacar la camiseta. Una barriga gorda, de pelos pegados y chorreando de sudor, caía pesadamente. La polla era enorme. Eso era un tubo más largo   aún que el de los hermanitos, pero mucho más gordo. Al menos 24 centímetros en forma de tubo gordo, se balanceaban delante de su cara aun sin descapullar.  El gordo sonreía al ver la cara de Merche. El hijo de puta estaba orgulloso de su pedazo de polla. Tras sonreír y alisarse el pelo de su media melena, se agarró el nabo, lo descapulló despacio, y el goterón de baba que se encontraba en la punta del capullo lo acercó a la altura de la cara de la rubia y lo dejó caer. Merche puso su mano para recogerlo y mirando al moro se lo llevó al coño y se metió las babas del moro dentro. Este se agachó para regalarle un buen lapo a Merche. Mientras, abría la boca para recibirlo, pudo ver el pecho del moro. Con una mata de pelos y dos tetas gordas con pezones abultados, Sobretodo se le fueron los ojos a los sobacos peludos que tenía el cabrón. Dos huevos gordos y peludos se pegaban a la base del nabo, todo lo contrario que los colgones cojones de los hermanos. Al no estar los huevos tapándole la visión, Merche podía ver el ojete apestoso lleno de pelos del moro. Agarró por su base la enorme tranca y se la llevó a la boca. lamió bien el capullo, lo puso chorreando de saliva y   continuó lanzando unos salivajos para mojar el tronco y meterse el capullo. Saboreó sonriente y siguió tragando hasta meter media polla en su boca, que ya estaba medio desencajada con el grosor de ese nabo. Con toda la boca llena del sabor a polla sudada, se metió lo que quedaba de polla. Metió la nariz entre una maraña de pelos mojados mientras notaba la barriga pesada dando en su cabeza. Con los ojos imploró al moro que le diera caña.

-Traga perra. ¿No querías polla de moro?

Las babas le resbalaban por la comisura de los labios, pero ella se negaba a soltar semejante maravilla de polla. Hasta que la falta de aire la obligó a sacarla de su boca. entre jadeos y ahogos echó un caño de babas acompañados de media magdalena mañanera. Aprovechó que esa mezcla caía por sus tetas para extenderla masajeándose las dos brevas y con su mano llevar una cantidad a la polla del moro. Y antes de que empezara a resbalarle por la tranca, Merche se engulló de un tirón toda la polla incluidos restos de magdalenas. Esto ya puso al moro a tope de cerdo, así que agarrando de la cola a Merche la levantó del suelo.

-Dame caña cabrón, puto gordo- le soltó Merche en la cara con el deseo de encenderlo más. Y lo consiguió.

-Me cago en tu puta madre guarra ¿Gordo yo? Gordo tengo yo el nabo- le dijo el moro mientras empezaba a darle bofetones. Merche reía cachonda perdida.  Con la calentura del momento y aprovechando el brazo levantado de Hakam, metió su nariz y su boca en el sobaco del moro, alternando inspiraciones profundas, con pasadas de lengua.

El moro la dejó que disfrutara hasta que cansado de tener el brazo en alto la empujó sobre la cama. Merche se abrió bien de piernas para hacer sitio al obeso cuerpo del moro. este agarró las piernas de la rubia por los tobillos y le chupo los dedos de sus pies. El coño de la rubia babeaba abierto de par en par. El gordo se dejó caer de golpe ensartando a Merche con toda la tranca hasta el fondo.

-Hijo de puta. Uffff que bueno - gritó la rubia. La follada era tremenda. Se meneaba todo el cuerpo de la rubia a base de pollazos. Pero como ella era insaciable, para poner más cachondo al moro llevó sus manos a los muslos de éste; y con esfuerzo estiró sus deditos hasta el ojete para meter su dedo índice de uñita azul. El moro que notó el medio dedo en su ojal, aceleró las   embestidas a la rubia. Hasta que la rubia ya no pudo más. Se corrió dando alaridos y llevándose el dedo del culo del moro a su boca. Hakam se levantó sin correrse. con la polla súper dura y empinada, brillante de babas. Entre la corrida y el ajetreo el vientre de Merche ya no podía más.

