Mentira sobre mentira
Cristóbal ya arruinó su matrimonio, ahora vive con su amante, pero una de sus alumnas, empieza a insinuarse descaradamente...
-Vamos a ver si me entero… Entonces, a lo que he sacado en el dado, le sumo el…
-Destreza, modificador de destreza, ¿qué tienes en destreza?
-…No lo sé, ¿dónde está la destreza esa?
-Amador, estás mirando abajo, las características están arriba. – le sopló Cristóbal.
-Ah, sí, joé… Eeeh…. Dos, tengo un +2 en destreza.
-Vale. Tóbal, mírale si tiene Esquiva Asombrosa. – Pidió Viola, que les enseñaba a jugar.
-¿Si tengo qué?
-Esquiva Asombrosa… - explicó él – Es una dote, la tienes que tener aquí, por la parte de atrás de la ficha, a ver… sí, la tiene.
-Vale, genial, entonces, como has esquivado, en lugar de sufrir todo el daño, sufrirías sólo la mitad, pero como además tienes la Esquiva Asombrosa, no te hace nada de daño…. – Viola miró la cara tan pensativa que ponía Amador mirando su ficha de personaje, y preguntó - ¿Lo vas entendiendo?
-…Sí. Casi sí, medio-medio. ¡Y que me digan los críos que la política es complicada y luego, jueguen a esto, “amos”, no me jodas! – Los presentes en el saloncito de Viola, se echaron a reír sin poder contenerse, porque Amador tenía parte de razón: los juegos de rol, ni de lejos eran el parchís. Era domingo por la tarde, y los profesores, picados por la curiosidad, habían querido aprender a jugar a esos juegos que la televisión definía a veces de “peligrosos y satánicos”, y se habían enterado que Viola tenía alguna idea de jugar. En un principio, Nazario, el jefe de estudios del instituto donde todos trabajaban, se había negado a ello, no quería ni oír hablar de juegos de rol, pero tras hablar con Viola y con el sr. Oliverio, el bibliotecario de la Universidad vecina, y que ambos le asegurasen que no había absolutamente nada que temer, y que eso del satanismo y los asesinatos en serie, eran chorradas, había accedido a que aprendieran si les daba la gana.
Ahora estaban jugando una partidita de prueba, entre Cristóbal, Amador, Polita, la mujer de éste, y Luis, y Viola la masterizaba. Les había contado cómo iba, les había explicado por encima cómo hacer fichas y peleas, y había elegido “Planetas Prohibidos” como juego para que probasen. Para que no fuese tan árido, a pesar de haberles contado grosso modo cómo se hacía una ficha, les había dado personajes ya hechos, para que no tuvieran que hacérsela ellos y pudieran pasar directamente al juego. Amador era una especie de monje, su personaje pegaba con todo el cuerpo y tenía un gran poder mental que le ayudaba a ignorar el dolor, y era muy ágil. Su mujer era una contrabandista especialista en liar a cualquiera, buscar y desactivar trampas y robar; Luis un sacerdote especialista en sanación que también podía hacer mucho daño con determinados hechizos… y Cristóbal era un agente experto en armas y lucha cuerpo a cuerpo, con más vida, dotes y facultades que cualquiera de los tres, e incluso que dos de ellos juntos. Su personaje se llamaba Tánatos, y le apodaban Asesino Galáctico.
“Huuuuuy, huy, cuánto favoritismo veo yo aquí….” Había dicho Amador, y Luis le había secundado, “¿Qué pasa, hay que tirarse al máster para tener un personaje molón?”, había dicho, mientras Cristóbal tomaba de la mano a Viola y decía que los orgasmos múltiples, tenían que agradecerse de algún modo.... La verdad es que lo estaban pasando muy bien, allí sentados en la alfombra, rodeando la mesita baja donde tenían la partida, comiendo patatas fritas, palomitas de microondas y chocolate, y jugando muy despacio, pero con muchas risas. A eso de las ocho, Amador y Polita dijeron de irse marchando, pero Viola les pidió que se quedaran a cenar, pidieron pizzas y se las comieron mientras dejaban a un lado la partida y se ponían de cháchara. En la sobremesa, sentados ya en los sofás, Viola se recostó sobre Cristóbal. Éste directamente subió los pies al sofá, y apoyó la cabeza en el regazo de la joven maestra.
-¿Molesto…? – preguntó. Por toda respuesta, Viola sonrió y le abrazó, y empezó a hacerle mimos en la nuca y las orejas, rascándole como a un gatito. Luis, mirando la escena, sonrió. Amador no. Conocía a Cristóbal hacía años. Los suficientes para haberle visto con su ex mujer, quien le echó de casa cuando se enteró que él se entendía con Viola… y que Viola, no había sido ni remotamente la primera aventura de él. Había estado en su casa muchas veces, las suficientes para saber que, cuando se ponía tan cariñoso, y más en presencia de terceros, era porque se sentía culpable por ser infiel. Y Cristóbal, que sabía que Amador estaba bien al corriente de todo eso, evitó deliberadamente mirarle a los ojos durante el resto del tiempo.
