Mentiras obscenas (3)

Capítulo 3.

Aunque era pleno mediodía y hacía calor, me puse el casco y bajé la visera por si me veían. Mi moto solo podría reconocerla la zorra de Sabrina, porque no la tenía más de un mes, el tiempo que hacía que no veía a hijo de puta de Marcos. Salieron por carretera hacía la zona de montaña y enseguida adiviné donde se dirigían. No había muchos coches así que les seguí a una distancia bastante alejada, casi les perdía, pero efectivamente iban a la casa de Campo que tenía Marcos a las afueras.

Durante todo el camino me sentía confuso. Si yo andaba follando por ahí, no tenía que preocuparme Sabrina, al fin y al cabo era otra guarra más, pero no lo soporté, quizá fuera porque era con Marcos, quizá era admitir que no tenía a Sabrina tan atada a mi, pero no quería ofuscarme más… quizá no ocurriera nada malo. Llegué a la casa de campo de Marcos con precaución, el coche estaba aparcado dentro y a ellos no les veía. Dejé la moto y me acerqué a la valla, pero las ventanas reflejaban por el sol y desde tan lejos no podía espiar, al fin y al cabo eso era lo que hacía yo allí, espiar, pero con todo mi derecho.

Esperé unos instantes bajo el sol, intentando divisar algo desde allí, pero no pude aguantar más y salté la valla. Me acerqué despacio a una de las ventanas que daba a la sala principal de la casa y los vi. Estaban de pie en medio de la sala con una copa en la mano y agarrados de la cintura. Sus caras se unían por la frente que de vez en cuando se separaba para darse pequeños besos en los labios. Solo pude exclamar en mi interior: "¡Maldita hija de puta! Te vas a enterar" y me lo repetía a mi mismo. Sus abrazos se convirtieron en toqueteos y Marcos empezó a desnudar el pecho de Sabrina mientras la besaba. "Y tú tampoco te vas a librar Marquitos", tenía que joderlo de alguna forma.

Podría hablar con Lorena, pero es que era una puta inconsciente que no me creería solo por el hecho de que no nos caemos demasiado bien. ¿Y si lo ve por ella misma? Hice un par de fotos con el móvil, no se veían bien, pero en una se distinguían al menos las caras. Rápido volví a la moto y antes de irme la llamé al móvil.

– "¿Jorge?" – preguntó su voz en el auricular de mi teléfono

– "Sí, sé que te parecerá extraño que te llame a estas hora y todo eso, pero por favor, voy hacia tu casa baja ya y hablamos, es importante" – y colgué para que no hiciera más preguntas ni intentara evadirse.

Subí a la moto y veloz me dirigí a casa de Lorena, que no estaba lejos, soltando juramentos impronunciables que se disolvían en la velocidad del aire. Llegué y agradecí al mismísimo diablo que Lorena estuviera allí esperándome y me hubiera hecho caso a la primera por una vez en su vida.

– "A ver… ¿de que va todo esto? y no empieces con jueguecitos tuyos" – me advirtió ella antes de que me bajara de la moto.

– "Sé que no nos llevamos bien últimamente y que lo que te voy a contar va a servir o para que me chupes la polla o para que me des una bofetada, pero solo te pido que me escuches y rápido ¿vale?" – dije muy calmado y esperando una respuesta mínimamente positiva

– "Vale" – dijo extrañamente sin añadir más

– "¿Sabes? Últimamente hubiera jurado que no te haría un favor, pero lo voy a hacer" – hice una pausa – "Ahora mismo están tu novio y mi novia follando en la casa de campo de él" – observé su cara perpleja

– "Es una broma de mal gusto, déjame en paz" – y dio media vuelta

– "Mira esto" – dije rápidamente sacando el móvil – "y si me haces caso por una vez en tu vida y te subes a la moto ya, quizá lleguemos a tiempo a verles si tu chico no es de los que se corre rápido" – creí ver una lágrima cuando vio la foto, pero no dijo nada y subió a la moto

Lorena era una perra que no me caía bien, pero tenía buenas tetas, pequeñas pero moldeadas y sentirlas en mi espalda mientras me abrazaba para no perderse en la velocidad de la carretera, me daba muchas ideas. Al fin y al cabo ella era una chica frágil en ese momento. Llegamos, salté la valla y luego la ayudé a ella, que hizo ruido, pero pareció no enterarse nadie.

