Merche y sus guarradas con los gitanos tapiceros.
La mas guarra de todorelatos nos sigue deleitando con las más puercas prácticas sexuales. Os recuerdo que acepto peticiones para ver a la rubia cerda en diferentes situaciones propuestas por los lectores. cerditoescritor@hotmail.com
Merche acababa de aparcar su moto en un lateral de la pequeña plaza donde se encontraba su casa. El portal de entrada de su edificio daba a esta plaza, así qué en un momento, estaba con la llave abriendo el portal y encarando el ascensor. Como vivía en un tercero, en muchas ocasiones utilizaba las escaleras para subir; pero hoy que venía del gimnasio, ya llegaba lo suficientemente cansada para tener la excusa de subir en ascensor. Como iba a un gimnasio cercano, nadie veía nada raro cuando decía que no usaba las duchas del local para mejor ducharse en casa más cómodamente. Los que la conocemos sabemos que tenía otros motivos. En eso iba pensado cuando entraba en el ascensor. Levantando el brazo se olió el sobaco apestoso de sudor. Como otras veces, hizo la gracia de estirar la lengua con el objetivo de chupárselo. Tras reír, se llevó la mano al coño sobándoselo por encima de las mallas. Hoy el plan estaba claro. Follada guarra con su tío. Los dos días semanales que tocaba gimnasio, aprovechaba para follar con su tío.
Primero paró en su planta para entrar en su casa. Soltó la bolsa en la entrada, cogió un tocino de cielo de la nevera y bajó por las escaleras los dos pisos de diferencia con la casa de su tía. Le encantaba dejar caer el tocino de cielo por el nabo de su tío Pepe y dejarlo resbalar por todo el tronco antes de empezar a recogerlo con la lengua. Al entrar en la casa, vio todo apagado; le llamó la atención un papel en el mueble de la entrada de la casa. Le trastocó todos los planes.
“Merche cariño, hemos ido a Sevilla a ver a tu primo Enrique. Volveremos de noche. En la nevera tiene dos pepinos de los largos. Apáñate sin tu tío. Un beso en tu coño”
Tu tía Merche.
Tocaba apañarse sola como otras veces. Lo primero, sacar los pepinos de la nevera. Ciertamente, eran enormes. Se le hizo la boca agua y el coño un charco de babas. Los metió en el microondas para quitarle frío y darle ese golpe de calor que los convertiría en dos auténticas pollas. Fue al dormitorio que su tía tenía habilitado para las guarrerías de su sobrina. Estaba perfecto, neverita rellena y su juego de plato y jarra para sus guarradas. Pero esta vez prefirió usar el sofá cómodo que había en el salón. Mallas y bragas fueron al suelo. Se dejó la camiseta para sudar un poco más y apestar bien a perra sudada. Estaba tan caliente que cogió directamente el pepino más gordo; le soltó un buen escupitajo y se lo pasó por los labios del coño para pringarlo de babas calientes de su coño. Medio pepino desapareció dentro de la cueva de Merche. Inmediatamente se chupó un dedo y se lo llevó al ojete del culo. Lo introdujo hasta tocar su mierda. Lo chupó degustando el sabor amargo a mierda de rubia cerda.
-Uffff que cachonda estoy – se dijo Merche a sí misma.
Sus gemidos empezaron a aumentar cuando ya tenía los dos pepinos rellenándole coño y culo. Empezó un ritmo acelerado alternando las penetraciones. Estaba deseando sacarlos y meterles una buena chupada, sobretodo, al del culo; así podría saborear su mierda. Pero le estaban dando tanto gusto en su interior que no quería sacarlos.