“Más me vale intentar dormir un poco… El despertador sonará dentro de cinco horas…” Pensaba Tóbal. Eran casi las dos de la mañana, Viola dormía profundamente, pero él no lograba conciliar el sueño. Sabía que Amador se había dado cuenta, ¿cómo había podido ser tan torpe? Es cierto, también sabía que Amador no era tío de andar con chismes, no diría nada… o al menos, eso creía. Se había callado sus aventuras con su mujer, porque ella no le caía nada bien. “Sabía que yo la quería. Pero sabía que me tenía negado el sexo, así que supongo que lo vería… “normal”. ¿Le seguirá dando igual con Viola, que sí le cae bien y es una compañera?”. Se dio la vuelta hacia el lado de Viola. Su brazo quería abrazarla, pero… no podía. Se sentía culpable si la abrazaba. Pero si se daba la vuelta hacia el otro lado, se sentía también mal.
“A fin de cuentas, no ha pasado nada…” se dijo. “Pero pasará. Quieres que pase”, le dijo una vocecita muy molesta desde el fondo de su cabeza. La verdad es que no sabía si lo quería o no. Por Dios, era una cría… Topa no era más que una cría, tenía apenas diecinueve años, era una cría, y se portaba como una cría. “Pero una cría que tiene muchas ganas de tío”, pensó.
Había sido hacía pocos días. Tóbal conocía a Topa (se llamaba Topacio, pero todos la decían Topa, para acortar) desde hacía un par de años, ya la tuvo el curso pasado en su clase. No sabía por qué se empeñaba en hacer el bachillerato de Ciencias, si no le gustaba, ni estaba hecha para ello… suponía que por juntarse con todos los chicos que poblaban el ramo, porque tenía fama de ser algo pendón. El caso es que venía a preguntarle cosas con frecuencia. Tóbal nunca le había dado importancia, hasta hacía cosa de una o dos semanas, en que fue a su mesa, ya cuando se habían ido todos, y le preguntó algo acerca de un problema. No es que le hiciera gracia quedarse después de la hora, pero… en fin, sólo serían dos minutos. Se puso a hablarle del problema, y entonces se dio cuenta que la chica no miraba al folio, sino a él. Estaba exageradamente apoyada en la mesa, resaltándose los pechos con los brazos, y meciendo las caderas. El escote, no había parecido tan acusado cuando ella estaba sentada, pero ahora, casi se le distinguía un pezón. Tóbal no quiso tomarlo en serio, y fingió no darse cuenta, mientras intentaba terminar de explicarle… pero la chica le interrumpió:
-Profe, tiene que haber una manera más sencilla de resolver esto… - La chica se pasó el dedo índice, arriba y abajo, por el canalillo, fingiendo rascarse. Cristóbal se había levantado de su silla, e intentó parecer severo cuando le contestó.
-La única manera que hay de resolver problemas, es estudiando de firme y practicando mucho.
-¡No se lo tome a mal, profe…! - contestó ella enseguida, en apariencia apenada – Yo sólo quería decir que su asignatura me gusta, pero a veces es tan complicada… ¿No podría usted echarme una mano? ¿En algún recreo, por ejemplo…?
Tóbal sabía que tenía que decir que no. Sabía muy bien qué pretendía la chica, y no estaba dispuesto a cambiar aprobados por sexo, no había aceptado jamás un soborno, y no iba a empezar dejándose llevar al huerto por una cría que ni llegaba a los veinte, y pensaba que sus tetas le iban a ayudar toda la vida… Pero quería pensar que decía la verdad, que no estaba intentando seducirle, que sólo quería aprender… “Una mierda. Tu cerebro sabe muy bien que no es eso, pero tu pito está deseando creérselo todo”, se dijo.
Le había dado clase dos veces desde entonces. La primera vez, todo había sido casi normal… casi. Ella se arrimaba mucho a él, estaba casi pegada a su brazo, y cuando cruzó las piernas, balanceaba el pie y le acariciaba la pierna con él. Tóbal se había apartado dos veces, y las dos ella se arrimó de nuevo. La segunda vez, que había sido el viernes pasado, la chica, apoyando el brazo y todo el busto en la mesa, se había quejado del calor y se desabrochó un botón de la blusa, dejando perfectamente a la vista el sujetador. Cristóbal volvió la cara, furioso con ella y consigo mismo.
-Topacio, no sé qué te has figurado, pero no pienso aprobarte porque me enseñes el sostén. Ciérrate la blusa. – le dijo, mirando hacia la pared del aula.
-Profe… - de nuevo, la vocecita triste – Yo no quiero que me apruebe por eso. En realidad, no quiero que me apruebe. – Cristóbal no tuvo más remedio que volver la cara, inquisitivo. Al menos, ya se había abrochado el botón de nuevo, pero los ojos brillantes eran aún peor – Si lo hace, dejaré de verle… y yo no quiero dejar de verle. Usted me gusta… - La mano derecha de la joven se posó en su muslo y acarició, y Cristóbal dio un respingo, pero la maravillosa sensación de calor, y sobre todo el peligro, el morbo… atacaron violentamente su estómago y algo más abajo, y le pareció que no tocaba el suelo. Y en ese bendito momento, sonó la campana. Tóbal casi saltó de la silla y huyó del aula. Corrió hacia los lavabos, y mientras lo hacía, hizo una llamada perdida a Viola. Para cuando él llegó a los lavabos, la maestra ya estaba allí, se metieron en un cubículo como solían, y… “Soy un cabronazo”. Lo había pensado entonces, y lo seguía pensando ahora. Lo había pensado en el momento en que se metía dentro de Viola mientras pensaba en la chica. Lo había pensado mientras la embestía desde atrás y con los ojos cerrados, haciéndolo con Viola, pero pensando en su alumna. Lo había pensado mientras un delicioso orgasmo le vaciaba los testículos en dulces espasmos mientras apretaba la boca para no susurrar el nombre de Topa. Y lo seguía pensando ahora, tumbado junto a Viola, y sintiendo remusguillo en el estómago al saber que al día siguiente, vería de nuevo a la chica.