Nos asomamos a la misma ventana de la sala, pero no estaban, dimos la vuelta por detrás y los encontramos en uno de los dormitorios. Estaban completamente desnudos, Marcos tendido boca arriba sobre la cama y Sabrina sobre él; los dos abrazados, sin moverse, como si acabaran de follar. Miré a Lorena y su expresión era como una cara de rabia con una lágrima rodando sobre la mejilla.

Estábamos agachados y casi me dio pena. La ayudé a levantarse para irnos, yo prefería que no supieran que les habíamos visto, al menos de momento y ella parecía que también quería lo mismo hasta reflexionar. Nos fuimos de allí y como yo no había comido, decidí parar en una hamburguesería al llegar a la ciudad. Estaba hambriento y quise invitarla también pero no hablaba, no decía nada y no quería comer. Yo disfruté de la hamburguesa mientras intentaba hacerla hablar, distraerla, me estaba preocupando un poco, porque ella era muy cotorra, nunca callaba.

– "Gracias" – dijo de repente cuando ya nos íbamos

– "No hay de que, y como ya te he dicho no te preocupes, Marcos no te merece" – viva la hipocresía, no sé quien era peor, pero tenía que animarla

– "Si voy así a mi casa me derrumbaré, se lo contaré a mis padres y se armará, no quiero eso" – dijo Lorena con voz triste

– "¿Y donde quieres que te lleve?" – me ofrecí

– "¿Dónde vas tu ahora?" – me preguntó

– "Daré una vuelta y a mi casa, supongo" – dije con naturalidad

– "¿Te importa si…?" – preguntó ella

– "No, claro" – la había entendido sin terminar la frase

Subimos de nuevo a la moto y dimos una vuelta tranquila por la ciudad. Yo necesitaba despejarme con un poco de aire y ella parecía que solo quería apoyar la cabeza en mi espalda mientras me abrazaba, aunque ahora no era culpa de la velocidad. Pasamos por delante de una tienda de mascotas y me detuve con una idea repentina. Entramos y compré un collar de perro, de los mejores y más simples que tenían.

– "¿Tienes perro?" – preguntó Lorena muy extrañada

– "No preguntes" – le dije con una sonrisa que la hizo sonreír a ella con extrañeza

Fuimos a mi casa; yo era el único de mi gente que ya vivía solo y a mis amigos les gustaba venir cuando se sentían agobiados. Preparé una tila para ella y luego nos tumbamos cada uno en uno de mis sofás de cuero, como si estuviéramos cansados de un duro día de trabajo, pero solo era domingo por la tarde. Mirábamos el techo y esta vez yo no decía nada, solo me fijé un par de veces en su modelito sexy mostrando ombligo, en sus ojos brillantes y llenos de dudas y en sus carnosos labios rosa que ella tenía la manía de humedecer continuamente. Lorena balbuceaba en voz baja los sinsentidos de la infidelidad sin esperar respuesta alguna por mi parte.

– "Que raro, no te cabreaste y me diste una bofetada" – dije sonriendo para no tensar el ambiente y conseguí que sonriera ella también

– "¿Entonces que me queda? ¿chuparte la polla?" – rió y acto seguido se levantó y se vino a mi sofá.

No cabíamos bien los dos, pero era una situación interesante y le hice hueco. Quedamos muy pegados, sus pechos contra mi y nuestras piernas casi entrelazadas. Su cara estaba a escasos centímetros de la mía y nos mirábamos con los ojos bien abiertos. Ella volvió a humedecerse los labios varias veces, gesto que me excitaba, como esperando a que la besara sin dejar de mirarme; pero no lo hice.

