Mente y cuerpo
El primero de una serie sobre dominacion. Maria por fin encuentra sus gustos.
MENTE Y CUERPO
Dicen que el cuerpo es sabio pero no deja de ser un ente sobre el que la mente manda. Maria se había levantado esa mañana como todas, se había duchado, el agua acariciando su menudo y bonito cuerpo. Pechos pequeños rematados en dos pezones rosados como dos pequeñas cerezas. Un culito prieto y respingón, sus horas de entrenamiento practicando atletismo se notaban aunque ya no hacía nada. Su pubis con vello abundante y color castaño. Luego desayunó, cogió la mochila y salió de casa para ir a la Universidad.
Montó en el tren como era costumbre en ella en el último vagón y casi al fondo. Estaba como siempre distraída pensando en sus cosas. Los cascos en los oídos escuchando música. De repente se fijó en un hombre que se sentaba cerca de ella. No era feo, se podía decir que era atractivo. El pareció darse cuenta y le clavó la mirada. Sonrió mitad irónicamente y mitad picaramente. Ella sintió algo que nunca había sentido. Algo que la impulsó a mirar al suelo. Era una sensación rara pero recordaba haber leído algo similar alguna vez en algún sitio.
Si, ya sabía donde. Alguna vez había visitado paginas porno, no demasiadas veces y le habían comenzado a gustar ciertas fotos en que algunas chicas eran usadas como sumisas pero no había sido hasta hacía poco cuando en un chat coincidió con una mujer que la estuvo explicando lo que significaba el mundo BDSM. Ella era Ama y la presentó a su sumisa para que hablasen y alguna charla habían tenido y se quedó con la moraleja de que lo más importante era el sentir la sumisión ya que los azotes, pinzas y demás parafernalia solo era un medio para conseguir la sumisión del cuerpo.
Ahora, lo que sentía le hacía recordar lo que aquella sumisa hacía un año le contase. Era una locura aparte que aquel hombre lo más probable era que no fuera Amo ni nada por el estilo. Pero ella no podía dejar de mirarle de hito en hito. El hombre la devolvía las miradas, a veces con sonrisa cómplice, otras con mirada dura y penetrante y otras sin más divertido por la situación.
Esa tarde entró en Internet y buscó alguna página de BDSM, buscó chats, sobre todo intentaba contactar con gente de su región, la droga había entrado en ella. La sensación de esa mañana le había provocado aparte de un sentimiento de sumisión, una sensación muy placentera no solo sexual ya que su tanga también quedó mojado sino una descarga eléctrica recorriendo su espina dorsal.
Y como por arte de magia en un chat contactó con un hombre joven que aseguraba ser Amo, de su misma ciudad. Tenían algunas cosas en común. No hablaban al comienzo ni de BDSM ni de sexo. Llegó el momento de las fotos, no tenían pero si webcam y cuando la pusieron a ella casi se le sale el corazón por la boca. Era el hombre del tren. El también la reconoció pero fingió no hacerlo ya que ni siquiera lo mencionó. A partir de ese día siempre a la misma hora. La hora eran las 7:24 de la tarde, dándole la vuelta se verá el significado.
Ella cada día se sentía más entregada pero le daba miedo el tema y quería conocer todo bien hasta que un día se entregó pero no con una frase sino de otra forma. Tenía que volver a coincidir con él en el tren. Algunos días él iba solo pero otros iba acompañado. Ella escribió en un papel con su propio puño y letra sus limites, sus miedos, sus sensaciones cuando conversan y como reacciona su cuerpo a sus palabras. También habían hablado por el móvil. El no la había pedido verla desnuda, quería que si ella se entregaba como sumisa verla en la ceremonia de entrega y si no si veía que era imposible vencer esa rebeldía juvenil entonces si la diría de desnudarse.
Ella cogió el papel y se armó de valor. El día anterior le había preguntado que tren cogería. Ella no había coincido otra vez con él porque ella ese curso tenía clases por la tarde y el día que le había visto había ido a hacer la matricula. Se vistió como el día que le vió por primera vez, se perfumó y salió a la calle. Su corazón iba a mil por hora. Se montó en el tren lejos de la vista de él. Quería darle una sorpresa. Se sentó detrás del asiento que ocupaba él de tal forma que no la viera. Ahora como se las ingeniaría para darle el papel sin que la descubriera. Quería que lo leyera cuando ella estuviera lejos. El llevaba un periódico que tenia vertical en la bolsa y allí lo metió.
Se alejó y se fue a la otra punta completamente escondida. El recibió un sms en que ella le decía donde tenia el papel.
En el periódico tienes un trozo de mi mente.