-Doble de café, a ver si te despejas… - sonrió Viola a la mañana siguiente, saltarina y alegre, como siempre, mientras que él estaba hecho un zombi. Se bajó el café casi de un trago, estaba bien fuerte, y se sintió mejor.
-Gracias.
-Dime una cosa, Tóbal, ¿tu mujer te ponía el café…? – preguntó ella, mientras dejaba la cafetera, desmontada, en el lavaplatos.
-No, ella era de descafeinado.
-Mira, otra cosa en la que no nos parecemos. – se volvió. En la cabeza de Cristóbal empezó a sonar una alarma. - ¿Sabes en qué más no me parezco a tu mujer?
-Viola, ¿qué…?
-No me parezco a tu mujer en que yo, no soy tan gilipollas. Ayer no te lo dije porque estaban los demás y era muy tarde, pero no me tomes por tu mujer, porque no lo soy. Si tienes queja del sexo conmigo, dímelo, pero no se te ocurra engañarme.
-Viola, yo no... ¿por qué dices eso? – intentó hacerse el inocente.
-Porque te conozco. Y porque la cabra, tira al monte. Se te ha puesto a tiro un chochito de diecinueve, y has pensado “¿por qué no?”. Pues te prevengo: hazlo, y la próxima vez que te sirva café, será tirándotelo a la cara. – la maestra tenía la cara roja, los ojos brillantes, y le temblaba la voz. Estaba furiosa y dolida, y Cristóbal se sintió más cabrón que nunca por haberla… “engañado” en una fantasía, pero al mismo tiempo… esa parte primitiva de su cerebro, esa que venía de serie desde la Edad de Piedra, se puso a dar brincos con su garrote mientras gritaba “unga, unga, ¡dos hembras desean a mí! ¡Yo muy macho!”. Tóbal conocía bien esa zona, maldito Arquicórtex… le había metido ya en más de dos problemas en su vida, y siempre por las mismas causas, pero… también servía para sacarle de ellos. Al menos, por el momento. Sonrió con ternura y cierta picardía, mientras se levantaba de la mesa y le abría los brazos a Viola.
-Terroncito…
-¡No me vengas con “Terroncito”! – pero Tóbal no se dejó arredrar, y sonrió más abiertamente.
-Cariño, ¿de eso va esto? ¿De que tienes miedo de que tu Asesino Galáctico, se ponga a jugar con otras niñas…? – Acarició a Viola de los brazos, la profesora no tenía clases ese día, y estaba aún vestida sólo con el pijama rosa. Su cara aún seguía furiosa, pero sus ojos querían tanto creer a Cristóbal… - ¿Qué te hace pensar eso?
-Que he visto cómo esa niña te persigue por los pasillos, te busca para preguntarte cualquier tontería y te pone las tetas en la cara en cuanto tiene ocasión.
-Pero eso, no significa que yo vaya a mirárselas…
-Ayer te recostaste sobre mí, con la casa llena de gente, ¡nunca haces eso! Delante de los demás, te gusta presumir de sexo, pero no de amor… es algo que haces sólo cuando te sientes culpable.
Cristóbal había sido más imprudente de lo que él mismo pensaba, Viola no sólo trabajaba con él, además no era ninguna tonta. Él había creído, había estado convencido de que los acercamientos de Topacio siempre habían sido en privado, pero la chica, como cría que era, no tenía ninguna discreción, y mientras que él lo había tomado por un tonteo o ni siquiera se había dado mucha cuenta de ello, Viola lo había visto todo. Pero no podía derrotarse.
-No, Viola, es algo que sólo hacía cuando me sentía culpable… con mi ex mujer. Tú sabes que ella no me daba sexo, nada en absoluto, ni un beso. Por eso, cuando tenía aventuras con otras, me sentía culpable por no ser lo que ella quería, y me ponía cariñoso, para que ella se sintiese feliz, y me… “perdonase”. Sólo lo hacía por eso. Contigo lo hago por que te quiero. – Viola quería seguir enfadada, pero sus sentimientos fueron más fuertes y se abrazó contra Tóbal. Éste la acarició la espalda. – Ay, mi gatita celosa…. Mira, ¿qué te parece si llamo y digo que estoy enfermo, y nos pasamos toda la mañana jugando….?
-Estás loco, ayer te vieron en plena forma, no puedes… - contestó Viola, pero ya tenía una sonrisa hasta las orejas, que era lo que había previsto Cristóbal. Éste insistió un poco más, pero la joven maestra se negó y le despachó para el instituto.