Y entonces sonó el puto timbre de la puerta de la casa. Con todo el dolor de su corazón, se extrajo lentamente los pepinos. Los dejó tirados sobre el sofá. La funda blanca que lo cubría quedó manchada de los excrementos de la bella rubia y de unas babas transparentes que la empaparon rápidamente. No se preocupó mucho ni de que los pepinos quedaran a la vista dejando en evidencia a qué se estaba dedicando en esos momentos, ni se preocupó de la imagen que iba a mostrar al visitante: una camiseta corta que apenas le llegaba a tapar a lo justo los labios del coño; sus dos hermosas piernas bien formadas con sus pies descalzos de uñitas pintadas de azul y un olor a sudor apestoso, a sexo y a mierda. Todo esto le provocó la risa morbosa de saber cómo reaccionaría quien estaba esperando detrás de la puerta. Tampoco le importó mucho ya que contaba con despachar rápidamente al que fuera.
Desde luego la visita mostraba que la paciencia no era su virtud, ya que el timbre no dejaba de sonar.
-Vaaaaaaaaaa coño vaaaaaaa – gritaba Merche mientras se dirigía a la puerta. Cuando abrió la puerta, fue tan rápido todo, que apenas asimiló lo que había pasado. Dos figuras pasaron por su lado con una rapidez pasmosa y otra se plantó delante de ella prácticamente pegando sus caras. Sólo le dio tiempo a ver que eran dos figuras gruesas; muy gruesas, ya que la empujaron al pasar por su lado. La que se plantó delante de ella era una mujer, Y evidentemente era gitana.
-Hola rubia, guapa, que venimos por el sofá – dijo una de las figuras desde ya dentro del salón. La gitana ya había cerrado la puerta y sonreía enseñando unos dientes amarillos. Entonces Merche pudo comprobar que quién ocupaba el salón de sus tíos eran dos hombres. Gitanos para más señas y gordos. Muy gordos. A Merche los ojos le brillaron de lujuria. Los dos de piel aceitunada; muy morena. Uno rubio, con el pelo muy corto cortado a cepillo. Vestía camiseta blanca con lamparones de sudor y unas bermudas vaqueras con manchas de todo tipo. El otro era más agitanado; no lo podía negar. Igual de gordo, pero de un pelo negro pringoso, largo; que le caía por los hombros en una medio melena sucia y descuidada. También vestía camiseta y bermudas vaqueras. El rubio llevaba en los pies unas zapatillas de esparto de color incierto con los dedos gordos negros de suciedad asomando por unos boquetes en la fina tela. El moreno llevaba chanclas de playas con unos pies negros de no lavarse en meses. A la gitana la pudo ver mejor. Una larga melena de pelo moreno, pero ya canoso en algunas partes. Igual de gorda que los dos acompañantes; dos pedazos de tetas que le caían sobre la barriga ya que no llevaba sujetador. La camiseta ajustada y sucia le marcaba unos gordos pezones que se adivinaban negros y centrados en unas aureolas de galletas María de grandes. Por la sobaquera asomaban dos buenas matas de pelos negros pegados, que le hicieron temblar a Merche imaginando cómo tendría la gitana el coño de peludo. Sus pies igual de negros de suciedad que el otro gitano, destacaban sobre unas chanclas de playa muy gastadas.
-Que dice de sofá que no le entiendo – dijo la rubia.
-Vamos a ve guapa. Yo quedé ayer con una señora que venía hoy a recoger un sofá que nos llevamos pa tapizar – contestó el moreno que parecía ser la voz cantante del grupo.
- Yo es que no vivo aquí. Sería mi tía – contestaba Merche entre aturdida y mosqueada de estar dando explicaciones a unos desconocidos. Aparte del pajote que se estaba metiendo y que estos colados le habían cortado.
-Bueno po si no está la esperamos. Migue baja tú a buscar aparcamiento a la furgoneta – le dijo el moreno al rubio dándole las llaves del vehículo.
-Va tarda mucho? – dijo el gitano moreno.
- Ahora vengo guapa. Ábreme ehhh – dijo el rubio al pasar por su lado dándole un guantazo en la nalga del culo.
Merche iba ya a pegar un grito cuando la mezcla del placer del calor que desprendía su cachete golpeado, el sudor de los dos machos, las tetas de la gitana y la peste de los tres la hizo cambiar del enfado a la risa cerda.
-Sentarse en el sofá si queréis. ¿Os traigo algo de beber? – les dijo poniendo su carita sonriente de rubia salida. Evidentemente, Merche los mandó al sofá para provocar que vieran los pepinos.
-Tráeme una cervecita anda guapa. Y coca cola pa mi Loli – le contestó el gitano.
La Loli cuando se acercaba al sofá vio los pepinos y se empezó a reír a carcajadas.
-Mira Juan la rubia se estaba follando el coño – gritó riendo.
- Y el culo la mu guarra jajajaja - rio descojonada al coger el pepino manchado de mierda.
Se acercó los pepinos a la boca y le dio un lametón al que hace unos minutos estaba rellenando el coño de Merche. Cuando iba a repetir la operación con el otro pepino su Juan se adelantó, y con su dedo recogió toda la mierda que manchaba el pepino y se la llevó a la boca.
-Ufff que buena la mierda de la rubia – dijo Juan girando su cara para buscar con su boca la boca de Lola y liar sus lenguas.
Merche llegaba de la cocina con las bebidas desde donde había oído cómo los gitanos habían descubierto sus pepinos. Entró riendo y les pasó sus bebidas. La Lola agarró el vaso de coca cola; se lo bebió de un trago hasta más de la mitad.
-Qué fresquita está hijaputa – dijo mirando a Merche. Y a continuación soltar un eructo sonoro y apestoso.
Merche ya dio por hecho que sus invitados sorpresas eran igual de cerdos que ella así que no perdió el tiempo. Mirando a la gitana le dijo:
-No lo desperdicies coño, échamelo en la cara – dijo riendo. El gitano ya se acababa el botellín de un trago y no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión de comprobar si había dado con una buena cerda.
Agarrando a Merche por el culo se la acercó. Le agarró la cara a la rubia para plantarla delante de su boca y le soltó a bocajarro un eructo a cerveza y chorizo del bocata de la mañana. Merche no perdió el tiempo y mientras se tragaba los gases del gitano, llevó una mano a su sucia melena para acercarse más la cara y la otra mano, la llevó donde debía de estar la polla del gitano para empezar a sobársela. Mientras separaban sus caras riendo, la gitana llegaba por detrás de Merche y le iba sacando la camiseta. Juan el gitano se iba quitando el mismo la camiseta. Las dos prendas cayeron juntas al suelo. Y el aire se llenó de una peste a sudor concentrado. Aprovechando que la rubia tenía los brazos levantados, la gitana le pasó su lengua caliente por los sobacos a la rubia; Merche dejó sus brazos en alto para que la gitana chupara a gusto. Mientras Juan, al aparecer las dos tetas de la rubia delante de su cara las agarró con sus manos y levantándolas empezó a comérselas y a sobarlas.
-Dios que bueno cabrones – decía Merche empezando a notarse el coño mojado nuevamente.
Cuando la gitana le sacó todo el sabor a uno de los sobacos, pasó al otro. Momento que aprovechó la rubia para volver a sobar la polla del gitano por encima de las bermudas.
-Ufffff buena polla tienes que tener aquí guardada cabrón. Seguro que apesta a sudor, como a mí me gusta mamarlas – dijo Merche mirando lujuriosamente al gitano.
-Apesta y sin lavar de tres días puerca. Esperando que la limpie una buena cerda como tú. Ponte ya a comer polla anda cerda.
Merche se arrodilló delante del gordo. Se hizo una cola con su pelo usando una goma que tenía en su muñeca mientras le decía al gitano:
-Así me puedes coger la cabeza para dirigirme la mamada – le dijo la rubia al gordo mientras sonreía.
La lola ayudó a Merche a recogerse el pelo mientras le decía:
- Te va jarta de polla rubia. Verá el nabo que tiene mi marío.
