Merche y sus guarradas con los amigos de su tío

Advertencia: Lo más fuerte que puedes encontrar en esta página. Scat, meados, comida...Si eres de estómago delicado no lo leas. En mi correo espero vuestros comentarios y sugerencias: cerditoescritor@hotmail.com. Si veo que os gusta, Merche tendrá una serie de relatos.

-Pero cuando van a llegar?? Estoy como una puta perra - decía Merche mientras chupeteaba el capullo a su tío Pepe.

-Están al caer perra, cálmate - Contestó Pepe mientras con una mano recogía la melena de Merche para poder ver bien el mamazo que le estaba dando y con la otra le abría el coño metiéndole dedos y sacándolos chorreando; prueba de que la sobrina no mentía sobre su calentura.

Merche tiene 27 años. Guapa de cara. Al mirarla parecía un ángel, pero un buen guarro era capaz de distinguir en el brillo de su mirada que estaba ante una auténtica puerca. Delgada sin estar canija, ojos negros con unas gafitas finas de pasta. 90 de tetas y un culo precioso. Tenía una larga melena rubia. Pero no piensen en una barbi. Era ese rubio que en momentos parece más un color castaño que rubio. Usaba unas gafas de pasta y lentillas cuando era necesario. Aunque se encontraba más cómoda con gafas   para follar, si la follada prometía la posibilidad de una buena meada en la cara o algo más sabroso, usaba las lentillas ya que le daba mucho coraje que las gafas se quedaran de forma que perdiera la visibilidad. Cuando hacia guarradas prefería quitarse sus gafas. Una buena hembra, en definitiva. Pero una cosa distinguía a Merche de todas las mujeres. Es la más guarra cerda y puerca q se puedan encontrar. Vive independiente en un pisito de un barrio normal de una ciudad del sur. Tuvo novio en alguna ocasión, pero cuando descubrían lo cerda que era, la dejaban. Ninguno era capaz de aguantar a su lado. Dos años le duró el que más tiempo la soportó. En su mismo edificio, vive su tía Merche, hermana de su madre y de la que heredó su nombre. Y como descubrió cuando creció, también heredó de ella lo de guarra, aunque como hemos dicho, la sobrina superaba a la tía.

Por ejemplo, a la tía Merche no le gustaba jugar con la mierda. La daba, pero no recibía, y mucho menos probarla. En cambio, la mierda era menú diario de la joven Merche. Su tía estaba casada de segundas con Pepe. Con 68 años, Pepe era alto, delgado, poco pelo y canoso el poco que le quedaba. Una polla delgada pero curvada que parecía caerse de lo larga que era: 23 centímetros de carne en barra. En el sexo, un verdadero guarro. Y el culpable de descubrir y sacar a la luz la guarrería que tenía encerrada en su cuerpo su sobrina política, cuando tenía 18 años. Pero esto lo contaremos otro día.

Merche trabaja en un despacho de abogados, lo gana bien y allí desconocen la versión guarra de la joven. Para sus padres y amigos, pasa tanto tiempo en casa de su tía por la comodidad de vivir en el mismo edificio, pero dos plantas más abajo. La verdad era que en casa de sus tíos podía practicar todas las guarradas que le gustan. Su tía colabora a ello, y su tío Pepe le busca semanalmente una distracción para sus deseos malsanos.

Por eso hoy tocaba sesión guarra. Merche bajó temprano y como hacia siempre, cuando entró por la puerta se quitó el pantaloncito de pijama que llevaba y su camisita a juego; debajo no llevaba nada. La tiró a un lado de la entrada, junto a sus chanclas de playa, y entró en la cocina descalza enseñando sus dedos pintados de esmalte azul llamativo.

Su tía fregaba en ese momento así que tenía las manos ocupadas; Merche saludó a su tía.

  • Buenos días tata. -  Y le levantó el brazo para meterle primero la nariz en el sobaco peludo. Aspirar dos o tres veces profundamente para ponerse cachonda con la peste a sudor de su tía, y a continuación meterle unos lengüetazos hasta dejarle los pelos pegados con la saliva.

-Que pasa cariño? Contestó su tía suspirando. Mientras seguía chupando, preguntó por su tío:

  • Y mi tío Pepe?

Desayunando en el salón. Entra a verlo anda.

Pepe estaba sentado en la mesa del salón comedor. En pelotas por su puesto, porque ya esperaba a su sobrina preferida. Y con el portátil encendido leyendo el Marca. Una taza de café y un buen mollete con aceite.

-Hola tito, dijo Merche sonriendo. Dame pan anda que no he desayunado.

Juan mordió un buen trozo de pan; lo masticó a gusto y se lo dejó caer en la mano. Mientras Merche esperaba ansiosa con una mirada de cerda que mostraba su lujuria claramente.

  • Toma anda cerda. Juan le acercó la mano a modo de cuenco, con una bola pastosa de pan y babas y Merche la cogió sonriendo. Inmediatamente se la metió entera en la boca degustándola. Tras masticarlo, lo tragó.

-que sed. Voy a pedirle a la tata algo para echar pabajo el mollete.

-Tata! Tengo sed.

En ese momento su tía se secaba las manos tras recoger el fregado.

-Anda toma- le dijo pasándole un vaso de tubo. Se levantó la blusa larga de tirantes que usaba para estar por casa y abrió las piernas.

Merche sonrió feliz al ver a su tía sin bragas. Una mata de pelo negro le nubló sus ojos y un tufo a meado le dio en la cara. Ya sabía lo que tenía que hacer. Se puso de rodillas ante su tía, y acercó el vaso al coño peludo. Con una mano sujetaba el vaso. Y con la otra le abrió los labios del coño a su tía. El tufo de olor a chocho sin lavar y sudado, no le causó ningún asco. Al contrario, amplió su sonrisa con tintes libidinosos y acercó su cara para oler a gusto el tiempo que su tía tardara en llenarle el vaso. Pero poco tardó en salir el chorro de pis. Una meada abundante, que producía espuma al chocar en el vaso. Merche podía sentir el calor que desprendía el meado en la distancia que iba del coño al vaso.

-Que bueno tata- dijo Merche ya con la sonrisa totalmente enmarcada en su cara.

Su tía cortó la meada al ver que el meado llegaba al filo del vaso.  Merche soltó los labios del coño de su tía dejándolo goteando. Mientras se ponía de pie aprovechó para chupar sus dedos, que habían recogido algo del olor a coño sucio de su tía.

En dos tragos la joven Merche se tragó la meada de su tía.

-aghhhhh que rico tata. Y soltó un eructo con olor a meado.

Ya estoy yo desayunada, dijo soltando una risa a la que acompañó su tía riendo igualmente.

-Que guarra eres cariño- dijo su tía.

Así transcurrió la mañana. Al calor propio del día, se sumaba el del aire acondicionado puesto por su tío para que sudaran a gusto y apestaran sus cuerpos.

Su tío le había prometido una buena jornada guarra para hoy. Esperaban a un tal Andrés, un taxista amigo de su tío. Sabiendo como sabía los gustos de su sobrina, precisamente Pepe no le había buscado al taxista más guapo; eso ya lo sabía Merche y se ponía más cachonda, pensando como seria de feo y de cerdo el tal Andrés. Además, el taxista venía con sorpresa; no vendría solo. Prometió traer a un viejo moro amigo suyo dueño de un bazar. El moro se llamaba Hamid y era un viejo de 73 años. Solo de pensar las guarrerías que le quedaban ese día por disfrutar con un taxista sudado y un viejo moro, a Merche no paraba de chorrearle el coño.

Llevaba toda la mañana tumbada en el sofá junto a su tío. Mientras veían la tv, le chupaba los pies; otros momentos se metía los dedos en el coño para chuparlos a continuación. Así hasta que se puso a mamar la tranca a su tío mientras hacían tiempo esperando la llegada de los otros machos.

Cuando eran cerca de las tres de la tarde, bajo un calor insoportable, sonó una llamada en el portero automático.

Sus tíos estaban en la cocina; acababan de almorzar hacía unos minutos. Merche esperaba cachonda en el sofá. Sudando, apestándole el coño. Se metía los dedos en los sobacos y se los llevaba a la boca para chuparlos.

-Merche ya están aquí- gritó su tío.

En apenas unos minutos, la llamada ya fue en la puerta del piso. Ansiosa se abría el coño con sus dedos pegajosos mientras oía las voces y risas de los recién llegados saludando a sus tíos. Entonces por fin, entraron en el salón. A Merche le cayó un chorro de babas del coño al suelo cuando vio a los personajes con los que pasaría la tarde follando y guarreando.

Primero entró Andrés. Con su presencia llenó el salón. No era muy alto; una estatura normal pero gordo, ancho, fuertes brazos; con una camisa de manga corta abierta que dejaba ver un pecho peludo. Dos piernas igual de gordas con unas bermudas pegadas a la piel, del sudor de estar toda la mañana sentado al volante. Traía dos cajas de pizzas en las manos.  Pepe le había avisado que trajera algo de comer para él y el moro. A Merche ya sabían ellos lo que iban a darle de almuerzo.

Detrás entró el moro Hamid. Un poco más bajo que Andrés, pero mucho más delgado. Llevaba una chilaba que impedía ver sus piernas, pero se adivinaban que eran a juego con sus brazos. Finos y delgados. Los dedos de los manos y de los pies terminaban en unas uñas amarillas y negras de suciedad. El tufo de olor a sudor y a peste de no lavarse llegó a Merche rápidamente; lo que hizo que la joven saltara del sofá para recibir a sus invitados.

Andrés dejó las pizzas en la mesa mientras Pepe ya les traía unas cervezas a los recién llegados. Dos botellines helados; sin alcohol para Hamid.

-Ven pacá guapa - dijo Andrés a Merche como si la conociera de toda a vida.

Merche, mientras le iba ya quitando los botones de la camisa, le besó. Pero no fue un beso normal. simplemente mezclaron sus lenguas en el aire durante unos segundos dejando que las babas resbalaran de sus lenguas a las tetas de Merche. Al separar sus bocas Andrés sonrió enseñando unos dietes feos y amarillentos.

