Menuda presentación.
A veces llegamos a conocer personas de manera diferente... Sin saber quienes son en realidad.
¿Sabían que bastan
0.8 segundos para llegar a enamorarse? Es lo que indican, también es la trampa que se utiliza para encuentros casuales, sin embargo, ¿había sido lo que en realidad le sucedió a aquellos jóvenes que yacían en su encuentro clandestino? No era prohibido, ¿qué hay de malo en que dos desconocidos lleguen a disfrutar del mejor sexo de sus vidas? Nada… O todo.
En las discotecas sucede de todo, aquella noche venía de la mano con el compartir de alcohol, bailes, roces, drogas, hasta amor. Ella, una damisela tan hermosa como un ángel, con los ojos tan azules como el profundo mar, de labios carnosos y llamativos, cada facción de su rostro era fascinante, hasta la manera en la cual su dorado cabello bailaba con el viento chocando con su espalda hasta llegar a la parte más baja de la misma. Estaba en compañía, con un hombre que ni valía la pena describir, pero era su pareja y nada había por hacer. Él, un joven que disfrutaba a plenitud de su vida, también de ojos azules pero más profundos, con facciones finas y cabello castaño, lo llevaba despeinado.
Sus miradas se cruzaron, él se encontraba en la barra de la discoteca mientras ella movía con sensualidad sus caderas a la par de su pareja, el joven que se dedicaba a observar a otras mujeres sin valorar lo que tenía frente a él, ni siquiera se dio cuenta cuando su amada se apartaba para volver a su mesa. El castaño no dejaba de observarla, ella no dejaba de sonreírle pensando en lo dulce que sería cobrar venganza, y fue entonces, cuando sus pies empezaron a andar hasta dirigirse al baño de aquél lugar.
Él confiado en lo que era, la siguió. Al entrar a aquél baño con figura femenina en la puerta no dudó en avanzar, aguardó a que dos damas más que allí se encontraban salieran para así él poder cerrar la puerta y avanzar hasta la rubia que se encontraba frente al gran espejo, pintando sus labios con suavidad para después volver a dedicarle una sonrisa al castaño. Las manos masculinas se posicionaron sobre las caderas femeninas, ella no se quejó.
—No quiero saber tu nombre. No quiero saber nada de ti, sólo hazme olvidar de todo. —Fue por primera vez cuando él escuchó su hermosa voz. Sus labios no dudaron en atacar el hombro de la joven, este yacía descubierto gracias a la forma del vestido que adornaba su anatomía; suaves besos eran entregados y ella gustosa de lo que sentía simplemente inclinó su cabeza de manera que él pudiera continuar con lo que hacía.
Cerró los ojos, ¿no quería ver? ¿O quizá se dejaba llevar? Lo cierto era que lo disfrutaba, como hace mucho no lo hacía. La clandestinidad del asunto le daba un toque mágico a lo que comenzaban a vivir. Fue ella quien se giró cuidadosamente, quedando por fin frente a aquél hombre que llamó su atención desde un principio, era hermoso ante sus ojos, si el hombre perfecto existía, seguramente era ese. Ninguno de los dos lo dudaron, sus labios de forma inmediata se cruzaron, se encontraron con una dulce suavidad que los hacía danzar con la más suave melodía. Él se enfocó en su labio inferior, ella en disfrutar el exquisito sabor que quedaba impregnado en su alma; el cuerpo de la joven se mantuvo en medio de la encimera del baño y del plano abdomen de su compañero. Las manos masculinas permanecieron en la parte baja de la espalda femenina, mientras las suyas habían rodeado el cuello de su clandestino para de tal manera poder enredar sus dedos en el corto cabello que adornaba su nuca.
Con cuidado, sus finas manos se movieron desde la nuca masculina hasta los hombros, bajando con cuidado sintiendo cada uno de los músculos que yacían debajo de la camisa, bajando con lentitud hasta su abdomen dónde sintió sus marcados abdominales. Un gemido se escapó de sus labios y fue el tiempo aprovechado para él que introdujo su lengua en la ajena, creando el choque de dos mundos donde ambos disfrutaron de la calidad y humedad ajena.
Ninguno de los dos desaprovecharon, sabían que tenían poco tiempo, fue por ello que ella terminó desabrochando con suavidad los botones de la oscura camiseta que cubría el pecho de su clandestino, y él, yendo un poco más allá aprovechó el corto vestido e introdujo sus manos debajo del mismo, posicionándolas con rapidez en sus glúteos dónde sus dedos se hundieron suavemente apretando su piel y de tal manera, acercándola más a él.