Merche echó mano a las bermudas sucias del gitano. Tuvo que levantarle la barriga para encontrar el botón y soltarlo. Después la cremallera y empezó a tirar de la tela para que asomara unos sucios slips. Juan el gitano ya andaba algo cachondo. Una mancha de babas pringosa brillaba en la parte donde descansaba el capullo. El olor a sucio y sudado era evidente. Merche pasó el dedo por donde se concentraba la baba de polla que ya atravesaba la tela; despacio recogió toda la cantidad que pudo notando el calor que desprendía el gordo capullo a través de la tela. Y mirando al gordo se llevó el dedo a la boca para chupetearlo. Le encantaba chupar una polla dentro de los slips. Pero la cachondez de ese momento ya era inaguantable y le bajó rápidamente los slips al gordo.
-Me cago en tu puta madre cabrón – soltó la rubia al ver el nabo balanceándose delante de su cara.
Era un pedazo de polla. Muy negra. Con dos cojones gordos que colgaban peludos y apestosos. Aún a medio empalmar, se le notaban unas venas gordas azules y aunque estaba cubierto por el pellejo, se adivinaba un capullo gordo. La rubia sobó con una mano los huevos del gitano; sopesando que tenían que estar llenos de leche de macho. Con su otra mano agarró la polla por la mitad del tronco. Su blanca manita de dedos finos y acabados en uñas lacadas de azul, destacaban sobre la piel negra de la polla. Sus deditos no podían abarcar el grosor del nabo. Lentamente, y mientras se pasaba la lengua por sus finos labios, fue jalando del pellejo hacia atrás para que asomara el capullo del gitano. A la vez que iba saliendo el capullo, el olor iba aumentando; y una gota de baba asomó por la raja del capullo; rápidamente Merche se agachó lo suficiente para poner su lengua a centímetros bajo el capullo para recoger el goterón baboso. Lo saboreó sonriente y empezó a sobarse el coño. Ya le faltaba poco al nabo gitano para alcanzar su pleno empalme.
La rubia movía la polla de lado a lado para observarla por todos lados. Le lanzó un escupitajo que cayó sobre el capullo. Y mirado al gitano a los ojos le dijo:
-Echa anda machote. Ponle sustancia – dijo la rubia señalando con sus ojos a la polla. Juan el gitano, dejó caer un salivajo blanco de saliva, pero espeso. Se balanceó despacio hasta caer en el centro del tronco de la polla, donde Merche rápidamente, lo extendió con sus dedos a lo largo de toda la polla. La gitana, que seguía a la espalda de Merche acariciando su cabeza, dijo:
-así no joe Juan ¿No ves que la paya es una cerda de las buenas? Es esto lo que ella quiere.
Y diciendo esto carraspeó su garganta; cuando ya tenía una buena flema en la boca, le agarró la polla a su marido, la puso vertical apuntando el capullo al cielo y lo soltó.
Una masa verde asquerosa y espesa salía de la boca de la gitana. Tan espesa que se quedó pegada en el capullo y empezó a caer muy lentamente. Merche se avalanzó sobre el gargajo de la gitana y con su lengua lo pasó por toda la polla.
-Anda toma guarra. Abre la boquita de cerda que tienes – y diciendo esto la gitana soltó un nuevo lapo verde directamente dentro de la boca de la rubia.
Merche, lo saboreó por todos los rincones de su boca; asomó su lengua con la masa verde en la punta y la tragó sonriendo.
-Ahora a comer polla – dijo Lola mientras dirigía con sus manos la cabeza de la rubia hacia el pollón de Juan. La rubia para demostrar su habilidad como tragapollas, se la metió entera en la boca. Hasta que notó la barriga sudada mojando su frente y los huevos pegados a su cuello. El gordo agarró a la rubia por la cola de su pelo y empezó a dirigir el salvaje mamazo que le estaba metiendo la cerda en su polla. Pronto empezó la rubia a notar como le venía el vómito desde su estómago. La gitana Lola, al oír las arcadas de la rubia fue rápidamente a la cocina, rebuscó hasta dar con una olla de las de puchero, y la puso en el suelo bajo la polla de Juan.