Hamid no había abierto la boca; solo sonrió al ver la puta que se iba a follar esa tarde; su boca daba más asco que sus pies. Pocos dientes. Mal situados y negros. No cogió aún su cerveza; se situó detrás de la joven mientras esta lengüeteaba con el taxista. Una mano la llevo a las tetas de Merche, apretándolas y extendiendo las babas que caían por sus dos tetones. Estiró los pezones de la joven que ya se ponían duros y gordos. Con la otra mano, llevó un dedo a la boca de Merche para que lo chupara, y a continuación, llevárselo al ojete de la joven. Lo metió despacio. No quería hacerle daño. Su intención era averiguar si la joven guardaba mierda en sus intestinos. Lo metió hasta notar que tocaba la mierda y lo sacó despacio. Lo chupó mientras cruzaba su mirada con la cerda de Merche que sonreía contenta. Sus escasos dientes quedaron manchados de mierda, incluso un pegote quedó en su labio. Merche no perdió el tiempo y llevó su boca a la del moro. Ese sí fue un beso caliente, vicioso; se metieron las lenguas. Tocaron sus encías y el intercambio de babas fue abundante. Merche incluso limpió a gusto los labios del moro para llevarse el sabor de su mierda. Nada nuevo para la joven cerda. Su mierda la había probado y comido muchas veces. Pero hoy tocaba almorzar mierda de machos y eso la puso más cerda aún…

No tardó mucho en caer la sudada camisa del taxista al suelo. Le siguió las bermudas. El sonido metálico de la correa al   golpear el suelo parece que despertó a la joven Merche del sopor sexual en que la dejó el obsceno beso con el viejo moro. Entonces pudo observar en su plenitud el fofo y asqueroso cuerpo del taxista. Unos slips celestes con manchas de todo tipo, apretaban un bulto considerable. Parecía que se hubiera bañado en el mar con ellos puestos, de lo chorreando que se veía la prenda. Solo qué en vez de oler a sal marina, de esa prenda masculina se desprendía un desagradable olor a sudor. Desagradable para algunos, pero no para Merche que se arrodilló rápidamente sonriendo para amorrarse a los bajos del obeso taxista. El moro aprovechó para coger su botellín y empezar a darle grandes sorbos. La tía Merche, abría las cajas de pizza y comenzaba a cortarlas. Su marido traía en sus manos de la cocina un vaso pequeño de cristal y un blanco plato hondo.

Mientras, nuestra joven cerda, aprovechando la cercanía, se acercó lo suficiente a los pies del gordo. Una peste a queso rancio subía de los gordos dedos hacia arriba. El olor hizo que los labios del coño de Merche se abrieran y dejaran caer goterones de una baba transparente. El gordo bebía ya el segundo botellín que le había traído su amigo Pepe. Levantó los dedos gordos de sus pies para facilitar la labor a la joven Merche. Inmediatamente, Merche captó como una señal ese dedo levantado y se tiró sobre él. Lo introdujo entero en su boca como una pequeña polla. Estaba caliente, apestoso. El gordo lo movía en su boca, facilitando que la joven cerda, lo pusiera empapado con su saliva; el gordo apoyó una mano en la mesa para no caer y mientras que con la otra seguía sujetando su botellín, levantó el pie para facilitar que Merche pasara del dedo gordo al pie entero. Merche metió los dedos uno a uno; saboreando su olor. Limpió a base de lengua entre los dedos saboreando esas bolas sucias acumuladas. Intentó incluso meterse los cinco dedos a la vez. Algo imposible ante la gordura del pinrel, pero que hizo que la joven tosiera y soltara babas suficientes como para formar un charco a los pies del gordo. Tras repetir la misma maniobra en el otro pie, Merche se incorporó. Su larga melena la sujetó con un coletero que llevaba en su muñeca. Quería tener su cara despejada para continuar con sus guarradas; sí decidió dejarse las gafas puestas para comer, ya a la hora de follar se las quitaría.

-Venga a comer que esto está listo, dijo la tía Merche refiriéndose a las pizzas cortadas en cuñas casi perfectas. Merche se sentó en la silla que ocupó su tío en el desayuno de la mañana. El resto permaneció de pie. El gordo cogió su primer trozo de pizza mientras que acercó la cara a la joven. Esta giró la cara a lo justo para recibir un eructo a cerveza de lleno en su cara de zorra. Todos rieron descojonados y la que más la joven Merche. Mientras esperaba su turno para comer, aprovechó la cercanía del moro para ver curiosa que se escondía bajo la chilaba.

  • Levántatela anda, y enséñame el nabo.

El moro no perdió el tiempo; se levantó la prenda hasta sujetarla con ambas manos a la altura de su cintura; esto hizo que tuviera sus manos ocupadas sujetando la prenda por lo que Merche pudo tener a su placer los bajos del moro. Si cuando vio los slips del taxista comprendió de donde emanaba el olor a sudor, al ver los bajos del moro comprendió de donde venía la peste a meado, a leche seca y a mierda. El tufo que desprendía el moro era espectacular y a la joven se le hizo la boca agua. El moro tenía un nabo tan largo como el de su tío, pero mucho más gordo; cuando estuviera empalmado sería un pedazo de polla. Ahora colgaba con un goterón de baba transparente colgando del pellejo que cubría el capullo del moro. Rápidamente Merche llevó su dedo a la espesa gota, la recogió con gran habilidad y se la llevó a la boca.

-Ufff que bueno está esto. Sabe a puto moro.

-Descapúllala cerda y verás como sabe de verdad un moro macho como yo.

La joven llevó una mano a los cojones del viejo, que colgaban pesados y peludos. Tenían que estar llenos de lefa. Con la otra sobaba la polla moviéndola de un lado a otro imaginándola cuando estuviera dura y preparada para llenarle el coño. Soltó los huevos y llevó sus dos manos a la polla. El tufo era asqueroso, pero se preparaba para lo peor cuando le bajase el pellejo. Empezó a bajárselo lentamente, deleitándose del momento en que empezaba a asomar el capullo gordo del viejo. A Merche se le pusieron las tetas más duras y los pezones más gordos cuando le dio la primera bocanada de peste. Desde la misma raja de la uretra una capa blanca de sebo apestoso   cubría todo el capullo.

Merche sonrió de forma lasciva. Le encantaba tragar esa capa blanca que tenía ese sabor a macho puerco.

-Anda cerda límpiala - le soltó el moro.

Sus tíos mientras devoraban un trozo de pizza cada uno, rodearon al moro hasta ponerse a su lado. Sabían lo guarra q era su sobrina. Para ellos no era nada nuevo verla protagonizar estas guarradas, pero no dejaban de sentir morbo y querer verlo en primera fila. Merche sabía perfectamente como deshacer ese sebo para poder llevárselo en su totalidad a la boca. Dejó caer saliva en el gordo capullo del moro. Despacio, para que resbalara por toda la cabeza de esa polla que con el manoseo de la joven se estaba poniendo más gorda por momentos. Una vez mojado el capullo, comenzó con su dedo a pasarlo por toda la piel del nabo extendiendo su saliva. Así, poco apoco, se iba acumulando en cada pasada de su dedo más partículas blancas. Poco a poco el capullo quedó limpio de esa capa blanca que se acumulaba como una pequeña cucharada de yogurt en el dedo de Merche. Ya totalmente empalmada la polla de 24 centímetros se acercó a la cara de la joven llenándole sus fosas nasales de ese embriagador olor. Entonces Merche llevó su lengua a los pliegues del pellejo que se acumulaban en la base del capullo. Ahí quedaba algo de sebo que recogió con la punta de su lengua metiéndola hábilmente entre los pliegues del pellejo del moro. Eso le sirvió para probar el sabor de tan preciosa carga que guardaba la polla de Hamid. El premio gordo estaba en el dedo de Merche que levantando la vista miró a los ojos al moro y le enseñó sonriente el dedo con esa pringue blanca acumulada.

El moro por fin pudo soltar la chilaba y tener sus manos libres para coger su cerveza y un trozo de pizza. La chilaba quedó formando una pirámide por el empalme de la polla; la cuál ante el cese del sobeteo por parte de Merche, empezó a bajar lentamente perdiendo su rigidez.

-Abre la boca guarra- le dijo Hamid a Merche.

Ella sonriente, parece q esperaba la orden del moro y abrió su boca grande, pero de finos labios. El moro carraspeó, y un espeso salivajo empezó a resbalar de su boca. Era solo saliva, pero muy espesa. Merche abrió más la boca para no perder la oportunidad de saborear la saliva del moro. cuando cayó sobre su lengua, cerró la boca saboreando el sabor a moro viejo. Entonces Hamid le dijo:

-Venga, ahora el aperitivo - y le señaló a su dedo.

A Merche no hubo que repetirle la orden, se introdujo el dedo con el yogurt de macho y cerró sus labios para chupetearlo.

-delicioso Hamid. Esto está de puta madre.

Mientras se sucedía esta morbosa escena, todos habían ido comiendo pizza. El taxista se había quitado los slips que con lo pegados que estaban necesitó la ayuda de la tía Merche para bajárselos. La tía, que ya había catado la polla del taxista en alguna ocasión aprovechó para darle un chupetón al bajarle el pellejo. Esta polla era más corta que la del moro. Pero incluso más gorda. Parecía una lata de cerveza cuando se empalmaba. Esto ya lo sabía la tía Merche, pero su sobrina lo comprobaría durante esa tarde.

-Venga que tengo hambre. Quiero mi pizza- dijo Merche.

Entonces, los cuatro viciosos que estaban disfrutando de la joven cerda, le dieron de comer; uno a uno fueron masticando un buen trozo de la pizza. Fueron acercándose en fila al plato que vacío esperaba en la mesa y fueron dejando caer en él una bola de pizza masticada. Merche esperaba como una buena cerda. Sin cubiertos para coger la comida con las manos. El último fue el taxista.