En el coche, de camino hasta allí, no podía dejar de darle vueltas. No iba a hacerlo, claro que no. No iba a liarse con Topacio, estaría loco… pero caray si podía. Claro que podía, Viola estaba loca por él, si se andaba con el suficiente cuidado, ella no se daría cuenta de nada, y podría hacerlo. Pero eso no importaba, porque no iba a hacerlo. Pero, por diversión, podía pensar… la chica estaba dispuesta, claro que sí. Dentro del instituto, no podía hacerlo, Viola se acabaría enterando, aunque nadie los viese. Lo más juicioso sería… lo más juicioso, sería NO hacerlo, y él no lo iba a hacer. Pero, si le diese por hacerlo, lo más sensato sería quedar fuera del instituto. El Café Royal sería un buen sitio, tenía reservados, y era un sitio no muy conocido. O el Hotel Maravillas, que tampoco quedaba demasiado lejos, la pega es que era mucho más caro, estabas un par de horas y pagabas por toda una noche…
El remusguillo en el estómago. Cuando Cristóbal aparcó en su plaza subterránea y cerró el coche, sintió ese dulce mariposeo en las tripas, o mejor dicho, fue consciente de él, porque llevaba sintiéndolo desde que empezó a fantasear con la idea, igual que sentía el bordoneo, el cosquilleo en su sexo. Más le valía calmarse. “Qué suerte tienen en ese aspecto las tías, ellas pueden estar chorreando, pero no se les nota”, pensó.
-Mirad, una curiosidad… Si os fijáis, el oro y el hierro, son muy similares en el fondo: sólo los diferencia un protón, sólo uno. Sin duda, habréis oído hablar de los alquimistas en Historia, ¿verdad? – preguntó Cristóbal a sus alumnos.
-Sí, esos que pretendían convertir en oro metales corrientes… ¿no? – contestó, precisamente, Topa.
-Exacto. – a Tóbal se le escapó una sonrisa de aprobación que duró un segundo más de lo debido, y la chica se relamió. Cristóbal apartó la mirada. - Es cierto que empezaron a caballo entre la brujería y la superstición, pero en el fondo, sentaron las bases de los estudios químicos. No hay posibilidad de convertir el hierro en oro, pero sí dieron a cambio con muchas aleaciones interesantes en sus estudios, y si hubieran sabido que el oro estaba a sólo un protón de distancia del hierro, sin duda se hubieran tirado de los pelos. – la clase sonrió. Topa, mirándole fijamente, lamía su bolígrafo, y cuando vio que él la miraba también, se lo metió en la boca casi hasta el fondo. – Es lo que se conoce como… “Tan cerca, pero tan lejos”.
Es poco probable que Cristóbal se hubiera alegrado nunca tanto como aquél día, de que diese la hora y tuviera que marcharse a su siguiente clase; prácticamente salió corriendo del aula. “Esa chica va a saco…” pensó. A las once, la hora del primer recreo, tendría la clase con ella. Por un lado,… bueno, para qué mentir: su cerebro le decía que estaba loco perdido, que no se trataba sólo de Viola, sino de su empleo, por muchos diecinueve años que tuviera, era su alumna, no podía liarse con ella… Pero su polla no dejaba de gritar: “¡A por ella, Cristóbal, fóllatela, vamos a hacerla aullar como a una perra en celo, lo está deseando, quiere que me guardes en su coño tenso y húmedo, que le aprietes las tetas hasta dejarle marcas y que la empotres contra la pared hasta partirle las costillas! ¡No seas imbécil, ¿cuándo te van a poner en bandeja una potra de ese estilo?!”
Podía hacerlo. ¿Quién se iba a enterar? Nadie. Si lo hacía con cuidado, no se enteraría nadie. Puede que Viola hubiese sospechado, precisamente porque había sido Topa quien se le había acercado, pero si él tomaba las riendas, sabría ser discreto. Podía perfectamente disfrutarla una vez, sólo una vez… Topa tampoco querría más, sólo quería sacarse el picor de coño, nada más… Qué cuernos, no estaba enamorada de él, era un cuarentón con entradas, peludo, narigón y bajito, no iba a robarle el corazón a una cría de diecinueve años, ella sólo quería aprobar la asignatura y jugar al profe y la niñita, nada más… entonces, ¿por qué no?
¿Por qué no? Se preguntaba una y otra vez, ¿por qué no? Hacía girar el bolígrafo a toda velocidad entre sus dedos, mientras esperaba que llegase Topa, y entonces llamaron a la puerta, y entró.
-Buenos días, profe… - sonrió.
-Buenos días. Siéntate. – La chiquilla sonrió y, como era su costumbre, se sentó a su lado. Siempre solía sentarse cerca, y se iba pegando más y más a él. También esa mañana lo hizo, solo que lo consiguió mucho más rápido, porque Tóbal no se apartó. De fuera, llegaba el jaleo del recreo, pero en ese momento, Tóbal sólo escuchaba los latidos de su propio corazón. A la joven no le pasó desapercibido que su maestro ya no se retiraba, y sonrió con lascivia. Cruzó las piernas y le acarició con el pie… y Cristóbal la miró a los ojos, y arrimó su pierna a las suyas. Topa se mordió el labio inferior y pareció luchar contra el impulso de abalanzarse sobre él y montarle allí mismo, en el aula vacía.
-Profe… - La joven llevó la mano al botón de su blusa, para desabrocharlo, y Cristóbal la frenó, tomándole la mano… y acariciando su pecho con el dorso de los dedos.
-Espera. Topa, tenemos que dejar cosas claras aquí. – Sonrió. – Yo también quiero, pero es preciso que te haga saber algunas cosas… Eres muy impulsiva. Podemos buscarnos un lio los dos, si no te refrenas. A partir de ahora, tienes que tratarme con más indiferencia, ¿vale?
-Vale, profe.
-Segunda: en el instituto, no podemos quedar, ni vernos. Tarde o temprano, alguien sospechará, y eso no será bueno ni para mí, ni para ti tampoco. Si quieres que nos veamos, tiene que ser fuera del centro, ¿de acuerdo?