-Pa prepara el almuerzo – dijo Lola riendo.
Entonces Juan aceleró los tirones de la cabeza de la joven cerda; Lola se puso detrás y le sobaba los tetones a Merche mientras le hablaba al oído:
-Así puerca así. Mama como la perra que eres. Que hoy vas a comer mierda de gitanos. Vas a tragar meaos. Vas a limpiarme los pies con tu puta lengua. Me vas a comer la pipa del coño y te voy a meter el brazo por tu culo.
Merche no pudo soportar más calentura y echó una mano al culo del gitano para obligarle a que le metiera la polla más al fondo y la otra mano la uso para frotarse el coño. Las sucias palabras de la gitana la habían llevado al paroxismo de las guarradas.
Entonces explotó. Por el coño y por la boca. Mientras se corría salpicando los sucios pies del gitano y formando un charco en el suelo, su boca soltó un vomito espeso de color blanco que primero llenó los muslos del gitano de esa espesa baba con grumos. Los siguientes caños fueron a parar dentro de la olla. Merche en su sucio éxtasis no había oído como el gitano rubio estaba de vuelta y mientras entraba en el salón se iba quitando la ropa y diciendo:
-Yo sabía que la paya era una guarra. Te va come esta otra polla también. Anda ven bonita. Pero antes espera que me estoy meando.
Mientras Merche echaba los últimos restos del desayuno, miraba de reojo al recién llegado y le hacía señas que se acercara; clara demostración de que estaba de acuerdo en lo de comerse esa otra polla.
-Aquí rubio. Mea aquí – le dijo la gitana moviendo la olla.
El gitano cuando se plantó delante de la olla ya estaba en pelotas y se descapullaba otro buen rabo. Igual de negro que el de Juan, pero este era más gordo. Merche se chupaba los labios imaginando esa tranca como tenía que ser de gorda cuando estuviera empalmada. La peste que desprendía el nabo al descapullarse inundó el salón. Un potente caño de meado caliente salió disparado en dirección a la olla. Un chorro gordo como corresponde a una polla así de gorda. Merche sonreía mientras el rubio meaba. Ella se entretenía recogiendo con su dedo los restos de vómitos que quedaron pegados en los pelos del vientre y de los muslos del gitano Juan. La gitana Lola que no se quedaba atrás en guarradas recogió con su dedo parte de lo que el estómago de la rubia había devuelto.
-Ummmmmm. Esto es….mollete. Mollete con jamón y tomate y cafelito – dijo la gitana.
-Lo has clavado hija de puta. Jajajaja – rio Merche.
-Mi desayuno de esta mañana – confirmó la rubia.
Todos rieron, mientras el gitano rubio escurría en esos momentos su polla.
-Vas a probar mi bocata chorizo puerca. Te va jarta – dijo Juan.
Como si ya supiera que su marido se lo iba a pedir, Lola se puso al lado de su marido; se chupó los dedos y se los metió en la boca a su Juan provocando unas arcadas tremendas. Merche ya tenía el nabo del rubio en su boca metido; saboreaba el sabor y olor a meados y a sudor. La polla engordaba por momentos forzando la boca de la rubia. En plena mamada al rubio, a su lado Juan soltaba en dos caños su desayuno de la mañana. El bocata se ve que estuvo acompañado de una cerveza, que unida a la que tomó el gitano cuando llegó, le dieron un aroma a alcohol a los restos salidos de la boca del gitano; esto lo hacía más desagradable aún de lo que ya era los restos; el gitano parece que desayunó con prisas porque había verdaderos trozos enteros entre los vómitos. Pero como era de esperar, a Merche no le dio ningún asco. Al contrario. Metió la mano en la olla y tomando uno de los trozos más grandes lo llevó primero a su nariz; tras olerlo placenteramente lo llevó a su coño y se lo metió.