-Ya está servido el primer plato. A comer cerda.

Y Merche sonriente se lanzó a coger con sus dedos esas bolas de comida pastosa y caliente. Todas sabían igual menos la de Andrés, que tenía un gustito a cerveza que a Merche la puso más cachonda. Mientras la joven cerda comía su asqueroso almuerzo, ellos se acercaban cuando les salía un eructo para echárselo en la cara. Para lo que Merche giraba su cara y abría la boca para que le entrara más profundamente el olor. Ya Merche estaba acabando de comer cuando el moro se llevó la mano al vientre.

-Yo ya tengo ganas de cagar dijo. Y los demás asintieron.

-Coge el vaso y vente al baño Merche, vamos a darte el segundo plato - su tío llevaba la voz cantante; él ya tenía previsto los pasos a seguir con la cerda de su sobrina. Su tía llevaba el plato prácticamente vacío en la mano. Solo quedaba algunas babas al fondo del mismo. A la sobrina se ve que le había gustado su primer plato viendo cómo lo había dejado de vacío.

Antes de salir andando hacia el baño, su tía le dijo:

-Oye, que se dice - sonriendo.

Y Merche ya de pie, mientras se sobaba las tetas apretándolas y levantando sus duros pezones, dijo:

-Ayy gracias. Estaba muy bueno. Y pasó a comerle la boca uno a uno.

El baño era un baño normal para un piso de tres dormitorios. No era pequeño, pero para 5 personas y con el calor que hacía, era agobiante.

-Primero la bebida calentita. Ponte de rodillas al lado del váter con el vaso, Merche.

La joven, cachonda perdida que estaba, no tardó en hacerlo   con su culo pegado en los talones; con una mano sujetaba el vaso y con la otra se recogía sudor de los sobacos que le caía en grandes gotas y se las llevaba a sus tetas para darle sabor. Las masajeaba y levantándolas se chupaba el pezón.

-Yo primero que no aguanto más - dijo su tía. Se sentó en la taza y se escuchó un pedo. A lo que Merche rio abiertamente; debido a su postura no podía ver la meada de su tía, pero la oía perfectamente. Entonces soltó el vaso y con sus dos manos sobaba el muslo más cercano a su lugar y las tetas pequeñas, caídas y gordas que tenía su tía. Un chorro potente sonaba saliendo del coño peludo de la madura. Cuando terminó se incorporó, recogió con sus dedos gotas de meado del coño y lo llevó a la boca de su sobrina. La tía dejó su lugar delante del váter a su marido Pepe. Merche se puso más cachonda porque de los machos, podría ver la meada perfectamente debido a su posición. Ya había captado que el plan de su tío no era mearla encima. Era mear todos en el váter y que ella metiera el vaso y sacara el pis concentrado de todos. Humillante y perfecto plan. Con la de veces que ya su tío le había meado, Merche sabía perfectamente cómo eran las meadas de Pepe. Un chorro largo pero uniforme; hasta terminar goteando. Pepe dirigía el chorro   contra el fondo de la taza para que sonara y produjera espuma. Merche esperaba que su tío terminara para que la dejara recoger las ultimas gotas. Así lo hizo. Al acabar Pepe le acercó la polla para que Merche pasara su lengua por la uretra y pudiera recoger unos gordos goterones. Su tío se apartó. Era el turno del gordo. La joven estaba impaciente primero por ver cómo serían las meadas y la mierda de sus machos de hoy. Y también impaciente por comer ya. Apenas tenía en el estómago lo poco de mollete que le dio su tío esa mañana y ahora la pizza. En verdad tenia los intestinos llenos. No iba a cagar desde ayer porque le gustaba que cuando le follaran el culo hubiera mierda. La volvía loca ver salir las pollas de su culo bien enmarronadas para así tirarse a devorarlas y sacarle el sabor de su propia mierda.

El gordo acercó su polla a la taza. Merche levantó su cuerpo para pegar su cara a la polla del taxista y poder ver de cerca la meada. Sus manos masajeaban la pierna del gordo más cercana a ella y la llevaba al culo gordo de Andrés recogiendo chorros de sudor en un dedo y llevárselo a la boca. Entonces el capullo se puso más gordo y reventó una meada súper potente. Un chorro gordo amarillo oscuro, que salpicaba gotitas por lo que Merche acercó aún más la boca y sacó la lengua para recoger esas pequeñas gotitas. El gordo suspiraba y sujetó la cabeza de la joven guarra por su cola de pelos acercándola el mismo al chorro. Merche notaba el calor que desprendía el orín incluso le parecía ver vapor saliendo del gordo miembro. El gordo sacudió la polla haciendo que gotas más gruesas de las que Merche había recogido hasta ahora, cayeran en la boca de la joven. Mientras el gordo retrocedía y dejaba su sitio al moro, Merche miró dentro de la taza y pudo ver que después de tres meadas el color ya era de un color dorado muy oscuro.

Y le tocó el turno de mear a Hamid. Sorprendentemente el puto moro seguía con la chilaba puesta a pesar del calor que hacia dentro de aquel baño. Merche comprendió que el moro era un auténtico cerdo y lo que pretendía era aumentar su sudor, su pestilencia aún más. Ambos se miraron con una sonrisa diabólica. Señal de que los dos guarros habían conectado. El moro le acarició la cara llevándole un dedo a su boca para que lo chupara; Merche agarró su mano, y mirando de cerca que dedo tenía más mugre en su uña, lo cogió y se lo llevó a la boca sonriendo babeándolo y metiéndoselo entero hasta la unión del dedo con la mano. El moro sacó el dedo bien lleno de babas y rieron abiertamente.

-Buena puta estás tú hecha.

-Has visto? ¿A qué te gusto? Contestó Merche con su amplia sonrisa tocándose las tetorras duras como rocas.

El moro se hizo hueco en el baño y comenzó a sacarse la chilaba. La peste inundó aún más aquella habitación. El olor nauseabundo que se concentraba en los bajos del moro era horrible, pero a nuestra protagonista la hizo temblar de placer. No pudo reprimir pegarse a las piernas del moro y sobarlo a gusto para llevarse en sus manos el sabor del sudor de Hamid.

El moro dio un paso al frente para pegarse más a la taza lo que hizo que Merche arrastrara sus rodillas para no perder el contacto con la piel del moro. Hamid soltó un suspiro y se descapulló la polla. Al echarse la piel hacia atrás una gota espesa de baba asomó por la raja del capullo a lo que Merche llevó rápidamente un dedo para que no se desperdiciara. La saboreó mientras salía un primer chorro de escasa cantidad. Al contrario que el taxista, la meada del moro consistió en varios chorros. Apenas paraba de salir cuando la cabeza del nabo se levantaba y volvía a salir otro chorro. Era un pis muy amarillo. Casi brillante y extremadamente oloroso. Aunque para olor el que subía del fondo de la taza. A pis caliente y concentrado. Cuando caía las ultimas gotas el moro soltó un sonoro pedo. El olor a mierda inundó el cuarto de baño. Era el aviso de Hamid de que necesitaba descargar ya. Aun no se había apagado el sonido proveniente del culo del moro, y la joven Merche tal como sus oídos lo captaron, llevó rápidamente su nariz al ojal del moro.

Absorbió todo el olor que pudo y al ver mierda seca pegada en los pelos del culo del moro sacó su lengua para saborearla.

-Quita cerda. Que como me metas la lengua me cago - dijo Hamid, mientras con su mano apartaba a la joven que reía descojonada.

-Venga vamos a darle ya el segundo plato que tiene que tener hambre la cerda esta.

-A cagar en el lavabo y que ella escoja un poco de mierda de cada uno. Toda no, que no queremos que se empache - todos rieron la gracia de Pepe.

Merche antes de levantarse, metió el vaso en la taza. Lo sacó lleno de meado concentrado y se lo bebió de un trago. Todavía estaba caliente.

-Cómo está eso guarra? - preguntó sonriendo su tío.

-De puta madre tito, y soltó un eructo a meado. Merche se quedó de pie para poder ver cagar a todos, pero antes se agachó y llenó el vaso de nuevo para después tener algo para beber cuando se sentara en la mesa. Lo soltó en la cisterna y agarró el plato a la espera que empezara la sesión de cagadas. Aunque el moro era el que más ganas tenia dejaron primero q fuera Merche, la tía, la primera. Era la más baja así que necesitaba subirse a un pequeño taburete para que su culo quedara a la altura del lavabo. Una vez subida, se encorvó lo suficiente para que el ojete quedara dentro del lavabo. Su sobrina agachó la cabeza para poner su cara a la altura del culo de su tía, mientras le acariciaba los muslos y las algas del culo escuchó como su tía hacía fuerza para expulsar su mierda. Merche, cachonda perdida, de imaginar lo que se le venía encima, miró a la cara de su tía, pero esta no la miraba. Estaba con su cara congestionada y los ojos cerrados.

Así que Merche volvió a concentrase en el culo de su tía a esperar su mierda. Entonces apareció el primer mojón. Los gemidos del gusto de cagar de su tía fueron acompañados de los mojones que caían pesadamente golpeando el interior del lavabo. Fueron cuatro buenos trozos de un color marrón precioso. Poco olorosa y blanda. Mientras su tía se bajaba Merche se acercó a comerle la boca.

-Gracias tata! - le dijo, y agarrando uno de los mojones lo puso dentro de su plato. La tata salió del baño llevándose el taburete. No le importaba perderse el resto del espectáculo porque como ya hemos dicho, no era muy amante de estos juegos con la mierda. Si lo hacía era por su sobrina.

Inmediatamente se acercó al lavabo Hamid. Sabiendo ya lo puto cerdo que era el moro, Merche tenía puestas muchas esperanzas en que el puto moro no la defraudara. Y así fue.