-Sí, señor… ¿Puede ser esta tarde? Por favor, ya no aguanto más, quiero tenerle esta tarde… - La mano derecha de Topa bajó hasta el muslo del profesor, y empezó a acariciar hacia arriba. Tobal cerró los ojos, mientras sentía que su virilidad se erguía con fuerza. No la frenó. Se reclinó un poco en la silla para dejarle sitio, y la joven sonrió, encantada, pasando a acariciar el bulto. Estaba roja, muy roja. Un cosquilleo dulce y terriblemente incitador se expandió por el bajo vientre de Cristóbal, pero su cerebro dio la voz de alarma, “No la dejes seguir… no puede cascarte una paja aquí, en mitad del aula, puede entrar cualquiera y veros…”. Con evidente esfuerzo, la tomó de la mano y la apretó, pero la sacó de su entrepierna.
-Y tercera… ¿estás SEGURA de querer hacer lo que vamos a hacer?
-Profe… si no me hubiese frenado, ya estaría debajo de la mesa, haciéndole la mamada de su vida.
-Vale – sonrió. – Hoy, acabas a las dos, ¿verdad?
-Sí.
-Ve al aparcamiento. Plaza H7. Allí estaré. Te esperaré un cuarto de hora. Si no vienes, entenderé que te has arrepentido, y no habrá resentimientos, ni represalias, ni nada… ¿de acuerdo?
-La primera campanada de las dos, la daré aquí, y la segunda, en el párking. – Topa le besó, muy cerca de la boca, y se levantó, toda sonrisas, lanzándole un besito antes de irse. Cristóbal se quedó cavilando.
“¿Vas a hacerlo, verdad? No puedo creer que vayas a hacerlo…”. “Sólo será ésta vez, nada más… nadie va a enterarse, así que nadie va a sufrir”. “Sí, claro, eso mismo decías cuando se trataba de tu esposa. Ella no te daba sexo, y eso te disculpaba para ponerle los cuernos todo lo que querías… Viola sí te da sexo, ¿cuál es la excusa aquí?”. Y a eso, no sabía qué contestar. Su conciencia no había dicho ésta boca es mía hasta entonces, pero una vez dada la cita, parecía haberse despertado de golpe. Estaba dando las clases “en automático”, y en cada pausa entre las mismas, no dejaba de pensar… “Vas a hacerle daño a Viola, mucho daño… a una persona que te quiere, que te acogió cuando tu mujer te echó de casa, y que te salvó del autocastigo que te impusiste. ¿Así se lo vas a pagar? ¿Tirándolo todo por la borda por un calentón?” “No es cierto, no voy a hacerle ningún daño, porque no se enterará, no lo sabrá nunca. Lo que Viola no sepa, no le hará daño”. “Pero tú sí lo sabrás. Sabrás que la has traicionado, y eso te hará sentir mal, y no vas a poder arreglarlo acurrucándote en su regazo, o comprándole algo caro…”. Cristóbal, ya de camino al aparcamiento, se maldijo a sí mismo. Eso, era exactamente lo que pensaba hacer: en cuanto terminasen el polvo, tenía pensado ir a comprarle algún regalito, y decirle que llegaba tarde precisamente porque había pensado en ella, en hacerle un detalle… no se había dado cuenta hasta ese momento.
“¿Cómo puedo ser tan cabrón…?” pensaba, bajando en el ascensor del párking. Su bolsillo vibró. Sacó el móvil.
“Procura no tardar, o cogeré frío. J”, decía el texto. Viola le mandaba una foto de ella misma, tendida en la cama, y desnuda. En otro momento, ese mensaje le hubiera alegrado el día. En aquél instante, le invadió una profunda sensación de náusea. “Sólo será esta vez. Prometido, sólo ésta. Es la última vez que me lío con otra, palabra de honor… sólo quiero… sólo quiero saborearlo por última vez. Sólo eso, no hay sentimientos, no hay nada, sólo es sexo, nada más… no la estoy engañando, es lo mismo que hacerme una paja, es igual… y será la última vez. Jurado”. Se dijo, y llegó al garaje. Se apoyó en el coche, y espero. “Desearía haber terminado ya. Ojalá estuviera ya de vuelta en casa... Tengo que responderle al mensaje, tengo que decirle que voy a llegar tarde, y que le daré una sorpresa…”, se dijo. Cogió el móvil y miró el mensaje una vez más. Intentó pensar en Topa, tenía unos pechos grandes y preciosos, y en las ganas que tenía de estrujárselos, de follarla, de… y por primera vez desde los doce años, pensar en sexo no produjo ningún efecto en su cuerpo. Su pene, horas antes tan ansioso, estaba callado y muerto.
-¡Hola, profe! – dijo una alegre voz a su espalda. Tóbal se volvió. La chica estaba frente a él, muy sonriente, pero al mirarle a la cara, su sonrisa se desvaneció. - ¿Qué pasa?
“No sólo soy un cabrón. Además, soy un gilipollas”, pensó. Se acercó a la chica y negó con la cabeza.
-Topacio, verás… - ¿qué importaba darle cualquier explicación? Fuese la que fuese, ella querría rebatirla. Era mejor ser directo – Perdóname. No puedo.
-¿Qué quieres decir con que “no puedes”? ¿Me pones la polla en la mano y ahora te entran escrúpulos? ¡Venga ya!