-Chorizo para mi coño – dijo la cerda.
Y todos rieron mientras la rubia se seguía follando el coño, metiéndose los dedos hasta el fondo.
-Vamos a darle polla a la guarra esta antes de irnos – comentó Juan al rubio.
El gitano Juan se sentó en el sofá agarrándose el nabo tieso esperando a la rubia. Se palmeó en los muslos como señal para que Merche se subiera encima de su polla. La rubia decidió darle el ojete a Juan sentándose dándole la espalda. Puso el culo frente al gitano; este lo palmeó varias veces y agarrándola por la cintura la ayudó a dirigir su ano hacia la gorda polla.
-Ufffff que gusto cabrón. Que buena polla tienes. Dame caña – gritaba la rubia descontroladamente.
Cuando tenía un ritmo salvaje que la estaba haciendo gemir sin parar, tuvo que parar porque ya se acercaba el rubio con su polla en la mano, preparado para rellenarle el coño. Merche levantó sus piernas y dejó caer su espalda sobre el pecho de Juan. Notaba la mata de pelos en el pecho del gitano que con el sudor se pegaron a su espalda. Juan aprovechó para jugar con las tetas de la rubia. Las apretaba, las sobaba. Estiraba sus gordos pezones haciendo a la rubia gritar de gusto. La gitana ayudó a la rubia sujetando sus piernas en alto mientras el rubio le metía el gordo nabo. Cuando entró estiró los labios del coño de la rubia al máximo.
-Joder que polla cabrón. Dale fuerte hijo de puta – gritaba ya descontrolada la rubia.
Viendo el nivel de cachondez de la rubia los dos gordos se alternaban en maltratar sus tetas a base de sobeteos; el gitano que le follaba el ojete desde detrás, le metía sus sucios dedos en la boca para que la rubia los chupara con delirio. El rubio alternaba los guantazos en la cara de la rubia con los pellizcos en sus pezones. La calentura de la rubia iba en aumento y notaba como le subía una ola de calor desde su coño a la cabeza. Pero llegó una escena que la iba a llevar al máximo de locura sexual y de degeneración.
La gitana Lola se puso cerca de la rubia para qué a pesar de tener dos gordas pollas en su interior, y al rubio encima de su frágil cuerpo, pudiera ver bien cómo se desnudaba. La gitana se bajó de golpe la falda. Un simple elástico la sujetaba a su cintura. Apareció unas bragas marrones con los elásticos rotos. Pero a Merche se le fueron los ojos a una zona concreta: Los pelos asomaban por todo el alrededor de las bragas. Por arriba casi llegando al ombligo. Por los laterales de las bragas. Y podía intuir que esa mata de pelos tenía continuidad por abajo y le llegarían al culo.
Le tocaba el turno a la camiseta. En un momento, dejó al descubierto sus dos pedazos de tetorras. Se las levantó y las dejó caer para que Merche viera el volumen de semejantes tetas. La mirada entre ambas era de lascivia pura y se sacaban las lenguas de forma obscena. La gitana se acercó a la cara de Merche que ya abría la boca sabiendo lo que le llegaba.
-Abre puerca – gritó Lola. Y tras el carraspeo profundo previo, una masa verde espesa salió despacio de su boca. La rubia sacaba la lengua para recoger el regalito y saborearlo. El gitano rubio que pudo ver en primer plano semejante guarrada, aprovechó para girarle la cara a Merche y soltarle otro igual de espeso; pero este lo lanzó con fuerza impactando en el cachete de la rubia. Rápidamente, la gitana con su dedo ayudó a meterlo en la boca de la rubia que deseosa mezclaba las flemas procedentes de dos pechos diferentes. La gitana se quitó las bragas dejando al aire por fin su peludo coño. A la nariz de la rubia llegó el olor de meado y de coño sucio. Entre la mata de pelos negros asomaba dos labios colgantes de carne que brillaban cubierto de babas. Y encima de ellos un enorme clítoris como una pequeña polla a la que la gitana, tras escupirse en los dedos, le acercó la saliva y lo empezó a pajear.