El moro sólo tuvo que levantar un poco sus talones para que su ojete diera al interior del lavabo. Una explosión de mierda y olor fétido llenaron el baño. El moro no paraba de soltar mierda, súper blanda, pero no líquida. Resbalaba por el lavabo blanco lentamente. Menos mal q su tío antes de empezar la sesión de recogida de mierdas tuvo el acierto de poner el tapón. Si no, esta maravilla que salía de ese ojete negro y peludo se hubiera perdido para siempre.

¡Tata trae una cuchara! - gritó Merche.

¡Que sea grande! - dijo mientras reía.

Su tía prefirió no preguntar para que necesitaba una cuchara. Se limitó a asomarse al quicio de la puerta y extendiendo el brazo le dijo:

-Toma niña.

Merche cogió la cuchara y pasó tres buenas cucharadas de la mierda del moro a su plato. Aún queda dos culos más por servirse y quería catar el contenido de todos. De todas formas, dentro del lavabo quedaba bastante del moro ya que este se había quedado a gusto vaciando sus intestinos. Al separarse el moro del lavabo y poner el culo delante de Merche, esta pudo ver de cerca el ojete del moro con todos los pelos pegados con un buen pegotón de mierda pegado. Rápidamente pasó la cuchara por la raja del culo del moro para recoger todo lo posible y la tragó sin contemplaciones.

-Ummmmmmmm - exclamó la muy cerda. Parecía increíble que una chica tan guapa, de rasgos tan finos, pudiera ser tan guarra.

-En el baño no se come, ¡Asquerosa! -  Le dijo su tío dándole un guantazo fuerte, pero con cuidado de no tocar cerca de los labios de la joven ya que la mierda de Hamid permanecía en ellos.

Todos rieron la gracia de Pepe. Hasta Merche se descojonó.

El guantazo no fue nada nuevo en sus juegos. Ya Pepe sabía que a su sobrina le gustaba de vez en cuando q le calentaran la cara y el culo con un la mano.

El taxista q ya se acercaba al lavabo para darle su parte del almuerzo a Merche pudo ver como la joven había disfrutado del guantazo de su tío. Así q le dio otro a la joven en el otro cachete de la cara mientras le decía

-para q no te quedes coja – y se descojonó.

Merche sorprendida se llevó la mano al notar el calor en su cachete pero rápidamente acompañó a los demás en sus risas y le dio un beso húmedo en el ojete al gordo al pasar delante de su cara. El gordo al igual que el moro, sólo tuvo que elevarse un poco para poner el ojete a la altura del lavabo. El taxista empezó a apretar con todas sus ganas. Merche de este tío esperaba una mierda de mojones duros y no se equivocaba.

-Niña, mete un dedo y me tocas la mierda para ayudarla a salir.

A Merche no le faltó tiempo para chuparse un dedo y cumplir la orden del gordo. suavemente introdujo el dedo índice. hasta llegar a la mierda entonces el gordo apretó y lentamente sacó Merche su dedo al notar que ya venía su almuerzo. un mojón largo y duro como una piedra apareció por el ojete de gordo. mientras Merche se chupaba el dedo apenas manchado, pudo ver como el gordo cortaba la cagada cayendo la dura mierda rodando al final del lavabo. Apareció otro igual por el ojete del   gordo, pero en esta ocasión más corto, pero igual de duro. Terminó al lado de su antecesor al fondo del lavabo. Parecían dos pollas de color marrón oscuro. Merche cogió el segundo, el más pequeño. Era suficiente para almorzar. Al grande le vio tanto parecido a una polla que pensó que ya le daría utilidad más tarde. Su plato ya tenía mierda de tres culos diferentes y eran de tres texturas diferentes. Le tocaba el turno a su tío, pero nuevamente para Merche no habría ninguna sorpresa porque ya conocía como solía darle su tío las cagadas.

Pepe debido a su altura fue el único que no necesitó elevarse para poner el ojete a la altura del lavabo. Merche le agarró el nabo a su tío y le dejó caer un salivazo en el capullo. Sabía que así su tío se relajaba y le ayudaba a cagar a gusto que le sobaran el nabo mientras cagaba. Ya habían sido muchas cagadas de su tío con ella agachada de rodillas delante de váter sobando la polla y escuchando la mierda caer en el agua. Su tío dijo:

-Ahí va, toma guarra, toma tu comida.

Y un largo churro ancho de color marrón empezó a caer en el lavabo de forma interminable. Merche sin dejar de sobar el nabo se asomaba por el lado de la cadera de su tío para ver cómo se vaciaba los intestinos. Aquella serpiente blanda no paraba de salir. Llenó medio lavabo empujando al fondo la mierda de su esposa. Cuando cortó, aquella rosca podía tener treinta centímetros fácilmente. Merche la cogió con sus manos manchándose sus dedos y la partió por la mitad. Suficiente para coronar el plato de su almuerzo.

Marcharon todos al salón. Merche con el plato de su almuerzo en las manos. Orgullosa y contenta de lo que se iba a meter en el estómago. Hamid le llevaba el vaso de meados. Nuevamente se sentó ella en su silla y todos la rodearon.

Puso su plato delante y le pidió el vaso al moro. Entonces este le dijo:

-Espera que te lo remuevo - y metió su gordo capullo y algunos centímetros más de polla en el vaso y lo removió. Merche sonrió ante la puerca ocurrencia del moro. Cuando ya parecía que iba a empezar a comer, miró con su cara angelical a su tío guiñándole le dijo:

-Que soso así no? ¿Sólo con mierda? ¿No le vais a poner algo más?  - sonreía enseñando su blanca dentadura.

-Yo que os dije? – dijo Pepe dirigiéndose a sus invitados.

-Os dije que era la más puerca que os podéis encontrar en la vida - y riendo a carcajadas le dijo a su sobrina:

-Anda toma. Asomó su cabeza sobre el plato; Merche se retiró hacía atrás para dejarle hacer. Y desde su altura, su tío abriendo la boca dejó caer un montón de saliva que resbaló despacio de su boca al plato. Casualmente fue a caer en la que era su mierda dentro del plato y era tan lento su resbalar que Merche levantó la mano y acercándola a la boca de su tío cortó el hilo de la espesa saliva y lo dejó caer en el plato. Mientras su tío llamaba a su esposa para que viniera un momento a mejorar el plato de la sobrina. Merche miraba con ojos de loco deseo a los dos invitados animándolos a colaborar a seguir enriqueciendo su plato. El primero fue el taxista Andrés. Este empezó una andanada de escupitajos en el plato que parecía no querer parar. A modo de los futbolistas, tiraba escupitajos de blanca saliva, pero muy espesos. Merche sonreía de alegría y de nuevo aguantó la espera llevándose las manos a sus dos tetas. Las estrujaba y apretaba a gusto aprovechando los chorros de sudor que resbalaban por su piel. Los pezones le iban a explotar de duros. Se los estiraba hasta hacerse daño. En esas, llegó su tía. Con una mirada al plato comprendió para que fueron solicitados sus servicios. Y sonriendo soltó dos escupitajos escasos. No era muy de escupir tampoco la tía Merche. Pero colaboró de otra forma. Llevó un dedo a su coño apestoso aún sin lavar y sacó una baba espesa y transparente que dejó pegada con el dedo en el filo del plato. Merche sonrió a su tía mientras veía como la baba del coño recién depositada, iba resbalando lentamente hasta unirse en el fondo del plato con las mierdas y salivas de los demás. Le tocaba el turno al viejo Hamid. Merche se puso más cachonda porque ya había comprobado que se trataba del más guarro. El cerdo de Hamid agarró el pezón gordo de Merche que tenía más cerca y empezó a jalarlo con saña.

Solo con ver esa sucia mano pegajosa, con esos dedos arrugados acabados en unas uñas negras de suciedad, verlos como tiraban de su teta, a Merche se le abrió el coño y empezó a babear la silla donde se encontraba. El viejo moro, consciente del efecto que causaba en la joven la miraba con una sonrisa sádica y mientras empezó a carraspear buscando en el fondo de su garganta el premio q esa cerda se merecía, comenzó a insultarla. Sólo había otra cosa que a Merche la pusiera tan perra como la mierda, y eso era q la insultaran recordándole lo guarra q era.

-Así que quieres más no guarra? Que puta perra eres, asquerosa. Prepárate que te voy a dar salivajos, pero con premio, cerda. Me has pillado con catarro y te va lleva un buen regalo.

Esas palabras encendieron a Merche. Su cara amplió una sonrisa nerviosa. Estaba loca por ver eso que le acababa de prometer Hamid. Ya dejó una sola mano apretándose las tetas mientras la otra se la tuvo que llevar al coño y empezar a pajearse metiéndose los dedos y jalándose el clítoris.

-Venga cabrón, suéltame lapos verdes de esos espesos, a ver si eres capaz tío mierda - gritó Merche que sabía que sus palabras iban a poner más cachondo al moro.

En el momento en que le pegó un apretón en su teta a la joven, el moro soltó un tremendo lapo.  Un gargajo súper espeso. De un verde casi brillante.

La puta de Merche gritó más que por el dolor de su teta, por el placer asqueroso que le dio el ver que el puto moro cumplía su palabra y le echaba sus mocos. El moro siguió soltando otros dos lapos más igual de verdes y espesos.

En la boca cabrón, échame uno en la boca - gritó Merche de forma descontrolada. Su mano se movía veloz en su coño. Giró su cuerpo para poner su boca abajo justo de la del moro, y su otra mano la llevo al culo de Hamid. Llevándose el sudor que resbalaba por el culo del moro al ojete para meterle el dedo en el culo y darle más gusto a su macho.

Abre la boca perra, abre, ahí lo llevas - y soltó uno más, exacto a los anteriores.

Merche lo recibió con la lengua fuera de la boca. Ahí fue a parar el lapo de Hamid y se quedó pegado sin riesgo a resbalar de lo espeso que era. Entonces la joven mirándolos a todos con su mirada de guarra, cerró la boca. Más relajada llevó de nuevo sus dos manos a las tetas, para sobárselas despacio, mientras saboreaba lentamente el premio del viejo. Parecía en éxtasis, con los los ojos cerrados saboreaba y lo pasaba por toda la boca antes de tragárselo. Pero el moro no había acabado. Se agachó dejando su cara lo más cerca posible del plato. Como ya no le salía más por la garganta decidió sacarlo por la nariz; se tapó un boquete de la nariz y soltó por el otro una vela de mocos que quedó colgando pegado encima de sus labios. Repitió la operación por el otro boquete y se repitió el resultado.