Al final del papel ponía: A las 13:30 en la boca del metro de XXXXXXXX. Era una boca de metro sin apenas gente. A esa hora, más bien casi 10 minutos antes ella estaba allí ansiosa. Su mente barruntaba muchas cosas, se sentía absolutamente sumisa, ella que era de carácter rebelde y terco pero ese hombre lograba que ella se sintiera querida pero solo un objeto Le gustaba la sensación. Su cabeza decía si, su corazón adelante y su sexo desbordaba en un torrente de absoluta excitación.
allí llegó el Amo. Fue a besarla con dos besos, era la primera vez que la veía tan de cerca pero ella se adelantó y fingiendo arrodillarse para recoger algo (Se estaba muriendo de vergüenza y había gente cerca pero deseaba hacerlo) musitó:
A sus pies Señor, espero me acoja para enseñarme a servirle y ser el más preciado objeto para su placer.
El hombre alucinaba, el papel le daba una pista pero esa expresión de doblegamiento era tan conmovedora que casi se emociona. Cuando ella se levantó en lugar de darla dos besos solo acertó a darle un fuerte beso en la boca. Ella estuvo a punto de echarse atrás. Para ella su sumisión era algo más que abrirse de piernas pero no cedió y respondió al beso al fin y al cabo no solo le gustaba como Amo sino como hombre.
Ahora la dijo Él cada día a las 10 de la mañana vete al baño de la 2ª planta de tu facultad y ponte en el segundo lavabo. El día que veas en el espejo una s pintada con pintalabios mete la mano bajo el lavabo y tocaras algo. Cogelo pero no lo abras hasta llegar a casa. Todos los días iba a la misma hora y no veía nada. La orden era que si se cruzaban ella tenía que fingir no conocerle y eso para su cuerpo y su mente la estaba torturando. Hasta que un día vió la S. Sintió ganas de saltar, de brincar. Casualmente ese día iban a empezar las vacaciones de Navidad. Debajo del lavabo había un sobre y dentro un papel y un pendrive. En el papel una fecha y una hora y la siguiente frase:
Si lo que me dijiste aquel día en la boca de metro es cierto cuando llegues a casa mira lo que hay dentro del pendrive y el día 23 a las 20 estate en la misma boca de metro. Hasta ese día quiero que no tengas ningún orgasmo. Ella obedecíó. Llegó a casa y leyó el contenido del lápiz de memoria. Era un pequeño archivo de texto. En el se le indicaba que llevase la misma ropa exacta que el día que él la había conocido pero que las braguitas que luciría esa noche se las tendría que poner en la estación de tren en el baño. allí se metería en la primera cabina y allí alguien se las daría.
Cierto cuando llegó una mano le pasó las braguitas por arriba, eran las braguitas mas inocentes que había visto. Salió y fue a la boca de metro. allí recibió un sms e instrucciones:
Baja, coge el metro hacia XXXXX y bájate en XXXX. allí te esperará una furgoneta, entra y ponte el antifaz que habrá en el asiento.
Ella fue cumpliendo punto por punto las instrucciones hasta llegar a un chalet alejado de la ciudad. allí fue conducida a una pequeña habitación donde se pudo quitar el antifaz. Había dos mujeres. Una de su edad más o menos y otra de unos 40. Bastante atractivas. Ella nunca había tenido tendencias homosexuales aunque sabía que alguna vez en su nueva condición sería usada de esa forma. Ellas la peinaron, maquillaron y la tranquilizaron. Luego la acompañaron al salón y allí estaba en mitad su Amo sentado como en una especie de trono. A su lado varios Amos y Amas con sus sumisos y sumisas a los pies.
Ella fue conminada a desnudarse. Lo hizo ante la atenta mirada de todos y todas. Luego solo vestida con las braguitas inocentes la hicieron abrir las piernas, poner las manos a la cabeza y esperar a que la joven que la había maquillado la despojase de la cándida prenda y la mayor poniéndose unos guantes de látex simulase revisar todas sus cavidades. El Amo se levantó y la palpó como el que en un mercado de ganado compra una potranca.
Eso en lugar de repugnarle a ella le excitó pero sintió como una llamarada de dolor le recorría una de las nalgas. La mujer madura le había azotado y ahora la recriminaba su excitación. Tuvo seguidamente que lamer todos los pies de todos los Amos y Amas y situándose delante de su cara ver como él jugaba con su coño. La función no había hecho mas que comenzar.
Este es un relato imaginario, continuará en otros capítulos. Si queréis podéis escribirme(rogaría que me escribáis mejor que agregarme) sobre todo mujeres a: