Menuda noche de -marcha-
Sofía es una chica confiada, demasiado filantrópica, que piensa que todo el mundo va de buen rollo. Se dará cuenta bruscamente que no viene mal en la vida una buena dosis de desconfianza.
Sofía tenía ganas de salir de marcha aquella noche. Había comprado una botella de whisky y, en la soledad del salón de su casa, viendo que el tiempo pasaba y ninguna amiga le llamaba, optó por tomar ella la iniciativa.
Una tras otras otra, por alguna u otra razón, las amigas de Sofía le respondían con negativas a su propuesta; algunas ya estaban comprometidas esa misma noche, otras no respondieron al teléfono, tal vez porque estaban ya de marcha o bien porque sus móviles estaban desconectados.
Tendré que llamar a Marina. Se dijo a sí mismo Sofía en voz alta.
Marina era la "amiga pesada", una gorda mojigata antipática que caía mal por su egoismo y por su soberbia.
Sofía tenía ganas de salir de marcha aquella noche y antes que decidirse por hacerlo sola, llamó a Marina, no porque le diera pena sino porque no quedaba nadie más a quien llamar. Era el último recurso. Daba igual. Marina era una persona egoista y, por vez primera, Sofía quería responderle con la misma moneda egoista con la que solía pagar Marina a las demás.
En fin, estaremos en la discoteca toda la noche y no tendré que aguantar su voz.
Estaba claro que, a pesar de ser muy tarde, Marina iba a aceptar la oferta de Sofía. Así fue. Se dieron un par de horas para quedar en la puerta de la discoteca.
Prácticamente el único diálogo que hubo entre ambas fue el saludo antes de entrar en aquel tugurio de música a tope, y ambiente cargado de tabaco y sudor. Dejaron los abrigos en el guardarropa, pidieron un par de bebidas cada una y, una vez que se las terminaron, se adentraron en la pista de baile a dar marcha al esqueleto. Todo esto sin dirigirse la palabra la una a la otra.
En la pista de baile, lo de siempre. Los típicos "buitres" que se acercan, que rozan sus paquetes con el cuerpo de las chicas, que meten mano intentando acariciar algún culo o alguna teta A Sofía le gustaba provocar a los hombres con movimientos sensuales, incluso llegaba a pegar su trasero en la bragueta de alguno que otro. Marina sólo miraba de un lado a otro, espantando a los que se acercaban a ella, creyendo la muy ilusa, que una discoteca es el lugar idóneo para enamorarse.
Pasaron casi dos horas en la pista de baile cuando se acercaron un par de chicos a Marina y, sobre todo, a Sofía. Bailaron muy pegados a ella, lo que provocaba el malestar y la envidia de Marina. Al poco rato, ambos chicos ofrecieron invitar a bebidas a las dos. Salieron de la pista de baile y se dirigieron a la barra de la discoteca, allí donde se sirven esos mejunjes cargados de alcohol.
Tras la primera ronda pagada por aquellos dos hombres, Marina explotó de celos al ver que ninguno le hacía caso y le dijo a Sofía que se iba porque "estaba cansada". Sofía no accedió a la cara de pena que le puso Marina y le respondió que ella se quedaba, que ya la vería otro día. Antes de irse Marina, uno de los chicos le dijo:
Espera Marina. No te puedes ir sin probar la especialidad de esta discoteca en chupitos.
Marina consintió de mala manera aquella última invitación. Uno de los chicos le hizo una señal al chico que servía las bebidas y éste, sonriendo, asintió con malévola conformidad, como si aquello de la "especialidad" fuera algo ya tramado con anterioridad por ellos, y se marchó a un almacén cercano a la barra sin que Marina se diese cuenta. En ese almacén, el "camarero" se hizo una paja, se estuvo acariciando salvajemente la polla durante 5 minutos, sin parar. Cuando sintió que iba a correrse preparó uno de esos minúsculos vasos de chupito y comenzó a llenarlo a base de caudalosos chorros de semen. La mitad del vaso de chupito quedó lleno del blanquecino elemento.