Merche sonriendo agradecida le llevo los dedos a la nariz mientras le decía:

-Ayyy mi niño chico que se le caen los mocos- y los recogió con dos dedos y von un golpe de muñeca fueron a parar al plato.

Todos rieron ante la ocurrencia de la joven. Andrés el taxista, se picó con la ocurrencia asquerosa del moro, pero ante su falta de flemas espesas, se limitó a meterse un dedo en la nariz. y a removerlo buscando un regalo para Merche. Ella mientras tanto, ya había comenzado a comer. Empezó con el mojón duro del taxista. Estaba tan duro que le resultaba más fácil cogerlo directamente con una mano. En tres bocados ya lo había masticado y devorado. Cuando metía la cuchara en el plato para remover el resto de almuerzo, el dedo del taxista se aproximó con su nuevo premio. La joven rio y con su mano libre unió su dedo al del taxista para recoger tan preciosa carga. Lo miró sonriendo y se lo metió en la boca directamente.

-Ummmm exquisito. Gracias guapo - le dijo riendo.

-Venga dejarla comer tranquila- dijo su tía. Esperarla en el sofá. Los tres machos se sentaron en el sofá mientras se sobaban las pollas esperando que la joven terminase de comer.

Su tía se acercó al baño y le llenó el vaso de meados. Comprobó que la peste en el baño era insoportable con esas meadas estancadas en el váter y su lavabo lleno de mierdas que se conservaban calientes gracias a los gordos que se tenían puesto en el aire acondicionado del salón.

-Venga pajearse a gusto que tenéis que darle el postre a la niña - dijo la tía Merche.

La joven ya rebañaba el plato. Claramente podían ver sus dientes marrones de mierda y sus labios con una capa igualmente marrón. Incluso en la comisura de la boca le colgaba un cuajarón evidentemente de los lapos del viejo moro. Su tía le trajo un cuenco pequeño de cristal. Al dárselo le dijo:

-Límpiate la boca anda guarra - mientras se reía.

Merche sonriendo se llevó la boca al antebrazo y se la paso por él. Sonrió al ver la mancha marrón que dejaron sus labios y recogió con los dedos el cuajarón del lapo que quedó pegado.

Se levantó dándose con la manita un suave masaje en el vientre soltó un tremendo eructo con un gran olor a mierda. Lo hizo de pie frente al sofá mientras veía a sus tres machos de hoy pajeándose las pollas esperando para follarla como se merecía. Recordó que estaba sin cagar desde ayer, y que con lo que tenía acumulado y lo que acababa de tragar, estaba a reventar.

El olor a mierda llegaba desde el baño inundando toda la casa.  A esto se unía el sudor que no paraban de emanar esos cuerpos, más la peste que ya traían cada uno de la calle. Su tía entró en el salón diciendo:

-Ahora el postre. A correrse de gusto en el cuenco venga-  dijo a los tres machos.

Los tres rodearon a Merche, que se había vuelto a sentar en la silla. Estaban tan cachondos que la primera corrida de la tarde estaba a punto de salirle a los tres. Merche estaba a punto de ver tres tipos de lefa. Primero fue su tío, casi sin gritar; sólo con gemidos, le lanzó cuatro trallazos de leche blanca no muy espesa mientras Merche sonreía. A su lado ya acercaba su nabo el taxista. Ese pedazo de polla gorda con un cabezón a reventar que olía a meado. Merche fue a darle un lametón a esa cabeza morada que la ponía tan cachonda pero no le dio tiempo. El gordo comenzó a gritar:

-Que me corro guarra. Toma aghhh toma leche calentita aggg pa tí y pa tu puta madre.

La lefa le salió disparada igual que lanzaba sus salivajos. Parecía una ametralladora que hizo que Merche se descojonara cachonda perdida. Ocho trallazos de una lefa muy líquida. Sin llegar a ser transparente, que se mezcló con la de Pepe de forma que no se distinguía a primera vista quien era su propietario. Aunque eso no importaba porque ya su propietaria era la cerda de Merche, que miraba ansiosa el cuenco esperando la corrida del moro para poder tragar ya la leche de sus machos.

-Acerca el cacharro, guarra que yo no disparo como este - Le dijo el moro dándole un golpe en la cabeza a la guarra de Merche.

Esta se rio ante las palabras de Hamid y levantó sus manos acercando el cuenco bajo la súper polla del moro.

El moro no aparentaba la tensión que se le presenta a un macho cuando va a descargar los huevos. Este viejo no. Simplemente sonreía enseñando su sucia boca apestosa.

¿Quiere leche guarra? Pero leche de verdad no la de estos mierdas - dijo el moro.

El cruce de miradas de Merche con el viejo era nuevamente intenso.

-Dámela cabrón, moro de mierda; vacia los huevos para mí, para tu puta perra.

De nuevo con una frialdad incomprensible el moro habló para avisar de su corrida:

-Toma guarra, todo pa ti - fueron sus únicas palabras.

Lo que Merche pudo ver asomar por la raja de ese capullo no fue normal. Un pegotón súper espeso de lefa casi amarillenta cubrió medio capullo quedando prácticamente pegada a él. El puto moro sonreía tranquilamente. Cualquiera diría que se estaba vaciando los cojones. Merche abrió los ojos sorprendida, pero notando como le entraba esa sensación de cachondez que el puto moro le había conseguido sacar hoy.

-Ostias cabrón - dijo Merche acercando más el cuenco ante el miedo de perder alguna gota de ese néctar de macho. Inmediatamente otra contracción en ese pedazo de polla indicaba que iba salir más lefa; así fue.  Otro pegotón igual que el primero salió empujando al anterior haciendo que las primeras gotas de la leche del viejo cayeran dentro del cuenco. Otro más, y otro y otro. Hasta siete contracciones de polla ayudaron a vaciar los huevos del viejo Hamid apenas una pequeña porción de esa masa espesa amarilla había caído dentro del cuenco. La mayor cantidad de ese grumo se había quedado coronando el capullo amoratado del viejo moro. La polla parecía un cucurucho de nata; sólo que esta nata era de un tono amarillo y con un aspecto tan desagradable que tiraba para atrás de asco. Eso a cualquiera menos a la guarra de Merche que despertaba sus más bajos instintos en momentos tan guarros como este.

-Qué bueno tiene que estar esto cabrón, dame que me muero si se cae - gritó Merche mientras delicadamente con su índice de uña pintada de azul, recogía todo el gran pegote que se había acumulado en el capullo. Lo dejó caer en el cuenco y mientras lo miraba con su deseo más insano a flor de piel, lo comenzó a remover para mezclar bien el zumo de los tres machos.

-Me cago en su puta madre, no se mezcla jajaja - reía descojonada Merche.

-Trae puerca – le dijo el moro.

-Que le voy a dar el toque final.

El moro llevó uno de sus dedos a la boca de Merche; ella la abrió sonriendo pensando en que puta guarrería se le había ocurrido ahora a Hamid. Se lo ensalivó entero, aprovechando para darle con la lengua debajo de la uña y sacarle la suciedad. Cuando el moro lo notó bien mojado, lo llevó lentamente a su culo mientras seguía sonriendo. Hamid se separó una nalga. Le costó trabajo sujetársela separada por la delgadez que tenía y por lo mojada de sudor que estaba que hacia resbalar sus dedos. cuando lo consiguió esa peste a culo de viejo cagado llego a la nariz de Merche, que ya entendió el plan del moro y sonrió contenta. Lentamente el moro se introdujo su dedo ensalivado. Lo sacó y lo volvió a meter varias veces hasta que lo sacó lentamente. Solo traía una pequeña porción de mierda ya que antes lo había soltado todo. Metió el dedo en el cuenco ante la mirada de cachonda de Merche que no perdía detalle. Y entonces sí; con una energía sorprendente para un viejo de su edad y que se acababa de correr de gusto, meneo el dedo como una batidora dentro del cuenco. Aquello ahora si q estaba bien mezclado pero el aspecto era aún más asqueroso. Aquel liquido blanco aparecía con unas manchas más espesas amarillas repartidas por todo el medio cuenco. Merche lo miraba embelesada hasta que nuevamente la voz de su tío la sacó de su puerca ensoñación.

-Venga coño. Bebe ya. Que ya estoy empalmado y te tengo que follar el culo antes de irme - gritó Pepe.

Merche con la misma tranquilidad de la que bebe un vaso de agua, se lo bebió de un tirón. al separar el cuenco de su cara todos rieron al ver un bigote blanco sobre su labio y un grumo espeso pegado de su gafa de pasta. Ella rio descojonada acompañando a los demás en sus risas. Se imaginó lo que había pasado, dio una pasada con su lengua por su labio superior y con la ayuda de su dedo recogió la lefa que quedaba alrededor de su boca y en sus gafas. Miró al fondo del cuenco y vio dos espesos goterones de leche amarillenta que habían quedado pegados en el cristal. Como una niña golosa, lo rebañó con sus dedos y los llevó a su boca,

-Umm no veas que buena la lefa del puto viejo. Ven aquí cabrón que te como la boca como premio. Y levantándose y sabiendo que el viejo era tan puerco como ella, y no le hacía ascos a nada, le comió literalmente la boca. Con sus manos agarró las caderas huesudas del moro pringándoselas de sudor y con su lengua le recorría toda las encías y los escasos dientes. El intercambio de babas era abundante y el viejo aprovechaba la que caía para extenderla por las tetas de la joven y volver a castigar sus duros pezones probando una vez más su elasticidad.

  • Venga ya cojones, ponte en el sofá que te va meter el puño tu tía. Después te follo el culo y ya te quedas follando con estos cabrones - dijo Pepe, a lo que siguió las risas de todos.