-Sácame la mierda ya. Que me cago - gritó Merche.

Hakam interrumpió la follada de sus amigos. Les Habló algo que nuevamente Merche no entendió, pero vio rápidamente en qué consistían las órdenes del moro a sus amigos. El que había puesto el culo, traía un empalme considerable, y se le veía un buen ojete abierto manchado de mierda. Este se plantó delante de Merche; le pasó un par de veces la polla por los labios del   coño y sin ningún miramiento se la ensartó en el culo. Su hermano, con media polla enmarronada de mierda, se subió a la cama, y le llevó la polla a Merche para que la saboreara. La rubia reía encantada. Empezó a saborear la larga polla moruna. Primero, lengüetazos sin metérsela en la boca. Así le iba quitando esa capa asquerosa. Cuando el otro moro le metió el medio pollazo en su culo, es cuando ella se metió la otra polla en la boca. Se notaba que estaba a reventar porque con apenas dos pollazos ya empezó a sentir síntomas inequívocos de que se cagaba. Hakam cogió el plato y lo puso en el suelo a la altura del culo de Merche. Le dio una palmada en el culo al morito follador para que sacase el nabo del culo de la rubia y esta soltó primero una explosión. Un pedo sonoro acompañado de líquido marrón que llegó a salpicar al morito en su barriga. Este volvió a meter su polla y pegó un par de embestidas más.

-que me cago, que me cago, cabrón - gritó Merche.

Esta vez, al salir la polla le acompañó dos trozos de mierda considerable que cayeron pegándose al plato debido a su consistencia pastosa. Una nueva follada y una nueva expulsión de mierda de Merche que reía en cada salida de mierda. Hasta cinco mete sacas necesitó Merche para vaciarse. Cuando Hakam retiró el plato había unos 10 trozos de mierda unos sobre otros. La peste a sudor y a cuerpo sin lavar se vio ahora disipada por una peste a mierda importante. Como la polla que la rubia chupaba ya estaba prácticamente limpia, el follador que sí la tenía toda pringada se subió a la cama para sustituir a su hermano. Merche despidió al morito que se bajaba de la cama con un guiño y una sonrisa y le dijo:

-Ve a mis tíos y dile que pidan ya las burguer.

Una bocanada de aire limpio entró en el cuarto al salir el moro.

-Cierra la puta puerta cabrón que se va el calor – gritó la rubia mientras se incorporaba tras dejar igual de limpia la polla del hermanito.

Cuando el moro llegó al salón Pepe estaba dándole caña a la tía Merche en el sofá.

-Pido ya la comida no? –dijo Pepe al adivinar el motivo de la aparición del moro por el salón. Hablaba mientras le apretaba las tetas a su mujer que le cabalgaba su pollón entre gemidos de gusto. Pepe apuntó el pedido y antes de que se fuera de nuevo al dormitorio el moro, la tía Merche aprovechó cogiéndolo de la mano para llevárselo al sofá. Fóllame anda mientras Pepe llama. Le agarró la polla levantándola en peso y le pegó unos lametazos. En cuanto cogió dureza, el moro levantó las piernas de la mujer que era muy bajita, por lo tanto, muy manejable para un niñato pollón como él. Pepe, mientras hablaba con la hamburguesería, sonreía escuchando a su mujer como gritaba en el salón como una perra mientras la polla del moro le perforaba el ojete.