Sus delgados dedos empezaron a moverse por la piel del castaño, sintiendo el calor que esta emitía, después de delinear cada uno de sus músculos subió hasta sus hombros para poder apartar así la camiseta, sin llegar a quitarla, pues nuevamente llegó a recordar que el tiempo estaba en contra de ambos.
Él, aprovechando cada segundo, sin llegar a apartar sus labios de los ajenos, subió con detenimiento el vestido de la joven hasta llegar a su cintura, descubriendo así sus muslos y parte de su feminidad. Aprovechó una vez más y aferrando sus manos a sus caderas levantó el cuerpo de la rubia haciendo que se sentara justo al lado del lavamanos, así ambos tuvieron una mejor posición.
Los besos del castaño comenzaron a descender con cuidado, luego de saborear las mejillas de la dama con sus labios ligeramente abiertos, avanzó hasta su cuello dónde se enfocó un poco más, pasando su lengua reiteradas veces sobre su piel, degustándose con su exquisito sabor sin llegar a marcarla, ninguno de los dos quería problemas. Ella volvió a gemir, ¿cómo no hacerlo cuando aquella boca devoraba su piel sin piedad? Aferró sus manos a la espalda del chico, él continuó con su camino y bajando la tela del vestido liberó los senos de la rubia.
Ella se sorprendió, pues él se quedó observándola en silencio, deleitando su mirada con lo que veía, tenía una manera de describirla y no dudó en hacerlo.
—Eres perfecta. —Ella le sonrió, y subiendo sus manos hasta el cabello del castaño procuró que hundiera su rostro en sus senos, él no desaprovechó. Sus labios inmediatamente buscaron uno de sus senos, abriendo su boca lo más que pudo capturó aquella parte femenina y comenzó a succionarla con fuerza, enfocándose en jugar con su lengua en la areola de su pezón. Una de sus manos buscó el otro seno para también estimularlo, pero esta vez fueron sus dedos quienes juguetearon con su pezón, dejando pequeños pellizcos que a ella además de darle placer le hacían gemir, por suerte, la música de afuera no los iba a delatar.
Bajó sus manos desde la nuca del hombre, pasando por su espalda hasta finalmente llegar a sus glúteos, ella también quería jugar, fue por eso que los apretó con suavidad para después pasar sus manos a la parte delantera de su cuerpo, donde se deshizo con rapidez del botón de su pantalón y además bajó la cremallera, llegando así a meter su mano debajo de la fina tela del bóxer que cubría al castaño, sintiendo la dureza que comenzaba a tener el miembro de su clandestino lo rodeó con la palma de su mano y de tal manera empezó a masturbarlo, haciendo que cada vez que subiera hasta el tope de su masculinidad, su dedo pulgar se encargara de acariciar su glande.
Él gimió, haciendo que su cálido aliento chocara contra su ahora húmedo pezón, esto lo llevó a gruñir puesto que su erección crecía cada vez más contra la mano de su compañera, levantó su rostro y la miró a los ojos, una mirada llena de pasión y fuego, mismos complementos que los invadían a ambos.
Después de dar un corto beso en los labios de la rubia, inclinó su cuerpo haciendo que el agarre de su miembro se deshiciera, haciéndola quejar a ella quién también pretendía y quería tocar. Manteniendo el vestido de la rubia levantado y su cuerpo inclinado, se dedicó a bajar la prenda íntima inferior que le pertenecía, luego de quitarla con cuidado dejando caricias por sus piernas, dejó la misma junto a ella y posicionó sus manos en sus muslos internos, separándolos con suavidad para después clavar su rostro en medio de estos.
Su boca realizó una rápida presión contra los labios mayores de su intimidad, encontrándose luego con el punto más débil de la mujer, su clítoris. Este fue víctima de los labios ajenos que comenzaron a succionarlo con dureza y acariciarlo luego con la lengua, provocando en ella los más exquisitos gemidos para los oídos ajenos; las delgadas manos de la rubia se fijaron en sus senos proporcionándose ella misma el más placentero de los momentos, hasta que él finalmente bajó y con su lengua penetró la cavidad vaginal de la mujer, haciéndola delirar de placer.
Pero una vez más, el tiempo no estaba a favor de ninguno, el novio de la dama se comenzaba a extrañar debido a la ausencia de su pareja, así que se debían apresurar. Ella misma se encargó de levantarlo, el miembro viril del castaño estaba preparado, fuera de su bóxer y por supuesto, esperando a ser envuelto entre la más exquisita fricción. Volvieron a besarse, calmando en ese beso el instinto que los invadía, ella dejó un camino de besos desde la boca de su compañero hasta su cuello, dando suaves mordidas con las cuales pretendía inspirarlo aún más. Subió con su lengua desde la suave piel de su cuello hasta su oreja, dónde tomó el lóbulo de la misma y empezó a mordisquearla, sintiendo como él tomaba su miembro y dirigía su glande hasta su cavidad, penetrándola de inmediato de la manera más brusca que le fue posible, haciéndola gemir en su oído.
