Mentxu la flaca

Siempre me pareció una insignificancia pero en la cama resultó ser una fiera libidinosa.

MENTXU, LA FLACA.

Francamente, no me había fijado en ella desde la escuela y ya entonces la llamábamos "la flaca".

Al cabo, me cansé de los insidiosos comentarios de los amigos: "la tiene loquita", "bebe los vientos por él", "se le cae la baba cuando le mira".

Me hice el firme propósito de mostrarme un poco atento con Mentxu (un poco, solo, no fuera a sospechar que me importaba menos que un rábano) dándole conversación e interesándome por sus cosas.

Cuando llegó al bar la observé con atención. Efectivamente, no había cambiado lo más mínimo en los últimos años: no valía nada; dos ligeros bultitos hacían la función de pechos, delgada en extremo y en extremidades, piel blanca casi cadavérica. Grandes ojos, deslucidos por unas gafas de anticuada montura y el cabello teñido de color caoba no hacían más que falsear su edad, aparentaba cuarenta cuando no tenía más de treinta. Precisamente, todo lo contrario de lo que me gusta a mi: morenitas, tetonas y sin desdeñar en absoluto el exceso de peso.

Adopté una afable y falsa sonrisa mientras le hacía sitio a mi lado en la mesa del grupo.

- Ven, Mentxu, siéntate aquí.

Me miró entre agradecida y sorprendida pero se sentó y yo no tardé en iniciar la conversación.

- Estás muy guapa hoy

-¿Cómo voy a estarlo si no lo soy?

-Quiero decir que te favorece este vestido….

-Le sentaría mejor a una escoba.

No, indudablemente no era ese el camino que debía seguir, me di cuenta de mi zafiedad y la miré con sincera simpatía.

- Me han dicho que escribes relatos en Internet

Dijo ella para romper la incomoda situación que yo había creado.

Aquel era un secreto que muy pocos conocían y que me arrepentía de haber divulgado porque más de un relato estaba basado en hechos reales que podían comprometerme en la pequeña comunidad en que resido.

-Bueno…tonterías, para pasar el rato.

-¿Y no podría yo leerlos….?

Tuve un momento de debilidad (de vanidad, porqué no decirlo) y a hurtadillas le di la dirección de la Web y mi nick.

Nos integramos en la conversación del grupo y dejé de prestarle atención a la flaca.

Al cabo de una semana recibí un e-mail de una tal "Despechada", sin texto ni firma, solo un enlace a otro relato de TR.

Indudablemente el relato era de ella. En el y con un texto muy cuidado, se narraba la insólita relación que surgía entre una mujer, poco agraciada pero llena de sentimiento y sensualidad, con un amigo de la infancia. No puedo negar que las tórridas escenas que describía me produjeron una tremenda erección, sobretodo porque era yo su objeto de deseo.

Escribí el mismo día la continuación de su relato pero incrementando la carga erótica de la relación que se convertía en una explicita declaración de intenciones; lo envíe y esperé los inevitables acontecimientos.

Sin embargo, estos no se producían. Es más, Mentxu dejó de prestarme atención y comenzó a coquetear con otros miembros del grupo que debieron ver algo en ella que yo no veía, su vida sentimental y sexual comenzó a irle sobre ruedas.

La verdad es que me obsesioné con ella, la imaginaba en la cama con mis amigos y los celos me corroían. Comencé a masturbarme pensando en su raquítico cuerpo y en la imagen de sus tetas diminutas; la deseaba como no he deseado nunca a una mujer pero mi orgullo me impedía acercarme a ella e implorarle sus favores sexuales y menos pedir la intercesión de alguna de sus amigas.

En el culmen de mi desesperación llegué a declararle mi pasión a través de un nuevo relato cargado de melancolía y amor que se demostró totalmente inútil pues posiblemente no necesitaba, ya, de estas paginas para calmar su apetito sexual y menos leyendo mis pobres escritos.

Al cabo de unos meses anunció su boda con uno de los "hijos de papá" del pueblo que tenía fama de gay. Inevitablemente, yo debía asistir a la ceremonia como testigo.

Un día antes del enlace, recibí una llamada suya a primera hora de la mañana:

-Ken, hemos de vernos, esta noche misma.

Me sorprendió la llamada pero mucho más el que utilizase la abreviatura de mi nick.

-¿En tu casa o en la mía?-ironicé-

-Reserva habitación en el hotel Almadraba de Salou, y recógeme en la gasolinera de Cepsa a las ocho en punto.

No hice preguntas, reservé la habitación y pasé el día totalmente descentrado, una excitación desmesurada se había apoderado de mi mientras las horas trascurrían con desesperante lentitud. A las ocho en punto apareció por la parte posterior de la estación de servicio con un disfraz que la hacía totalmente irreconocible. Subió al automóvil y

-Arranca ya, ¿a que esperas?