-Sé que esto te molesta, sé que te he dado la cita yo, pero… Sencillamente, no puedo. No tiene nada que ver contigo, eres muy guapa, pero yo…
-¡Tú eres un cagado, eso es lo que eres! ¡O me llevas a follar ahora mismo, o voy y le digo al jefe de estudios que me has violado!
Tóbal suspiró.
-Si crees que eso es lo correcto, hazlo. Yo no te lo impido. Sé que mi conducta contigo, no ha sido adecuada para un profesor, así que estoy dispuesto a cargar con ello… pero no puedo acostarme contigo. No voy a hacerlo.
-Cobarde de mierda, rajado, maricón… - masculló Topa con asco. – Esto, no va a quedar así, te lo aseguro. ¡A mí, nadie me desprecia, y menos un carroza como tú! ¿Quién te has creído que eres? – Tóbal aguantó el chaparrón de insultos, mientras la joven se alejaba. Suponía qué vendría ahora. Nazario, el jefe de estudios le iba a bombardear, él también sabía que había tenido varias aventuras, pero nunca había sido con alumnas, es posible que se aviniera a oír la verdad… si bien es cierto que la verdad, tampoco le dejaba muy bien parado… “Parado, es como te vas a quedar”, se dijo. “Cuando lo haga saber, ningún padre te querrá cerca de una hija suya. Enhorabuena, gilipollas, acabas de firmar tu sentencia de muerte, y ni siquiera has catado el polvo….”. Se dispuso a abrir el coche, cuando oyó un trote a su espalda, y alguien le abrazo por detrás con tal fuerza que le dejó sin aire.
-¿Viola….? – El perfume, el tacto, el color de la ropa… todo la delataba. – E-espera, no saques conclusiones, puedo explicarlo, no es lo que parece… - empezó a decir, hasta que se dio cuenta que ella, lo estaba abrazando.
-Lo he oído todo, tontorrón… la has rechazado. – Tóbal se giró. Viola sonreía, una sonrisa llena de alegría… y por primera vez en horas, se sintió alegre él también.
-Viola, ¿cómo… qué haces aquí?
-Quise venir… para darte una sorpresa. Te mandé el mensaje para que creyeras que estaba en casa, aunque estaba aquí, y pensaba saltarte encima en cuanto te viese, pero vi que no abrías el coche, que esperabas… y al verla aparecer, pensé que os mataba a los dos, pero cuando te oí que decías “No puedo…”…Te adoro, Tobalito… - Viola le acariciaba la cara, con los ojos brillantes, mirándole los labios, y Cristóbal sintió que su cuerpo empezaba a pedir fiesta, primero en murmullos, para enseguida romper a cantar a voz en grito: “¡tralará-lará, tíratela, tíratela!”. Abrió la portezuela de atrás y sonrió con picardía.
-Acomódate y hazme sitio, Terrón de azúcar… - Viola sonrió y se reclinó en el amplio asiento trasero, subiéndose la falda y separando las piernas, mientras Cristóbal se recostaba sobre ella, cerrando la puerta al entrar. Por un momento, gozaron de la sensación de mirarse a los ojos, abrazados, sintiendo cómo el calor y el deseo aumentaban gradualmente. Tóbal arrimó su cara a la su amante, acariciándose mutuamente, retrasando el momento, hasta que ella misma gimió con voz desmayada:
-Oh… ¡Oh, Asesino Galáctico…! – y le tomó de las solapas del traje para besarle, metiéndole la lengua en la boca casi con ferocidad, con ansia… Tóbal respondió, despojándose de la chaqueta, mientras la propia Viola le desabrochaba la camisa. ¡Qué delicioso escalofrío le hizo temblar de pies a cabeza cuando las manos de la maestra le acariciaron el pecho, los costados…! Viola se abrió la blusa, dejando ver sus pechos. No traía sujetador, había venido “lista para la batalla”, y Tóbal se dejó caer de cara entre sus tetas, apretándolas, entre las risas de la joven, que movía las caderas para acariciarle el bajo vientre, y su erección… esa erección que pedía a gritos ser liberada.
Viola manoteó entre los cuerpos de ambos, y frotó el bulto, apretándolo. Cristóbal tuvo que sacar la cara de entre los pechos de su amante para poder tomar aire, con los ojos en blanco, y una sonrisa bobalicona en la cara.
-¡Haaaaaah…. Más! – pidió. - ¡No pares, Viola, cáscamela, quiero mojarme en los pantalones…. Sí! – Viola estalló en carcajadas y apretó más fuerte, frotándole más deprisa, ¡le encantaba cuando su Tóbal se ponía tan vicioso…! Y hoy, quería mimarle, quería hacerle todo lo que él le pidiera. “Eres un cabroncete guarro… si no te hubiera entrado un ataque de culpa, te hubieras ido con esa niñata… Pero no lo has hecho, y eso es lo que importa… Soy una tonta, pero te quiero y me haces feliz…” pensó Viola, frotando con rapidez, mientras Tóbal le ofrecía la lengua y ella la entrelazaba con la suya. El profesor le pellizcó un pezón entre el pulgar y el anular, rascándolo con el índice, y Viola estuvo a punto de parar de masturbarle, sólo por el intenso placer y deseo que le producía esa caricia… En lugar de ello, soltó los gemidos, mirando a Tóbal a los ojos, dejándole ver el goce que sentía, mientras sus lenguas no paraban de juguetear.
“Me derrito… me fundo aquí mismo, voy a inundar el pantalón…. ¡SÍ! ¡SÍ!” pensaba Tóbal, sintiendo con cada caricia cómo le subía el placer más y más. Cada caricia caliente le hacía subir el cosquilleo desde los huevos al glande, los dedos de los pies se le encogían a cada roce, ya no aguantaba… no podía más….