Durante toda la escena de la cagada de Merche, el obeso Hakam permaneció de pie con un botellín de cerveza dando   grandes tragos. El aire se había vuelto a cargar. Los cuerpos chorreaban sudor. La cagada de Merche embriagaba la habitación. Merche, ya incorporada, agarró el pollón de Hakam que se balanceaba sin perder nada de empalme. Mientras lo manoseaba pajeándolo despacio.  Volvió a sus peludos sobacos. El moro alternaba entre darle guantazos con pegarle su cara en el sobaco llevándola de su coleta. Merche sonreía feliz de que le pusieran los cachetes calentitos y de poder disfrutar del cuerpo de ese macho seboso.

-Chupa guarra, chupa. Te gusta comerte un buen macho guarro ehhhh ? Cómeme entero guarra.

A la rubia le faltaba lengua para chupar tanto cuerpo. De los sobacos pasaba a sus gordas tetas, sus pezones. Todo en esas carnes blandas le causaba morbo y la ponía de una cachonda difícil de apagar. Se agachó para chupetearle la gorda barriga. Merche le metió la lengua en el ombligo para absorber el charco de sudor salado que retenía en su interior. Le levantó los michelines para meter su lengua puerca en los pliegues de la carne fofa. Allí no solo recogió sudor. De ahí sacó lo que se dice suciedad, un contenido de color negro y pegajoso. El jabón no pasaba por ahí hacía mucho tiempo. En ese momento se abría la puerta. El morito venía cargado con la bolsa de las hamburguesas y en cuanto entró, cerró rápidamente para evitar que Merche le echara otra bronca por la pérdida del calor. Todos rieron descojonados del detalle del moro.

Hakam se encargó de repartir el contenido de la bolsa. Merche se sentó en la cama entre los dos hermanos dejando el sofá para el moro obeso. Al sentarse en la cama, la rubia le agarró la polla al moro que venía del salón. Como buena sobrina, Merche conocía a su tía y su calentura. Y sabía que seguro había catado la polla del moro. Acercando la nariz la olió.

-Esta polla huele a la mierda de mi tía. Tú te la has follado cabrón. -gritó Merche riendo.  El moro reía igualmente mientras le decía:

-Tú limpia polla. Mama, cerda. - Y Merche a modo de aperitivo le pegó una limpieza a ese nabo negro dejándolo brillante de saliva. Se entretuvo a fondo en los pliegues de la piel bajo el capullo, donde pudo encontrar sustancia de la que a ella le gusta tragar.

El gordo comenzó el reparto. Como Merche preveía, a ella la dejo la última. Entonces el cabrón del moro, abrió la hamburguesa destinada a la rubia, Separó el pan de arriba mientras decía:

-Tu hoy come carne de polla nada más. Y mierda de moro.

Y diciendo esto cogió la hamburguesa con sus sucios dedos y separándola del resto de ingredientes, la tiró en el plato que contenía la mierda de Merche. Debido al calor, esta se conservaba como si acabara de salir del culo de la rubia. En su blandura, el impacto de la hamburguesa sacó salpicaduras de mierda blanda que fueron a parar por todo el filo del plato. Mientras la hamburguesa se iba hundiendo lentamente en la mierda, Merche reía y se apretaba las sudorosas tetas. Los moros rodearon a la rubia mientras permanecía de rodillas. Ella sujetaba la olvidada jarra de cristal delante de su cara, para ver de cerca las meadas de los moros, poder olerlas, sentir el calor, y si se producía alguna salpicadura, evitar que se perdieran. Merche estaba súper cachonda. La visión que tenía desde ahí abajo era espectacular. Los tres moros devoraban sus hamburguesas y bebían sus botellines de cerveza. Las pollas medio empalmadas se movían pendulonas. Aprovechando que la jarra aún no tenía contenido ninguno y pesaba poco como para cogerla con una mano, con la mano libre se dedicaba a recoger las migajas que caían de la boca de los moros. Le recogía con los dedos el sudor que bajaba a chorros por las piernas de los tres.  Los dos hermanos sincronizados, comenzaron a mear a la vez. Los chorros calientes pasaban a centímetros de la carita de la rubia. Hakam esperaba sobándose el nabo con una mirada viciosa. Las meadas que caían en la jarra desprendían un calor que le daba de lleno a Merche. Al terminar, flexionaron las rodillas para acercarle los capullos goteantes a su boca. Merche las limpió sonriente disfrutando del sabor amargo de las pollas. Mientras comprobaba que entre los hermanos habían llenado un poco más de media jarra.