Lentamente, como en un strep tease se fue despojando del disfraz: el sombrero, las gafas oscuras, el pañuelo en el cuello, la chaqueta de punto y quedó con una sencilla minifalda negra que dejaba ver sus huesudas y sensuales rodillas y una camisa blanca de lino que trasparentaba el bultito de sus excitantes pechos.

-¿Quieres que vayamos a cenar a Cambrils?-pregunté sin quitarle ojo a la camisa-

-Quiero follarte y quiero follarte ya, de modo que…¡directo al hotel!. Y escúchame, no me mires, solo escúchame…Ken.

Durante muchos años he sido una pánfila, una pánfila romántica hasta que leí tu primer relato y descubrí lo que me habían obligado a ocultar durante años: mi libidinosidad desenfrenada que no supiste sacar de mi en su momento. La verdad es que llegué a odiarte como Carlos pero me derretía por ti como Ken y a él debo mi felicidad actual, de modo que espero tu transfiguración porque todas tus fantasías sexuales las llevo conmigo y esta noche no voy a perdonarte ni una línea.

-¡Pero yo soy Carlos y soy Ken, soy el mismo y nuestras fantasías son las mismas!

-Bueno, piensa lo que quieras pero yo voy a tirarme a Ken.

El hotel Almadraba (¡bien lo conocía yo!) es un recóndito lugar para parejas ocasionales, la decoración de sus habitaciones lo confirma.

Mentxu exigió al recepcionista la suite de los espejos aunque yo me decantaba por la de ambiente hawaiano, pidió champán francés (a pesar de lo bien surtido del minibar) , un cartucho de nata a presión y que nadie nos molestase, aunque se hundiese el mundo, hasta las doce del día siguiente.

Cerró la puerta de la habitación con llave y sin encender la luz, se colgó de mi cuello mientras sus voraces labios buscaron mi boca y su lengua me penetró con violencia en un beso eterno que derrotó mi presunta estrategia de lamentos y reproches.

Afanosa, desabrochó la pretina de mi pantalón y su mano, ya experta, calibró tamaño, dureza y sensibilidad con un suave masaje que me provocó un escalofrío hasta en el vello de los testículos que, se contrajeron en un involuntario y premonitorio espasmo.

-Juraría que la tenías más gorda…Ken.

Mis nerviosas manos alcanzaron simultáneamente sus pechos, libres de incómodos e innecesarios sujetadores y notaron, alborozadas, que tampoco en este caso lo importante era el tamaño pues, harto ya de senos fláccidos, me sorprendió su insólita dureza y la agradecida sensibilidad de unos pezones que se erizaban, desafiantes, al contacto de mis dedos.

Cargué con su liviano peso y la deposité en la cama encendiendo las luces indirectas que hicieron reflejar nuestros cuerpos en los mil espejos de la singular y hortera habitación. Quedé admirado de su extrema delgadez y palidez, casi podía decir que su piel se trasparentaba y podían contarse todas sus costillas.

Todo su cuerpo exhalaba un intenso olor a sexo que dilataba las aletas de mi nariz y me nublaba la razón. Todo mi ser estaba ansioso por poseerla de forma inmediata y mi verga se hubiese dicho dotada de nariz y ojos pues acertó a penetrarla en la primera embestida sin ninguna dificultad, tal era su grado de lubricación.

Un brusco movimiento de su pelvis expulsó a mi socio de su calido interior.

-¿Qué es esto?, ¿Qué pretendes?. Ken NUNCA se hubiera comportado así. Vas a empezar por el dedo gordo del píe derecho y subiendo, sin prisas, hasta donde yo te diga.

Me apliqué con resignada devoción al trabajo encomendado mientras ella retomaba el delicado masaje a mis testículos que se convirtió en dulce mamada en cuanto tuvo el glande a su alcance y que coincidió con la llegada de mi lengua a su tumefacta vulva.

- No te asombres, he estado tan caliente todo el día que he tenido la ineludible necesidad de humedecerte y ablandarte el terreno pensando en lo que vas a hacerme ahora.

Aquella vulva mojada, rugosa y prominente estaba diciendo: ¡cómeme!. Mi lengua se demoró en sus alrededores durante un tiempo que a Mentxu debió parecerle una eternidad porque repentinamente, asió mi cabeza con ambas manos y la hundió sobre su sexo con violencia.

-¡Mete la lengua, so cabrón, hasta el fondo! –gritó desesperada mientras su pelvis se elevaba en un malsano estertor.

-¡Comete mi coño de una vez, joputa!.

Obedecí, quizá asustado por su vehemencia, y ella volvió a arquear su cuerpo mientras gritaba y me separaba, otra vez violentamente de su ingle.