Tras haberse hecho esa fugaz paja, y con el vaso de chupito en la mano, se dirigió a donde estaba Marina. Allí completó el "elixir" con whisky y una pequeña dosis de leche condensada. Lo mezcló, lo mejor que pudo, con palillo de dientes y se lo ofreció a Marina. Ella, confiada, se tomó el chupito de un sorbo, y sin decir adiós, tomó su abrigo y se fue.
Al ver que todos reían, Sofía preguntó que era lo que pasaba. Uno de los chicos le dijo que como Marina les había caido muy mal, decidieron hacerle beber semen. Sofía, lejos de escandalizarse, comenzó a reir fuertemente recordando la escena de Marina tomándose todo el contenido del chupito.
Uno de los chicos ofreció a Sofía llevarla a otro lugar de baile. Ella aceptó y, sin acordarse siquiera de los nombres de ellos, y presa de una generosa borrachera, accedió a subir al coche que uno de ellos manejaba.
Al cabo de un buen rato de conducción, el chico que conducía paró el coche en un lugar oscuro y solitario. Sofía preguntó:
¿Qué os proponéis?
Hemos pensado que tú también te mereces tragar semen.- Respondió el chico que iba en el asiento de copiloto.
Sofía no tuvo tiempo para salir del coche, pues ya uno de ellos la había sujetado y el otro comenzaba a sobarla. Debido al estado de embriaguez de Sofía, poca resistencia pudo oponer a esos dos bestias, que ya le habian quitado la parte superior del traje que llevaba, y le habían quitado las bragas.
Obligaron a Sofía a arrodillarse en el suelo, junto a la puerta abierta de la parte trasera del coche. Uno de ellos le sujetó la cabeza, y comenzaron a golpearle la cara con sus pollas duras, tanto que hasta se le veían algunos hematomas en la cara de Sofía. Tras esto, uno de ellos metió casi toda su polla en la boca de Sofía, la metía y la sacaba con gran virulencia, hasta el punto que Sofía vomitó con la polla dentro de su boca, casi se asfixiaba.
¡Me has manchado la polla con tu puto vómito! ¡Me la vas a limpiar con tu coño!
Así lo hizo. La tumbó a lo largo en el asiento trasero del coche y comenzó a follársela. Le clavó su polla manchada de vómito en su depilado coño. El otro abrió la puerta trasera del coche próxima a la cabeza de Sofía, y desde allí se dispuso a seguir follándosela por la boca.
Cuando ya se cansaron de esa posturan, sacaron a Sofía del coche y la tumbaron boca arriba en el capó. Una vez allí comenzaron a meterle los dedos en el coño. Primero fueron tres dedos de una mano, luego cuatro, así, sin parar hasta que la mano de uno de ellos quedó enterrada dentro del coño de Sofía. Sin sacar la mano, el otro intentaba hacer lo mismo por el culo. No logró meter la mano entera, pero sí consiguio abrirle el ano con cuatro de sus dedos.
Sofía se había rendido completamente. Quería desmayarse para no sentir lo que le estaban haciendo, pero estaba demasiado borracha incluso como para controlar ese tipo de sentimientos.
Le hicieron dobles penetraciones: una polla por el culo y otra por el coño, las dos pollas en su coño, las dos pollas en su culo una bestialidad para alguien como Sofía, que nunca había salido del sexo estrictamente monogámico.
Ha llegado tu dosis de semen
Dicho lo cual, pusieron a Sofía de rodillas sobre el suelo y comenzaron a follársela por la boca. Pero no por turnos los dos a la vez. La escena era impresionante, casi siniestra. Dos polla duras como piedras entrando y saliendo de la boca de Sofía, que no podía hacer más que jadear y seguir vomitando de vez en cuando.
Ambos chicos se corrieron a la vez. Y, sin sacar sus pollas de la boca de Sofía, se veía como los chorros de semen iban deslizándose por el labio inferior de la boca de Sofía.
La dejaron allí tirada antes volvieron a golpearle la cara con sus pollas.
Sofía aprendió la moraleja: "No te dejes llevar por extraños y menos si estás borracha en una discoteca".