Le tocaba el turno al obeso de Hakam que con una seña le ordenó que doblara la jarra para recoger bien su meada. Su meada fue totalmente diferente a la de los otros. En este caso, eran numerosos chorros cortos, pero muy potentes, como explosiones. Merche reía al ver que el nivel de la jarra subía y aquel puto moro seguía teniendo orín en la vejiga. Ya estaba llegando al filo y el moro seguía soltando un buen caño de meado amarillo oscuro y de olor penetrante. Merche soltó la jarra a un lado, y empezó a recibir directamente en la boca el chorro amarillo. Hakam avanzó un paso para que la curva de la meada fuera más corta y el chorro impactara con más fuerza. El hijo de puta movía la polla haciendo que la rubia buscara con su boca la meada para no perder ni gota. Merche empezó a pajearse. Se frotaba el coño aprovechando el meado que resbalaba por sus tetas.

-Así que querías probar con moros guarros ehh putona… así que gusta   la mierda ehh, pues vas a comer mierda por tus tres agujeros - le dijo Hakam   mientras escurría el nabo de meado.

Eso la llevó al límite la cachondez a Merche.

-Venga Cabrón dame mierda.

A una orden del obeso, los hermanos cogieron el pan destinado a Merche mientras él le pasaba el plato de la mierda a la rubia. Esta lo sujetó delante de su cara recogiendo de lleno el aroma de su mierda y manchándose sus dedos delicados con la mierda que resbalaba. Los hermanos se pusieron a los lados de la rubia. Uno en pompa, preparado para soltar el contenido de sus intestinos, el otro sujetaba el pan abierto. Merche situó el plato debajo del pan para que no se perdiera nada de esa maravilla marrón.  Los gemidos del moro haciendo fuerza anunciaba su pronta salida, a lo que siguió un sonoro y apestoso pedo justo antes que Merche viera el ojete abrirse y asomar su alimento de hoy. El primer trozo de mierda blanda cayó sobre la verde lechuga haciendo un gracioso contraste. Teniendo en cuenta que en aquel pan había que meter mierda de los tres, el morito lo retiró para que el resto de cagada de su hermano cayera en el plato. Aunque Merche elevó más las manos para acortar la distancia, no pudo evitar que en la caída del resto que siguió soltando el culo del moro cayera salpicándole la mierda del plato en sus tetas. El moro terminó cuando su hermano sin tener ningún tipo de asco llevó su dedo al ojete del hermano a recoger un pegote que no terminaba de caer. Con habilidad lo dejó pegado en el pan y el resto que manchaba su dedo se lo metió en la boca mientras Merche con ojos de lujuria lo miraba envidiosa. Cambiaron los papeles y se repitió toda la operación. Incluso una vez mezclada las cagadas de ambos hermanos, Merche reía al comprobar que era iguales y ya no podía distinguir ni en el pan ni en el plato una de otra.  -Ya puedes soltar el plato que la mía es de las duras- dijo Hakam a la rubia.

Así que Merche, aprovechó para llevarse los dedos a sus duras tetorras y recoger los goterones de mierda salpicada que por culpa del sudor ya resbalaban por su barriga. Se lo llevó a la boca y puso una cara de auténtico placer. El puto gordo se giró poniendo el culo de cara a la rubia, lo que aprovechó esta para dar una palmada en cada gordo cachete del obeso culo como animando al moro a echarle una buena cagada. La rubia aprovechó para meterle un trago a la jarra. Estaba caliente y amargo, como a ella le gusta. Se tiró un eructo con sabor a meado y rio a carcajadas esperando su premio.