Mantuve la tensión durante unos minutos y el deseo crecía, yo intuí que ella deseaba serle infiel a Marcos conmigo y a mi no me importaba, así que decidí levantarme del sofá, cogerle la mano y llevarla hasta el dormitorio. Ella me siguió como si fuera su novio y deseara hacer el amor conmigo. Me recosté sobre la cama y ella se puso a mi lado pasando un brazo suyo por encima de mi. De nuevo parecía deseosa de sexo pero no se lanzaba.

– "No quiero hacerlo" – dijo susurrante

– "Vale…" – admití con cierta resignación y seriedad

Supongo que Lorena se percató de la seriedad y recordó además lo visto, ya que reaccionó de repente levantándome la camiseta y dándome un pequeño beso en el ombligo. Otro pequeño beso le siguió un poco más abajo y unos cuantos más, mientras desabrochaba mi pantalón. No sé porque no me sentía excitado, sería de las pocas veces en que una mujer me sacaría el miembro totalmente flácido.

– "¿No decías que…?" – advertí yo en vista del panorama

– "No preguntes" – me respondió mientras su lengua empezaba a jugar con mi pene

Me encantaba aquello, desde ayer por la noche hasta ahora, estaba teniendo un fin de semana muy placentero. Me encantaba haberme cruzado con la guarra de Noelia y perseguirla para que fuera mía; haber conocido a su tía Ángela, toda una perra con la que disfrutar del sexo más dominante; y ahora descubrir que Lorena no era tan estrecha y parecía que era más zorra de lo que pensaba, al menos en esa posición con su boca en mi polla, que ya me empezaba a crecer entre sus carnosos labios rosa.

– "Solo un poco de placer para nosotros ¿te apetece a ti?" – dijo mirándome con mi pene bastante crecidito ya en su mano

No respondí, pero Lorena me soltó y empezó a bajarse los pantalones. La ayudé y se quedó en tanga, abrió sus piernas sobre mí y se lo ofreció a mi cara mientras su boca volvía a mi sexo. Un poco de sexo oral, parecía que era lo que deseaba; en fin, con tal de disfrutar de la novia de Marcos, me valdría. Seguro que terminaban juntos, Marcos y Lorena siempre terminaban juntos, y yo me habría ganado eso, porque yo con Sabrina, no sabía como terminaría

Sus labios y su lengua, ayudados de su mano, recorrían mi pene erecto con intensidad, cada vez más rápido. Yo mientras, aparté su tanga y contemplé aquel coñito totalmente rasurado que ya estaba empapado en lujuria. Me lo llevé a la boca y lo lamí con fuerza mientras ella no dejaba de chupar ni un instante. Mis manos abrían más sus nalgas y mi lengua jugaba con su vagina. Lorena empezó a mover su trasero al ritmo que mamaba de mi sexo.

Se movía inquieta y suspiraba ahogando pequeños gemidos con la boca llena. Yo disfrutaba de la suculenta boca de Lorena, que quizá por rabia chupaba con lujuria como si en ello le fuera la vida. Sea como fuere ella estaba excitada, mi boca se empapaba cada vez más de la humedad de su vagina. Mis dedos acariciaron su clítoris y pude percibir que su deseo aumentaba. Volví a acariciarlo más tiempo y más rápido, y ella sacó mi polla de su boca y dio un pequeño suspiro con forma de grito al mismo tiempo que sonaba su móvil.

A pesar de la excitación, sin mediar palabra, se levantó corriendo hacia el salón para coger el móvil, pero seguía sonando. Apareció por la puerta del dormitorio de nuevo con el móvil sonando y me lo enseñó. Era Marcos que la llamaba.

