Mentiras obscenas (7)
Capítulo 7.
Era tarde y por el camino, de vuelta a mi apartamento, di una vuelta con el coche ya que me sentía bien y no tenía sueño. Una luna rojiza asomaba entre los edificios que eran sombreados por las farolas como grandes bloques. Detuve el coche, sin apagar e motor, delante de un bar que aún estaba abierto. No tenía pinta de haber mucha gente y las luces de neón verde que iluminaban la entrada me llamaban la atención. Nunca había estado en ese sitio y dudé unos instantes si entrar.
Mi mente se quedó en blanco durante la duda, solo pasó por mi mente lo que acababa de hacer con Ángela. El silencio reinaba en la calle hasta que fue roto por unos tacones cuando detuve el motor del coche. Mis ojos atraparon el movimiento sinuoso de aquella sombra de chica alta que se acercaba desde la otra parte de la calle. Sus tacones desprendían música sensual al ritmo de sus piernas casi desnudas por falda corta. Demasiado corta para ser incluso mini.
La luz de una farola me desveló unas preciosas piernas largas con medias de rallas de color rosa y blanco, cubiertas por unas botas oscuras de piel que daban música a sus andares. La minifalda era de color negro azabache y muy suelta, combinada con una camisa juvenil de un verde oscuro con rallitas suaves. Su rostro, era el rostro de un ángel sonrosado casi cubierto por cabellos rojizos de una atracción inigualable. La chica se detuvo un momento casi a la altura de mi auto y me miró desde la otra acera.
Era Mónica. Sus ojos brillaban con una fuerza que me atrapó al instante. Sonrió y sentí que era una sonrisa que me llamaba, que me esperaba. Bajé del coche nervioso como hacía años que no lo estaba con una mujer. Su sonrisa se volvió pronunciada y traviesa al ver que me acercaba a ella atraído por su belleza. Bajó la mirada con tinte vergonzoso cuando me quedé quieto delante de ella. Alcé su barbilla para que me mirara de nuevo y sus labios húmedos hablaban sin mover la boca.
La besé suavemente y entonces ella me abrazó fuerte. Su boca desprendía deseo y pasión. La aprisioné con la pared que tenía a su espalda y ella levantó las piernas atrapando mi cuerpo con lujuria. Levanté su minifalda y su trasero fue la delicia de mis manos. Me mordió el labio sonriendo y sangré. Pi, pi, pi! Pi, pi, pi! me desperté con el corazón en un puño. Había soñado como hacía mucho que no hacía y además con Mónica. Respiré hondo, tragué saliva, ¿Por qué con ella? Me pregunté. Me sentía nervioso. Me senté en el borde de la cama y decidí hacer mis ejercicios matinales, darme una ducha y desayunar para que se me pasara.