-Venga puto gordo que tengo hambre.

Hakam llevó sus manos a los cachetes del culo para abrírselo mejor. Y haciendo un esfuerzo apretó apareciendo al momento un mojón que golpeó duramente el suelo. Al instante otro igual de tamaño y de consistencia; parecían dos pollas de gordos y duros que estaban. Pero eran de un color marrón claro y desprendían un olor a podrido asquerosamente morboso para la rubia. El moro se giró como señal de que su cagada había terminado.

-A comer guarra.

Merche dejó sobre el plato los dos primeros trozos y cogió el último, que tenía un tamaño más apropiado para el pan que tenía delante. Lo metió dentro del pan. Debido a su dureza, y aunque Merche lo apretó, les daba a los panes un grosor que parecía que contenían dos hamburguesas. Parecía totalmente recién traído de la hamburguesería, de tal forma, que incluso cuando la rubia apretó los panes, goterones de mierda, que evidentemente pertenecían a uno de los hermanos, salieron por los lados del pan. Resbalaron por los dedos y el interior de la mano de Merche, que rápidamente llevó su lengua a recogerlos.

-Kétchup de mierda de moro - dijo la rubia descojonada. Todos rieron la ocurrencia tan guarra de la guapa rubia. Los hermanos desde que terminaron su respectiva cagada estaban pajeándose frenéticamente. La rubia comprendió que su burguer también llevaría mostaza de puto moro, así que sonriendo volvió a abrir el pan. Ante los gemidos del primer moro, colocó rápidamente el pan abierto debajo del capullo y berreando el moro empezó a soltar su lefa. Los chorros golpearon con la dura mierda del obeso y se quedaron estancados sobre la lechuga. No eran muy espesos, pero sí lo suficiente para que se quedaran pegados dentro del pan. Para variar, su hermano repitió exactamente la corrida de su hermano. La rubia ya acercaba el pan al obeso de Hakam que se pajeaba el pedazo de nabo desde que terminó de cagar, pero este con una seña le dijo a Merche que no.

-Mi leche de postre, guarra- dijo riendo.

Mientras los moros echaban un último botellín, la rubia devoraba su hamburguesa especial. Ellos se dedicaban a sobarse las pollas y, cada vez que tomaban un trago de cerveza, se agachaban a tirarle un eructo en la carita a Merche.

-Qué bueno está esto. Y la tuya durita durita, gordo, Como tu polla - le decía Merche al gordo sonriendo.

Merche devoró su almuerzo. Restos de manchas marrones adornaban sus finos labios. Agarró la jarra y con una sonrisa forzada enseñó todos sus dientes diciendo:

-Los tengo blanquitos? Y se descojonaron todos viendo que tenía los dientes uno más marrón que otro, pero todos cubiertos de mierda. Levantó la jarra y tomando un sorbo, lo usó para enjuagarse toda la boca; sólo qué en su nivel de guarrería, lo volvió a echar en la jarra, tomando el líquido que contenía una ligera tonalidad marrón. El segundo gran sorbo ya fue directo a su estómago; provocando que en los ojos se le saltaran las lágrimas, sin saber si era de la emoción del disfrute de sus guarradas o por el amargor del líquido ingerido.

-Venga cerda que te vamos a llenar tus agujeros de mierda- dijo Hakam.

Con una palmada en el filo de la cama le indicó a donde tenía que poner el culo la rubia. Esta, se tumbó donde le indicó el gordo elevando sus piernas para facilitar la labor de sus amantes y se acomodó las almohadas en su espalda para poder tener una mejor visión del espectáculo que venía a continuación.

-Primero vamos a mojar ese coñito por dentro y a preparar esos agujeritos- dijo Hakam sonriendo.

-Dale cabrón, mete caña ya- dijo la rubia palmeándose el coño   nerviosa.