  • Y por favor, cuando terminéis abrirme las ventanas que se airee la casa. Si no, esta noche será imposible dormir aquí con esta peste - gritó la tía Merche apareciendo de la cocina con la tarrina de tulipán en la mano.

Merche se acomodó espatarrándose en el sofá agradeciendo encontrase la sábana con ese olor a sudor impregnado. Su tía se arrodilló delante de la joven haciendo que Merche abriera aún más sus piernas. Pepe se subió al sofá poniendo la polla a la altura de la boca de su sobrina. Merche sacó el coño más afuera del sofá para facilitar a su tía la labor de meterle el puño. Cuando vio que ya estaba bien situada y que su tía iba a empezar a fistearla, se metió en la boca la polla de su tío. Estaba casi empalmada. Con unos buenos lametones la pondría en toda su plenitud.

  • Que rica está tito. ¿Te gusta como la chupo?

-Dale anda cerda, métetela entera en la boca que te voy a follar el culo.

Mientras su tía, se embadurnaba el puño en la tarrina de Tulipán. Su sobrina ya tenía el coño bastante grande pero siempre está bien suavizar un poco la penetración para empezar; además, el olor a Tulipán en el coño les daba todavía más morbo. Tal como metió los dedos, con un poco de presión, entró el puño entero resbalando hasta la muñeca.

-Aghhhhh que gusto hija de puta- gritó Merche sacándose un momento la polla de la boca. En un momento la polla de Pepe volvió a ser el centro de atención de su sobrina. Abajo. Su tía se esmeraba apretando el brazo cuando entraba.

-Toma, toma perra. - Acompañaba con un “toma” cada empuje en el coño de su sobrina. La mantequilla resbalaba del coño mojándole el ojete a Merche facilitándole lo que le vendría después. Otra cantidad de mantequilla se había acumulado en la mata de pelos que la joven tenía encima de su coño. Merche cada vez aumentaba el ritmo de la mamada debido al orgasmo que le estaba subiendo de la punta de los dedos de sus pies hasta el coño.

-Quita cerda que no me quiero correr que te tengo que follar el culo de puta que tienes - dijo Pepe a su sobrina.

-Que me corro tata, que me corro, sigue con tu puta madre no pares joder. - Su tío esperaba de pie tras su tía. Con el rabo totalmente empalmado. Más atrás, esperaban los otros dos machos sobándose las pollas.

El ritmo de la tía ya era infernalmente rápido y profundo. La joven se pellizcaba los pelos del coño con una mano y con la otra los melones duros como piedras, con sus dos pezones empitonados que parecían llamar al taxista y al viejo moro.

-Aghhh que me corro, que me corro guarra aghhhh. - La joven Merche tensó su cuerpo. Los dedos de los pies se le doblaron encogidos y se llevaba el sudor y la mantequilla que encontraba en su mata de pelo a la boca como queriendo apagar su sed de guarra que la consumía.   Relajándose mientras veía a su tía sacar el puño lentamente de su coño, sonrió a todos con una gran sonrisa en su cara. Se acababa de correr como una puta perra.  Su tía ya de pie, se sentía feliz por contribuir a mantener la calentura de su puta sobrina.

-Voy a vestirme y nos vamos. Fóllale el culo a esta perra. Dijo la tía Merche mientras salía del salón.

Merche ya estaba recuperada y su grado de calentura y guarrería no solo no se apagó, si no que había aumentado viendo lo que le quedaba aun por delante. El moro y el gordo ocuparon el sofá.  Se la sobaban despacio sabiendo que después les tocaba su turno. Merche tiró un cojín en el suelo para sus rodillas y se puso a cuatro patas esperando el nabo de su tío. Como buena guarra que era no perdió el tiempo y agarró los pies del moro y del gordo. Su intención era meterle un buen repaso de lengua mientras le partían el culo. En la mezcla de olores asquerosos que inundaban la casa el de queso rancio de los pies de esos dos machos era el menos fuerte. Pero ahora los tenía pegados a su nariz y era ese olor asqueroso el que llenaba de lleno sus fosas nasales. Aprovechó los últimos restos de babas que el viejo le había dejado en sus tetas para al ojete. Se lo mojo bien y al meterse un dedo se topó con la mierda; entonces recordó que estaba sin cagar. Su tío la iba a vaciar ahora; él le tenía cogido el punto para ello.

Merche saboreaba los cuatro pinreles que tenía a su    disposición, pero le faltaba saliva para tanto pie.

-Escupirme cabrones - les dijo a los machos sentados en el sofá.

Una lluvia incesante de babas siguió a sus palabras; cada cerdo a su estilo. El moro acercaba su cara para dejar caer goterones espesos sobre sus pies y sobre la cara de la rubia guarra. Los de Andrés eran disparos certeros de saliva que soltaba sin inmutarse desde el fondo del sofá. Merche al ver lo que le venía encima se quitó las gafas dejándolas a un lado y así poder disfrutar a gusto de esta nueva guarrería.

Mientras, Pepe apuntaba el misil de su nabo al ojete de la puta de su sobrina. Primero le hincó media polla. Ahí paró al notar como estaba de llena la joven Merche. De otra estocada le pegó los huevos al culo. Empezó un mete saca despacio. Su sobrina entre chupeteo de pies gemía gustosa.

-Así tito dale, cabrón. Dame fuerte ya.  Sácame toda la mierda como tú sabes, que gusto cojones.

Pepe sacó despacio el nabo y lo vio cubierto totalmente de una capa marrón. Entonces supo que Merche estaba lista para evacuar. Le volvió a meter la polla; pero esta vez hasta el fondo sin contemplaciones.

-Aghhh así cabrón. Que gusto - gritó Merche.

Pepe le agarró la coleta de su pelo levantándole la cara a la rubia. momento que aprovecharon los cerdos del sofá para aumentar el babeo sobre la cara de Merche y a pasarle los pies por sus duras tetas.

  • ¿Ya te quieres cagar perra? ¿Preparada? -Gritó Pepe

  • Dale tito dale fuerte ya. Sácame toda la mierda cabronazo.

Entonces tirando más de la sucia coleta, su tío empezó un mete saca brutal. La tía Merche que los escuchó desde su cuarto en el que se estaba poniendo el bikini, salió corriendo por el pasillo para no perderse el espectáculo que daría a continuación su sobrina.

-Dame fuerte dame. Que me cago, que me cago tito. Dame fuerte cabrón. Que me cago, que me cago, toma mierda aahhhh.

Y como si estuviera ensayado, en el momento en que la rubia iba a explotar, su tío saco la polla y se levantó rápidamente.

De pie con su polla balanceándose llena de mierda, pudo observar en primer plano lo que vino a continuación. Su mujer había cogido el plato de la mesa y lo había puesto en el suelo a la altura del ojete de su sobrina y ya estaba a su lado sobándole el culo sudado mientras miraban a la joven. Y los dos cerdos del sofá, se levantaron rápidamente para ver a la rubia en acción. Sin continuidad al sacar su tío la polla Merche gritó:

-Toma mierda cabrones…

Una gorda serpiente blanda comenzó a salir rápidamente por el ojal de la guapa rubia. Ella temblaba con estertores de gusto mientras no paraba de salir mierda. Después de más de 30   centímetros de mierda enroscada, se cortó empezando a salir otra igual de ancha pero más corto. La rubia había formado una montaña de mierda entre sus piernas. Parecía mentira que ese cuerpo delgado con ese vientre tan fino hubiera sido capaz de guardar tantas horas esa cantidad de mierda. Parece mentira que esa chica tan guapa y elegante, que te podías cruzar por la calle en cualquier ciudad, fuera capaz de hacer semejantes guarradas.

Cuando salió del trance, Merche se levantó mirando su obra de arte.

-Cuidado con pisarla que es para mí para después –Todos rieron a la vez ante la demostración una vez más, de total cerdada por parte de la rubia. Su tío se fue a limpiarse la polla con unas toallitas ya que al baño no se podía entrar de la peste acumulada que allí hacía.

Merche le dio una palmada al gordo en su muslo indicándole que se echara a un lado del sofá para ella poder sentarse entre los dos machos. Ahora le tocaba el turno de disfrutar de estas dos pollas dentro de su cuerpo. La rubia echó mano a las pollas. Una tan diferente a la otra. La del taxista era gorda; ancha de venas azules marcadas. Esa la iba a rellenar como un pavo para dejarle los boquetes bien abiertos. La del viejo moro súper larga. Con un capullo gordo que parecía un sombreo. Curvada. Esa le tocaría el útero y en su culo, le sacaría el ultimo pegote de mierda que le hubiera quedado en su interior.

La rubia con la calentura subiéndole una vez más esa tarde, giraba la cara a uno y otro lado para no perderse detalle de la cara de gusto de sus sucios amantes. Ellos a su vez soltaban salivajos alternativamente; una vez encima de su polla para facilitar a la rubia la paja, otra vez a la cara y boca de Merche cuando esta los miraba.

Bastante cachondos estaban ya y eso se notaba en la dureza que empezaban a alcanzar sus pollas. Pero la rubia tenía que seguir demostrando lo guarra que era y dio rienda suelta a su sucio vocabulario.

-Me vais a follar a tope ahora cabrones? Venga que tengo el coño ardiendo, tengo ganas de polla de madurito vicioso - decía Merche sonriendo.

Al decir estas palabras se abrió de piernas dejando sus muslos apoyados encima de los muslos de ellos, dando una visión de su coño abierto. Automáticamente los dos machos llevaron sus manos al coño abierto de Merche, pero el moro fue más rápido y se apoderó de él. Mientras, el gordo llevó sus manos a las tetas de la joven rubia. La peste a sudor inundaba el sofá.  De repente la rubia exclamó:

-Aghhh que me haces cabrón, que gusto- dirigiendo sus palabras a Hamid.

El moro metía sus sucios dedos en el coño de Merche alternado con el ojal de su culo. Los sacaba, se recogía sudor de sus nalgas chupadas, se metía un dedo en el culo y lo llevaba de nuevo al coño de Merche.