-No puedo, no puedo resistir más…y no quiero correrme todavía!. Sigue cabronazo!.

Nunca había visto unas contracciones tan violentas ni oído unos rugidos tan demenciales en una mujer.

Se corrió, no se si aquello era un orgasmo o cien orgasmos seguidos pero se corrió y todavía tuvo fuerzas para meterse todo mi pene hasta el fondo de su garganta, hasta que las arcadas que le provocaba en su glotis le hicieron desistir de tragárselo, duro como estaba.

Con insólita destreza logró arrancarme una brutal eyaculación que se perdió entera en su esófago y entonces dijo satisfecha e irónica:

-Ahora empieza de nuevo…Ken!

Poco sospechaba ella que mi recuperación iba a ser tan rápida, no habíamos acabado la primera copa de champán cuando ya daba señales de vida mi inseparable compañero de brillante y purpúrea cabeza.

Retomamos el juego con renovado ardor y de nuevo su pelvis expulsó mi falo cuando yo creía ganada la batalla.

-Ya se que no eres un entusiasta de la puerta trasera pero no quiero llegar al matrimonio con ese agujero virgen.

Me sorprendía que a esas alturas nadie le hubiese desvirgado el culo pero me afané en un buen engrase para facilitar la faena y cuando ya esperaba oír sus gritos de dolor (y el mío contenido) noté como aquel que parecía ser minúsculo esfínter se abría sin dificultad y alojaba mi alborozada polla hasta la empuñadura.

Debió notar mi sorpresa cuando añadió:

¡Bueno…un par o tres de veces, para probarlo!

Volvió a deleitarme con su repertorio de gritos y rugidos mientras ella se masajeaba frenéticamente el clítoris y las contracciones del esfínter me provocaban un orgasmo insólitamente diferente y no por ello menos placentero.

Estaba ya el champán algo caliente y mientras yo sacaba hielo del minibar para refrescarlo, Mentxu se quedó profundamente dormida, me tumbé a su lado y no debí tardar en imitarla porque ya amanecía cuando mis manos comenzaron a palpar el cuerpo que tenía a mi lado y a despertar al aprendiz de Priapo.

-¿Qué hora es?, preguntó Menchu somnolienta.

- Las siete menos diez, contesté mientras admiraba la, ya, franca erección.

-¡Uy!, tengo hora en la peluquería a las ocho, y luego viene la modista…!vamonos!

-Durante meses he soñado con follarme tu dulce coñito, ha estado muy bien la mamada, superior la enculada…pero de esta no te libras!- dije, en un principio de cabreo.

Intentó levantarse pero ya era tarde, le había inmovilizado los brazos y mi rodilla pugnaba por abrir sus piernas que se cerraban con obstinación.

-¡Por la mañana no me gusta follar! –Me escupió a la cara-

- Pues a Ken es cuando más le gusta! - le dije con dulzura.

Fue corta la lid y de nada le sirvieron sus saltos pélvicos, se la había metido hasta el alma y no conseguiría echarme. Poco a poco fue cediendo su resistencia y a acompasar su ritmo al mío.

De nuevo sus gemidos y gritos fueron "in crescendo", cruzó sus piernas sobre mi espalda y clavó sus uñas en mis hombros mientras las contracciones de su vagina me llevaban al séptimo cielo y conseguía mi ultimo objetivo.

Mientras nos vestíamos apresuradamente, no pude dejar de preguntarle:

-¿Porqué hoy si y antes no?,¿Porqué me lo has hecho pasar tan mal?

-Porque eres un autentico cabronazo, si me hubiese entregado a ti hace unos meses, me habrías follado una noche y me habrías olvidado. Ahora se que te tengo en mis manos, la morbosidad que te provoca el tirarte a una novia o a una esposa recién casada es superior a cualquier otra sensación que puedas sentir…y el resto es cosa mía.

Al bajarse del coche, en el mismo sitio que la había recogido la noche anterior, me apretó con fuerza sobre la ingle y dijo:

-Yo creo que si, que Ken la tiene mas gorda y me hubiese echado cinco o seis polvos…pero bueno, a falta de pan….

Ya se alejaba por el callejón cuando regresó con una extraña sonrisa en sus labios.

-Mientras me cambio de vestido, después de la boda, puedes hacer una visita a mi habitación en el hotel…estoy caliente y el tonto de mi novio estará tan borracho que esta noche será incapaz de echarme un solo polvo…no me falles!

La novia no estaba bellísima, pero a mi me lo parecía mientras entraba en la iglesia del brazo de su padre y el ( ¿cornudo?) de Enriquito la esperaba como un pánfilo al pie del altar.