Los hermanitos agarraron las piernas de Merche elevándolas, aprovechando para chuparle los deditos poniéndola más cachonda. El gordo agarró del suelo dos botellines vacíos. Descapullándose el rabo, apuntó y meo sin parar hasta llenar las dos botellas. Todavía le sobró un par de chorros que le lanzó a Merche a la cara para no desperdiciarlos. Con los botellines de meados, se los metió a la rubia a la vez, maniobrando de tal forma, que el líquido dorado fuera llenando vagina y recto de la cerda rubia.

Merche no tuvo más remedio que dejar caer su cabeza hacia atrás. Más que por el placer de la penetración, ya que el tamaño y el grosor del cuello del botellín no era nada para lo que estaba acostumbrada Merche a meterse, fue por la sensación de sentirse llena de ese rico pipí caliente. Cuando el moro pensó que las botellas ya estaban vacías, las sacó despacio; dándoles la vuelta y apuntando el culo de ambas botellas para la rubia, comenzó a introducirlas lentamente. Ahora sí que la rubia dejó caer su cabeza por la tensión, pero rápidamente levantó la mirada para no perderse detalle de la doble penetración cervecera.

-Uffff, mete cabrón, no pares.

-Calla guarra y ábrete bien - contestó el gordo.

Por el coño tuvo menos dificultad y rápidamente la botella desapareció hasta el gollete. La del ojete iba en el mismo camino. Cuando ya entró entera, el moro comenzó un mete y saca alternando las dos botellas. Merche sudaba como una puta perra, entre el calor y la tensión. Los pies le apestaban a un sudor asqueroso; pero los hermanos prácticamente se lo bebían más que chuparlos, de la cantidad de sudor que soltaban sus pinreles. Unos pies preciosos, de uña de esmalte azul. Con un lunar cerca de su dedo gordo derecho que le daba un toque encantador.

Cuando Hakam procedió a sacar lentamente los botellines, hasta los dos hermanos pararon su frenesí de chupadas para ver de cerca el resultado. Dos túneles de carne se apreciaban entre los muslos de Merche. La rubia sonreía nerviosa, deseaba poder ser capaz de doblarse tanto como para poder ver el resultado de la maniobra de las botellas. Pero más deseaba que le metieran ya lo que fuera, pero que le metieran algo gordo para calmar la calentura que la poseía en esos momentos.

-No me dejes así cabronazo. ¡Mete algo yaaa! - gritaba la rubia.

  • No querías mierda guarra, no querías saber lo guarros que somos… Te voy a rellenar entera, puerca - le contestaba el obeso meneando sus carnes fofas, mientras se agarraba a coger el plato de mierda acumulada y ponerlo bajo las piernas de la fogosa rubia. A una señal el hermano más cachondo en ese momento, el que tenía el nabo más tieso, dejó libre la pierna de la rubia para prepararse a la orden de Hakam. Echó   mano de un mojón de los duros que habían salido por su culo. Lo pasó a su amigo que ya descapullaba su polla, y él, con su mano y sin mostrar ningún síntoma de asco. La metió entera en el plato llevándose una gran cantidad. Y a una señal, ambos cerdos comenzaron su obra de arte. Hakam fue introduciendo el puño lentamente, mientras los labios vaginales de Merche se abrían a reventar. Cuando notó que su brazo ya no avanzaba más, abrió su mano en el interior soltando su carga pestilente.

A Merche se le salían los ojos de las órbitas. Temblaba como una perra mojada, y en su vientre plano se formaba un gran charco de sudor que resbalaba en catarata de sus tetas y de sus apestosos sobacos.

-aghhhhhh cabronazo. Me cago en tu muertos cabrón- gritaba Merche.