-Así perra. Que te huela el coño a mierda de viejo.

Como si estuviera ensayado, los tres se levantaron a la vez. Merche se puso de rodillas y los dos machos delante de ella. Tocaba una buena mamada para poner esos rabos bien tiesos para que se la follaran hasta el fondo. En ese momento aparecían en el salón sus tíos.

-Nosotros nos vamos ya. Quedarse tranquilos follando a gusto. Ya os llamo cabrones- se despidió Pepe del grupo.

  • No olvidarse de abrirme las ventanas. Adiós- dijo la tía Merche.

  • Adiós colega - Dijo el moro.

  • Nosotros nos vamos pronto también. Yo tengo que seguir con el taxi y Hamid tiene que abrir la tienda. El tiempo de follarnos a esta perra y nos vamos -fue la despedida de Andrés a la pareja.

Merche no pudo hablar. Ya tenía la boca llena de polla. En ese momento la gorda polla del taxista la tenía medio ahogada. Con su otra mano soltó un momento la larga polla del viejo para decir adiós con la manita a sus tíos. La polla ya medio tiesa se balanceo bajando por el peso del capullo, pero ya rápidamente Merche la volvía a sujetar por la base, cerca de los huevos; y cambiando de polla se metió de una tacada media polla del moro.

La cara de la joven se impregnaba del sudor de ambas barrigas de sus machos que chorreaban dejándole un olor apestoso en la cara. Como despedida de la mamada, se metió hasta el fondo primero la gorda de Andrés, que le hizo abrir sus labios a tope, y después la del viejo moro. Hasta los huevos. La aguantó unos segundos hasta que medio ahogada se la sacó de golpe. Poniéndose de pie, se pegó unas cachetadas en el coño salpicando babas y gotas de sudor y dijo:

Venga al lio de montepío. Meterme polla ya cabrones. Tu primero por el culo pa que me lo dejes bien abierto.

Merche cogió de la mano al viejo y con la otra le sobaba el culo. Lo sentó en el sofá mientras le decía:

-como me pone de cerda ese culo cabrón. Después te lo voy a comer a gusto.

El moro sonreía mientras que con una mano se daba palmadas en el muslo invitando a la joven a subirse sobre él y con la otra se agarraba la polla ayudándola a que se quedara tiesa para q la joven se ensartara. En un segundo Merche se había sentado en la polla del moro. Se dejó caer de golpe para que le entrara entera y dándose cachetadas en su culo le dijo al gordo:

-Venga cabrón. Párteme el culo ya.

El sofá tenía la altura perfecta para que el ojete de la joven Merche quedara a la altura del pollón del taxista. Le tiró un escupitajo certero que se pegó en el ojete, y acercó su cabezón morado.

Primero metió el capullo despacio. Merche que estaba comiéndole la boca al moro, paró en ese instante y levanto la cabeza para mirar la maniobra que realizaba el gordo en su culo. Se cruzaron ambas miradas lascivas y Merche sonriendo asentó con la cabeza como dándole permiso al gordo para q metiera la tranca entera.

Entonces el taxista empezó a empujar despacio, pero sin parar: sin importarle si Merche se quejaba. Las venas hinchadas de la polla parecían que iban a reventar mientras se iban perdiendo de la vista del gordo y entrando en el ojete de Merche. El ojal se extendió para dar cabida a tal ancho de polla.

-Dame caña ya cabrón. Aunque Merche lo dijo en singular, claramente se refería a ambos machos. Quería que uno le reventara el ojete abriéndolo a tope y que el otro le metiera la polla hasta el estómago. Primero uno y después otro comenzaron la salvaje follada. El golpeteo de los huevos con el coño y con el culo de Merche era lo único q se oía en la casa en ese momento. Eso y los gemidos de gusto de la joven.

-no te vayas a correr que le vamos a dar una sorpresa a esta puta - le dijo el moro al gordo. Este no contestó de lo concentrado que estaba en la perforación anal, pero había captado el mensaje de Hamid. Salpicones de sudor saltaban en cada golpeteo de cintura. Encima del calor que hacía en la casa, el follar pegada a esos cuerpos, sobretodo el del gordo prácticamente encima de ella, hacía que Merche sudara copiosamente. Un río le caía por la espalda y entre sus tetas.  El silencio de la casa roto por el chop chop del folleteo parece que hacía intensificarse los olores; el más cerca de sus narices el de la mezcla de sudores. Pero la peste de la gran cagada de Merche que estaba a un metro escaso de ellos y la que permanecía en el lavabo, les llegaba perfectamente manteniendo muy alto su nivel de cerdeo.

La polla del moro le estaba removiendo el estómago en el sentido literal de la palabra. La golpeaba removiéndole lo poco que quedaba en él y Merche notó que le empezaba a subir camino a su boca. El moro le notó que algo le pasaba en la cara.

-Que pasa perra que te dan ganas de vomitar los pollazos de mi nabo, ¿no? Échalo puerca - y empezó a meterle sus sucios y largos dedos en la boca.

Merche empezó a reír complaciente al ver que el puto viejo no la defraudaba y era tan cerdo como ella. Su primera cara era porque no sabía cómo iba a reaccionar el viejo si ella le vomitaba encima, pero viendo que la animó a ello, se relajó. Dejando que subiera por su garganta e incluso agarrando la mano del viejo se la empezó a meter entera en la boca entre arcadas.

La mano y los pollazos del moro hicieron su efecto. Desde atrás el gordo parecía colaborar al asqueroso momento pegando los pollazos más fuertes aún.

-Que me viene, que me viene- pudo decir Merche cuando el viejo le sacó la mano.

-Puaghhhh-soltó Merche por su puta boca.

Fue un caño corto ya q no tenía mucho q echar. Algo suficiente para caerle en la cara al viejo al que le dio tiempo tragar parte y el resto resbaló por su pecho. Merche descojonada y feliz de su asquerosa acción le comía la boca al viejo mientras este recogía vómitos para extendérselos por sus tetas que parecían reventar. De repente el moro se llevó la mano a la boca, se sacó un trozo de comida lo suficientemente grande como para distinguir que era un champiñón de las pizzas. Ambos rieron descojonados. Era un superviviente de la masticación de alguno de ellos de cuando le dieron su comida a Merche y superviviente a la vez de la masticación de Merche de cuando comió. El viejo se lo había sacado enganchado entre dos de sus escasos dientes. Enseñándoselo a Merche le dijo sonriendo:

-Qué puerca se va comer esto? - Poniéndolo delante de la cara de la rubia. La cual, igual de sonriente dijo:

-Yoooooooooooo - Y directamente de los dedos del moro lo cogió con sus inmaculados dientes, antes blancos, ahora con manchas de todo tipo, y lo masticó para asegurarse que esta vez llegara a su estómago bien masticado.

Todos rieron descojonados incluido el gordo que había presenciado el asqueroso momento, pero sin dejar de follarle el culo a la rubia.

Vamos a cambiar ya - dijo Merche esperando que el gordo sacara su gorda polla de su culo para poder levantarse ella. Sin ningún tipo de delicadeza se lo sacó de golpe. Al menos salió prácticamente sin rastros de mierda, alguna mancha mínima, pero el olor a culo sucio era considerable. Merche se salió de la polla de Hamid y se llevó la mano al ojete para comprobar su tamaño. Los pollazos del taxista habían cumplido su labor y comprobó que un vaso de tubo le podía entrar holgadamente por él. A continuación, se levantó el moro. La funda blanca del sofá era un poema. Un poema dedicado al asco. Manchas marrones por varios sitios. Chorreaba sudor y vómito e incluso un resto del mismo más espeso flotaba donde el viejo había tenido puesto su culo. Menos mal que desde que Merche bajaba a cumplir sus guarradas a la casa, la tía Merche había puesto debajo de la funda de tela, otra de esas de plástico ara que los líquidos no traspasaran.

Le tocaba ahora sentarse al gordo, no le importó para nada los restos que había sobre el sofá. Se sentó encima y aprovechó para remojarse el ojete, y los restos más sólidos empezó a dejárselos caer sobre la polla mientras esperaba que la rubia se sentase sobre él. La rubia hubiera preferido descansar un poco sus rodillas y que el moro le follara el culo sentada sobre él y el gordo encima, pero comprendió que tal como se iban a poner era mejor para que la tranca del viejo le llegara hasta el fondo. Así que volvió aponer sus rodillas en el sofá, a horcajadas sobre el taxista. Las piernas bien abiertas a tope debido a los dos pedazos de muslos gordos que tenía el gordo y bien abierta sobre todo porque sabía que la polla del gordo era más corta. Si la quería disfrutar hasta los cojones tenía que hacer ella el esfuerzo de bajar todo lo posible su coño. La rubia gimió de gusto mientras resbalaba sobre la gorda polla. Pronto hizo tope en los gordos huevos del taxista. La asquerosa barriga gorda de Andrés le impedía ver la follada, pero notaba q tenia los labios del coño como dos alas. Le metió   lengüetazos por la cara al gordo llevándose su sabor y se palmeó los cachetes del culo como señal al moro para que le rellenara ya el ojete. Este captó la señal y coloco el gordo capullo a la entrada del culo de Merche. De golpe, media polla; lo suficiente para que la rubia levantara la cabeza gimiendo. Y agarrándola de la coleta, le metió lo que faltaba de polla

-Aghhh me cago en tu puta madre cabrón, que gusto de nabo tienes - gritó la rubia desencajada.

El serrucho entre los dos machos empezó rápidamente. De nuevo solo gemidos, sobretodo de la rubia, rompían el silencio. En un momento dado de silencio, se escuchó el zumbar de dos moscas que procedentes del baño venían al salón atraídas por el olor nauseabundo de la gran mierda de Merche que esperaba en el plato.

La rubia, al ver las dos moscas posarse en su plato les gritó:

-Ehh cabronas, dejad mi merienda en paz - mientras se reía.