Mientras Merche se corría como una perra. El martilleo de las dos pollas; el sabor de los mocos espesos; los guantazos en la cara; pellizcos en sus tetas que se bamboleaban con los pollazos; la mezcla de sudores; esa visión del coño de la gitana y la olla que le esperaba para almorzar; era tal el cúmulo de guarradas que ya no pudo más y reventó de placer.
-Aghhhhhh me corro cabrones aghhhhh – gritaba Merche.
-Que gusto cabrones – decía mientras se descabalgaba de las pollas gitanas.
Lo gitanos quedaron de pie con las dos pollas a reventar deseando soltar la leche. Lola dirigía la situación. Mientras Merche sentada en el sofá se seguía sobando su escultural cuerpo, la gitana fue a la cocina. Apareció al momento con el tocino de cielo en la mano. Riendo dijo:
-El postre. Que lo vi antes en la cocina- y se echó a reír.
-Rubia, agarra las pollas y sácale la leche con unas buenas pajas.
Dicho esto, la rubia se sentó al filo del sofá. Los gitanos se situaron uno a cada lado y le presentaron ambos nabos a la altura de su cara. El del rubio brillaba viscoso con las babas procedentes del coño; el de Juan tenía una capa marrón de mierda procedente del ojete de la rubia. La gitana puso el plato con el tocino de cielo bajo las pollas para recibir la nata de gitano que iba a salir en unos momentos de esas gordas pollas. Merche no tuvo que tocar mucho la zambomba ya que los dos machos estaban a punto de correrse cuando sacaron sus pollas de los boquetes de la rubia.
Prácticamente a la vez, los gitanos bañaron con su leche el tocino de cielo. El plato quedó lleno por los disparos procedentes de ambos lados. La lefa del rubio, liquida, transparente. Formó un charco en la base del tocino. La de Juan, muy espesa. Blanquísima y grumosa. Coronó el tocinillo como auténtica nata.
-Ahora darle consistencia al almuerzo de la rubia. A cagarse de gusto – le dijo Lola a los gitanos mientras señalaba la olla. Los dos se dirigieron a la olla sobándose las pollas. Mientras la rubia se chupaba los dedos de sus manos. Unos con mierda y otros con babas pringosas de coño.
-Échate patrás guarra que vas a probar el brazo gitano – le dijo Lola a la rubia. Los gitanos soltaron sendas cagadas dentro de la olla. Merche no los pudo ver, pero el olor a mierda que inundó el salón así lo confirmaba. Merche volvía estar como una perra de caliente viendo a los gitanos como se metían el dedo en el culo para sacar los restos de su mierda y dejarla en el filo de la olla. La gitana metió su mano en la olla. Todos reían al ver como mezclaba las cagadas con el contenido anterior que ya estaba en la olla. Sacó la mano con una mezcla asquerosa y maloliente que le llegaba hasta la muñeca.
Con el primer intento los dedos entraron sin problemas en el coño de Merche. Al siguiente empujón entró hasta el antebrazo y comenzó el mete saca entre gritos de placer de la rubia.
-Toma perra. Come brazo gitano por el puto coño! ¿Te gusta la crema que lleva, guarra? ¿Te da gustito, cerda? – gritaba la gitana.
Los gitanos ya se vestían mientras dejaban a Merche espatarrada en el sofá con medio brazo dentro de su cuerpo. Sus gritos de gusto ponían cachondo a cualquiera. Se corrió mientras se jalaba de los gordos pezones y Lola le daba los últimos golpes de puño.
-Venga puerca déjame ahora el sitio en el sofá que te vas a jartar de comer coño gitano.