Quién la viera y la escuchara en este momento a la rubia universitaria y trabajadora en abogacía, no daría crédito a que tenía esos estudios. Parecía una vulgar ramera callejera desahogando sus más bajos instintos. Aunque digamos en su desquite, que a la vez que sufría la penetración de puño en su coño, el otro moro pollón introducía la carga apestosa que le pasó Hakam, dentro del ojete de la rubia. Partía un trozo de esa especie de polla marrón, e inmediatamente con la suya, con la de carne de verdad, la de piel oscura y capullo gordo, empujaba todo lo posible introduciendo su polla hasta los cojones empujando su sucia carga hasta lo más hondo posible.

  • ¡Aghhhhhhhhhhhhhhhhhh aghhhhhhhhhhhhhh que me muero de gusto cabrones! No paréis. Más Más. ¡Hasta el fondo perros! - gritaba desesperada.

En el salón, sus tíos subían el volumen de la película que veían en la TV. Aunque ciertamente, no estaban concentrados en ella ya que los gritos de la puta de su sobrina les tenía en tal estado que Pepe se pajeaba el nabo mientras su esposa se palmeaba el coño salpicando el sofá de líquidos vaginales.

-Pepe ve preparándote que van a dar las siete y te tiene que llevar a los moros de vuelta - comentó su esposa.

En el dormitorio, las palabras que dijo Hakam de llenarle todos los agujeros de mierda, se cumplían en ese instante. El moro que quedaba de pie chupando el pie de la rubia, estaba ahora arrodillado junto al cuerpo de Merche. Con la polla a la altura de su boca, alternaba pollazos con introducirle en la boca el nabo fétido que tenía el grosor exacto de una polla real. Ahora sí que Merche no podía gritar ni siquiera hablar; su cuerpo se limitaba a temblar y a gemir cada vez que coincidían en su cuerpo las tres penetraciones morunas: El puño en su coño, y cada polla respectiva, una en el ojete y la otra por su sucia boca. Merche empezó a tensionarse de una forma demencial. Su cuerpo era un mar de sudor. Su coño y su culo eran un chorreo continuo de un líquido pastoso marrón. De su boca manaba una marea marrón en este caso más pastosa que líquida. Sus manos parecían dos serpientes enroscadas, una pasando entre las piernas del moro arrodillado a su lado para poder estar metiendo sus sucios dedos en el culo de este macho; la otra mano se alternaba entre agarrar el brazo de Hakam obligándole a meter hasta el antebrazo en su sucio coño, o en agarrar la polla negra teñida de marrón que salía de su ojete cuando al moro le parecía bien. Hasta que explotó de placer malsano. Solo una guarra se puede correr así. Sus dedos se tensaron. Los de las manos clavándose en sus duras tetas; los de los pies doblados completamente como si estuviera posesa. Un grito desgarrador al que acompañó una expulsión de líquido en diferentes texturas por sus tres boquetes. Aún no se había apagado su corrida cuando los hermanos moros le llenaban la boca y el túnel del culo de lefa caliente.

Hakam, el moro obeso y guarro, se despedía de Merche de pie delante de la cama soltándole una lefada pringosa y espesa que caía por todo el cuerpazo de la rubia. Unas últimas sacudidas de las tres pollas para escurrirse el último goterón y salieron de la habitación.

Pepe cruzó el salón acompañado de los tres moros camino al portón; su mujer, tras despedirse de los moros, dirigiéndose a Pepe le preguntó por la sobrina.

-Allí está comiendo. Contestó Pepe.

La mujer extrañada ante la respuesta se dirigió al dormitorio, encontrándose una escena dantesca.

Merche, la hermosa rubia de ojos negros, esbelto cuerpo y buenas tetas, se encontraba sentada en el suelo; apoyaba su espalda en la cama y sus piernas abiertas. Su perfecto culo estaba rodeado de un charco que fue pis, pero ahora era de color marrón y ayudaba a flotar trozos de mierda. Su cuerpo desde debajo de sus ojos hasta las mismas uñas de los pies era de color marrón. Sonreía más feliz que una perdiz. Y en sus manos sostenía una hamburguesa que incomprensiblemente, aún estaba calentita.