Los tres se descojonaron de la ocurrencia de la guapa rubia pero no cesaron en su folleteo. Es más, el viejo moro aceleró y aumentó la penetración en el ojete de Merche.

Aghhh que bueno. Así, así, sácame la mierda que me quede cabrón, que tú puedes - gritó la rubia. El mete saca era infernal. El viejo le jalaba de la cola que parecía que le iba a partir el cuello, mientras que el gordo aprovechando que la rubia tenía la cara tan levantada, le daba una sesión de salivazos alternando con guantazos en los dos cachetes.

-Así gordo de mierda. Dame fuerte. Que soy tu perra - gritaba Merche descontrolada.

-Me corro carajo. Qué bueno. Que me corro de gusto, aghhhh cabrones que me corrooooooooo - gritó la rubia mientras se tensaba. Un chorro salió a presión de su coño mojando los huevos y la parte baja de la barriga del gordo.

La rubia se dejó caer en el pecho asqueroso del gordo aprovechando para pasarle la lengua por los pelos mojados y pringosos de sudor. El viejo ya le sacaba lentamente la polla; sabía que vendría con premio y no quería q se quedara dentro del culo de la joven y guarra Merche.

Efectivamente cuando el nabo terminó de salir traía un pegotón de mierda pegado en la punta del capullo.

-Tú, guarra; recoge tu premio anda - le dijo a Merche. Esta, girando la cabeza se sonrió. Y mientras se salía de la polla del gordo, echó mano a la polla del moro y sujetándola por la base dijo:

Ostia, la más buena, la que está más al fondo del culo.

Y sacando la lengua envolvió el pegote entero y lo introdujo en su boca.

La cara de placer de la rubia era digna de ver.

-Bueno venga que tenemos que trabajar cojones - dijo el gordo desde el sofá pajeándose la polla.

-Vamos a darle su leche calentita para que meriende esta guarra.

Ambos se sentaron en el sofá pajeándose cada vez más fuerte. Merche se arrodilló ante ellos para ver esas pajas en primer plano. Las babas que salpicaban le caían en la cara. Entonces decidió levantarle las piernas al moro. Este captó la intención de la guarra de Merche, y con la mano libre con la que no se pajeaba, ayudó a Merche separándose una de sus canijas nalgas. Merche ya podía ver su objetivo. Ayudó al viejo a sacar el culo y ponerse más al filo del sofá para facilitar el trabajito fino que iba a hacerle. Entonces sonriendo, se tiró al ojete del viejo.

El olor era asqueroso, mezcla de orín, vómitos, mierda y sudor. Una mezcla que ponía a la rubia más cachonda de lo que estaba. Metía lengua dentro del ojete. La sacaba haciendo círculos y volvía adentro. Alternaba esta guarrada con otra. Le metía su dedito de esmalte azul hasta el fondo mientras le comía al puto moro debajo de los huevos. Con su mano libre le levantaba los cojones y le daba un repaso por ahí abajo. Sacaba el dedo, comprobaba que su uñita azul salía de color marrón. Se chupaba el dedo y volvía a la operación anterior. Lengua al ojete.

-Sigue guarra. Sigue pedazo de puta-gritaba el viejo.

-Ahora cómele el culo al gordo que yo ya estoy a punto - le gritó el moro dándole con su sucio pie en el culo a Merche empujándola a un lado. La rubia sonreía de gusto del maltrato que le daba el puto Hamid; y mientras, el gordo se preparaba situando su culo igual que el moro, y levantando sus gordas piernas, aprovechó para cogerle el pie con el que le había dado la patada y se lo chupó metiéndose el dedo gordo de uña casi amarilla y con una capa negra, en la boca. Soltó el pie y se situó delante del culo inmenso de Andrés. Un señor culo asqueroso. La misma peste que en el del moro, pero este ojete era mayor y muy peludo; le hizo las mismas guarradas que al moro. La diferencia la puso el gordo. En esa postura de piernas levantadas, al tener el vientre tan apretado, empezó a tirar pedos en la misma boca de la rubia. De este culo poco sacó su dedo manchado la joven guarra ya que cuando el gordo soltaba un sonoro y alargado pedo, salía un agua marrón pestilente que la rubia se apresuraba en recoger.

-Venga que me corro guarra venga - gritó el gordo mientras Merche se apartaba y él intentaba incorporarse torpemente.

-En mi boca - gritó la rubia.

No No - dijo el moro. Te dije que tendrías una sorpresa. Y con la cara señaló el plato de mierda de Merche que permanecía en el suelo. De nuevo la conexión ente la joven guarra y el viejo cerdo se realizó. Merche sonreía pensando que se iba a tener que hacer novia de este puto cerdo. Antes de coger el plato se puso sus gafitas que permanecían en el suelo. Quería ver bien lo que venía a continuación. Se sentó en el sofá sujetando el plato. El bofetón de olor a mierda ahora le daba de lleno. Su cagada permanecía prácticamente igual debido al calor de la casa. Mientras, sus dos machos aceleraban sus pajas de pie ante ella; metió un dedito en la mierda para comprobar su estado. Estaba igual que cuando abandonó su culo. Caliente y blandita.  A la espera de la lechada, partió un trozo del último mojón, fibroso y oloroso. Se lo metió en la boca saboreándolo y cerrando sus ojos de placer; los gritos del gordo la hicieron abrir los ojos.

Toma leche guarra; toma perra aghhhh aghhh que gusto.

Grandes salpicones de leche transparente cayeron en la mierda. Seis trallazos repartidos por toda la superficie del plato ya que la rubia durante la corrida, se encargó de mover el plato girándolo para que la lechada quedara repartida. El gordo se apretó el capullo dejando caer una última gota un poco más espesa que su corrida. Le dio un beso en la boca y fue a vestirse. Merche giró el plato hacia la polla del moro. Ya sabía que el moro no iba a soltarla tiros así que la pondría como la guinda en su tarta de mierda.

-Que viene guarra que viene. Acerca el plato. Tomaaaaaa aghhhh guarra que eres mu guarra - gritaba el viejo Hamid.

Efectivamente, la corrida del viejo fue como Merche se esperaba. Un goterón espeso de grumosa lefa amarilla resbaló del capullo; aún no había llegado al plato cuando otro y otro goterón, iguales de espesos, brotaron de la raja del capullo amoratado de Hamid. Merche embobada y con cara de felicidad, veía la corrida de cerca. No sabía si era imaginación suya pero la leche le parecía que hasta tenia olor a viejo guarro. El ultimo goterón se lo tuvo que retirar el moro con su sucio dedo y pegarlo sobre el resto que ya estaba en el plato, que efectivamente parecía una tarta de mierda. Los dos grandes mojones perfectos que soltó la rubia, cubiertos de una capa medio transparente y en el centro, como una montaña de nata, la lefada del moro. Otro beso en la boca sirvió de despedida del moro. Apareció en el salón Andrés ya vestido, se notaba que se había pasado unas toallitas perfumadas por cara y manos. El moro en una demostración de guarrería se vistió allí mismo delante de Merche. Se puso la chilaba en un santiamén y con la polla aún morcillona y pringosa haciéndole un bulto, le dijo adiós a la rubia.

-Cuando tu tío nos diga volvemos. Adiós guarra - dijeron cerrando el portón.

Merche quedó sonriente con su merienda en las manos. Empezó a romper trozos de mierda y a mojarlas en la salsa grumosa regalo del moro Hamid.

-Ummmmm de puta madre. Cómo está esto de bueno- decía cerrando los ojos para saborearlo a gusto.

Cuando Pepe y Merche abrieron con la llave la puerta de su casa, el bofetón que les llegó de olor a mierda fue tremendo.

-Hija de puta que no ha abierto las ventanas - exclamó su tía. Mientras, Pepe sonreía.

-Mercheeee estás? - Preguntaba su tía ante la duda de si su sobrina ya estaría en su casa. Al pasar por el salón la sábana del sofá les sirvió para comprobar que las guarradas no habían terminado aún, cuando ellos se fueron. Entonces en el baño un gemido con una risita les descubrió que la rubia seguía allí. Mientras iban al cuarto de baño, Merche se tapaba la nariz de la fatiga que le causaba esa peste. En cambio, Pepe sonreía encantado sabiéndose orgulloso de qué gracias a él, su sobrina había sacado la guarra que tenía adentro. En el baño el espectáculo era bestial.

Merche estaba sentada en el váter; a sus pies en el suelo, el plato hondo que le sirvió para recoger su carga estaba a un lado prácticamente limpio. Alguna mancha marrón y un goterón espeso amarillo en su filo era lo único que contenía. El lavabo aun contenía algo de mierda, pero estaba prácticamente vacío. Un reguero de manchas marrones y restos de mierda cubrían la distancia del lavabo al váter. La joven metía su mano en la taza del váter recogiendo meados y dejándolos caer en los pelos de su coño para que resbalaran a remojarle el coño. Desde el ombligo hacia arriba estaba cubierta de mierda marrón de diferentes tonos. Aún alargaba su mano llegando al lavabo para seguir recogiendo material fétido y pasárselo por su cuerpo y llevarlo a la boca. Un pegotón de mierda estaba pegado en uno de sus gordos pezones lo que hacía parecer que tenía uno más grande que otro. Al ver a sus tíos sonrió abiertamente mostrando unos dientes totalmente manchados de mierda. Otro pegotón de mierda dura estaba pegado en la comisura de sus labios. Su tía se fue del baño diciendo:

-Otra vez me toca a mí recoger la mierda de la niña. Me cago en los muertos de mi hermana del día que la parió.

Los tres rieron abiertamente mientras su tío sacándose el nabo largo decía:

-Tranquila Merche. Yo ayudo a limpiarse a tu sobrina. Y descapullándose la polla la levantó. Apuntando a la cara de Merche y empezó a soltar una meada caliente.

De nuevo Merche abrió la boca riéndose abiertamente, enseñado sus sucios dientes y ya aprovechó para beber la amarga meada de su tío preferido.

FIN

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