– "¿Sabes que?" – me dijo allí de pie con las piernas desnudas mostrándome el móvil

– "¿Qué?" – pregunté yo desdén

– "Que le den al hijo de puta" – respondió dejando el móvil sobre una silla, bajo unas camisas mías para que no se oyera sonar

Acto seguido se quitó el tanga y la camiseta. Ahora contemplaba perfectamente su cuerpo, sus pechos no eran tan grandes como los de Sabrina pero quizá tenían una forma más sensual, como su sexo, que estaba absolutamente limpio de vello. Volvió a la cama, pero esta vez abriendo sus piernas sobre mi pene erecto y besándome el cuello. Mi pene que estaba duro entre sus nalgas, sufría sus movimientos de roce hasta que ella llevó su mano hacia atrás y lo hundió en su vagina.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al pensar que penetraba a la novia de Marcos, y creo que ella sintió lo mismo; se arqueó hacia atrás y sostuve su cuerpo. Empezó a moverse cabalgando como una amazona inexperta, agarré sus pechos y ella acarició mis brazos tensos. Su sexo lo sentí caliente y húmedo mientras yo seguía entrando y saliendo de ella. No podía creer que me excitara tanto aquella penetración y sus movimientos torpes, era como si no la hubieran follado mucho en su vida.

– "Espera…" – dije. Estaba muy entregada a mí y no quería riesgos.

Se detuvo, saqué del cajón de la mesilla un preservativo y se lo di. Dejó libre de nuevo mi pene y me lo puso con suavidad. La eché hacia atrás y me puse encima de ella dispuesto a penetrarla de nuevo, pero frotando duro sobre su pubis y sus labios vaginales haciéndola desesperar.

– "Quiero sentirte dentro" – susurró finalmente cerrando los ojos

La penetré sin brusquedad, pero sin mucha suavidad. Lorena apretó más los ojos cerrados, se mordió el labio y sus manos acariciaron mi cabeza llevándola hasta su boca. Nuestras lenguas se rozaron con lujuria y aceleré las penetraciones. Lorena daba pequeños gritos que se perdían en el aire. Sus piernas apretaron fuerte mi cintura, estaba como loca sin dejar de suspirar. Sabrina no era tan ruidosa cuando follábamos, pero me encantaba escuchar a Lorena gemir.

– "Más… me vengo… Jorge eres increíble…" – dijo en medio de su lujuria

Estúpida zorra, sí, pero me emocionó. Seguro que Marquitos no sabía meterla. Le di más fuerte y en pocos segundos, Lorena volvió a expirar aire fuertemente y sus piernas temblaron perdiendo fuerza en mi cintura. Era un orgasmo seguro. No dejé de penetrarla y volvió a gritar, esta vez casi lo habrían oído los vecinos. Se quedó relajada y sus piernas volvieron a atarme fuerte a ella. Como tenía preservativo me corrí dentro de ella, permanecí inmóvil aprisionándola contra mi pubis mientras fluía mi orgasmo en el látex caliente envuelto por su vagina húmeda.

La miré a los ojos, que brillaban intensos entre emocionados y satisfechos por lo que acababa de ocurrir. Salí de ella pero no quité de encima. Seguíamos mirándonos en silencio; creo que los dos reflexionábamos sobre la situación.

– "Jorge, yo…" – empezó ella en voz baja

– "ssshhhhh" – la hice silenciar con un dedo sobre sus labios

Me dejé caer a su lado y seguimos en silencio uno al lado del otro. No sé si ella iba a decir algo cariñoso o amoroso, pero no quería escucharlo. Para mi solo había sido una puta frágil con ganas de evadirse de su novio, de vengarse o simplemente de dejarse llevar por el deseo. Finalmente se levantó y empezó a vestirse.

– "Bueno" – suspiró haciendo una pausa – "no sé que harás tú con Sabrina, y yo no sé que voy a hacer con respecto a Marcos, pero lo que ha ocurrido hoy que quede entre nosotros, ni una palabra a Sabrina o a él" – su expresión se había vuelto más fría y seria

Terminó de vestirse, me dio un beso en la mejilla y prefirió que no la llevara a casa, como si eso fuese más importante que todo lo ocurrido hoy. Se fue y me quedé acostado sobre mis deshechas sábanas blancas de raso. El ajetreado fin de semana terminaba y aún no sabía si la semana siguiente sería más calmada, pero con todo lo acontecido, lo dudé.