-¡Síiiiiiii, Violaaaaaaaaaaah…..! – gimió, estremeciéndose entre sus dedos, sintiendo una dulce oleada de semen caliente escapar de su cuerpo, sintiendo cómo le palpitaba la polla contra la mano de la joven profesora, mientras olitas de placer le recorrían el cuerpo… dejándole con ese cosquilleo tan bueno en el bajo vientre, que venía a querer decir “ha sido estupendo, pero sigo teniendo ganas”.
-Mmmmh… qué calentito… Mmmh, me has mojado… Niño malo, te has manchado el pantalón… - jadeó Viola. Tenía razón, pensó, sonriendo. Se había puesto perdidito, tenía toda la zona de la bragueta empapada, y cuando se abrió el pantalón, su miembro erecto estaba empapado en semen. Viola le acarició, produciéndole un escalofrío, y se llevó la mano a la boca, para lamer parte de su descarga. Dios, cómo le ponía que hiciera eso. - ¡AAaaaaaaaaah, Tóbal, espera…. Haaaaaaaaah… espera… quería ponerme encimaaaaah…! – gimió, sonriente. Pero Tóbal no podía esperar, ni quería que ella se pusiera encima para darle placer, quería embestir, lo necesitaba… y quería hacerlo mirándola a la cara, a los ojos. Quería ver la carita de placer que ponía, quería ver cómo ella gozaba y le deseaba… quería oír cómo le llamaba “Tóbal”, o “Asesino Galáctico”… pero no “profe”.
Tóbal jadeaba, entrando y saliendo de ella, extasiándose en la suavidad, el infinito calor que su sexo desprendía. Viola, con las mejillas rojas y brillantes, se abrazaba a él con brazos y piernas, poniendo los ojos en blanco y sonriendo de gusto a cada arremetida… La maestra sabía que su amante era siempre apasionado, pero hoy… quería que ella gozase más aún, quería sentirse deseado y perdonado, aunque en realidad no hubiera ocurrido nada irreparable, pero quería hacerse perdonar. Viola no tenía que perdonarle nada, es posible que hubiera estado a punto de… pero finalmente, no lo había hecho. Pero oye, si quería seguir pidiéndole perdón, por ella, podía estarlo haciendo años… aaah, Tóbal la estaba taladrando, ¡qué maravilla! Su sexo casi palpitaba, no aguantaba más…
-Tóbal… me… me voy a correr… - anunció. Quiso abrazarse a él, pero Tóbal la besó sin poder contenerse, sin cerrar los ojos, y la joven gimió su orgasmo contra el paladar de él. Cristóbal la vio ponerse tensa, con los ojos en blanco, agarrándole de la camisa como si quisiera desgarrársela, mientras él no dejaba de penetrarla; Viola tembló, apretándole, succionándole la lengua, dio una convulsión en el asiento y gimió con fuerza… soltó su boca, y sonrió, con la mirada perdida, sudando, y con el coño temblándole… Tóbal no paró, bajó el ritmo de sus embestidas, pero no paró… Aaahhhhhhh… qué gustito daba meterse dentro de ella cuando se estaba cerrando… Esos tironcitos, esos temblores que le daba, mmmmh…. – Tó… Tóbal… si sigues así…. Por favor, volverás a ponerme cachonda…
Tóbal sonrió con malignidad, y empezó a embestir ferozmente de nuevo. Viola gritó sin poder contenerse, levantando las piernas y temblando una vez más, ¡estaba a punto de caramelo! Cristóbal sabía que después iba a pasarse toda la tarde dormitando, y que Viola estaría escocida, ¡pero no podía detenerse, no sabiendo que ella estaba de nuevo a punto de correrse! Su miembro resbalaba en el interior de su compañera, produciendo chispas a cada movimiento, un reguero de calor delicioso que se cebaba en el glande y amenazaba con estallar, y Viola no dejaba de sonreírle, acariciándole la espalda y bajando hasta las nalgas, apretándole del culo… y mirándole con ternura aún así. Llevado del momento, Tóbal confesó algo que era completamente cierto, pero que le costaba admitir.
-Viola… te quiero. – Nada más decirlo, la joven tembló, sus manos crispadas le apretaron del culo en una convulsión, y se estremeció como gelatina debajo de él. Una olita cálida bañó el miembro de Tóbal, estaba teniendo un orgasmo… un orgasmo húmedo. Tóbal ya no gemía, directamente rugía, y embistió más ferozmente, sintiendo cómo la vagina de Viola tiraba dulcemente de él, le exprimía, y…. sus pelotas parecieron explotar, pudo sentir el placer desbordarse, y un intenso géiser de esperma salió a presión de su polla, como si ella lo aspirase, ¡ah, qué placer…! ¡Qué placer!
Cristóbal, jadeante y sudoroso, se dejó deslizar al pecho de Viola, encogido el cuerpo para no salirse todavía de ella. Sus tetas subían y bajaban, recobrando el aliento. Estaban calientes y sudadas… olían a perfume, y a su propia saliva, a calor y a placer… un gemidito se le escapó del alma cuando Viola le acarició la nuca y le rascó el cabello. Qué a gusto estaba. Viola sonreía. La cabeza de Tóbal sobre sus tetas le proporcionaba una maravillosa sensación de bienestar, de… seguridad. Sentía su pene aún dentro de ella, escocía y quemaba, pero le gustaba. Al cabo de un ratito, lo sintió ir encogiéndose suavemente y salir de ella, y al hacerlo, parte de flujo y semen se escurrieron de ella, produciendo sensación de quemazón en su piel, pero aún esto le gustaba. Tóbal se enderezó para besarla de nuevo, y para arreglarse un poquito para poder conducir hasta casa.