Nos mirábamos con disimulo pero con intención, esperaba con impaciencia a que terminase la ceremonia y la cena para volver a empezar de nuevo. No, pensaba yo, no dejaré que se quite el vestido nupcial, haremos el amor sin desnudarnos. Romperé a mordiscos sus braguitas de blonda y asido a su liguero se la meteré una y otra vez

Algo se rompió de pronto. Una de las damas (su prima Irene, por más señas) miraba obsesionada a mi entrepierna que mostraba el evidente bulto de mi excitación. La miré azorado y ella me sonrió picadamente.

Volví a mirarla. La niña no pasaba de los dieciocho pero estaba metida en un rotundo cuerpazo de mujer, morena, ojos verdes y…algún quilito de mas!.

Cuando volví a mirar a Mentxu, me había curado de mi locura. La vi tal como es: escuálida y feúcha.

Ella notó que mi mirada de carnero degollado había desaparecido y no le costó encontrar la causa; entonces su rostro se contrajo en una mueca dolorosa que solo yo pude observar y enseguida recuperó la calma, mientras, la ceremonia proseguía sin contratiempos aparentes.

Se sirvió la opípara cena en el mejor hotel de la localidad, corrió el vino y los licores en la desmesurada forma que lo hace en las bodas y cuando el baile comenzó, yo me apalanqué a Irene que se dejó sobar complacida mientras Mentxu bailaba con su marido y nos lanzaba flamígeras miradas.

Cambio de parejas; me encontré asiendo a la novia por la cintura sin yo quererlo. Irene se perdió entre el gentío al ritmo que le imponía el recién casado. Menchu me acarició suavemente la nuca mientras murmuraba mirándome con dureza:

-No lo conseguirás,¡ no vas a tirarte a Irene!. En diez minutos te espero en la habitación 320…estoy tan húmeda que he tenido que ponerme una compresa.

Recuerda, diez minutos.

Los gritos se oían al llegar a la segunda planta, junto a la puerta de la 320 el escándalo era ya mayúsculo. Estuve tentado de marcharme sigilosamente pero, la verdad es que mi ramalazo marujil me hizo entrar sin llamar.

Enriquito con los pantalones bajados mostrando una penosa y fláccida polla, Irene, muy digna, pero sin falda ni bragas y Mentxu, congestionada y con las venas del cuello a punto de reventársele, tal era su indignación.

-¡Pasa Carlos, pasa y comprueba la depravación de uno y de otra!. ¡El mismo día de mi boda, mi marido y mi prima más amada!.

La capacidad histriónica de Mentxu era impresionante y yo mismo llegué a ofenderme ante tamaña felonía.

La visión de la abultada y tonsurada vulva de Irene puso en marcha mis neuronas de reserva y dije en tono fingidamente jocoso y festivo:

-¡Orgía!

Los tres me miraron, en un principio con incredulidad, luego Mentxu me entendió y comenzó a desvestirse pues yo había tomado la iniciativa e Irene sonrió bobamente mientras terminaba de desnudarse. Solo Enrique permanecía abochornado y estático.

Ya estábamos en plena faena cuando se agregó a la fiesta de una manera muy desagradable pues, repuesto del susto inicial, intentó atacarme por mi virginal retaguardia. Me volví con una mirada que, pretendí, fuera un compendio de asco y amenaza que él comprendió perfectamente pues se sentó a masturbarse en un rincón mientras las dos primas rivalizaban en caricias y besos.

Irene sabía mamarla de fábula (ya lo había supuesto yo) mientras Mentxu me había metido, realmente, el coño en mi boca y friccionaba frenéticamente su clítoris contra mi lengua.

Privado como estaba de toda visión, solo pude notar como Irene me dejaba el pene ensalivado para facilitar la penetración (aunque poca falta hacía) , se ensartaba ella solita y comenzaba a cabalgarme con igual frenesí al de su prima que mostraba ya los primeros signos de placer pre-orgásmico.

La niña se movía con un cadencioso ritmo que pronto nos llevo, cronológicamente, a su orgasmo, al mío y por una curiosa empatía al de Mentxu y el cabrón de Enriquito que explotó en su rincón.

Entonces, mientras seguía acariciando aquellos dos cuerpos tan diferentes, me di cuenta de que había encontrado el Sangri-la que había estado buscando en mi obcecado deambular de cama en cama: la escasez y la abundancia, el agua y el vino, el mero y el cordero. Todo en uno.

Las dos primas han sido desde entonces mi fuente inagotable de placer. Masajear un pecho diminuto mientras se mordisquea el pezón de otro en sazón, comerse un hambriento coño depilado mientras se palpa otro de ensortijada melena….y el único inconveniente de soportar la circunstancial presencia de Enriquito, que agazapado en su rincón espera una oportunidad