Diciendo esto tiró del brazo de Merche que estaba desmadejada como una muñeca de trapo de tanto correrse de gusto y la tiró al suelo. Lola se sentó en el filo del sofá y abriendo sus piernas a tope le dijo:
-Trae una copa grande de la cocina. Te voy a dar el entrante, puerca.
Una vez que Merche llegó de la cocina con una gran copa cervecera de cristal, se arrodilló delante de la gitana. Ahora podía ver en su plenitud de cerca ese gran coño de labios colgantes.
-A comer perra – le dijo la gitana.
Y Merche atacó con verdadera pasión el coño que se le brindaba; con sus manos acariciaba la mata de pelos rizados que cubría todo el coño. Abrió con sus dedos los labios vaginales y un olor a sucio le entró en la nariz de golpe. Le daba golpes con su lengua al clítoris levantándolo y alternaba con pasadas de lengua por toda la vagina. Aprovechaba para recoger la baba pastosa que desprendía el coño para llevarlo al clítoris y continuar con este ciclo vicioso. Con sus dedos empezó a presionar en el ojete de la gitana; una maraña de pelos largos y sucios de mierda impedían la visión del ano moreno.
-La pipa, cerda. Cómeme la pipa del coño – gritaba la gitana mientras se sobaba las tetorras y se llevaba los gordos pezones a la boca dándose gusto ella misma. Alternaba sus frases calientes de perra cachonda, con soltarle escupitajos a la rubia que repartía según decidía el azar. Algunos caían de lleno en la boca de la rubia; otros caían en su mata de pelo formando una capa viscosa y otros apenas resbalaban de sus labios para ir a parar a sus gordas tetas.
-Sigue guarra que me cago de gusto. ¡Sigue por tus muertos niña! ¡Que me corro! ¡Que me cago!
Estas palabras de la gitana no eran fantasías calenturientas; eran literalmente reales. Cuando sus alaridos de placer mostraban que su corrida había llegado, de su coño comenzaron a brotar chorros intermitentes de un líquido viscoso transparente. La rubia cerró los ojos ante la cantidad de babas que caían en su cara mojándosela por completo. Pero simultáneamente, cuando su coño disparó el primer chorro, su ojete soltó uno explosión de gases apestosos y un líquido marrón salpicó los muslos y las tetas de Merche.
-Pon la copa guarra. Pon la copa en mi culo – gritaba la gitana.
Merche se sobaba los melones extendiendo las gotas marrones que las adornaban y se llevaba los dedos a la boca para degustar la mierda de la gitana. El segundo cañonazo que disparó la gitana por su gran culo, ya era una mierda en formato cremoso que fue llenando la copa sin parar. Cuando Merche vio la copa llena, soltándola en el suelo, se dedicó a recoger los últimos estertores del ojete gitano llevando esa crema asquerosa al coño peludo de la gitana. La pelambrera que cubría la piel de la gitana desde el ombligo hasta los alrededores del mismo ojete, quedaron cubiertos de mierda que nuestra rubia favorita había extendido con gran deseo malsano.
Unos minutos después, Lola se subía las bragas tapándose en la medida de lo posible su mata de pelos. Las bragas ya bastante sucias de por sí, pasaron rápidamente a un color marrón. Por los lados de las gomillas, unas espesas gotas cremosas empezaban a resbalar. Al ponerse su larga falda, el olor nauseabundo quedó algo disipado; pero era imposible camuflarlo totalmente.
-Que aproveche guapa – dijo Lola cerrando la puerta.
Sentada ante la mesa Merche comenzaba su asqueroso, pero para ella, delicioso almuerzo.
-Que hambre joder…..ummmmmm cómo está esto de bueno por Dios – se decía en voz alta.
Ante ella un plato al que había vertido la mitad del contenido de aquella asquerosa olla. En un fondo de líquido dorado, se coronaba una especie de papilla entre blanca y marrón muy pastosa, A un lado, una copa que no se sabía que echaba más hacía atrás, si su aspecto o su olor. Al otro lado, el postre; un tocino de cielo bañado de lefa de macho gitano.