Tóbal no sabía qué pasaría al día siguiente. Si Topacio decía efectivamente que él la había violado, sería su palabra contra la de ella, y todo el mundo se sentiría más inclinado a creer a una chiquilla guapa y de aspecto inocente, que a un tipo cuya mujer le echó de casa por sus continuas infidelidades… Pero descubrió que le daba igual. Si Viola estaba con él, lo demás, tenía una importancia sólo relativa.
-Dice que la violó. Yo, no me lo creo, la verdad… pero… es Cristóbal. Todos sabemos que le cuesta mucho trabajo tener los pantalones en su sitio. Ya le costó su matrimonio. – Nazario estaba reunido con varios profesores más, esa misma tarde. Topacio le había contado, hecha un mar de lágrimas, que d. Cristóbal, el de Química y Matemáticas, la había forzado aprovechando las clases que le daba en el recreo.
-Nazario… Cristóbal será lo que sea, pero él está muy a gusto con Viola – terció Luis, el de Francés. – Yo lo que creo, es que Topacio ha visto que no aprueba ni aunque la empujen, así que está mirando medios de saltarse la asignatura.
-¿Inventándose una violación? Un poco fuerte, ¿no?
-Nazario, Luis, José Antonio… - terció Amador con una expresión inusualmente seria. – No quería contar esto. Es algo que ni mi mujer sabe, así que agradeceré mucho que no salga de aquí. Topacio no es la primera vez que intenta buscarle bollos a un profesor. El año pasado lo intentó conmigo. Decía que estaba enamorada de mí, intentaba provocarme, seducirme, rozarse conmigo… Cuando venía a preguntarme algo, se desabrochaba un botón de la blusa… En una ocasión, durante un examen, vino a mi mesa y me sugirió que “podía hacerme muy feliz, si yo era bueno con ella”. Me lo quise tomar a buenas, y le dije que para ser buena conmigo, sólo tenía que estudiar, que eso me hacía increíblemente feliz, pero que no subía nota por andar enseñando las tetas. Eso la cabreó, y me dijo que si no la aprobaba, iría diciendo que yo le había ofrecido un trato de aprobados a cambio de sexo. Le dije que entregara el examen y que no me quisiera buscar las cosquillas. Me tiró la hoja a la cara con mucha soberbia. Perdí la paciencia y le solté un bofetón, delante de dos amigas suyas, que eran las únicas que no habían entregado el examen todavía. Nazario, Cristóbal será todo lo faldero, o hasta lo pichabrava que tú quieras, pero esa cría, se piensa que lo va a conseguir todo gracias a sus tetas, y cuando se da cuenta que no, ataca con el cuento del abuso sexual, de la violación, y de lo malos que somos los tíos. ¿Dice que Cristóbal la ha violado? Vale, vamos a denunciarlo, y que le hagan un examen ginecológico para ver si hay semen de él en su cuerpo. Vas a ver lo rapidito que dice que no.
Nazario permaneció pensativo unos segundos.
-Ya lo ha dicho. Lo primero que me dijo fue que no quería presentar denuncia, para que sus padres no se enteraran, que sólo quería que lo echaran para que la dejase en paz…
-Joder, la niña… - intervino Luis. – Más le hubiese valido también a Cristóbal cruzarle la cara de un bofetón, no veas la Mata-Hari…
Amador se calló que, probablemente, Cristóbal hubiese empezado haciéndole cara y luego se lo hubiese repensado, se limitó a asentir. Nazario asintió con gravedad. Lo hablaría con la chica y, si ella quería, podía meterla en otro grupo, donde daría clase con otro profesor…
-Mira, ya sabemos más o menos cómo se juega, pero no vamos a participar en un campeonato, ¿verdad…? ¿Quién se apunta a ver Pulp Fiction? – había dicho Amador, el siguiente domingo por la tarde, apenas llevaban una hora de partida.
-Uf, con lo violenta que es ésa peli… ¡anda, hijo, que ya te podías haber traído algo más potable! – había dicho Polita, su mujer, pero lo cierto es que todos estuvieron de acuerdo en ver la peli, incluso ella, sobre todo cuando Amador bromeó “te quiero, HoneyBunny”, y le besó. Apenas empezó la película, Viola pasó el brazo por los hombros de Cristóbal. Éste la miró con ojos tiernos, y lentamente, se dejó deslizar a su regazo. Y ésta vez, miró directamente a Amador, quien, al ver que su compañero le sostenía la mirada, sonrió.
“Qué mamonazo. Si no llego a inventarme ese cuento chino para forzar a Topa a someterse a un examen médico o claudicar, ahora estarías en un buen lío… pero yo sabía que esa cría es una calientacascos. Si no me intentó seducir a mí, a muchos de sus compañeros, sí, y tenía asustados a varios con el rollo de “haz tal cosa para mí o digo que me has violado”. Alguien tenía que pararle los pies. No sólo tienes suerte de tener a Viola, también tienes suerte de tener los amigos que tienes, so mamonazo”. Pensó Amador sonriendo, y besó la mano de su Polita.