Él sintió como su falo venía siendo envuelto entre las estrechas paredes internas de la mujer, cubriéndolo así mismo con un infinito calor y una abundante humedad, se notaba la clandestinidad que los envolvía a ambos. Por su parte, ella se sintió más llena que nunca, aquél forastero la invadía de la manera más exquisita y por supuesto, ella lo disfrutaba a más no poder.
—No te detengas, por favor. —Suplicó ella en un gemido mientras él correspondió buscando sus labios. Aferró sus manos en las caderas de la mujer y fue así como comenzó el movimiento de su cuerpo, penetrando una y otra vez su cavidad, haciendo que cada vez que retrocediera su miembro saliera completamente de ella, procurando que al hundirse nuevamente sus testículos llegaran a chocar contra la débil piel de la rubia, casi anhelando poder entrar. Los gemidos de ambos se mezclaban en el ambiente, lo disfrutaban con demasía y lo demostraban, ella dando arañazos sin piedad en sus hombros descubiertos y él devorando cada rincón de su cuerpo que estuviera descubierto y al alcance de sus labios.
Luego de un par de minutos ambos intentaron calmarse, compartiendo besos húmedos él mantuvo un movimiento más lento pero igual de fuerte y constante, ella se mantuvo demostrándole el placer que sentía, sin embargo la preocupación de que llegasen a encontrarlos la invadían.
—Relájate. —Susurró él sobre los labios ajenos, y buscando que todo fuera placer y no preocupaciones, bajó una de sus manos hasta el centro de la mujer, dirigiéndola hasta su clítoris para acariciarlo con suavidad mientras su cuerpo comenzaba a avanzar una vez más, dejando que la rapidez fuera protagónica en cada penetración dónde ambos eran víctimas de un infinito placer, ¿quién iba a pensar que terminarían de tal manera? Seguramente, ninguno de los dos. El cuerpo de la rubia se inclinó hacia atrás, sus labios entreabiertos permanecían de tal manera dejando escapar gemidos mientras él hacía esa combinación de acciones que la provocaban delirar.
—Hazlo adentro. —Suplicó ella al sentir como suaves espasmos invadían su cuerpo; él se sorprendió debido a que no había llevado protección, pero sabía que para que el placer fuera completo tenía que hacerlo tal cual ella se lo pidió. Sus músculos se tensaron, su piel se erizó, apretando con fuerza el clítoris de su compañera escuchó como ella en un gemido, casi grito, alcanzó el más glorioso de los orgasmos y sin poder evitarlo se corrió, llenando con fuerza el interior de la mujer que se había robado su alma sin siquiera llegar a hacerlo. Por su parte, ella sintió como cada gota de su acompañante la llenaban, chocando de tal manera con sus paredes llegando a confundirse con su humedad, había sido uno de los mejores orgasmos para ambos.
Volvieron a besarse, esta vez con más calma, él fue el encargado de apartarse con cuidado para luego con una de las pequeñas toallas que habían en el baño llegar a limpiar a su compañera y hacer lo mismo con su miembro, sonrieron, sabían que debían despedirse, que no se volverían a ver pero aún así que ese encuentro había sido el mejor para ambos. Ella acomodó su vestido, bajó de la encimera y tomando su ropa interior la guardó cuidadosamente en el bolsillo del pantalón del castaño, quien luego de abrochar el mismo sintió las delgadas manos de la mujer abotonando su camisa, aprovechando así el tiempo para compartir pequeños besos mientras ella limpiaba el labial que había quedado contra la piel de su cuello.
—¿Ni tu número? —Preguntó el joven.
—Nada. —Le recalcó ella, dándose vuelta para cubrir sus labios nuevamente con labial, él suspiró e inclinándose en su dirección besó su hombro como lo había hecho en el principio, después de eso le susurró un débil “adiós” en el oído para seguidamente salir de allí, esperando que no los llegaran a descubrir ella aguardó un par de segundos para luego salir, y después de caminar pacientemente por la disco, encontrar a su novio junto a un amigo.
—Te he estado buscando, quería presentarte a mi primo . —Susurró su amado, caminando junto a un castaño de ojos azules y profundos, con la camiseta un tanto arrugada y aún llevando una pequeña marca de labial en su cuello, haciendo que la rubia se paralizara.